Partida Rol por web

A diferencia de los demás tu si reconoces la canción es una canción de cuna élfica que narra historias de un viaje lejano.

Con la aceptación de la teniente, asiento también, un poco más convencida con todo esto. Acepto sus órdenes, tras lo que me retiro un rato con los que han decidido ir a rezar, extrayendo de mi mochila varias velas que enciendo, para que nuestro rezo llegue más claramente a Fénix.

Esa noche, había propuesto a Darius dormir conmigo, dado que varias de las escenas del día me habían dejado nuevamente trastocada (cargándose el efecto positivo que habían tenido los dos días de relativa calma en mi humor, o incluso empeorándolo un poco más allá de eso), y teniéndolo cerca me sentía más segura. Igualmente, me estaba costando conciliar el sueño y que se entonase una canción de cuna que recuerdo de mi infancia, por mi padre, hace que mis ojos se abran de nuevo. Efectivamente, Darius puede notar una sensación húmeda en su pelaje, efecto típico de cuando ya estás algo tocado y te ponen música triste. Esto no era estrictamente triste, pero la forma de cantarlo daba esa sensación.

Con los ojos ligeramente brillantes, aunque no mucho, miro a Darius desde mi posición abrazada a él.

- ¿Debería ir? -le pregunto con voz muy queda, para no perturbar a nadie, y solo si le noto despierto también.

Se había quedado con Renall, y estaba dormitando a su lado cuando escucha aquella melodía. Abrió los ojos y miró de inmediato al chico, él descansaba y prefería que siguiera así. Besó su hombro y se puso de pie, siguiendo esa música, la congoja se apropió de su corazón, mientras caminaba hacia la oscuridad, cargando su guadaña.

Le pareció una buena señal que la Teniente accediera a ir a por los restos de sus compañeros. Él mismo pensaba hacerlo el día siguiente, nada más levantarse, pero saber que contaba con el apoyo de la Teniente y que no iría solo, era de agradecer. Si bien le llamó la atención la poca gente dispuesta a pedir por el alma de sus compañeros, si le sorprendió que Ruby se presentara voluntaria.

Una grata sorpresa, siendo sinceros. 

Después de pedir por el alma de sus compañeros, se marchó a dormir a pesar de no tener muchas ganas. Al menos, tendría que descansar mientras le daba vueltas a lo ocurrido a lo largo del día.

Darius nunca había dormido demasiado, con tres o cuatro horas de sueño solía estar listo para un nuevo día. Sabiendo como debía estar Aura por lo pasado aquel día, aceptó dormir con ella en la tienda de campaña. Se quitó la gabardina y la parte superior, haciendo de la segunda una improvisada almohada. Se tumbó boca arriba, recostando la cabeza en aquella almohada improvisada y cuando Aura se hubo tumbado y apoyado en él, le cubrió con la gabardina.

El Ronso era algo parecido al peluche perfecto para dormir. Siempre estaba un par de grados por encima de los humanos, dándole una sensación de calidez. También el pelaje era un lugar cómodo, y el corazón de Darius resonaba con fuerza, dando un rítmico sonido que ayudaba a relajarse a cualquiera. Abrazó con una mano a Aura para que se sintiera más resguardada.

Por su parte, no pudo pegar ojo. Se sentía afortunado de que su grupo hubiera vuelto de una pieza, y le daba gracias a Fénix de que eso fuera así. Lamentaba no haber podido hacer nada por sus compañeros, culpándose de forma incosciente por ello mientras pasaba la mano sobre la herida que la lanza del centauro le había provocado.

Por otro lado, era plenamente consciente que de haber perdido a Aura o a Ruby, habría ignorado las órdenes de la Teniente para ir a buscarlas. No podía evitar darle vueltas al peor de los casos, como tampoco podía evitar sentirse agradecido de no vivir en él.

Dándole vueltas a todo esto, escuchó una canción. La canción ya estaba empezada, y desconocía cuanto tiempo exactamente llevaba sonando. Desvió la mirada hacia el suelo, sin poder evitar que aquellas notas magnificaran la pena que sentía por todo lo ocurrido. No fue hasta que escuchó un trozo completamente que comenzó a darse cuenta que no era la primera vez que escuchaba aquella canción. No sabía situarla, no sabía como seguía, y aun así tenía aquella sensación de haberla escuchado con anterioridad. La pregunta era donde.

Estaba intentando buscar el momento de su vida que había escuchado aquella triste canción, cuando sintió su pelaje húmedo. En un primer momento, temió que alguna herida abierta no hubiera cicatrizado aun, pero al ver la mirada de Aura comprendió que estaba ocurriendo.

- ¿Tu también la escuchas? - Por un momento, llegó a pensar que era una mala pasada de su subconsciente. Pero aquella era la confirmación de que no era así. Se tomó unos segundos, para acabar afirmando con la cabeza. - Deberiamos ir. - le confirmó, apuntando que él también iría.

Así, esperó a que la semielfa se pusiera en pie para hacer lo mismo.

Ante su pregunta, pienso que quizás en la penumbra se nota menos el brillo en mis ojos y de ahí la pregunta, por lo que simplemente asiento en respuesta.

- Vale. -replico tranquilamente, y me separo un poco de él para levantarme ágilmente, tras lo que le tiendo la mano para ayudarlo a levantarse.

En verdad, era más un apoyo para ayudar al equilibrio que una verdadera ayuda, pues cuando la aceptaba tampoco solía cargar mucho peso en mí.

Tras eso, me pondría la chaqueta, dado que al haberme separado de él soy más consciente del frío nocturno, tras lo que saldría al exterior junto a él para buscar el origen de la música.

Tomó la mano de Aura y se puso en pie. Quizás en otras circustancias, habría tirado de ella, o habría bromeado sobre la increible fuerza que poseia como para poder moverlo y levantarlo. Pero no era el momento, ni el lugar. Una vez en pie, tomó la parte superior del uniforme y se la puso, así como la gabardina. Fue cuando estuvo vestido que miró a Aura a los ojos.

- ¿Estás bien? - preguntó antes de partir. Se agachó con el máximo cuidado posible, tomando la lanza en su mano derecha y miró a su alrededor, haciendole una seña a Aura para que abandonaran el lugar.

¿Dormir? Bueno, Kain siempre lo hacía con los ojos abiertos, y más en un lugar hostil, también se despertaba cada poco tiempo, no era una Aquarian de sueño fácil.

Descansar en la tienda no le hacía mucha gracia y se buscó un rincón oscuro con algo de humedad en la que estar más relajada.

Una melodía, Kain abrió su mente a aquel sonido parpadeando como reacción. Aquel sonido parecía ser de algún gran cantor, pero triste como las letras de su diosa.

Sirena avalaría aquel tono, casi parecía alguno de sus poemas atrayente y cautivador, pero como bien sabía Kain, lo que un sonido provocaba no dependía tanto de las palabras utilizadas si no del tono que se empleara en él. Se puso alerta, no quería caer bajo el influjo de algún conjuro melódico, por lo que antes de dejar su rincón húmedo de la tienda para acercarse a la puerta, se pegó un buen pellizco en la mejilla.

Al salir de sus tiendas, lo primero que notan es que la luna se encuentra emanando un brillo antinatural, casi hipnótico, el cual transmite un fuerte sentimiento de pesar y dolor emocional.

El origen del sonido es bastante cercano, por lo que no les va a costar más que unos cuantos segundos llegar al mismo.

Conforme avanzan entre las tiendas perciben que además del canto, no se oye ningún otro sonido en los alrededores.

Invadido por una tristeza y pena sin igual, el ronso detuvo sus pasos mientras caminaba entre las tiendas de campaña y llevó una rodilla al suelo a la par que clavaba la cabeza de la lanza en la tierra. Tragó saliva, alzando la vista hacia la luna. Y tras unos segundos, lanzó un largo, triste y desgarrador aullido en dirección a la Luna.

De pronto, a la melodía la sigue un triste aullido y por más que Aura intentó hacer andar al ronso, este último fue incapaz de ponerse de pie, así que Aura se vio forzada a continuar sola.

Quiso la fortuna que unos pocos metros más adelante, la semi elfa lograra vislumbrar a Euphemia, quien avanzaba con paso firme y decidido hacia el punto de origen de la música con la guadaña en la mano.

No muy lejos de allí venía Kain con su revolver amartillado.

Unos pocos metros más adelante la canción se vuelve más intensa. Sin embargo, conforme avanzan, descubren algo que les causa cierto malrstar, se  trata de la chaqueta de Eladamri, junto con el polo de este.

Al caminar apenas unos pasos fuera de la tienda, siento el choque mágico combinado entre la canción y la luna, que me hace soltar un jadeo, llevándome una mano al pecho mientras mis ojos se humedecen. No conozco la naturaleza de tal conjuro, pero aprieto los dientes con convicción, y una vez más aprieto con suavidad la marca ardiente de Fénix que practico sobre mí misma (ritual que, por cierto, debería volver a hacer en tres o cuatro días, a más tardar). El escozor me recuerda los preceptos del Fénix, y decido que no me dejaré encadenar por esta tristeza mística, con lo que mis ojos responden con un brillo cargado de voluntad ante el influjo de la magia.

No obstante, suelto un pequeño respingo cuando, al poco de tocar la marca, Darius suelta un aullido tan cargado de pesar, justo a mi lado, y me acerco hasta él, colocando una mano en su hombro y otra en su mejilla.

- ¡Darius! Darius, corazón, resiste. Es magia, aguanta. -le pido, tratando de hacer que mire a mis ojos, pero su alma ya ha caído bajo el influjo místico y, por más intentos que hago, no logro traerlo de vuelta, así que tras unos largos instantes, aprieto los dientes y le digo- Aguanta, cielo, ya mismo vengo con ayuda. -le digo, apretando su hombro en signo de apoyo, antes de correr en dirección al origen del sonido y a la tienda de Sasha.

Cuando tanto Euphemia como Kain ya prácticamente han llegado al lugar, es cuando me ven a mí corriendo, viniendo de la misma dirección del aullido y, al parecer, no muy preocupada sobre las pertenencias de Eladamri (aunque más cierto es decir que el gesto de preocupación ya lo llevo de serie, así que es llover sobre mojado).

- ¡Teniente!¡Sasha, despierta, rápido! -comienzo a decir cuando estoy llegando corriendo a la tienda, sin preocuparme por si despierto a alguno más- ¡El resto, no salgáis aún! -añado, que si me oyen, al menos no vayan a caer bajo la fuerza de la magia del ambiente.