Partida Rol por web

Ben mantuvo su visión arcana activada. Algo ahí estaba fuera de lugar, y no sabía el qué. Preocupado, decidió actuar con prudencia. Avanzó un par de pasos y se situó cerca de Morrigan y Niamh. La Thyrsus se había acercado al hombre aparentemente herido sin ningún tipo de recelo. Ben no se fiaba y quería estar cerca por si había que reaccionar con rapidez.

También le extrañó que el tipo les diera su nombre. Si sabía que ellos eran magos era posible que él también lo fuera, en cuyo caso Adam no sería su nombre verdadero. ¿Qué estaba pasando? ¿Quién era ese hombre?

Escuchó la retahíla de preguntas que lanzó Morrigan, y luego él mismo se lanzó a decir alguna más. Que el tipo respondiera a las que quisiera en el orden que le diera la gana... pero por su bien era mejor que respondiera a todas. Y con respuestas satisfactorias.

- Es mejor que nos cuentes todo lo que ha pasado. Todo lo que sepas. Y que lo hagas rápido. - Le conminó. Los ojos de Ben se desviaron por unos segundos a los alrededores, y registró con la mirada aquella sala en busca de cualquier indicio o pista de que pudiera haber habido alguien más ahí, aunque ya no estuvieran.

- Adam... ¿de dónde has salido tú? -

Jack entró en la casa con los ojos bien abiertos y fijándose en los detalles alrededor, pero en cuanto su mirada cayó sobre el hombre ladeó el rostro y lo contempló de arriba a abajo. Dejó que hablasen los otros mientras él se acercaba hasta ponerse junto a Niamh y aún en silencio estiró una mano con dos dedos extendidos para rozar su rostro, mojándolos con su sangre. 

—Tranquilo.

Empezó a mover los labios y un murmullo salió de ellos, con palabras tan rápidas que casi parecían estar atropellándose unas a otras. Si alguien escuchaba con atención notaría que estaba contando al revés. Cerró los ojos mientras continuaba desgranando números, cada vez más rápido, tratando de ver lo que le había pasado a ese hombre desde el momento en que ellos habían recibido el ataque en su Sanctum.

Al llegar a ese momento, empezó a rebobinar hacia atrás, viendo las imágenes pasar a toda velocidad, hasta que algún cambio lo hiciera detenerse para ver más despacio.

Cuando entré en la casa y localicé al tipo, caminé directamente hacia él. En otro tiempo quizá le habría reventado directamente la cara. No presa de la ira, sino como advertencia. Sin embargo sabía que mis golpes ahora no eran sólo un aviso.

De modo que detuve mis pasos y lo miré de arriba a abajo y de abajo a arriba. Noté cómo los demás iban llegando, y sonreí ante la pregunta de Morrigan sobre cómo sabía que éramos magos. Quizá la forma en que su puerta se había roto en pedazos era una pista, o la manera que tenía la magia de fluir alrededor de nosotros.

Al ver que mis compañeros empezaban a interrogarle, suspiré. No tuve claro si Niamh estaba ayudándolo o amenazándolo... Y la verdad es que la incertidumbre me resultó atractiva. En cualquier caso yo opté por hacer lo que me pareció más oportuno: prevenir la ponzoña de sus probables mentiras. Fue inevitable acordarme en ese instante del Padre y de sus Mandamientos.

No darás falso testimonio ni mentirás.

Quizá no podía obligarle a decir la verdad más que a golpes... Pero al menos podía saber cuándo faltaba a ella. Así que sujeté mi crucifijo y me tomé un instante para tratar de escuchar con los oídos del Padre. No estaba dispuesto a irme sin respuestas.

Adam se vio pronto rodeado de todos, no opuso resistencia, pero ante la pregunta de Morrigan, intentó sonreír forzadamente —Llamadlo... corazonada— dijo, mientras las Nimbus de Niamh, Tyrr y Jack iluminaban el lugar y demostraban que eran magos. 

—Sois del Pentáculo, se os nota a leguas.— Dice, y su voz, en lugar de tener admiración, parece cargar cierta amargura que disimula hablando. El hechizo de Niamh toma efecto y aunque no parece aliviarlo particularmente, Adam, sólo entrecierra los ojos a manera de corto agradecimiento y se acomoda para sentarse mejor contra la pared.

—No... no hay razón para mentiros, os contaré todo desde el principio. Mi nombre es Adam y como vosotros, soy un mago. Aunque, a diferencia de vosotros, no pertenezco a ninguna de vuestras órdenes.— comienza diciendo con severidad. —La idea fue atractiva cuando recién desperté, pero, pronto descubrí el uso que dais a la magia. Algunos la usáis para aliviar hasta la más mínima necesidad, otros por diversión, y algunos ni siquiera tenían escrúpulos en imponerse sobre los Durmientes por cualquier medio.— dice y os observa. Sólo Jack parece estar en su propio trance, alejado de lo que escucháis. 

—Sin embargo, todos eran tan ciegos. Soy un hechicero, un Mastigos y desde mi despertar, no he podido olvidar las visiones de Pandemonium. Los demonios y espíritus que habitan el reino de mi Atalaya, cuyo poder pude sentir y temer... tenía que hacer algo. Algo diferente a mis pares en el Pentáculo. Decidí que usaría mi magia para encontrar una manera para ayudar a los durmientes a enfrentarse a esas criaturas cuando el momento fuese correcto. Me volqué hacia la Goetia*, y decidí entrenarme. Sabía lo que hacía o... o al menos eso pensaba— la voz de Adam se quebró un momento, retiró el contacto visual y podéis ver como sus ojos se aguan un poco.

—Me entrené durante años, invocando pequeños aspectos de mí, refinándome a mí mismo para evitar que los demonios de ese condenado reino pudiesen afectarme o manipularme. Y cuando me pensé preparado, decidí traer algo... más poderoso.— hizo una pausa, con su voz cortándose. —Perdonadme. Soy un idiota. Lo que traje... fue una personificación de los vicios mismos. No hay mortal ni mago capaz de enfrentarse a ello. El Espíritu que traje no tenía forma, definición, y... al ver que no podía sustentarse de mí atacó a...— su voz se corta genuinamente y lágrimas comienzan a bajar por su rostro. —...A-Allan. Mi, mi asistente. Lo hizo pedazos y entonces se fragmentó en 7 entidades. Intenté escapar, pero lograron alcanzarme y al ver que no les era de ayuda, me dieron una paliza hasta... hasta que perdí la consciencia. Y aquí me habéis encontrado— dice con un hilo de voz.

—Perdonadme— dijo nuevamente, tratando de resistirse a los sollozos. Luego, se detiene un momento y os examina. —Si... si estáis aquí... Dios. ¿Ha pasado algo? ¿Alguien más ha sido lastimado?— pregunta con preocupación en su voz.

Todo lo que os cuenta Adam es verdad, al menos hasta donde el mismo Adam sabe. No hay falsedad alguna en nada de lo que os cuenta, en sus motivos, en sus actos, ni en lo sucedido.

Te aislas y entras en un trance, mientras tus compañeros se alejan y estás parado allí, en aquella casa, pero la puerta cerrada y Adam está en el suelo, con los ojos cerrados, respirando muy lentamente. Entonces empiezas a retroceder muy lentamente hasta que descubres a un Adam cayendo por las escaleras y unos instantes antes, 7 figuras sin forma, esencias, golpeando de manera salvaje a Adam, sin un ápice de piedad, hasta que le empujan escaleras abajo. 

Subes, en tu visión, las escaleras, habiendo detenido el instante y logras ver en una puerta que irradia energía, a Adam y otro hombre de cabello negro, joven, ambos frente a una presencia extraña, alienígena, que se manifiesta de repente. Ves como la criatura olisquea y percibe a Adam, le ignora y se lanza contra el otro hombre. Le destroza con violencia salvaje, como un animal hambriento y salvaje, mientras sus gritos de horror llenan tus tímpanos y el olor de sangre sobrecarga tus sentidos. Lo hace pedazos y al tiempo, la presencia se fragmenta en 7 entidades, las mismas que en unos momentos le darían una paliza a Adam.

Retrocedes un poco más, cuando ambos hombres viven, y puedes verlos, sentir la magia, la Nimbus de Adam llenar el lugar, y entiendes que está realizando un ritual, un hechizo poderoso y que el resultado, el resultado parecía ser aquella criatura que se había materializado en vuestra realidad, que había atacado a ambos hombres, que se había fragmentado, atacado a Adam una vez más, esta vez en siete piezas, y que luego cada pieza había desaparecido sin una forma definida, dejando a aquel miserable inconsciente al final de las escaleras.

Niamh escuchó atentamente al hombre contar su historia, envolviéndose a sí misma con los brazos, como si tuviera frío. No podía evitar empatizar con él, y cuanta más lástima le daba, más ganas sentía de ayudarle con sus heridas, pero se esforzó por aguantar hasta que tuvieran todo más claro. Lo que había dicho le llevaba a confiar en él —su relato encajaba bastante bien con la que había sido su noche—, pero quería ver qué decían los demás. La mención del asistente le llevó a buscarlo con la mirada, sin dejar de pensar acerca de lo que les decía.

El error de Adam, pensó, no era haber invocado el espíritu. Estaba bastante seguro de que la mayoría de magos, ella la primera, habían mordido ese anzuelo. No, eso solo era una consecuencia de un error todavía mayor, que había sido aislarse a sí mismo, haber pensado que era capaz de plantar cara a la Mentira él solo. Cuando formó la cábala junto a Morrigan, no había sido por capricho. Juntos eran más fuertes. Si Adam hubiera sido uno de los suyos, Ogma le habría prevenido de lo que pretendía hacer, y de haber seguido adelante, Morrigan y ella misma le habrían ayudado. Y si pese a ello el espíritu se hubiera manifestado, entonces Jack, Tyrr y todos juntos le habrían partido la cara. Pero Adam… Adam no había tenido a nadie, más que a un Durmiente que le asistía.   

Cuando terminó, Niamh buscó alguna forma de reconfortarle, pero no se le ocurría qué decir.

—No hay nada que perdonar —dijo, posando una mano en su hombro.

Ayudar a los durmientes cuando el momento fuese correcto. Ben no podía evitar simpatizar con lo que había pretendido Adam. Pero a la vista de los resultados estaba claro que ése no era el camino. Cerró los ojos y negó con la cabeza. Había que ocultar todo lo sobrenatural a los Durmientes. Y había que hacerlo por algo.

- Idiota no. - Dijo coincidiendo con la opinión de Niamh. - Te faltaba conocimiento, formación e información. -

Se llevó una mano al mentón, pensativo. - Dices que se fragmentó en siete pedazos. Como los pecados cardinales... los vicios capitales. - Comentó. Lo que además concordaba con parte de lo que habían vivido en su propio Sanctum.

- A nosotros nos atacaron cinco de ellos, por lo que aun quedan otros dos. Y ahora mismo ignoramos el paradero de los siete. - Prosiguió. - Podrían ser simplemente demonios o cualquier espíritu. Pero si nos centramos en lo que sabemos de ellos sabemos que buscan alimentarse y hacerse fuertes. - Miró a Adam.

- ¿Qué más sabes de ese espíritu? ¿Qué necesita? ¿Qué quiere? - Entrecerró los ojos. - Espera... ¿Intentó alimentarse de ti y no pudo? - Preguntó tras las palabras de aquel hombre. - Dime... ¿qué sentiste? ¿Te habló? En ese caso, ¿qué te dijo? Es importante que recuerdes cada palabra. - Los fragmentos también habían intentado alimentarse de los miembros de la Cábala... pero si el espíritu antes de fragmentarse había intentado alimentarse de Adam, quizá ahí pudieran encontrar alguna pista que les indicara el objetivo del ser, o su punto débil.

Jack salió del trance con una inhalación profunda. Sus ojos se abrieron y miró alrededor, haciéndose un mapa de la situación. Lo hizo a tiempo de escuchar a Niamh y a Ogma, aunque por sus palabras era claro que el hombre había contado algo de lo que él había visto. 

Separó la mano de su rostro y se limpió los restos de sangre en los vaqueros. Miró a sus compañeros e hizo un gesto interrogativo.

—¿Qué me he perdido?

Escuché todo lo que dijo el tipo. No me fiaba de él, así que quizá lo hice con excesiva suspicacia. Pero como fuera, lo que explicaba lo catalogué en dos partes: la primera de justificaciones y palabrería, la segunda de justificaciones y explicación de lo que había hecho. Y cuando alguien se justificaba tanto... Mal asunto. Mal asunto.

No tardé en comprender el motivo. Apreté los dientes y miré alrededor. Así que él era el culpable de todo. Apreté los dientes cuando avanzaba con su relato y lo miré sin acercarme a él, manteniendo la barbilla alta y la expresión serena. Lo que más me sorprendió fueron las reacciones de mis compañeros. ¿Que no había nada que perdonar? ¿Que no era un idiota? No les reprendí directamente por no llevarles la contraria delante del tipo, al menos no de forma abierta, pero sí cambié el peso de pierna y lo miré con más dureza. Cuando Jack volvió en sí, ladeé un poco el rostro, conteniéndome para no decir demasiado.

—Que tenemos aquí al amigo Adam, que se ha pasado años invocando cosas, pero ahora se ha pasado —expliqué con cierto desprecio—. Que se vino arriba, y lo intentó con algo demasiado poderoso. Ese lo que fuera mató a su asistente, se fragmentó en siete... Y adivina: hemos conocido a cinco de sus partes. Muchas gracias, Adam.

Las preguntas de Ogma eran buenas. Aún así añadí algo más.

—¿Qué es esa cosa, y qué pasa con ella ahora? Las otras dos partes habrán ido a por otros magos. ¿Qué pasa si han conseguido alimentarse?

Miré a Ben, dispuesto a adivinar alguna de las respuestas y aclarar algo también a Jack, que se lo había perdido.

—Se ha refinado para que a él no le puedan hacer nada. Se ha refinado, y ha liberado ese lo que sea.

Tras la explicación de Tyrr, Jack asintió. Cuadraba con lo que había visto, así que al menos el tipo no les había mentido. Sin embargo, había algo que le descuadraba un poco. 

—¿Y desde cuándo estás en Quincy? Se suponía que nuestra cábala era la única y que no había más despertados en la zona.

La Goetia es un tipo de magia que consiste en invocar Goetia, justamente. Espíritus de las ideas, emociones y conceptos creados por las mentes mortales (e inmortales). Estos Espíritus, son aún más alienígenas y extraños que los que existen del otro lado del Manto, a veces incomprensibles en sus motivos y tan poderosos como para ser capaces de lo que describe Adam.

La práctica de invocar Goetia para luchar contra ellos no es desconocida, y aunque no es estrictamente prohibida, ciertamente se desaconseja sin suficientes precauciones y respaldo. Meterse con los Espíritus siempre trae un riesgo, pero con los Goetia, ese riesgo se incrementaba aún más.

—Los pecados capitales... sí— dice Adam débilmente. —Tiene sentido. Siendo una representación del Vicio, tomar la forma de esos conceptos...— dice y toma aire, sólo para inclinarse ante una punzada de dolor interno.

—¿Os han atacado cinco de ellos...?— dice e inhala profundo, luego de unos instantes habla. —No me imaginaba qué quería... pero los Espíritus necesitan Esencia para permanecer en el Mundo Caído. Si os han atacado... eso quiere decir que probablemente no puedan alimentarse de la Esencia instigando a los mortales como la mayoría de los otros Espíritus. Necesitan algo más poderoso para ganar fuerza: Mana.— dice y niega ante las preguntas de Ogma. —No dijo nada, pero sentí su hambre, su angustia—

Abre los ojos un poco. —Estos cinco espíritus no sólo os han atacado, ¿verdad?* No, se han... enlazado con vosotros de alguna manera. Lo puedo sentir. Lo... lo siento mucho. Puedo sentir la marca de los Espíritus sobre vosotros y es posible que vuelvan a por vosotros. En mi ceguera, os he metido sin querer en esto y de nuevo os pido perdón— y luego levanta la cabeza. —Pero si sólo habéis encontrado cinco, hay dos cuyo paradero es un misterio. Y es imperativo descubrir qué espíritus son, y encontrarles. Si han atacado a otros Magos... es nuestro deber ayudarles. Me apena pediros esto, pero necesito vuestra ayuda para enmendar mi error. Os ayudaré de la manera que pueda...— dice intentando levantarse, pero luego cayendo reprimiendo un gemido de dolor. —... En cuanto esté mejor. Os lo pido, ahora mismo lo importante es hallar a los dos Espíritus faltantes. Los otros cinco volverán a vosotros tarde que temprano, pero si otros Despertados están en riesgo...— y su voz se quiebra nuevamente. —... no quisiera tener que cargar con el peso de más muertes— dice cabizbajo.

La pregunta de Jack no le causa mayor reacción. —Algunos años. Hace ya bastante que corté contacto con las órdenes, es posible que me hayan perdido el rastro. Hace algunas horas habría pensado que era una bendición... pero agradezco que estéis aquí, sinceramente—

—Algo más... los Espíritus necesitan Esencia para permanecer, pero si los destruís sin agotar su Esencia primero, volverán. Debemos encontrar sus debilidades para asegurarnos de que no regresarán. Es mucho lo que pido y muy grande la carga que ahora pongo en vuestros hombros, y si pudiera cargarla yo solo lo haría... de nuevo, perdonadme— pide con genuina contricción. 

Morrigan escuchó el relato frunciendo el ceño.

—Pues un poco idiota sí que eres — se limitó a decir en un tono neutro, como si no estuviera insultándole — Ahora vamos a tener que limpiar tu desaguisado, así que más te vale hacernos caso: ahora las cosas se van a hacer a nuestra manera.

Había algo que a la Moros le resultaba más desagradable todavía: admitir un defecto.

—Orgullo — dijo mirando a los demás, para inmediatamente advertir — ¡Y no quiero ningún comentario al respecto!  ¿Cuáles son los vuestros?  Tenemos que descartar qué espíritus no nos han atacado, y buscar a magos que puedan encajar en esos... defectos. 

Lo que estaba diciendo era obvio, pero no podía resistirse a ser ella la que trazara un plan de acción. ¿Orgullo?  

Cuando Tyrr y Morrigan reprendieron a Adam con sarcasmos velados, ella les miró de manera reprobatoria, torciendo la cabeza y negando lentamente. Otra 

—Somos magos. Adam ha cometido un error, uno muy grave, pero no uno tan descabellado que no pudiéramos haber cometido cualquiera nosotros. 

Tenía la intención de ayudar a Adam a curarse, pero sus palabras la distrajeron y las de Morrigan la atraparon por completo. La forma de encarar el problema que su amiga estaba adoptando no le gustaba nada, y la estaba poniendo cada vez más incómoda. Se cruzó de brazos, inconscientemente. «Ay, Cece... Orgullosa hasta para reconocer un defecto...». ¿Por qué a ella le resultaba tan difícil admitir el suyo? No es que le diera vergüenza ser como era, pero sabía que había pecados y pecados... y a las mujeres a las que se apedreaba en Irán, no se las apedreaba por su orgullo, precisamente. 

—Creo que, si los espíritus se alimentan de maná, lo prioritario es poner sobre aviso al resto de nuestra comunidad —dijo, tratando de alejar el foco de los pecados propios—. Ese ha sido el verdadero error de Adam, y el que tenemos que enmendar más rápido. 

En el fondo sabía que eso no iba a bastarle a Morrigan para soltar el hueso que ya había agarrado, pero con suerte se le ocurría algo en el proceso. De hecho, ya se le había ocurrido. 

—Adam... ¿crees que podrías volver a invocar al espíritu? ¿O a alguno de los fragmentos? A lo mejor podríamos tenderle una trampa. 

Esos dos espíritus que faltaban sin duda habían acudido a atacar a otros magos. Tanto él como Jack habían preguntado en sus respectivos círculos, de momento sin novedades. 

Ben tuvo que ocultar una leve sonrisa cuando Morrigan dijo su vicio... su pecado por llamarlo de alguna manera. El orgullo. Pero sabía que a ella le incomodaba aquello. De hecho, fue la propia Morrigan quien les amenazó con las posibles bromitas, así que Ben se mantuvo serio e impasible.

- Gula. - Dijo tras la pregunta de ella. Ni lo dudó. No le importaba que lo supieran, después de todo esos magos eran su familia. Él procuraba no juzgarles así como esperaba que no le juzgaran a él. Le preocupó que Niamh quisiera cambiar de tema con esa facilidad. No hacía falta ser explícitos si ella no quería, pero Ben tampoco veía algo malo con el tema de la lujuria. Después de todo, todos eran mortales y cada uno tenía sus vicios.

Miró a Niamh mientras la respondía. - Los nuestros nos dirán algo si se detecta algún ataque. Ya hemos preguntado. - Era tanto una afirmación como un recordatorio. Ben hasta se había preocupado por no mencionar el nombre de su orden ni el de la de Jack para que el tal Adam no obtuviera más información de la estrictamente necesaria.

Empezó a pensar en los pecados que conocía que les hubieran atacado, y en cuáles quedaban libres. Lujuria, Gula, Orgullo eran tres que tenía claros. Seguramente otro sería la avaricia. Pero tenía dudas con el último de sus compañeros. ¿Ira, Pereza o Envidia? No lo sabía con seguridad... así que esperó a ver si alguno de los demás hablaba y le confirmaba sus sospechas.

Mientras trató de pensar en los magos que conocía de primera mano por si alguno cumpliera con las condiciones que él creía necesarias para ser atacado por Ira, Pereza o Envidia.

Jack escuchó al hombre y ladeó la cabeza, crujiendo el cuello. En cierta forma sentía algo de resquemor al pensar en la cantidad de poder que debía albergar ese único mago para invocar un ente tan fuerte, tan grande. Pero le parecía tan poderoso como imprudente y el marrón que tenían encima por su culpa era enorme, demasiado como para que Jack pudiera perdonarlo con facilidad. 

Miró a Morrigan cuando habló de cuál era su mayor pecado y frunció el ceño dándole vueltas a eso.

—Orgullo, gula... —Miró a Niamh—, lujuria, avaricia —siguió, pasando su mirada hacia Tyrr, y entonces hizo una pausa de varios segundos—. Quedan la pereza, la ira y la envidia. No me considero irascible, ni tampoco especialmente perezoso. —Se quedó callado de nuevo y se frotó la frente con dos dedos—. ¿Envidia? —parecía preguntarse a sí mismo, pensando en voz alta—. Por descarte, supongo. 

Al final acabó mirando al obrimos de nuevo.

—El concilium debería saber lo que ha pasado —dijo—. Esto trasciende las órdenes y puede que necesitemos ayuda. —Miró a Adam—. Además de la tuya. Porque una disculpa no va a ser suficiente. Tú has liberado esa cosa y tú nos vas a ayudar a enviarla al lugar del que salió de una patada en el culo.

La explicación del tipo me resultó entre poco y nada convincente. No, convincente no es la palabra: estaba seguro de que no mentía. Me desagradó él. Me desagradaban sus palabras, me desagradaba lo que había estado haciendo y también la manera que tenían otros de comprenderle. Había una diferencia muy grande entre él y nosotros, aparte de estar o no estar solo. Bueno, y también además de haber invocado una cosa como aquella. Este tipo hablaba como si no hubiera conocido los riesgos. Eso era lo que me sentaba como una patada en el estómago.

Alcé una ceja con alguna de las cosas que dijo, pero no le interrumpí. Seguí en silencio hasta que acabó de hablar, y aún después me tomé un momento para reflexionar. Sí dibujé una sonrisa al oír cómo hablaba Morrigan de su supuesto defecto, y mis ojos cayeron en Niamh, seguro de que no diría el suyo cuando todos habíamos sido testigos de algo lo suficientemente claro. Supongo que conmigo también. En ese momento decidí que no era necesario expresar lo mío tampoco en voz alta. No porque me avergonzase, sino porque hablar de esto delante de Adam, que ni siquiera tenía relación con otros magos, me parecía una estupidez.

—Hablaré con el Concilio —dije luego, tras las exposiciones de los demás, antes de volver a mirar a Adam.

—Esa marca de la que hablas, la que ves en nosotros —enuncié—. ¿Podría servir para rastrearlos? —Torcí un poco el gesto—. ¿Esa cosa se fragmentó en siete tras atacar a tu asistente, no? ¿Cómo era antes de fragmentarse? ¿Crees que tiene alguna relación que lo matase y que se dividiera? ¿Y qué sabes sobre sus debilidades?

—Contáis conmigo para lo que necesitéis. Es lo mínimo que puedo hacer...— respondió a Morrigan, sin protestar, y asintiendo. Cuando Niamh le pregunta sobre lo que puede hacer, Adam se queda pensativo. —No sé hasta que punto tenga la capacidad de invocaros, pero ahora mismo no os soy de mucha ayuda, no hasta que me recupere. Sin embargo, mi biblioteca está a vuestra disposición, así como mi conocimiento y podéis contactarme a través de mi móvil— dice sacando de su bolsillo un celular para registraros y haceros una llamada. —Por ahora tendréis que ir a la cacería de los dos Espíritus faltantes, pero podéis llamarme para que os de indicaciones. —

Cuando Jack menciona al Concilium, Adam tarda un poco más en responder. —Yo tomé la decisión de apartarme de las movidas políticas del Pentáculo, pero ahora que he puesto en peligro a otros despertados, no puedo poner objeción. Sin embargo, no podemos esperar a que otros se muevan. Cada instante que pasa sin que sepamos el paradero de los dos Espíritus faltantes es crítico— dice y asiente nuevamente cuando Jack menciona que debe ayudarles. —Contáis conmigo— 

—No estoy seguro— responde a Tyrrhenus —Pero sé que os conecta con ellos. Es probable que ellos os rastreen antes de que yo pueda descubrir alguna manera de seguirles. Sin embargo, podéis intentar usar sus resonancias— confiesa. Las siguientes preguntas lo dejan en un largo silencio. —Este Espíritu inicial era una encarnación del Vicio. Lo que sea que...— y toma aire, de nuevo entristeciéndose —... haya obrado al atacar a Allan, hizo que tomara estas 7 formas. No sé por qué o ni siquiera si es irreversible.— y luego añade —Siendo 7 Espíritus, cada uno tendrá una Prohibición y una Perdición. Si podéis usarlas, haréis que consuma su Esencia y luego así podréis descubridle. Si me ayudáis a subir a mi biblioteca, podré investigar cuáles podrían ser las Prohibiciones y Perdiciones de esta clase Espíritus— pide, aún en el suelo, adolorido.

—Ira y Pereza— finalmente reconoce. —Estos Espíritus son manifestaciones de cada Vicio y actuarán de acuerdo a su naturaleza...— dijo, algo fatigado.