Partida Rol por web

Aparte de tus contactos en los Guardianes, no conoces ningún otro mago cerca. En tu móvil ves un "Ok, quedamos atentos", en respuesta a tu advertencia al llegar en el coche. Pero un pensamiento cruza tu cabeza: Si el ataque tiene éxito, quizás os enteraríais demasiado tarde.

Jack le asignó la lujuria y Niamh, exasperada, separó los brazos y los extendió en una pose que venía a decir lo mismo que estaba pensando. «Pero, ¿tío? ¿En serio?». ¿A qué venía eso? ¿Era una pullita? ¿Ya se iba a poner pasivo-agresivo? Ella había tenido el detalle de no revelar el de Tyrr, pero parecía que sus compañeros no eran igual de considerados. Empezaba a simpatizar aún más con el punto de vista de Adam... 

—Enseguida te ayudo con eso, cariño. Dame un segundo, ¿quieres? —le prometió a Adam, cuando dijo que necesitaba curarse. De verdad que era su intención, igual que tenía ganas de echar un vistazo a su biblioteca… pero se sentía algo atacada después de la conversación que acababan de tener, y necesitaba un descanso. Miró a Jack un instante, luego a Tyrr, y finalmente posó la palma suavemente en el hombro de este último—. Oye, ¿podemos hablar un momento?

Que contásemos con él para lo que necesitásemos, decía el tío. Y acto seguido, que ahora tampoco nos sería de mucha ayuda. Los tenía bien puestos, eso estaba claro. Tuve claro que las cosas no iban a quedar así. No es que pretendiera reventarle, ni nada de eso, pero quizá su biblioteca podría trasladarse a nuestro Sanctum después de todo esto. Estaba claro que le daríamos mejor uso que él.

Iba a decir algo, cuando Niamh intervino. Asentí en su dirección.

—Sí, claro.

Antes de alejarme junto a ella, sin embargo, me dirigí a todos.

—Los espíritus faltantes son los que menos me preocupan —enuncié—. Hay cinco que nos han atacado a nosotros, que nos conocen, y que están haciendo a saber qué con nuestras caras. Su rastro aún está fresco, pero no sabemos nada de los otros dos —expuse, esperando que le dieran una vuelta a aquella idea—. Ahora venimos.

Y tras esas palabras acompañé a la sirena para escuchar lo que tuviera que decir.

Di algunos pasos junto a Niamh. No sabía si quería que fuésemos hacia algún lugar concreto, como el cadáver del asistente o la biblioteca, así que me dejé guiar. Sin embargo, en cuanto estuvimos lo suficientemente alejados sí le hice una pregunta breve pero importante, y lo hice bajando un poco la voz. Por si acaso.

—¿Estás bien?

Ya había pasado de mí antes al preguntarle lo mismo, pero creía que ahora sería distinto. Además, muchas cosas habían sucedido desde entonces.

Lira se masajeó el bíceps del brazo derecho, el que el Abismo había cubierto de grietas, y asintió.

—Sí, no te preocupes. Estoy cansada, nada más. Quería… quería pedirte disculpas por… por todo, últimamente. Sé que las cosas han estado caldeadas —hablaba con la cabeza gacha y voz baja, mirándole solo de vez en cuando—. También quería darte las gracias por lo de antes. 

- Ya sabemos sus prohibiciones y sus perdiciones. - Replicó Ogma a Adam, pero sin entrar en detalles de cómo lo habían averiguado o cuáles eran tales prohibiciones y perdiciones. Niamh se lo había dicho a los cinco magos cuando estaban todavía en su Sanctum. En el caso de su espíritu, la prohibición era contravenir el pecado de la gula, y la perdición lo opuesto a la gula, es decir: la templanza, o la frugalidad o la inapetencia... algo así. 

- ¿Cómo usamos dichas prohibiciones y perdiciones para que consuman su esencia y la gasten toda? - Preguntó. ¿Qué tenían, que ir espíritu a espíritu haciendo que no tuvieran hambre - por ejemplo el de Gula? Era raro. Raro no, rarísimo y bastante difícil... Por no decir imposible.

Es más... una vez los espíritus consumieran su esencia entonces ¿qué? ¿Asumían forma corpórea y podían ser destruidos para siempre? Ogma miraba a Adam como si esperara una respuesta por parte de aquel mago.

Mis ojos se fueron hacia el brazo de Lira cuando ella empezó a masajearlo. Sin embargo, no tardaron en buscar los suyos cuando siguió hablando. Sus disculpas me sorprendieron. Y mucho. La observé intentando comprender de dónde venían, si era algo por lo sucedido esta noche o había otros motivos anteriores.

—No tienes nada que agradecer —aseguré con seguridad.

Cambié entonces el peso de pierna. Esto sí había sido inesperado.

—Escucha, Li... —No acabé de decir su nombre. No en un lugar que no ofrecía verdadera intimidad—. Me caes bien. Incluso mejor que eso. —No quise ser más específico. Bastante en ridículo había quedado ya en el pasado—. Pero si esta disculpa es por lo que ha pasado esta noche, si ver a esa... cosa, te ha supuesto algún tipo de revelación, no te preocupes. No quiero que te disculpes por lo que has visto en ella. O por lo que hayan visto los demás.

Lo que quería preguntarle en realidad era si esa culpa que parecía sentir venía de antes, si sólo ahora sentía que había hecho algo mal. Pero no fui capaz de hacerlo. Quizá yo mismo prefería no saber la respuesta.

—¿Por qué me estás pidiendo que te perdone exactamente?

La postura de Lira se desprendió hacia un lado cuando Tyrr achacó la disculpa a la maldita lujuria, y volvió a hacer el mismo chasquido con la lengua que ya Jack cometió ese mismo error. Igual que antes, también negó con la cabeza, pero esta vez con una sonrisa cansada.

—¿Por qué tengo que tener un motivo ulterior para todo? —le espetó— En serio, ¿qué clase de persona os creéis que soy? Vale, me he comportado una perra y lo reconozco, pero eso no te da a ti el derecho a ser un capullo.

Y se cruzó de brazos, pero sin regresar con el grupo por el momento.

Ante la respuesta de Lira reí brevemente, reconociendo en ella ese orgullo atractivo y tomándome la situación con una pizca de ironía. La miré así, cruzada de brazos, con una pizca de diversión en los ojos. Y es que no dejaba de ser una situación curiosa. Estar dónde estábamos, cómo estábamos y hablando de esto.

—No pretendía ser un capullo —afirmé—. No intentaba cuestionarte, sino entenderte.

Me tomé un momento para buscar las palabras adecuadas. Esto se me daba mejor con otra gente, desde luego.

—Lo que quería decir es que yo no creo que tengas que disculparte por lo que hemos visto, si eso lo estás incluyendo. Y que si la reflexión que te hace creer que no te has portado bien ha empezado al verlo, quizá tampoco debas disculparte. —Hice una pausa—. En otras palabras: que no te avergüences ni te sientas culpable por lo de esa cosa, si es que lo has hecho. —Levanté entonces las manos, como pidiendo yo disculpas, al ver que los ánimos estaban de verdad caldeados—. No estoy asumiendo nada, no estoy dando por hecho nada, no estoy queriendo ser condescendiente, no estoy diciendo nada con segundas intenciones —aclaré.

En ese punto suspiré e hice un gesto poco definido con los brazos antes de hablar.

—Escucha, yo... —Miré un momento a un lado—. Yo tampoco me porté bien antes, cuando dijiste lo de los reflejos oscuros. De forma explícita o no, no era algo para reprocharte delante de todos.

«Buena suerte con eso», pensó, cuando Tyrr dijo que lo que quería era entenderla… y enseguida se dio cuenta de que no la había tenido. Según hablaba se le dibujó una sonrisa, de esas de labios fruncidos. Estaba claro que hablando no era como mejor se entendían.

—No te preocupes —contestó, sin más. Le tendió una mano blanca como la nieve—. ¿Paces, pues?

Al ver el gesto de Niamh Jack rodó los ojos. ¿Qué pretendía esconder? Vamos, todos habían visto y escuchado a su doppleganger, lo único que faltaba era decirlo en voz alta. Sin embargo, cuando acto seguido ella pidió a Tyrr que saliera con ella, un destello distinto pasó por su mirada y sus ojos los siguieron hasta que salieron de la estancia. 

Frunció el ceño y vació sus pulmones por la nariz al volver a centrarse en lo que decían Adam y también Ogma. Miró al último con extrañeza. Tal vez se había perdido algo, le pasaba en ocasiones, cuando cerraba sus ojos al mundo físico para mirar hacia dentro, o hacia más allá. De ser así, no le quedaba otra que preguntar.

—¿Las sabemos? —preguntó—. ¿Y cuáles son?

Luego se acercó al mago que lo había provocado todo y se agachó para ayudarle a ponerse en pie, sujetándolo de la cintura.

—Vamos, tío. Yo te ayudo a llegar a la biblioteca esa. 

La respuesta de Lira no llegó a suponer un enorme alivio porque aún no había tenido tiempo de sentir la opresión del arrepentimiento por lo que yo había dicho. Sin embargo, sí me gustó saber que no tendría quedarle más vueltas a aquello, que las cosas estaban bien entre nosotros.

O algo así. Era pronto para saber si la convivencia sería fluida. O si el hecho de que pidiera perdón significaba algo más.

En cualquier caso, miré su mano cuando me la tendió, como si me lo estuviera pensando. Aquello era, por supuesto, una broma, y así podía verse en mi expresión y mi sonrisa. Al final tomé su mano y asentí.

—Paces —le dije.

Estuve a punto de añadir algo más, algo sobre el futuro o sobre no sabía muy bien qué... Pero decidí dejarlo. Era pronto para pensar en esas cosas.

—Venga, volvamos —propuse, y al darme la vuelta y mirar a los demás recordé otra cosa—. Oye, antes... ¿Qué fue aquello? Cuando entraste en trance. ¿Era algo sobre mí?

Niamh sonrió, esta vez sí, de verdad. Era bastante evidente que la noche se le había ido torciendo hasta hacérsele un poco cuesta arriba, pero después de darle la mano a Tyrr parecía algo más contenta. Después de soltarle, usó esa misma mano para quitarle importancia a la pregunta del trance, moviéndose con cierto encanto. 

—No te preocupes. No fue nada, de verdad —y como si el apretón y el gesto de insignificancia que lo siguió fueran mudras ejecutados como parte de un hechizo, Niamh terminó de ejecutar la coreografía llevándose la diestra al lado de la oreja, donde empezó a juguetear con un mechón de pelo—. Oye, ¿vas a pasar la noche en casa?

Morrigan miró a Niamh, confundida: ¿qué le pasaba?   Lujuria no era tan malo: lujuria al menos era divertido. Orgullo, en cambio... a nadie le gustaban los orgullosos. A Morrigan no le gustaban los orgullosos.

Fue alternando la mirada entre la pareja de Jack y Adam, y la de Tyr y Niamh. Finalmente, suspiró hondo y se dirigió a Ogma.

—Vale, ¿cuáles son esas prohibiciones y esas perdiciones? — parecía molesta, y, de hecho, estaba molesta porque no se le había ocurrido a ella — ¿Qué hacemos con ellos?

Acepté la respuesta de ella, aunque le mantuve la mirada un instante de más, por si acaso. Aún así no quise insistir. Quizá de verdad no era nada, o quizá era de esas cosas que se quedaban atrás ahora que firmábamos la paz. Acto seguido, su gesto con el pelo y su pregunta me hicieron sentir un poco confuso. De repente ya no estaba tan seguro de lo que significaba esta tregua. Así que decidí contestar como lo habría hecho normalmente. Supongo que prácticamente lo conseguí.

—Si no estamos persiguiendo a estos mierdas, claro —le dije, e incluso me permití darle un toque amistoso en el hombro al añadir algo más—. Si crees que te voy a dejar sola tal y como tienes el brazo, te equivocas de persona.

Y con esas palabras, antes de que pudiera protestar o lo que fuese, eché a caminar hacia los demás. Caminaba con el deje de una sonrisa, convencido de que echarle la culpa al brazo había sido una idea cojonuda para ambos.

Ogma miró a Jack y Morrigan, y luego señaló a Niamh.

- Ella lo dijo. Lo averiguó con su imago. Son nuestros reflejos más oscuros... aunque aparentemente asociados a los vicios capitales o algo parecido. - Empezó a explicar. Niamh lo había podido ver y se lo había explicado a todos por encima, pero Ben comprendía que con la tensión del momento era fácil pasar por alto cosas.

- El que me atacó a mí era Gula. Su prohibición era contravenir ese pecado. Y su debilidad la virtud opuesta a la gula. No sabemos si templanza, inapetencia, sobriedad... algo del estilo. - Explicó antes de mirar de nuevo al tal Adam. - Pero con eso no sé cómo hacer para agotar su energía, por eso te pregunté. -

Hizo un gesto con las manos, tratando de explicarse aunque con los nervios le salió algo burdo e indescifrable. - Y el resto serán del estilo. - Iba a haber puesto a Lujuria como ejemplo pero con cómo estaba reaccionando Niamh no le pareció muy buena idea. - Por ejemplo, Pereza... su prohibición será no hacer pereza. Y su debilidad la diligencia o la presteza a la hora de hacer cualquier cosa. - Explicó. Y así con todos.

Esperó que aquella breve explicación hubiera servido de recordatorio, aunque quizá a él se le escapaba todavía algo.

Por un lado a Jack le alivió ver que no se había perdido nada. Por otro, le preocupó que su compañero creyese que con algo tan vago ya lo tenían todo resuelto. Lo miró con cara de circunstancias.

—Pero eso fue una explicación de lo que son las Prohibiciones y las Perdiciones, en general. Seguimos sin saber cuáles son las de estos espíritus en concreto. No es tan simple, Ogma. No tenemos prácticamente nada.

—Gracias— musita Adam ante la ayuda de Jack.

Tyrr y Niamh se alejan un poco para hablar y cuando regresan, Adam le responde al Obrimos. —Entiendo vuestra preocupación, pero habéis salido airosos de un primer encuentro. Y os ayudaré a encontrarlos. Pero si hay magos que no tienen vuestras capacidades ni vuestros recursos, estarán en peligro y es mi deber encontrarles y ayudarles, así como es mi deber ayudaros a vosotros— dice tratando de forzar firmeza en su voz.

—Os lo ruego, cada minuto es valioso. Mi error fue grande, pero haré todo en mi poder para enmendarlo. Sin embargo ahora mismo no soy demasiado útil y sólo cuento con vosotros. Ayudadme a encontrar a los espíritus de Ira y Pereza cuánto antes. Así sus rastros estarán también frescos. Es mi deber para con otros Despertados.— dice, tratando de pararse en firme, aunque mantiene una mirada suplicante para con cada uno de vosotros.

Luego mira a Ogma y niega suavemente. —Tu amigo tiene razón. No es tan sencillo como eso, cada Espíritu tiene una Prohibición y una Perdición y entre más poderoso es el Espíritu, más específica pueden llegar a ser. Una Prohibición es algo que un Espíritu no puede hacer por nada, su naturaleza se lo impide; mientras que una Perdición es la debilidad. Ese es el camino a debilitarles: exponer al Espíritu a su debilidad hará que pierdan Esencia y cuando estén vacíos... destruir su Corpus los acabará definitivamente.— expone pacientemente.

—Pero debe ser algo más específicio que "no caer en la Gula". Es por eso que os ayudaré a investigar para encontrar posibilidades. Lamento que no sea tan sencillo, y una vez más, me disculpo— dice Adam.

Niamh regresó con Tyrr junto a los demás, sonriendo y con el índice de la mano derecha jugueteando con un mechón de pelo que le colgaba por la sien. Volvió a colocarse junto a Adam, y cuando este terminó de hablar, ella tomó la palabra: 

—Podemos recurrir a nuestros Arcanos para encontrarles, pero creo que lo mejor será que pongamos sobre aviso a todo el mundo cuanto antes, por seguridad —lo que acababa de decir hizo que se le ocurriera una idea—. Ahora bien... si los espíritus solo pueden alimentarse del maná de magos como nosotros que encajen más o menos con el pecado que se supone que encarnan... entonces una forma de encontrar a Ira y a Pereza sería dar con el mago más iracundo y el más perezoso de la zona... ¿no? ¿Os encaja la descripción con algún conocido? —miró a Adam— ¿Tiene sentido lo que estoy diciendo? 

Morrigan no pudo evitar seguir con la mirada absorta el jugueteo del dedo en el cabello de Niamh. Cuando ella mencionó que "se suponía" que encarnaban pecados, ahogó una risita: no era un gesto condescendiente, le verdad le había hecho gracia. Ella tampoco creía ser tan orgullosa. Quizá un poco, pero... ¿taaaaaaan orgullosa?  De ninguna manera.

—Yo empezaría por "Ira" — sugirió — Un mago iracundo no pasa desapercibido: habrá tenido alguna pelea, alguna discusión subida de tono... yo qué sé: algo. Puede que nuestra respuesta esté en la Flecha Adamantina.

No se le escapaba que su Orden podía parecer propicia para ese tipo de temperamento, pero también era consciente de que alguien así no podría mantener la disciplina necesaria. Y, justo por eso... destacaría.

Dicho lo cual, se dispuso a contactar con alguien de su orden.