Partida Rol por web

Lira apagó el motor y se volcó hacia delante, sobre el volante, para poder ver mejor la casa en cuestión. Saltaba a la vista que en aquel sitio se cocía algo raro, y Morrigan y Tyrr no podían haberse equivocado los dos. Estaba segura de que allí encontrarían respuestas.

—A ver, a ver… —murmuró, concentrándose en ver más allá de la Mentira.

Cuando llegaron, posó la copa con cuidado en el suelo del vehículo, y se inclinó hacia delante, entre los dos asientos, para ver.

—Vinieron de aquí — susurró — Me encantaría derribar la puerta, y sacarles agarrados por los pelos.

Pero no lo iba a hacer. O, al menos, no inmediatamente. Primero tenían que saber a qué se enfrentaban. Ya se habían librado por los pelos de... vete a saber qué, en su propio Sanctum: no convenía arriesgarse, y tendrían que estar seguros de sus próximos pasos.

La sensación de familiaridad que emanaba la casa atrajo la atención de Jack, haciendo que dejase de mirar la pantalla del teléfono y lo guardase en el bolsillo. Se bajó del coche y estiró el cuello a un lado y otro. Podía sentir la magia que emanaba de aquel lugar, supuso que todos ellos podían sentirla. 

—Los de la orden no saben nada —informó brevemente. 

Antes de encaminarse hacia la puerta, empezó a mover sus dedos, dibujando los gestos de un hechizo que conocía muy bien. Su lengua al mismo tiempo desenredaba palabras antiguas y arcanas, cargadas de un misticismo más viejo que el mundo. No sabían a qué se iban a enfrentar: un poco de suerte era exactamente lo que necesitaban.

Durante todo el viaje permanecí atento y en tensión. A pesar de que no me gustaba aquello, sabía que era lo mejor. Estaba seguro de que a ninguno de nosotros le gustaba en realidad, pero estaba claro que no podíamos quedarnos parados. Y menos con el rastro cada vez menos presente.

De modo que fui observando a través del espejo durante todo el trayecto, concentrado. Comentaba con todos lo que veía, en especial con Morrigan, intentando echar una mano. Y cuando tuve claro que el sitio que buscábamos era aquella casa guardé el espejo y me preparé. Otros quizá prefirieran echar un vistazo, investigar, reflexionar... Yo había aprendido que antes que todo eso, hay que estar preparado para lo peor. Así que antes siquiera de que Niamh detuviera el coche ya empecé a entonar y a gesticular con las manos. Estaba habituado a hacer aquella misma receta para mí, pero en aquella ocasión decidí que sería útil para todos. Sin embargo, estaba seguro de que no dejar a nadie fuera implicaría forzar mis límites. Decidí a quién excluir con rapidez. De todos, Jack era el único que parecía que supiera defenderse, y Niamh quien más lo necesitaba. Entre Morrigan y Ogma tuve claro a quién dejar fuera. Así que los toqué a todos, y sólo cuando sentí la magia me decidí a salir del coche.

—Gracias —murmuré en dirección a Jack, observando aquella casa.

Me daban ganas de hacer exactamente lo que Morrigan había dicho: tratar de derribar la puerta. Sin embargo antes me dirigí a mis compañeros.

—¿Alguno ve algo?

La cercanía a la casa y tu visión mágica revelan la presencia de una mente en su interior. Puedes percibir los pequeños impulsos y extraños y lentos pensamientos, como medir el pulso en la piel de la muñeca de una persona, así mismo podías asegurar que había alguien (o algo) al interior de aquel lugar, aunque entender o percibir más detalles de aquello requeriría otras artes.

Al inicio, tu visión mágica no revela la presencia de fantasmas, pero tras observar unos instantes, puedes sentir aquellos sutiles indicios, como los vellos de tu brazo erizándose, o cierta extraña certeza al sentir el ambiente a tu alrededor: ha habido una muerte recientemente en aquel sitio. Las sombras, el aura, las pequeñas resonancias sobre el tejido de la realidad que deja el fallecimiento de una persona, todo aquello estaba allí y podías verlo a través de tus ojos.

Al activar Espíritu, puedes sentir los rastros de la resonancia de varios espíritus, algunas familiares y otras... no tanto, aunque te es difícil distinguirlas. Sin embargo, a tu alrededor y en la casa, no ves ningún Espíritu ni nada que te haga pensar en la presencia de algún Espíritu de este lado del Manto.

Las Nimbus de Jack y Tyrrhenus se inflamaron con sus hechizos, a medida que pronto hilaron hechizos de protección y ataque a la medida, en preparación a todo lo que pudiese pasar. Jack se concentró en mejorar vuestra suerte, Tyrrhenus en impregnar de energía cinética vuestros golpes. 

Niamh, Ogma y Morrigan tuvieron tiempo para examinar la casa durante algunos instantes, mientras para los demás, los alrededores parecían más bien tranquilos, propios de un suburbio sereno y discreto, ideal para ocultar los rastros de magia o de cualquier anomalía que pudiese estar detrás de aquel rastro espiritual. Cosas más extrañas habíais escuchado de vuestros compañeros de Orden, y la verdad es que al interior de aquella casa podríais encontrar verdaderamente cualquier cosa.

Un coche pasó a la distancia, sin detenerse ni siquiera, y una brisa fría interrumpió la calidez de la noche, dejándoos una sensación encontrada, mientras el clima parecía debatirse entre el frío veraniego nocturno y lo que debiera ser una más templada y acogedora noche para vosotros.

—Aquí han matado a alguien — dijo Morrigan con severidad.

Lo primero era informar a los demás, antes de entrar en acción: tenían que saber qué se iban a encontrar.

Se quitó el cinturón.

—¿Creéis que hay alguien vivo dentro?  Si hay alguien con vida, deberíamos rodear la casa para evitar que escape, y forzar una puerta para entrar.

Ogma asintió a la pregunta de Morrigan sin percatarse de si todos le estaban mirando.

- Hay una mente en el interior. - Afirmó. - Alguien o algo... No puedo decir si está vivo. - Explicó.

- Quizá sea el asesino, quizá el asesinado o quizá no tenga nada que ver... Pero antes de entrar, estemos preparados. Dudo que sea lo que sea lo que hay dentro intente escapar. - Ogma estaba convencido de que lo más sensato era permanecer los cinco juntos.

- Niamh... ¿algún espíritu? - Preguntó. Quizá la mente que Ben había detectado era un fantasma, en vez de un ser vivo. Algún ente lo suficientemente poderoso como para haber enviado fragmentos a por ellos a su Sanctum. Pero ¿por qué?

A medida que en la conversación cada uno indicaba sus hallazgos, Lira fue apartando la visión de la Mentira para centrarla en sus compañeros. Lo que Cece dijo hizo que su boca se hundiera en una mueca. «Un muerto. Esto es serio», y suspiró.

—No —le contestó a Ogma—. No de este lado del manto, al menos. Sea lo que sea lo que ves, no es un Espíritu. Si me dais un segundo, contestó a tu otra pregunta… Pero, antes… ¿vamos a entrar? Si hay un muerto, eso nos puede buscar problemas con la policía... 

Desde donde estás, detectas señales de vida al interior de la casa, pero pocos detalles más que te permita diferenciar el estado o su ubicación. Eso requeriría concentrarte en un hechizo. Sin embargo, hay alguien (o algo) vivo al interior de aquel mágico lugar.

Niamh echó otro vistazo rápido, y no era muy difícil deducir qué era lo que pretendía. Tras mirar a la casa a través del filtro del Arcano de Vida, dijo: 

—Sí, ahí dentro hay alguien vivo, seguro. 

Me recorrió un escalofrío y se me erizó la piel de la espalda con lo primero que dijo Morrigan. No es que no hubiese conocido antes la muerte, pero joder con ella. Después de eso fijé mi vista en la puerta directamente, tratando de concentrarme y pensar qué opciones teníamos.

Una sonrisa torcida se me apareció en el rostro al escuchar al bueno de Ben y su explicación. O el asesino, o el asesinado, o alguien ajeno... Perfecto.

—Gracias, Sherlock —bromeé con humor ácido, intentando rebajar mi tensión justo antes de lo que estuviera por venir—. Me alegra ver que hemos acotado las opciones.

Si no fui directamente hacia la puerta fue porque Niamh pidió que esperásemos. Suspiré, inquieto, pero cuando volvió a hablar supe todo lo que necesitaba.

—Por supuesto que vamos a entrar —dije con respecto a sus palabras, y sin esperar más me dirigí hacia la puerta. En los últimos pasos apuré un poco, lo suficiente para coger algo de impulso a la hora de dar una patada a aquella puerta.

Que fuera lo que tuviera que ser. Habían entrado en nuestro Sanctum, habían entrado en nuestra casa. Era nuestro turno.

Escuchó las aportaciones de todos y con la pregunta de Niamh, Jack coreó las palabras de Tyrrhenus.

—Vamos a entrar.

Sólo que, en su caso, no era una declaración de intenciones, como podría ser el del obrimos, sino una enunciación neutra, como quien habla de una realidad que conoce. El cielo es azul, la luna sale de noche y nosotros vamos a entrar.

Vio a Tyrr ya encargándose de la puerta y ladeó el rostro, encontrando una ligera disonancia entre lo visto antes y lo visto ahora. Los hilos del Destino se entrecruzaban, pero el resultado debería ser el mismo, así que al final, se giró para mirar a Morrigan y señaló en la dirección de Ogma.

—Creo que tiene razón. Mejor todos juntos. Ya hemos visto que se trata de alguien muy poderoso.

Dio un paso adelante y se preparó para lo que pudiera caerles encima. Al menos, la Suerte estaría de su lado en esa ocasión.

La patada de Tyrrhenus rompe la puerta en varios fragmentos con un golpe fuerte, seco y directo, mandando a volar astillas y pedazos de madera de lo que hasta antes de su acción, era una sólida puerta de madera. Revelando el interior ensombrecido de aquella casa.

Cuando ingresáis, notáis el pasillo que lleva a la escalera, y allí, sentado en el suelo, con las manos temblorosas y la camiseta llena de sangre, hay un hombre de mediana edad, sus cabellos parecen claros y sus rasgos demuestran cierto dolor. Sus manos, también cubiertas de sangre, tiemblan un poco. Levanta su cabeza y os observa, y finalmente habla.

—¡S... sois magos!— dice y parece que se relaja un poco, aunque no se incorpora, ni se mueve mucho. —Gracias a Dios estáis aquí... s... soy Adam. M... me levantaría a recibiros pero sinceramente me duele cada hueso del cuerpo y no me e... encuentro muy bien como podéis ver— dice tratando de aliviar un poco la tensión. Su cara tiene algunos moretones y sangre, su ojo izquierdo está enrojecido.

—¿P-podéis ayudarme?— pide finalmente, poniendo una mano sobre la escalera. —¿C-cómo me... habéis encontrado?— pregunta, como si aquello fuese tan importante como el que necesitara algo de asistencia en este momento.

Tu visión mágica te permite determinar que aquel hombre estaba bastante herido, y estaba consciente casi de milagro. Sus heridas eran fuertes y su dolor absolutamente real. No estaba agonizante y con los cuidados apropiados sobreviviría, pero sus lesiones eran graves y bastante reales.

Morrigan se acercó al tipo, y se colocó en cuclillas, con los codos apoyados en las rodillas para poder mirarle a la misma altura.

—Hola Adam — dijo amagando una sonrisa — Te podemos ayudar, claro... pero tienes que respondernos a unas cuántas preguntas. ¿De quién es toda esa sangre?  No creo que sea toda tuya, y, a propósito... — añadió mirando a su alrededor con aire distraído — ¿Dónde está el muerto? ¿Es esa sangre suya? ¿Te hizo él todo eso de la cara?

Apoyó la mano también en la escalera, cerca de la de Adam.

—A todo esto... ¿qué te hace creer que somos magos? ¿Cómo crees tú que te hemos encontrado?

La verdad sea dicha, Morrigan se moría de ganas de ponerle las manos encima al cadáver, y hablar con Adam sólo era un interludio algo molesto. Además, era consciente de que estaba haciendo demasiadas preguntas, pero no pensaba darle más de un centavo por cada dólar de información que les diera él.

Niamh entró de los últimos, con los labios mínimamente separados entre sí, conteniendo la respiración, y con los ojos abiertos como platos. Por una vez en la vida, con quien más empatizaba era con Ogma y su cautela. Muy a menudo la prudencia del bonachón le sacaba de quicio a ella más que a nadie, pero en esa ocasión no podía más que compartirla. Había muerto alguien. No estaban jugando a un juego.

Morrigan estaba acostumbrada a tratar con la muerte, así que su actitud no la sorprendía lo más mínimo. Y como si ella misma fuera la cara opuesta de la moneda, era la que más valoraba la vida. Además, era la única de la cábala que se había iniciado en sus misterios… por lo que también fue la que se dio cuenta más rápido de lo herido que estaba ese hombre. Dio un paso al frente, poniéndose a la altura de Morrigan, preparada para ayudarle…  hasta que las palabras de su amiga la pararon en seco.

¿Y si era el asesino?

Por sus sentidos aumentados empezó a percibir como el latir de su corazón se aceleraba, y también como, muy sutilmente, inhalaba el aire cada vez más rápido.

—Hazte un favor y no te muevas, ¿vale? —le dijo, justo antes de sacar un reloj que ella misma había construido con arena procedente de la playa junto a la casa, y entonces le puso la mano en la frente.