Partida Rol por web

Era el mismo día, a media mañana. No había madrugado, por que la noche iba a ser larga. Se levantó, como solía en aquel destierro, y pensaba en que podía hacerse de desayunar. Había comprado cosas en un economato local, pero los chicos zampaban que era cosa de ver. Y ella, por que no decirlo. Agotaban suministros, para no tener que dejar comida allí o cargar con ella a la vuelta. Por eso, tuvo que conformarse con cuatro huevos fritos y un poco de bacon.

Trevor roncaba en el sofá, y Franklin estaba sentado con la espalda apoyada en la pared, escuchando música en su mypod. Michael afuera, hablando con Lester, mientras que la prima se duchaba (el plato de ducha era pequeño, asqueroso y sin cortina) y Hwo estaba en la ciudad, ultimando ciertos preparativos.

El móvil, desde hacía un par de días, era puro silencio. Un silencio inquietante. A veces escribía a Golan, pues su pasta se habían dejado en que tuviera un buen roaming para el móvil, y él le mandaba fotos de Berlín. Era una ciudad bonita, con un toque melancólico, que tendría que visitar algún día. También le mandaba fotos para darle envidia, pues al parecer la comida callejera en esa ciudad era muy barata y venía en cantidades industriales: ruedas de sushi, kebabs grandes como una barra de pan y cuencos de currywurst cargados hasta lo alto.

Y de repente, un mensaje de un número sin identificar. Un mensaje que le dió un vuelco al corazón. Era una foto de Kwan, aunque no era una foto cutre de móvil. Parecía una foto más profesional, hecha con teleobjetivo. Estaba en el colegio, jugando en el patio con sus amigos. Junto a la foto, un mensaje que rezaba: "Ven a verme al casino, sola, sin armas. Tienes 8 horas, o tu hermanito terminará con una bala en la cabeza. WZM"

Mucho había tardado, el hijo de puta.

“Sin sexo y sin cerveza Queen pierde la cabeza” ¡Viva Las Venturas!... y una mierda! Las Venturas no mola un pijo si no vas en plan turista o siendo el rey del mambo y ella no podían ir ni de ese ni de ningún rollo, simplemente no podía dejarse ver. Tócate las narices!...
En plazas peores había toreado así que el jergón, el aeropuerto abandonado en medio de la nada o la comida en lata no eran lo que le repateaba, de hecho le recordaba sus correrías tocando las narices en la frontera con Corea del Norte, peeeeeero ese maldito “run-run” en la cabeza… ese silencio por parte de los chinos…  Obviamente Wu Zi no estaba quieto, lo preocupante era lo bien que lo estaba haciendo, tan bien que parecía que no hacía nada.
Cuantos más días pasaban más se le notaba la comedura de cabeza aunque hacía todo lo posible para sobreponerse: ejercicio, ayudar con el material, repasar los planes, mantener conversaciones intrascendentales y leer a escondidas una versión pdf de “Que esperar cuando estas esperando”. A Golan le ocultaba todo aquello, bueno más bien lo omitía, mandándole fotos que era imposible ubicar y de contenido lo suficientemente distractivo: sugerentes close ups para ahuyentar el frío por las noches y dibujitos en la tripa con boli a falta de tortitas donde escribir con sirope.
El primero en darse cuenta del asunto “bollo en el horno” fue Gupta, lógicamente, de los 2 del equipo que habían sido padres y por tanto reconocerían los síntomas,  él era el que prestaba más atención a Queen y le brindó la oportunidad de tener una charla que a ella le hacía mucha falta. La maternidad puede ser algo terrorífico cuando no estás familiarizada con ella ni tienes a nadie con experiencia que te apoye. Cuando volvieran a casa hablarían con su esposa. La siguiente en descubrir el tema fue Mary, quien se indignó a la mejicana, con mucho aspaviento y pasión por no haber sido la primera en saberlo, pero enseguida se enterneció ante las lágrimas de su amiga y la expectativa de ser “tita postiza”.
Queen les hizo jurar que no lo contarían (con excepción del primo Hwo claro) bastante tenía ya con las miradas de recelo del resto del equipo.

Y al fin llegó el día ¡Por fin! Esperar la mortificaba, Queen era mujer de acción. Inspiró, expiró, corrió a vomitar, echó un meo, un agua rápida, unos cuantos estiramientos y lista para ultimar detalles, pero primero… a desayunar como una campeona (en la medida de las posibilidades claro). Ver los huevos le revolvió las tripas pero, como no había otra cosa y necesitaba toda la energía posible, no le quedó otra que tener fe en que el mejunje homeopático que le había mandado el ginecólogo cortara las nauseas. Para engañar al estómago, en lugar de mirar el plato miraba el mensaje mañanero de Golan y entonces… el mensaje de Wu Zi -¡SERA HIJO DE PUTA!- le salió del alma –No, si ya me lo estaba oliendo…-. Tiró el tenedor con fastidio sobre la encimera y salió en busca de Lester y Michael móvil en mano resoplando como un bisonte ¿Ultimatums a ella? ¡Y una polla! El puto chino se iba a comer una mierda como el estado de grande.

Estaban en uno de los hangares, a cierta distancia de la torre de control. Decir "cierta distancia" en un aédromo involucra un paseillo de dos o tres minutos bajo el sol. El dueño de aquello tenía un quad para moverse por las diferentes partes del mismo, pero lo solía coger Trevor para sus escapadas.

Allí estaba el avión de carga que iban a usar para sacar el material del lugar, y de hecho, del país. Esa cantidad de oro no la vendes en los Estados Unidos sin levantar sospechas. Así que el avión tenía permiso para ir hasta un paraíso fiscal británico, el mismo que tenía su cuenta bancaria. Allí, Lester conocía a intermediarios que podían vender el oro a diferentes países y de modo "legal", como Suiza, que estaba atesorando oro y plata de gran parte del mundo a través de las tiendas "compro oro". La India o China tampoco hacían ascos al oro extranjero, y pagaban bien por él.

En torno a 400 lingotes era lo esperado, que con la pureza, peso y precio de venta equivalían a algo más de 200 millones de dólares estadounideses. Eso hacía un peso de unas 13 o 14 toneladas, que pocos aviones podían soportar. Por eso habían tenido que comprar uno grande, capaz de levantar en torno a 16 toneladas, a lo que se sumaban unos pocos kilos de maletas y suministros para el viaje, que iban a ser "las vacaciones de los primos". Playa, negocios turbios y disfrutar del anticipo de lo ganado en un resort de cinco estrellas. No era mal plan, la verdad. Lo hubiera hecho ella misma, pero alguien tenía que quedarse vigilando el fuerte.

Lester y Michael estaban allí, sentados en torno a una mesa cutre de plástico como las que ponían en las terrazas de los restaurantes de pueblo, y en sillas de lo mismo. Venía agitada, pero vió que había una tercera persona que ella no conocía, hablando con ellos. Un hombre de color, bastante apuesto. Lo habían conseguido, ya eran las naciones unidas.

Lester tenía mejor cara desde que había pasado por el quirófano. Su enfermedad degenerativa había sido paliada, pero era un primer paso. Con el dinero que iba a recibir de aquel golpe quería afrontar una intervención mayor, una cura experimental para frenar su enfermedad, casi hasta el punto de llevarla a un estadio crónico y por lo tanto capaz de ser sobrevellado con una dieta de pastillas, pero con posibilidad de recuperar una movilidad digna para una persona de su edad. ¿El problema? La intervención costaba tres millones de dólares. Casi nada.

De momento, disfrutaban de unas cervezas algo calientes de un pack que estaba encima de la mesa. El portátil estaba cerrado, y eso era raro en él y más en aquel momento. Sin embargo, el equipo que había en la torre de control y con el que iba a trabajar seguía montado, con sus antenas y demás pamplinas.

-Ah, el cerebro de todo ésto -dijo, al verla aparecer.

Hizo gesto de levantarse, pero como le costaba, se limitó a sonreír y señalarle a su interlocutor, que si que se levantó.

-Creo que por algún extraño azar no os habéis conocido todavía en persona. Te presento a Carl Johnson, hermano de Kendl y por lo tanto, parte de tu familia, por así decirlo. CJ, el famoso magnate y dueño de una discográfica de enorme éxito. Ya sabes, gangsta rap y todo eso.

Vestía bien, aunque algo informal, con pantalón tejano, americana cara y camisa. Los complementos eran de esos que engañaban, que parecían más baratos por que estaban escogidos con buen gusto y no con afán ostentoso. Pero valer valían un cojón y parte del otro.

Se levantó, y debía admitir que era guapo. Los 40 y tantos le sentaban divinamente, y a pesar de un pasado lleno de tiroteos y peleas en las calles de South Central, era condenadamente atractivo. De hecho, tenía cierta fama de playboy, y así debía ser por que era una de esas "celibridades" que había tenido numerosas relaciones y algún que otro divorcio, pero nunca nada serio y a largo plazo. Para formar una familia ya tenía a su hermana y a su "pequeña sobrina" Mary.

Su sonrisa era blanca como el marfil.

-Vaya, tu eres la chica de la que he oído tanto hablar.

Le dió la mano, que era el estilo americano para saludar a las mujeres.

-Lamento que nos tengamos que conocer así. Culpa mía, ya sabes. Desde que me volví a Los Santos apenas he pisado San Fierro de nuevo, y cuando lo he hecho, tu estabas en Corea. Pero te vi una vez, no te acordarás. Eras pequeña, de unos diez u once años, y estabas en el taller. Pero no nos presentaron, por que entonces no había tanta confianza.

Parpadeó, ofreciéndole una cerveza. Él no sabía que no podía (o debía) beber.

-Lester me estaba poniendo al tanto. Un buen amigo, lo conocí a través de Toreno, que creo que también conoces. Cuando me enteré de qué iba ésto y supe que era por la familia, dije que podías contar con el aeródromo y lo que hiciera falta, claro. Lo que ha pasado con Wu Zi me entristece mucho. Hace años que no hablamos, y la última vez que lo hicimos parecía que había olvidado quien le ayudó a levantar de nuevo los Mountain Cloud Boys. Si atacan a César o a su familia, me están atacando a mi también.

Avanzó cual T-1000 bajo el sol inclemente del desierto hasta que se percató de que había una tercera persona “Mami que será lo que tiene el negro… mmmm” Queen estaba que se follaba encima y ese Apolo de chocolate era como poner una hamburguesa de tres pisos delante de un gordo a dieta. Pocas cosas hay más irresistibles en el planeta que una escultura griega con piel como el ébano y sonrisa deslumbrante.
-Chicos… ¿No sabeis que los bombones se derriten al sol?- bromeó terminando de acercarse, al llegar puso la mano en el hombro de Lester –Y por supuesto me refiero a ti- le piropeó como respuesta a eso de “el cerebro de todo esto” –Tu eres el verdadero cerebro- sonrió. Luego dirigió su mirada curiosa al visitante y extendió la mano para devolverle el apretón –¡¡El famoso tío CJ!! Nunca es tarde si la dicha es buena- pese a que se mostraba jovial y amable en sus ojos se notaba la sombra de la preocupación –y por fin le hemos puesto solución jeje. Encantada de conocerte y… gracias por ayudar. Es bueno saber que pese a la distancia la familia sigue unida. Gracias de verdad.- abrió los brazos señalando el perímetro del aeropuerto. Rechazó la cerveza con un sencillo gesto de cara –En fin… el puñetero “Topo”… nunca puedes fiarte de un chino, lo único que puedes esperar de esa raza es que tarde o temprano te van a dar la puñalada- se rascó el pelo de la nuca –precisamente de él vengo a hablaros- dejó el móvil sobre la mesa –acaba de mandarme un mensaje lleno de amor…-

El teléfono pasó por diferentes manos hasta llegar a las de Michael. Las caras eran largas y sombrías, y no era para menos. Michael hizo las preguntas obvias, por que alguien debía hacerlas.

-¿Seguimos adelante, entonces? No se si lo podemos adelantar, Trevor se ha largado para prepararlo todo. No es conveniente que ciertas cosas se hablen por teléfono, y a saber si él lo tendrá encendido a ésta hora.

Consideraba las opciones. Pero lo principal era la seguridad de la familia de ella. Posiblemente estuvieran vigilando al niño, y por eso había que tener un plan B. Había que sacar al pequeño y a toda la familia de forma rápida y con ayuda de gente armada, para que los sacaran de allí al mismo tiempo que iba a acudir a la "visita".

-¿Vas a ir, no? Será una locura, y un suicidio. Nos quedaremos con un pistolero menos para el trabajo, si quieres seguir adelante con el mismo. Claro. En ese caso... podríamos adelantarlo todo. Pero habría que pensar en poner a salvo a tu hermano, y de hecho, a tu familia en general. Tu tío tiene gente, me consta, podría hacerse, aunque en el caso de tu hermano pequeño es mejor utilizar gente que ellos no conozcan, preferiblemente no asiática. Levantará menos sospechas.

Se mesó la barba, mirándola fijamente. La pelota estaba en su tejado.

-Podemos ayudarte, pero la decisión es tuya, claro.

Había llegado el último pero sabía que podía aportar cosas importantes. De hecho, una idea le rondaba la mente desde que le habían explicado un poco por encima lo que querían hacer. Y ahora podía decir en voz alta un par de ideas locas de esas que en su día le hicieron famoso.

-Hace mucho que no hablo con Wu Zi. Te acompañaré. Quizá si voy yo no se líe a tiros en cuanto te vea, por respeto a nuestra antigua amistad, aunque no prometo nada. Si necesitáis sacar a los vuestros rápidamente, podemos hablar con los chicos del taller. Lo harán de forma discreta, casi casual. Incluso podrían fingir un secuestro, y eso les desconcertará de cojones. Jejejeje.

Se rascó la nuca, enfatizando el tono de broma.

-Tenemos una carta más, que podemos jugar. Llevo varios años haciendo favores a Toreno... Me debe más de una. Y podría ser la diferencia entre tener a toda la poli y a los federales en la chepa, o que no nos molesten. Además, si hay que salir de allí deprisa todavía tengo el jetpack... ¿Habéis pensado en Zero para hackear el sistema de seguridad del casino? Prácticamente lo inventó él.

Parpadeó, por que no sabía de qué estaban hablando. Eso era raro. Lester lo sabía todo. Pero claro, aquellos eran "cosas de familia", de las amistades. ¿Quien cojones va a saber eso? Tampoco se lo había contado.

-Perdón. ¿Quien es Zero?

Hechas las presentaciones volvió al tono serio -Sí, sí, sí. Por supuesto que seguimos adelante ¡Faltaría más! Hmm!- Apartó el flequillo con un giro de cabeza -Y claro que voy a ir- pensaba tamborileando un dedo sobre los labios -No hay porqué adelantarlo demasiado… siempre podemos apurar el plazo todo lo posible, ya que parece que Wu Zi cree que sigo en San Fierro y aparecer antes le haría sospechar…- cruzó los brazos y hubo un pequeño silencio en el que todos se estrujaron el cerebro, estaban tan centrados en el golpe que la maniobra de Wu Zi los atascó, por suerte CJ había llegado de refresco  -¡Cooooño! ¡Que buena idea! ¡FINGIR UN SECUESTRO! Eso los dejará con el culo torcido- se la veía entusiasmada, ya se imaginaba la cara de desconcierto de los matones –tengo a la gente ideal, los rusos hace tiempo que me dijeron que, tratándose del chino, me echarían un cable- le salió una risilla un poco inquietante –me gusta tu estilo- le guiñó un ojo a CJ –Sin embargo a Toreno… mejor no menearlo, haga lo que haga ese tío siempre saca algo y busca las vueltas para empantanarte. Que te voy a contar que no sepas… aun así… que la pasma mire a otro lado… es muy tentador- retomó el móvil buscando en la agenda el número del “rubito”, tenía que ponerlo a él y a su tío a funcionar de inmediato –Los del taller pueden echar una mano también haciendo como que van a recoger al niño para completar el cuadro jajajajaja ¡Un momento! ¿Qué Zero hizo que? ¡¿Y porque coño no ha dicho nada?!-abrió los ojos como platos –estoy tan acostumbrada a verle con cosas de tunning y moding que se me olvida que es un haker de la ostia. No te ofendas Lester- se dio un pequeño coscón a si misma -¡Me cago en la leche! ¡Las hormonas me tienen tonta!- exclamó frotándose la tripa de forma incosciente  -¿De verdad no os conocéis?- miró al informático sorprendida –juntaros me da hasta miedo ¡A saber de lo que sois capaces!-
Arrugó un momento el entrecejo, le estaba mandando a su tío la foto de Kwan y explicándole la situación por Guassup –Por cierto CJ…- hablaba mientras tecleaba –explicame eso del jet-pack…- alzó la vista, los ojos le brillaban de curiosidad

Dejó a los chicos bastante revueltos, por que había que acelerar todo el plan. Además, las llamadas iban a multiplicarse. CJ quedó en hablar con Zero y los chicos del taller, mientras ella hacía una llamada importante. De hecho, muy importante. No sabía si iban a contestar, por que tuvo que hacer dos intentos y cuando descolgaron sonó como si estuvieran en el mar. En un yate, o algo así. Le contestaron con acento ruso, aunque en inglés, por que se había guardado su número.

-Vaya. Te hemos echado de menos en las carreras, al revés que a Gao. Desde que no está él las cosas son más... deportivas.

-¡Hooola!- rio un poquito -¿Qué tal? Gracias! Jeje Me alegra oir eso, temía que el pijo de Vandervilt se quedara con el cotarro- suspiró -Yo también lo echo de menos, pero ya sabes, he estado super liada, a ver si le pongo solución pronto jejejeje- el tono era animado, correcto pero desenfadado, Queen style –precisamente por eso te llamaba, por eso que dijiste de echarme un cable… y acabar con el lío de una santa vez. Ha surgido una complicación de última hora… y hacía tiempo que venía acordándome de ti. Si te viene bien claro… no se si estás ocupado- la amabilidad nunca está de más 

Al otro lado del teléfono se rieron, para ponerse serio acto seguido.

-¿Ocupado? No, de vacaciones. La ciudad está caliente, demasiada policía. Hay que tomarse unos "días libres", por así decirlo. Bueno, entonces... ¿Vas a terminar con el asunto de una vez? Lo estamos esperando todos, para volver "a la normalidad".

Hubo un breve silencio.

-¿Que clase de favor necesitas?

-Ha sido imposible ir más rápido, pero hoy es el día. Sin embargo…- enfatizó la pausa para proceder a explicar –el chino anda revuelto e intenta acojonarme- soltó un suspiro-risa arrogante –me amenaza con secuestrar a mi hermano pequeño así que… ¿Qué te parecería hacerlo tú antes?- esperó alguna reacción al otro lado del auricular –es un niño de 8 años, mi tío está sobre aviso. Será fácil, un poco de teatro y le retienes hasta nueva llamada- llevarse a un niño a la puerta del cole no era algo precisamente manly o heroico y temía que le molestara pero un favor es un favor y eso vale más que el oro. Parpadeó espectante, los rusos estaban un poco/bastante locos y quizás por eso le aceptara el plan

Al otro lado de la línea hubo un largo silencio. Durante un momento, creyó que iba a mandarla a la mierda, o decirle que estaba loca. Luego, de repente, el silencio se rompió, y el ruso comenzó a partirse el culo.

-¿Quieres que le de de merendar un batido de chocolate?

Siguió riéndose durante casi dos minutos.

-Vale... vas en serio. Bueno, no me parece mal plan. Mejor que meterse en la guerra directamente, si. Envíame los detalles y lo apaño. ¿Para cuando lo necesitas?

Queen se mordió los labios durante los milisegundos que Viktor tardó en responder, debía estar flipando. Cuando este se rió ella lo hizo también entre la diversión y la descarga nerviosa.
-Sabía yo que te haría gracia la idea. Creo que lo que más le está jodiendo a Wu Zi no es que le hagamos la cama si no que encima le andemos troleando, jajajajaja ¿Te imaginas su cara cuando le digan que se le han adelantado otros? ¡La polla! Jajajajajajaja, ejem- carraspeo para recuperar un tono más serio –Bueno pues…  tengo 8 horas para reunirme con él… obviamente no respetará el plazo, así que… ¿Qué te parece…- miró el reloj e hizo memoria del calendario escolar de Kwan –mmmm… a las 16? A esa hora están ya en el patio a punto de salir. Te paso la dirección y los detalles por mensaje. Te mando también el contacto de mi tío para que os coordineis y tal- se frotó el pelo elevando la vista al cielo, brillaba un sol de justicia –necesito que sea lo más real posible pero no me lo vayas a traumatizar, que es muy chico-dijo amenamente imaginando que se llevaba al peque al yate tan ricamente mientras en la ciudad iban todos como pollo sin cabeza –Avisame cuando lo tengas y yo te iré informando de las novedades- suspiró dejando un breve silencio –Con suerte hoy dejamos el tema listo de papeles… Muchas gracias Viktor, tenemos que vernos y echar un rato de charla o una carrera ¿Eh? Jeje. Bueno te dejo que andamos a contra-reloj ¡Hablamos! Y… gracias de nuevo. Ahora mismo te mando los datos ¡Ciao!-  
Ciertamente la actividad era frenética, había que ponerse las pilas a tope para estar listos incluso antes de agotar el ultimátum. Había llegado el gran día “Bueno peque. Hoy vas a ver a que se dedica mami de verdad” pensó frotándose la tripa de nuevo, nerviosa, excitada e intrigada. Adoraba esa sensación -¡Al turrón!-

La maquinaria se puso en movimiento. Antes de lo esperado, quizá, y de forma más apresurada. Pero en realidad iban a pasarse un día de nerviosismo y estar mano sobre mano. Mejor ir con prisa que aburrirse demasiado y cometer imprudencias.

Contactar con Trevor no fue difícil. La intiución de Michael fue correcta: estaría en el local de streaptease más caro de la ciudad, perdiendo el tiempo de la mejor manera que sabía. Se cabreó un poco por la interrupción, pero los negocios eran los negocios, y el canadiense no desaprovechaba la oportunidad da amasar pequeñas fortunas para gastárselas luego en vicios de aquel tipo. Claro que las streapers no son zorras, pero si les enseñas un fajo de billetes de 100, la verdad es que alguna hay que se lo piensa seriamente. En realidad, Trevor siempre estaba ganando pasta, por que cuando no hacía daba golpes cargaba contrabando para las bandas y mafias en su avioneta, con un magnate de la droga mexicano como sponsor y suministrador del material. ¿Por que les ayudaba, entonces? Bueno, era un tío que vivía por y para las emociones fuertes. Y cuanto más fuertes, mejor. Quizá quería hacerse un nombre imperecedero en el panteón de los kinkis y los pistoleros, o quizá es que estaba muy mal de la cabeza. Más bien lo segundo.

El asunto de Kwan y la abuela fue más fácil. Tío Gun decidió "hacer un viaje de negocios", pero la abuela no quería separarse del niño, y tampoco le importaba quedarse en la ciudad por peligroso que fuera. Discutieron un poco, pero su tío convino en que era necesario que "alguien se quedara vigilando el fuerte". Estaría bien protegida, y no pensaba asomar demasiado la cabeza. El pequeño fue secuestrado por los rusos en la puerta del colegio. Fue un trabajo muy profesional y rápido, aunque para mayor efecto dramático un ruso grandote cogió al niño en volandas y lo metió en la furgoneta. Los chinos que vigilaban con teleobjetivo se quedaron estupefactos. Intentaron perseguir a los rusos, pero ellos habían ido preparados con artillería pesada. Cuando te disparan con un lanzacohetes desde un coche, se te quitan bastante las ganas de seguir con una persecución.

Mientras, en Las Venturas, los chicos estaban preparados para actuar. Reservando con documentación falsa unas habitaciones en el contiguo casino Bellagio, Franklin y el equipo de asalto estaban listos para la faena. El equipo del helicóptero ya había salido del aeródromo y tenía los paracaídas preparados, mientras Trevor había ido dejando "regalos" por la ciudad, en puntos neurálgicos y con la mayor discreción. A veces, incluso, le pegaba el cambiazo a la maleta de alguien que esperaba el taxi para ir a nosedonde. Otras, simplemente dejaba inocentes bolsas de la compra en sitios poco visibles. No se trataba de matar gente, claro, si no de hacer ruido. Las bombas tenían un temporizador, que rondaba la famosa hora en que Queen debía presentar ante el "emperador".

El equipo era bueno, conocía bien su oficio. Nadie sospechó y tuvieron bastante suerte. Se colocaron en posición, esperando el gran momento. La llegada de Queen al casino, acompañada por CJ. Habían cogido un taxi en las afueras de la ciudad e iban silenciosos. Era un día soleado, y aunque ya atardecía, el chaleco antibalas le daba calor. Precaución elemental, aunque no llevaran armas. ¿Para que? Se las quitarían en la entrada apenas les cachearan.

Estaba nerviosa, había llamado a Golan y casi lloró. ¿Y si algo salía mal? Wu Zi era conocido por ser "el ciego de la suerte". Tenía una flor en el culo, y sus chicos creían que nadie o nada podía acabar con él, excepto una muerte natural y tranquila. Hasta había superado un cáncer hacía años, eso que los médicos no albergaban muchas esperanzas. El hombre que había construido un imperio criminal en la costa oeste, ahora ciego de rabia por la muerte de su hijo. No importaba que su hijo fuera un hijo de puta sádico y criminal al estilo Pol Pot. No. Era esa puñetera murga asiática del hijo primogénito y mimarle, por cabrón que sea, y haberlo perdido cuando él ya estaba demasiado viejo como para ponerse a fabricar un segundo vástago. Era un asunto de honor en las tríadas, y ese concepto no era moco de pavo.

Ya no había vuelta atrás. Se iba a liar parda y ella estaba en el centro, con una diana en la frente. El taxista se detuvo, y el negro le abrió la puerta. Delante, el gigantesco Casino Emperador y su resort temático. Era un lugar gigantesco, pretencioso y arquetípico. Una máquina de sacar el dinero a ludópatas y turistas, una joya del eclecticismo donde podías tomarte un gintonic a la última moda y bailar canciones brasileñas mientras te rodeaban figuras de dragones lacados y budas de bronce. Una horterada, según ella, que a la gente le encantaba.

-Bueno, aquí estamos.

CJ iba un poco más arreglado, con un conjunto chaqueta-camisa-pantalón de color gris claro. Ella había optado por una ropa "informal" pero cómoda, por si había que salir cagando leches. El taxi ya se iba, y ellos caminaron casualmente hacia la entrada del complejo. Era como una gran terminal, desde la cual la gente radiaba hacia los diferentes edificios. Unas azafatas sonrientes indicaban cualquier duda, y el equipo de recepcionistas coordinaban los diferentes servicios que se cobraban a precio de oro. No obstante, siempre había "ofertas", de esas que tienen letra pequeña para atraer a los incautos.

Aunque discretos, había guardaespaldas en todos los sitios importantes. Vestían elegantes con traje de chaqueta. Ellos sabían que eran "los visibles". Luego estaban "los de paisano", que podían dispararte con un táser si te ponías muy gilipollas, dos minutos después de que te dieran palique haciéndose pasar por turistas distraídos.

Solo tuvieron que estar unos minutos de pie en el centro del hall hasta que un grupo de tres guardaespaldas se acercó con gesto serio y un inglés cargado de acento asiático.

-Acompáñenos, señorita Choi. El caballero puede quedarse.
-El caballero se llama Carl Johnson y viene con ella -respondió él mismo.

El nombre le sonaba al que parecía el jefe y se apartó un momento para hablar por el comunicador. Tuvo una rápida conversación en chino, al cabo de la cual regresó.

-Bien, acompáñenos los dos.

Les indicaron el camino a través del hall y por el pasillo que conectaba el pabellón de recepción con el edificio del casino. A ambos lados, pequeñas tiendas que vendían productos típicos y souvenirs, franquicias de restaurantes y cafeterías como The Bean Machine y paneles informativos.

Todavía no les habían cacheado, pero no tardarían. Aquellas eran cosas que no debían hacerse "en público", ya que el negocio tenía una apariencia respetable y serena de cara al consumidor. Pasaron, primero por el gran hall del casino, lleno de gente (no podía imaginar que hubieran tantos ludópatas en aquel país), y seguidamente subieron en un primer ascensor hasta una zona VIP de mesas de juego, donde los hombres de negocios se dejaban el suelo, disfrutaban de cócteles y gozaban de la compañía de elegantes escorts que cobraban bien caros sus servicios.

Otro largo pasillo y más guardias. Un grupo nutrido, de cinco miembros más, que tomaron el relevo. Éstos si les cachearon, incluso utilizando detectores de metales. Uno de ellos le miró fijamente al notar que llevaba un chaleco, pero no dijo que se lo quitara. Solo le desabrochó la chaqueta y le subió la camiseta para verlo, componiendo un gesto burlesco y algo obsceno. Ella le cruzó la cara de un guantazo, y hubo quien se echó mano a la pistola.

Una voz autoritaria en chino les detuvo de hacer algo más. Un hombre había salido de ascensor, acompañado por dos inquietantes gemelas que iban vestidas con pantalones pero con una camisa estilo chino. Su mirada era fanática y profunda, y sus ojos negros como la noche se clavaron en ella con un odio palpable.

-Disculpen a nuestros hombres. Son impetuosos y solo desean servir mejor. Soy Hong Fa, consejero de señor Wu Zi. Él la estaba esperando y la recibirá. Sin embargo, está extrañado, y no sabe a que obedece la presencia del señor Johnson. Espera y desea que no sea para apoyar el mal comportamiento de la señorita Choi.

Conocía al viejo Hong de hace muchos años. De los noventa. Se había mantenido como mano derecha de Wu Zi, aún cuando su hijo había amenazado con quitarle el puesto, dándole innumerables problemas. Compartió con él una mirada, y lamentaba que todo aquello no fuera una reunión de viejos amigos, si no un tiroteo en ciernes. Un tiroteo para el que no llevaba pistola.

-La señorita Choi es de mi familia, por así decirlo. Y deseo hablar con mi viejo amigo sobre el malentendido que tiene con ella... Por que ese malentendido afecta a mi familia de sangre. A mi hermana, su marido, mi sobrina y sus amigos. Gente que hizo que usted esté aquí con éste traje tan elegante, mirándonos por encima del hombro.