Partida Rol por web

Incluso Hagen y los demás comandantes están petrificados por la visión de la criatura. Es una decisión difícil a la que se enfrentan los líderes. Potencialmente, una decisión de vida o muerte.

¡Retirada! ¡A la ciudad!

El comandante de los Caballeros del Gran Reino da la razón a Kurgan. Haciendo lo más inútil quizás, pues las murallas no son obstáculo para una bestia así, pero lo más prudente sin duda.

Orphen frena de golpe el caballo, y se queda en paralelo a la lejanía del dragón, por su lado pasan el resto de caballeros en direccion a las murallas, pero el se mantiene quieto, incluso un trol que había quedado malherido se levanta y pasa por su lado, dándole la espalda, incluso así, el guerrero se mantiene quieto como congelado, a la espera, observándolo.

Poco a poco el caballo de Orphen empieza a ir al paso, pasando a galope directamente en direccion al gnomo.

A medio camino Orphen silva a Kandalian para que le preste atención y pueda ver como le da la mano para que salte encima del caballo, esta claro que Orphen no parara para que suba.

El elfo que había echo un grandísimo último trabajo se quedó maravillado ante lo que presenciaban sus ojos, la magnificencia de aquellos seres mágicos era una cosa que podía con el... Levantó la mano a modo de detener a alguno de los milicianos que por el miedo disparase alguna de las flechas, no quería que la criatura se enfureciera, pues parecía que miraba la situación con curiosidad... Desde la muralla veía como algunos de los hombres empezaban la retirada con acierto hacia dentro de las murallas, aunque dudaba que si la criatura se decidía a atacar pudiesen contener tan poderoso ser...

 - Quietos... Bajad todos los arcos, que nadie se le ocurra disparar...

Desde la distancia miraba con admiración al ser, mientras esperaba alguna reacción que indicara sus intencione...

Kandalian tiene que decidir. Ha oído perfectamente la llamada de Orphen. En unos segundos puede estar "lejos" del peligro. Aunque lo cierto es que el gnomo no necesita ninguna montura para alejarse del dragón. De hecho, lo haría más rápido si simplemente emprendiera la carrera.

De otro lado están la sabias palabras de Naldar, que también las escucha el monje.

La situación es tensa, pero Kandalian no tiene claro que la actitud del dragón sea hostil. Tal vez porque, de ser así, todos estarían muertos...

El poderoso dragón se detiene ante las murallas, su actitud no parece muy amenazadora, pero eso no es escusa para no tener cuidado.
Armándome de valor me encaro hacia el y le hablo en el idioma de la magia.

Saludos, disculpad mis modales, pero me gustaría saber cuales son sus intenciones

En los segundos en los que la bestia mira a su alrededor pasan muchas cosas simultáneas. Los caballeros se baten en retirada siguiendo las órdenes de sus comandantes. Tan solo Diana, Folcard y un pequeño grupo de jinetes permanecen quietos, tal vez por estar demasiado cerca del dragón como para emprender la huida, o tal vez porque ven que Orphen y Kandalian no tienen intencion. Los gnols no parecen menos asustados que los humanos, pues su huída es menos disciplinada pero igual de veloz. Orphen, imprudentemente, cabalga directo hacia la enorme sierpe, aunque tal vez su intención sea rescatar al gnomo, pues el pequeño monje parece demasiado fascinado como para quitarse de enmedio.

El monstruo arquea el cuello, fijando su mirada en lo que le rodea, y entonces utiliza su terrible arma de aliento.Entre los grandes colmillos se forman rayos de una energía negra crepitante, unos relámpagos oscuros que parecen estar hechos de muerte misma, más que de ninguno de los elementos - fuego, frio, electricidad... - que normalmente conforman el aliento de los dragones. La bocanada se forma y se expande en un instante. El pánico de los gnols no les sirve de gran ayuda, porque el aliento ha barrido todo hasta a una distancia de más de 100 pies, y solo los más afortunados del lado Norte han quedado fuera del área de efecto. Lo único que queda al disiparse la ola de muerte negra son docenas de cadáveres de gnols marchitos, podridos, como si hubieran muerto hace cien años. La letal arma del dragón no ha dañado ni siquiera a un humano.

Girando su cabeza hacia los caballeros y su ciudad, escuchando sin duda al mago que le habla en el idioma dracónico, los pensamientos del ser son imposibles de adivinar. La majestuosa criatura agacha la cabeza y emprende la carrera a enormes pasos, hacia Orphen, Kandalian, y los demás que aún quedan fuera de la ciudad.

El dragón mueve ficha. Es el primero en manisfestarse hostil, pero curiosamente lo hace hacia el enemigo. Acto seguido se mueve y emprende una impresionante carrera hacia el gnomo. ¿Intenciones?

Hay que actuar ya.

Kandalian decide moverse, pero no solo. Hay algo en la  mirada de Orphen que le gusta: ¿sorpresa,improvisación. El humano nunca ha terminado de gustarle, pero lo cierto es que nunca le ha decepcionado. Así que le mira venir al galope, presto y dispuesto a subirse a su montura y actuar en conjunto...

¡Salid de su camino!

Grita el comandante Folcard, que había mantenido un pequeño grupo fuera de las murallas, quizá buscando cubrir a los heridos. Señalando con su espada hacia la derecha, dirige al puñado de hombres que le siguen hacia un lugar menos peligroso.

Kurgan es buen conocedor de los dragones y sus linajes, así como sus variedades. Los dragones metálicos y cromáticos, criaturas legendarias para la mayoría, han sido objeto de abundante estudio por parte del semielfo, y podría citar de memoria sus habitats, dietas favoritas y debilidades. Sin embargo, este dragón era distinto, y el único apartado de sus libros que podría aplicársele es aquel que señala, sin profundizar, la posibilidad de que haya otros tipos de dragones excepcionales sin clasificar.

Kurgan apostaría su armadura de mithril a que este dragón es único.

La bestia enorme y majestuosa serpentea corriendo a una velocidad increible. Los caballeros que parecen estar a su paso se apartan, e incluso el comandante Folcard decide salir de en medio, buscando poner a salvo a los hombres bajo su mando. Al menos, mientras permanezca en tierra, un buen caballo sigue siendo más rápido que ese reptil gigante.

Los únicos que se mantienen en la dirección en la que avanza el monstruo son Kandalian y Orphen, impulsados por cierto heroísmo o estupidez. Sus intenciones son tan inexplicables como las del dragón.

El monstruo que parece hecho de sombras se acerca más, y poco más de 150 pies es lo que le separa de la ciudad. Llega a la altura ya de Orphen y el gnomo, y el miedo al dragón actúa sobre sus corazone. El caballo en el que monta el humano es el primero en reaccionar, se encabrita y cocea, decidido a salir en estampida. Su jinete y Kandalian también están estremecidos por la presencia tan cercana de la bestia. Sus planes parecen desdibujarse un poco al sentir en su propia piel la realidad de tener un dragón a escasas yardas.

El suelo tiembla, y el dragón parece seguir su camino sin molestarse en esquivar a los dos pequeños obstáculos. Kandalian siente el cielo ensombrecerse cuando el vientre del colosal monstruo pasa sobre su cabeza.

Se dirige directamente hacia las murallas sin preocuparse por qué haya en medio, humanos, gnomos o conjuros.

Kandalian no contaba con el efecto terror que la bestia le ha causado. Los gnomos no son una raza asustadiza. De hecho, son contadas las veces que el monje ha sentido miedo real. Ésta es una de esas ocasiones.

Consigue echarse al suelo invocando a San Culthbert para que le salve de ser pisoteado...

Vanth queda en un primer momento petrificado por la visión. Sabe que hay enemigos a los que no puede vencer una espada, y sospecha que está frente a uno. Es un pensamiento desagradable.

A diferencia de Arkaeron, o incluso de Naldar, Vanth no siente un especial interés o fascinacion por tales criaturas, más allá de reconocer el poder que representan. El bárbaro es práctico, y lo que le parece importante es que su aliento, sus dientes o sus garras pueden destrozarte. No hay más que saber.

Por eso, hace caso a Folcard y cabalga tan rápido como puede, saliendo del camino de esa criatura.