Partida Rol por web

EL REFUGIO DE SOÑADORES:

ESTACIÓN DESCONOCIDA (POSIBLEMENTE INVIERNO), AÑO DESCONOCIDO.

DÍA DESCONOCIDO, MES DESCONOCIDO.

PROBABLEMENTE A MEDIODÍA. PASILLO Y PUERTAS ADYACENTES.

- El grupo de desconocidos desmemoriados invierte unos diez minutos en registrar la devastada estancia que en otro momento probablemente fuesen unas oficinas del personal del asilo.

- En la bata del "Doctor" Doppleganger que tan eficazmente acaban de matar se lee su nombre "Doctor Latchke". Hay algo extraño en todo el asunto. Pese a que no tenéis recuerdos, algunos de vosotros sabéis lo suficiente sobre monstruos como para sospechar que la conducta de los dos Dopplegangers encontrados hasta el momento no es la usual en esa clase de criaturas. Ambos parecían como obsesionados en probar la superioridad de su raza sobre la humana, pero de un modo peculiar, es como si ambos hubieran sido antes seres humanos. Buscador de la Verdad y Anciano Sabio no se consideran unos expertos, pero ambos piensan que los Dopplegangers nacen, no se hacen. En cambio, ambos sospechan que estos hubieran podido haber sido de algún modo extraño e incomprensible transformados en monstruos.

- Enterrador encuentra unas botas de cuero en muy buen estado y dos pares de zapatos que pueden servir. Por su tamaño posiblemente les vengan bien a Anciano Sabio y a Buscador de la Verdad.

- Buscador de la Verdad encuentra escritorios que contienen papel y material de escritura todavía funcional, por si alguien quiere. Además, los cajones de madera pueden extraerse fácilmente como un modo algo rudimentario de llevaros cosas.

- Anciano Sabio encuentra sobre una mesa un Símbolo Sagrado de Pharasma, hecho de madera; y un espejo de acero.

- Réquiem apenas se encuentra a sí mismo.

- Nigromante encuentra un par de elegantes botas rojas con ribetes de piel de gato.

- Tormento de Tinieblas encuentra una excelente daga de plata en un armario que parece estar lleno de lo que parecen ropas de cazador manchadas de hierba.

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PROBABLEMENTE A MEDIODÍA. PASILLO Y PUERTAS ADYACENTES.

Tormento se paseó por la sala, sin saber exactamente qué buscaba, tan solo empujado por la pertinaz voluntad de hallar respuestas en medio de aquella oscuridad y de aquellas sombras provocadas por el eclipse de su memoria. Se sentía bien, sin asomo de dolor alguno, como si la diosa hubiera intercedido por él, sanándolo. Finalmente, dio con un pequeño armario cuyas hojas abrió para dar con un montón de ropa de cazador apilada, ropas que aún olían a la hierba que las había manchado. Retiró las prendas, sin excesivo cuidado, y el tintineo de un objeto al caer al suelo le llevó a desviar la mirada hacia el mismo. Tomó lo que resultó ser una daga de plata, de buena factura, y con idéntico material al del filo de su hacha, en lo que prometía ser un curioso designio del destino. Guardó la misma y cansado de buscar se volvió hacia los demás.

-Nos pidieron pruebas de haber abatido a tres de estos monstruos. Aquí tenemos cuatro, aunque no sería muy inteligente entregárselos en su actual estado, pues serían conscientes de que no hemos sido nosotros los causantes de sus muertes. Tenemos varias opciones. La primera sería continuar nuestra búsqueda y dar con un nuevo y último enemigo, con los riesgos que ello conlleva. Otra, entregar las cabezas de estos engendros. Sin cuerpo -dijo a los presentes-. La tercera, disimular sus heridas de ballesta a base de cortes profundos de hacha o daga o machacarlas con la maza. Decidid qué creéis mejor.

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El tiempo de búsqueda cesó y Anciano Sabio mostró a sus compañeros lo que había encontrado en la sala, un espejo de acero, el cual dejó sobre una mesa cercana y un símbolo de Pharasma tallado en madera. El sonido del metal golpeando el suelo, hizo que Anciano Sabio mirase hacia donde provenía el ruido, observando como Tormento se agachaba y recogía una daga. Pero lo que realmente llamó la atención al viejo fueron los ropajes que Tormento había sacado del armario y amontonado en el suelo.

Se acercó a ellos y se puso a rebuscar, por si alguna de las piezas aún se podía usar. Escuchó atento las palabras de Tormento sin cesar en su tarea. - Hermano, si vais a mutilar los cuerpos de nuestros enemigos de semejante manera, dejadme al menos rezar por ellos antes de nada. - Dijo Anciano Sabio mirando a todos. - No recuerdo mucho, por no decir que nada, pero la actitud de estos seres... no es algo habitual en ellos. - Se acercó lentamente al cuerpo del "doctor" y lo miró en silencio. Aún tenía cosas que decir al respecto, pero el tiempo corría y ese lugar  no era seguro.

Bendijo el cuerpo del doppleganger utilizando el símbolo sagrado que había encontrado en la sala y murmuró una oración. - No me preguntéis el motivo por el cual hago esto, ni y mismo acabo de entendero, hijos, pero tengo la sensación de que esto no es lo que parece. - añadió al terminar y se puso en pie, en busca del segundo cuerpo, el cual estaba lleno de virotes. Lo contempló durante unos instantes, antes de decidirse si debía hacer lo mismo con ese cuerpo o no. Finalmente rezó por las almas caídas en la sala a Pharasma y le agradeció que velase por ellos.

- Si optáis por golpear y mutilar los cuerpos para que desaparezcan las heridas por virotes, deberíais también cambiarle los ropajes, lo que no sirva de las ropas de cazador, se le puede poner a los cuerpos... - Así no sólo ocultarían las heridas del cuerpo, sino que las marchas de la ropa también desaparecerían y las opciones de que el engaño funcionase, aumentarían.

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- Hay otras posibilidades, en realidad- dijo Nigromante tras rebuscar y, al ver todos los objetos encontrados, realizar unos pases mágicos mientra murmura uno de sus trucos- Es para comprobar si alguno de los objetos encontrados es mágico- murmura tras ponerse las botas y tomar tanto los pergaminos como el material de escritura. Luego, mira a Tormento- Como decía, hay otra opción. Esta sala parece estar cerrada, y ser defendible. Además, hemos eliminado algunos seres objetivamente peligrosos. ¿Y si descansamos aquí, dando tiempo tanto a Anciano Sabio como a Requiem para obtener conjuros que sirvan para curar a los heridos... y dando tiempo también para que las contusiones sufridas por Tormento se curen? Luego, recuperados, podremos seguir investigando hasta matar a un doppleganger más y poder irnos de este lugar.

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​- Ante las palabras de Nigromante, examináis el lugar con atención. En realidad la estancia está completamente destrozada y llena de cascotes. No es un buen refugio ni seguro. No es una estancia cerrada con una puerta tras la que sea posible refugiarse. Está todo lleno de escombros, polvo, suciedad y trozos de cadáveres.

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- Bueno, no, realmente no. Este lugar bien mirado, y por mucho que esté cerrado, está demasiado destrozado como para servir de buen refugio. Lo que no quita para que mi tesis se mantenga. Creo que deberíamos descansar lo bastante como para que nuestros sanadores fueran capaces de invocar los poderes que les sirven de base y curar a los heridos. Lo que me lleva a...- mira entonces a Enterrador- Acabo de recordar otra cosa sobre ti, Enterrador. No tengo muy claro (como las últimas veces) como ha llegado tal conocimiento a mi mente, pero se que eras el mejor embalsamador de la ciudad, protector de los muertos y jefe encargado de un cementerio.

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Enterrador era de esos tipos no muy duchos a las palabras. De esos que si no tenían nada inteligente u oportuno que decir, según sus parámetros, preferían no abrir la boca. Un tipo silencioso, vamos. Por eso, cuando Nigromante comenzó a revelar su pasado, uno que desde hacía horas ya tenía, no recordado, si no más bien intuido con plena consciencia y totalidad de detalles, no se inmutó en absoluto, si no que miró al hechicero y asintió con la cabeza en silencio.

Cuando el arcano propuso sobre camuflar y falsear los cadáveres de los dopplegangers, su mente había comenzado a trabajar proponiendo diversas ideas y perfilando detalles que, de no haber tenido un conocimiento extenso de los cuerpos, jamás hubieran llegado.

- Dadme unos instantes para que evalúe los cuerpos. Si llevan muchas horas muertos, su sangre coagulada y su avanzada descomposición, su necrosis y su olor, resultarán obstáculos difícilmente salvables para un engaño - indicó el hombre mientras examinaba los cadáveres -. Si tuviera mi instrumental... - comenzó a decir pero calló ya que lamentarse por no tener su equipo no servía de nada y por otro lado, el acabar de recordar que tenía uno lo hacía todo confuso e incierto.

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Anciano Sabio encuentra algo de ropa sucia que no duda en ponerse sobre el pijama. A pesar del olor que desprende, está más cómodo que con aquellas telas hechas jirones que le cubrían parte del cuerpo. Sin decir nada, extiende la manta que llevaba puesta sobre el suelo y en ella deposita el símbolo sagrado de madera y el espejo de acero, recuperándolo del lugar donde lo había dejado. - Si dejamos lo que no vayamos a usar aquí, podremos transportarlo luego cerrando la manta sobre sí misma. Como si fuese un saco. - explicó el viejo a los demás. - Y en caso de que alguien necesite algo de lo que aquí se deje, es libre de cogerlo.

El gesto de Enterrador no pasó desapercibido por Anciano Sabio, quien cogió el calzado de buena gana. - Muchas gracias hijo, que Pharasma sea contigo. - Y tras estas palabras, el hombre se calzó sin esperar ni un instante más, mientras que Nigromante compartía sus ideas con el resto. - Eso ya lo comentamos, pero necesitamos un lugar más seguro para descansar, hijo mío. - replicó el viejo mientras comenzaba a moverse por la sala en ruinas.

"Mejor embalsamador de la ciudad, protector de los muertos y jefe encargado de un cementerio." - repitió en su cabeza las palabras de Nigromante. - Justo lo que su nombre indica... gran descubrimiento.. si señor... y estos son los que me van a sacar de aquí.. ¡Pharasma, dame fuerzas!  - pensó el viejo con ironía mientras continuaba reflejando calma en su rostro. Luego miró a Enterrador - Al menos uno sabe lo que hace.. - pensó más tranquilo.

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No dudaba que había algo extraño en el comportamiento de las criaturas a las que ahora debían dar caza para escapar de aquel lugar, pero dado que estas habían estado involucradas en la tortura y asesinato de hombres inocentes, y que de no haber escapado ellos mismos hubieran acabado en la pila de cadáveres bajo la tolva, no comprendía la necesidad de Anciano Sabio por las exequias para quien no respetaba nada, para quien ni siquiera compartía sus creencias. No obstante no le negaría la posibilidad de que lo hiciera, era libre de hacerlo, tan libre como lo era él para no sumarse a los rezos.

- Pidieron tres cuerpos, así que mejor no llevarles solo las cabezas y así nos evitamos problemas sobre qué pidieron, qué se podía entender que pidieron y qué quisimos entender nosotros, seguidas de la discusión de si una cabeza es tan buena para probar lo que se quería como el cuerpo entero.

Se sumó a la discusión mientras rebuscaba entre cajones y papeles por si encontraba algún documento que les pudiera servir de algo para aclarar la situación que no podían aclarar en base a unos recuerdos ausentes que iban y venían sin concierto aparente y de forma harto caprichosa.

 - Recordemos que estaban asustados, y la gente asustada que tienen un atisbo de poder y seguridad, y ellos lo tienen con la barricada y sus ballestas cargadas, suelen ser tan proteccionistas con sus frágiles privilegios como poco comprensivos con los extraños a los que no les resulta difícil ver como amenazas.

En aquel momento intervino Enterrador exponiendo unos conocimientos que gala hacían a su nombre. Llegado a aquel punto dejó de rebuscar pues no encontró nada que no tuviera ya en su cajita de escritura.

- Ciertamente son detalles importantes si se pretende engañar al ojo experto, pero no creo que haya tales ojos al otro lado de la barricada y si los hay no creo que importe. ¿Por qué? Porque ellos mismos nos pidieron tres cadáveres a sabiendas de que uno o dos de las criaturas podían estar muertas ya por las heridas que con sus virotes ellos mismos hicieron. Lo único que buscan es seguridad, algo con lo que aplacar su miedo y la incertidumbre que les hace difícil diferenciar amigo de enemigo.- Los miró uno a uno a los ojos intentando hacerles comprender la importancia de lo que decía.- No debemos manipular los cadáveres, no debemos alterar su aspecto de ningún modo. De ninguno. Se les deben entregar tal cual, con las heridas que los mataron y siendo sinceros en cuanto a cómo y dónde los encontramos. Estas... criaturas... Lo que sean- continuó señalando con cierto desdén los cadáveres de los cambiaformas-, pueden adoptar cualquier aspecto, pueden adoptar cualquier forma. Por ello no podemos mentir o intentar a engañar a quienes temen la mentira y el engaño, porque esas son las herramientas del enemigo al que nos enfrentamos. Por favor, no intentemos probar con engaños que no somos como quien engaña. Debemos ser sinceros, tan sinceros como podamos.- No sabía de qué otro modo exponerlo sin repetirse, y aun así creía que ya se había repetido mientras lo exponía.- Obviamente me avendré a lo que se decida, pero creo que esta es la forma de actuar correcta.

Parecía que otros habían tenido más suerte en sus respectivas búsquedas, y tras mirar con ojos golosos la extraordinaria daga que había conseguido Tormento, recibió un obsequio inesperado.

- Gracias por los zapatos, Enterrador. Cada vez que escuche el crujido de pisar una china- algo que había sido de lo más común hasta aquel momento en un edificio medio en ruinas y lleno de escombros- y no sienta el dolor, pensaré en ti- añadió tironeándose del bigote mientras sonreía.-  Por cierto, creo que deberíamos terminar de explorar, más por nosotros que por nadie. Quizá haya suerte y descubramos qué hacemos aquí, qué es lo que ha ocurrido y qué nos ha ocurrido. Sobre el descanso o no me es indiferente pero no niego que quizá sea lo más adecuado para Tormento y Anciano Sabio. Así que por mí de acuerdo.

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Nigromante espera a que, tal como ha pedido Enterrador tenga el tiempo necesario para examinar los cuerpos y dictaminar sobre su estado. El mago ha escuchado a los presentes, y observa unos instantes el espejito de acero y el símbolo sagrado en madera que ofrece el sacerdote. Pensativo se acaricia la perilla y,antes de hacer nada, responde a sus compañeros para dar tiempo a Enterrador.

- Entonces creo que lo mejor es guardar los cuerpos, tantos los que matemos nosotros como los que encontremos muertos, y luego se los llevemos. Yo exploraría un poco más, buscaría un lugar donde descansar, y eliminaría a uno más de estos seres. ¿Nadie tiene interés en el espejo ni en el símbolo sagrado?

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MEDIODÍA. FINAL DEL PASILLO.

​Repentinamente, unas extrañas y frías nieblas blanco-azuladas de ominoso aspecto sobrenatural y espectral surgen de ninguna parte, agarrando en su seno el agonizante cuerpo de Réquiem, de por sí ya atrapado por las entrañas del cadáver descabezado y sin manos.

Cuando las extrañas y gélidas nieblas ultraterrenos se dispersan, tan velozmente como llegaron, dejan tras de sí no el cuerpo ensangrentado del dramaturgo macabro, sino el cuerpo también sangrante, pero considerablemente menos, de un poderoso bárbaro rubio de cabello y barba salvajes, armado con una linterna ojo de buey y una sucia hacha manchada con icores de insecto gigante, porta un viejo y desgastado camisote de mallas, que obviamente ha recibido mucho uso, y un escudo sujeto a la espalda.

No entiende que ha ocurrido, su respiración es entrecortada y fatigosa, se siente dolorido y apalizado y la cabeza le da vueltas. Mira a su alrededor y se ve rodeado de desconocidos vestidos de forma extraña y no consigue articular una palabra coherente hasta que pasa un rato entre jadeos consigue decir—¿Quiénes sois?

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DÍA DESCONOCIDO, MES DESCONOCIDO.

MEDIODÍA. FINAL DEL PASILLO.

Astillas y vísceras impactaron en el rostro de Enterrador que, de alguna manera, sabía como tratar aquella criatura, aquel cuerpo reanimado que se dividía en partes y cada una de ellas, de manera autónoma, atacaba al pobre Requiem. La mano de la maza subió y bajo, subió y bajó, aplastando y destrozando, una por una, las partes de aquel monstruo. Luchando a la desesperada para poder salvar y sacar de allí al poeta.

Ya casi había despedazo la totalidad de aquel ser cuando un torbellino de niebla envolvió a Requiem. Como un manto espeso que cubre la visibilidad, su compañero desapareció durante unos instantes y cuando clareó... ¡Un desconocido herido ocupaba su lugar! Por su aspecto parecía un bárbaro desaliñado, en malas condiciones aunque mejor equipo que la mayoría del grupo, y cubierto de las vísceras-tentáculos que agarraban a Requiem, ahora inertes. Aquello sorprendió a Enterrador, como al resto de presentes.

- Que demonios... - dijo entre dientes el forense o enterrador o taxidermista. Lo que fuera. Adoptando una posición en guardia contra el desconocido no pudo evitar dirigirse a él con evidente recelo y cierta hostilidad - No ¿Quien eres tú? ¿Cómo has llegado aquí y donde está nuestro compañero? - le espetó.

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MEDIODÍA. FINAL DEL PASILLO.

La mano se había cerrado sobre la daga de plata para después guardarla entre sus ropajes, un arma más valiosa por su metal que por su eficacia, al menos comparada con los puños de Tormento. Su mirada recorrió el espacio, cuya atmósfera densa y corrupta llenaba los pulmones de los allí reunidos con el hedor de la muerte y la podredumbre, un olor demasiado familiar a aquellas alturas, pues nada más que ello habían aspirado desde que despertaran. Lejos quedaba aquella primera arcada en la sala de calderas.

Y entonces, de forma inesperada y entre la montaña de cascotes, la muerte se revelaba bajo la forma de un ente animado y a un tiempo inanimado, muerto y no muerto, como si entre la vida y el descanso eterno también existiera un estado de vigilia, de duermevela.

Las entrañas de Tormento se contrajeron en un acceso próximo al odio en su estado más puro, al rechazo de aquella forma de inexistente existencia. La adrenalina volvió a recorrer su cuerpo y las letales manos se encorvaron como garras hechas de piel, carne, ligamentos y hueso listas para la batalla. Vio partes de un todo, segmentos de lo que fue un cuerpo vivo, lanzarse al ataque contra el más próximo a ellas y como sacrílegas sanguijuelas adherirse a Réquiem, celosas quizá de su pulso, de su esencia vital, de su alma.

Todo fue veloz y agónico a un tiempo, pero los puños, las palmas, los dedos convertidos en arma pellizcaron, aplastaron, destruyeron para acabar en una lluvia de fétidos y nauseabundos icores que bañaron como una impía lluvia al monje. Su rostro permaneció pese a ello imperturbable y su mirada, cubierta por el omnipresente vendaje símbolo de su humildad, se clavaron en el materializado ser que ahora ocupaba el lugar y tiempo de Réquiem. Y por un instante, tuvo el fugaz recuerdo de otro momento y de otro emplazamiento, en los que vio y sintió a una mujer y una invitación.

-Tormento de Tinieblas -respondió.

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MEDIODÍA. FINAL DEL PASILLO.

Anciano Sabio puso la mano sobre Enterrador y junto con su libro de plegarias, murmuró las palabras de un conjuro divino para que ayudase a su compañero en la batalla, siendo un destello proveniente de su símbolo sagrado de plata quien anuncia la llegada del "Escudo de la Fe".

Tenía la firme decisión de no entrar en combate, era demasiado viejo para batallar y demasiado egoísta como para perder la vida por ninguno de los presentes. Por eso le lanzó el conjuro a Enterrador. Pero ver a esa cosa revivir a pedazos... Lo matará, y si no ayudo, matará a otro... y otro... hasta que solamente quede yo... - Se dijo a sí mismo, viendo como las piezas de aquel cuerpo putrefacto se iban aferrando Réquiem. - ... y no sea capaz de dormir a ese cuerpo.

Creyó recordar algo con aquellas palabras y Anciano Sabio trepó por los escombros hasta alcanzar la mano que mantenía preso a Réquiem y trató de dormirla. Pudo sentir como la mano aflojaba, pero las palabras susurradas no le habían causado el efecto deseado. Seguramente era puesto que las recordaba vagamente.

Cuando fue a hacer el esfuerzo de repetir de nuevo aquella frase, las tripas del cuerpo putrefacto salieron a gran velocidad envolviendo el cuerpo del ya inconsciente hombre. Anciano Sabio, dió un paso atrás y trató de impactar con Punta de Hielo sobre ellas, llevándose el techo el golpe sin causar mayores daños.

Mientras, unas extrañas luces comenzaron a envolver el cuerpo de Réquiem y Anciano Sabio pudo contemplar como su cuerpo desaparecía para traer uno nuevo. Para cuando quiso darse cuenta, la criatura había muerto y estaba salpicado de restos del cuerpo putrefacto, al igual que sus compañeros.

Anciano Sabio caminó unos pasos hacia atrás, buscando una pared donde apoyarse y huyendo con disimulo del desconocido. El intercambio de palabras comenzó siendo un tanto hostil, pero el hombre estaba tan sorprendido como nosotros de verle. - Anciano Sabio. - añadió detrás de Tormento. - Servidor de Pharasma.

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Sus podere enfocados en la nigromancia para destruir muertos vivientes habían resultado ser un apoyo en aquel improvisado combate... pero la sorpresa de ver desaparecer a Requiem para ser reemplazado por un bárbaro que parecía tan gravemente herido como aquel hizo que Nigromante se quedara unos instantes callado mientras trataba de comprender lo que había ocurrido.

- Nigromante.- pensó un instante en el bárbaro y en lo que debía pensar de los extraños nombres que le iban diciendo y una sonrisa cordial apareció en su rostro, entonces tocó suavemente la pata negra del cuervo que llevaba en su hombro izquierdo- Y aquí mi compañero es Hombro Izquierdo. Te preguntaría cómo has acabado aquí pero... me da la sensación que estás tan sorprendido como nosotros- le tiende la mano para ayudarle a levantarse- ¿Cual es tu nombre? ¿recuerdas lo que estabas haciendo y donde estabas antes de acabar aquí?

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- "¿Has visto, Pie Izquierdo? ¡Pero mira qué músculos! Uno así nos vendría genial como guardaespaldas. Nos vendría de fábula contra monstruos y Dopplegangers... Un momento... ¿y si es un cambiaformas?" -

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MEDIODÍA. FINAL DEL PASILLO.

Miró a todos lados con los ojos muy abiertos, casi desorbitados y sin entender nada de lo que estaba sucediendo a su alrededor. Miró varias veces a las personas que le rodeaban y no fue capaz de identificar ninguna cara lo que le tensó todavía más. El tiempo en el que se mantuvo sorprendido y cerciorándose de que aquello no fuera un sueño. Apoyándose en su hacha se puso en pie con una notable dificultad y cuando por fin estuvo erguido tan alto como era pronunció con voz cavernosa su nombre.

—Velkan me llamo Velkan aunque algunos me llaman Matacambiantes. Estaba en Ravengro en Las Tierras del Reposo con mi grupo, buscando los rastros de un amigo fallecido el Profesor Lorrimor. Acabé con unos ciempiés gigantes y abrimos una tumba, antes de que pudiera hacer nada algo me envolvió y aparecí aquí. Sentí que estaban atacando a alguien conocido, que debía protegerlo, pero no os conozco a ninguno de vosotros.

Pasó su fuerte mano por su ceño primero para intentar despejarse y luego por su dolorida garganta, no sabía de donde provenía esa mano que le había agarrado pero asumió que era algo del viaje que había hecho, aunque por supuesto no era capaz de explicarlo.

—¿Y esto qué es?¿Dónde estoy y qué hacéis vosotros por aquí?

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MEDIODÍA. FINAL DEL PASILLO.

Anciano Sabio mira el gran tamaño del hombre y lo débil que parecía. - ¿Alguien conocido? - Preguntó el viejo acariciándose la barba mientras le observaba. - Y dices que a nosotros no nos conoces... - miró al bárbaro entornando los ojos, tratando de recordar, pero era inutil. -Quizás fuese Réquiem ese conocido tuyo, hijo. Estaba justo donde apareciste tú... y realmente era quien corría peligro hace unos instantes.

Luego miró a todos en general antes de responder al bárbaro. - ¿Dónde estamos? Pues sinceramente hijo mío, no lo sabemos con seguridad. Solamente tenemos clara una cosa, a cada paso un nuevo peligro o un cambiaformas nos acecha.  - La voz del hombre sonaba amable y tranquila. Se dió la vuelta un instante, el preciso para poder localizar la pared y apoyarse en ella. Al menos con el calzado ya no me clavo las malditas piedras en los pies.