Partida Rol por web

Ante la respuesta de Sophia Andy asintió con suavidad, sin poder evitar un cierto resquemor hacia Sam. Ella le había arrancado el alma, y aún por encima tenía que explicarle cómo funcionaba. Sin embargo no dijo nada al respecto: cualquier cosa que fuese poner entre la espada y la pared a Sophia carecía de sentido.

- No te lo diré a ti. - Comentó, agarrándose a aquel código secreto como un nuevo secreto compartido. - Sam es capaz de pensar que lo digo por el rato que hemos pasado juntas, o vete a saber. - Expuso, parándose un momento a pensar. - Si le digo a Katia o Salvatore algo del avión, será que no hemos perdido esto. - Dijo con una sonrisa, convencida de que sería así. - Si hablo de las ganas de volver a casa, será que sí lo hemos hecho. - Razonó, y se quedó un instante mirando a la chica a los ojos antes de llevar una mano a su antebrazo y acariciarlo con suavidad.

- Pero quiero que sepas que, sea como sea, espero que sigamos en contacto. - Le dijo con tranquilidad. - Puede que gracias a esto te haya conocido un poco más, pero no sólo por esto quiero saber de ti. - Enunció. Y la sonrisa que había en su rostro se volvió ligeramente triste al sentirse como si se estuvieran despidiendo. - Oye... ¿Crees que de verdad hemos acabado con todos? - Preguntó. - Puedo decirle a Katia que se quede quieta esta noche, si estamos seguras.

- Vale. - Respondió Sophia, asintiendo al código que habían establecido. Y ante sus siguientes palabras tan sólo sonrió durante algunos segundos antes de responder. - Bueno. Ya tienes mi teléfono. La pelota está en tu tejado. - Bromeó, enarcando las cejas. 

Después suspiró y frunció un poco el ceño. - Creo que sí. No se me ocurre quién más podría ser uno de ellos. - Se movió un poco para sacar la libreta del bolsillo trasero de sus pantalones y la abrió, dejando que Andrea viese sus anotaciones sobre todos los de la expedición. - Si Katia sigue estando sola en ese lugar, es que no hay más asesinos de ese grupo. Y bueno, salvo cosas raras como disparos o envenenamientos como lo de Aurél... Todas las muertes de la última noche están acotadas si hemos acertado con Abigael. 

Fue pasando las hojas de la libreta. - Kim, dices que por ahora está en nuestro bando, mientras Salvatore y Sasha sigan vivos. Sasha está muy ocupada haciendo de puente entre vivos y muertos. Salvatore y Katia están bajo tu control. Sam va a renunciar a la oscuridad de su alma. Goro es el dueño de aquel lugar del té. Astrid y Michael son inocentes, según lo que confesó Aurél a Katia. Janko lleva protegiendo a Richard desde hace días, no sé qué hace, pero no tiene malas intenciones. A Richard le debemos muchas vidas. Luis y Phil han estado cazando asesinos cada noche. Y Saoko te ha salvado la vida. - Se encogió de hombros. - Creo que no quedan más. 

Suspiró entonces. - Se lo he dicho a Sam también. Hemos hecho lo que teníamos que hacer para sobrevivir, pero si seguimos matando esta noche probablemente sea algo gratuito, sólo porque otros nos caigan mal. No creo que debamos hacerlo. - Estiró la mano para acariciar la mejilla de Andrea con la punta de los dedos. - No creo que seas así. 

Al escuchar la respuesta de Sophia, volviéndola a invitar a llamarla, en el rostro de Andy se formó una expresión tranquila e ilusionada. Quería que aquello no acabase allí. Y aunque no creía en el destino, era consciente de la suerte que tenía de que ambas vivieran en la misma ciudad. - No por mucho tiempo. - Respondió, cómplice.

Luego vio cómo ella sacaba una hoja con anotaciones sobre todos y empezaba a enumerar. No quiso llevarle la contraria, valorando la idea de que alguien hubiera podido ennegrecer el corazón de otro sin que lo supieran, o tomar el alma de un asesino. Si algo de eso había pasado ya verían cómo encargarse. Pero desde luego no cambiaría la paz del momento por nada del mundo. Desde el principio hasta el fin la escuchó, mientras el brillo de sus ojos crecía al escucharla hablar así. - Me encanta que hagas eso. - Le dijo. - Hablar, decir lo que piensas. Eres inteligente y súper clara, y se nota a leguas. Pero normalmente estás tan callada que cuesta verlo. - Comentó, dedicándole una sonrisa.

Acto seguido, cuando ella dijo aquellas últimas palabras, asintió. Y estaba a punto de decir algo, cuando la vio acercar su mano y se dejó acariciar, disfrutando de aquel contacto. Antes de que terminase tomó sus dedos y los apretó con suavidad contra su mejilla, cerrando los ojos. - Gracias. - Murmuró, antes de buscar de nuevo su mirada y soltar sus dedos. - Yo pienso lo mismo. - Le dijo. - De hecho ni la idea de ir a por Goro no terminaba de convencerme. - Expuso, antes de hacer un gesto para quitarle importancia. - Aún en el caso de que esté intentando encerrarnos a todos, no le va a dar tiempo. Matarle sería como si fuéramos unas asesinas más. - Concluyó, antes de emitir un suspiro. Y entonces esbozó una sonrisa, y abrió mucho los ojos, como una pequeña a punto de hacer una súplica.

- ¿Me dejas ver qué pone ahí de mí? - Le preguntó, echándose hacia adelante para mirarla exageradamente a los ojos y poner cara de cordero degollado. - ¿Por favor?

Sophia se sonrojó, sorprendida por las palabras de Andrea sobre ella y, avergonzada, trató de quitarle importancia con timidez. - Qué va. Sólo soy organizada. - Dijo, encogiéndose de hombros y apresurándose a asentir con la cabeza a lo siguiente, esperando que no volviese sobre aquello. 

- Sobrevivamos a esta noche y esperemos que mañana todo haya terminado. - Convino, con una sonrisa suave que no tardó en convertirse en una risa ligera al ver la expresión de Andrea con su última petición. 

- Claro. Pero no esperes nada especial, no he puesto nada de este sitio. Ni de nosotras. - Dijo, mientras buscaba una página de la libreta en la que ponía su nombre subrayado con una línea recta. Bajo él, una lista ordenada de cosas, marcadas con guiones y escrita con una letra apretada pero clara:

"Andrea Roots:

- Viene con su novio hermano (Salvatore). ¿De Londres?

- Ha estado hablando con Janko (cazafantasmas) y Sasha (la competencia ò.ó).

- Muerta por incendio. NOCHE 1. (¿Nos okupaba la tienda?).

- Sam coge su alma. Podía matar y tomar la esencia de otros... (¿Sólo un par de veces?).

- Al parecer Salvatore y ella son más que hermanos. ¿Incesto?

- Resucitada por... ¿Katia, como Salvatore? ¿Otro? DÍA 3. 

- Sabe muchas cosas. También está en ese sitio de muñecas.

- Dice que Erika, Mike y Jessie son asesinos. Sospecha de Aurél y Mona. Dice que Mona va a morir.

- Intercambio de notas. Pide que cuidemos de su hermano. 

- Habla en privado con su hermano.

- ¿También con Katia? ¿Qué rollito raro se traen esos 3?

- Parece que ya tiene alma de nuevo ^^.

- ¿Fue asesina y se cambió con Katia? ¿Podrá resucitar a otros como ella?

- Katia controla su rabia gracias al vínculo con ella.

- Katia y Salvatore son algo así como sus esclavos.

- Ha pagado a Saoko para que la protegiese.

- Chechu ha intentado matarla dos veces."

Mientras Andrea leía, Sophia tan sólo la miraba, estudiando su expresión. 

Cuando Sophia respondió Andy alzó una ceja exageradamente, mostrando su escepticismo ante la afirmación de que sólo era organizada. Estaba claro que aquella chica era mil veces más inteligente que cualquiera. Que su novia, para empezar. Y aquella modestia que no parecía falsa resultaba encantadora.

Luego, cuando ella rió, Andrea no tardó en acompañarla, contagiándose sin querer. Un nuevo escalofrío la recorrió de arriba a abajo al volverla a oír hablar de nosotras, y una vez más sus ojos se desviaron a los labios de la chica. Tan atrayentes. Tan apetecibles. Sin embargo, antes de decir o hacer nada de lo que pudiera arrepentirse bajó la mirada hacia aquella hoja y, tomándola con naturalidad, la fue leyendo poco a poco.

La mayor parte del tiempo Andy se lo pasó con una sonrisa en la boca, que se acentuó en algunos momentos. Emitió un suspiro al leer que incluso había apuntado lo de cuidar de Salvatore, como si gracias a eso no se le fuera a olvidar. Una vez que llegó al final volvió a releerlo otra vez desde el principio, y sólo cuando esa segunda vez hubo terminado volvió a buscar la mirada de Sophia.

- Andrea Barbara Roots Grenholm. - Completó con voz suave y una sonrisa agradable. - Por si quieres completar. - Dijo antes de volver a bajar la mirada, señalando con la vista aquella hoja. - Esto es increíble. - Le dijo. - ¿Has apuntado hasta este nivel con todos? - Preguntó, aunque suponía que la respuesta sería afirmativa. Luego miró a la hoja una vez más, y se dispuso a señalar la frase que más diversión le había producido de todo lo que allí había.

- Tengo que confesártelo. - Le dijo con una sonrisa abierta, señalando la séptima y octava líneas. - Me inventé prácticamente todo lo que dije entonces. - Aseguró, mirándola con expectación, esperando ver su reacción a aquello.

Sophia se encogió de hombros. - No con todos. - Respondió, sonriendo. - Algunos no soltaban prenda, pero contigo era fácil. - Suponía que darle su nombre completo había sido una broma, pero igualmente sacó el lápiz del bolsillo y lo añadió en la parte superior de la página. Miró a Andrea tras hacerlo y sonrió de medio lado. - Nunca se sabe qué pizca de información puede ser útil, ¿no?

Sin embargo, entonces llegó su extraña revelación y Sophia la miró con el ceño fruncido, sin comprender a qué se refería. - ¿Cómo que te lo inventaste? - Preguntó, confusa. - ¿Cómo te lo ibas a inventar? ¿Por qué?

La sonrisa de Sophia mientras esta respondía reverberaba en el pecho de Andy, llenándolo de ecos y de un mudo cosquilleo casi nervioso, que no hacía sino tirar de sus labios para que su sonrisa también se ampliara. Y al escuchar su pregunta retórica y ver cómo apuntaba su nombre completo una leve risa se liberó de su garganta. - Tienes razón. - Le dijo. - Así que sólo por si acaso deberías ir apuntando también que mis restaurantes favoritos son los italianos. - Bromeó. - Nunca se sabe que podría ser útil. - Añadió con un brillo en los ojos, encogiéndose de hombros.

Acto seguido, ante sus preguntas y ver lo inesperada que le había resultado la confesión, sólo pudo echarse a reír, sin saber por dónde empezar.

- Bueno, sólo pensé en quiénes eran los más sospechosos, y decidí que serían mis culpables. - Comentó. - Sabía pro Luis que acertaba con Jessie, sólo tenía que acertar con otro de ellos para que saliera casi redondo. - Dijo, como si aquello fuera pura lógica. - No dije a nadie de dónde había sacado la información, pero todos pensaban que venía de algún sitio ajeno a mí. - Continuó explicando. - Así si fallaba demasiado, le echaría la culpa a mi supuesto informador, sin delatarle. - Concluyó. - Lo que no esperaba era acertar con todos, la verdad. Ni que confesaran. Aunque estaba segura de que los culpables, acusados o no, harían algo que les delatase al decir todo aquello. - Añadió después, antes de hacer una pausa y formar de nuevo una sonrisa. - No veas cómo se puso Erika cuando se lo dije y le expliqué los muchos motivos por los que llevaba un cartel de asesina antes de confesar.

- El por qué... - Empezó a valorar, mientras su expresión se suavizaba. - Eso es más complicado. No soy el tipo de persona que se queda quita ante algo así. Un día después de ver morir a mi hermano y que Katia le robase toda la voluntad me habían quemado viva. Luego me pasé día y medio muerta y ya no sabía si me iban a traer de vuelta, y cuando lo hacen me encuentro totalmente vacía. - Expuso. - No estaba en mi mejor momento. - Dijo, encogiéndose de hombros mientras evitaba una mueca de tristeza. - Cuando decía que no tenía nada que perder lo decía en serio. - Murmuró, sin apartar la vista de los ojos de Soph, agarrándose a ellos para que el frío no calase en sus huesos. - Además, no soy tonta: llevábamos poco tiempo aquí, así que después de que antepusieran la resurrección de Janko a la mía Richard sólo me resucitó porque ese día no murió nadie. Y Tras pasar día y medio muerta necesitaba algo así para ser tenida en cuenta. - Aseguró. - Si no, si me pasaba algo otra vez, ya podía despedirme de volver. Y más sin tener nada que ofrecer al grupo.

Sophia escuchó toda la explicación de Andrea realmente sorprendida de su atrevimiento. Y cuando la chica terminó, soltó el aire despacio. - Vaya. Hay que tenerlos muy bien puestos para señalar a alguien así sin tener la seguridad.

Alzó las cejas, impresionada por aquella revelación inesperada y todo lo que contenía. - La verdad es que te salió redondo. Yo sospechaba de esas mismas personas, así que cuando lo aseguraste, ni me planteé que pudieras estar inventándolo. Me encajaba demasiado bien con lo que ya había pensado. Supongo que a muchos les pasaría lo mismo.

Se quedó callada entonces, contemplando a Andrea de otra forma y finalmente sonrió. - ¿Es por ser psicóloga? ¿Por eso sabes tan bien qué teclas pulsar con cada uno para hacer que salten? 

Entonces recordó algo. - Estuve hablando con Jessie, pero no sabe nada que no supiéramos ya. Y salvo que el muy cerdo intentó besarme, la verdad es que no ha pasado nada reseñable en esa conversación. ¿Cómo te fue a ti con Chechu? ¿Averiguaste lo que querías saber? - Preguntó, con todo el tacto que podía. 

Ante las primeras palabras de Sophia Andy simplemente se encogió de hombros, despacio, mientras formaba una pequeña sonrisa. - Lo peor que podía pasar era que me equivocase, y que me mataseis por ello. - Señaló. - Estando como estaba yo y con Salvatore convertido en un robot que sólo pensaba en Katia, tampoco había mucha diferencia. - Dijo, antes de colocarse un mechón de pelo detrás de la oreja y emitir un suspiro. Y luego, con lo siguiente que dijo, asintió con la cabeza. - Es que eran demasiado evidentes. - Afirmó. - Supongo que Sam te contaría lo que decía Mike en la sala del té. Ese hombre prácticamente gritaba que era un asesino.

Luego, cuando preguntó por lo de ser psicóloga, Andy no pudo evitar reír con ligereza, tranquila al ver que Sophia no se había tomado a mal aquella confesión. - En realidad siempre he sabido bien cómo tocar las pelotas. - Le dijo, devolviéndole la sonrisa. - Supongo que en eso me parezco a mi padre. - Expuso antes de escuchar sus siguientes palabras.

Al principio su ceño se frunció, escuchando lo de aquel beso, y no tardó en negar con la cabeza. - Sólo sé que le falta un tornillo. - Le informó. - Dice que no quiso dispararme a mí, sino a Michael, pero que le dio un ataque de nervios mezclado con un brote psicótico y se le cruzaron los cables. - Comentó, dejando claro en su tono que no se creía ni una palabra. - Y lo de quemarme dijo que fue porque era demasiado llamativa. - Citó, como si aquello no tuviera ningún sentido. - Es lo único que ha dicho, luego no ha vuelto a hablar. Así que supongo que no voy a tener más explicación que esa. - Concluyó, antes de mirar a Sophia, entre asombrada y divertida. - Y ahora tú cuéntame lo de ese beso. Que parece que nos tengas a todos haciendo cola. - Bromeó, antes de ladear un poco la cabeza y mirarla de manera cercana. - ¿Todo bien? Si intenta algo más, dímelo sin problemas, ¿vale? - Le pidió, posando una mano en la rodilla de Sophia con calidez.

Sophia negó con la cabeza. - Sam no me contó nada de Mike. ¿Qué hizo? Yo sospechaba de Mike porque se mostraba muy ambiguo con el tema de Jessie y su confesión. En realidad fue ahí cuando se les vio el plumero a los dos, a él y a Erika. Pero mientras que de ella estaba bastante segura, a él sólo le estaba vigilando. Hasta que tú lo confirmaste, claro. - Añadió, encogiéndose de hombros. 

Después, frunció el ceño al escuchar la escasa justificación de Chechu. - Vaya mierda de excusa. Ya te dije que no estaba bien de la cabeza. Yo creo que tuvo algo que ver con que destaparas a su amigo delante de todos. Fue evidente que eso no le hizo ni pizca de gracia. Vaya par de imbéciles desquiciados. - Dijo, indignada por la ineptitud de aquellos dos amigos.

Finalmente puso los ojos en blanco y no pudo evitar una mueca de asco. - ¡Ese tío es un puto salido asqueroso! - Exclamó con énfasis. - Me engañó fingiendo que me iba a ayudar a meterme un buen chute y entonces aprovechó cuando me subió para besarme. Con su boca babosa y repugnante y... y... masculina. Puaj. - Resumió en una palabra, frunciendo el ceño y haciendo muecas de nuevo. Entonces entrecerró los ojos. - No te preocupes. Si vuelve a acercarse quizá me vea obligada a volverlo un poco más... femenino. 

Andrea frunció un poco el ceño cuando Sophia le dijo que Sam no le había contado nada, sin entender cómo podía no haberlo hecho. Sin embargo, decidió no cuestionar nada. Una vez más aquello eran cosas de pareja, y mientras la pareja de Sophia aún fuese Sam y no ella misma, no tenía nada que decir.

- Mike decía que sólo resucitaban los inocentes. - Comentó, antes de hacer un gesto con la mano. - Y que claro, que Jessie ya había resucitado dos veces. Básicamente le decía a Salvatore que si él era inocente, Jessie también. No tenía ningún sentido. - Afirmó, antes de escuchar cómo ella se refería al español.

- ¿Tú crees que estaban liados? - Preguntó. - Siempre tuvieron un rollito como muy raro. Aunque vete a saber. - Dijo, y en su voz ya no había rabia, ni enfado, sólo desdén condensado. En este lugar, con Sophia, era difícil que la ira se abriese paso frente a las demás emociones.

Luego, al ver la mueca de asco que ponía Sophia, Andy se sintió divertida. Divertida y preocupada, pero no iba a dejar que ella notase eso último más de lo que ya lo había hecho. - Sí, es un cerdo. - Le dijo con una sonrisa, y al escuchar el relato de cómo lo había hecho no pudo evitar imaginarse a sí misma haciendo lo mismo. En esta ocasión detuvo sus ojos antes de que iniciasen el recorrido hacia la boca de la chica y le dedicó una mirada tranquila.  A punto estaba de decir algo serio, pero verla de nuevo con esas muecas y entrecerrando los ojos de aquella manera la hizo reír otra vez. Viéndola arriba, donde todos se reunían, costaba imaginarse a una Sophia tan espontánea. Y era maravillosa.

- ¿Nunca has estado con un chico? - Preguntó entonces, alzando una ceja con cierta sorpresa.

Sophia negó con la cabeza, todavía indignada por lo que había sucedido en aquella versión extraña de su propio apartamento. - Qué va. Nunca me llamaron la atención. - Dijo, encogiéndose de hombros. - Son babosos y duros... Y tienen pelo por toda la cara. - Explicó, arrugando la nariz. - Tampoco es que tuviera muchas oportunidades ni nada. - Añadió, sin darle demasiada importancia. - En el instituto me consideraban un poco... Freak. Me gustaba la tecnología, así que eso me convertía en una nerd y eso, ¿sabes? - Suspiró. - Luego me enrollé con una chica, ella se arrepintió y después de eso todos me dieron un poco de lado. 

Tras ese breve resumen de su adolescencia, ladeó la cabeza y suspiró, volviendo al tema anterior. - Puede que estuvieran liados, sí. Tenían un rollito muy raro entre ellos y desde luego Paco era gay, eso se veía a la legua. Además, alguna noche durmieron juntos en una de sus tiendas individuales. Dos tíos tan pegados durante toda la noche... Algo tienen que tener, ¿no?

Andrea asintió a las últimas palabras de Sophia. Estaba claro que aquellos dos chicos habían venido a algo más que a la expedición. No eran los únicos, claro, pero al menos los otros no hacían ese intento cutre de esconderlo.

La explicación que la chica dio sobre su visión de los hombres divirtió a Andrea. Oírla hablar así, como quien habla de un tipo de animal desconocido, era bastante gracioso. Y luego, cuando pasó a hablar del instituto, escuchó con atención, queriendo retener cada detalle que pudiera conocer sobre ella.

- Qué zorra. - Comentó sin tapujos. Con lo que ella misma daría por tener esa oportunidad, no podía sino despreciar a quien la había dejado pasar. - Pero bueno, peor para ella. - Concluyó. - A saber con qué capullo estará ahora reprimiendo su sexualidad. - Dijo, haciendo un gesto para quitarle importancia.

- Sería divertido ver a la Sophia de esa época, tan en plan nerd. - Comentó, imaginándolo, antes de dibujar una media sonrisa. - Seguro que tenías tu punto. - Aseguró sin dudar, aún divertida.

- Mi época de instituto sí que fue un caos. - Dijo entonces, dijo entonces, torciendo un gesto al recordar algunas de las cosas pasadas entonces. - Fue ahí cuando nos vinimos a Londres, dejando a mi madre en Estados Unidos. - Explicó. - Fue antes de todo lo de hace diez años. - Aclaró. - La verdad es que, si pudiera volver atrás, sería una de las épocas de mi vida que borraría directamente, sin dudarlo ni un momento. - Sentenció con un suspiro, descansando tras aquellas palabras en los ojos de Sophia.

Sophia se encogió de hombros con un gesto de "qué se le va a hacer" y cuando Andrea empezó a hablar de su pasado, recolocó su postura, escuchando con interés. 

- ¿Y cómo fue que os fuisteis a otro continente sin ella? ¿Se divorciaron de muy mal rollo o algo así? - Preguntó con curiosidad, pero tratando de ser amable. Ese tipo de situaciones nunca eran agradables para los hijos. - Porque... Washington está muy lejos de Londres. 

Ante la pregunta de Sophia Andrea emitió un pequeño suspiro, mirándola largamente. - No hubo ocasión de que fuera de mal rollo, aunque mi madre salió bastante herida. - Comentó. - Al parecer mi padre llevaba meses con la madre de Salvatore, pero no había dicho nada. - Dijo. - Todos los viajes que hacía a Londres se suponía que eran por trabajo, y cuando se separaron nunca habló de otra mujer. - Explicó, antes de hacer una pausa. - Al venir... Bueno, él esperaba que yo fuese a un internado, así que se fue directamente a vivir con ella, contando con tener meses para contármelo. - Dijo antes de encogerse de hombros. - Pero no se tomaron muy bien que le prendiese fuego al uniforme de la mascota. - Expuso, como si aquello fuera realmente extraño. - Y eso que no tenía a nadie dentro. - Bromeó después, inflando durante un instante los mofletes y dejando que el aire saliera poco a poco, intentando que la historia pareciera menos grave de lo que era. - Así que a los dos días ya estaba en casa estropeándole los planes a mi padre. - Concluyó, antes de encogerse una vez más de hombros y empezar a liar un nuevo porro. Tras encenderlo y dar una larga calada se lo pasó a Soph, reteniendo el humo en los pulmones.

- ¿Y tú qué? ¿Todo amor y felicidad en la casa de los Hall?

Sophia escuchó la historia frunciendo el ceño. De alguna manera, tras ojear el libro de la madre de Andrea había llegado a empatizar algo con esa mujer que le parecía muy valiente por haber sido la única que había hablado con los medios tras el incendio del hotel. Y no le gustaba escuchar lo que su marido le había hecho, llevándose además a su única hija a otro continente. 

- ¿Y cómo es que te fuiste con tu padre? - Preguntó entonces, estirando la mano para acariciar la de la joven, pues no terminaba de entender por qué Andrea habría preferido quedarse con un padre que la iba a meter directamente en un internado mientras le ocultaba que estaba con una nueva mujer. 

Ante su pregunta, se encogió de hombros. - Supongo que sí. Mi familia es muy aburrida al lado de la tuya. Mi padre es ingeniero y mi madre es historiadora. Tengo un hermano pequeño, Cyril, que es artista. Está estudiando Bellas Artes. Desde que me fui a Londres prácticamente sólo los veo en vacaciones, pero parecen estar bien. 

Ver a Sophia atenta a su historia hacía que Andrea sintiera que la comprendía. La hacía sentir, en cierta forma, especial. Más, si cabía. Cuando la chica tomó su mano ella se dejó agarrar, y luego cambió su postura, colocándose de lado para apoyarse en la pared, pegada a ella.

- No sabes la suerte que tienes. - Le dijo, jugando con suavidad con sus dedos mientras tanto. - La familia es importante. - Aseguró, antes de llevar su mirada al frente, al otro lado de la habitación.

- No es que yo tuviera muchas más opciones que ir con él. - Comentó entonces, encogiéndose de hombros. - Las cosas llevaban mal entre ellos ya bastante tiempo. Él era capaz de estar con cinco mujeres en una semana, y que ninguna fuera ella, y yo no pisaba por casa. Y si lo estaba era encerrada, sin hablar con ellos. Tendría... - Dijo, afilando la mirada. - Quince años, como mucho. Ahora entiendo que la culpa fue de él, pero en aquel entonces todo se veía muy distinto. - Expuso antes de buscar la mirada de la chica. - Yo he cambiado mucho desde entonces, no era la misma que ahora. - Aseguró. - La mayor parte del tiempo que estaba fuera era puesta hasta arriba de cualquier cosa que fuera fumable, masticable, bebible o esnifable. - Enumeró, formando una pequeña sonrisa triste. - El internado de Londres no fue el primero. Antes estuve allí, en Washinton, dos meses en uno, y el otro no duré ni dos semanas. Así que lo de venirme con él al internado de aquí fue una mezcla de castigo y chantaje. Yo ni siquiera tenía claro que fuese definitivo. - Le explicó antes de encogerse de hombros.

- En realidad lo peor fue para ella. - Expuso, antes de dar una nueva calada larga al porro. - Él es el que tiene la pasta. No sé hasta qué punto será cierto, porque esto me lo contó ella años después, pero creo que le hizo el lío legal para que sólo se quedase con la casa en la que vivíamos, perdiendo mi custodia por el camino. - Después de esas palabras Andy volvió a apartar la mirada, liberando poco a poco el humo de sus pulmones. - Y cuando me pasó eso que te dije, que estuve meses sin hablar con nadie y casi sin salir de la cama, aprovechó para hacerle creer que no quería saber nada de ella. - Completó mirando al frente, a un punto perdido en el espacio. Y al acabar la piel de su barbilla estaba apretada, conteniendo ahí la mezcla de ira y frustración que sentía al hablar de ello.

A Sophia aquel hombre que ni siquiera conocía cada vez le parecía más un monstruo. Con el ceño fruncido terminó por acercarse un poco más para pasar un brazo por encima de los hombros de Andrea, intentando darle algo de consuelo. Cuando ella dejó de hablar, Sophia suspiró quedamente, frotándole el hombro.

- Vaya. Tuvo que ser horrible para ti. - Dijo, todavía con el ceño fruncido. - No me extraña que tuvieras problemas, lo raro sería que no te hubiera pasado nada. La verdad es que compadezco a tu madre. Tiene que ser muy duro ver cómo se llevan a tu hija tan lejos sin poder evitarlo. - Añadió, haciendo una mueca. 

Se quedó en silencio algunos segundos, antes de cambiar de tema, tratando de hablar de algo más animado para distraerla. - Oye, ¿te gusta el arte? Tengo algunos cuadros de mi hermano en el portátil, te los puedo enseñar y le psicoanalizas. - Propuso, buscando la mirada de Andrea. 

Al notar cómo Sophia se acercaba el pecho de Andrea liberó algo de la tensión que retenía. Acto seguido, cuando la escuchó empezar a hablar no le gustó pensar que pudiera sentir algo parecido a la compasión por ella, y su ceño se frunció levemente. Además, eso de decir que ella había tenido problemas... Bueno, ¿a quién quería engañar? Era cierto que los había tenido.

- Bueno. - Murmuró tomando la mano libre de Sophia con las dos suyas y empezando a jugar con los dedos sobre su palma. - Te parecerá más duro aún cuando leas el libro. - Susurró, antes de cambiar ligeramente de tema. - Ahora él paga una de las mejores clínicas de Estados Unidos, y ni siquiera lo sabe. - Dijo en un susurro, formando una pequeña sonrisa mientras apoyaba la cabeza en el hombro de la chica. - No sé en qué coño cree que me gasto tanta pasta, ni creo que quiera pensarlo. - Murmuró.

Acto seguido, cuando ella habló de lo de su hermano, se giró un poco, buscando sus ojos. - ¿Sabes que por ser psicóloga no tengo superpoderes, no? - Le preguntó, intentando bromear. Sin embargo inhaló con profundidad, intentando capturar una vez más el aroma de Sophia, y se incorporó un poco. - A ver esos cuadros. - Concluyó, intentando mostrarse animada. - ¿Cuántos años tiene, por cierto?

Sophia rió suavemente con la broma de Andrea y abrió mucho los ojos. - ¿De verdad? Y yo que pensaba que podíais leer la mente de vuestros pacientes... - Dijo, continuando la broma con una decepción fingida. Aunque lo cierto era que Sophia admiraba a los psicólogos, igual que sentía curiosidad y admiración por la mayoría de cosas que no comprendía, lo cual en cierta manera era lo que la había llevado hasta allí. 

Mientras abría el portátil de nuevo, se detuvo un instante para mirar a Andrea. - ¿Y nunca has pensado en traerte a tu madre a Londres? Así la tendrías más cerca. - Preguntó, con suavidad, mientras empezaba a buscar una carpeta con algunas de las obras de Cyril. 

- Aquí están. - Dijo, tendiéndole el portátil a Andrea, con una carpeta abierta con unas veinte imágenes, coloristas y urbanas.