Partida Rol por web

La incertidumbre que su propia pregunta había generado a Andrea la hacía sentirse nerviosa. Sin embargo, la respuesta que Sophia le dio no podría haber sido mejor. Y aunque se había prometido intentar portarse como si no estuviera totalmente loca por ella, dos simples palabras abandonaron sus labios con una sinceridad abrumadora. - Eres increíble. - Le dijo, mirándola encantada. - Gracias.

Luego, cuando la advirtió de que aquello no sería agradable, la determinación de Andy no hizo sino aumentar. - Quiero verlo. - Aseguró una vez más, decidida, sin que la voz le temblase en absoluto. Y a punto estaba de añadir algo más cuando Sophia siguió hablando, comentando lo de Jessie justo cuando ella iba a hablar de Chechu. Con aquello Andy se sintió bien, como si sus cerebros funcionasen de una manera parecida y aquella unión sólo hubiese sido la chispa que necesitaban para darse cuenta.

- Katia está hablando con Mike. - Comentó. - Se lo diré. - A mí me ha contactado el hijo de puta de Chechu, pero aún no sé qué coño querrá. - Dijo, mientras sentía el enfado encenderse por dentro. - ¿Sabes lo que habría sido genial? - Preguntó entonces, rebajando inconscientemente su tono. - Encontrarnos tú y yo en el cubil de los asesinos.

- Quizá quiera pedirte disculpas. - Propuso Sophia al escuchar lo de Chechu, frunciendo levemente el ceño. - O quizá quiere regodearse. Esos españoles están mal de la cabeza, los dos. 

Mientras hablaba, iba abriendo el portátil, encendiéndolo y buscando en el disco duro. - Jessie parece muy orgulloso de haberme convertido a su bando. El muy idiota. 

Entonces encontró lo que buscaba y miró a Andrea a los ojos. - Vale... Aquí está. Si en cualquier momento quieres pararlo, sólo tienes que pulsar la barra espaciadora. - Le ofreció el portátil con el vídeo de aquel amanecer detenido y estiró la mano para coger la de Andrea. Se le ocurrían pocas cosas peores que ver el cuerpo de uno mismo calcinado, pero ella era psicóloga, ¿no? Si quería verlo sería porque sabía lo que hacía. 

En la pantalla se veía la cremallera de la tienda abrirse y después un gran revuelo alrededor de la tienda de al lado. Sam intentaba apartar a Sophia, pero la chica se giraba hasta vislumbrar el cadáver calcinado dentro de los restos quemados de la tienda. Salvatore tenía la cabeza del cuerpo en el regazo y la acariciaba y mecía como si se tratase de un niño pequeño mientras le tarareaba una afectada melodía entre susurros. 

La expresión de Andy cuando Sophia valoró que quisieran pedirle disculpas dejó claro que no pensaba que se tratase de eso en absoluto. Sin embargo aquella segunda idea sí le convenció más. Acto seguido, cuando ella empezó a buscar el vídeo en el disco duro, Andrea llevó la mirada a la pantalla, expectante.

- También lo estaba cuando me convirtió a mí. - Le dijo mientras ella ponía el vídeo. - Pero yo ya me lo esperaba, lo mío y lo tuyo. - Enunció, sin quitar los ojos del aparato. - Creo que te lo avisé en la nota, ¿no? - Preguntó, antes de coger el portátil y ponerlo sobre su regazo.

Los ojos de Andrea ante aquella imagen empezaron a abrirse más y más, y sus labios se apretaron al ver a su hermano así. Lo de ella era doloroso, pero aún no terminaba de identificarse con ese cuerpo. Sin embargo verle a él destrozado le hacía desear vengarse del español con sus propias manos. Reconoció la melodía que él cantaba, y sus puños empezaron a apretarse. Fue entonces cuando fue consciente de que Sophia había cogido su mano, y la apretó con suavidad, asegurándose de no hacerle daño. Una vez la cámara dejó de enfocar la situación Andy volvió al inicio del vídeo, dispuesta a verlo de nuevo. Se centró en su propio cuerpo calcinado, tratando de reconocer sus propias formas. El recuerdo del fuego, del calor quemando su piel y sus manos y ese enorme dolor provocaron un nudo en su garganta, pero ni así se sintió satisfecha. Una vez más rebobinó, dispuesta a verlo de nuevo. Y en esta ocasión no sólo se miró a sí misma o a su hermano, sino que buscó el rostro de Chechu entre las imágenes. El rostro de aquel culpable que le había arrebatado tanto, y que era la causa primera de todo lo que le había pasado. De que le robasen el alma. De que volviese a la vida hablando de aquella manera. De todo.

Una vez terminó, se encontró con que llevaba todo ese tiempo acariciando sin pensar la mano de Sophia, utilizándola como una piedra de toque. Su rostro se había endurecido, y sus pupilas contraídas dejaban al descubierto toda la fuerza de aquellos ojos azules.

- Gracias. - Le dijo, pausándolo. Y durante algunos segundos aún se quedó mirando la pantalla. - ¿Por qué crees que lo hizo? - Preguntó entonces, con la voz endurecida.

Durante todo el tiempo que Andrea ocupó en ver el vídeo una vez tras otra, Sophia había estado estudiando su rostro, analizando sus reacciones a todo lo que veía y sin soltar su mano. Contempló cómo cambiaba su expresión tras cada visionado y volvió a preguntarse varias veces si realmente enfrentarse a eso podía ser bueno para ella. 

Ante su pregunta, se quedó pensativa un instante y después negó con la cabeza. - No tengo ni idea. Sólo se me ocurre que él y su amigo estuvieran de acuerdo y Chechu estuviera ayudando a los asesinos a su manera, pero desde luego parece tener una extraña fijación por ti. 

Acarició con suavidad la mano de la chica sin apartar sus ojos de los de ella. - Pero él está muerto y nadie querría traerlo de vuelta. Y tú estás aquí sana y salva. Así que... Que se joda. - Dijo, entrecerrando la mirada. 

Los motivos que Sophia le dio no convencieron demasiado a Andy, aunque en su expresión estaba claro que había tomado la decisión de preguntárselo personalmente. Luego, sintiendo sus caricias y su mirada, esbozó una sonrisa.

- Bueno, en eso te equivocas. - Dijo con una sonrisa ladeada, peligrosa. - A mí me encantaría traerle de vuelta. - Aseguró. - Alucinarías con lo que se puede llegar a hacer con el poder de Katia. - Comentó, mirándola fijamente a los ojos. - Aún así, si realmente pudiera usarlo sobre alguien más, lo reservaría. - Dijo, recuperando una expresión más neutra. - Tu vida o la de Salvatore está antes que la venganza. - Le dijo, acercando su mano a sus labios para depositar un beso en su dorso.

- ¿Sabes una cosa? - Preguntó entonces. - Cuando estuve en el cubil aún estaban Mike y Erika. Resulta que él ni siquiera les había contado lo de la sala del té.

Sophia sonrió al sentir los labios de Andrea en la piel de sus dedos y negó con la cabeza. - Si consigues algo así, no lo guardes por mí. Sam y yo podemos protegernos por las noches, no era un farol. - Se encogió de hombros, mientras aprovechaba para estirar la mano y acariciar su mejilla. - No podrán hacerme daño. 

Escuchó después lo que Andrea le contaba sobre los asesinos. - Y luego se preguntarán por qué están muertos. - Dijo Sophia, poniendo los ojos en blanco. - Jessie ni siquiera sabe que Richard es el que está resucitando gente. Al parecer Sasha no les cuenta nada y ellos estaban convencidos de que era Katia. 

La expresión de Andrea se tornó dulce al escuchar cómo Sophia se negaba a su oferta, y más aún al sentir su caricia. Durante unos segundos la miró, valorando si decir lo que pasaba por su mente. No quería sembrar el miedo. Pero debía saber la verdad.

Y mientras pensaba en cómo presentársela, decidió responder a sus últimas palabras. - Jessie pensaba eso. A Mike y a Erika los convencí de que yendo a por ella se uniría a sus filas. - Explicó. - Ni siquiera tienen claras las cosas entre ellos. - Aseguró, antes de emitir un largo suspiro y volver al otro tema.

- Eso pensaban todas las parejas a las que viste cuando aquel indio se metió dentro de ti. - Le dijo con suavidad. - Y sin embargo están todos muertos. - Explicó, antes de negar con la cabeza. - Hay muchas formas de morir, Sophia. Ni sólo se puede morir de noche, ni podéis protegeros de todos los que matan entonces. Por ejemplo, no creo que nada os hubiera salvado del fuego. - Le dijo hablando despacio, antes de llevar las manos de ambas hacia su sien y acariciársela con el dorso de los dedos de ella.

- Si consiguiera algo así, lo guardaría. - Sentenció, dedicándole una sonrisa. - No es negociable. - Aseguró.

Sophia frunció el ceño levemente al escuchar las advertencias de Andrea. Ciertamente no se había planteado qué le había pasado a aquellas personas. Aunque al menos sí habían visto todos lo que había sucedido con el hombre joven y guapo y su pareja, o al menos habían tenido delante una recreación de aquello en uno de los rituales de vudú. - Oh... - Murmuró. - No había pensado en el fuego, la verdad. 

Se quedó pensativa entonces y su mirada se desvió sin querer hacia el libro. Si allí estaba todo lo que había pasado quizá hubiera información muy útil para esta ocasión. Había también algo a lo que había estado dándole vueltas, sin llegar a decirlo y se preguntaba si podría ser el momento adecuado. Finalmente, volvió a mirar a Andrea, ladeando la cabeza. 

- ¿Podría ver el libro de tu madre de nuevo? - Preguntó, sin poder evitar la curiosidad.

Al escuchar el murmullo de Sophia Andy puso una mano en su hombro con suavidad. No sólo era el fuego. También eran las balas, y tantas otras cosas. Pero eso no iba a decírselo. Lo importante era que ya había entendido de qué iba el asunto. - Eh. - Le dijo. - No va a pasarte nada. - Aseguró. - Sólo... No vayas por ahí como si fueras inmortal. - Le dijo, antes de dedicarle una sonrisa. - Por favor. - Le pidió.

Acto seguido, cuando ella pidió ver de nuevo el libro, Andrea valoró pros y contras. Pero era normal que Sophia sintiese curiosidad. Después de todo acababa de hablarle sobre las parejas que habían muerto la otra vez. Quizá quería saber cómo lo habían hecho.

- Claro. - Respondió, mientras se estiraba para cogerlo. Luego lo dejó sobre su regazo y se recostó hacia atrás, para no tener que mirar aquel tomo salido del infierno sin apartarse de ella. Sin embargo, en cuanto Sophia lo tomó, Andy sintió una pequeña punzada de culpa. - Sólo... - Empezó, dubitativa, esperando que la chica no se tomase aquello como una falta de confianza. - ¿Te importaría no grabarlo? - Preguntó, mirándola desde el suelo. - No es algo sólo mío, ¿sabes?

Sophia devolvió la sonrisa y asintió con la cabeza, contemplando a Andrea con ternura. - Haré todo lo posible. - Dijo, mientras ella sacaba el libro. Lo cogió con delicadeza y ante la petición de Andrea asintió de nuevo. - Claro. - Dijo, mientras llevaba los dedos a su broche y jugueteaba con él durante un instante. 

Lo abrió entonces, ojeándolo en busca del dibujo del hombre que conocía. Quería saber más sobre él. - ¿Sabes? - Preguntó mientras contemplaba su retrato. - Cuando encendí el incienso tuve más visiones de este tipo. Vivía en una gran mansión llena de mujeres. Pero él se escondía en un cuarto secreto... Debía ser un poco voyeur, porque creo que se dedicaba a espiar a las parejas como un pervertido. 

Dejó de hablar entonces, para leer lo que la madre de Andrea había escrito sobre él y sobre las parejas que había habido en aquel hotel. Perdió la noción del tiempo embebida en la lectura y cuando volvió a levantar la mirada, sentía el pecho sobrecogido. 

- Este libro es una pasada. - Dijo, francamente impresionada. - ¿Crees que a nosotros la gente nos creerá cuando salgamos? - Preguntó, pensando en su pobre madre, que no había tenido suficiente con vivir una locura como aquella sino que después había sido tratada como una demente. 

Entonces miró con seriedad a Andrea, mientras le tendía el libro de vuelta y finalmente añadió algo más, con voz insegura. - Tu madre... ¿Todavía tiene interés por hablar de todo aquello? ¿Crees que ella querría conceder alguna entrevista? Bueno, si a ti te parece bien también, claro. - Se apresuró a añadir. 

Cuando Andrea vio lo que Sophia hacía al pedirle que no grabase una pequeña sonrisa apareció en su rostro, mientras negaba con la cabeza, casi divertida. - Será puta. - Pensó, concediéndole un tanto al ser consciente de que aquello había estado todo el rato delante de sus narices.

Después de eso Andy observó a la chica mientras abría el libro y examinaba sus páginas. Con naturalidad se acercó un poco más a ella, quedando pegada a sus piernas. Una cosa era intentar no ser invasiva, y otra tener que estar a un kilómetro de distancia. Mientras Sophia hablaba Andrea asintió, sin que le costase demasiado recordar aquellos pasajes. - Mi madre tenía una compañera que era aún menor que Katia. - Explicó, llevando la mirada al techo y tratando de hablar de ello con un tono neutro. - Al parecer el hombre ese le explicó que podía ver a esas parejas a través de un espejo, o algo así. - Expuso. - Mi madre se pasó días muerta de miedo, pensando que la niña y el hombre se habían enamorado. - Dijo antes de emitir un suspiro. Cuanto más hablaba de ello más cosas le venían a la cabeza. Y todas ellas la hacían sentir en deuda con su madre. Impotente. Finalmente cerró los ojos, intentando centrarse en aquel aroma una vez más para sacar todas esas cosas de su cabeza. Así pasó un par de minutos, y notando que Sophia estaba más que entretenida simplemente estiró el brazo, para coger de su mochila papel y bolígrafo y empezar a escribir, aún tumbada.

Cuando ella volvió a hablar, definiendo el libro como una pasada, la mirada de Andy hizo evidente que ella no pensaba lo mismo. Probablemente lo haría, de no tratarse de su madre. Durante un instante miró a Sophia, sin llegar a decir nada, sin querer poner en voz alta que aquella falta de tacto había sido dura. - Nadie se creerá nada. - Dijo un poco más seca de lo habitual. - Yo no me lo he creído estos años, teniéndolo delante de las narices. Y sé que habéis venido a hacer un reportaje, y todo eso, pero tendríamos que pensar si queremos que se sepa. - Razonó. - Todos somos cómplices o culpables de asesinatos múltiples, y ningún juez se va a creer nada de fuerzas místicas o alucinaciones colectivas. - Expuso mientras se giraba, quedando de cara a ella de nuevo. Entonces tomó aire, llevándose la mano a la cara.

- Perdona. - Le dijo. - No quiero aguarte la fiesta. - Se disculpó, incorporándose un poco y guardándose aquella hoja de papel en el bolsillo. Entonces emitió un suspiro, antes de volver a inhalar con fuerza el aroma del incienso. - A mi madre le encantaría. - Concedió. Aunque aquello que proponía Sophia era demasiado grande como para tomar una decisión en el momento. - Pero tengo que pensarlo. No quiero que se ponga peor. - Afirmó, preocupada. Sin embargo no tardó en ceder de nuevo y, alzando una mano, volver a hablar. - En el hipotetiquísimo caso de que eso pasara, - Dijo, hablando con un tono que dejaba claro que ya estaba imaginando la situación. - tendríamos que poner una serie de normas. - Anunció. - Y que quede claro que, si hablo con ella para que lo haga, será sólo por ti. - Expuso, antes de hacer una pausa y mirarla a los ojos. - Espero que la sección en el programa merezca la pena. - Dijo al final con un suspiro, sintiendo que estaba cometiendo un terrible error por culpa de un par de ojos bonitos.

En cuanto Sophia vio la expresión de Andrea tras sus palabras, fue consciente de que había metido la pata. Sus mejillas se sonrojaron y bajó la mirada, arrepentida. A pesar de que luego la chica continuó hablando y la situación pareció suavizarse, Sophia no dejó de sentirse mal por haber hablado con demasiada ligereza de algo que evidentemente afectaba tanto a Andrea. 

- Lo siento. - Dijo cuando ella terminó de hablar. - De verdad. Sé que para ti es muy importante y no debí hablar así. - Buscó entonces su mirada. - Discúlpame, por favor. 

- No quiero que me respondas ahora, entiendo que tendrás que pensártelo, hablar con ella... Todo eso. - Se quedó pensativa un instante y finalmente sacó su libreta para cortar un pedazo de una hoja y anotar algo en él. Se lo tendió a Andrea, con una disculpa todavía colgada de su mirada. - Es mi teléfono. Si cuando estemos fuera te apetece, llámame. Así tampoco tendrás la presión del incienso para decidirlo. 

Después se quedó callada, pensando en posibles soluciones sobre qué decir y qué no a la policía. Le parecía que con echarle la culpa a los que habían muerto o quemarlo todo como habían hecho los otros sería suficiente, pero no quería echar más leña al fuego, así que no dijo nada más.

Al ver cómo Sophia empezaba a disculparse de aquella forma el corazón de Andrea dio un vuelco, sintiéndose mal por haber sido tan dura con ella. Inmediatamente se incorporó, sentándose frente a ella. Primero tomó el papel que le tendía, guardándolo, y luego extendió ambas manos en su dirección, tomando su rostro entre ellas.

- Eh, Sophia. - Le dijo, hablando en voz baja. - No pasa nada, no tienes que disculparte. - Susurró. - Perdóname tú a mí por no respirar antes de tomarme las cosas de una u otra manera. - Le pidió, acercándose un poco más para abrazarla. Y al sentir el tacto de su pelo, su aroma, la cercanía de su cuerpo... Todo el asunto del libro volvió a quedar en un segundo plano.

Un par de segundos más tarde se separó de ella, mirándola fijamente a los ojos con más tranquilidad. Era extraño sentir a alguien tan cercano conociéndose tan poco, y no podía evitar desear que aquella hubiera sido la primera riña de muchas.

- ¿Sabes que no necesitas una excusa como esa para darme tu teléfono, verdad? - Le preguntó, bromeando para intentar volver a suavizar el ambiente, antes de guiñarle un ojo con complicidad. Luego emitió un suspiro mientras recolocaba un poco su postura, poniéndose más cómoda.

- Mi madre está en Washinton. - Le informó. - En realidad yo soy de allí. Todo esto querré hablarlo con ella en persona, así que tardaré unos días antes de poder decirte algo. - Le explicó, antes de quedarse mirándola unos segundos, indecisa, y luego añadió algo más. - Aunque puedes venir directamente a conocerla si quieres. - Ofreció, sintiendo cómo sus propios latidos se hacían más fuertes ante la idea.

Tras el abrazo, Sophia bajó la mirada con timidez ante la broma de Andrea, mientras una risita suave y algo azorada abandonaba su garganta. Después empezó a asentir con la cabeza mientras la joven explicaba por qué tardaría unos días en responder, pero con su último ofrecimiento abrió los ojos, sorprendida. 

- Oh, eso sería genial. - Dijo, imaginando la situación. - Además, nunca he estado en América y... - Se quedó callada de repente al darse cuenta de algo y sus siguientes palabras fueron un tanteo. - ¿Pero... Iríamos los cuatro? - Preguntó, frunciendo ligeramente el ceño. 

Al ver los ojos de Sophia abrirse así Andy liberó una pequeña risa, espontánea y jovial. Sólo por eso había merecido la pena. Y ver cómo aceptaba de inmediato le sacó una sonrisa amplia y sincera. Sin embargo, su última pregunta hizo que se replantease un instante las cosas. Expuesta así, ni siquiera tenía muy claro qué era lo que ella prefería que respondiera. De modo que decidió optar por la sinceridad. Se encogió de hombros, relajada, antes de hablar.

- No lo sé. - Respondió, antes de hacer un gesto con la mano para quitarle importancia. - Ni siquiera lo he hablado con Salvatore, y quizá él no quiera participar. - Explicó. Realmente, si Salvatore no quisiera acompañarles, ir los tres sería una idea pésima. Casi tan mala como ir los cuatro, en realidad, pero eso no iba a decirlo. - Si a mí me dieras a escoger ahora te diría que sería algo nuestro, tuyo y mío, - Le dijo con una sonrisa ilusionada. - pero ya se verá. Es pronto para decidirlo sin saber qué va a pasar cuando el incienso se acabe, ¿no? - Le preguntó, sabiendo que estaría de acuerdo. En realidad Andy tenía más que claro lo que pasaría cuando todo terminase, pero ponerlo en voz alta sólo serviría para presionar a Sophia, y no estaba dispuesta a ello.

Sophia asintió a las últimas palabras de Andrea. - Sí, creo que eso será lo mejor. Cuando el incienso se termine y podamos volver a casa podremos hablarlo mejor. 

Entonces ladeó la cabeza con curiosidad por algo que había escuchado en la sala del té. - ¿Y nosotras no vamos a hacer un código para cuando el incienso se termine y no podamos volver a este lugar? - Preguntó, con una sonrisa en los labios. - Después de los últimos discursos de Goro cada vez me da más mala espina. ¿No podría encargarse Katia de él esta noche? 

Andy devolvió el primer asentimiento que Sophia hizo, conviniendo en que eso era lo mejor. Si por ella fuera habría comprado los billetes para las dos allí mismo de ser posible, e incluso se habría embarcado en el avión dejándolos a todos allí. Pero sabía que aquella no era la forma correcta de hacer las cosas.

Luego, cuando Sophia habló de hacer un código entre las dos, no pudo evitar devolverle la sonrisa. Aquello sería genial.

- Sí, me da mala espina. - Aseguró. - Pero para lo de Katia esperemos a ver qué pasa con las votaciones de hoy. Si tiene que encargarse ella de Abigael, creo que será prioritario. - Afirmó. - De todas formas, creo que al amanecer Goro tendrá una sorpresita independientemente de lo que hagamos. - Dejó caer luego, con una media sonrisa. - Y si no, tiempo al tiempo. - Concluyó, antes de recoger un poco las piernas, mientras seguía dándole vueltas al otro asunto.

- A ver, ese código... - Murmuró, dedicándole una mirada cómplice y valorando qué tipo de avisos podían hacerles falta. - Empecemos por algo sencillo e importante. - Enunció. - Si el incienso se acaba antes te avisaré de a por quién irá Katia en la salita del té, diciendo un nombre mientras doy unos golpecitos en la mesa. - Afirmó. - Tú puedes hacer lo mismo con a por quién irá Sam, si quieres.

Sophia asintió mientras se quedaba pensativa un instante. - Puede que Sam necesite matar a un inocente para limpiar su alma y que todo esto pueda terminar. En ese caso supongo que elegiríamos a Astrid, esa chica es totalmente prescindible y quizá hasta le hagamos un favor ahorrándole más sufrimiento... También habíamos pensado en Richard, para resucitarlo después y evitar así que su poder se pierda si lo matan. Se nos pasó Sasha por la mente, pero eso sería contraproducente por Kim. - Finalmente asintió de nuevo. - De acuerdo, golpecito en la mesa. - Repitó, devolviéndole a Andrea la sonrisa de complicidad. 

- Y también estaría bien tener un código por si faltase aún algún asesino, para poder decirnos de quién sospechamos o en quién pensaremos cuando el ritual de vudú llegue mañana, ¿no?

El ceño de Andy se frunció al escuchar hablar a Sophia. Lentamente negó con la cabeza, sin entender por qué pensaban eso.

- No, no. - La corrigió con voz suave, como quien habla a un niño. - No es así. - Luego extendió ambas manos hacia adelante, con las palmas hacia arriba.

- Esta era mi alma cuando Sam me la quitó. - Expuso, intentando que no se notase el rencor en su voz. - Si no me equivoco sólo la ha usado para acabar con Erika. - Dijo mientras cerraba un puño. - Así que esta debería ser su alma ahora. Ella no llegó al cubil porque su alma aún no es de asesino. O al menos no del todo. - Explicó, moviendo la mano libre. - Si lo hubiese hecho al revés y antes se hubiera encargado de otro, y luego hubiera usado mi último pedazo para acabar con Erika, - Razonó, antes de cerrar la otra mano. - su alma sería como la de ellos por completo, y habría ido al cubil donde estuvimos tú, yo y donde ahora está Katia. - Terminó de explicar, antes de apartar ambas manos y centrarse en los ojos de Sophia. - Si no está allí y Erika sí lo estaba, es que las cosas están bien con Sam. No creo que necesite limpiar nada. - Aclaró, tratando de animar a la chica al respecto.

- No creo que lleguemos al ritual de mañana. - Valoró, antes de que su ceño se frunciese de nuevo. - Aunque pensándolo bien tiene que quedar alguien además de Sam y Katia, porque sino ya habríamos salido de aquí. - Dijo con una pizca de incertidumbre. - No lo sé. De todas formas podemos usar el mismo código. Por el día será en vistas al ritual, por la noche en vistas a lo que hagan nuestras chicas. - Comentó con una pequeña sonrisa. Después de eso se quedó unos segundos mirando a la chica, sin comprender aún cómo algo tan sencillo como una barra de incienso podía ayudarla a perderse en sus ojos, en su pelo o en su aroma durante tanto tiempo.

- También necesitaremos otro código más. - Valoró. - Tú dices que cuando el incienso se acabe todo pasará. Yo creo que el que esté quemándose sólo sirve para que podamos entrar aquí, pero que esto que sentimos perdurará. - Expuso. - No me gustaría aclararte que tenía razón con Sam escuchando.

Sophia escuchó la explicación de Andrea sobre la que había sido su alma con el ceño levemente fruncido por la atención que prestaba y asintiendo de vez en cuando con la cabeza. 

- Vaya. Se lo explicaré a Sam, por si acaso ella no se había dado cuenta de que funcionaba así. Porque sí, ella tan sólo lo ha usado una vez, para tomar a Erika. 

Después sonrió y ladeó la cabeza ante sus últimas palabras. - De acuerdo. Pero debería ser algo más natural que hablar sobre el Danubio, eso era un canteo y Sam se daría cuenta. Quizá podría ser una simple mención a sentarnos juntos en el avión de vuelta o algo así. Algo que podamos decir con naturalidad. - Propuso, sin apartar la mirada de los ojos de Andrea.