Partida Rol por web

Aún no podía creerme la historia que me estaba contando Zoe. ¿Realmente mi hermano le había pedido salir? ¿Por qué? Quiero decir, Zoe era una persona genial, que había demostrado grandes capacidades mágicas, así como ser una increíble compañera, de hecho, podía llegar a extrañarme cómo no había más gente detrás de ella. Sin embargo, mi hermano era superficial y materialista, sin contar que era más bien egoísta, por lo que me preguntaba una y otra vez cómo era posible que James se hubiera fijado en ella cuando no tenía nada que le atrajera. Bueno, sí, Zoe era bonita, y aquello a mi hermano le gustaba, y supuse que ello era lo que le había motivado a pedirle que lo acompañara al baile, pero me escamaba que hubiera una razón oculta. Y me daba reparo que le pudiera hacer daño a Zoe. -Oye, Zoe- dije, tras escuchar su respuesta, a la que no pude evitar responder con un suspiro de alivio-, ten cuidado, ¿vale? Torcí el gesto, algo disgustada, y miré hacia las puertas dobles del Gran Comedor esperando que mi hermano entrara en cualquier momento, se acercara a Zoe y le exigiera la respuesta correcta. -Bueno, y... ¿Y qué le responderás?- pregunté, casi ansiosa. Mientras le preguntaba, miraba por encima de mi hombro por si el grupo de la Mesa de las águilas salía del Gran Comedor para hacer esa guerra de bolas de nieve.

Pues si vamos a hacer la guerra de bolas de nieve, vayamos ya antes de que se haga más tarde, que supongo que las chicas tendrán que arreglarse.

Zoe agita la cabeza de un lado a otro de manera nervios.

- No lo sé... No me lo hapedido nadie más, sabes? De hecho es la primera vez que me piden algo aí.Laprimera vez que no soy invisible... Y tu hermano es inteligente, popular y no se mete en líos. Me sorprende mucho que tan siquiera sepa de mi existencia, pero seguramente es porque ahora siempre voy contigo y estamos juntas en las pruebas... Toda lógica me dice que debería decirle que sí, pero yo no sé estar con chicos... Y no conozco a tu hermano... Necesito tu ayuda, London. - te mira suplicante, confusa, claramente sin saber qué hacer.

No me podía creer que mi hermano le hubiera pedido ir al baile a Zoe. Por un lado, me maravillaba, pues mi hermano solía ser una persona bastante retraída en cuanto a sus sentimientos, y no solía tener esos momentos de furor y efusividad, pero debía de reconocerle, por otro lado, que había sido valiente, y que tenía un coraje del que siempre había creído que carecía. Me había sorprendido, y me daba algo de rabia que los tuviera mejor puestos que yo.

—Guau, Zoe— dije, aún anonadada—. Es muy fuerte, es…— no sabía qué decirle sin que sonara malo, sin que pareciera que mi hermano, en el fondo, quería chulear de florero.

Sacudí la cabeza, sintiéndome mezquina y cruel, y miré a Zoe, sonriente, feliz por ella, y con ganas de que se lo pasara genial en el baile.

—Sí, mi hermano es… Bueno, él es así— me terminé de encoger de hombros, ensanchando la sonrisa, pensando cómo podía ser que mi hermano fuera tan popular cuando apenas se hacía notar, ni se metía en ningún problema. ¿Qué le había pasado? Bueno, en realidad, podía entenderlo: era su último año de estudios, y debía dar el paso definitivo para su carrera profesional. Pronto, comenzaría a ser como un doble de mi padre para convertirse en él algún día del futuro, por lo que se le habían acabado los momentos de diversión y desmadre. En el fondo, muy en el fondo, me daba lástima.

Pegué un respingo cuando me dijo que necesitaba mi ayuda. Iba un paso por detrás de Zoe, yo no tenía ni idea de chicos, y, además, casi había hecho lo mismo que ella: salir corriendo cuando un chico me había pedido salir.

Resoplé, haciendo que mi flequillo subiera y bajara, y miré a los demás Slytherins, por si me inspiraban.

—No sé, Zoe, sé tú misma— dije, simplemente—. Eres encantadora, lista, divertida, y muy buena compañera, leal, y amable. No sé, quien debería de tener ayuda es mi hermano, no tú— terminé riendo—. Dile que sí, a ver qué pasa. A lo mejor descubres una faceta de mi hermano que yo creía desconocida, o inexistente— bromeé, mirándola con las cejas alzadas, mientras reía. 

- Pues vayamos, Dean, Vayamos.- Digo limpiándome la boca con una servilleta y cogiendo por el brazo a mi amigo, saliendo del gran comedor.

Zoe agradece sinceramente tus palabras y se relaja un poco, sonriendo de manera tímida.

- Pues... te haré caso. Le diré que sí. - dice finalmente. después agita la cabeza y deja escapar el aire con un largo suspiro, relajándose. - Y tú? Con quién vas a ir? Tienes planes para hoy? Severus lleva dias enfurruñado, creo que tiene algo que ver con el... - hace un círculo con los dedos alrededor de su muñeca, como una pulsera o brazalete. - A lo mejor no funciona como esperaba.

Me sentía muy feliz por Zoe, aunque no dejaba de ser cautelosa. Era mi hermano de quien hablábamos, un pequeño genio del mal que estaba a un fallo en la clase de Pociones para convertirse en un villano del mundo mágico, por lo que tampoco quería que Zoe sufriera.

Sin embargo, estaba feliz y contenta por la nueva situación que se le había creado, por lo que yo no iba a ser quien le rompiera la burbuja de felicidad. No obstante, no pude resistirme, y le dije a Zoe:

—Si mi hermano te hace algo que te moleste, cualquier cosa— la miré con intensidad, sin poder evitar reflejar preocupación—, me lo dices. Cualquier cosa— recalqué.

Terminé suspirando, y pestañeé ante el cambio de tema de conversación. Miré a Zoe de hito en hito con la boca entreabierta, casi boqueando como un pez fuera del agua, y pestañeé varias veces, confusa, sin saber qué contestar.

—Oh, pues…— dije, rascándome la cabeza—. No… No creo que vaya, ¿sabes?— terminé por contestar—. No me van esas cosas, y demás— tosí de manera fingida, y bebí algo de zumo de naranja, algo nerviosa, casi vertiendo el zumo en la mesa cuando llené el vaso.

Me rasqué la nariz, y agradecí el nuevo cambio de tema. Escuché con atención, y ladeé la cabeza, tratando de localizar a Severus con la mirada.

—En serio, ¿está cabreado?— pregunté, encogiéndome de hombros—. Bueno, nosotras hicimos lo que pudimos. Si quería mejores resultados, que lo hubiera hecho él mismo— dije, no sin un deje de chulería en la voz.

Aunque, en el fondo, me pregunté qué era lo que le preocuparía a Snape. Sin embargo, aquel pensamiento se fue a un segundo plano en mi mente, y miré cómo dos alumnos se levantaban de la Mesa de las Águilas, y se iban hacia los terrenos.

—Oh, Zoe, van a hacer una batalla de bolas de nieve— le indiqué, sonriente—. ¿Vienes?

Me levanté de la Mesa de Slytherin como si tuviera un resorte en el trasero, y agité la mano.

—¡Eh!— grité, sonriente—. Voy con vosotros.

Miré a Zoe, por si quería venir también, y le hice un gesto con la cabeza, animándola.

—¡Guerra! ¡Guerra!— fui gritando, entusiasmada, siguiendo a la muchacha del pelo de fuego, Irina y a Dean.

El grupo dispuesto a pelear con bolas de nieve en lugar de varitas, sale del comedor. En él van Irazzi, Mia, Brad, Donnie*, Dean y London, además de Zoe (Slytherin de sexto además de compañera de London en los juegos), Inuix y Agnes (la sobrina de Irina y la prima de Diane) y dos amigos de estas.

El jardín está vacío y la nieve impoluta, blanca y con una buena capa de nieve fresca de esta noche.

“Ahí está Charlotte. Mi melena favorita...”, pensé cuando la vi aparecer. Ella estaba como siempre. Bueno, la verdad es que todo lo relacionado con ella estaba como siempre. Parecía que el tiempo se había ralentizado tanto a su alrededor que estaba congelado. London, Mia (con exhibición capilar incluída), Dean, Irina, y Brad (al que el intento de salir con London en el baile, con formas invasivas, resultó en fracaso), que yo supiera, iban a salir a participar en una guerra de bolas de nieve. Las peleas no eran lo mío, ficticias o reales, si no llevaban varitas de por medio. Y, además, tampoco iba a poder tomármelo en serio si salía (cosa que, por otra parte, tenía claro que no iba a hacer porque tampoco me habían invitado con ellos). No obstante, cuestiones del azar hicieron que cuando me levanté con la intención de acercarme a Charlotte, ellos también se levantaran. Me apresuré, para no causar un colapso en el pasillo entre mesas debido a la acumulación de gente, y al pasar por al lado de Brad le di una palmada conciliadora en el hombro, guiñándole el ojo. —Más suerte la próxima vez, prefecto —comenté con una sonrisa. Pasando cerca de London, le murmuré que me gustaría que, por lo menos, se pasara por la noche. Tras ello, y tomando un rumbo diferente a los compañeros que salían por la puerta del Gran Comedor en dirección al exterior, me encaminé a la mesa de Slytherin.

Una sensación curiosa recorría mi espina dorsal cada vez que pasaba por la mesa de Slytherin. Pensaba que el sombrero seleccionador se había equivocado en gran medida, puesto que sentía que la casa Slytherin me representaba bastante más que la Ravenclaw, no en sus valores sino en cómo estos se veían reflejados en cada uno de nosotros. La de veces que había pensado en eso al ir hacia esa mesa a hablar con Zane, Deborah o la misma Charlotte. —Buenos días, Charlotte. ¿Se te presenta una buena mañana? —le pregunté con una sincera sonrisa. Me senté a su lado, llevándome una fresa a la boca, de forma nada provocativa y sin hambre, por realizar una acción. —Es gracioso, antes me ponía nerviosa siempre ante este tipo de situaciones. Ahora... Ahora sé que no voy a hacer el ridículo. ¿Podemos hablar? —Pregunté, tratando de hacerle ver que quería estar con ella a solas.

Me dirigí junto con las demás, mirando a Zoe con diversión. No se me daba bien nada físico, y apenas tenía unos brazos dignos ni para tirar un balón, pero me encantaba la nieve, y podíamos divertirnos entre las Casas sin presiones, sin profesores, sin puntos, sin hechizos. Sólo risas, bolas, y una guerra contra todos.

Asentí ante las palabras de Aelia, y alcé un pulgar, confirmándolo. Sí, me pasaría por la fiesta, claro. Quizá, no fuera algo que me gustara, pero debía de ver las parejas que se formaban, sobre todo la de mi hermano y Zoe, por lo que no me lo pensaba perder.

—Sí, sí, nos vemos a la noche— dije, sonriente.

Cuando salimos al exterior, el aire helado me golpeó en la cara, haciéndome ensanchar la sonrisa, pestañeando.

—Frío— murmuré, ajustándome la bufanda al cuello, y subiéndome la cremallera de la chaqueta hasta arriba.

Me di cuenta tarde de que no traía guantes, pero me terminé encogiendo de hombros, mientras hacía una bola enorme con las manos, y la lengua entre los labios. Cuando consideré que la bola era lo suficientemente grande, alcé el brazo, tiré hacia atrás, y la lancé contra la espalda de Zoe, riendo, divertida. 

Charlotte levanta la vista ante la llegada de Aelia y sonríe con amabilidad.

- Algo ajetreada, pero bastante más libre que la noche. - contesta antes de darle un sorbo a su té, mientras Aelia toma asiento.

Sonríe ante las palabras de Aelia mientras da un bocado a una tostada con mermelada, con cuidado. Después detragar y limpiarse con un pañuelo, mira a Aelia. - Claro, no hay problema.

Las chicas y chicos que había cerca suyo se levantan, casualidad o no, y se alejan, dejándolas a solas.

- De qué quieres hablar?

Zoe deja escapar un grito y sale corriendo para buscar refugio tras un arbusto. Mientras tanto, Inuix, Agnes y sus amigos salen corriendo dando gritos de guerra y empiezan a hacer bolas y lanzarlas por todas partes.

Una vez estuvimos todos, pusimos rumbo al exterior para dar comienzo a la guerra de bolas de nieve. Al salir, troté un poco sobre la nieve blanca para calentar, me encantaba oír crujir la nieve bajo mis pies. 

- ¡Al ataque!-grité dirigiéndome detrás de uno de los árboles para pillar cobertura. Hice una bola de nieve con mis manos y se la lancé a Brad. En seguida me agacho y formo una bola de nieve más grande. 

Por "suerte" esquivo el bolazo de Mia...yéndome de boca al suelo. Puede que hubiese sido más digno recibir el bolazo. Pero se arrepentirá.

-Oh, pelirroja...morirás por esto...

O se arrepentiría si no fuese porque mi fiel Axel se me tira encima y me impide hacer una bola en condiciones.

Una mirada de incredulidad se apoderó de mí cuando al decir Charlotte que no había problema al hablar conmigo los chicos de su lado se levantaron y nos dejaron a solas. Sonreí en dirección de la melena de oro. —Qué suerte. Este poder, tan exclusivo, que posees sobre los demás... Definitivamente, tienes que enseñarme a realizar este tipo de magia —comenté, en alusión a lo que acababa de pasar—. En cualquier caso, venía para comentarte un par de cosas. Los ánimos... No los necesitas. Te conozco y nerviosa no estás, así que vayamos por faena, que tampoco te quiero molestar —sentí una punzada extraña en el cuello al decir esas cuatro últimas palabras. Si hubiera sido por mí, habría estado pegada a ella todo el día. Pero ya prácticamente me había hecho a aquella realidad. A la realidad de tenerla lejos. Metí la mano en uno de los bolsillos de mi túnica, y saqué el pergamino que había tenido dando vueltas por casi todos los profesores, a excepción (quizá) de Dumbledore y de algún otro. Esta vez se lo mostré a la chica, cerciorándome concienzudamente de que nadie cercano podía observarlo. —Llevo meses sin saber quién ha escrito esta carta. Se trata de la persona que acabó con la vida de mis padres. No sabría decirte si va a venir a por mí o si realmente se arrepiente. Es tan ambiguo, todo... —Para mí, no tenía ningún sentido mentirle a Charlotte. Sabía que ella conectaba con mucha gente importante en el mundo mágico, y ahora que Zane y Deborah no estaban no tenía a nadie más, a parte de Anne, a la que pudiera considerar amiga de verdad. Quizá a Le también la podía considerar amiga de verdad, pero era algo más complicado que eso. Además, ella no iba a poder entender cómo me sentía acerca de la carta, por mucho que lo intentara.

Charlotte se ríe, con esa voz angelicalque hace más de uno (y una) se derrita cómo un helado en verano.

- Pudiese o no enseñarte, no lo haría. Ni a ti ni a nadie. Es mi secreto. - dice con un guiño sobre su "poder". 

Te invita a sentarte a su lado y te escucha receptiva antes de estirar la mano y coger con delicadeza la carta. La mira durante unos sgundos antes de devolvértela. - Vino con lechuza? Supongo que ya probaste a enviar una respuesta con la lechuza que lo entregó. - afirma sin dudarlo, aunque si te pones a pensar... No, no lo hiciste. El shock no te había dejado pensar con claridad probablmenete. - Y cuánto hace que te llegó? Los hechizos rastreadores pierden efecto con el tiempo. Pero no estoy segura de si me estás pidiendo ayuda para encontrarle, o sólo quieres mi opinión.  O si me estás pidiendo ayuda para saber quién lo hizo, o porqué esta persona dice que fue su culpa.

Me mordí el labio, algo más insegura una vez su risa me había desarmado por completo. Sentía la energía fluir de ella hacia afuera, como si exudara una especie de radiación extraña. —Qué imbécil soy, Charlotte. La verdad es que no caí en ese momento. No recuerdo lo que sucedió en el momento en que llegó la carta con exactitud, pero sí debería haber intentado mandar a la lechuza de vuelta —añadí, sintiéndome súbitamente abatida. Llevaba todo el curso siendo una estúpida. A decir verdad, incluso desde antes de empezar el curso ya había sido una estúpida, al no tratar de saber quién mandó la carta en aquél momento—. Charlotte, llegó el primer día de curso, quizá con el ajetreo no me fijé en ello de forma más concienzuda. Pero sí, si no es mucho problema te estoy pidiendo ayuda para encontrar a esta persona. Al fin y al cabo él o ella me privó la infancia con mis padres y en un mundo mágico. ¿Me ayudarías? —pregunté, apretando su mano suavemente y dejándola ir al instante. Charlotte era uno más de esos imposibles que parecía perseguir.