Partida Rol por web

Horus - II

Convocatoria (Cap. I)

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13/01/2014, 00:11
Charlotte Dunne
Sólo para el director

Charlotte dio un bote cuando la mesa vibró inesperadamente. Buscó con la mirada la razón de aquel movimiento, esperando ver a algún lémur sobre ella rascándose insistentemente. Pero la mesa estaba igual de vacía que instantes antes y solo cuando vio brillar la pequeña luz en el comunicador se dio cuenta de lo que había sido.

Eso me pasa por no llevarlo puesto...me ahorraría estos sustos-habló para si misma mientras agarraba el aparatito y comprobaba con una rápida mirada que el bebé lémur del nido seguía durmiendo impasible.

Seguro que es dire! ¡Espero que me confirme mis vacaciones!

Pero el portatil mostraba la bandeja de entrada de su correo. Si hubiera respondido su jefe lo hubiera hecho por el mismo medio y, además, no la iba a dejar ir de vacaciones sin consultar con nadie.

Será Sean. Le encanta usar este aparatito... pensó justo cuando pulsó la pantalla para ver quien era el responsable de hacer que el comunicador reclamara su atención.

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13/01/2014, 00:28
Comunicador

El remitente del correo no era su jefe. Ni Sean. De hecho, no le sonaba de nada.

"Fadil Jannan", rezaba el nombre que centelleaba en su pantalla. No le sonaba de nada...? Si quería averiguarlo, sólo tendría que darle a abrir el correo...

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13/01/2014, 10:23
Oliver Booth

Cuando me habían preguntado cómo tenía pensado que fuese el video, lo cierto es que me había quedado en blanco, y no porque estuviera colocado sino porque no me había parado a pensar de qué manera iba a ocurrir. Me había encogido de hombros y luego me había reido para darle un tono misterioso al asunto, el que preguntaba se quedaba contento pero yo empezaba a estar angustiado.

" Mierda Oli, no has pensado nada aún ¿¡A qué esperas!? "

Pero supongo que no había de qué preocuparse, como los grandes genios de la historia recibiría la inspiración divina de algún modo inesperado, quizás en mitad de una fiesta o en alguna especie de sueño difícil de distinguir de la realidad, por mucho que los historiadores se esforzasen en encumbrar a los artistas del pasado la verdad es que la mayoría no eran más que unos colgados que dieron con el tema estrella en mitad de un cuelgue de éxtasis... y yo no era muy distinto...

***

Todo está oscuro, así es como va a empezar. Se escuchan unos pasos que se van acercando y el sonido del cable enchufándose al ampli, inconfundible. Sonido de baquetas y... uno, dos, tres... ¡Empieza la música! Me imagino un escenario al aire libre en mitad del desierto, quizás en mitad de una tormenta de arena, y yo le doy a la guitarra como si fuera la única forma de pararla...

Si... algo así es lo que vamos a hacer... el resto se lo dejo a Nat, pero la música tiene que ser la ostia. Puede que le haga algunos arreglos de última hora y sobre todo improvisaré lo que me vaya saliendo, ese es mi verdadero estilo... La cosa va a salir genial.

***

- ¡Me cagüen...! - di un respingo que me despertó de repente.- Pues si que me había quedado traspuesto...

Sentí un dolor en la espalda, no había sido buena idea dormirse abrazado a la taza del váter, pero supongo que tuve muchas opciones. Me limpié los restos de vómito aún reciente y me lavé un poco. Al mirarme al espejo recordé al instante todo lo que había visto y oído en aquel pequeño pero intenso viaje.

- ¡Va a ser la ostia, tío! - dije, sonriendo al tipo que aparecía en el espejo.

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13/01/2014, 10:42
Comunicador

El respingo se repitió, y el tipo del espejo dio un saltito, pillado por sorpresa.

Pero, después de todo, sólo era el comunicador, con el zumbido característico avisando de un correo entrante.

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13/01/2014, 11:34
Mike Yaddow

Habían pasado unas cuantas semanas sin grandes novedades. Al final el viaje a Nueva York no aportó nada más que un poco de turismo y conocer una ciudad diferente. Mike seguía inseguro sobre si aceptar o no la oferta de trabajo de Samantha y decidió no ir a la reunión con su jefe. Como castigo fue condenado a ir de compras con Melyssa mientras Sam atendía sus asuntos profesionales. Tampoco intentaron reunirse con ninguno de los hijos de los amigos de sus padres ya que el email y el grupo de Facebook que habían hecho no había levantado el más mínimo interés, lo que causó una tremenda desilusión en Melyssa, que afortunadamente había estado demasiado liada con la mudanza y los arreglos de todo lo necesario en su nuevo trabajo. Había vuelto a la casa familiar y ahora todos vivían de nuevo bajo el mismo techo, al menos de momento.
El nuevo comienzo estaba matando a su hermana, gente que conocer, cosas que organizar desde cero, un nuevo jefe, un nuevo laboratorio que ordenar... En un par de semanas había trabajado mucho más que cualquiera pero para ella nunca era suficiente y le faltaban las horas para hacer todo lo que tenía planeado. Mike tampoco estaba en su mejor momento, su trabajo estaba empezando a resultarle monótono y seguía pesándole la decisión que debía tomar sobre el ofrecimiento de Sam, la vida adulta y las responsabilidades parecían tenerlo agotado.
Al llegar a casa saludó a sus padres y se dejó caer en el sofá mientras cambiaba de un canal a otro intentando encontrar algo que llamara su atención. Melyssa entró poco después y Mike la miró extrañado, no solía llegar tan temprano, aunque quizá su jefe había cumplido finalmente la amenaza de mandarla para casa a la misma hora que el resto.

-¿Que haces aquí hermanita? ¿En el trabajo ya no te soportan más? Parecía cansada como Mike y seguramente lo estaba más que él aunque ella probablemente no era consciente. Solo pensaba en todo lo que "tenía" que hacer. Siéntate aquí. Dijo colocándose para dejar un sitio a su lado mientras daba palmadas al cojín que había quedado libre. Ya que has venido temprano aprovecharemos para distraerte antes que decidas mudarte al laboratorio y volver solo los fines de semana. Nos tienes preocupados ¿sabes? Siguió cambiando canales hasta que se paró en uno de viajes que le resultó llamativo. Ahora mismo cogería la maleta y me daría unas buenas vacaciones. Aquella era una buena idea y a su hermana también le hacía falta despejarse un poco. Se volvió hacia ella y con la cara de haber tenido una buena idea que ella tan bien conocía, aunque no siempre las buenas ideas de Mike lo eran para su hermana. ¡Unas vacaciones! Dijo señalando a la televisión. ¡Eso es lo que necesitamos! Quizás hacer ese viaje pendiente a Las Vegas, una semana allí y volveremos como nuevos. Ooooo... podemos ir a ese sitio que os gustaba... ¿Barcelono? ¿Como se llamaba? ¿Barsa? No, eso es el equipo de fútbol... Claro que eso está muy lejos, al menos deberíamos irnos un par de semanas allí. Estoy deseando conocer a las mujeres españolas, ya ves como son las latinas, y todas han salido de allí... Claro que de aquello hacían muchos siglos y el mundo había cambiado mucho. Podría ser interesante, puedo informarme que es lo que se puede hacer allí, seguro que habrá algo que ver o con que entretenerse. ¿Crees que Sam podrá venir?

No la había visto mucho en aquel tiempo y Mike no se había quedado muy a gusto tras las últimas veces que habían estado juntos. El asunto de la propuesta de trabajo y las continuas largas de Mike para aceptar la oferta, junto a todo aquel lío de la sexualidad de Samantha habían enfriado un tanto la relación. La última vez que había intentado hablar con ella solo había conseguido que su amiga cambiara de tema y para colmo después habían estado atosigándola Melyssa y sus amigas. Mike había llegado a la conclusión que a Sam le gustaban también las chicas, o quizá que solo le gustaban las chicas, pero no se atrevía a confesarlo a nadie, o al menos no a Mike.

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13/01/2014, 12:55
Oliver Booth

" Vaya... que oportuno... ¿Será Dios? "

No pude evitar reirme de aquella tontería antes de comprobar la naturaleza del mensaje que me acababan de mandar. Pensé que seguramente sería Nat o quizás Will que quería concretar algún asunto del viaje.
 

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13/01/2014, 13:36
Comunicador

No. No era Nat, ni Will tampoco. Y supuso que, con nombre y apellido, no era Dios, o era un Dios muy mundano. En realidad, aquel nombre no le sonaba de nada. Bueno, sí, a árabe. Pero nada más. "Fadil Jannan", ése era el nombre que centelleaba en la pantalla, junto al enlace para leer el correo.

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13/01/2014, 15:45
Oliver Booth

No tenía ni la menor idea de quién era el tal Fadil pero tampoco tenía nada mejor que hacer que leer aquel misterioso mensaje, de modo que me puse a ello para matar la curiosidad. Lo peor que podía pasar es que se tratara de algún estúpido correo basura sobre alargamiento de pene o algo parecido, resultaba sorprendente que con todo lo que había avanzado la tecnología aquel tipo de cosas siguiera existiendo, pero había quién se afanaba en burlar los filtros antispam de los servidores de correo... Supongo que es otra manera de progreso...

" Veamos que nos cuentas, Fadil Jannan... "

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13/01/2014, 17:46
Nathan Morrison
Sólo para el director

Los días habían transcurrido como envueltos en una especie de ensoñación. Mientras que Oliver resurgía de las cenizas de su propia autodestrucción con un fulgor y una energía que probablemente nadie excepto el propio Nat sabía de su existencia, el joven bailarín no se podía hacer a la idea de que aquel manto de edificios forjados en el calor de la industria y el prograse de la ciudad de las ciudades pronto se iba a ver sustituido por el raso estrellado y las blancas arenas de un desierto sin fin. Jamás había estado tan lejos de casa. Ni siquiera cuando se mudó de Canadá a Nueva York sintió tamaño desamparo.

Había decidido enclaustrarse en una sala de ensayos alquilada para practicar algunos movimientos y, bueno, esquematizar lo que vendría siendo una historia que había escuchado mil veces y que ahora, tantos años después, se veía en el brete de tener que ser él es storyteller que, sin palabras, volviese a recrearla una y otra vez. 

La presencia de la diosa... los humanos escogidos... el bien y el mal en una eterna lucha... a brazo partido... en una danza cíclica que gira y gira y gira para no moverse jamás. Cuya victoria es el mismo equilibrio... la pervivencia del combate que asegura un estadío de fuerzas contrapuestas perfectamente sincrónicas. Cósmicamente sincrónicas.

No eran conceptos claros con los que trabajar. Pero poco a poco iba encontrando un camino. NO con la seguridad aplastante con la que Oli imprimía cada una de sus líneas discursivas, de sus acordes imposibles y sus armonías disonantes perfectamente ensambladas, pero sí con cierta determinación de que podría llegar a hacer un buen trabajo. Algo digno. Algo por lo que merecía la pena trabajar y trabajar hasta la exteuación pues, si bien a diferencia de su amigo, Nat no era ninguna estrella en ciernes, su capacidad de trabajo le convertían en alguien con mucha más solvencia de la que él mismo estaría dispuesto a concederse.

La reunión fue bien. En cierto modo excesivamente bien y la ruta estaba marcada. Él no contaba con un cuerpo de baile que pudiera hacerle la corte y, aunque en un momento dado quizá optase por solicitar la colaboración de algunas bailarinas orientales ya situados en Egipto, por el momento todo estaba más orientado a un objetivo más contemporáneo y conceptual y, de este modo, definido como el trabajo propio de quien monta una performance... una especie de vídeo musical en directo más que un ballet completo propiamente dicho.

Sin embargo, y a pesar de que tras la reunión ya no se podía hacer mucho más, la mente de Nathan no descansaba. Mientras paseaba por Central Park y disfrutaba de un espléndido día de cielo azul y picnics sobre la hierba su mente veía o creía ver inspiración en todo lo que le rodeaba. ¿Acaso no había estado muy acertado conceptualizando lo grandioso que resultaba el bien y el mal enfrentados? A su alrededor podía verse el bien en estado puro... el sol, los niños jugando, parejas abrazadas mientras contemplaban las nubes y, en cambio, Nathan consideró que apenas sabía nada sobre el mal. ¿Por dónde empezar?

Nat accionó el comunicador y comenzó a redactar un mensaje directo al terminal de su amigo Oli.

Oliver, quiero pegarme una fiesta como nunca. Tenemos que hacer una despedida y quemar esta ciudad. Cocaína y alcohol a raudales, putas... y putos. Va a ser la lech...

Nathan torció el gesto y antes de terminar de escribirlo lo borró por completo. Realmente no pensaba que aquello le fuese a poner en contacto con su parte más oscura y, en realidad, pagar por sexo junto a Oliver le parecía lo más triste que pudiese llegar a suceder.

En lugar de eso marcó el teléfono de casa. No de su piso en Nueva York... sino de la casa de sus padres en Edmonton. No les había dicho nada de Egipto ni de lo que había hecho que su vida diese un giro de 180 grados y, en realidad no sabía muy bien qué iba a suponer esto para ellos. Quizá su padre le confesase por fin que toda aquella historia no era más que eso... una leyenda... magia para hacerme dormir. Para hacerme soñar.

- Papá... soy Nathan. ¿Cómo estáis?

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13/01/2014, 20:30
Fadil Jannan

El suave percutir de la puerta despejó la mente de Fadil de siniestras cavilaciones. Zahira, como era su costumbre, entró de inmediato, sin esperar respuesta. Los golpecitos eran un mero anuncio de su presencia, un diminuto desvío de la eficiencia que, en consideración a Fadil, se permitía.

—¿Cien? —preguntó él, sonriente—. En absoluto, solamente ocho. No puedes, ni quieres imaginarte la cara que tendría si hubieran sido un centenar.

Y breve fue, en efecto. La mujer había entrado al despacho remando en su piragua sobre los salvajes rápidos de una verdadera riada de inanes tareas que él, en su condición de director del hotel, debía llevar a cabo. Fadil cerró los ojos y se amarró firmemente a los brazos de su silla, imaginando que el agua lo azotaba y tiraba de él.

Pero eso era justamente lo que necesitaba, y de algún modo, se dio cuenta en el mismo momento en que habló con ella por teléfono. Alguien que tirara de él cuando se salía del camino, y le empujara cuando se detenía a observar el paisaje demasiado tiempo.

—Te aconsejaría que me enviaras todas esas… cosas por email —dijo, burlón—, pero eso me libraría de tu encantadora presencia, así que prefiero no aconsejártelo. Y además, probablemente las enviaría a la bandeja de spam.

Cogió los documentos que Tahira le tendía y los repasó superficialmente. Nombres que le sonaban y le gustaban bien poco, platos que no era capaz de identificar por el nombre, y...

—¿No podemos obviar lo del grupo? —comentó—. Todos los grupos de moda son terribles.

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13/01/2014, 22:53
Charlotte Dunne
Sólo para el director

Charlotte leyó aquel nombre completamente desconocido para ella. Lo único que intuía es que era un nombre árabe, no había que ser demasiado inteligente para deducir otra cosa, pero no conocía a nadie con aquel nombre.

Tal vez un amigo de Omar... Pero no recuerdo a ninguno con ese nombre... No se le habrá ocurrido concertarme una cita a ciegas con nadie ¿verdad? O tambien puede ser un virus, aunque no debería...

Jugueteó con el comunicador en sus manos pensándose si leer el mensaje o no, aunque...

Va dirigido a mi...

Pulsó en la pantalla para leer el mensaje sin darle más vueltas al asunto. Solo así conseguiría saber si se habían equivocado, era un virus o tenía una cita con un chico que, como mínimo, estaría a miles de kilómetros de distancia.

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14/01/2014, 03:11
Estel Highwater
Sólo para el director

 

Llevaba ya un largo rato en la misma posición, estirada y descalza en un sofá viejo como el recuerdo, cuando se dio cuenta de las puntadas en el hombro. Estel abandonó el libro apoyado en su abdomen y miró por la ventana, a través de los cristales que se abrían hacia el cielo de Londres. Apenas se veían nubes, o apenas se las reconocía en el gris que era la insignia habitual de la ciudad, pero Londres ya no podía engañarla. Llovería. Y llovería pronto.

Estel se sonrió a sí misma, con sarcasmo, y una mezcla de afecto y tristeza. No, pensó  distraída, mientras sus ojos usualmente azules se volvían del más profundo gris. No soy heredera de mamá, ni por asomo. Papá sólo quiere animarme, lo mismo lo quiso Xabier. La primera vez que había predicho la lluvia, y había llovido como tres infiernos, su padre se había reído y le había susurrado, cómplice al oído, que aquello era evidentemente el don Roget corriendo por tus venas. Y Xabier le había dicho, asegurándose de ser bien oído, que no jodas, así que la locura es evidentemente hereditaria. Ninguna de las cosas había divertido a su madre, que se había encargado de ellos.

Tal como se había encargado de ella, todos esos meses. Los dos, en realidad, como no podía ser de otra forma. Estel desvió la mirada al comunicador, que descansaba sobre la mesita a un brazo de distancia del sofá. Ahora callaba, la pantalla en un negro profundo, pero hacía rato que había hablado con ellos. Le dolía percibir la preocupación en el amor de su padre, y adivinar la perspicacia en los ojos de su madre. Le dolía haberlos hecho pasar por todo lo que habían pasado, desde enterarse y estar a un mundo de distancia, desde padecer por el dolor que ella misma padecía. Y le avergonzaba, algo que no había confesado a nadie, no haber encontrado ningún reproche ni reclamo de su parte, sobre todo de su madre. Los había herido y lo sabía, había abierto en ellos un peor dolor que una muerte propia, algo que ambos conocían bien.

Pero el reproche no había llegado, ni al principio, ni en el medio, ni ahora. Ni siquiera hacía un rato, en esa conversación de a tres que había triangulado a tres partes diferentes del mundo. Al contrario, el orgullo en los ojos de su padre parecía más radiante que nunca, si cabía que su mirada arrojase más fuego de la que ya lo hacía. Y el de su madre, manifestado en aquellos pequeños detalles y símbolos  tan tuyos, era más sólido de lo que podría haberlo sido nunca. Aquello era lo más terrible. Sabía que no lo merecía, pero allí estaba. ¿Cómo podía ser? ¿Cómo no podía sentir vergüenza?

Sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas, lágrimas que habían permanecido meses reprimidas y ocultas, y que emergían a cuentagotas. Lágrimas que eran emoción y angustia, dolor y risa, silencio, recuerdo, pesadilla. El cansancio la golpeó de lleno y le obligó a dejar la taza, sobre el suelo, para evitar que se cayera cuando se le aflojase el cuerpo. Aquello no tardó en llegar, y Estel se dejó fluir sin barreras entre el hormigueo de sus dedos y el leve temblor de sus rodillas. Había habido algunos días, hacía meses, donde se sentía tan débil que no podía levantarse de la cama. La resaca de aquellos días aún quedaba, y quedaría, hasta que se transformase en un mero mal recuerdo. Si es que alguna vez lo hacía, en realidad.

¿Acaso habría modo de que aquello se transformase, simplemente, en un mal recuerdo? No aquella vorágine, no lo que le había sucedido a ella, sino lo que había experimentado, lo que había visto. Estel permaneció quieta un largo momento, y negó lentamente para sí misma. No, no lo haría. Sabía que no lo haría, lo había descubierto en Madagascar, tal como tampoco lo hizo lo sucedido en Egipto para su madre. Siempre la había entendido, de aquel modo empático y profundo como comprendía muchas cosas, pero ahora la entendía más que nunca. La herida del hombro había cerrado, pero las cicatrices de todo lo demás habían quedado allí, en el interior, bien nítidas, en marcas asimétricas y aleatorias.

Como las que habían quedado en los ojos de Omar, bajo todas las capas de humor, palabras, atrevimiento y sorna que ponía como escudo entre él y la vida. Unas que habían sido suturadas por un médico de manos extraordinarias, con aguja de amor e hilos de piel. La sonrisa acudió a Estel tan rápida que casi no la sintió. Amaba que Omar lo hubiera encontrado, amaba la felicidad y la emoción que había traído a su vida y el norte que había dado a sus sueños, contra todas las dificultades y aún yendo paso a paso. Por eso había besado sus manos y sus mejillas al despedirlo mientras tomaba su vuelo al este, y le había deslizado con travesura el preservativo en el bolsillo. Para protección, le había dicho ella con inocencia, frente a la ceja arqueada de él. Dios te aguanta si llevas a volver embarazado.

La expresión de Omar aún le hacía reír, y la risa rompió con el momento, con furia. Estel se incorporó, sentándose sobre el sofá, y se estiró para aguantar los espasmos que la sacudían por la gracia. Lo echaba de menos, como siempre. Y también echaba de menos a Charlotte, a quien había dejado sola en Madagascar tras aquellos días locos donde habían perdido la noción del tiempo, la dignidad y otros sustantivos importantes. Se había quedado unos días más a acompañarla porque sabía, aunque ella nunca lo dijera, que Lottie se encontraba muy sola y que, aunque jamás se quejase, la soledad le hacía mucho daño. Pero aquellos también habían terminado, y en cierto punto a Estel le había aliviado. Necesitaba soledad para seguir rearmándose, soledad para digerir. Soledad para pensar.

Cerró el libro, aquella edición antigua que había robado a su madre con total impunidad, y lo abandonó para coger la taza. Sorbió despacio de su té mientras se ponía de pie y se acercaba, descalza, a la ventana. Había ansiedad en sus venas, aquella sensación de inevitabilidad que da el saberse impotente mientras la rueda del tiempo, el destino y la catástrofe sigue girando. La guerra continuaba allí, las guerras, el dolor, el silencio y la represión, y Estel sintió aquel pinchazo de culpa por no estar haciendo nada, por no ir a hacer nada durante semanas, aún cuando sabía perfectamente que ellos en realidad poco hacían, que su injerencia en el conflicto en todo caso era otra. Pero la sensación allí estaba, incólume, ardiendo. Permaneció, volátil, todo lo que duró el té en desaparecer de la taza.

Podía hacer muchas cosas, en realidad, mientras esperaba. Algunas relacionadas, otras no tanto, otras ni siquiera con la fotografía. Podía aceptar ser chupada por antiguos profesores de su carrera para la universidad y volver a hacer algo con su verdadera profesión, con los códigos, los mensajes y los símbolos. Podía viajar. Podía…

Estel giró, sorprendida, para mirar a la puerta antes que se escuchase el picaporte. Había escuchado, percibido, intuido los pasos que se habían plantado allí afuera y que estaban a punto de entrar. No lo esperaba, o no recordaba que le tocaba llegar, pero aquello no importaba. ¿Por qué habría de hacerlo?

Dejó la taza vacía, encima de un sobre que extrañamente había llegado hacía dos días dirigido hacia ambos, y sonrió.

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14/01/2014, 04:52
Estel Highwater

La puerta del pequeño apartamento se abrió, y una mirada repentina los develó a ambos, Omar de pie en la puerta, Estel de pie junto a la ventana del salón, opuesta al mural. Había sorpresa en los ojos de ella, como si no lo esperase. Una sorpresa de la que no participaba su sonrisa, y de la que en un instante dejó de participar todo su rostro.

Estel apoyó la taza en el mueble a su lado, encima de un sobre de papel de apariencia costosa, y dio un paso en dirección a la puerta.

Bienvenido de nuevo a Londres, cuerpo de Omar - saludó, en una pequeña burla privada, con una sonrisa de oreja a oreja.

Al segundo paso, sin embargo, movió la cabeza y miró al cielorraso.

Oh, bien. A la mierda.

Sus pies descalzos corrieron con agilidad hacia la puerta, y Estel saltó riendo hacia Omar, besándole una mejilla y hundiéndose en un abrazo profundo que los unía por entero... y que seguramente los uniría también con el suelo, estrepitosamente, tras un segundo o dos.

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14/01/2014, 11:45
Leo Morrison

La pantalla del comunicador se había iluminado con la sonrisa y la expresión aún tan jovial de su padre, a pesar de las arrugas, las canas y los años. Nathan le miró y no pudo evitar sonreír a su vez, sintiendo la cálida oleada de cariño que le llegaba de tantos kilómetros de distancia, siempre era así, pasara el tiempo que pasara entre conversación y conversación.

-¡Nat, pequeño granuja, qué caro eres de ver! ¿Que cómo estamos? ¡Pues bien! ¿Y tú...? ¿Cómo os va a ti y al loco de Oli en esa ciudad de lo quiero para ayer...? Dioses, te echamos de menos, mucho. Tu madre no para de decirlo, y de preguntar, parece que cree que a mí me cuentas cosas que no se las cuentas a ella, ¡jajaja!

Mientras Leonard hablaba, en un ángulo de la pantalla apareció el icono de un sobre diminuto, mientras el comunicador zumbaba con el tono característico de correo nuevo entrante.

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14/01/2014, 12:50
Zahira

La mujer se rió, y le guiñó un ojo mientras se recolocaba sus gafas por enésima vez, un gesto completamente inconsciente e innecesario, pero que la hacía sumamente atractiva en ese aire un poco despistado.

Las gafas, desde luego, no dejaban de ser un anacronismo buscado, una especie de escudo tras el que Tahira se parapetaba cuando quería. La cirugía habría obviado tener que llevarlas, a un mínimo trastorno y total seguridad. Pero nunca quiso claudicar, y las llevaba como parte fundamental de su atuendo, a centenares, siempre distintas y acordes con él.

-Así que quieres comunicarte conmigo por email... menudo pillo está usted hecho, señor jefe. ¿A quién querría ver en vez de a mi...? -El tono era de fingida ofensa, y rápidamente volvió a reír. -Mi encantadora presencia, ¿eh? ¡Vaya!.- Sacudió la cabeza, y la ladeó, sacándose las gafas y mordiendo una de las patas. -¡Hum!

Se sentó en el borde de la mesa, sin provocación, con toda naturalidad.

-Lo del grupo de moda de Stevenson, bueno, ya le conoces. Ahora sólo despuntan, parece ser, pero a la que él les lance... van a ser imparables. No les he oído, la verdad, se trata de... "Bizarre Outsider..." -Murmuró consultando su agenda.- La discográfica de Will, Transgression, va a publicar un disco del que quiere que el videoclip se ruede aquí, como te decía. Por lo que me han dicho es acerca de lo de la Mastaba esa que descubrieron los Al Hassim, la familia antiguamente propietaria del SandCastle, y que se derrumbó, o algo así. ¿Te suena...?

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14/01/2014, 13:01
Nathan Morrison
Sólo para el director

Nathan decidió ignorar el mensaje. Al fin y al cabo su vida se había convertido en eso... en una vorágine de reuniones, trabajo, ideas, planes, proyectos y prisas que acomodaban mucho con el concepto de "lo quiero para ayer" que su padre mencionaba. Y si había llamado a casa era precisamente porque necesitaba parar y reflexionar. Mirarse en el espejo de su pasado para poder vislumbrar el de su futuro o, por lo menos, enfrentarse al gran reto que suponía su viaje a Egipto con fuerza y consistencia.

Las luces de la ciudad, el ruido del tráfico y la gente corriendo de un lado para otro, como ratas en un laboratorio de más de seis millones de sujetos contrastaba con el ruido sordo y dulce de la nieve caer sobre las copas de los gigantescos árboles que poblaban el gran norte blanco del que procedía. SU calma y placidez se habían imprimido en el carácter de Nat pero cuanto más tiempo pasaba sin visitar a sus padres... sin saber de ellos... más sentía que se volvía un poco más neoyorquino. Por eso había llamado a sus padres... a su casa... a su blanco refugio... frío y cálido a la vez.

- Bueno... la verdad es que si tengo noticias. Pero no es que te las quiera contar a ti en primicia es que... - Nathan acometió el tema con sumo pudor. La conversación en la que un adolescente confiesa su homosexualidad a sus padres no le había supuesto ningún problema en comparación con una noticia que trascendía todos los límites humanos y cuasi divinos. - En un par de semanas... me marcho... a Egipto.

Los ojos del muchacho buscaron los de su padre. La mirada del progenitor seguía siendo encantadora y amable... joven, como congelada en un manto de hielo polar pero tremendamente viva. Los ojos del niño buscaban los del padre. Anhelaban no tener que dar más explicaciones pero sabía que era un deseo absurdo y fútil.

- Ha contactado con Oli y conmigo William Stevenson... es un magnate que tiene varias multinacionales entre las que se encuentran cadenas hoteleras de lujo que ubica resorts en edificios emblemáticos restaurados a lo largo y ancho del mundo. Va a abrir uno en Egipto y quería... no sé como decirlo... "tematizarlo" con la historia de la Mastaba. De tu Mastaba, papá. Escuchó el disco de Oli y le encantó el concepto para hacer un gran espectáculo de inauguración. Él está creando una nueva pieza musical y yo me encargo de la parte visual... coreografía... luces... efectos... Nos paga realmente bien... y, aunque he tenido que dejar la beca en el American Ballet creo que es una oportunidad muy importante en mi carrera. Sobretodo tratándose de lo que se trata... de tu historia... de lo que viviste en Egipto años atrás, papá. Por que... tú... la historia que me contaste... fue real... ¿no?

La pregunta fue acompañada con un tono de vergüenza absoluta. Dudar de la aventura que su padre había narrado miles de veces era dudar de su padre mismo y eso era algo que Nathan no podía soportar.

- No me malinterpretes... - interrumpió antes de que su progenitor pudiese comenzar a responder. - No es que no crea en ti... en tu historia. Es que no sé realmente cuanto de cierto hay en ella. En qué puedo confiar y qué es mera invención. Dónde acaba la... leyenda... la imaginación...

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14/01/2014, 19:34
Melyssa Yaddow

El tiempo para Melyssa pasó demasiado rápido. Después de la juerga de bienvenida, tuvo que volver a su vida cotidiana. Esta vez iba a sufrir algún cambio, ya que, cambiaba de trabajo y eso implicaba cambiar de ciudad, de piso y de muchísimas más cosas, todas extremadamente complicadas para la señorita Perfección.

La mudanza y la adaptación al nuevo puesto de trabajo le costó más de lo que se imaginaba y ella siempre se imaginaba lo peor. Para empezar tuvo que volver a Las Vegas, recoger y empaquetar sus cosas, y no eran pocas, y trasladar todos los chismes a la casa de mamá y papá. Todos no, solo una parte de su ropa, el resto no había manera que entrara, así que se adueñó del garaje y de lo que quedaba vacío en el trastero, hasta que ella iba a poder comprarse un piso nuevo.

En el trabajo las cosas tampoco eran fáciles... O puede que sí para aquellos que se conforman con decir su nombre y sentarse en una silla. La buena de Mel, no. Ella tenía que averiguar el nombre y especialidad de cada uno, supervisar las técnicas que usan en cada proceso y comprobarla por sí misma.

Entre trabajo por las mañanas hasta casi media tarde, el traslado de las cosas y la búsqueda de piso, ahora mismo lo que más deseaba eran unas vacaciones.

- Hola, familia. Saludó con voz apagada y se fue directo al sofá para hacer justo lo mismo que hizo su hermano unos momentos antes. Apoyó la cabeza sobre el hombro de Mike y suspiró prolongadamente. He acabado, le respondió, por fin tengo todo controlado en el nuevo laboratorio. Tengo que reconocer, es un equipo excelente. Hasta ahora no veo ninguna diferencia con mí otro equipo. El tiempo lo dirá. Miró a Mike y sonrió. No puedo mudarme ahí, tampoco caben mis cosas. Le hizo gracia su propia broma, pero más la que acababa de hacer su hermano. ¿Vacaciones? Jajaja. ¡Vacaciones! Dijo al final como una sentencia. Espera un momento, ¿hablas en serio? Pues, no te creas que es tan mala idea. En realidad nunca tomé esos días libres que me correspondían, porque me aceptaron en el nuevo trabajo y ya sabéis todos que pasó después. Así que sí, vámonos de vacaciones. ¿Dónde? Ni idea... que lo decida Sam. Eso responde a tu pregunta, claro que podrá venir, no va a elegir un lugar y luego no ir. ¿Por dónde anda la rubia? No sé si la he visto estos días, llevo un ritmo algo loco, incluso para mí.

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14/01/2014, 20:23
Mike Yaddow

-Seguro que alguna diferencia habrá, como ese morenazo cachas que tenías de compañero en Las Vegas. ¿O aquí tienes uno igual también? Bromeó Mike mientras recibía a su hermana en su hombro. Pues si te gusta la idea solo es cuestión de concretarla, a mi también me deben unos días en el trabajo y no creo que tendría problemas en cogerlos. Se quedó callado con lo de Sam, él tampoco sabía nada de ella. Hace días que no la veo, debe estar muy líada con el trabajo, creo que desde la reunión con su jefe en Nueva York no ha parado, como tu. Ni siquiera se si está en Miami...

Esperaba que su hermana supiera algo de Sam, pero parecía que no era así y eso le extrañaba aún más todavía.

-¿La has vuelto a ver desde la fiesta? Ese día la noté algo rara y mis intentos de hablar con ella no dieron buen resultado. ¿Tu crees que le gustas? ¿Que le gustan las mujeres? Nunca me lo hubiera imaginado, pero desde el otro día tengo mis dudas. Claro que no sabía que te gustaran a ti también... Como siempre soy el último en enterarme de vuestros "secretos".

Mel y Sam siempre habían compartido esas cosas de chicas entre ellas, eran de las pocas cosas que no solían compartir con Mike, aunque muchas veces no tardaba en enterarse por algún descuido o de casualidad.

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14/01/2014, 20:32
Omar Echenique

Con la fatiga de quien no ha dormido aún flotando en sus ojos, lo párpados pesados y el espíritu liviano, Omar acercó la llave a la cerradura. Un suave click y esta se abrió. Como en un baile mil veces ensayado sus miradas se encontraron cuando ni siquiera podían saber dónde estaba el otro. Pero así había sido siempre y en aquella comunión de pupilas, la sonrisa fue la bienvenida y el saludo.

Y Estel lo conocía, conocía su rostro y sus mil y una expresiones, y tan pronto lo vio echó mano de una vieja broma arraigada en el pasado, en las cien, mil, diez mil veces que Omar había dicho tras un viaje, una ausencia o un fin de semana entregado al amor, que su cuerpo estaba pero su alma no había aterrizado.

Y su sonrisa se volvió más amplia, sus dientes refulgieron y sus brazos se abrieron para acoger entre ellos a Estel.

-Mi pequeña media alma -alcanzó a decir antes de trastabillar y caer hacia atrás contra la mullida alfombra del suelo-. Uff -resopló, los pulmones vacíos tras el golpe-. Vas a tener que dejar de hacer esto, Estel. Ya no tenemos diez años y algún día me vas a crujir la espalda -fue cuanto dijo, antes de abrazarla aún más estrechamente, oliendo su piel hecha de lavanda y agua. Una sonrisa subrepticia asomó y girando sobre sí mismo, colocó a Estel contra el suelo y se sentó a horcajadas sobre ella-. Y bien, ¿qué has hecho este tiempo que te he dejado sola? ¿Algo de interés o has estado rumiando en tu soledad? Canta. De plano. Y hazlo ya o la vieja tortura Echenique caerá sobre ti -los dedos de Omar se agitaron en el aire antes de buscar las costillas de Estel y comenzar a hacerle cosquillas.

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14/01/2014, 21:52
Sean Dunne

Bah, es un correo, no tengo que leerlo ahora.

No, no, no... ¡cuidado!

Abrió inventario. Un pequeño truco cuando vas mal de vida es sacar la Flauta de la Soledad y activar el BaDOO. Es un pequeño minijuego dentro del juego, pero cuando lo completas vuelves con la barra de vida a tope. Lo malo es que solo se puede usar una vez.

Ah... el BaDOO: Balrogs and Demos Old Origins, es una historia corta en el que tu personaje viaja atrás en el tiempo hasta el momento en el que tu padre demonio y tu madre diablesa se conocen a través de un oráculo blasfemo y hablan entre ellos a distancia, desde sus respectivos espejos infernales. La pantalla se divide en dos: los espejos, y van cayendo piezas de tetris mientras los padres mantienen una charla intrascendental. Con los botones L y R tienes que ir saltando de un juego de tetris a otro, y manejar las piezas alternativamente para que los espejos no se bloqueen por completo.

¡Mierda!

No le dió tiempo a buscar la Flauta de la Soledad en inventario. Estuvo tan cerca... Ahora tendría que cargar el juego desde el último punto de guardar. Aprovechó para leer el correo.