Mientras los hombres terminaban de conversar, no pasarían por alto el gesto de Hanako por intentar alcanzar la espada en el cinturón del amigo de su padre.
- ¡Ha! Realmente lleva tú sangre, ¿no? - comentaría el hombre con humor.
- ¡Totalmente! Seguramente será una gran Maestra de Espadas cuando crezca - aseguraría el padre, acariciando la cabeza de Hanako antes de levantarla para mirarle al rostro. -. No puedes ir por allí tocando las katanas de otros, hija, ¡pero te prometo que te conseguiré una tan pronto como puedas empuñarla!
Con eso dicho, los hombres se despedirían y la familia seguiría su camino. Algo de lo que pudo percatarse Hanako era que el territorio formado por aquel palacio parecía estarse preparando algo: habían muchos sirvientes decorando con lámparas de papel y colocando telas de colores por las calles. En todo caso, ya seria caída la noche cuando podría ser testigo de lo que estaba preparado.
Una vez caída la noche, las familias comenzaron a vestir sus mejores ropas, saliendo a las calles del pueblo para reunirse en el templo bajo la luz de las estrellas. Los caminos estaban decorados por lamparas de papel, y un dulce olor a incienso bajaba por las escaleras del templo.
Al cruzar el arco, todo el pueblo se había reunido frente al templo, vistiendo sus mejores ropas y acompañados por sus amigos y familiares. Aquellos pequeños no eran la excepción, pues contaban con la compañía de sus padres y unos ropajes bastante bonitos incluso siendo para unos bebes.
De pie o sentados en bancos, las personas presentes dejaron un espacio amplio justo frente a la estatua del "Hermano Sol", el cual seria ocupado por una hermosa mujer vistiendo un vestido holgado y llamativo, lleno de telas largas y joyería brillante.

Junto a ella se unieron varias Mikos, todas con expresiones serias pero igualmente llenas de calma y calidez. Una vez todo preparado, dio comienzo a la ceremonia con una esplendida danza de aquella mujer: sus ropajes ondeaban elegantemente con cada movimiento, y se sentía un aire "místico" cubriendo el ambiente, donde todos guardaban silencio mientras la melodiosa voz de la mujer cantaba una melodía para todos. Unidos a la ceremonia, las personas comenzaron a encender lamparas de papel para soltar al aire, juntándose con su familia para sujetarlas y desear lo mejor en aquel año venidero.

Shin'ya, siempre ayuda al que lo necesite: el mundo te sonreirá de vuelta con momentos como este.

Puedes verlo, ¿Midori-san? Cuando crezcas, podrás conectar con el mundo como ella...

¡Por otro año de buenos negocios! Hitomi-chan, ¡no permitas que nadie te diga hasta donde llegar!
Una vez caída la noche, las familias comenzaron a vestir sus mejores ropas. El palacio se había llevado de luces y decoraciones, y Shiratori en compañía de su esposa hacia una torre en una de las esquinas de las murallas, donde se parecía celebrar una reunión entre samurais, cortesanos y sus cercanos. Cuanto menos, Hanako pudo comprobar que su padre era alguien respetable, mínimo alguien importante y que había logrado algo en aquella sociedad, pues la mayoría hacia reverencias pronunciadas en su presencia, aunque este no parecía abusar de aquello y se mantenía con unos aires tranquilos.
Pasadas las horas, Shiratori se llevaría a Hanako a una sala en los pisos superiores a acompañarle con sus amigos. Varios hombres de edad similar a la suya que vestían orgullosamente sus kimonos y dejaban descansar sus armas a un lado de ellos, todos reunidos alrededor de una mesa con cojines en el suelo a modo de asientos y un balcón a un lado que daba una hermosa vista más allá de los muros del palacio.
- No pensé que el gran Shitarori fuese a retirarse algún día - bromearía uno de sus amigos.
- Hay que dejar hueco a las nuevas generaciones: ya te digo, ¡los niños de ahora no dudan en dejarnos atrás! - respondería el padre de Hanako, soltando una risa antes de beber de su taza un par de tragos de sake.
Fue entonces que una luz proveniente de la ciudad y más allá llamó la atención de los presentes, provocando que los samurais se pusiesen en pie.
- Oh, ya comenzó - diría Shiratori mientras cargaba a Hanako, decidiendo subirla a sus hombros para que tuviese una mejor vista del exterior.
A lo lejos, cientos de lamparas de papel se iban alzando con el viento, iluminando el cielo de brillos amarillentos cual estrellas cercanas a la tierra.

Este es el sitio que juramos proteger, hija mía. Debes crecer fuerte para continuar con nuestro deber y dejar que las personas puedan disfrutar del mundo que nos dieron los dioses.
Esa tarde, ya en casa, a solas con su padre, un extraño hombre llegó a felicitarles por el nacimiento. El padre de la niña le entregó algo de dinero y, tras una charla, el hombre se marchó. No había perturbado en absoluto el descanso de Midori, por lo que no le dio más importancia al asunto.
Llegado el momento, regresó con su nueva familia al lugar dónde había estado aquella mañana. Ahora había más gente, aquello parecía un ritual. Observó con curiosidad su al rededor, fijándose en que había más bebés, como ella, ¿alguno más se sentiría también como otra persona atrapada en un nuevo cuerpo?
Sin tener demasiada idea sobre lo que ocurría, se mantuvo despierta y atenta a todo lo que sucedía a su alrededor. Las Miko, serenas y en calma le dieron cierta paz y decidió intentar comportarse como ellas. La hermosa voz de la mujer que cantaba de fondo, mientras las lámparas de papel ascendían por el cielo, hacían de aquel un momento de lo más mágico.
Hana, ahora Midori, observaba con el rostro inundado de felicidad la escena, disfrutándola y sonriendo felizmente. Su padre, en un momento dado, le dijo que, cuando creciese, podría conectar con el mundo como aquella mujer de voz hermosa. La reacción de la niña, tranquila y feliz, fue la de sonreírle a su padre, agarrándole con la manita el dedo de una de las suyas. - Gracias por la confianza, papá - pensó. Estaba agradecida por su nueva vida, y por su nueva, hermosa, amable y encantadora familia.
Y parece que los preparativos para la ceremonia no han acabado todavía. Por lo menos he tenido una tarde tranquila... Como de costumbre, me dejo llevar por mi nueva madre en brazos, mirando con curiosidad y algo de ilusión los adornos por el pueblo. Antes de morir hacía bastante tiempo que no volvía al pueblo y casi me había olvidado de cómo eran los festivales de allí. Aunque este sigue siendo demasiado... antiguo. ¿Seguro que no he viajado al pasado?
Cuando comienza la danza me quedo totalmente en silencio, fascinado por los movimientos de las mikos y sus cánticos. Es preciosa... El movimiento de mi madre me saca de mis pensamientos, tan bruscamente que casi me echo a llorar otra vez. Por suerte, consigo distraerme a tiempo con las lámparas de papel y las palabras de mi padre. ¿Negocios? Oh, supongo que mi padre será un comerciante... Espero que uno honrado, je. Aunque está bien pensar así, pensar que podría llegar tan alto como esas lámparas. ... ¡¿Pero a quién voy a engañar?! ¡Si todavía soy un bebé, jajaja! Eso de triunfar todavía queda muy lejos.
En un gesto inconsciente de negar con la cabeza, termino girándola para ver al resto de familias con sus lámparas. Parece que hay más bebés aparte de mí. ¿Habremos nacido todos a la vez? ¿Y será eso importante? Creo que estoy volviendo a pensar demasiado, así que finalmente levanto la cabeza y me quedo mirando las luces subir hacia el cielo. ¿Hasta dónde... podrán llegar?
Haruto no pudo evitar echarse a llorar un poco con la aparición de aquel hombre, el que tenía una expresión tan... particular y, en cierto modo, aterradora. Intentó achacarlo a que ahora era un bebé y se había sobresaltado, pero estaba bastante seguro de que, aún siendo adulto, también habría reaccionado asustándose un poco. Su nuevo padre parecía conocer a aquella persona tan aterradora y se mantuvo estoico... a excepción de la cara que puso, la cual de alguna transmitía mucho más que las palabras. Por suerte, aquella persona no alargó demasiado su estancia y se marchó, aunque al parecer iban a encontrarse de nuevo. ¿Una ceremonia?
La respuesta la tendría bastante pronto, pues al parecer todas, o casi todas las familias del pueblo, se reunieron para una especie de ceremonia mística. Todo comenzó con una mujer hermosa, varias sacerdotisas, una danza ceremonial y una canción de lo más melodiosa. No me suena de nada..., pensó Haruto. Pero es una canción bonita.
Después llegó el momento en que las familias encendían las lámparas de papel y las soltaban al aire. Aquello, de nuevo, era un espectáculo precioso.
Shin'ya, siempre ayuda al que lo necesite: el mundo te sonreirá de vuelta con momentos como este.
... Haruto se lo quedó mirando, con una indescifrable expresión en su rostro. Su padre podría interpretarlo como que Shin'ya estaba pensando en sus palabras, y realmente así era. Pero probablemente no estaba pensando lo que a él le gustaría. Esas palabras... mi otro padre decía cosas parecidas, pensó Haruto. Pero no es cierto. Es una forma demasiado idílica de pensar, padre. Si piensas así... acabarás mal. Lo sé por experiencia propia. Una vez, en otra vida, Shin'ya había pensado así. Pero ahora... ¿Qué es lo que creo?, meditó.
Aquello sobre ser una "Maesta de Espadas" me dejó pensando por un rato. ¿Significaba aquello que la familia en la que había renacido se ganaba la vida con el uso de las espadas? Eso explicaría que tanto mi padre como otras personas de las que vi llevasen katanas. Mi emoción crecía por momentos al pensar en aquello, más aun cuando mi nuevo padre aseguró que me conseguiría mi propia katana en un futuro.
Por otro lado también me llamó la atención el hecho de que la gente parecía estar preparándose para algo... ¿Un banquete? ¿Un festival tal vez? Tuve que esperar hasta la noche para confirmar que se trataba de esto último cuando la gente salió a la calle vestidos de forma impecable. Las lámparas de papel decoraban el lugar y la gente se reunía en el templo. ¿Cuánto había pasado desde que tuve oportunidad de ir a un templo para celebrar algo?
Ver a las Mikos también fue una agradable sorpresa pues aquel lugar cada vez se parecía más a mi tierra natal. Sería mucho más sencillo acostumbrarme a una vida allí que en un mundo con diferencias más marcadas. Pero, por el momento, prefería centrarme en disfrutar de todo aquello que estaba viendo.
Aquello continuó hasta la noche donde la celebración se trasladó a una de las torres de la muralla. Nuevamente veía multitud de caras desconocidas entre las que se encontraban también samurais. ¿Quién era mi padre realmente? ¿Algún general o samurai famoso? Ver toda la gente que se reunía a su alrededor y el respeto que mostraban me hacían pensar que no debía de ser alguien cualquiera.
── Tendré que esperar a poder moverme y hablar mínimamente bien para saber más...
No había forma de preguntar en aquel momento así que solo me quedaba esperar para satisfacer mi curiosidad.
Mi padre me llevó nuevamente a otro lugar donde se reunían más hombres de su edad, aparentemente conocidos suyos. ¿Tal vez otros samurais importantes? La escena en si me recordó a una película que vi, lo cual hizo que me riese un poco al encontrarlo gracioso.
Pero todo aquello quedó a un lado cuando el espectáculo de las lámparas de papel. Nuevamente mis ojos se abrían de par en par. Ver todas aquellas luces elevándose era un espectáculo bello a la par que relajante, incluso me recordaba a ciertas festividades de Japón. Era difícil apartar la mirada incluso cuando mi padre me dijo aquellas palabras, aunque tras ver aquello sabía que debería esforzarme por ello.
── No te preocupes... Me convertiré en la mejor Maestra de Espadas para que podamos seguir disfrutando de esto por mucho más.
El mundo les había abierto sus puertas recientemente, recibiéndoles con una noche llena de cálidas luces que eran llevadas por el viento a lo largo de aquellas tierras.
En su anterior vida ninguno habría imaginado estar en una situación como esa, ni en un lugar como ese, pero sin rastro de haber manera de volver atrás, y con un futuro inexplorado por delante, solo les quedaba disfrutar al máximo de aquella segunda oportunidad que se les había brindado.
