Partida Rol por web

Ciudad de Izanagi, Mes del Mono, Día 25

 Habían pasado varios días desde que la familia Shiratori emprendió su viaje hacia la Ciudad Imperial. El trayecto fue relativamente cortó al contar con todo lo necesario para poder mantenerse en movimiento con descansos de por medio en pueblos y posadas, y aún así todos los paisajes y caminos recorridos hicieron que se sintiesen como haber recorrido todo el mundo. Nada más atravesar las grandes murallas que rodeaban la ciudad, Hanako pudo comprender que era un lugar totalmente distinto al que la vio nacer, con grandes estructuras en cada calle, comercios, carruajes, y personas vistiendo ropas mucho más elaboradas que la de los pueblo.

 La ciudad se dividía en tres sectores bien definidos por varias murallas: a las afueras del todo, grandes campos de cultivos y granjas se extendían durante incontables hectáreas. Al atravesar a la primera zona, se encontraba la zona comercial y residencial, la más ocupada de toda la ciudad y donde se podían ver a más personas desarrollando su vida. En el segundo nivel se encontraba la zona militar, donde la guardia del emperador llevaba a cabo sus entrenamientos y gestión de recursos. Finalmente, más adentro de todo, se alzaba el palacio del emperador, custodiado por innumerables guardias y lleno de todo lo que quién gobernaba el mundo podía pedir: Grandes jardines, sitios de entretenimiento, y un espacio limpio y seguro para sus concubinas. Si en ese punto Hanako aún subestimaba la influencia del título de su padre, aquel al que aspiraba ella, tal vez se sorprendería cuando el carruaje y los escoltas les llevaron al nivel más profundo de la ciudad, el sector imperial, donde les trasladarían a una casa mucho más grande de que la tenían en el pueblo: dos pisos, alrededor de 6 habitaciones, un gran salón como recibidor... La estructura y el espacio eran significativamente más grandes que la de su hogar, y aún así palidecían ante el imponente tamaño del palacio del emperador.

 Poco luego de llegar, la madre de Hanako se encargaría de ir dando indicaciones a los sirvientes para que bajasen y dejasen las cosas de la familia, mientras su padre le indicaba que se preparase para partir cuanto antes al sitio donde se llevaría a cabo la prueba. "Ya tendremos tiempo de disfrutar del lugar", diría.

 La luz del atardecer comenzaba a cubrir los cielos, y el bullicio de la ciudad anunciaba que seria una noche distinta para la espadachín.