
Pueblo Hatake, Mes del Mono, Día 16
Tras la despedida a la familia Shiratorio, el pueblo continuó con sus asuntos mientras se preparaban para las ceremonias de el resto del grupo. Las mikos del templo ya habían partido una antes que otra a sus respectivos viajes, y de entre los cuatro que fueron escogidos por los cielos para cumplir un mandato solo quedaba Shin'ya, a la espera de enfrentar su desafío.
En la escuela de su padre, con las puertas principales abiertas dando al jardín, numerosas personas del pueblo se habían reunido para ser espectadores y testigos de aquel duelo. Sentados en almohadas a uno de los laterales del dojo, esperaban ansiosos el desenlace de aquel enfrentamiento padre e hijo.

Sentado sobre sus rodillas a uno de los lados del área delimitada para el duelo, Sensho esperaba con los ojos cerrados y su arma enfundada a su lado, apoyada sobre el suelo, una posición similar a la que tenían los demás presentes. Sobre sus ropas usuales usaba el kimono que tenía grabado los símbolos de su familia y escuela, como una formalidad para toda aquella ceremonia.
Al entrar en la estancia, Shin'ya se encontró a su padre al otro lado de la estancia, y a más de una docena de las personas del pueblo esperando a un lado.
El anochecer estaba cerca, y el ruido del viento recorriendo el pueblo anunciaba que seria una noche fría.
El día finalmente había llegado. Shin'ya había estado preparándose para aquel duelo tanto física como mentalmente, aunque tenía la sensación de que el tiempo había pasado de forma extremadamente rápida desde que había recibido las indicaciones de vencer a su maestro en la Ceremonia de Adultez. Después de todo ningún entrenamiento es suficiente, hay que seguir mejorando continuamente, y él mismo siempre sentía que podría haber hecho un poco más. Entrenar un poco más, estudiar un poco más de estrategia, practicar un poco más. Cosas de haber muerto en una especie de "combate" en su anterior vida, probablemente.
A veces, por supuesto, se decía a sí mismo que aquello no era para tanto. Estaba bastante seguro de que las cosas que se pedían como pruebas en la Ceremonia de Adultez eran completamente plausibles, o de lo contrario no las pedirían. Sería contraproducente encargar a los jóvenes de la aldea una tarea que no pudieran cumplir. ¿Qué pasaría entonces? Y aún así, odiaría que mi padre se dejase ganar o me pusiera las cosas fáciles sólo para que pueda pasar la prueba, pensaba Shin'ya.
El momento del duelo finalmente llegó, y Shin'ya apareció ante su padre vistiendo las ropas reglamentarias y con el rostro impasible del que está preparado para enfrentarse a cualquier cosa que venga en su dirección. Si le ponía nervioso el hecho de que hubiera tantos espectadores, su expresión no lo revelaba.
Hago las reverencias, saludos, inclinaciones y todo lo que sea protocolo de este tipo de eventos que yo no conozco, pero que mi personaje sí que debería saber xD
Una vez con Shin'ya frente a él, al otro lado del campo de duelo, su padre tomó la hoja a su lado y se puso en pie. Fue entonces que cualquier murmullo o gesto entre los espectadores fue acallado, cubriendo el salón en un profundo silencio que hacía notable únicamente el sonido del viento.
Ambos duelistas presentaron sus respetos al otro con una pronunciada reverencia, antes de desenvainar sus armas con gracia y aferrarse a ellas frente a ellos, controlando su respiración y dedicando toda su concentración en leer al oponente, conectar en la "danza" que significaba aquel duelo y buscar la abertura necesaria para salir vencedor.

Entre los espectadores se encontraban los padres de Midori e Hitomi, este último no solo como espectador sino como "testigo" de aquel enfrentamiento, así como también aquel que daría la orden para dar comienzo.
Con un gesto de mano y un grito, declaró el momento en el que ambos tuvieron que realizar su ataque. Sensho no puso en duda a su hijo, y se lanzó a arremeter con su espada mientras Shin'ya hacia lo mismo. No era un duelo a muerte, y aún si por accidente alguno terminaba con el otro no había que lamentarse el resultado de un duelo como ese, pero en el momento donde sus espadas se cruzaron y brotó la sangre, fue obvio el resultado.
Como testigo imparcial de este duelo puedo que la intervención del destino fue clara.
¡Es un empate!
Ciertamente las hojas alcanzaron a su objetivo, pero ninguna llegó a adelantarse a la otra. Con cortes menores en su pecho, pequeñas gotas de sangre caían de padre en hijo sobre el suelo del dojo como resultado de su enfrentamiento.
Permaneciendo en pie y manteniendo al compostura, Sensho se volteó a ver a Shin'ya, realizando otra reverencia antes de dedicarle una ligera sonrisa de orgullo, poco usual en él.
- Felicidades, Shin'ya - tras sus palabras, el resto del público se levantó a aplaudir en celebración.
No fue una victoria aplastante, pero tampoco una derrota. En aquel mundo no era raro que los duelos terminasen en una "victoria para ambas partes", y al final de todo, aquella prueba era más como una muestra de honor del chico en su entrega a las enseñanzas que guiarían su camino.
- Tratemos nuestras heridas. Luego prepararemos algo para celebrar.
Recordatorio de hacer la ficha.
- Muchas gracias, pad... maestro. - se corrigió a tiempo Shin'ya, inclinándose como señal de respeto a su padre y adversario del duelo. Mientras lo hacía, unas gotas de su sangre resbalaban por su brazo. Aquel último golpe había hecho sangrar a los dos, padre e hijo, provocando que el duelo terminase en un empate. Un resultado bastante habitual en ese mundo, y aún así... No estoy del todo satisfecho, pensó Shin'ya. Pero, ¿qué esperaba? Aquel hombre era su maestro. ¿Acaso pensaba que podía ganarle?
Debería estar agradecido por no perder, se dijo a sí mismo. Y aún así, una parte de él, demasiado orgullosa, se negaba del todo a aceptarlo. Si no eres lo bastante fuerte como para vencer un duelo, ¿cómo puedes asegurar que no te vuelva a pasar lo que te pasó en aquel bosque? ¿O lo que te pasó al final de tu vida anterior?, decía su voz interna. Pero Shin'ya intentó sacudirse esos pensamientos y esbozó una sonrisa -demasiado seria en opinión de muchos- para su padre.
- De acuerdo. - dijo Shin'ya, asintiendo. Tratarían sus heridas, y luego... ¡a celebrar! Así desconectaría un poco de las responsabilidades que su propia mente le imponía continuamente.
Tras aquel honorable duelo, padre e hijo fueron tratados y atendidos para detener sus heridas y así poder continuar con su día con normalidad, aunque tras asearse y arreglarse aún quedaba una parte de la ceremonia que Shin'ya desconocía, una que señalaría su verdadero paso a la adultez al mundo y seria símbolo del paso que dio a una nueva etapa de su vida.

Presentándose ante Shin'ya en la plaza del pueblo, su padre le hizo entrega de una katana guardada en una funda bien decorada, con tonos azules y plateados y el símbolo de su familia a un costado. Así mismo, venía acompañada por una wakizashi que compartía diseño, ambas con una cuerda de azul oscuro que facilitarían sujetar ambas a un cinturón.

Como Samurai, estas hojas simbolizan tu cuerpo y espíritu.
Haya a donde vayas, todos te reconocerán por tu título y guardarán el respeto que mereces.
No obstante, es solo el inicio de tu largo camino marcando tu nombre en el imperio.
Portala con orgullo, hijo.
Los presentes observaron encantados el recibimiento del arma por parte de Shin'ya, siendo el padre de Hitomi quién tras ver la escena se acercaría con confianza a darle unas palmadas en la espalda al capitán de la guardia local.

Vaya que no has escatimado en gastos esta vez, ¿no, Sensho-san?
No recuerdo la última vez que te vi gastar tanto en algo.

Es una ocasión... especial.
En todo caso, no es como que vaya a seguir necesitando ese dinero.

¡HA! A menos que te hayas conseguido un tesoro y una mansión con sirvientes, no se que te hace pensar que...
Hubo un silencio repentino en la plaza, posterior al ruido casi imperceptible de una hoja desenfundada que atravesó limpiamente el cuerpo de su objetivo. Lo que solo fueron unos segundos en los que todos procesaban lo que estaba pasando, para muchos se hizo eterno, sobre todo para Shin'ya que estaba justo en frente de su padre viendo como este acababa de atravesar el pecho de su amigo.

Agh...
Presentándose ante Shin'ya en la plaza del pueblo, su padre le hizo entrega de una katana guardada en una funda bien decorada, con tonos azules y plateados y el símbolo de su familia a un costado. Así mismo, venía acompañada por una wakizashi que compartía diseño, ambas con una cuerda de azul oscuro que facilitarían sujetar ambas a un cinturón.
Como Samurai, estas hojas simbolizan tu cuerpo y espíritu. Haya a donde vayas, todos te reconocerán por tu título y guardarán el respeto que mereces. No obstante, es solo el inicio de tu largo camino marcando tu nombre en el imperio. Portala con orgullo, hijo.
Shin’ya inclinó ligeramente su cabeza en una reverencia contenida, con la espalda recta y el rostro tranquilo. Había practicado aquel tipo de inclinación respetuosa docenas de veces, pero aquella vez se sentía especial. Pese a que una parte de él todavía no se sentía merecedor de las palabras de su padre o de recibir aquella katana y su wakizashi, otra parte de él estaba orgulloso de lo que había conseguido. Cuando aceptó las espadas con ambas manos, sintió no sólo el peso del acero sino también el de la responsabilidad y el honor de su familia.
Sus ojos se abrieron ya con las espadas en las manos, fijándose durante varios segundos en el símbolo de su familia grabado en el costado de la funda. He recorrido un largo camino, pensó. Y aún me queda mucho por recorrer. Es extraño pensarlo, pero creo que ya queda en mí poco de la persona que fui en mi vida anterior.
- Recibo estas hojas con humildad, padre. - dijo con voz seria y solemne. - Prometo que no serán desenvainadas sin propósito, y que mis actos estarán a la altura del honor que representan. - dijo, alzando ahora la vista hasta encontrar la de su padre. - Juro que jamás mancharé su honor ni el de nuestro nombre. Gracias por todo lo que me habéis enseñado, padre.
Los presentes en la plaza empezaron a murmurar, muchos de ellos alegres por lo que estaban presenciando, y Kurioka-san incluso se acercó a hablar con su padre. Mientras los dos hombres hablaban, Shin'ya se permitió sonreír mientras observaba sus nuevas espadas. Era un momento extraño, pues él siempre era realmente serio, pero aquel momento de alegría y de logro lo estaba inundando. Así es, se dijo. A partir de hoy no soy el discípulo de mi padre, sino su igual. Soy un guerrero con todas las de la ley. Pero mi camino no termina aquí. Seguiré aprendiendo. Seguiré mejorando. Antes no podía, pero a partir de ahora protegeré a todo el mundo. Seré como...
Y entonces...
Hubo un silencio repentino en la plaza, posterior al ruido casi imperceptible de una hoja desenfundada que atravesó limpiamente el cuerpo de su objetivo. Lo que solo fueron unos segundos en los que todos procesaban lo que estaba pasando, para muchos se hizo eterno, sobre todo para Shin'ya que estaba justo en frente de su padre viendo como este acababa de atravesar el pecho de su amigo.

- ... ... ... ... ¿Pa... dre...? - murmuró Shin'ya, con los ojos totalmente abiertos y llenos de incredulidad. Igual que el resto de gente de la plaza, el chico se quedó callado durante varios instantes mientras intentaba procesar lo que había visto. Lo que estaba viendo en ese momento. Su padre... acaba de... - ... ... ¡K-Kurioka-san!
Shin'ya dio un paso adelante hasta posicionarse junto al hombre que acababa de ser apuñalado. Con la adrenalina corriendo a toda velocidad por sus venas, examinó su herida para asegurarse de que aquel había sido, de alguna extraña forma, un corte limpio que no había atravesado ningún tipo de órgano vital. ... Porque así tenía que ser, ¿verdad? Eso era lo que quería pensar, por lo menos. De otra forma, su padre acababa de...
- ¡P-Padre! - dijo, girando su cabeza hacia él mientras seguía junto al padre de Hitomi. Lo sujetaría si era posible y necesario. - ¿Por qué... por qué lo has hecho? E-Esto... tiene una explicación, ¡¿verdad?! - preguntó con un nudo en la garganta. - ¡Padre! ¡Vamos, dímelo!
La espada se deslizó desde el interior de su objetivo, provocando que el cortesano hubiese caido al suelo tosiendo sangre de no ser por el agarre de Shin'ya, mientras un charco rojo se formaba debajo por la herida: la estocada no fue letal, pero el sangrado terminaría acabando con su vida más pronto que tarde.
Mientras el chico encaraba a su padre, entre el público no tardaron en aparecer entre los rostros en shock aquellos capaces de reaccionar y desenfundar sus armas: la guardia local le era leal a su capitán, pero era evidente que tampoco entendían que era lo que acababa de suceder.
- Es simple, Shin'ya: así lo dicto la Hermana Luna - sería la respuesta del hombre, antes de ver cómo varios guardias comenzaban a rodearlo, y de un rápido movimiento chocaria su espada con la de ellos.
Con cada movimiento, la hoja de Tukishiro hacia brotar sangre de un nuevo objetivo, sumando otro cuerpo al suelo del pueblo. Pronto los espectadores comenzaron a huir atemorizados, pero tan pronto como le daban la espalda el samurai ya iba detrás de ellos para acabar con sus vidas de un único corte.
- ¿La... Hermana Luna...? - murmuró Shin'ya, sin poder creer lo que estaba viendo o escuchando. Por su mente empezaron a pasearse una docena de explicaciones posibles a todo aquello, todas ellas a gran velocidad. Su padre se había vuelto loco. O le habían engañado. O había estado planeando aquello durante años. O estaba poseído por un espíritu. O aquel no era su padre, sino alguien disfrazado de él.
Por desgracia, aunque ninguna de aquellas explicaciones era realmente descartable, en aquel momento Shin'ya no tenía tiempo de ponerse a razonar y buscar la verdad. Porque lo único que tenía claro en ese momento era que su padre había apuñalado a Kurioka-san y estaba enfrentándose a su propia guardia mientras éstos intentaban detenerlos. Por suerte la herida de Kurioka no era mortal, pero si seguía desangrándose...
- ¡E-Eh! ¡Tú! - le gritó Shin'ya a un guardia cercano, el que más ganas parecía tener de poder evitar la batalla y alejarse de allí cuanto antes. - ¡Cuida de Kurioka-san! ¡Intenta frenar la hemorragia, y si puedes aléjalo! ¡Buscad a un médico, un curandero... alguien que pueda ayudarle! - dijo apretando los dientes y dejando al moribundo a cargo del guardia.
Cuando Shin'ya hubo entregado al herido al guardia con toda la delicadeza de la que fue capaz en esos momentos, el chico de alzó de nuevo y se encaró con su padre una vez más.
- ¡Es suficiente, padre! ¡Detente! - le dijo mientras desenvainaba su propia katana. Aquella que acababa de recibir de manos de...
Aún con todo el caos que se estaba desatando, uno de los guardias atendió a las ordenes de Shin'ya y se acercó rápidamente para recibir al cortesano y alejarlo del peligro, esperando poder tratarlo antes de que su situación empeorase.
Por otro lado, en cuanto el chico encaró a su padre, o lo que aún intentaba percibir como uno, el kimono y katana del hombre ya se encontraban manchados de sangre fresca. Al escucharle, no dudó en darse la vuelta y clavar sus ojos en la mirada del chico, y antes de que este terminase de desenvainar su katana lo comprendió.
Una presencia intimidante, cargada de confianza y desinterés, frialdad ante la muerte. Aquellos cadáveres que ahora formaban parte del pueblo no era más que una pequeña parte de las vidas tomadas por la mano que empuñaba la hoja, y ante los ojos de Shin'ya pasaba la imagen de si mismo formando parte de aquel camino de cuerpos tragados por la tierra.
Frente a aquello, no tenía oportunidad.


¡ATRÁS, SHIN'YA!
La estruendosa voz de Miyazaki devolvió al chico a la realidad, justo a tiempo para ver al exorcista aparecer con su espada desbordando un aura dorada con la que acortó distancias hacia el asesino, lanzando un corte letal que por poco fue bloqueado por su padre.

Uhm...
Por primera vez desde que desenvainó la espada, el padre de Shin'ya pareció mostrar alguna reacción distinta al aburrimiento, aunque seria exagerado decir que era de emoción.
En todo caso, los adultos no tardaron en protagonizar una escena que solo recalcaría a Shin'ya la diferencia de nivel: Con cada choque de sus espadas, el viento resonaba azotando todo a su alrededor. El exorcista gritaba furioso, con ataques fuertes y letales, mientras el capitán de la guardia se limitaba a bloquear o desviar.
- Es inútil, exorcista. Por más poder que te haya otorgado el Hermano Sol, no estás al nivel de un Maestro de la Espada: solo él podría haberme enfrentado dignamente - creando una abertura al desviar una última vez la hoja de su oponente, Sensho atacó, con un corte horizontal limpio y preciso que a los pocos segundos provocó un desborde de sangre desde el pecho de Miyazaki, el cual retrocedió para arrodillarse en un intento de no perder la compostura.
Shin'ya estaba a punto de desenvainar su espada cuando su mirada se cruzó con la su padre, o más bien con la del monstruo al que unos instantes atrás había considerado parte de su familia. Y cuando esto sucedió, al chico se le cortó la respiración por completo. No porque su padre lo hubiese atacado, ni por la carnicería que estaba provocando con la gente del pueblo. Fue la frialdad de la mirada de aquel asesino lo que lo dejó helado, la convicción de que la matanza que estaba causando no le provocaba el más mínimo resentimiento.
Podía ver ese desinterés en su mirada, y por eso su corazón y su respiración se detuvieron por un instante que a Shin'ya le pareció eterno. Como si su propio cuerpo tuviese miedo de seguir funcionando con normalidad, por temor a llamar la atención del asesino en serie que tenía delante. La imagen de su propio cadáver a los pies de su padre apareció en su mente, y Shin'ya ni siquiera era uno de los muertos de la cima de la pila. Era uno cualquiera. Estaba seguro de que, si su padre lo mataba, solo sería una víctima más.
¡ATRÁS, SHIN'YA!
- ¿Miya... zaki-san...? - murmuró, pero apenas un hilo de voz surgió de entre sus labios, y probablemente sólo Shin'ya llegó a escucharse a si mismo. De repente volvió a la realidad y sintió el sudor frío que le recorría todo el cuerpo. También notó que sus piernas amenazaban con dejarlo caer en cualquier momento, y que sus brazos estaban intentando decidir si ceder ante el peso de la katana que todavía llevaba en la mano.
Pero eso ahora no importaba, porque Miyazaki-san había acudido al rescate. Si había alguien en el pueblo que pudiera...
ndo una abertura al desviar una última vez la hoja de su oponente, Sensho atacó, con un corte horizontal limpio y preciso que a los pocos segundos provocó un desborde de sangre desde el pecho de Miyazaki, el cual retrocedió para arrodillarse en un intento de no perder la compostura.
Shin'ya abrió los ojos como platos, y su respiración se volvió a cortar por motivos diferentes. Antes había sentido miedo por la criatura en la que su padre se había convertido, y por la gran cantidad de muertos que iba a dejar en su camino. En ese momento, sin embargo, temía que ese camino nunca se acabase. Si no había nadie para pararlo, Sensho seguiría matando indefinidamente. Va a acabar con todos, pensó. ¡Con todos!
Shin'ya apretó los dientes, observando cómo Sensho sometía al exorcista y lo dejaba de rodillas ante él. El padre de Shin'ya todavía tenía la katana en las manos, y estaba claro cuál iba a ser su siguiente movimiento.
"Prometo que no serán desenvainadas sin propósito, y que mis actos estarán a la altura del honor que representan."
Shin'ya acabó de desenvainar su katana y dejó que la vaina cayese al suelo sin darle un segundo pensamiento. Un instante después se lanzó a intentar matar a su propio padre por la espalda, mientras éste estaba distraído con Miyazaki-san.
"Juro que jamás mancharé su honor ni el de nuestro nombre."
No me importa el honor. Quiero vivir, pensó con desesperación.
Sensho mantenía su atención sobre el exorcista, descuidado a Shin'ya y dándole una abertura limpia para aprovecha y acabar con todo aquello, una oportunidad que el chico tomaría pese a ir en contra de todas sus enseñanzas y aquello que simbolizaban las armas que portaba, lanzando un corte profundo que abriría la espalda del hombre, atravesando tela y carne y creando una estela de sangre en el aire.
El mentor vomitó sangre de inmediato mientras perdía la compostura, permaneciendo en pie pero visiblemente desorientado, debilitado en un instante.

¡Tsk...!
Pese a su estado, el samurai herido pudo reincorporarse y rodear al agresor para acercarse a Shin'ya, sin quitarle el ojo de encima a su padre.
- ¡Shin'ya, largate de aquí! ¡Llevate a quién puedas! - aseguraría con autoridad y decisión en sus palabras, sin bajar ni un poco la guardia pese a que la herida provocada por el chico era cuanto menos mortal en cualquier hombre, fuese tan fuerte como fuese.

Tú...
Me atacaste por la espalda...
Al girar el rostro y mirarle por encima del hombro, Shin'ya recibió por parte de su padre una mirada llena de desprecio y decepción: no había furia, no había dolor, sino un latente sentimiento de haber esperado más de aquel chico incluso en esa situación.
-Es por esto que La Hermana Luna no os soporta más... Ustedes los mortales no tienen honor ni principios - añadiría, antes de que la herida de su espalda comenzase a sanar.
No solo la sangre comenzó a volar de regreso a su sitio mientras la carne se regeneraba, sino que el aspecto general de Sensho comenzó a cambiar mientras dejaba caer su espada. Su cabello palideció al igual que su piel hasta adoptar un color cenizo, mientras en su cuerpo aparecían tatuajes rojos que se asemejaban a las ramas de un árbol. Su kimono familiar comenzó a caer por si solo hecho pedazos, mientras de unas llamas siniestras se formaban en él una nueva vestimenta formada por un conjunto negro con rojo y una capa blanca.
Cuando se terminó de dar la vuelta, Shin'ya encontró que aquella figura no era su padre.
- Justo ahora yo, 8° Campeón de la Hermana Luna, Meiyo, declaró que haré cumplir su voluntad castigando a los deshonrosos - declararía, finalmente, antes de hacer surgir una nueva hoja de los tatuajes que asomaban en su pecho, extendiéndose como una larga katana teñida de rojo y un filo imponente.

- ¡Shin'ya, largate de aquí! ¡Llevate a quién puedas! -
- ¡M-Miyazaki-san! - gritó Shin'ya, intentando no pensar en que acababa de atacar a su padre por la espalda. Es un enemigo, pensó. Debes pensar que has atacado... a un enemigo. - ¡No puedo hacer eso! ¡Si no acabamos con él... con todo lo que ha hecho ya...! ¡¿Quién sabe lo que puede hacer...?
Me atacaste por la espalda...
Al girar el rostro y mirarle por encima del hombro, Shin'ya recibió por parte de su padre una mirada llena de desprecio y decepción: no había furia, no había dolor, sino un latente sentimiento de haber esperado más de aquel chico incluso en esa situación.
- P-Padre, yo... - murmuró Shin'ya, apretando los dientes. Le dolía haber hecho lo que había hecho, pero no había visto otra salida. Era una situación totalmente inesperada que ni en sus más oscuras pesadillas se había planteado que podía suceder. No sabía cómo afrontarla. Solo sabía que quería vivir, y que si podía... también quería que los demás vivieran. Si eso significaba recurrir a tácticas tan sucias como atacar por la espalda a su propio padre... Que así sea.
-Es por esto que La Hermana Luna no os soporta más... Ustedes los mortales no tienen honor ni principios - añadiría, antes de que la herida de su espalda comenzase a sanar.
- ¿Mortales...? - gruñó Shin'ya. ¿A qué se estaba refiriendo? - Honor... principios... ¿cómo puedes decir eso, cuando acabas de...? - empezó a decir... pero tuvo que guardar silencio al ver cómo la herida de su padre no sólo empezaba a curarse, sino que su cuerpo se iba transformando. Shin'ya dio un paso atrás, sintiendo el sudor frío recorrer su sien mientras abría los ojos como platos.
- Justo ahora yo, 8° Campeón de la Hermana Luna, Meiyo, declaró que haré cumplir su voluntad castigando a los deshonrosos - declararía, finalmente, antes de hacer surgir una nueva hoja de los tatuajes que asomaban en su pecho, extendiéndose como una larga katana teñida de rojo y un filo imponente.
- ¿Quién...? - murmuró con un hilo de voz apenas audible. Luego agarró con fuerza su propia katana. - ¡¿Quién eres tú?! ¡¡No eres mi padre, ¿verdad?!! ¡¡No puedes serlo!! - aquello abría muchas incógnitas cuyas respuestas no debían ser agradables. Si aquel era su padre de verdad, ¿cuánto tiempo llevaba fingiendo, y cuánto llevaba planeando lo que acababa de hacer? Y si no lo era, ¿cuándo había sido suplantado... y qué había pasado con el de verdad? Si era un espíritu poseyendo a su padre, ¿podría recuperar a su padre de verdad? ¿O estaba todo perdido? - ¡M-Miyazaki-san! - gritó Shin'ya al exorcista. - ¡¿Qué es esto?! ¡¿Es un espíritu?! ¡¿Es mi padre de verdad?! ¡¿Q-Qué... qué deberíamos hacer?!
Se mantenía en guardia con su espada al frente, preparado para bloquear más que para atacar. Después de todo, si intentaba huir... aquel ser, fuera lo que fuera, seguro que podría alcanzarlo. A no ser que Miyazaki lo retuviese, pero en ese caso la vida del exorcista llegaría a su fin casi con total seguridad. Y no quería eso.

¡No pierdas la compostura, Shin'ya!
¡Sea lo que sea, ahora es un enemigo: Reacciona!
Aún con sus heridas, el exorcista fue capaz de bloquear otro ataque que llegó velozmente por parte de aquella entidad. La hoja carmesí dibujaba trazos en el aire con cada movimiento, centellando con el impacto de la hoja de Miyazaki, y aún cuando los pocos hombres restantes capaces de luchar se abalanzaron contra su objetivo, este se bastó de un veloz movimiento circular para cortar a todos y provocar una lluvia de sangre por todo el pueblo.

Acepten su destino.

¡Y una mierda!
Si bien pudieron haberle dado por muerto, el padre de Hitomi parecía aún capaz de hacer algo por el pueblo, con la herida de su pecho apenas cubierta por vendas mientras salía de la nada para embestir al espíritu maligno.
- ¡No nos iremos sin luchar! ¿¡No es así, Miyazaki-san!?

¡Ryu!
Llevado por la adrenalina, el cortesano logró cargar con el espíritu par de metros hacia un de las pocas casas que continuaban en pie en los alrededores, más específicamente un almacén donde solía guardar su mercancía. Al tirar la puerta con el espíritu en brazos, este se percató de dos cosas: Bajo su abrigo Kurioka llevaba varias cuerdas atando lo que parecían cilindros de papel llenos con alguna sustancia grisácea, y dentro el almacén se encontraba repleto de barriles con fuegos artificiales.

¡Comete esta!
Con un destello, todo el almacén voló en un gran explosión. Docenas de fuegos artificiales salieron por los aires estallando en brillantes colores, y un intenso olor a pólvora y quemado se extendió por el pueblo mientras el sitio de la explosión ardía en llamas.

Tsk...
Con esta espada, juro al Hermano Sol recorrer la noche y proteger su llama de las sombras de la Luna.
Pese a todo, el exorcista no se dio el tiempo de bajar la guardia: mantuvo su arma en alto apuntando hacia la nube de humo levantada por la explosión, cubierta de aquel brillo dorado.

Messatsu
Entonces, desde las llamas del almacén, la figura del espíritu saltó con su espada directamente hacia Miyazaki, desbordaba por un miasma siniestro color lavanda que se elevó en un veloz corte sobre el pecho del exorcista. La energía corrupta se desbordó por su pecho junto a su sangre, y mientras los ojos del hombre perdían su color su arma también perdía aquella magia espiritual que le cubría, cayendo finalmente su cuerpo al suelo.
En solitario, y con los restos de su pueblo ardiendo entre madera y cadáveres, Shin'ya era el único en pie frente a la visión de aquel demonio.