Finalmente el día había llegado, llegando al lugar junto a mi padre así como al resto de jóvenes que participaban. Por un momento miré a Shin'ya, recordando el largo camino que había sido llegar hasta ese momento tras aquel suceso. Pero, a un lado de ello, tomé el pergamino que me ofrecieron tras escuchar sus palabras.
Completa la primera prueba del Maestro Espadachín en la Ciudad Imperial.
Leí el contenido de este y asentí suavemente. Aquella parecía una prueba difícil pero que completaría si era necesaria para poder avanzar en aquel camino. Me tomé unos segundos para pensar en aquello y mentalizarme, pensando en lo que vendría a continuación. En cierta parte me emocionaba la idea de ir a la Ciudad Imperial y poder ver aquel lugar tras estar tanto tiempo en la aldea.
- Supuse que seria algo como eso, así que tomé mis previsiones: El viaje a la ciudad imperial no es corto y lo mejor es salir cuanto antes - explicaría el anciano con una amplia sonrisa. -. ¿Qué tal si aprovechas el día para pasar el tiempo con el resto y despedirte? Si las cosas se dan bien, nos alojaremos por un buen tiempo en nuestro destino, y cuando te vuelvan a ver serás una Maestra de la Espada reconocida en el imperio - añadiría con orgullo.
Me sorprendió ver que mis cosas ya se encontraban guardadas para partir de viaje, aunque aun quedaban algunas por el lugar. ¿Sería que mi padre ya se estaba oliendo que la prueba sería algo así? Sus palabras me confirmaron que así era.
── Veo que siempre vas varios pasos por delante.
Respondí con una suave risa a sus palabras. Antes de continuar pensé por un momento respecto a la idea de pasar tiempo con el resto. Sin dudas sería un viaje largo, y la prueba tal vez también lo fuese... Tal vez lo mejor era despedirme de todos antes de marchar.
── Si, creo que eso será lo mejor. Sería una pena no despedirse apropiadamente, quien sabe cuando les veré de nuevo o incluso si alguien se marchará en ese tiempo.
Con una rápida mirada volví a recorrer el lugar viendo las cosas empacadas.
── Volveré tras despedirme de todos.
Tras lo dicho me dispuse a salir para despedirme de aquellos con los que solía pasar tiempo así como a la gente que conocía.
- ¡Ha! Claro, claro - una leve risa acompañada por una sonrisa correspondería al comentario sobre la ofrenda, antes de cambiar al tema de la sorpresa que tenía preparada con la nueva mercancía. -. Digamos que un amigo me consiguió unas cosas que usan los nobles en sus festejos. Es una herramienta costosa y que no se suele distribuir a cualquiera por ser algo peligrosa, ¡pero eso no impedirá que celebremos por lo alto cuando cumplas tu ceremonia! Los llaman "Fuegos Artificiales".
Claramente Hitomi ya sabía lo que eran, aunque era la primera vez que escuchaba de ellos en ese mundo. A lo largo de los años se hizo evidente que el nivel de avance de aquel mundo estaba muy por detrás del de donde venía, y si bien la pólvora era conocida y utilizada para ciertas cosas, no era algo usual ni al alcance de todo el mundo: adicional a eso, sus aplicaciones en combate era visto como algo débil y deshonroso, lo que le dejaba pocas aplicaciones más que usarse para festejos o en algunas artesanías en manos de expertos.
- ¡Pero eh! No se lo digas a nadie, ¿eh?
El padre de Shin'ya accedió con un asentimiento de cabeza, retomando su rutina diaria como si fuese un día cualquiera, al igual que lo podría hacer el chico mientras se preparaba para el día de su duelo.
- Llevo años en esto de ser Maestro: ¡Estoy preparado para todo! - se jactaría con una carcajada.
Al escuchar que Hanako estaba preocupada por despedirse del resto, el anciano sonrió cálidamente antes de asentir con la cabeza.
- Suena bien. Igualmente el resto seguramente vendrá a despedirse cuando vean que estamos terminando los preparativos: ya se harán la idea de que no volveremos en un tiempo - comentaría mientras terminaba de guardar algunas cosas. -. Ahora que lo pienso, yo también debería despedirme - añadió, soltando una risa.
Tras haber recibido sus mandatos para la ceremonia y pensar en los preparativos, el día transcurrió con normalidad hasta la mañana siguiente, donde una escolta formada por dos jinetes con armadura y lanzas esperaban en la entrada del pueblo junto a un carruaje tirado por caballos y manejado por un chofer. La noticia de que la familia Shiratori volvería a la Ciudad Imperial no era sorpresa para nadie en ese punto, y por lo mismo no fue extraño ver a casi todo el pueblo reunido para despedirse apropiadamente.

Mira que... No ha pasado casi nada desde que llegaste y ya te vas.

¡Ey!, debo asegurarme de que mi hija se haga un sitio en la cima y me pueda mantener el resto de mi vida: ¿Tú no apuntas a eso también?

No suena mal, no.

Fue un honor convivir con usted, Shiratori-san.

Hanako-chan, que los Kami guarden tu viaje y brinden fortuna a tu camino.
Una vez terminen de despedirse, la idea es separarlos a sus respectivas ceremonias, con algún pequeño time-skip de un par de días (algunos más para Hanako) de por medio.
Decir que estaba nerviosa era quedarse cortos. Había decidido preparar todo yo sola para demostrar a mis padres mi valía, pero enseguida me di cuenta del embrollo en el que me había metido. Eran muchas cosas que poner a punto, y todas y cada una de ellas debían estar cuidadas hasta el último detalle.
Me aseguré de que mi kimono estuviese limpio como una patena. Se suponía que ya lo estaba, pero aun así froté cada centímetro, por si acaso. No debía tener ni la más mínima mota de polvo. Lo mismo hice con el espejo. Había pedido específicamente que estuviese limpio y pulido, pero me aseguré de que se encontrase inmaculado y bien pulimentado.
Además de todo esto, revisé cada objeto decorativo uno por uno. Y practiqué la danza repetidas veces hasta que me salió perfecta. Al final, acabé acostándome tarde… Demasiado tarde. Al día siguiente, las ojeras eran notorias bajo mis ojos.
—Buenos días, Hitomi-chan —saludé nerviosamente. Había estado tan ocupada con los preparativos que no la había visto desde que nos encomendaron nuestros respectivos cometidos—. ¿Como va todo? ¿Tienes la ofrenda bien preparada?
Me morí de envidia al ver el carruaje. Hanako-chan no iba simplemente al pueblo de al lado. Iba mucho más lejos: a la ciudad imperial. Ojalá yo pudiera viajar así algún día.
—Mucha suerte con tu ceremonia, Hanako-chan. Cuando volvamos a vernos, seremos los cuatro unos adultos hechos y derechos. Que los Kami te guarden —dije con sinceridad, aunque me sentía algo triste por no estar en su lugar.
Me despedí con una profunda reverencia.
Aquel día había terminado de preparar mis cosas y ya estaba lista para partir hacia la ciudad imperial. Aquel sería un gran cambio, de estar en un pueblo a una gran ciudad. Había pasado mucho desde que llegamos allí, y realmente apenas recordaba gran cosa de dicho lugar, pero sería agradable cambiar de aires.
Me sorprendió ver que todos se habían reunido para despedirse, aunque en un pueblo tan pequeño era comprensible que ver a una familia marcharse, o llegar, era un gran evento en si mismo.
Una suave risa se me escapó al escuchar a mi padre querer que le mantuviese una vez llegase a la cima. No es que fuese un problema, pero tendría que esforzarme para llegar hasta tal posición.
── Muchas gracias, espero que tú también tengas suerte en tu camino y logres alcanzar tus metas. De igual forma espero que tú también tengas un gran futuro, Hitomi-san. Estaré deseando que llegue el día de volver a vernos, hasta entonces espero que el hermano sol os guíe por el buen camino.
Dichas aquellas palabras posé mi mirada en Shin'ya, manteniendo la mirada en silencio por unos segundos. Una sonrisa ladina junto a una expresión más traviesa se dibujó en mi rostro que solía verse más calmado.
── Que no me entere de que te vas al bosque solo, no quiero tener que venir desde la capital para buscarte.
Pronuncié con una mezcla de provocación y broma, aunque lejos de buscar molestarle.
── Espero que tú también logres alcanzar tu meta en el camino de la espada, no hagas demasiadas locuras en mi ausencia.
Habíamos sido compañeros de entrenamiento por un largo tiempo, así que sería extraño no verlo alrededor por un buen tiempo.
── Gracias a todos por haber cuidado tan bien de mi, cuando volvamos a vernos juntémonos de nuevo y tomemos algo mientras nos ponemos al día. Seguro que todos tendremos muchas cosas para contar.
Terminé por hacer una pequeña reverencia a modo de despedida.
Ciudad Imperial, ¿eh? Me pregunto cómo será... Shin'ya había hecho acto de presencia junto a su padre en la despedida de la familia Shiratori, igual que había hecho la mayoría del pueblo. El chico no decía mucho, se limitaba básicamente a observar a la gente que tenía a su alrededor, y en especial a las chicas con las que había asistido a la Ceremonia de Adultez. No había tenido la desfachatez de mirar las tarjetas de otras personas, así que no sabía muy bien qué clase de pruebas tendrían que hacer. ¿Las habrían completado ya, en un solo día? ¿O, como él, iban a esperar unos días?
── Que no me entere de que te vas al bosque solo, no quiero tener que venir desde la capital para buscarte.
- ... Aquello fue una sola vez, hace mucho tiempo. Y aprendí la lección. - respondió con tono serio Shin'ya. Había estado a punto de fruncir el ceño, pero consiguió retenerlo en su sitio. Respondió con demasiada seriedad, y él mismo se dio cuenta de ello. ¿No debería decir algo sentido, como acababa de hacer Miyazaki-san? Por suerte, Shiratori volvió a hablar.
── Espero que tú también logres alcanzar tu meta en el camino de la espada, no hagas demasiadas locuras en mi ausencia.
- No las haré, lo prometo. Gracias por tus palabras, Shiratorio-san. - dijo, inclinando levemente su cabeza con respeto. - Me esforzaré por cumplir tus expectativas, y te deseo la mejor de las suertes en tu nuevo hogar. Buen viaje, Shiratori.
¡Fuegos artificiales! En los primeros años aquí me había llevado una decepción porque ni los festivales ni las celebraciones tenían los habituales fuegos artificiales. Había empezado a pensar que era cosa de estar en un pueblo pequeño, en el que tal vez no se usaban esas cosas o eran muy caras de adquirir, pero parecía que simplemente no existían... Hasta ahora, donde parecía que sí se debía a mi primera opción.
- ¡Pues claro que no! - sonrío algo más animada, llevándome un dedo a los labios. Pues nada, tendré que hacer una buena ceremonia.
A la mañana siguiente, me preparo como siempre, como si fuera un día más. Los preparativos para la ceremonia estaban... casi hechos, digamos. Lo más difícil había sido pensar qué podría gustarle a los espíritus del bosque. Pero dejando eso de lado, había que ir a despedirse de los Shiratori, aunque esperaba que volvieran. De Midori-chan esperaba lo mismo, aunque la veo tan nerviosa que casi me dan ganas de preguntarle si de verdad quieres ir.
- Buenos dí... - me quedo mirando sus ojeras varios segundos, sin saber muy bien qué decirle - ¿Eh? Ah, sí, sí, ya está todo, ehm... ¿Estás tú bien? Parece que te hubiera poseído algún espíritu...
Dejando los cuchicheos y la falta de sueño de Midori-chan, decido prestar un poco de atención a la marcha del carruaje. Como miko, y persona de baja cuna, apenas había tenido trato con Shiratori-san, a pesar de que mi padre sí que fuera casi un amigo de su familia. Yo la veía como algo inalcanzable, como otro nivel en el que nunca podría estar. Ya era suerte que una familia como la suya hubiera decidido venir a un pueblo tan pequeño. Y tal vez por eso me sorprende que se dirija a mí también directamente por el nombre.
- Ah, g-gracias. - consigo recuperarme, haciendo una reverencia algo avergonzada - Estoy segura de que podrás superar cualquier cosa que se interponga en tu camino, Shiratori-san.
Agh, tendría que haberle dicho algo más, aunque es Midori-chan la que sabe hablar bonito. Sin saber muy bien qué más decirle, vuelvo a hacer una reverencia de despedida. Realmente espero que le vaya bien, aunque el pueblo va a estar triste sin ellos.
Ver como todos iban dando sus despedidas y sobre todo palabras motivacionales dibujaba una imagen agradable en las personas del pueblo, quienes tenían grandes expectativas en aquellos jóvenes que pronto tendrían que enfrentar el camino hacia su adultez, y probar por primera vez las cosas que el destino tenía preparados para ellos.
De ese modo, la familia Shiratori partió en los carruajes, siendo despedidos por todos con dulces palabras y algunos regalos, embarcándose en un viaje por las tierras del imperio donde cada uno escribiría su historia.
Sientes que una mirada gentil se posa sobre ti.
Pareciera que ha surgido un cambio en el gran esquema de las cosas.
. . .