Partida Rol por web

Juego de Tronos - Castillo de Aguasclaras.

Lo que aconteció en un principio. - Parte II.

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09/12/2013, 22:01
"A Sangre y Fuego".

VIÑETA VIII: AÑOS 117 A 124 DE LA DINASTIA TARGARYEN:

- Años 117 a 124: Sigue en el Trono de Hierro el rey Viserys I Targaryen, nieto y sucesor de Jaehaerys I el Conciliador.

- Año 117: Fin del Invierno.

- Año 118: Inicio del Verano.

- Año 118: Ser Gryor Mallister muere de enfermedad y sus parientes acusan a Olenna (que entonces tiene 18 años) de haberle envenenado. Olenna huye a Refugio Quebrado con los Crakehall, y los parientes de Ser Gryor ser quedan todos sus bienes.

- Año 120: Ser Hadder Ríos tiene 35 años. Ha vivido infinidad de aventuras y logrado una imponente reputación. Sin embargo, en el último año la fortuna no le sonreído, y permanece enfermo la mayor parte del año. Los Crakehall le alojan en su castillo durante su convalecencia.

Olenna Crakehall (ha recuperado su apellido tras enviudar en desgracia) cuida de Ser Hadder durante todo el año, y entre ambos surge un romance.

- Año 120: Nace Armase Arena cerca de Lanza del Sol (Dorne).

- Año 120: Nace Soraya la Gata en Último Hogar (el Norte).

- Año 121: Fin del Verano.

Ser Hadder Ríos sirve en la Casa Crakehall como jinete libre.

- Año 121: Nace Royne Ríos, Bastardo de Lord Frey, en los Gemelos.

- Año 122: Inicio del Invierno.

El romance entre Ser Hadder Ríos y Olenna Crakehall es descubierto con gran desagrado para los Crakehall (Lord Crakehall pretendía casar a Olenna, de 22 años y gran belleza, aunque marcada por su funesto matrimonio anterior, con algún caballero noble (legítimo, no bastardo) para ganar influencia para su casa). Ser Hadder vence a varios guardias juramentados Crakehall y a Otter Crakehall (joven Escudero de 17 años), pero se las arregla para no herir de gravedad a nadie y logra convencer a Lord Crakehall de que permita el matrimonio con su hija Olenna.

- Año 122: Nace Malcom Ríos en Seagard (en las Tierras de los Ríos).

- Año 122: Nace Madrigal en Puenteamargo (en el Dominio).

- Año 123: Otter Crakehall es nombrado Caballero a los 18 años de edad por su padre, Lord Jacob Crakehall.

- Año 123: Ser Hadder y Olenna se casan en un Sept de Refugio Quebrado, en una boda a la que no se le da ninguna publicidad.

- Año 123: Baltrigar Tormenta se convierte en Escudero en Bastión de las Tormentas a la edad de 10 años.

- Año 123: Nace Theresa Nieve, en Último Hogar, en el Norte.

- Año 124: Ser Hadder Ríos decide ponerse al servicio de Lord Hoster Tully, que en ese momento está presionado por los Lannister en varios frentes políticos y económicos. Lord Hoster acepta el juramento de su hermanastro bastardo debido a su gran reputación como guerrero, pese a que le desagrada personalmente.

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09/12/2013, 22:02
"Familia, Deber, Honor."

VIÑETA VIII: AÑOS 117 A 124 DE LA DINASTIA TARGARYEN:

FEUDO LAGO DORADO:

- Los Lefford de esta zona hacen llamar al territorio pretenciosamente "Feudo del Lago Dorado", en imitación a sus parientes de la rama troncal de la Casa, que proceden del Colmillo Dorado.

- Los Tully, desde luego, no aceptan esta nomenclatura, pues conservan diversos señoríos y pueblos en el pretendido feudo de los Lefford. Durante estos años hay una calma tensa entre los Tully y los Lefford (y, por tanto, los Lannister, que están detrás de los Lefford) por este territorio. La lucha es política y económica, con algunas escaramuzas entre bambalinas protagonizadas por bandidos o mercenarios con apoyo soterrado de uno de los dos bandos.

- La diferencia entre bandido y mercenario, en esta época y zona, sigue siendo de matiz. Cada bando afirma que ellos contratan mercenarios mientras que sus rivales pagan bandidos.

Los Lefford cuentan con pocas tropas, pero tienen algunos caballeros, lo cual es una ventaja decisiva, pues los bandidos se retiran o no combaten la mayoría de las veces al verse enfrentados a caballeros. Además cuentan con un sólido castillo, mientras que ningún señorío Tully está defendido por algo mejor que unas estacas y si acaso un foso y alguna empalizada.

Los señoríos leales a los Tully no cuentan con ningún noble presente, lo que les resta mucha fuerza y autoridad. Los pueblos están administrados por mayordomos plebeyos o consejos de ancianos, y a menudo resultan extorsionados por los mismos bandidos que les tenías que defender.

Parece evidente que si la Casa Tully no hace algo decisivo muy pronto, los pocos señoríos que les son leales acabarán empobreciéndose (y siendo saqueados y arrasados poco después) o cambiando de bando.

Los Lefford podrían apoderarse definitivamente de toda la zona de la Bahía de los Hombres del Hierro hasta Piedras Viejas y alrededores.

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- Año 117: Fin del Invierno.

- Año 118: Inicio del Verano. Nace Jared, el hijo del alfarero local, en la aldea de Aguasturbias.

- Año 120: Plumby, con seis años, trabaja ahora en el Castillo del Lago. Formándose como aprendiz de emplumador (flechero).

- Año 120: Nace Armase Arena cerca de Lanza del Sol (Dorne).

- Año 120: Jeremyed empieza a trabajar como aprendiz en la herrería del Castillo del Lago.

- Año 120: Nace Rolls, el hijo de un campesino, en la aldea de Aguasturbias.

- Año 120: Nace Soraya la Gata en Último Hogar (el Norte).

- Año 121: Fin del Verano.

- Año 121: Nace Eremiel, sobrino de Eulocis, en Sept de la Bahía.

- Año 121: Nace Brosten, en el seno de la rama más empobrecida de una familia de sidreros de Villamanzano.

- Año 121: Nace Sarah en la aldea de Aguasturbias, el mismo año en el mismo lugar nace también Sam.

- Año 122: Nace Darién en Corral de la Encina.

- Año 122: Nace Tanya en Aguasturbias.

- Año 123: Nace Sysa en Orilla Azul.

- Año 123: Nace Gallo, en Aguasturbias.

- Año 124: Nace Golias en Aguasturbias.

- Año 124: Flavia se traslada desde Sept de la Bahía hasta el Castillo del Lago. Viterrand la sigue. Ambos encuentran empleo en las cocinas del castillo.

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09/12/2013, 22:15
[RIP] Ser Hadder Tully, Señor de Aguasclaras.

AÑO 99 DE LA ERA TARGERYAN, DESCANSO DEL CAMINANTE, CASA SEÑORIAL DE LA CASA VANCE.

HADDER RÍOS (14 AÑOS).

Ser Harlow Vance observaba desde la balaustrada la espigada figura rubia que yacía de espaldas al suelo. Su espalda estaba marcada por largos cardenales completamente rectos como si varias lenguas de fuego hubiesen dejado sus besos en la espalda del muchacho.

- Te dije que te iba a doler chico, pero tú lo has querido - dijo el Caballero que todavía guardaba sus manos en sendos guanteletes.

- Al menos ha tenido la delicadeza de quitarse el resto de la armadura - exclamó uno de los presentes.

- Menudo mocoso engreido, desafiando a un caballero - Ser Harlow siguió con la vista fija en la espalda del muchacho. Veía como este se removía en el suelo tratando de no gemir de dolor mientras alargaba su mano en busca de la espada de madera.

- No tiene nada que ver con la piedad o la cortesía, Ser Horace - dijo Ser Harlow. - En todo caso Ser Marlon está siendo prudente -

- ¿Prudente señor? Ese muchacho está hecho un rastrojo, más os valdría dar por terminada esta lección si queréis conservar vuestro escudero - contestó el aludido.

Hadder buscó apoyo hincando la espada de entrenamiento con ambas manos en el suelo e incorporándose. - Bastardo, en tu estado, ¿todavía pretendes seguir desafiándome? - exclamó furioso Ser Marlon secándose el sudor de la cara con la manga de su camisola. Hadder dejó escapar una ligera sonrisa ensangrentada e irguió la espada en posición de guardia.

- Si mal no recuerdo mencionáteis que un bastardo como yo no os haría sudar. Supongo que el clima de estas tierras debe ser demasiado sofocante para vos, Ser Marlon, ¿o es que vuestra armadura comezaba a pesaros? - Desde su posición, esta vez fue Ser Harlow el que dejo escapar una sonrisa, se giró y encamino sus pasos hacia el salón. En cuatro años aquel muchacho había avanzado mucho y su cuerpo crecía a ojos vista, día tras día.

Un grito de rabia resonó por el patio y el sonido de la madera haciéndose astillas acompañó los pasos de Ser Harlow.

AÑO 106 DE LA ERA TARGARYEN, CAMINO REAL EN ALGÚN LUGAR ENTRE FOSO CAILIN E INVERNALIA.

SER HADDER TULLY (21 AÑOS).

- Así que vas camino del Muro. No es lugar para ir sin una buena razón – dijo el hombre de la mano en cabestrillo a Hadder – ¿No irás a presentarte voluntario no? Ja, tienes buena espalda lo reconozco, pero se te quedará a tiras en menos de dos ciclos si vas allí - El hombre no había parado de tratar de establecer conversación con Hadder desde lo alto de la carreta desde que pasaran El Cuello y decidieran unir sus caminos para mayor seguridad. Manejaba las riendas con una mano mientras que la otra permanecía descansando en su regazo completamente vendada.

- No tengo piel de cuervo, pero estoy buscando a alguien de la Guardia – dijo Hadder.

- Pues ten cuidado, esos rezan su juramento allí por donde se dejan caer como si fuesen septones, pero son tan traicioneros y asesinos como cualquier salteador de caminos – cacareó el hombre mientras chasqueaba la lengua animando a los podencos.

- Tengo entendido que algunos son de sangre noble – contestó Hadder. El hombre observó el caballo de Hadder y la vaina que colgaba en uno de los costados, como asegurándose de a quién hablaba.

- Chst... esos son los peores de todos, resentidos buscando gloria y mirando por encima del hombro al resto. Al final no pueden mojar la polla, como el resto de ellos - sonrió el hombre mientras hacía un gesto obsceno. Hadder no contestó, como si el comentario no fuese con él, pero el gesto del carretero mostró un pequeño destello cerca de su cabestrillo. - De todas formas no entiendo como viajas solo, el Norte no es como esas Tierras de los Ríos, ni Desembarco del Rey. Aquí lo que se mueve por la campiña tiene hambre - comentó el carretero.

- Es más fácil moverse cuando vas solo, los grupos grandes atraen a los bandidos – comentó Hadder sin darle importancia.

- Cierto, cierto – dijo el hombre asintiendo – pero cualquier hombre solitario termina siendo una buena presa, en estas tierras hay lobos. -

- Los lobos sólo atacan cuando la presa los teme – dijo Hadder.

- No dirías eso si conocieras los lobos de estas tierras – sentenció el carretero sonriendo malévolamente. El bamboleo de la carreta emitía un sonido metálido, como el chirrido de clavos contra la piedra.

- Los únicos lobos peligrosos son los que visten piel de cordero – dijo Hadder ácidamente llevando la mano hacia su cintura. La lona de la carreta se levantó en aquel instante como removida por el viento del Norte y dos hombres emergieron con unos machetes en sus manos.

El carretero sonrió mientras miraba a Hadder. - Mala suerte amigo, estos dos lobos llevan una semana sin comer - Uno de los bandidos cogió impulso para saltar desde el carromato trantando de derribar a Hadder. Este silbó de una forma extraña y su caballo brincó a un lado. El hombre se estampó contra la tierra y el caballo pisoteó su cabeza quedando inerte y mezclándose el barro con una masa sanguinolenta. El segundo hombre había descendido a tierra rápidamente y cargaba contra Hadder. Con una maniobra de Hadder el caballo encabritó y sacudió sus patas hacia el atacante. La coz alcanzó al hombre en el rostro antes de que pudiese asestar el golpe y quedó inconsciente en el suelo. Hadder volvió su caballo hacia el bandido que manejaba la carreta.

- Mala suerte la tuya, tu manada es demasiado pequeña. -

Varios ciclos más tarde, en Guardaoriente del Mar al sur del Muro...

Cuando había llegado a Guardaoriente, Hadder había puesto todas sus esperanzas en mantener una reunión con el Maestre del Bastión. Tras explicarle la búsqueda en la que se había embarcado para rastrear los orígenes de su tío abuelo Marvin y sus motivos, ni todo el hielo del Muro lo habrían aplastado tanto como la determinación de aquel anciano. Los registros del bastión no eran para uso y consulta pública y menos aún para cualquiera que entrase por aquellas puertas sin invitación previa, había sentenciado el anciano Maestre. Pero la aparición de aquel Septón había sido providencial. Apreciaba sobremanera el interés de Hadder por reconstruir la historia de un hombre de la Guardia, por modesto que fuese. Al parecer, en el pasado él mismo se había visto envuelto en una búsqueda similar tras escribir los Anales del Centauro Negro, unas crónicas de un antiguo Lord Comandante de la Guardia, sobre las que Hadder se había visto obligado a conversar interminables horas con el viejo Septon. Hasta que éste supo que Hadder era sobrino-nieto del antiguo capitán de los exploradores, al que este había llegado a conocer durante su noviciado en Guardaoriente del Mar. Había sido en ese momento cuando el Septon Jorquen había decidido ayudarle en su búsqueda. El resto fue solicitar un par de favores pendientes del testarudo Maestre y cumplir una petición del Septon.

- Así que pensáis partir cuanto antes, Ser Hadder – expresó con pesar el Septon.

- Así es Septon Jorquen, he cumplido con mis intereses aquí. Descuidad, cumpliré con mi palabra como ya os he dicho. Pero hasta que vea al muchacho no sabré de qué pasta está hecho. – Dijo Hadder sosteniendo entre sus manos un viejo y pequeño tomo de cuero envejecido.

- No os preocupéis, Ser Hadder, la sangre del muchacho es fuerte, pero necesita alguien que lo guíe durante sus primeros años para no torcerse. Lo dejo a vuestro parecer, creo que sois un hombre de honor, y por vuestro cuerpo corre la sangre de un hombre honorable. -

- Y también la de otros que no lo eran tanto, Septon Jorquen – masculló Ser Hadder.

- Con los años creo que cada vez veo eso con más frecuencia Ser Hadder – dijo el Septon rememorando.

- Tened buena guardia Septon Jorquen. -

- Tened buen cobijo allá donde os lleve vuestra búsqueda, Ser Hadder. -

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09/12/2013, 23:04
[OUT] Maestre Ammon.

VIÑETA VII.

     Aprendiz Ammon. Un joven de veinte años.

     Año 103 después del Desembarco del Rey. Ciudadela, Ciudad de Antigua.

 

     – Descríbelo – dijo el Archimaestre Gaelon.

          El joven aprendiz se acercó a la enorme mesa de roble sobre la que descansaba un pergamino y dos extrañas piezas alargadas de cristal oscuro, como dos estalactitas frías y yermas. Nunca había visto aquellos objetos, pero los reconoció de inmediato. Alzó la vista y observó a los tres Maestres que lo contemplaban.

 

     – ¿Cómo decís, Archimaestre Gaelon? – Dijo.

     – El chico es algo sordo – murmuró el Maestre Vingil hacia su grueso compañero.

     – Describe eso que hay sobre la mesa – dijo el Archimaestre Gaelon alzando algo la voz.

 

     El aprendiz alargó la mano izquierda y acarició el pergamino, inclinando levemente el cuerpo hacia la mesa para poder leerlo. Permaneció así durante un largo minuto.

 

     – ¿Y bien? – Preguntó el Gran Maestre Munkun.

     – Es un antiguo escrito Valyrio.

 

     Los tres Maestres se miraron en silencio. El Maestre Vingil asintió hacia Gaelon.

 

     – ¿No nos dices nada acerca de las dos piezas de cristal? – Dijo Gaelon.

     – Pensé que se iban a examinar mis conocimientos de historia – dijo el Aprendiz, alzando al fin la vista. – Se me dijo que hoy me jugaba el cobre.

     – Nosotros decidimos qué materia ponemos en cuestión, joven Ammon.

     – Acostúmbrate a desconfiar de todo lo que se te dice – dijo el Maestre Vingil removiéndose en su silla.– Desconfiar es parte de nuestro trabajo. En cualquier caso, ¿por qué prestas atención a un pergamino escrito con unos caracteres que no comprendes antes que a esas extrañas piezas de cristal?

     – Porque aunque nunca antes las había visto, ya sé que esas dos piezas son en realidad dos velas de cristal – respondió Ammon. – De vidriagón, manufacturadas en el viejo reino de Valyria. Y porque sé que cuando llegue el momento de decir las palabras, una de esas velas me acompañarán durante mi noche en vela. 

     – Pretencioso – murmuró el Archimaestre Gaelon.

     – Discúlpeme, Archimaestre. No escucho muy bien.

     – Nadie ignora las velas de vidriagón cuando las contempla por primera vez – dijo el Maestre Vingil, sonriendo. – O casi nadie. Ahora explícales por qué te interesa tanto ese pergamino escrito con caracteres incomprensibles.

     – Porque no son incomprensibles – dijo Ammon, alzando los hombros. – Es la grafía de los brujos, y el texto describe la regla y forma de animar la llama fría. – El Aprendiz repartió la atención de sus ojos entre los tres Maestres. – Es un escrito prohibido, y yo no debería haberlo visto.

     – Lee – dijo el Gran Maestre.

   

     Ammon miró fugazmente hacia el rostro del Maestre Vingil, quien no dejaba de sonreír. Tomó aire y, sin dirigir una sola mirada hacia el pergamino, comenzó a recitar.

     

     – "Lo arlī mazemagon jaelāt, ziry jemēlo syt ziry jemo bēvilza. 

     Uēpossi Arlȳssī nēdyssy sesīr azantys zȳhon vestras. 

     Aōhoso ajomemēbza se Arlȳssī nēdyssy rijībiā, se ñuhoso ziry rijībin. 

     Nyke Morghot se Arlȳssī nēdyssy Jelmāzmo hen Targārio Lentrot, hen Jaehossi se Arlȳssī nēdyssy Uēpo ānogār iksan. 

     Sparos rōbir angotas se Arlȳssī nēdyssy. Vīlībāzma, ziry Yn aderī, mōrī se Arlȳssī nēdyssy kivio, aōt māzīli se hēnkirī īlvi biarvī manaerili. 

     Ziry dārilaros issa, se Arlȳssī nēdyssy suvio zūgusy perzō vāedar issa."

 

     Un silencio tenso se adueñó del pequeño y frío salón cuando Ammon acabó. El joven aguardó con paciencia hasta que sintió que los ecos de su última frase morían para siempre y entonces carraspeó.

     – Por supuesto, ésta no es la cadencia correcta – dijo. – Tampoco la dinámica adecuada: determinadas frases deben pronunciarse voz en grito y otras apenas en un susurro. Pero en este pergamino no hay información acerca de…

     – ¿Has aprendido ese ritual de memoria con un solo vistazo? – Preguntó el Archimaestre Gaelon.

     – Nací con el don de la memoria. -

     – Notable – murmuró el Gran Maestre.

 

     El Maestre Vingil asintió, visiblemente satisfecho.

 

     – Muy notable, diría yo – dijo Vingil. Después se dirigió hacia el aprendiz. – ¿Sabes que sólo uno de cada cien Maestres incluyen el eslabón de acero Valyrio entre los de su cadena?

     – Sí, Maestre Vingil – respondió Ammon.

     – ¿Y por qué crees que es así?

  

  Ammon dio un último vistazo al pergamino. Después asintió levemente.

    

  – Porque los Estudios Oscuros están mal vistos entre la comunidad de Maestres. Es nuestro deber desconfiar de la Magia y mantener una postura escéptica. A ese respecto, un eslabón de acero Valyrio no habla muy bien del Maestre que lo porta.

     – Exacto. – Gaelon miró impaciente a sus dos compañeros. – Exacto. -

     – Una cosa más – dijo Vingil alzando la mano. – Dime una cosa, aprendiz Amon, ¿sabes por qué ese acero Valyrio sólo se ha concedido una vez en la historia de la orden como primer eslabón de una cadena?

     – No, señor – concedió Ammon. – Pero puedo suponerlo. -

     – Ilumínanos.

     – Imagino que el motivo es sencillo. Con todos los conocimientos, con toda la información, con acceso ilimitado a estos textos arcanos y al material oculto en los almacenes más secretos de la orden… Con todo eso a mi alcance y por más que estuviera dotado del mayor de los talentos, no sería capaz de iluminar esas velas de vidriagón. La magia ha muerto, Maestre Vingil. Y sólo los ilusos y los niños pueden pretender, o desear, que algún día regrese. ¿Quién querría perder su tiempo aprendiendo una de las materias de conocimiento más complejas de todas para no conseguir con su esfuerzo un beneficio claro al final del camino?

     – Exacto – subrayó de nuevo Gaelon. – Y confío en que en el futuro cercano dediquéis esa perspicacia vuestra a intereses más saludables y productivos, Aprendiz Ammon.

     – Acólito – corrigió el Gran Maestre Munkun mirando hacia el Archimaestre Gaelon. – Acólito Ammon.

     – Muchacho – Vingil sonreía–, te has ganado el derecho a forjar tu primer eslabón. Pero no va a ser de cobre.

 

     Ammon asintió, sin perder la compostura.

     Por dentro, en cambio, su viejo fuego ardía.

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09/12/2013, 23:17
Forestal Darién "Piel de Lobo".

VIÑETA VII: AÑO 117 DE LA DINASTIA TARGARYEN: Tierras de los Ríos. Antepasado por línea paterna:

Darién, abuelo por línea paterna de Darién.

Darién se dirigía por el camino, desde su espalda un niño lloraba mientras una mujer lo sujetaba. Aquel hombre de 27 hombres estaba abandonando a su familia en busca de aventuras. Había vivido durante todo el invierno en su granja de pollos junto a su joven esposa y su hijo recién nacido. Ella una joven de 20 años ahora se encontraba en plena madurez donde su joven aspecto era la envidia de medio Corral de la Encina. Por su Parte Darién había vivido una buena vida, trabajando con los pollos de sol a sol y vendiéndolos a las aldeas cercanas. Habían conseguido una buena fama y un buen puñado de monedas. Ahora su sangre no paraba de quejarse, sus piernas pedían movimiento y aquel trabajo constante no lo dejaba moverse.  Aquella sangre que parecía seguir a la familia le pedía acción, una aventura antes de que aquellos huesos viejos comenzaran a quejarse por la humedad constante.

Tras seis años y cuando la granja estaba bien asegurada, Darién había contratado a un hombre para que hiciera las labores más complicadas y así su esposa se pudiera relajar a cuidar de su hijo. A cambio él se alistó en la milicia y se dirigió a los ejércitos de los Tully que estaban reclutando para sólo los Dioses sabían. Compró una lanza, una coraza de cuero hervido y un caballo. Ahora se había despedido de su mujer y sólo rezaba al soldado por que pudiera volver vivo a verlos. Todo parecía estar atado en la casa así que no volvió la mirada a las lágrimas de su esposa y menos a las de su hijo. No quería luchar entre la sangre, la cabeza y el corazón. No quería saber quién ganaría.

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09/12/2013, 23:18
Forestal Darién "Piel de Lobo".

VIÑETA VIII: AÑO 122 DE LA DINASTIA TARGARYEN: Tierras de los Ríos. Antepasado por línea paterna:

Maldom, padre de  Darién.

Maldom vendedor de pollos de Corral de la Encina se encuentra en la puerta de su granja. Desde hacía 21 años nadie le había prohibido entrar en ella salvo hoy. Dentro las matronas están con su esposa Sansa entre gritos y dolores. Fuera está tanto Darién, su padre, como algunos amigos que le hacen compañía. Junto a una botella de licor que él mismo destila en su granero esperan pacientemente.

Hacía ya más de tres años que su padre Darién había vuelto, se fue a hacer la guerra en la milicia de los Tully y había vuelto como un verdadero veterano de múltiples batallas. O eso decía él al menos a quien quisiera escuchar. Ahora no era más que un viejo que poco podía hacer que quedarse sentado al sol de la tarde mirando como los pollos crecían. Su mujer Mathilda murió a manos de un ladrón al que Maldom tuvo que matar, pero eso es una historia que el propio Maldom se niega a contar más. Sólo la contó dos veces, una al capitán de la guardia encargado del pueblo y otra a su padre. Nadie más sabe lo que sucedió en aquella noche siniestra.

Darién su abuelo pareció envejecer cuando se enteró de aquella noticia, había vuelto orgulloso de su trabajo, con los bolsillos bastante llenos de dinero pero había llegado demasiado tarde. Su mujer había muerto y su hijo ya no lo reconocía. Se había quedado sin hogar. Ahora vivía en su antigua habitación pero a cargo de su hijo el que sólo lo aceptaba por pena.

Por su parte Maldom había heredado el trabajo de su padre y su madre. Era un gran vendedor y criador de pollos. Bastante famoso vendía a bastantes habitantes de las poblaciones cercanas.

Por fin la puerta se abrió y una mujer mayor salió. En sus brazos había un bulto. La mujer lo destapó y dejó  a la luz un niño recién nacido. Era hijo suyo, tenía unos mechones de pelo rubio muy fino como todos los de su familia tenían, o eso afirmaba su padre. Maldom lo cogió en brazos lo miró fijamente  y dijo mirando a su padre. – Se llamará Darién. – Su padre no pudo soportarlo y el anciano rompió a llorar, habían hecho las paces ante el nieto más bonito que una familia pudiera desear.

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10/12/2013, 00:41
Ser Otter Crakehall.

Año 105 de la Dinastía Targaryen, Refugio Quebrado.

Jacob Crackehall, padre de Otter Crakehall.

Porque diablo tardarán tanto. - Jacob se movía de un lado para otro, impaciente, sin separarse de la habitación donde se mujer alumbraría al nuevo vástago.

Ya sabéis como esto, mi señor - respondió uno de los sirvientes que le acompañaba.

Lo sé, lo sé - a decir verdad, el parto de su primera hija ya debía haberle hecho comprender que la naturaleza tiene sus tiempos y no por mucho que él desee que acabe el parto, vaya a ocurrir -  solo quiero que acabe ya, es todo.

Jacob no estaba acostumbrado a este tipo de situaciones, donde él no podía hacer nada más que esperar. Pero el parto era cosa de mujeres, y eso no se podía cambiar.

Solo espero que sea un varón - piensa. Siempre dijo que le daba lo mismo si era un niño o una niña (también lo dijo con un primer hijo), pero lo cierto era que en su fuero interno deseaba tener un varón. A pesar de todo, nunca se sintió decepcionado con el nacimiento de su hija. Olenna fue una alegría nada más nacer: era la princesita de la casa, la que alegraba a todos con su pequeña sonrisa y sus juegos. Jacob no negaba que le consentía cualquier cosa a la muchachita, pero es que no podía resistirse a su carita de ángel. Ahora será un varón - estaba convencido de ello - un varón que seguro que alegrará a padre.

Y es que a nadie se le escapaba que la salud del actual Lord Crackehall era débil, muy débil. El Maestre ya le comunicó que solo era cuestión de tiempo antes que su padre fuese a una mejor vida - tonterías, mi padre sigue estando como un roble- le contestó en su momento, más para mentirse a sí mismo que para otra cosa. Jacob no podía negar la realidad: su padre se moría.

Apartó en su momento ese pensamiento. No era el momento ni el lugar. Los gritos de su mujer le volvieron de nuevo a la realidad.

- Por los Siete, que acabe ya - y tras decir esto, se oyó lo esperado. Un llanto fuerte salió de la habitación. - Ya ha nacido, ya ha nacido. - Jacob sonreía, mientras esperaba que la partera abriese la puerta y pudiera ver a su recién nacido.

- Avisa al Maestre - las parteras se encargaban siempre de las cuestiones del parto, pero el Maestre siempre se encontraba cerca por si acaso surgía alguna complicación y podía ayudar. Con la salud delicada del Lord, por una vez se decidió que no estuviera presente. Claro que le pidieron que le avisasen cuando naciese, y eso haría.

Tras dar la orden la puerta se abrió, y una mujer entrada en años le hizo un gesto para que pasara. Jacob entró con rapidez y en pocas zancadas ya estaba al lado de su esposa, sudorosa y con una gran sonrisa en sus labios. En sus manos sujetaba un pequeño cuerpo envuelto en una tela. Sólo la cabeza y sus manitas eran visibles.

- Es un niño - le dijo su mujer.                                                

- Un niño - repitió el marido, que se colocó al lado de su esposa y le dio un tierno beso en su frente.

- Cógelo, que lo estás deseando - le ofreció a su hijo y Jacob lo cogió con cuidado - cuidado con la cabeza. -

Ya estaba, ya lo tenía entre sus brazos. Su pequeñin, su hijo. Una nueva alegría para la casa. Qué contento se pondría padre al verlo.

- Hola Otter, soy papá - y meció a su hijo con dulzura.

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10/12/2013, 00:42
Ser Otter Crakehall.

Año 105 de la Dinastía Targaryen, Refugio Quebrado.

Jacob Crackehall, padre de Otter Crakehall.

Quedaba poco para el final de la ceremonia. En breves momentos Haddor se convertirá en un Caballero al servicio de la Casa Crakehall. No había un joven que se lo mereciese más que aquel hombre. Había demostrado su valía como soldado en armas y de ser hombre honorable. Sin embargo, fue salvar a su hija Olenna lo que decantó finalmente a Jacob para realizar aquella ceremonia y nombrarle caballero.

Aún recordaba el miedo que recorrió todo su cuerpo tras aquella emboscada. Volvían de una pequeña excursión con su hija y una pequeña escolta. Con el nacimiento de su hijo varón, tanto su mujer como él se habían centrado en darle muchas atenciones al nuevo miembro de la familia, lo que supuso los celos inmediatos de la niña. Quiso compensar aquello de la mejor forma posible, y dar un pequeño paseo con su hija podía ser un buen remedio. Y más si en el mismo le dejaba montar en su nuevo pony comprado para la ocasión. 

El ataque no lo vio venir. Una pequeña carreta - en un estado realmente lamentable - se encontraba varada en la carretera. El ofrecerse para ayudar fue un buen gesto que casi le cuesta la vida. En un momento se disponía a echar una mano a unos lugareños y al rato estos se abalanzaron sobre ellos sin dudarlo. Mucha tenía que ser su desesperación para atacar a cuatro hombres armados. O quizás eso no fue nunca su intención. En un abrir y cerrar de ojos habían logrado coger a su hija y salir al galope de allí. Jacob no tuvo tiempo de seguirlos - estaba luchando por su vida. - Tras acabar allí el combate -con la muerte de seis enemigos y uno de sus hombres heridos de gravedad- decidió ir en pos de su hija. Montó al caballo y haciendo oídos sordos a sus hombres, cabalgó en la dirección por la que se fue uno de sus hombres. Mas él no era rastreador y al poco tiempo tuvo que detenerse. No sabía por donde debía continuar. 

Maldijo a los Siete y a los bandidos. Tenía miedo. ¿Habría perdido a su pequeña? Estuvo a punto de seguir adelante -daba igual hacia donde con tal de seguir la búsqueda- cuando oyó un caballo que se acercaba en dirección contraria hacia él. Era uno de sus escoltas que llevaba a su hija en sus manos. Era Hadder Rios, y había salvado a su hija...

Y esta era su recompensa. Hadder se arrodilló ante el Lord Crakehall, esperando las palabras que le nombrarían Caballero. 

Hadder Ríos - pronunció solemnemente, tocándole el hombro derecho con la hoja - en el nombre del Guerrero os ordeno ser valiente- la espada se trasladó del hombro derecho al izquierdo.- En el nombre del Padre os ordeno ser justo - de nuevo al derecho. - En el nombre de la Madre os ordeno defender a los jóvenes e inocentes- al izquierdo. - En el nombre de la Doncella os ordeno proteger a todas las Mujeres. - De nuevo al derecho. - En el nombre de la Anciana os ordeno actuar siempre con sabiduría y honor- y finalmente acaba la espada en el hombro izquierdo. - En el nombre del Desconocido llevad a vuestros enemigos a su abrazo. - Calló durante unos breves instantes - y ahora, levantáos como Ser Hadder, Caballero de Crakehall.

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10/12/2013, 00:45
[RIP] Malcom Ríos, Repostero de la Familia del Señor.

AÑO 110 DE LA DINASTÍA TARGARYEN: Seagard.

Esaria, abuela de Malcom Ríos. Criada limpiadora de los Mallister.

Liria (nacida el 105), madre de Malcom Ríos, hija de Esaria.

Daena Mallister, abuela de Malcom Ríos.

Zaryl Mallister (nacido el 99) , padre de Malcom Ríos, hijo de Daena.

Seraphine Mallister (nacida el 106), tía de Malcom Ríos.

 

Esaria, no tienes que esforzarte tanto. No me gusta verte tan saturada. - Comentó suspirando. - Desde que te transladaron a mi residencia, no has cesado de empeñarte. No me parece bien.

Pero señora, has decidido encargarte de mi hija. - Se calló llegando a sonrojarse incluso. - L-la estás cuidando junto con Seraphine y Valeria, como si fuera una de ellas. Es lo mejor que puedo hacer.

Madre, debo irme para entrenar. - Zaryl se despide, seguido por Liria y Seraphine. - ¡Oye! Que vosotras no tenéis que venir. - Dijo revolviendo el pelo a ambas. Luego vuelveré.

Daena despidió a su hijo con la mano como ella misma acostumbraba, Zaryl apenas vislumbró el gesto que era una mera formalidad entre la madre y sus hijos.

¿Acaso no ves lo bien que se llevan? Ni siquiera mi hijo mayor la desprecia, tiene una educación exquisita, tal y como me educó mi abuela y como yo eduqué a mis hijos. - Sonrió afablemente. - Jeremy no lo acepta igual, pero es simplemente por asuntos de nobles. - Se puso la mano en la cara, ocultándosela y cerrando los ojos haciendo un gesto de resignación. - Hombres... Espero que Zaryl no sea igual que él. [...]

Esaria miró a su señora, sin atreverse a decir nada, sin saber si debía hacerlo incluso. Siguió limpiando, más inmersa en su oficio que segundos antes. Daena Mallister se sumió en sus pensamientos durante unos segundos, luego se dirigió a la cama.

Me ausentaré un rato, necesito pensar. - Se dirigió a su dormitorio. - No olvides que Liria debe aprender a coser, no descuides su adiestramiento. - Le dijo poco antes de pasar por un pequeño arco que lucía una cortina a modo de separación entre habitaciones.

- Sí, mi señora. En cuanto termine con esto. Debe de estar muy confusa tras mudar su residencia a Seagard. Su marido se encuentra batallando ahora mismo. Debe ser duro...

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10/12/2013, 18:19
[RIP] Pik Pyke, Cazador.

Año 117 de la Dinastía Targaryen, Sept de la Bahía.

Desgracia en casa de los padres de Pik.

Este año, el Invierno es especialmente duro. He pasado los últimos años aprendiendo de la mar y de la tierra. Pescando y cazando. Y la caza, según mi padre, se me da especialmente bien. ¿Será tal vez que me divierto más que saltando de ola en ola para coger un bacalao cada hora? Por desgracia, no somos especialmente buenos agricultores, ni magníficos ganaderos, pero desde luego, mi padre es un fantástico pescador, y sus éxitos con los bacalaos han llegado a oídos de alta cuna otorgándole una suma importante por haberse convertido en pescador oficial y exclusivo del Septón Hallis.

Evidentemente eso no ha sentado bien a los veteranos, que ven en Liroy, un rival duro de batir, y espían siempre que pueden sus ubicaciones de pesca. Pero mi padre es perro viejo y superviviente por naturaleza. Siempre que ve que le siguen, va en dirección contraria a su ubicación preferida, se queda junto a la costa, y se dedica a sacar moluscos de las rocas cercanas a la playa. No gana tanto como con los bacalaos, pero lo suficiente para que sus perseguidores pierdan dinero siguiéndolo. Por desgracia, las noticias siempre llegan a oídos contrarios y enemigos del cliente de mi padre, y eso le obliga a salir momentáneamente cuando el temporal es peligroso, para llegar al cupo que el Septón le ha exigido a cambio de tan bien remunerada paga.

En una de esas salidas, un final de abril, cuando las corrientes más cálidas del sur impactan con las frías aguas del Hierro, el barco de mi padre nunca más regresó. Ese día mi progenitor me había pedido que fuera al bosque en busca de conejos y ardillas por si, como el resto de la semana había acontecido, no conseguía traer suficiente carga para contentar a su cliente. Pasaron los días y posteriormente los meses sin recibir noticias de él. Recé a todos los Dioses conocidos y por conocer, en especial a la Madre, al Herrero e incluso al Dios Ahogado, pidiéndoles su vuelta. Pero no me escucharon, o si lo hicieron, no creyeron que fuera merecedor de su magnánima atención.

No bastándoles con eso, se regocijaron en mi miseria haciendo enfermar a mi pobre madre, que entre el frío Invierno, la escasez de comida, su avanzada edad, la depresión por perder a su amado esposo y la desgracia de ver morir su única fuente de alimento seguro, la vaca, empezó a gestar en su cuerpo el arma que terminaría degollando su vida a finales de ese mismo año, dejándome solo y desamparado a la pronta edad de trece años.

No entendía qué mal había podido cometer para que los Dioses ignoraran mi suerte y me maldijeran con todo su horrible poder, y a partir de entonces, decidí ignorarles como ellos habían hecho conmigo. Si yo no era merecedor de sus atenciones, no tenía porque perder el tiempo dándoles mi fuerza a través de mis oraciones. Así que en el tiempo que mi madre estuvo enferma, yo me dedicaba a cazar por los bosques, mejorando día a día mi ingenio con las trampas, mi puntería con el arco y mi sigilo entre la maleza, combinándolo con mis conocimientos de la mar y recogiendo todos los moluscos que mi padre me había explicado que son comestibles.

Una vez falleció ella, me internaba cada vez más y durante más tiempo en los bosques, alejándome más y más de lo conocido hasta la fecha, y volviendo únicamente para resguardarme de la lluvia y el frío, pues a veces incluso la noche la abrazaba en compañía de mis amigos los árboles.

Eso me hizo volverme cada vez más alejado de la sociedad, pero a la vez, mi dicharachera actitud cuando todo era un camino de rosas, me regaló un piquito que más de un orador quisiera para él cuando pretendo embaucar a alguien o vender mis productos.

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10/12/2013, 18:28
Ser Madrigal Oakenshaf-Casagrande.

VIÑETA VIIIAÑOS 117 A 124 DE LA DINASTIA TARGARYEN: Otto, Gwendolyn Caswell. Nacimiento de Madrigal.

Año 117. Fin del invierno.

Otto emprendió el camino de regreso a casa con cierta premura. Había pasado el final del invierno combatiendo contra los bandidos y no le gustaba el cariz que estaba tomando la situación.  Las tiranteces entre los Lefford y los Tully no paraban de aumentar, lo que en su humilde opinión no auguraba nada bueno. No le gustaba estar separado de su madre mucho tiempo así que, aprovechando la libertad de la que goza un mercenario, decidió regresar a casa.

Estaba más intranquilo con la situación de su madre desde que “Ser Limón” había muerto. Ya no se encontraban bajo el cobijo del limonero. Su madre era una superviviente, pero aún así seguía preocupándose por ella.

Los Lefford no eran tan tontos como para despreciar a una artesana tan buena como su madre, pero recelaban de ella, de eso estaba seguro. Si al menos supiera cómo sacarla de allí.

El camino de regreso a casa no había dejado de ser curioso. Desde hacía dos días había divisado una enorme ave que lo seguía. De plumaje negro, hubiera jurado que era un cuervo, pero su tamaño le hacía dudar. Sería el cuervo más grande que hubiera visto jamás.

Cuando llegó a su casa, en las inmediaciones del Castillo del Lago, allí estaba su madre. Como siempre andaba trabajando. Esta vez inmortalizaba un enorme perro de caza que habría sido el ojito derecho de algún noble. Si no fuera porque necesitaban el dinero, les diría que si no tenían más preocupaciones que gastarse el dinero en semejante tontería. Pero lo que le dejó ojiplático fue ver a un enorme cuervo, de plumaje negro azulado, encima de la mesa de trabajo de su madre. Comía grano de un tazón que le habría puesto ella.

- Madre, ¿de quién es ese enorme cuervo? -

- Otto, To-tto.- Gwen era muda, pues había sido criada por las Hermanas Silenciosas y apenas podía articular algunos sonidos. Sin embargo su hijo, acostumbrado ya a ella, la entendía perfectamente.

- Jaja, ¿ya le has puesto nombre? No te has devanado mucho los sesos, por lo que veo. ¿Se parece a mí o qué?

- Totto. - La mujer siempre sonreía ante las ocurrencias de su hijo. Se levantó a abrazar a su pequeñín y, cuando acabó, le tendió un pergamino que al parecer había traído el ave.

- Ya veo. Así que este es el famoso cuervo gigante del Maestre de Puenteamargo. - Aquella ave que había divisado por el camino. Desenrolló el pergamino intrigado. Su madre no sabía leer así que no sabía por su reacción si eran buenas o malas noticias. ¿Qué querría el Maestre de ellos?

- Quieren que nos desplacemos a Puenteamargo, Madre. Quieren contratar tus servicios. - Otto dejó surgir una enorme sonrisa. Los Siete habían escuchado sus plegarias y le daban la forma de salir del alcance de los Lefford. El nuevo maestre de Puenteamargo solicitaba en la carta los trabajos de su madre como taxidermista, pues era la mejor en toda la zona. Hacía una oferta que no podían rechazar.

Año 118. - En cuanto llegó el verano, Otto y su madre partieron para Puenteamargo. Llevaban consigo a Totto, el enorme cuervo de plumaje con tonos azulados, como salvoconducto. Si por Gwen fuera, habría matado a semejante ave y la hubiera inmortalizado para la posteridad, pero Otto se preocupaba de que no pudiera estrangularlo. Habían hecho buenas migas y con frecuencia el cuervo se posaba en su hombro para comer grano de la mano enguantada del mercenario.

- Si sigues comiendo así no habrá humano que pueda sostenerte sobre los hombros.

Año 119. - Asentarse en un nuevo emplazamiento nunca es fácil, pero la calidad del trabajo de Gwendolyn se lo hacía mucho más cómodo. Siempre tenían algo de dinero y eso ayudaba. El Maestre les había conseguido bastantes encargos. Las piezas de caza que los nobles querían mostrar en todo su esplendor después de haberles dado muerte, las mascotas de los niños ricos que no querían que se pudrieran bajo tierra. Incluso disecaba los cuervos a los que el Maestre más cariño había cogido.

Otto seguía trabajando como mercenario, cazando algún que otro bandido, pero no había mucho trabajo por lo que aprovechaba para cortejar a las damas que aún, por lo reciente de su llegada, no conocían de qué calaña era el asalvajado mercenario.

Año 120. - El Verano hacía que la sangre de Otto ardiera y había acabado por pasarle una mala jugada. En una calurosa noche de verano había visitado a la hija de un granjero de la zona con la mala suerte de haberla dejado preñada. La chiquilla era feucha, con un entrecejo tan poblado que parecía tener una sola ceja, pero era salerosa y había acabado por conquistar su desbocado corazón.

La boda no tardó mucho en celebrarse con tal de que el hijo no naciera fuera del matrimonio. Al final, todo se arregló solo, pues la mujer abortó. Pero Otto ya había sido cazado.

Año 121. - De nuevo otro aborto. No es que Otto lo sintiera demasiado ya que no le salían las cuentas. Durante ese año apenas había visto a su queridísima esposa, atareado como había estado, jugándose la vida para asegurar los caminos para los comerciantes.

Advertido ya de la fogosidad de su mujer, decidió que era imperativo tener descendencia propia antes de criar la semilla de otro, por lo que ese año se desvivió por su mujercita hasta dejarla preñada y bien preñada.

Año 122. - Mientras esperaba fuera de la habitación donde su adorable mujer profería maldiciones y gritos desgarradores, Otto reflexionaba sobre lo que había sido su vida. En un principio, nadie hubiera dado nada de valor por él. Después, su destino había cambiado, habiendo sido el prometedor Escudero del mismo Ser Hadder, cuya reputación ahora estaba por las nubes. Finalmente había decaído hasta convertirse en soldado a sueldo, rompecorazones al que le había roto la vida una mujer con cara de urraca.

Cuando su madre salió de la habitación con cara solemne, supo que todo había ido mal de nuevo. Otro aborto. Pero en sus brazos llevaba un bebé al que sostenía con mimo.

- Mamm-iaaal.

- ¿Madrigal? ¿Es un varón? - Dijo con orgullo. - Me gusta como nombre, pero, ¿está de acuerdo la madre? - La cara de Gwen seguía totalmente seria. - ¿Qué pasa madre? - Entró en la habitación donde había tenido lugar el parto justo en el momento en el que la comadrona tapaba el rostro de la mujer con la sábana ensangrentada.

 Ahora su vida le daba otro revés. No sólo tendría que ocuparse de su cada vez más vieja madre, sino de un hijo sin la ayuda de su esposa. Sus sueños de grandeza se esfumaron por completo. Sólo quedaba una pequeña esperanza de alcanzar la gloria, y era a través de su hijo, Madrigal.

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10/12/2013, 23:17
"Familia, Deber, Honor."

AÑO 109:

- Cuando Pik tenía cinco años, sus padres se trasladaron desde Gran Wik, en las Islas del Hierro, a Sept de la Bahía en busca de mejor fortuna y tierras más tranquilas y menos duras.

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11/12/2013, 03:08
Ser Trycian de Dorne.

Año 124 de la Dinastía Targaryen, Lanza del Sol.

Trycian Martell, Hijo de Lord Trynen Martell.

Mi tutor deja la estancia mientras mi mirada vaga a través del cristal de la ventana que da al exterior de la torre. El viento y la hojas llaman mi atención más que la aburrida clase de historia de Poniente que intentó enseñarme mi tutor de forma no demasiado exitosa.

Es Invierno, aunque en Dorne poco se nota comparado con otras partes del continente. Mis pensamientos se han poblado en esta ocasión de las fantasías de ver los lugares lejanos donde el Inverno muestra sus verdaderas garras. Quiero ver a los gigantes o a los niños del bosque que se supone que existen en el fin del mundo. Incluso me gustaría ver a los Otros, que tanto miedo inspiran en los corazones, a mí no me causan miedo. Desciendo de un linaje orgulloso de guerreros y si tuviera a uno de ellos delante, le enterraría una lanza con fuerza en el cuerpo.

Despierto de mi fantasía cuando veo a mi padre entrar en la estancia. Bajo las manos con las que empuño mi lanza imaginaria y bajo la vista pues no soporto su mirada. Desde que nací me mira con unos ojos que parecen odiarme con fuerza, algo muy distinto de la manera en la que otros padres miran a sus hijos. Me da miedo y me da pena, pero no tengo el valor de preguntarle cuál es mi culpa.

Me mira de esa manera y me pregunta con voz molesta por qué aún sigo con estas clases cuando mi hermano ya ha terminado todos sus estudios de este tipo. Dice que soy tonto y que no puedo compararme con sus capacidades. Dice que soy indigno de nuestra familia y que debo esforzarme aun más en estar a la altura de mi sangre. Me dice que si no fuese un Rhoynar de aspecto obvio, dudaría que soy hijo suyo. A continuación sale de la habitación dejándome solo con mi tristeza.

Nadie me ve llorar, lo hago en soledad y sin que nadie pueda atribuirse el haber contemplado mis lágrimas. Soy un niño aún, pero no quiero que piensen que soy un cobarde o un débil. Sólo cuando mis lágrimas se detienen y mis ojos se desinflaman me digno a salir del salón en camino al patio central.

Aún lejos de llegar, escucho el sonido de las armas de madera golpeándose. Veo entre los pilares que es mi hermano, sólo un año mayor que yo, que está entrenando con las armas de madera en contra de más de un guardia. Con sólo diez años es un combatiente especialmente bueno. Le miro desde la distancia y entiendo lo que mi padre me ha intentando enseñar hasta el cansancio: Mi hermano mayor es mejor que yo en todos los aspectos. Tryller es inteligente como un Maestre, sabio como un Septón, valiente como la Reina Nymeria, hábil con las armas como nadie más en Dorne y amenazante como los dragones Targaryen sobrevolando nuestras cabezas con las llamas de en la boca.

A pesar de eso y de la forma en que constantemente se me es recordado y soy humillado por ello, no guardo rencor alguno por mi hermano, ni siquiera tengo envidia de toda la admiración y el respeto que caen sobre él. Sólo le amo por ser mi hermano y le admiro con toda mi alma. Mi máxima aspiración es servirle a él y a los Príncipes de Dorne algún día en lo que nuestra nación necesite.

Me acerco y le veo entrenar. Es un espectáculo a la vista. Después de un momento, entiendo que debo salir de ahí, pues no es mi momento aún y debo entrenar por mí mismo para ser digno de servirle. Mi hermano será miembro del Consejo Real y Lord de las tierras familiares, mi única esperanza para servirle es ser un guerrero digno de defenderlo.

Corro a mi caballo y me largo galopando hacia el bosque, donde planeo entrenar el tiempo que se me permita antes de que los guardias lleguen a buscarme, si es que lo hacen. A mi padre nunca le han importando mucho mis ausencias.

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11/12/2013, 09:42
[RIP] Olegg el Perrero.

Año 117 de la Dinastía Targaryen, Aldea de Aguasturbias.

Había sido un largo Invierno. Duro. Pero sobreviví. No puedo decir lo mismo de mi padre, que los Siete lo tengan en su gracia. No pude hacer demasiado por él. ¿Qué puede hacer un simple perrero? Él también lo era, y ahora lo seré yo, en pleno derecho. Como si fuera tan importante. Nunca seré como esos caballeros, pero alguien tiene que entrenar a sus perros. Ellos no lo harán.

Debo estar orgulloso del trabajo de mi padre. No me avergonzaré jamás. Nunca. He visto de nuevo a esa muchacha. Es muy hermosa. Yo soy guapo, mas no sé relacionarme con mujeres. Y encima soy bastante mayor me parece. ¿Cómo hago para conquistarla? Algo se me tiene que ocurrir...

Luna se quebró una pata y se le infectó. No pude hacer mucho. Tuve que sacrificarla. Pero también la debimos comer. No teníamos otra cosa para llevarnos a la boca. Me ha salvado la vida. Nos ha salvado la vida.

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11/12/2013, 11:38
Ser Baltrigar "el Traidor".

AÑO 124 de la Dinastía Targaryen: Bastión de las Tormentas.

Ser Baltrigar Tormenta. Once años.

Ser Hadrick llevaba un año siendo su mentor. Baltrigar había acabado por acostumbrarse al porte serio del caballero. Creía haberle llegado a conocer y le parecía un buen hombre, un hombre de principios. Tenía pinta de ser un guerrero temible, sin embargo, sorprendió a Baltrigar. Durante todo ese primer año no le enseñó nada sobre las armas. No tocaron jamás una espada, daga, palo o similar. Cada vez que Baltrigar se interesaba por la armadura de Ser Hadrick, o por su espada, éste le daba un golpe con el puño cerrado en la cabeza, a modo de aviso.

- Nada de hablar de las armas hasta que no cultivemos la mente. - Había dicho Ser Hadrick.

Durante todo aquel año, Ser Hadrick había obligado al muchacho a estudiar. Sí, le había ayudado a limpiar su armadura, a ponersela y quitársela cuando era necesario, a llevar a cabo los cuidados más básicos de su montura... Baltrigar había llevado a cabo multitud de tareas rutinarias y en su tiempo libre había tenido que estudiar. Se sabía los nombres de todas las Casas nobles, había estudiado su genealogía e historia. Y hasta el momento estaba siendo muy aburrido. Él deseaba entrenarse con la espada, aprender a montar a caballo y algún día ser un gran Caballero. Ser un simple Escudero era tan sólo el primer paso.

Ser Hadrick había incluído en los estudios de Baltrigar algo de la cultura dorniense. El caballero había tenido la oportunidad de conocer a varios dornienses en persona, y era de la opinión de que para poder vencer a un enemigo hay que conocer su cultura. Por ello y porque los dornienses habían resultado ser más duros de lo que Ser Hadrick esperaba, obligó a Baltrigar a estudiar sobre ellos.

Pero aquella mañana el tema de la lección era distinto y a Baltrigar le excitaba sobremanera. Habían comenzado a estudiar tácticas de guerra. Tácticas de batalla. Ser Hadrick insistía en que Baltrigar debía conocerlas bien.

- Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo. - Había dicho. - Debes estudiar las tácticas básicas y luego las más famosas. Quién las utilizó, cuándo y por qué dieron resultado. -

Ser Hadrick miraba a su Escudero con firmeza. - Si ves a un enemigo comenzar un movimiento, es más fácil que puedas preveer la amenaza si conoces las que ya se han usado alguna vez en la historia. Pero no te dejes engañar, pues un comandante astuto amagará con realizar una táctica conocida cuando en realidad estará intentando algo distinto. Por ello quiero que aprendas todo esto bien. -

Baltrigar asintió. El tema le entusiasmaba, y aunque tenía muchas ganas de empuñar por fin un arma, podía esperar. Sabía que tarde o temprano le llegaría su momento.

Ni siquiera le pasó por la mente por qué sus hermanos, hermanastros más bien, le habían ignorado y evitado durante todo aquel año. Juraría haberles visto en muy contadas ocasiones. Su padre en cambio, Lord Robert Baratheon, sí le había visitado en ocasiones a la pequeña habitación de Baltrigar que estaba en un lugar apartado del castillo. Se había interesado por sus progresos y había elogiado a Ser Hadrick por su labor como mentor.

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11/12/2013, 14:10
[RIP] Din el Forestal.

VIÑETA VIII: AÑO 120 de la Dinastía Targaryen: Orilla Azul.

Din, 19 años.

Dos días. Le había llevado dos largas jornadas alcanzar a aquellos tipos. No eran tontos. Tampoco eran profesionales, pero sabían moverse por el campo y los bosques. Y se movían rápido. Pero Din era sólo uno. Sí, debía pararse y descansar, lo mismo que ellos. Pero le apremiaba un motivo mucho más acuciante que la huida. Poco a poco fue recortándoles terreno hasta que al anochecer del segundo día de persecución logró avistarlos más adelante en el camino.

Avanzaban de forma paralela a la linde del bosque, sin adentrarse en los peligros del interior, y sin alejarse mucho de los caminos principales. No parecían tener un rumbo fijo y Din supuso que estarían buscando otra granja que saquear. Les iba a quitar las ganas.

Con la pericia de muchos años de práctica, a pesar de su juventud, el joven se introdujo en el bosque y desapareció. Silencioso y rápido como el viento, Din avanzó hasta adelantar a los bandidos. Desde el interior del bosque pudo vigilarlos durante largo rato, hasta que estos mismos decidieron acampar para pasar la noche.

No eran muy listos para estar huyendo. Hicieron una fogata para calentarse, y lo que era peor, casi metida en el bosque creyendo que les ocultaría mejor. Eran unos insensatos, el peligro de que causaran un incendio era cada vez mayor.

Din escogió un árbol desde el que tenía una buena vista de todo el campamento, apoyó sus manos en las frondosas ramas de la parte baja y comenzó el ascenso. Trepó como si se tratara de una cabra y llegó hasta una de las ramas a media altura del árbol. Era perfecta. Le ofrecía una ocultación prácticamente total ante los ojos de los bandidos, y desde ahí podía verlos a todos. La fogata le iluminaba perfectamente el campamento.

La primera flecha surcó el cielo silenciosa. Un pequeño silbido fue lo único que la acompañó, y el primero de los bandidos, el que se suponía que montaba guardia, cayó con el cuello atravesado de lado a lado procurando llevarse algo de aire a los pulmones. Moriría en unos segundos, minutos puede.

Lo malo es que los otros dos tenían el sueño ligero. Cuando el cuerpo de su compañero chocó contra el suelo con un ruido sordo, ambos se levantaron como un resorte con las armas en alto. Din ya tenía preparada la segunda flecha. Apuntó con cuidado mientras los bandidos examinaban los alrededores con atención, entrecerrando los ojos para intentar penetrar la oscuridad.

Otro silbido y la punta de la flecha se incrustó en el pecho del segundo bandido. Murió antes de tocar el suelo sin pronunciar palabra.

El tercero abrió los ojos desmesuradamente al ver el palo de madera sobresaliendo del pecho de su compañero e instintivamente se lanzó rodando para cubrirse tras el tronco de otro árbol. Desesperadamente pateó el suelo echando tierra sobre la fogata, intentando apagarla. Sabiendo que en vez de ayudarles, el fuego estaba siendo su mayor punto débil.

El hombre aferró con fuerza el mango de su largo cuchillo y lo colocó contra su pecho. Intentó calmar su respiración, pues sonaba como si fuera un oso gruñendo. Cerró los ojos y se tranquilizó. Cuando su corazón volvió a latir con normalidad intentó examinar los alrededores y localizar el punto desde donde el arquero estaba aniquilando a sus compañeros. Entonces lo vio. Vio el destello metálico en las ramas de uno de los árboles y supo dónde estaba su enemigo. Permaneció oculto y se lanzó al suelo. Comenzó a reptar despacio, en silencio, como si de una serpiente se tratara, apoyando tan sólo los codos en el suelo. Le llevó varios minutos, pero logró dar un rodeo y llegar hasta el árbol en cuestión. El arquero no se había movido en todo ese tiempo. El bandido estaba seguro de que su agresor debía estar todavía buscándole cerca de la fogata.

Ahora verás cabrón - pensó mientras comenzaba a trepar todo lo en silencio que podía. Al llegar hasta la mitad del árbol se sujetó con una mano a otra rama gruesa y con la mano libre aferró el cuchillo balancéandolo contra el bulto oculto que suponía el arquero. - Te tengo.- Rugió mientras golpeaba y algo caía.

- No, te tengo yo a ti. - Susurró Din en otro árbol situado a tan sólo cinco metros de ése. El bandido sólo pudo abrir los ojos y la boca antes de que una flecha se enterrara en su cráneo. No tuvo tiempo ni de gritar mientras caía al suelo. Ya estaba muerto.

Minutos después, Din estaba recogiendo su mochila del suelo junto al cadáver del último de los bandidos. Quizá debiera dedicarse a aquello. A lo mejor así podía evitar su sufrimiento y pérdida a otras familias. Además, los bandidos eran estúpidos en mayor o menor medida. Unos salvajes, peligrosos para la gente común, pero poco inteligentes.

En el camino de vuelta a casa de sus padres estuvo pensando todo el rato acerca de ello. Sí, quizá comenzara a dedicarse a aquello. Después de todo le había resultado gratificante.

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12/12/2013, 10:59
Lady Patricya Florent, esposa de Ser Otter Crakehall.

TORNEO DEL CASTILLO DEL LAGO. AÑO 105.

LORD JACOB CRAKEHALL, PADRE DE OTTER.

LORD JORAH FLORENT, PADRE DE PATRICYA.

- ¡Lord Jacob Crakehall! ¡Ja ja ja! ¿Cómo estás, viejo lobo? - Un hombre algo avejentado se acercaba a Lord Crakehall, brazos extendidos, dándole una palmada en el hombro mientras se sentaba a su lado. Era Lord Jorah Florent, Lord de su Casa, de nombre viejo y honorable pero de riqueza venida a menos. Tenía cuatro hijos (¿O cinco?), sabía Jacob; uno fuerte y bravo y otro varón algo enclenque, tal vez una o dos chicas.

Lord Crackehall sonrió al hombre cuando éste se sentó a su lado. No se podía decir que fuesen amigos, pero al menos había cierta cordialidad: saludos afectuosos en los torneos y las reuniones de la corte, algún cuervo amable con motivo de nacimientos o funerales... Lo típico entre dos hombres que han compartido un par de batallas y algún que otro torneo.

- ¡Viejo Jorah! ¿Qué tal esa pierna? ¿Y tus hijos? - dijo Lord Crakehall mientras hacía un gesto a una de las sirvientas, pidiendo una jarra de vino y una copa para su amigo.

- Ah... Bueno. El mayor, Ronald, fuerte y sano. Un orgullo para mi casa y un heredero de valor. Pronto se casará. Pero el segundo, Merril... - Lord Florent bajó la mirada, algo apesadumbrado. - Ya lo mandamos a la Ciudadela, a convertirse en Maestre. Algo enclenque y débil. No creas que le culpo, fue el Invierno... El Invierno le destrozó en la barriga y a poco se lleva a mi esposa mientras le llevaba dentro. Pero bueno... ¡No he venido a hablar de mis chicos! - dijo ya más animado. - Sino de la tercera, Patricya. No conoces a mi hija, ¿verdad?

- No tengo el honor - respondió Lord Crakehall sinceramiente. Jorah rebuscó entre sus ropas y sacó una pequeña caja plana de plata con el símbolo de su Casa grabado. Al abrirlo, un espejo y un retrato aparecieron. El retrato mostraba a una niña de unos cuatro o cinco años, de ojos grandes y mirada vivaz, con un vestido verde que resaltaba el negro de su cabello.

- Será una joven muy bella, no lo dudo - dijo Lord Jacob educadamente. - Pero nosotros ya nos conocemos, viejo amigo, no necesitamos andarnos con remilgos: sé que has estado preguntando por mi Otter. Ya venía pensando en el asunto, pero aún sigo sin estar convencido. Mi Otter es mozo ya y pronto necesitará una esposa, pero es muchacho valiente y está destacando por ello. ¿Por qué elegir a tu hija y no casarle con una muchacha que trajera, bueno, una dote más... interesante?

Lord Jorah Florent se sintió dolido por la dura -aunque cortés- apreciación de Lord Crakehall sobre su menguada riqueza. No dejó que su cara mostrase su turbación, no ahora, tenía que mantener la calma. Tras un corto silencio se acercó un poco más a Lord Crakehall, y con voz baja, como quien habla en confianza, le dijo:

- Seamos claros, Jacob. ¿Puedes encontrar una más rica? Sí, pero la riqueza de su familia te tendrá cogido por los huevos, a ti y a tu hijo, que verá como su suegro manda más en su casa que él. ¿Una más lista? Tal vez, pero hará de tu hijo un idiota... Las mujeres no necesitan mucho para hacer eso con sus maridos. ¿Más sana? Puede ser, pero probablemente será una vacaburra enorme y tu hijo preferirá cortársela antes que meterse en la cama con ella. Mi hija es una niña aún, comprometámosles ahora y crecerá siendo educada en que Ser Otter Crakehall es y será su señor y esposo. Es sana y vivaz, le dará hijos fuertes y un buen heredero. Es lista, pero dócil. Ayudará a su esposo, pero no le contrariará. Y bueno, tal vez no venga con una dote de escándalo, pero... Tú no necesitas dinero - dijo Lord Jorah Florent con una sonrisa cómplice. - Tú lo que necesitas es un nombre. Un nombre viejo y honorable, que poner al lado del de tu hijos y tus nietos. 

Lord Crakehall se quedó en silencio durante unos minutos. Tras eso, hizo un rápido gesto y alcanzó dos copas de vino, entregándole una al señor de la Casa Florent. - Oh viejo amigo - dijo riendo - ¡Deberías haberte hecho mercader!

Ambos brindaron y rieron, y siguieron hablando y discutiendo detalles durante toda la noche. Al alba, finalmente, ambos se levantaron de la mesa.

Lord Crakehall se llevó el retrato de Patricya.

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12/12/2013, 15:48
[OUT] Armase.

Bendylon Arena. Padre de Armase Arena. Año 121. 

La vida de soldado era dura, muy dura y sobretodo si estabas al servicio de los Martell. Obstinados y tercos. Parecía que su política se basaba en un régimen militar. ¿No eran así todas las Casas? Ciertamente lo podía parecer, pero Bendylon había oído que en otros lugares los reyes respetaban a sus súbditos, permitiéndoles ver a sus hijos recién nacidos. 

Hace aproximadamente un año que le llegaron noticias sobre el nacimiento de su hijo y por culpa de los juegos de guerras de los Martell aún no había podido ir a verlo. Solicitó permisos, pidió favores y finalmente suplicó. Pero a nadie le interesaba que por culpa de un bebé hubiera una brecha en las murallas de Lanza del Sol. Se perdía el respeto a todos aquellos soldados que podían debilitar la Casa, nadie tenía derecho a poner en peligro el lema de los Martell, "nunca doblegado, nunca roto".

Harto del despotismo de sus jefes, Bendylon cogió su paga de seis meses y se acercó a la capitanía del lugar. Allí estaban precisamente reunidos en una mesa el jefe de la guardia, el capitán y el comandante. Las miradas de los elevados rangos fulminaron al pobre soldado, pero igual que la misma Casa, ni se doblegó ni se partió.

"Dinos la razón de tu impertinencia al entrar en este lugar sin ser llamado, antes de que te encerremos en las mazmorras". Todos sabían su situación y sus deseos. Sólo quería un permiso de tres días para poder ir a ver a su hijo. Uno de viaje (con mucho apremio), uno para yacer con su esposa, y otro para volver. De tal modo, Bendylon habló a sus superiores.

"¿Cuanto valdrían unos mercenarios que cubrieran mi puesto por dos veces... durante tres días?". El jefe de la guardia apunto estuvo de asir su espada para cortarle el pescuezo a ese sinverguenza, pero el capitán lo detuvo, quizá aquél día era realmente sublime para él o sencillamente tenía ganas de perderlo de vista sin agriarle la mente. El capitán habló, dando su respuesta... a lo que siguió el desplome de una bolsa de monedas sobre la mesa. 

Bendylon esperó unos segundos que decidieron su vida. Finalmente el comandante, que todavía no había reaccionado hasta entonces, levantó una mano y Bendylon cerró los ojos, esperando la señal que significara su ejecución. Pero cuando abrió los ojos vio que la mano lo invitaba a irse. 

El soldado cogió su caballo, una de las pocas cosas que heredó de la família y se puso en marcha. No había razón para esa profesión si no ascendías. Ser un soldado raso significaba morir pronto, con un sueldo penoso y una herencia patética para tu família, sin hablar de todos los críos que podías dejar tristes y faltos de educación si en algún momento tenías tiempo de engendrarlos.

Tras seis horas de cabalgar y ensimismado en sus pensamientos de ver a su mujer, Bendylon vaciló durante un instante y el caballo pisó una piedra que el jinete debería de haber tenido en cuenta. El soldado salió despedido y se estrelló contra unas rocas y antes de darse cuenta de lo afortunado que estaba por no haberse roto nada, el caballo le cayó encima. El mundo se oscureció cuando sintió el crujir de sus costillas aprisionándole los pulmones y el corazón. 

Su último pensamiento fue para su hijo.

Querido mío... aléjate de la espada, aléjate de la guerra... Deseo que nunca las batallas rodeen tu vivir.

No se pudo imaginar cuán alejados sus deseos estaban de la realidad. 

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12/12/2013, 17:36
[RIP] Jack "Pequeño Cuervo".

Año 120 de la dinastía Targaryen. El Norte. Último Hogar. Antepasados maternos de Jack "Pequeño Cuervo". Marco el Fuerte, leñador, hijo de Alicia "la Rota"; su esposa, la costurera Maila; su hija Soraya

Marco se estrujó las manos otra vez, molesto por los gritos que venían de la habitación cercana. Había abandonado su trabajo en los bosques cercanos de coníferas para poder descansar con su familia, pero la muy torpe de Maila había tenido que elegir ese momento para ponerse a parir. Se sentó en la silla junto al fuego, con enfado. Al menos el verano evitaba congelarse las manos, y lo cierto era que la casa no estaba mal construida. Para ser la casa de un leñador. Un nuevo grito hizo levantarse al hombre, que tal vez sintiera algo cercano a la vergüenza por sus últimos pensamientos. Su mujer, después de todo, era una chica joven, sana y que le respetaba. ¿Acaso podía pedir algo más? Incluso en ocasiones era bonita. No tanto como su madre, claro, pero bonita. Marco se acercó a la palangana y se lavó la cara intentando no escuchar los gritos. La comadrona estaba dentro, ojalá esa vieja arpía estuviera haciendo un buen trabajo. Lo cierto es que el embarazo de su esposa le había sorprendido. Tras diez años sin hijos hubiera podido pensar que la mujer tenía las entrañas podridas, e incluso en alguna ocasión, los antiguos dioses le perdonaran, se lo podía haber dicho cuando le había enfadado. Un nuevo grito. Marco pensó en acercarse a la puerta, e incluso hizo el amago de ello. Sin embargo, ¿qué se le había perdido ahí dentro? ¿que iba a hacer sino estorbar? Se tocó la cara pensativo. Tenía ya cuarenta y tres años. Era casi milagroso que las enfermedades le hubieran perdonado, y que pudiera seguir trabajando en el bosque. Pero todos los músculos le dolían. Y no tenía hijos. Si fuera un varón, quizás, quizás... podría tenerlo trabajando con él en el bosque como aprendiz en siete u ocho años. Y en cinco quizás, es verdad que era un poco pronto, pero si era fuerte como él, quizás...

Se mesó la barba, esperanzado. Sí, su esposa se había portado bien estos años. Le daría un hijo. Así podría lavar el honor que su propia madre había menoscabado aun antes de nacer él, siendo la amante del señor. Al recordar su vergüenza al enterarse sintió nuevamente el viejo aguijón del odio que envenenaba buena parte de sus buenos recuerdos de su madre. 

Antes sin embargo de ahondar más en esos sentimientos se oyó un grito más agudo, y luego, el inconfundible llanto de un bebé. Marco no esperó más, y entró. Su esposa, manchada de sangre, con la cara roja y extenuada por el esfuerzo, tenía a un bebé entre los brazos, mientras la matrona le refrescaba la cara con un paño húmedo

- Está sana. Está sana, y es preciosa. Es nuestra hija. Soraya

La decepción se mostró con toda claridad en la cara de Marco. No era un hijo, era un problema con patas a la que habría que alimentar

- Puedes llamarla como quieras - dijo volviendo a salir fuera del cuarto    

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12/12/2013, 18:15
Ser Gwraidd Tully.

Año 120 de la dinastía Targaryen. Castillo de los Crakehall (Sala Quebrada). Padres de Gwraidd Tully (Ser Hadder Ríos y la dama Olenna Crakehall). Servidumbre del castillo Crakehall.

- Tú deja esas tonterías, y hazme caso, que yo sé lo que me digo, como que hay cielo, que nuestra señora no se vuelve a casar... y menos con ese bastardo. Además, ¿tú crees que su padre iba a permitirlo? - La mujer hablaba mientras de rodillas en la corriente cercana al castillo frotaba contra las piedras las sábanas del castillo, en compañía de cuatro mujeres más.

- Pues no sé, Rita - La criada más joven que, desde luego, no tenía ninguna intención de seguir con esta conversación contrariando a la primera, había plegado velas aun antes que la tal Rita terminara de hablar. - Tú sabes más que yo, así que si eso dices, así será.

Esa mera frase hinchó a la criada de más edad como si fuera un pavo en día festivo, pero antes que pudiera decir nada, otra de las chicas, Mila, que estaba concentrada frotando su parte de la sábana y no veía la cara del resto, intervino:

- Pues va a ser que no. Que ninguna estabais esta mañana ni ayer, y no os dais cuenta como se miran, que parecen palomas torcaces enceladas, que os lo digo yo. Que esos tienen algo, o lo van a tener. Y si no, al tiempo.

- ¿Pero cómo puedes decir eso? - En la indignación de Rita había mucho más enfado en el hecho de que la contradijeran que en la discusión en sí. - ¿Acaso insinúas que la hija de nuestro señor es una cualquiera?

La amenaza implícita en esa pregunta hizo que la otra de las criadas, una mujer enjuta y sólo algo menor que Rita elevara su mentón.

- Rita, no te pases - Y algo debía saber, o ascendencia sobre ella debía tener, porque la primera se calló. Durante unos minutos sólo se escuchó el ruido de las mujeres limpiando, pero era un trabajo demasiado aburrido, y pronto las palabras volvieron a sonar.

- Vale... no me paso. Pero ese por muy bueno que sea, no es más que un muerto de hambre. Y además, está enfermo, a ver si lo que pasa es que se muere en la cama.

- Que no, Rita, que no le has visto. Enfermo estará porque alguna herida se le tenía que infectar. Pero ese se levanta, y se nos lleva a nuestra señora, ya verás, ya.