Partida Rol por web

Cuando todos hubieron pasado y podía procesar la idea de demoler aquel puente, maldijo el momento de que el zapador no tuviera a mano explosivos para facilitarle la tarea. Para colmo de sus desgracias contaba con pocas balas en su cargador, por lo que la idea de vaciarlo no era tan alentadora como la opción de provocar un par de boquetes que seguro harían resentir la delicada estructura, siempre que consiguiera concentrarlos en el centro de la misma.

Así fue como tomó una fuerte bocanada de aire, buscando con ese aliento gran concentración, que tan crítica se le presentaba ahora al escuadrón Heat en quizás sus últimos pasos.  Los disparos fueron rápidos y dejaron su eco en toda la galería, seguidos del afilado silencio de la incertidumbre. ¡VAMOS! ¡Salgamos de aquí! Rompió así la duda para enfrentarse a su destino.

Sin demorar mas en esperar, intento sostener la camilla con una sola mano, mientras saco una granada y la arrojo contra el puente -de nada nos va a servir correr sino volamos ese puente- y tras tomarme un respiro saco la segunda granada y tambien la arrojo.

Estaba exhausto y casi no podía pensar en correr, pero espere al sargento para ver que hacer*.

El tiempo se les venia encima, los bichos se les venían encima, e incluso muchos dirían que la misma muerte se les venia encima. Aquellos momentos eran de lo más intenso que habían vivido hasta ahora en la campaña, y es que, a diferencia de las batallas anteriores, ya no luchaban por sus vidas. En aquellos momentos se luchaba por la supervivencia, por ver la luz de nuevo, aunque cuando ésta fuera la proveniente de aquella roca helada llamada Galdonia VI.

Por ello, con el corazón al mil por hora y la oportunidad de vivir un día mas en sus manos, los infantes sobrevivientes del escuadrón Heat dispararon con todo lo que tenían, y la verdad era que ya no tenían mucho. Aun así, el poder de la federación se sintió en aquel puente; el letal fusilero Dragostone había disparado dos fragmentation rounds con su lanzagradas, Cooper y Miller dispararon con sus Moritas, Hikawa disparaba a su vez con su escopeta, y finalmente el consejero Bell hacia acopio de dos letales granadas HE que fueron la copa que colmo el baso.

El puente se derrumbaba ante ellos acompañado de un sonido ensordecedor que se producía cuando las rocas crujían entre si al caer y desmoronarse contra las paredes de aquel inmenso abismo. Un bicho había caído en medio de los disparos y explosiones mientras que otros dos, en la inercia de la carrera se habían desplomado al abismo junto con las rocas.

Al otro lado del ahora desaparecido puente, los bichos guerreros parecían maldecir, aunque cierto era que aquello solo estaba en la imaginación de los infantes. No obstante, confusos, le estaba tiempo a los infantes no solo para escapar libremente si no para incluso plantarles batalla al amparo de tan sin igual momento y circunstancias.

En una carrera frenética el escuadrón había conseguido atravesar el maltrecho puente, a pesar de su fragilidad había aguantado su peso. Ahora en el otro extremo, era el momento de aprovechar el inconveniente y  convertirlo es su ventaja, y es lo que pasó el puente se derrumbó tras agotar los últimos explosivos que les quedaban, y eso les había servido para detener aunque fuera por un momento el avance de los bichos. 

Cuando la nube de polvo se disipó pudo ver lo que había pasado. Ahora estaban en el otro extremo, vulnerables como si fueran patos de feria, solo era cuestión de tiempo que reaccionaran e intentaran atravesar el estrecho de alguna forma, no podían quedarse a masacras a esa escoria como le apetecía, tenían que aprovechar y llegar hasta la salida,

Bien hecho, joder, bien hecho,  tenemos que aprovechar y sacar toda la ventaja que podamos y salir de este maldito agujero, Hikawa encuentra la salida.

siempre tendrían otro momento en el que volver a matar bichos .... siempre había más bichos que matar.

Alice observo como caia el puente y se llevaba un puñado de insectos con el. Al observar al enjambre agolparse frente al vacio tuvo que reprimirse para no recargar el morita y vaciar otro cargador sobre su masa ingente. Entonces el sargento dice exactamente lo que ella esta pensando. "Ya hemos hecho suficiente". 

Alice escucho entonces los gemidos de los heridos en las camillas. Dependian de ella para sobrevivir. Miro a Cooper, frente a ella, volvio a colgarse el rifle del hombro y a coger la camilla con ambas manos.

-Vamonos de aqui, Jake.

Cuando se dejó de escuchar el ruido de puente al desplomarse, Dragonstone se dio cuenta de que respiraba apresuradamente. Su corazón latía a toda velocidad, mientras el soldado trataba de relajarse. Ya casi había terminado. Notaba la adrenalina abandonando su organismo. Pero aún no era el momento. Todavía no estaban fuera. Y con los bichos, nunca se sabía. Dudó de si tirar una última granada al otro lado del puente... pero las palabras del capitán hicieron que dejase su odio a un lado.

- Vamos, cubriré la retaguardia... por si acaso.

Tener éxito ahora suponía tan enorme satisfacción como para que no fuesen necesarias las palabras del cabo, aún así le reconfortó tanto como para buscar lo mejor de sí mismo  en sus pasos a una incierta, pero merecida libertad. No hay nada que desee más señor. Agarró ese sentimiento con fuerza, se sentía agradecido por haber llegado tan lejos, dedicándoselo a sus dioses a cada paso que daba, en nombre de aquellos que lucharon a su lado y permitieron que el escuadrón Heat pudiera reconocer su heroicidad ante toda la humanidad.

Por suerte para nosotros, el puente no resistió nuestros ataques y acabó por derrumbarse... justo a tiempo, pues ahora, en el otro lado, podíamos ver como los bichos se arremolinaban junto al abismo.

Si no lo hubiésemos derrumbado...- me dije, tragando saliva al imaginarme lo que habría pasado.

No me lo tendrás que decir dos veces- le dije a Miller -Vamos, ya habéis oído al sargento, ¡en marcha!- grité, tras lo cual me dispuse a avanzar todo lo rápido que pudiese, con tal de dejar aquel infierno atrás cuanto antes.

Con el puente derrumbado, los infantes del escuadrón Heat no esperaron más y se precipitaron en fuga. Bien podrían haberse quedado a rematar unos cuantos bichos, pero dado que cada segundo que estuvieran allí representaba una menor probabilidad de salir con vida de aquel planeta, todos prefirieron no correr riesgos y a la orden del sargento Stone, todos se lanzaron tras Hikawa en quien confiaban, podría sacarlos de allí.

La oscuridad no duro mucho mas, tal como había anunciado el zapador, apenas a unos 100m tras dejar atrás el puente, la luz cegadora del amanecer se hizo presente. La cueva se habría en conjunto de túneles hermanos, ambos daban a la salida y ambos parecían estar solos y sin rastro de fuerzas arácnidas.

Afuera caía una ligera nevada que ocultaba el amanecer parcialmente; casi no soplaba viento, pero aun así, el frío se hacia sentir de forma contundente. Estaban en medio de la nada, frente a ellos se extendían colinas y planicies extensas cubiertas por nieve, roca y hielo. Tras ellos había una pequeña montaña que probablemente había servido al imperio arácnido como una puerta para su colonia.

Bell había intentado comunicarse con las demás fuerzas de la federación, no obstante, no habían obtenido de respuesta en un principio; ello a pesar de que a lo lejos se podía escuchar el tenue pero contundente sonido de las explosiones producidas en alguna batalla lejano. Tras un enésimo intento por comunicarse, el consejero Bell por fin recibió respuesta, pero ante su solicitud de ser evacuados, solo obtuvo una negativa, quizá por el hecho de avisar de la muerte del capitán. Y es que cierto era que una vez muerto el capitán, por mas logros que hubiesen tenido en su misión, ellos solo eran carne de cañón. Sin embargo, no estaban del todo solos, hacia el sureste se encontraban fuerzas expedicionarias del 1er batallón caballería ligera de la infantería móvil, que buscaban mantener un control entre las vías de comunicación de las distintas zonas de combate.

Para poder escapar de allí tendría que avanzar a pie lo mas rápido posible hacia dicha dirección y rogar por tener suerte y dar con algunos de aquellos vehículos. Aunque lo realmente importante en aquellos momentos era alejarse de aquel lugar cuanto antes, en a lo mucho una hora, tendrían a una amplia cantidad de bichos en la zona buscándoles.

El viento helado que se hacía notar al salir, era una de las mejores sensaciones que había tenido en mucho tiempo. Atrás habían quedado los bichos, allí en el otro extremo del puente que de manera providencial habían conseguido derrumbar. 

Bien hecho Hikawa,  agradeció al zapador, mientras esperaba que Bell restableciera las comunicaciones. La perdida del capitán Sugufu, había supuesto un obstaculo añadido más, como siempre la federación les recordaba que ellos eran prescindibles, así que no debían esperar ayuda ninguna. 

Esta bien Bell, intenta no perder la comunicación el 1er Batallón de caballería ligera. Iremos al sureste, tenemos que alcanzarles como sea. Esperaba que el que estuviera al otro lado de las comunicaciones al menos dejara escapar las palabras hasta alguien lo suficientemente loco como para echarles una mano y hacer que les perdieran el rastro. No vamos a dejar que la flota que dirige la federación desde allá arriba, piense un momento más que somos carne de cañón. Todos y cada uno de vosotros sois imprescindibles, todos y cada uno de vosotros valéis mas que una veintena de esos chupatintas de la flota, así que les vamos a demostrar que por muchas trabas que nos pongan, la infantería siempre cumple. Siempre está ahí, en primera linea y nunca damos la espalda a nuestros compatriotas. ¡En marcha! - Dijo esperando espolear a sus amigos, subir los ánimos ante la adversidad que se presentaba. Ahora tocaba comenzar la marcha hacia las tropas aliadas.

Del cielo al infierno una vez más. Al salir a la luz y el aire libre Alice daba ya por sentado que estaban salvados. Cual fue su sorpresa al ver que los habían dado por muertos y abandonado en la superficie del planeta. Entonces Bell trajo las buenas noticias. Alice transformó una vez más la desesperanza en coraje y, asiendo de nuevo la camilla, y con firme determinación asintió ante las palabras del nuevo sargento

-SEÑOR, SI SEÑOR!

Ella y sus compañeros no habían pasado por un infierno para rendirse ahora. Llegarían hasta la posición del primer batallón aunque para elo tuvieran que domesticar un bicho y usarlo de montura.

Alice sintio que necesitaban una inyeccion de moral, asi que se puso a cantar a pleno pulmón:

-A MI ME HAN DICHO PERO YO NO ME FIO....!!! -empezó esperando que sus compañeros concluyeran la rima.

La imagen de un cielo, por distinto que fuera al azul de la Tierra, dejaba esa sensación de libertad que los túneles le arrebataron desde que se metieron en la boca del lobo. Aprovechó un segundo para deslizar su mente al horizonte y sentir que todo había acabado. Su meditación fue tan saludable que pudo responder al agradecimiento del cabo con soltura, con el mismo entusiasmo con el que comenzaban la misión aunque las fuerzas hiciera ya tiempo que les hubieran abandonado. Señor… se cuadró sonriente ante su figura y saludó militarmente, otorgándose la licencia posteriormente de recostarse en la fría piedra un segundo, mientras la incertidumbre del destino que la Flota le tenía preparado se desenmascaraba.

Desde el momento en el que visualizó el cuerpo de su capitán, había dado por supuesto que la extracción era utópica. Por eso salir de los túneles suponía el fin de su viaje, su completa liberación, casi pareciera que dejara de rendir cuentas al ejército al que pertenecía. Menuda sorpresa… silbó entre las palabras de Bell cuando confirmó la esperada decepcionante respuesta. Golpeó un par de veces su casco para descargar la rabia y la impotencia y dirigirla en el camino acertado. Aunque para eso el cabo supo escoger las palabras adecuadas y darle un sentido más a su misión en el helado planeta. Aunque a la deriva, no habían sido abandonados, aún la Flota tenía mucha carnaza que ofrecer y el escuadrón Heat sería el plato fuerte.

¡YEEEEEEHA! Con un grito de victoria se alzó enérgico en busca de la acción que prometían sus nuevos pasos. Un extraño ánimo le guió por el sendero del guerrero, dejando que sus instintos urdieran sus actos. Entonces recargó su rifle, recargó su aditamiento, dio un trago de agua y arrancó inquieto su marcha, adelantándose unos pasos por delante del escuadrón, saboreando una vez más esa sensación de liberarles de un fatídico destino.

Una gran sonrisa se esbozó a través del cristal que protegía su rostro al escuchar tan apropiada melodía, incapaz de evitar ese irrefrenable impulso de romper las formas en pos de la comedia. ¡QUE LOS PUTOS BICHOS TIENEN EL CULO FRÍO! No contento con tomarse la libertad de modificar la rima original, la más soez imitación de la práctica del esquí de fondo, dejó ciertamente un aroma agridulce al significado e intención de la misma. YEEEEHA, nuevamente el grito animaba a deslizarse por la escarpada superficie de Galdonia VI, con la ilusión del que una vez atravesada la meta, toca pensar en prepararse para la siguiente carrera.

Tomé aire y noté el frío en los pulmones. Pero no importaba. Aquello sabía mucho mejor que el aire viciado de la cueva de los bichos. Allí dentro olía a sangre y compañeros muertos. En cambio el exterior tenía un cierto aroma a libertad. A pesar de las malas noticias que Bell había transmitido, aquello seguía siendo mejor que hace un instante, cuando cruzaban un puente temerosos por lo que vendría a continuación.

Escuchó con atención las palabras del sargento. Comprendía lo que quería decir. Trataba de animarnos a continuar. Era su forma de decir "no os rindáis ahora, bastardos". Pero Stone tenía demasiada clase para unas palabras tan burdas. Su arenga sirvió de todas formas. Ya habría tiempo de rendirse una vez estuviésemos muertos. Pero si algo nos había demostrado aquella huida, es que hasta el último aliento, debes seguir corriendo.

- ¡A sus órdenes, señor!

Y eso fue todo lo que hizo falta. Estaba reventado. Me parecía que hacía años que habíamos entrado en aquella cueva. Veía a mis compañeros mucho más viejos, golpeados y machacados por los bichos hasta llegar a sus límites. Y aun así, seguían adelante. Incluso con las camillas. Aquello honraba a estos hombres. Ninguno había perdido los papeles. Ninguno se había atrevido a soltar a sus compañeros heridos. Ni a adelantar al resto de la formación. A pesar de todo, seguíamos trabajando como un escuadrón. Y eso se lo debíamos a Stone. Él era el emplasto que hacía que cada individuo fuese parte de un todo.

Me golpeé el pecho un par de veces, intentando todavía acostumbrarme al cambio en la atmósfera. Lancé un salivazo al suelo, fruto de todo el polvo que habíamos tragado allí abajo. Sonreí, y les guiñé un ojo a mis compañeros. Luego eché a andar junto al resto.

Al fin, cuánto tiempo sin ver el cielo- pensé en cuanto salimos a la superficie, pero aunque era un alivio haber logrado salir de esos infernales túneles no podíamos relajarnos, ya que al parecer no valíamos ni un mísero transporte de evacuación para los malditos bastardos de los mandos de la flota... ahí se pudriesen ellos, aunque era de esperar tras haber perdido al capitán -En fin, tendremos que apañárnoslas nosotros... como siempre- me dije, resignado.

Ya habéis oído al sargento, ¡en marcha!- les dije- No hemos salido de ahí para congelarnos el culo aquí, así que vamos a demostrarles a los inútiles de la flota de que estamos hechos, ¿¡entendido?! - añadí, intentando subirles un poco el ánimo.

Intentare mantener la comunicación, lastima que no tenemos explosivos para volar la entrada... Por cierto, si estan cortos de cargadores es mejor que lo digan ahora y no cuando nos caigan encima.

Pues ahora que lo dices, yo estoy seco, menos mal que lo has mencionado- le dije a Bell, agradecido de que se hubiese acordado de ello, puesto que con todo el trayecto cargando la camilla no había caído en ello -Si no me equivoco, tendré unas 10 balas en el Morita... y menos de la mitad aun en el Hawkeye. Y sin cargadores de repuesto- le dije -Al menos, la Belcher la tengo cargada y con un cargador extra- añadí con un gesto hacia esta, colgada en mi espalda.

El avance se hizo eterno, los infantes estaban cansados y aunque en un principio corrieron lo más rápido que pudieron para alejarse del enemigo, media hora después, ya hasta cierto punto fuera de peligro, sucumbieron al cansancio. Habían llevado las camillas por largo rato al hombro sus manos estaban entumecidas y muy lastimadas. El frío a la par estaba haciendo mella en los moribundos O´Connor y Becerra; no contaban con mantas ni nada que pudiera darles calor por lo que lo único que podían hacer era regular la temperatura de sus trajes manualmente y rogar por no se filtrara demasiado el viento a través de los agujeros en sus armaduras.

Ante la pausa que habían hecho en sus avance en aquellos momentos, por órdenes del cabo quien fue quien trabajaba en regular la temperatura, Bell intento hacer de nuevo contacto de forma fallida, solo escuchó estática. Eso no era bueno, quizá la batalla se había perdido y las tropas se habían retirado; y de ser así, estaban solos en aquella roca helada y avanzaban a ciegas a través de un desierto de nieve y sangre.

Lo único que los amparaba en aquellos momentos era la esperanza y su valentía; esperanza por que al final del camino encontraran la salvación y valentía por seguir adelante, por saber que aun ante la adversidad morirían de forma gloriosa y con la satisfacción en sus mentes.

La nieve se hacia cada ves mas pesada al acumularse en sus hombros por sobre su armadura. Luego el viento que era realmente ligero, con el cansancio que albergaban tras horas de combate y persecución, les golpeaba como un puñetazo directo a la cara, solo que era continuo y parecía hablarles.

Una hora eterna paso en la que los infantes sobrevivientes caminaron de forma difícil a través de la densa nieve que se les atoraba en las botas de las armaduras. El grupo estaba ya al borde del cansancio y a punto de desfallecer. Para, los camilleros, el esfuerzo empezaba a llegar a su limite y era claro para todos que no aguantarían mas de 10 minutos y que pronto sus cuerpos yacerían inertes acostados en el suelo siendo envueltos por una sabana de nieve.

Fue entonces cuando de la nada, Bell captó una señal de comunicación perdida. Parecía que tropas de la federación trasmitían ordenes entre si; no estaba seguro de que estaban diciendo pero al parecer iban hacia el sur a reforzar zonas que estaban siendo azoladas por el imperio arácnido. El caso era que la señal para ser captada de forma errónea, tendría que venir de muy cerca y antes de que Bell pudiese exponer ese hilo de esperanza que empezaba a surgir, a lo lejos, hacia el noreste de su posición actual, empezó a escucharse el rugir de motores.

Paso a paso dejaban atrás aquella maldita caverna, y todo lo que había allí ocurrido. Todo lo que allí se habían dejado, pero su determinación les había llevado a cumplir con su misión, y hacer algo más con lo que no contaban los de allá arriba conseguir que algunos de ellos salieran vivos de esa misión suicida. 

Pero el cruel clima de Galdonia VI les hacía recordar porque ese planeta tenía la fama que tenía, los bichos solo eran una de las dos cosas con las que tenían que combatir, ahora estaban librando otra batalla mucho menos gloriosa, sobrevivir a las bajas temperaturas, a las ventiscas, a la nieve aludes y todo lo que el planeta tenía preparado para ello. 

Bien, Bell no los pierdas,por lo que más quieras no los pierdas por fin parecía que la suerte se iba a poner de su parte, y quizá lo consiguieran, era una transmisión aislada entrecortada, pero eso era un halo de esperanza dentro del silencio que acaban de romper, a los pocos segundos el inconfundible sonido de la maquinaria de la federación, muy tenue pero podía reconocer el ronrroneo de esos motores a la distancia. 

Vamos, hacia el noreste, un último esfuerzo, activad los trajes si notáis que desfalleceis, y cuando lleguemos allí mantened la cabeza bien alta, lo logramos ... lo logramos. dijo , no sabía si ordenando, dando ánimos a sus hermanos, o simplemente alentándose a sí mismo para seguir adelante en medio de ese desierto nevado. Activó el traje, para darle un pequeño respiro y poder llegar hasta las tropas cercanas.

Incontables bichos nos habían atacado cuando estuvimos en los túneles, los matamos por decenas, cavamos incluso con el cerebro... y era el maldito clima lo que estaba acabando ahora con nosotros. Avanzando de manera mecánica, no podría asegurar cuanto tiempo estuvimos andando hasta que Bell captó algo. No parecía mucho... pero junto al lejano rugir de motores que empezamos a oír, fue suficiente para reavivar en parte la esperanza.

¡El sargento tiene razón, así que en marcha!- les dije mientras activaba mi traje, en parte para animarlos... en partepero sobre todo, para convencerme a mi mismo.