Partida Rol por web

Así pues, os dirigís sin más demora hacia las puertas de Altdorf. Como era de esperar, la cola para entrar es muy larga, pues hay mucha seguridad. Varios guardias, de armaduras relucientes, lanzas largas y decoradas y gorros de lana con plumas rojas y blancas vigilan, con mucha atención, a todo el que entra. Normalmente, el entrar en la ciudad es casi un trámite sin importancia, pero hoy se lo están tomando muy en serio. Oís rumores entre la gente, y entre los guardias, que cuchichean y hablan de boca a oído, algo sobre un incendio en los suburbios. 

Al final de la cola, un guardia escucha a los que intentan entrar, un funcionario de aduanas, con mostacho, cara de pocos amigos y aún menos paciencia, bien protegido por dos guardias de armadura completa, lanza, escudo y espada, además de los arcabuceros de la muralla, por encima de las puertas. Está en una caseta de piedra aneja al arco de la muralla que da comienzo a las puertas, con un pequeño mostrador de madera saliendo unos veinte centímetros de la ventanilla. 

-No, no, no puede entrar. Lo último que necesitamos aquí son más vagabundos. Fuera. ¡Guardias!- Dos guardias se llevan a un pobre desgraciado que intentaba entrar, echándolo fuera de la ciudad, haciendo que este caiga y ruede camino abajo. 

-¡Siguiente!- Gritan, desde la ventanilla. 

Despues de un rato de larga cola, ando arremolinado en mi larga capa, con austera paciencia me dedico ha echar miradas de soslayo de un lado a otro, mientras me acomodo en una posición desde donde poder escuchar a la guardia parlotear, mientras dan el pego de duros rufianes, ja!.

Escucho noticias de de la ciudad y esto se ve de sobra en la vigilancia de la misma, supongo que una ciudad tan grande e importante tendra una gran guarnición constantemente, pero de mis años de espadachin ahora veo esta ligeramente aumentada para mi juicio. Wolfgang anda echando miradas descaradas a un carromato donde se asoma timidamente una doncella la cual palidece por el descaro del pillo y reaparece para ver si sigue en sus 13. Asi sigo en posición esperando la conversación de la bruja.

Cotilleos. La sal de la vida y una fuente de información tan valiosa que todos los servicios de espionaje de todas las naciones civilizadas y no civilizadas solían utilizar para tener una perspectiva mas o menos global de cómo iba el mundo.

Wolfgang iba ojo avizor leyendo labios y con las orejas bien abiertas para enterarse de todo lo que podía. De vez en cuando, cuando se aburría, lanzaba una pregunta al aire con falsete, para que alguien creyera que había sido su compañero quién la había hecho y se apresurara a darle una respuesta. En ocasiones daba un pequeño empujón, o un pisotón sin fuerza a algún caminante, para entablar conversación con él tras disculparse y ver si así escuchaba algo que no hubiera oído hasta el momento.

La sonrisa de Wolf crecía con cada paso que les acercaba un poco mas a las murallas de la capital.

Lollenda iba con paso más tranquilo, gran parte de su cabreo se había esfumado y se le notaba bastante. Iba observando con curiosidad la ciudad y como los humanos construían y vivían su día a día... no supo encontrar nada en común con los de su especie, pero eso ya lo sabía.

Observó como echaban a aquel pobre hombre y se sorprendió un poco por como lo trataron por parecer o ser un simple vagabundo... no estaba muy acostumbrada a esa figura dentro del marco social, pero en cierto modo comprendía la repulsa que solían despertar... aún así, era un congénere..

-¿Has oído lo del incendio?- 

-Si, como no. ¿Ha sido en los suburbios, no?- 

-Si, en una casa de mala nota, o eso se dice. Que la quemó un cliente descontento.- 

-Pues les está bien empleado, si quieres mi opinión.- 

-¿Y a que viene todo esto? ¿Es que la ciudad no es segura?-

-¿Cuando no ha sido segura Altdorf, alcornoque? Lo que pasa es que ha habido un incendio, y creo que la guardia lo está investigando. En los suburbios. No se, hay rumores, y muy raros.- 

-Si, si, es verdad. Oí ayer en la taberna de esa vieja loca a un tipo que dijo que había visto a unos tipos muy raros entrar y salir de allí. Dijo que eran templarios, o cazabrujas, o yo que se. La autoridad, en cualquier caso, con la que es mejor no meterse.- 

-Ahí te doy la razón. Cazadores de brujas, templarios... Esos siempre andan quemado cosas. A saber que se traerán ahora entre manos. Otra redada, seguro.- 

-Esperemos que no. ¿Sabes que casi cogen a mi hermano en la última?- 

-¿Pero tu hermano no era un traficante? ¿Y de que te extraña?- 

-¡Un traficante, pero honrado, no un agente del Caos, por Sigmar!- 

-¿Y dicen que se ha quemado una casa?- 

-Si, eso parece, en los suburbios. Se dice que fue por precaución, que había ratas, o algo así. No se. Mejor mantener el pico cerrado, o te verás metido en el embrollo tan rápido que los ojos te darán vueltas.- 

-¿Pero no sabes nada más?- 

-No, ni quiero saberlo. Y tu tampoco, que ya nos conocemos. Luego el que te saca de los líos tengo que ser yo. Y no me hace gracia.-

Meneo al cabeza al escuchar los rumores sobre un incendio. Tal vez todo este comenzando ya, aunque lo mas probable es que sea una coincidencia sin importancia. O tal vez si la tenga, pienso mientras veo la seguridad reforzada de la puerta.

Tal vez no sea buena idea revelar mi identidad en la puerta, pero estoy tan cansada…

A pesar de estar absorta en sus propios pensamientos el oído de la maga esa agudo, y algún retazo de información llega hasta su algo embotada mente…

-¿Has oído lo del incendio en los suburbios?-

-¿El que? ¿Ha habido un incendio?-

-Bueno, solo se ha quemado una casa... Oí que fue cosa de las autoridades, que se hizo para salvaguardar la ciudad.-

-A saber que se trae entre manos, "las autoridades". Seguro que el desgraciado que vivía dentro le debía dinero a un noble.-

-Jajaja, seguro.- 

Voy avanzando a trompicones entre la multitud, pisoteando y apartando a la gente sin ni siquiera mirarles ni preocuparme de su reacción. Tampoco es que importara mucho, por lo que había podido experimentar desde que estaba entre humanos, en cuanto me veía la gente echaba a correr. Incluso aquellos que decían ser unos auténticos tipos duros huían como simples goblins.

Así que seguía avanzando sin preocuparme, tratando de seguir al resto del grupo, ya que para alguien de mi estatura resulta difícil seguir a alguien entre tanta gente. Por eso odiaba los gentíos. Por eso y porque me recordaban a los bosques, que a su vez me recordaban a los malditos orejas picudas. No, definitivamente este no estaba siendo un buen viaje.

Pese a todo, agudizo el oído. Otra cosa que tenían las muchedumbres humanas era que en ellas uno se podía enterar de muchas cosas, y quien sabe, puede que alguna de ellas me ayudara a quitarme el mal humor, como el rumor de alguna bestia rondando por la ciudad.

-¿Y que sabes tu del incendio?- 

-Muchas cosas, y demasiadas cosas. No me hace gracia. Fueron un grupo de cazadores de brujas.- 

-¿Enviados de la iglesia de Sigmar?-

-No, no, estos son de Von Neuman.- 

-Ese maldito fanático. ¿Y sabes a que vino?- 

-Ni idea. Pero ese tipo siempre está un paso por delante.- 

Finalmente, la cola termina, y os encaráis a lo que parece un guardia con un humor que admite pocas bromas, y con una cara de aburrimiento y decepción muy parecida a la de un perro pachón. Habla con voz monótona, diciendo un conjunto de palabras que para él ya no significan nada. Junto a la garita, dos guardias, de armadura de plata, calzones, bombachos, hombrearas y un casco de metal reluciente con varias plumas que lo decoran, armados con dos grandes alabardas. 

-Bien, bienvenidos a Altdorf, y todo eso. Se ha producido un incendio provocado, y hasta que cese la investigación, el paso está restringido. Así que mostradme los papeles que os autorizan a entrar en Altdorf o de lo contrario no podréis pasar.- 

Aunque vacilo por un segundo, finalmente accedo ha hacerlo todo lo más sencillo posible. Muestro los distintos permisos y diplomas al guardia de la entrada, que me acreditan como maga oficialmente reconocida del colegio celestial de magia imperial, así como los permisos de entrada y salida que se me conceden para con la ciudad de Altdorf, y los mismos salvoconductos firmados por el gran hechicero y el mismísimo emperador. 

El guardia examina bien los papeles, y asiente. Abrumado por la cantidad de documentos, firmas y permisos, difícilmente podrá hacer otra cosa. Además, combatir contra los colegios de magia es como intentar hacer razonar a un besugo. Fútil y cargante, a partes iguales. 

-Bien, podéis pasar.- Dice, sin más. Los guardias se apartan y os dan acceso a la capital imperial. -¡Siguiente!- Oís que grita el tipo de la ventanilla. 

AltDorf maravillosa ciudad, grande bien cuidada y llena de oleres peculiares sobre todo a ... mierda!? no pense que las cosas estuvieran tan mal dentro, supongo que ser la ciudad mas grande de este lado de las montañas tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Vamos a ver si almenos podemos buscar una posada que no huela tan mal y que sirvan un vino bueno. Vale me conformo con que el vino este pasable. Ademas esta noche tenemos que cogernos una buena, hemos tenenido una buena aventura con esta bruja y su pequeño amigo, y si el negocio me satisface quizas continuemos solo quizas...

Por el camino me veo atraido por un puesto que vende pequeños panecillos recien horneados, pregunto el precio y cojo 4, como siempre, uno se lo lanzo a Wolfgang el otro a Lollenda, uno me lo como y el restante lo guardo para mas tarde. Miro distraido los puestos y la gente pasando, cierto es que huele ligeramente hoguera apagada, pero no creo que se propagara demasiado en una ciudad tan grande, habra mucha guardia dispuesta para lo que se tercie, quizas demasiada para mi gusto y nuestros intereses.

Mirando a Wolfgang - ¿Alguna posada? - tiene un buen ojo para estos sitios, tambien influye que me de un pairo uno que otro, asi sigo caminando maravillado de tanto lujo, y tantas casas.

- ¿Alguna posada?... ¡Alguna posada! - Exclama con una sonora carcajada y una palmada al aire antes de pasar el brazo derecho sobre los hombros de su buen amigo Álvaro. Wolfgang volvía a ser el mismo de siempre al sentirse seguro entre aquellos muros. Ya o debía tener puesto un ojo delante y otro detrás por si le atacaba cualquier cosa lo suficientemente salvaje como para vivir en mitad de un bosque o acechar en un camino. Adoraba los panecillos y la costumbre de Cagafuegos de comprar para todos cada vez que ponían los pies en una nueva ciudad.

- ¡Amigo mío! ¡En Altdorf hay tantas posadas como árboles en el bosque o nubes en el cielo! - Extiende la mano derecha y abarca con un gesto todos los edificios que se alzan frente a ellos - ¡Hay tantas posadas que podríamos pasar de una a otra durante semanas sin tener que pisar la calle en ningún momento! ¡O al menos eso dicen! ¡Así que mejor preguntarle a algunos lugareños y ver qué hacer!

- ¡Ey amigo! - Exclama el charlatán acercándose a un cualquiera que cruzara en ese momento cerca del grupo. Pero no un cualquiera cualquiera, sino que reuniera una serie de requisitos para pasar el examen de Wolfgang y ser considerado un cliente típico de tabernas, bares, posadas y otros antros de mala reputación pero camas calientes, buena comida y mejor bebida. - ¡Ese de ahí es el famoso Cagafuegos, espadachín de renombre y gran maestría! - Exclama señalando a Álvaro con una amplia sonrisa - Y nosotros somos sus Recios - Añade señalando esta vez a Lollenda y a sí mismo - Somos hombres de fortuna, espadas de alquiler, mercenarios, aventureros... Cómo quieras llamarlo. La cosa es que acabamos de volver de un largo viaje y necesitamos alojamiento, un establo para los caballos y una buena ronda de cervezas... ¿No sabrás de algún buen sitio, verdad?

Mi humor mejoro levemente al entrar en la ciudad. Después de pasar tanto tiempo a la intemperie, la estrechez de las calles de Altdorf era un autentico alivio para un enano. Siempre y cuando no mirase hacia arriba claro. ¿Qué tenía de bueno la vida al aire libre? El tiempo cambiaba constantemente, los vientos y las lluvias podían arruinar cosechas y viviendas. Incluso hacia las ciudades más difíciles de defender. Con lo a gusto que se vivía bajo una montaña, la cual daba protección natural tanto contra las inclemencias del tiempo como contra los enemigos.

Avanzaba con paso firme entre la multitud, de manera mucho más natural que por los bosques. Iba en silencio, lanzando hoscas miradas a la poca gente que se atrevía a mirarme a la cara, pues pese a que los humanos son curiosos por naturaleza, muy pocos solían tener el valor de mirarme directamente, y estos apartaban rápidamente la mirada en cuanto me fijaba en ellos. Espero que encontremos pronto una posada con algo de cerveza decente. Necesito ahogar los recuerdos de este deshonroso viaje en varios barriles.

Al principio tuvo dudas de que pudieran entrar, pero por suerte para todos no fue así. La elfa ahora permanecía en silencio, medio sonriendo ante la efusividad característica de Wolfgang mientras de reojo miraba a un lado y a otro... Aún estaba bastante escamada, y no por el enano, si no por aquello que parecía forjarse lejos de ellos... y todas esas gentes ajenas... sentía que debía averiguar todo aquello.

Los "amables" ciudadanos de Altdorf os indican una taberna a la que suelen ir los extranjeros, la taberna de la vieja Emma, un lugar más o menos acogedor, con buen vino, buenas camas, cerveza de calidad (al menos para humanos), carne, y compañía cálida para el que sabe como buscarla. Se encuentra a unos pocos pasos de la calle principal, a unos tres cientos metros de las puertas. 

La bruja pone cara de circunstancia, pero esta posada parece un buen sitio, cerca de la calle principal por si hay que salir por piernas, y bueno una posada mas que añadir a la lista.

-Si nadie tiene problema, vamos ha la posada que nos han indicado, se encuentra aqui mismo y es una posada tan buena como cualquier otra, tendremos descando y comida, y podremos charlar un rato.-

Creo que todos ya notamos los efectos del cansancio, quizas el enano es el que menos lo parece, pero no creo que pueda estar asi 2 días, ya me pareceria extraordinario. Una vez que me quite el ligero equipaje de encima y me siente, vere las cosas de otra manera.