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ASAMBLEA GENERAL DE LA DUODÉCIMA COMPAÑÍA LIBRE DE KHATOVAR:

FORTALEZA DE LA PUERTA DE GALDAN: COMEDOR DE LA COMPAÑÍA NEGRA:

TRANSCURRE UN DÍA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL PIE (INICIO DE LA PRIMAVERA, MES CUATRO).

DÍA: NOVENO DÍA DEL MES.

SE ESTÁ PONIENDO EL SOL.

- Convocados a la Asamblea General de la Duodécima Compañía Libre de Khatovar, los Hermanos Juramentados de la Compañía van acudiendo al Barracón Comedor usado por la Compañía Negra.

- Faltan, por supuesto, los miembros del Pelotón de Instrucción, pues están en la Capital de Cho'n Delor. Incluyen al Sargento de Instrucción Gulg, a la Cabo Rompehuesos, a una escuadra de Soldados Reservas, una de Reclutas Dolorosos, y los nuevos Aspirantes de la nueva promoción de candidatos en formación.

- En el Bastión Norte permanecen de guardia los diez Reclutas Reservas de la Escuadra Cortaplumas. No tendrían voto, de todos modos. La guardia ha sido refozada con unos pocos Seguidores de Campamento a modo de vigías, aunque muchos no lo estimaban necesario, ya que la Compañía no espera ningún ataque procedente del Llano de Galdan y del país de Cho'n Delor.

El grueso de Seguidores de Campamento están ya en sus barracones. Algunos se disponen a dormir, otros aguardan cerca de la Tienda de Grog a que haya noticias de la Asamblea, pues lo que ocurra en ésta también les afecta.

Las Pitonisas y los principales Seguidores de Campamento (Herrero, Carpintero y Usurero) han sido invitados a la Asamblea, pero no tendrán voto y no podrán hablar a menos que un Hermano Juramentado les ceda su propio turno de palabra.

- El Bastión Sur está protegido por las fuerzas chondelorianas, los Comunes de Sesvolea y los Escorias de la Coronel Mindy. Las armas de asedio están ya prácticamente instaladas y en su mayoría ya son operativas. Se han avistado muertos vivientes ociosos en la distancia, pero ninguno ha atacado la muralla.

- Todos los Hermanos Juramentados van entrando en el Comedor. Portaestandarte, al ser el Oficial en activo de mayor graduación, moderará y dirigirá la Asamblea. Le dará la palabra a los Hermanos Juramentados en orden de mayor a menor rango y antigüedad.

Era el momento, y todos debían acudir al lugar donde se decidiría el futuro de la Duodécima. Quizás sonaba muy exagerado, pero era la verdad. En función de quien fuera nombrado Capitán, los mercenarios de la Compañía Negra podrían tener una oportunidad, o verse catapultados al desastre. El oscuro acudió, con su capa negra limpia para la ocasión, así como sus insignias de plata relucientes, y en general más arreglado y presentable de lo que había estado desde antes de que comenzara la batalla. 

Como una sombra de oxido y metal, el Guardián de los Muertos entró en la sala arrastrando los pies. Un gemido bajo le seguía. Su esclava, con paso vacilante, intentó acceder al barracón, pero un gesto tajante del eremita hizo que retrocediera. la muchacha quedó junto al umbral, apoyada en la pared mientras de su grotesca máscara con barrotes surgían gruñidos incomprensibles.

Keropis, como ya hiciera en Cho'n Delor, durante la Asamblea anterior, se desplazó hacia un rincón y quedó ahí, de pie e inmóvil como una estatua de hierro.

Caracabra también se personó allí, cual era su obligación. Era evidente que la timidez del hombre (probablemente a causa de su fealdad) le hacía evitar el excesivo contacto con sus semejantes, pero a pesar de eso, se sentó en algún punto indeterminado del comedor.

Por supuesto, llevaba su capa negra y su broche de plata, con orgullo. Eran sus propiedades más preciadas. Lo que le hacía ser miembro de la Compañía Negra, la única familia que había tenido jamás.

Una figura imponente quedó enmarcada en el umbral de la puerta del barracón. El sol del patio convertía al musculado k'hlata en una sombra negra como la noche. El Ungido había llegado. Colgando de su cinturón pendía una nueva calavera, reluciente y limpia de carne. Nadie podría jurar que ese trofeo de hueso hubiera sido días atrás una de las combatientes más afamadas del Triplete.

El Elegido de la Diosa penetró en la fresca sala con paso firme, mirando a derecha e izquierda. Arrogante. Fiero. Desafiante. Aunque su figura seguía siendo tremenda, a pocos se les pasaría por alto las oscuras bolsas que decoraban sus ojos. Más de una semana en la tienda de los heridos había dejado al Cazador de Cabezas debilitado y cubierto de moratones y vendas. Pero también eran pocos los que osarían insinuarlo ante la intimidante mirada de Uro.   

Mientras todo el mundo va entrando y los que pueden se sientan a la mesa principal del comedor, mientras que algo más de la mitad se quedan de pie, Portaestandarte, situado a la cabecera de la mesa grande, desengancha ceremoniosamente la tela del Estandarte de la Compañía de su asta de madera oscura, la cual cuelga entonces en un soporte que hay en la pared que está a sus espaldas.

Con cuidado y delicadeza, con reverencia, dobla primorosamente la tela y la sitúa en una bandeja de metal en la mesa.

- "¡Salve, Hermanos!" - Y golpea con el puño derecho su pecho a la altura del corazón, en el saludo militar propio de la Compañía.

Todo los Juramentados devuelven el saludo. El ceremonial y las tradiciones son muy importantes en la Compañía, en especial para los Oscuros y Taglianos, pero incluso la mayoría de los K'Hlata lo respetan, pues se han integrado perfectamente entre sus muchas supersticiones particulares.

Coge en sus manos la bandeja que contiene el Estandarte de la Compañía doblado y comienza a hablar:

- "Yo, Portaestandarte, doy comienzo a esta Asamblea General de la Duodécima Compañía Libre de Khatovar al objeto la elección de un nuevo Capitán.

Todo el mundo hablará por orden cuando se le indique. Se solicitará la palabra alzando la mano y nadie podrá hablar si no está sosteniendo en ese momento la bandeja con el Estandarte de la Compañía. Si alguien que no sea yo se salta esta disciplina, será acallado por la Sargento Vientos mediante el consabido método disciplinario del puñetazo en la boca, en el que es nuestra mejor experta.

Los turnos de palabra se otorgarán de mayor a menor rango, y entre los Soldados, será por orden de antigüedad de su Pelotón: Caballería, Infantería, Exploradores, Arqueros, Hostigadores, Campamenteros, y Reservas.

Cuando todo el que quiera hablar lo haya hecho, se procederá a la votación y ésta se efectuará en silencio.

Y ahora cedo la palabra al Viejo Capitán." -

Portaestandarte le entrega al Viejo la bandeja con el Estandarte de la Compañía Negra.

El Viejo toma el Estandarte y comienza a hablar con una voz rica y poderosa, que se escucha incluso más clara que la del propio Portaestandarte en todo el barracón comedor.

- "Buenas noches, Hermanos. Todos me conocéis, durante muchos años, veinte años, he sido vuestro Capitán. Antes que eso fui el Teniente y antes el Sargento Coraza, jefe del antiguo Pelotón de Vanguardia. He servido a la Compañía durante toda mi vida, y mi padre lo hizo antes que yo, hasta que lo asesinaron los Impostores, un culto de estranguladores.

En la batalla de Fuerte Chuda el año pasado fui herido por Chuda con un veneno que me mantuvo agonizando y atrapado en un mar de pesadillas durante meses. En esos meses me marchité sin ser apenas capaz de escuchar o entender lo que sucedía entretanto a mi alrededor.

Finalmente fui llevado al Templo del Dolor, la pirámide del Señor del Dolor, donde me ofreció una fracción de su poder a cambio de un diminuto fragmento de mi alma. Acepté este pacto oscuro para ser capaz de volver a despertar, de poder volver a alzarme para liderar y servir a la Compañía que lo es todo para mí y para toda mi familia.

Sí, os lo confieso abiertamente. Estoy entero, pero no del todo. Soy humano, pero no del todo. El Triplete cuenta con todo un batallón de criaturas similares a lo que soy yo ahora. Los llaman los Dolientes, y no dudarán en utilizarlos para aplastarnos en cuanto ataquemos físicamente sus ciudades. No pienso consentir que lo consigan. Utilizaré todo mi poder y toda vuestra fuerza, energía y tenacidad para llevaros hasta la victoria. Si me apoyáis.

Me presento ante vosotros como candidato a recuperar el cargo de Capitán de la Duodécima, que le entregasteis al difunto Analista." -

El Viejo saluda a toda la concurrencia con una inclinación de cabeza y devuelve el Estandarte a Portaestandarte.

Portaestandarte acepta el Estandarte. Es, por jerarquía, su turno para hablar.

- "Yo... Me presenté a la anterior votación para ser Capitán y perdí. Tras todo lo sucedido en estos meses, no me siento digno, por lo que esta vez no me presento candidato al liderazgo de la Compañía." -

Portaestandarte asiente y le entrega la bandeja con el Estandarte a la Sargento Vientos.

Siento el impulso de saltar encima de Portaestandarte y darle en la cabeza con algo. Pero me callo y sigo observando. Maldito cabezota.

La Sargento Vientos acepta la bandeja con el Estandarte con una reverencia.

Se aclara la voz, parece un poco nerviosa y al principio su voz suena algo titubeante, aunque conforme habla va ganando fuerza y confianza.

- "Soy la Sargento más antigua, la líder de la Infantería. Soy una buena guerrera y sé pegar buenos puñetazos a quienes olvidan las formas y la disciplina militar. Pero no se me dan bien las tácticas, la estrategia o la logística.

Yo tampoco me siento digna de liderar a todos mis Hermanos. Y sin embargo, conozco a alguien que sí es digno.

Lleva menos de dos años de servicio activo, pero en ese tiempo ha convertido a un Pelotón de novatos totales en una fuerza indispensable para el éxito de la Compañía y que ha jugado un papel decisivo en todas nuestras recientes victorias.

Es alguien calmado, cuerdo, cabal y sensato. Tiene manos sanadoras, pero a la vez es un formidable guerrero y ya es muy respetado por todos vosotros.

Tengo el honor de presentar la candidatura del Cabo Matagatos, hijo de Portaestandarte, para liderar a esta Compañía." -

Se produce un total silencio, lleno de mudo asombro. El único que no parece demasiado sorprendido por el anuncio de la Sargento Vientos es el Cabo Matagatos, líder de los Hostigadores.

La Sargento Vientos le entrega el Estandarte doblado al Sargento Virote.

Ballestero había entrado de manera sencilla y en silencio. Estaba en un rincón, sumido en sus propios pensamientos. Miraba con ojos de arquero a los presentes, cuando hacían un movimiento o hablaban. Un virote en medio de la frente pensaba, por ejemplo, cuando habló Portaestandarte. Eran gestos hechos solamente con los ojos. El cuerpo no respondía. En apariencia, se encontraba ahí, muy tranquilo, en su rincón. Esperaba a que le tocara hablar.

El Sargento Virote acepta la bandeja metálica con el Estandarte doblado cuando todavía está boquiabierto por las palabras de su compañera Sargento.

- "Yo... eh... No tengo nada que decir." -

El jefe de los Arqueros ofrece el Estandarte al Cabo Kallmall, actual jefe de la Caballería, quien niega con la cabeza en señal de que no desea hacer uso de su turno de palabra.

El Sargento Virote le entrega entonces el Estandarte al Cabo Lemur, de la primera escuadra de Infantería.

El Cabo Lemur sostiene al bandeja del Estandarte con fuerza, como si temiera que se le fuera a caer al suelo. De hecho, le tiemblan un poco las manos.

- "Yo... Creo que Matagatos sería un gran Capitán." -

Entonces le pasa la bandeja a su colega el Cabo Barril, jefe de la segunda escuadra de la Infantería.

Había entrado en el lugar poco después de Matagatos, visiblemente desganada y hasta desinteresada. Puede que lo único que me había llevado hasta allí era la curiosidad de poder ver al viejo Capitán con mis propios ojos, aunque los rumores que había escuchado sobre él no me gustaban mucho. Quizás sólo eran supercherías.

Busco un lugar discreto donde sentarme, y encuentro el lugar perfecto junto a Caracabra, al que saludo con un gesto amable de la cabeza, y me dispongo a observar el transcurso de los acontecimientos.

No sé muy bien describir lo que siento cuando escucho la proposición de Matagatos para Capitán. No es del todo sorpresa, por alguna razón me parece la decisión más coherente que los altos mandos han tomado hasta el momento... pero no termina de gustarme. Si su vida ya parecía un infierno sólo siendo Cabo, me temo que ser Capitán acabará con él.

Pero no digo nada, permanezco callada, atenta a la reacción de propio Matagatos. Puede que en su turno de palabra él mismo rechace la oferta... o no. De lo único que estoy segura es de que le apoyaré, decida lo que decida.

Guepardo entró reticente, sin excesivas ganas, a la Sala de la Asamblea. Sentía que se pretendía entronizar de nuevo a Capitán, pero desgraciadamente el jaguar no confiaba en él. Por el mero hecho de que volvía recuperado... a manos del Señor del Dolor. Y eso no podía presagiar nada bueno.

Atendió las diversas intervenciones de los oficiales y torció el gesto al saber que Portaestandarte no se presentaría al cargo de Capitán. Este último no era santo de su devoción pero lo prefería a, vayan a saber los espíritus, lo que aparentaba ser el antiguo capitán.

Se sorprendió y asintió con reconocimiento ante la honestidad del viejo al reconocer que el Tirano de Chondelor había metido mano en él, transformándolo en algo inhumano, pese a las apariencias. El jaguar había tenido razón desde el principio.

Entonces, la sargento Vientos propuso a Matagatos como candidato a Capitán. Y la admiración del k'hlata hacia esa mujer aumentó considerablemente.

Entró en la sala de la asamblea, precediendo a sus guerreros. Su rostro era aún más serio de lo habitual cuando se sentó tras saludar a los presentes de acuerdo con su rango. Su mirada colgó por un instante de la de su primo, antes de unir las palmas, apoyar su mentón en los dedos y entrecerrar los ojos para escuchar cuanto allí fuera a decirse. Pero solo fue un amago.

Con un gesto fluido, extrajo un legajo de hojas blancas, así como tinta y una pluma, cuya punta acuhilló con una hoja fina y afilada. Tras ello, escribió cuanto allí se reproducía. El rasgar de la pluma no se interrumpió, un fondo áspero acompañando a cada palabra, ágil como el viento entre los carrizales de la ribera.

Solo por un instante, la pluma se detuvo. La Sargento Vientos fue la causante, pero no fue la sorpresa lo que lo provocó. Sonrió ampliamente y miró nuevamente a Matagatos, su primo. Los vaticinios dados días antes a su persona en una conversación privada, se cumplían allí. Y el rostro de su primo solo señalaba que aquella propuesta ya era de su conocimiento con anterioridad a aquella reunión. Por el momento, la lucha de decantaba entre un viejo roble y un vástago prometedor pero aún verde. Uno de los dos venecería salvo que hubiera terceras propuestas.

Había entrado tras su cabo y se sentó a su lado guardando un silencio pétreo y un rostro imperturbable. Allí estaban algunos de sus hermanos, el alto mando y pronto llegarían más y más personas. Aguardó paciente hasta que Portaestandarte habló. Su mirada pareció brillas cuando este rechazó presentarse nuevamente al cargo de Capitán, quizá una muestra de respeto hacia el padre de Lengua Negra. Quizá una muestra de debilidad ante este.

Y habló el antiguo Capitán. La imperturbabilidad permaneció pero lo que el viejo vertía, era un veneno ya augurado por su hembra. Khadesa lo había visto, lo había sentido y ahora tan solo se confirmaba. El ancestral rechazo a la magia y a su oscuridad, removió todo el ser del Hiena. Y el viejo respeto se trocó en algo distinto. Desconfianza.

¿Quién lucharía ahora contra él? Y fue entonces que la Sargento Vientos habló. Y como una manada de búfalos espantados en la cacería, aplastó cuanto halló a su paso. Y sonrtó. A su cabo y a sus hermanos.

El inconfundible estrépito metálico que precede a Barril lo anuncia cuando traspasa el umbral del barracón que albergará la Asamblea. Su Escuadra le sigue al interior, más el Cabo se despide de sus hombres para ocupar su lado al lado de los Mandos Oscuros.

Parece por su manera de andar que estos días han obrado milagros con las heridas sufridas en la batalla, pero se percibe cierto envaramiento aún en su manera de caminar. Con un sonido metálico toma asiento, y sólo su mentón es visible en los momentos previos al inicio de la Asamblea, cuando acerca su odre para beber de su contenido. Una vez da comienzo la ceremonia, cala la parte baja del casco con un ruido metálico, dejando su rostro oculto tras el metal. Como siempre.

Los turnos se suceden, y por dos veces Barril rebulle inquieto, primero ante la renuncia de Portaestandarte, y segundo ante la candidatura del Viejo Capitán. La intervención de Vientos sin embargo no provoca una reacción visible del enorme Cabo. Sólo cuando la Sargento pasa el Estandarte, vuelve su mirada con un ruido metálico hacia la mujer durante unos largos instantes, hasta que Lemur le ofrece la bandeja, la cual toma de manera mecánica.

- No puedo más que estar de acuerdo con la Sargento Vientos en que el Cabo Matagatos es un formidable guerrero y es respetado, sino querido por todos en la Compañía. Todos hemos pasado por sus manos, y le debemos la vida, algunos en más de una ocasión. - Inclinación de cabeza a modo de deferencia hacia Matagatos.

- Pero poner al frente de la Duodécima a su mejor guerrero - Barril señala a Matagatos con una mano enguantada en metal - no parece algo que case con la tradición, ni que sea útil en las batallas que habrán de llegar. El líder de la Compañía está a su cabeza, y hace falta una cabeza cana, no un brazo fuerte para ocupar ese lugar. Es por esto que respaldo al Viejo para recuperar el cargo de Capitán de la Duodécima Compañía Libre de Khatovar. -

Con un gesto sobrio Barril pasa el Estandarte al Cabo Mostaza.