Partida Rol por web

La fiesta, el baile, la música... todo eso parece carecer de sentido ahora para mi. Me acerqué al chambelán, y pedí un deseo, algo que seguro muchos despreciarían. No en vano en la compañía había más de un buen guerrero. Pero seguro acabarían entendiendo...

Me sumerjo en mis pensamientos, en mi pasado, en mi presente. Hasta ahora no he sido más que un estorbo para la compañía, pero ahora eso ha cambiado. Soy una hermana juramentada, tengo que espabilar. Ya no soy una niña.

De pronto escucho una flauta sonar, y veo a mi hermana de capa ponerse a bailar. Sí, quizá la que la acompaña, Plumilla, era mejor bailarina. Pero desde luego, Belleza sabía aprovechar muy bien sus atributos, y más de un guerrero de la compañía empezaba a babear. Sonreí.

La música acaba. Belleza se acerca a mi lado, pero no dice nada. La miro. Está mirando alrededor, alejándose de mi. Creo que está enfadada conmigo. Quizá es momento de tener una charla, pienso, o quizá más tarde. No parece de buen humor.

Finalmente me decido. Me acerco a ella. Belleza, me gustaría hablar contigo, en privado, si eso es posible digo, mirando alrededor.

Observé a Niña de Oro de la cabeza a los pies. El efecto del alcohol se estaba disipando, y recordaba con exactitud todo lo ocurrido anteriormente.

Asentí suavemente y la conduje a un lugar apartado de la fiesta, lejos de oídos indiscretos.

- Vamos - le dije simplemente, mientras avanzaba, y sin pararme a ver si me seguía o no.

No le costó mucho dar con una nueva jarra de vino a la que hizo prisionera sin dudarlo. Tenía ganas de beberse hasta las copas de los árboles, pero sabía que aquello no solucionaría el problema que tenía en aquel momento. Cuando se giró con la jarra en la mano observó a Escudo que estaba a su lado. - Saludos Escudo ¿quiere vino Escudo? - Mientras decía aquello le tendió la jarra al fornido hombre.

- Hay muchas esclavas... algunas son muy bellas. - Dijo mirando los cuerpos de las mujeres, no estaba seguro de que era lo que se esperaba de él, por eso prolongar cuanto más fuera posible aquel momento le tranquilizaba. Bebió un largo trago de la jarra de vino mientras esperaba a que Escudo contestara.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.
MES: ANTÍLOPE (MES DÉCIMO, PRIMERO DEL OTOÑO).
DÍA: PRIMERO DE MES.

Ajeno a todas las esclavas que, a su espalda, esperaban para ser penetradas, Rastrojo se seguía lamentando de lo difícil que le era tener alguna oportunidad con cualquier chica. El sexo debería ser más sencillo. Él era soldado de la Compañía para conquistar territorios, no corazones. Si tan solo encontrase alguna muchacha medianamente atractiva, medianamente receptiva y medianamente no odiosa, si es que tal combinación era posible en una misma mujer, Rastrojo podría esconder su rostro entre unos medianamente grandes pechos. ¿Pero dónde?

Una de las esclavas se acercó al chamán, ni muy guapa ni muy fea, con una teta grande y la otra amputada, lo que hacía una media de tamaño mediano de pecho. Se sentó en el borde del cofre, como pidiendo permiso, pero sobretodo estaba invadiendo el espacio vital de Rastrojo. Y a él, eso, le empezaba a molestar cada día más. Miró con odio a la odalisca, ¿acaso ella no veía que él necesitaba tiempo para pensar?

Entonces ocurrió. La chica se le acercó a la oreja, y le susurró algo. Y entonces, el corazón mustio de Rastrojo palpitó de nuevo. Como no solía hacer salvo en las ocasiones especiales. Y sus ojos se dilataron como si aquellas palabras supusiesen una gran revelación. Y lo eran.

Todo el mundo, chondelorianos incluidos, parece haberse quedado obnubilado ante la música de Pipo. Muchos se han unido al baile y todo el mundo parece divertirse ya en plena fiesta salvo los esclavos situados tras las sillas de los ministros y del Chambelán, y salvo los guardias.

El Chambelán parpadea tras unos segundos y se dirige a Lombriz para responder a su petición, que parecía haber quedado olvidada entre la música y los bailes.

Observa al K'Hlata unos segundos y finalmente sonríe y hace un gesto a uno de los esclavos. Éste se acerca trayendo consigo a un perro. 

- "Éste será tu esclavo." - Dice el Chambelán entregando la correa a Lombriz. - "Enséñale bien y te resultará más útil de lo que imaginas." - Dice antes de regresar a su asiento.

Sigues pudiendo escuchar a Grito.

Sierra sujeta entre sus fuertes brazos a Sabandija y lo mueve consigo durante toda la duración de la música de Pipo. No baila con mucho estilo la verdad, pero resulta práctica. Y desde luego se puede ver que también es diestra, no sólo fuerte.

La enorme mercenaria, a pesar de su aparente brutalidad y su tosquedad, parece tener cuidado en no lastimar al herido Sabandija.

Cuando la música acaba la mercenaria se detiene y suelta al K'Hlata, separándose de él pero no sin antes susurrarle unas palabras.

- "¿Nos vamos a un sitio más privado?" - Pregunta la enorme mujer a Sabandija mirándole directamente a los ojos.

- "¿O prefieres hacerlo aquí como ése?" - Pregunta con una sonrisa mirando en dirección a Grito y la esclava.

Belleza volvió de hablar con Niña de Oro y observó la fiesta. Seguían bailando, intercambiando conversaciones privadas o disfrutando de la generosidad de nuestros señores.

Se situó al lado de su hermana de capa, Loor.

- Hermana, ¿podemos hablar? - mientras esperaba la respuesta de Loor, buscaba con la mirada algún sitio apartado para continuar la conversación.

Loor mira unos instantes a Belleza y sonríe, poniendo con familiaridad su mano sobre su hombro.

- Por supuesto, Hermana- le dice para luego ver como mira alrededor y asentir- ¿Quizás en un lugar algo más apartado?

Tras esas palabras, avanza hacia un lugar algo alejado de la fiesta, no sin antes tomar una nueva copa de vino y algo más de la exquisita comida que pone en un cuenco, apartándose para seguir hablando con su amadrinada con cierta privacidad.

Loor camina hasta uno de los balcones exteriores, vacío, y mira a Belleza con simpatía.

- Tú dirás, Belleza- dice mientras pone entre ambas el cuenco con la comida, y bebe algo del vino- ¿Alguna cosa te preocupa? ¿hay algo con lo que puedo apoyarte?

No hay mucho que añadir a las palabras de mi hombre que hallan el eco perfecto en mi deseo y voluntad. Así, recogida entre sus fuertes pero al tiempo cariñosos brazos nos acercamos a mi hermano y mis primos:

- Enhorabuena, hermano- lo abrazo con fuerza, feliz de su ascenso y de que ahora ya nadie pondrá en duda su autoridad-. Oh, qué hermosura de armas... son CASI tan bonitas como las mías.

Dicho lo cual río suavemente y esquivo una suave colleja para esconderme tras el corpachón de Campaña al que también abrazo con fuerza. Tomo su brazo y examino el vendaje con el que he tapado el tatuaje para evitar infecciones.

- Creo que puedes quitartelo un rato y enseñarlo. Seguro que a todos les gusta, primo.

Campaña sonrió, entusiasmado por la idea de enseñarle a todos su nuevo tatuaje que Khadesa le había hecho en el cuello. Se retiró la venda con sumo cuidado y les mostró aquella pequeña obra de arte. Se trataba de un puñado de calaveras, de aspecto similar a los broches de los Soldados, tatuadas en línea formando una especie de collar alrededor del cuello.

- Una calavera es un enemigo matado por Campaña - dijo, orgulloso.- Campaña ha matado muchos... A Campaña le gusta el tatuaje.

Belleza vuelve a la fiesta, y yo hago lo propio, sumida en mis pensamientos. Mi cara refleja un cierto alivio, más que cuando fui a hablar con ella, pero no por ello sé quita del todo un cierto rictus severo y preocupado.
Miro alrededor. La música ha cesado, algunos compañeros se han ido, o peor, están en zonas oscuras del salón retozando con esclavas. Miro esos actos con desagrado y me acerco a la mesa. Me sirvo un plato de pato asado con berros y naranjas y un casi de vino y me marcho a una zona tranquila del salón a comer.
Desde mi posición no puedo evitar ver, con envidia, el tatuaje de Campaña algún día tendré uno por derecho propio, pienso, y sigo comiendo.

Desastre escuchó los susurros de Matagatos sin estar del todo de acuerdo cuando se acercaron a donde estaban los dos oscuros y el K'hlata Lagrimita, Campaña y Khadesa. Desastre saludó a todos con una sonrisa y un ligero gesto con la cabeza. Como si él no estuviese allí, Lagrimita comenzó a hablar en el idioma de los oscuros. Desastre le lanzó una mirada de incomprensión pero no dijo nada más. Khadesa y Campaña tambien llegaron a la reunión pero, al menos la pitonisa tuvo la consideración de hablar en el idioma que todos en la compañía tenían en común. 

Respondió a las palabras de Matagatos susurrando también él antes de quedarse un momento mirando hacia donde el chambelán daba la dádiva a Lombriz. Luego volvió su mirada a Campaña mirando el tatuaje, una serie de calaveras que cada una representaba uno de los muertos que habían caído ante el poderoso campaña. - Es un tatuaje fantástico digno de un gran guerrero. - dijo el soldado felicitando tanto al artista como al soldado que lo llevaba.  - ¿Como harás para añadir las nuevas muertes al tatuaje? Si fuese un árbol sería fácil... - añadió sin darse cuenta de lo que decía en voz alta.

Nadie duda de tu trabajo Cabo, vuestra fama os precede. Y aunque no dudo que pudieses darle una lección a Grito no sería bueno. Las heridas en el orgullo son difíciles de sanar, se infectan y dan más problemas. Uno de los dos deberá demostrar más sabiduría y dejar el río correr. Por el bien de la compañía... 

Piojillo, ya saciado de comida, seguía bebiendo junto a sus hermanos campamenteros. No era muy bueno en aquello del baile pues la danza no entraba dentro de sus talentos. Aunque aprovechó para reir y hablar con Lombriz sobre la gigante acompañante de Sabandija: Sierra. Se carcajeaban y hacían bromas al respecto, mientras mostraban bastantes signos de embriaguez.

Al cabo de un rato, sintió al perro de Lombriz, moviéndose a sus pies y dando cuentas de la comida que, esparcida por la celebración, ensuciaba el suelo junto  las mesas. Posó su mano en el hombro de Lombriz para preguntarle a su compañero sobre su dádiva.

- Dime, Lombriz. ¿Qué vas a hacer con este perro? Habrá que enseñarle algo para que nos sea de provecho en el cuerpo de campamenteros. Y más importante aún, ¿Has pensado ya un nombre para él?

-Campaña es como un baobab y sus víctimas hojas en sus ramas. Hay aún mucho madera en este árbol para sustentar nuevas hojas -dijo a modo de respuesta ante el comentario de Desastre y poniendo una mano sobre el hombro de Campaña en un gesto de hermandad y orgullo-. Hermosas -dijo ante las armas de cabo-. Dignas de un Mataleones -añadió con una suave sonrisa ante lo que ya se había convertido en una vieja broma, no carente de verdad, entre el Hiena y el Oscuro-. Enhorabuena a ambos por conquistar lo merecido.

La ceremonia de las dádivas parece ya haber terminado y es momento de divertirse. Pipo comienza a tocar y la hermosa música que emana de su flauta hace que me quede paralizado en mi lugar, sin poder dejar de prestar atención a cada una de las notas que resuenan por el lugar, acompañadas por un absoluto silencio de todo el público.

De pronto, siento que mi alma vuelve a mi cuerpo y bebo un largo trago de vino para refrescar mi garganta. Comienzo a mirar la capa que me regalaron y no parece la gran cosa.

"Yo quería una que me permitiese ocultarme a simple vista, que me volviese invisible o algo así. Creo que no me dieron lo que deseaba."

Me acerco a Niño Guerrero y le tomo por el hombro para que me mire. Entonces le hablo:

 - "Niño Guerrero, ahora me ves."

Me cubro con la capa y vuelvo a preguntarle:

 - "¿Me ves ahora?"

Me siento estúpido pues se nota que no hay ninguna magia en esa cosa, sino solo una bonita artesanía con cierta utilidad en el campo pero muy alejado del real deseo que tenía y que creía merecer. Espero su respuesta con impaciencia para saber si me equivocaba o no.

Suspiré y enarqué una ceja al percatarme del tono hastiado con el que se dirigió a mí Dedos.

- "Érase una vez un reino, generoso como muy pocos ha habido. Famoso fue en su tiempo porque cada año el rey obligado estaba a conceder a un hombre un deseo. Ese hombre, como era de esperar, no podía ser cualquier hombre sino el más desgraciado del reino. Año a año esta tradición se fue cumpliendo y la generosidad de los reyes de este reino viajó muy lejos. Un día llegó un extranjero, seguramente el más desgraciado en mucho tiempo. Deseaba tanto y tenía tan poco que cualquier cosa podía dejarle satisfecho. Así pues, llegado el día, por los guardias fue acompañado ante el rey que podía poner fin a su miseria.

- "Yo... yo... Su majestad..."

 Las palabras se le atascaban en la garganta. Tanto quería, tanto ansiaba, que en lugar de desear tan solo dudaba.

- "Vamos, muchacho, no tengas miedo. Pídeme lo que deseas y te será concedido"- le animó el rey.

Pero tan solo escuchó dudas y balbuceos.

- "¿No deseas nada?"- preguntó sorprendido.

Y en respuesta, silencio.

- "Así sea, pues, y por ti lo siento. Deseo concedido"- sentenció el rey magnánimo.

No pudiendo negarse a concederlo, el deseo le fue entregado en forma de daga clavada en el pecho. Nada pidió y nada obtuvo porque la nada solo se alcanza muriendo."

Esbocé una sonrisa divertida. Otro cuento con un maravilloso final, el único final realista en todo cuento.

- No responder es una respuesta en sí misma, Dedos- dije caminando alrededor de ella.- Y tú has respondido aunque no quisieras hacerlo. Esperas que yo quiera algo, y no andas desencaminada. Pero más que esperar sabes, pues la respuesta a lo que quiero la conoces, después de todo es la razón de nuestro encuentro. Veo, Dedos, llevo viendo mucho tiempo y tu sabes muy bien a qué me refiero...