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SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA

A pesar de escuchar con atención, Loor no iba a participar. Era, sencillamente, una reunión de demasiado nivel, y todo lo que cualesquiera dijeran, iba a caer en saco roto. Al menos, los que no tenían una posición de mando. Las palabras de Lenguanegra, sin embargo, agradaron, y mucho, a la k´halata que miró al cabo asintiendo.

- Lengua Negra habla con verdad- dijo entonces, sin alzar la voz, pero lo suficientemente alto como para que los que la rodeaban pudieran escuchar su opinión.

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Voy siguiendo la discusión con angustia creciente. Ambos hombres son importantes para mí, ambos representan distintas facetas de lo que debe ser la Compañía. Lamentablemente, no puedo intervenir. No puedo narrar lo que he visto y sentido del espíritu del Capitán. 

Siento la presencia letal de Asesina cerca. Contesto a su pregunta en un momento en el que parece que todos toman unos instantes de silencio para apreciar las palabras dichas por los otros, pues sin esas pequeñas reflexiones, serían gallinas cacareando en un corral.

- Capitán era más que un mando. Era el padre que guiaba a sus hijos con mano firme, segura. Nuestro referente durante años. Su ausencia, tan intempestiva, sin saber cuándo va a regresar- no está muerto, eso bien lo sé yo. Aunque dónde vaga su espíritu es otro cantar-, nos ha dejado como gallinas descabezadas. Necesitamos un liderazgo firme, pero sereno. La fuerza de Portaestandarte y la sabiduría de Analista. Se necesitan el uno al otro. Pero parece que no lo saben.

Casi hablo más para mí misma que para la supuesta Jaguar. Cruzo mi mirada con Portaestandarte. Conozco al hombre oculto bajo la leyenda y la locura. Si pudiera llegar a él...

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Sabandija ocupó un discreto puesto  junto a otros Campamenteros durante la celebración de la Asamblea. Ni en los mejores sueños se imaginaba tomando la palabra en algo así. Pro lo tanto desconectó pronto de las tensiones que se vivían allí y se concentró más en ajustar, de manera óptima, los abalorios del pelo recién lavado y acicalado. Se había puesto la capa negra y ocultaba bajo ella, como un cuervo cuyas plumaje le protege de la lluvia, el brazo inútil. Así visto parecía totalmente normal y conservaba la esperanza de engañar al Dios de Dolor y que le dieran su dádiva. Sólo tenía que alargar su brazo bueno para tomarla y nadie tenía por qué ver su extremidad atrofiada por el desuso y la atrofia propia de la enfermedad.

Sólo la voz de Lengua Negra volvió a centrarse en lo que allí se dirimía. Sin querer asintió a sus palabras, reconociendo la sabiduría de su Líder. Buscó a Rastrojo con la mirada para ver las reacciones del guía espiritual. No parecía que nada le afectase. Mientras que Sabandija había podido estirar las piernas e incluso entrenar un poco, si hacer algo de ejercicio podía considerarse entrenar, no había podido ver que evolución había tenido el chamán con respecto de sus heridas. Se escabulló entre la gente, silencioso como una lagartija, y se acercó por la espalda a Ratrojo para interesarse por su bienestar.

- ¿Cómo estás?- Le susurró a la oreja desprotegida con su aliento cálido.

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Ansioso...-respondió a Sabandija-En esta reunión va a ocurrir algo gordo, lo presiento.

Bueno, ya estaba pasando. Solo que Rastrojo no había valorado correctamente la importancia de esta fractura entre Analista y Portaestandarte.

¿Ah? Si te refieres a mis heridas, Sabandija, los espíritus las están curando a pasos de gigante. Cuando estaba tumbado en la celda ni siquiera me dolían, pero aún noto pinchazos al estar de pie y tener que venir hasta aquí es un calvario. ¿Y que tal tu brazo? Espero que el grupo de matasanos no haya ralentizado la cura que te hice en la carreta...

Ni siquiera miraba a Sabandija, y sus ojos seguían puestos en la mesa central. No tenía demasiado interés en el estado de su compañero, solo preguntó por inercia, porque Sabandija había preguntado primero.

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- ¿Algo gordo?- La mente de Sabandija ya se imaginaba una carnicería con cabezas de oscuro rodando de acá para allá y le dieron ganas de abrazarse a Rastrojo para parar el miedo que comenzaba a adueñarse de su frágil cuerpo.- Eres afortunado, chamán.- Le comentó, pues admiraba su fortaleza, aislado a la fuerza por Matagatos con respecto a sus cuidados.- Mi brazó ahí sigue, al menos no va a peor. No dejo que nadie me lo toque.- Mintió pues no quería decepcionar a su guía espiritual. Además, sólo Plumilla se lo cuidaba y, ¿qué daño podría hacerle aquella inocente niña? Lo que si guardaba como oro en paño era la venda bendecida pro el chamán. Ya estaba sucia y maloliente pero a veces se abrazaba a ella con la esperanza de que fuera un objeto mágico que ahuyentaba a los malos espíritus de sus ancestros. Así le parecía, pues estaba comenzando a recobrar las fuerzas. Como el mestizo no dejaba de mirar hacia delante no le mostró el brazo, tampoco era el momento ni el lugar.- Nos darán el arco, ¿verdad?- Le preguntó con algo de fastidio y obviando las miradas de ceño fruncido de los que estaban alrededor y que suponían que sus continuos cuchicheos comenzaban a irritar al personal.

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Ponzoña, situado cerca de Khadesa, había sido testigo de las palabras de Analista y Portaestandarte, del silencio siguiente y de la irrupción de Lengua Negra con su discurso. Y junto a ellas, la de su hembra, dirigidas a un escenario más pequeño pero cargadas de sabiduría. No obstante, se abstenía de hacerlas públicas, quizá temerosa de que no fuera tomada en serio, de que su voz, como pitonisa, como la Quinta, no fuera valorada.

Por ello, dio un pequeño paso y habló.

-Somos una manada, leones que cazan, que matan y mueren, que se lamen sus heridas cuando el enemigo muerde. Hasta ahora, Capitán ha sido nuestro líder. Tal vez vuelva serlo y así lo esperamos. Era un león viejo, sabio y experimentado. Es difícil que haya otro como él, aunque hay cachorros que quizá lo alcancen o superen. Y hay otros machos, adultos, confundidos por su ausencia que tratan de seguir sus huellas, pero que se muerden entre sí, molestos, nerviosos. Y la manada sufre -dijo en su habitual lenguaje cargado de símiles de la sabana-. Veo entre nosotros un macho sabio. Y otro fuerte. Hay manadas de leones lideradas por hermanos, que se complementan, que se ayudan, que cazan juntos. Lo que uno carece lo aporta el otro. Se necesitan y lo saben. No se niegan la mutua ayuda y de su unión nace la fuerza. Ninguno es más que el otro y su manada se vuelve fuerte y ruge con fiereza. Sois hermanos -miró sucesivamente a Analista y Portaestandarte, los negros ojos brillando como ónice pulido en la máscara pétrea de su rostro-. Somos hermanos. Luchad juntos y todos lucharemos unidos. Necesitamos vuestro liderazgo hasta que Capitán regrese. 

Retrocedió el paso dado. Miró un instante a Khadesa, voraz y protector, antes de devolver su mirada a los protagonistas de aquella contienda.

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Piojillo asintió con la cabeza al oír las palabras de Lengua Negra. Por un lado, esaba claro que favorecer los intereses de su padre era lógico, por su estatus en la compañía. Cualquiera podría pensar que no estaba en su sitio por méritos propios, si no por lazos de sangre. La verdad, pensaba el campamentero, era que lo que se necesitaba en la compañía, es la unión de la que hablaba el cabo. Después de los últimos ataques que habíamos sufrido, las pérdidas de amigos y compañeros, lo que menos se necesitaba era una lucha interna de poderes.

El guerrero K´hlata, tan solo pudo permanecer callado, escuchando todo lo que se comentaba. Su posición estaba clara, y tendría que esperar a ver como se resolvían los acontecimientos. Esperando que llegasen a un punto de concordia.

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Matagatos se había mantenido en silencio, y en silencio permaneció, escuchando a unos y a otros. Allí había una fractura, una herida profunda en la propia Compañía que tardaría en sanar... Y éso en el caso de que quisieran sanarla, cosa que no estaba nada clara. La ausencia de Capitán había sacado a la superficie lo peor de cada uno de los mandos, junto con envidias y rencores personales, que habían derivado en esto. 

Por supuesto, había algunas voces que se alzaron para intentar traer cordura a todo aquello, incluida la de su segundo al mando, al que dedicó un leve asentimiento cuando terminó de hablar... Pero, a no ser que quisiera repetir lo que otros ya habían expresado, sólo que puede que de modo menos diplomático, era el momento de que los principales protagonistas hablaran. Lo que estaba claro es que, de seguir así, ni siquiera sus habilidades médicas podrían evitar que la Compañía y aquellos que la componían murieran. 

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Una mesa y unas sillas son el lugar en el que toda la Compañía se sienta para debatir los temas que han puesto en entredicho nuestra unidad y que son bien conocidos por la mayoría. Tomo asiento en el lugar designado por rango y pelotón y escucho la exposición. Luego escucho con atención la discusión entre Analista y Portaestandarte. No me apetece decir nada pues soy de un rango muy bajo como para eso.

"Responderé solo si se me pregunta."

En ese momento, otros comienzan a hablar y arrugo el ceño cuando Khadesa lo hace:

"¿Quién se cree que es para hablar sin que le pregunten. Es solo una pitonisa, no una Hermana Juramentada. No tiene ese derecho."

Pero, a pesar de mis pensamientos, no digo nada pues ya hay suficiente tensión en el ambiente como para agregarle un poco más. El aire se podría cortar con un cuchillo y no seré el culpable de que esta cosa estalle.

El resto habla con palabras de conciliación acerca de que el Sabio y el Fuerte trabajen juntos pero esas son palabras idiotas de quienes no entienden la verdad:

"El punto es que el Sabio y el Fuerte quieren actuar de formas distintas. De hecho, el Fuerte quiere ser Capitán para hacer que la Compañía haga lo que él quiera y se basa en sus logros para conseguir el apoyo necesario. Jamás se pondrán de acuerdo, no mientras alguien no les ponga orden o uno de los dos muera, lo que sería una pérdida para todos nosotros."

Me quedo en silencio mientras bebo el vino que me ha traído un esclavo. No me importa en verdad la conversación pues solo soy un soldado y no es mi lugar meterme en estos asuntos. La única decisión que debo tomar, ya la he tomado y es a quién seguir.

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Campaña permanecía en pie, apoyado en la pared de la estancia, cerca de Ponzoña. Para él la discusión era demasiado compleja, no entendía por qué no podían ser todos amigos, como siempre. Había demasiadas miradas furtivas, palabras envenenadas y había tanto rencor en el ambiente que casi se podía respirar. Todo aquello no dejaba de ponerle un poco nervioso, porque a pesar de no entender del todo lo que ocurría, si que era capaz de percibir que auguraba un oscuro final. Había tanta tensión, fraguada por los últimos acontecimientos, que un violento desenlace resultaba evidente hasta para un botarate como Campaña.

No obstante, en los últimos días había reflexionado acerca de los acontecimientos que estaban por venir. Como bien le había dicho al Sargento Gulg, él no deseaba que el Capitán muriera, y eso le había llevado a pensar que quizás ese fuera el problema. Había llegado a un importante conclusión, y era que si el Capitán se recuperaba no habría más discusiones y todos podrían volver a ser felices. Lo difícil era conseguir eso, salvar al Capitán de una muerte, al parecer, inminente. Y aunque Campaña no sabía nada de venenos ni de heridas, consiguió dar con una solución. Al menos, eso era lo que él creía, y desde luego estaba dispuesto a exponer su solución si era necesario, aún arriesgándose a que se tratase de una tontería y todos se rieran de él.

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Tarado se empezó a aburrir. Todo esto era absurdo y estúpido. Nadie parecía dispuesto a detener tanta estupidez y egocentrismo. Se decidió a tomar partido.

Se movió de su sitio y se colocó tras Muerte del Cansado y miró fijamente a Caratótem esperando que entendiera su gesto.

Quizás alguien debiera decir que la solución no está en esos hombres incapaces de entenderse, si no en una tercera opción. En su poblado esto se hubiese solucionado con una prueba de valor, los oscuros lo complicaban todo de forma torticera.

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Las palabras de Lengua Negra sonaron en el salón, y no pude evitar asentir a ellas desde mi posición. Mi hermana de capa habló también, apoyando a Lengua Negra, y eso solo hizo que me reafirmara en mi pensamiento. Ponzoña y Khadesa también hablaron, por lo que permanecí en silencio, sin decir nada, sumida en mis pensamientos, a pesar de que tenía muy clara cual sería mi elección en caso de que me preguntase alguien.

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Todo eso de los leones había encantado a Pipo. Cuando Ponzoña (que, para más señas le estaba fabricando una flauta) había hablado, Pipo había visto con meridiana claridad un claro en medio de un bosquecillo, en medio de la sabana, donde la sombra permitía sestear a los leones y dirimir sus disputas con la pachorra que les era característica... pachorra que pronto se resolvía en un instante de violencia inusitada. El macho viejo, enfermo, lleno de cicatrices. Los leones jóvenes mirándose por entre las hembras y los cachorros con verdadera inquina. De pronto se le erizó el cabello bajo la peluca amarilla y su mirada se nubló.

Pronto no fue Pipo. Se había metido demasiado bien en esa escena invocada por Ponzoña. A veces era muy poco lo que hacía falta para convocar a los demonios. Era el otro, esperando. Emitió un gruñido que tenía tan poco de audible (excepto, quizá, para los compañeros a su lado) como de cómico. La Familia tiene problemas, podría haberse expresado su pensamiento, de ser posible, puede que la Familia se divida. Ya tiene un bando. Queda todavía tiempo para los gestos, pero queda poco.

Así que el que ya no era Pipo sumó su vigilancia estatuaria a la tensión que se mascaba en torno a la mesa.

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Seguí en el salón de la discordia... haciendo que escuchaba las distintas conversaciones, pero pensando en dónde encontrar un hermano de capa. Las palabras con Keropis habían sido ignoradas. La verdad que me quedaban pocas opciones, y todo ello contribuyó a que no prestase atención a las conversaciones que se estaban haciendo. La verdad que no sabía muy bien el contenido de la misma, ya que todo había sido demasiado precipitado. La tienda de los heridos, la recuperación el conocer a la compañía, y la desilusión de no encontrar a ningún hermano de capa. No tendría que haber salido de casa, pero poco más podía hacer ahora que se me ordenaba la asistencia. Así que esperé a los acontecimientos que estarían por venir...

En cuanto a la reunión, me iba haciendo una idea que la compañía se fundamentaba en la fuerza de los guerreros. El procedimiento de hermano de capa no había hecho distinción en el futuro sobre algunos hermanos con respecto a otros. Se veía que cada uno había conseguido su distinción dentro de ella por distintos métodos. De todas formas no pensaba prescindir del ritual por la deshonra y la mala suerte que traía. Podría hablar con otros guerreros en el futuro... tampoco pensaba en la dádiva que era lo de menos en esta especie de ritual. 

Manteniendo la compostura dejé de mirar el extenso salón en el que nos encontrábamos, y aquellas armaduras y armas diversas. Sin lugar a dudas necesitábamos algo más que hierro, y por ahora solo encontraba lo que era la dureza del ambiente, cuando en el mayor momento de debilidad se hacían todos los trámites para el ritual. Y ahora ya era tarde o eso creía, y aunque algunos habían tomado hermano de capa en aquel momento de nuestro estancia en el palacio... Debían de haberse conocido antes para que ello tuviese un símbolo verdadero o todo sería una pantomima. Suspiré una y otra vez esperando que se disolviera la reunión, lo que estaría por venir se debería de hacer lo antes posible, ¿para qué esperar? El señor del dolor necesitaba de varios días para sus preparativos. Para mí había sido coger las armas y ponerme en camino.

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Para variar, Lombriz parecía estar y no estar ahí.

Estaba, en realidad: estaba de una forma que muchos no podían imitar. Estaba escuchando todo lo que decían, por una parte Analista, que había callado tanto aquellos días y hablaba ahora cuando era demasiado tarde, cuando la gente sabía que se había lavado las manos y muchos lo tachaban de cobarde; él era uno de ellos. Cobarde o ineficiente. Las dos eran terribles. Luego estaba Portaestandarte, que todos sabían comido por los peores espíritus, cuyas palabras serían mitad de él y mitad del yuyu que le crecía en el estómago, pero eso era peor: alguien así no podía decir mentira, sólo crueldad. Y su cabo, Lengua Negra... ayyyyyy, su cabo...

Su cabo era idiota. Pero era idiota de una manera alienígena que Lombriz no era capaz de entender. El hombre sabía muchos más idiomas que él, sabía domesticar la palabra y hacer magia con sus manos: tenía el gusano en la cabeza. Y sin embargo creía en esa clase de cosas; mezclaba ideas tan LOCAS como la de la piscina de dinero con... ridiculeces como aquellas. Era como si viviese en un mundo diferente al de ellos.

Por supuesto, mataría a quien fuera que le contrariase. Era su mando después de todo, y nadie lo quería mal además.

-... -

Siguió jugando con las bolas de madera en su mano, centrándose en el Mundo del Ahora, esperando la respuesta de la gente. Él era un soldado, y nada pintaba allí, salvo hacer bulto para quienes correspondiese.

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Palomita se separa un par de pasos del resto de la Caballería pero no se pronuncia en voz alta. Parece que prefiere atender a la voz de la razón y escuchar a Analista... aunque es renuente a expresarlo públicamente pues su pelotón casi al completo apoya sin duda alguna a Portaestandarte y al "nuevo" Teniente.

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El anciano mago prosigue unos instantes con aire distraído aunque en el fondo sí que está vigilando lo que ocurre, y se queda rígido como una estatua en cuanto ve a Tarado posicionarse.

Su mirada recorre al resto de integrantes de la Compañía, rastreando por las sillas hasta que da con Rastrojo, al que se queda mirando.

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El pelotón de arqueros parece dividido. Demencial es el único que parece mostrar su apoyo a uno u otro bando.

No dice ni una palabra pero se separa de su grupo y se coloca en la zona de Portaestandarte. En sus ojos brilla un odio intenso hacia la figura de Analista. Se han oído rumores de que culpa al anciano de la muerte de Sicofante, y de haberse querido refugiar tras los muros en lugar de cargar a por el enemigo para intentar salvarlo.

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Muerte del Cansado permanece sentado, con los brazos cruzados y el rostro inclinado levemente hacia abajo. Casi podía parecer que está dormido salvo por el hecho de que respira de forma no ruidosa, y porque de tanto en tanto echa una ojeada a alguno de los presentes. Sobre todo a los que han hablado quitando a Analista y Portaestandarte.

Parece como si el asunto no fuera con él... y frunce el ceño disgustado cada vez que alguien distinto de Analista o Portaestandarte toma la palabra.

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Lo del arco, sí... espera un momento-susurra distraído a Sabandija, sin prestarle atención, mientras levanta la mano pidiendo el turno de palabra.

¿Sí? ¿Hola? Rastrojo, Chamán del pelotón de Hostigadores. Si me permitís decir unas palabras...

Ehm... Esta reunión se ha ido de madre. Ni siquiera se ha leído un orden del día, todo muy irregular. El tema es que, aunque como bien dice Portaestandarte, el Teniente se tiene escogido en ocasiones atendiendo a la veteranía, lo que sí es costumbre indubitable es que ese nombramiento se haga con el visto bueno del Capitán. Creo que esto no es tanto un problema de bandos, como un problema de protocolos. No debería haber un Teniente sin el visto bueno del Capitán. Por otro lado, con el Capitán herido y lejos, y sin un Teniente para asumir sus funciones militares, a alguien tenemos que nombrar, eso está claro...

Pero por limar asperezas, ¿qué os parecería que, aprovechando que estamos aquí reunidos, hiciésemos una votación para el nombramiento del Teniente? Un mando sin el respeto de sus soldados no es nada. Por el bien de la Compañía, garanticemos que, sea quien sea el Teniente, tiene un respaldo amplio en el seno de la Hermandad.