Partida Rol por web

La Compañía Negra 2: La Puerta de Galdan.

Guardia de Honor.

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21/03/2016, 19:23
Compañía: Oficiales: Portaestandarte.

GUARDIA DE HONOR:

Notas de juego

- Misión especial de la Compañía Negra.

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21/03/2016, 19:27
"Todos sus días están contados". - Soldados de la Compañía.

UN MES TRAS LAS DÁDIVAS EN CHO'N DELOR:

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: MES DE LA NUBE (MES ONCE, MITAD DEL OTOÑO).

DÍA: PRIMERO DEL MES.

AL ALBA.

Notas de juego

// Entran en escena: Cabo Matagatos, Cielo, Dedos, Desastre, Grito, Khadesa, Loor, Odio, Pipo, Plumilla.

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11/04/2016, 13:13
"El Mal es Absoluto".

Notas de juego

PASANDO LISTA Y PREPARANDO FICHAS:

- Me gustaría andar más o menos sobre seguro para no imprimir fichas de más ni de menos.

- Por favor, confirmadme los que pensáis estar en la partida de la quedada o pensáis que hay razonables posibilidades de que estéis en la partida. Comenzará el sábado 30 de abril entorno a las 17:30, se incorporarán los que terminen el vivo a las 18:00. Seguiremos hasta la hora de cenar y casi con seguridad seguiremos a eso de las 22:00 hasta la 3 o las 4 de la mañana probablemente, aunque en horario de noche algunos desertarán para jugar en otras partidas.

- En el caso de Equisnegra, que es probable que aparezca por la quedada, necesitaría saber si prefiere llevar a Ponzoña o a Lengua Negra.

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11/04/2016, 13:36
[RIP] Pipo.

Yo estaré en el horario "oficial" :) El domingo tengo partida que masterear, así que, aunque estaré por la noche, es posible que me retire temprano. Como la una o las dos, que ya tengo una edad :D

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11/04/2016, 13:55
Grito, Infantería, Escuadra Barril.

Grito estará, pero bajo el dominio y el poder de Robaina... para que no tenga poblemas se lo mando alimentado, lleno de carisma y las tensiones aliviadas.

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11/04/2016, 13:56
Khadesa la Quinta.

Yo, con mucho miedito, pero estaré :)

Notas de juego

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11/04/2016, 13:57
Plumilla.

Yo podría estar hasta las 23,30. Después tengo otra partida.

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11/04/2016, 14:11
Dedos.

Yo, con mucho miedito, pero estaré :)

Yo te protejo. Total, tu hermanito me abandona... 

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11/04/2016, 14:52
"El Mal es Absoluto".

FICHAS PENDIENTES DE IMPRIMIR:

- ¿Cabo Lengua Negra? - Asistencia y PJ no confirmado.

- Cabo Matagatos.

- Guepardo.

- Dedos.

- Desastre.

- Grito: La ficha será empleada por Robaina sólo durante la quedada.

- Khadesa.

- Loor.

- ¿Odio? - El jugador va a la quedada, pero ha abandonado la partida para no tener que leer, por lo que en buena ley no se le debería de permitir jugar. Podría imprimirlo tal vez como personaje de reserva, ya que ahora mismo no lo lleva nadie.

- ¿Ponzoña? - Asistencia y PJ no confirmado.

- Pipo.

- Plumilla.

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11/04/2016, 15:25
Analista Lengua Negra.

Finalmente, va a ser imposible asistir ese fin de semana a Madrid. Y me duele porque me apetecía mucho. Pero me ha surgido un compromiso/trabajo ineludible y no hay forma de aplazarlo o delegarlo. Lo siento.:(

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13/04/2016, 08:59
"El Mal es Absoluto".

FICHAS PREPARADAS PARA LA QUEDADA:

- Cabo Matagatos. - OK.

- Guepardo. - OK.

- Dedos. - OK.

- Desastre. - OK.

- Grito: La ficha será empleada por Robaina sólo durante la quedada. - OK.

- Khadesa. - OK.

- Loor.

- Odio - PNJ. Ficha lista.

- Pipo. - OK.

- Plumilla. - OK.

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18/04/2016, 17:16
"El Mal es Absoluto".

Notas de juego

DESARROLLO:

- Quiero incorporar plenamente esta aventura y sus consecuencias al Preámbulo de la partida.

- Este es uno de los motivos por el que el Preámbulo se está demorando un poco más de lo debido (ese y cierta sequía creativa).

- La participación activa en la aventura de la KDD + el correspondiente post narrativo bien desarrollado posterior se premiarán generosamente. La redacción del post narrativo del resumen de todo lo sucedido en la aventura desde el punto de vista del personaje no es opcional. Es obligatorio en cualquier circunstancia, pase lo que pase.

- El premio de un buen post narrativo tras una buena participación activa en la aventura será sustancial. La contrapartida negativa de esto es que existe un riesgo muy importante de morir en la aventura.

Para mitigar un poco esto, si alguien pierde a su personaje, pero ha jugado bien y ha presentado su post narrativo con su epílogo final para el Cementerio, se le permite seguir jugando con un nuevo personaje. El nuevo personaje recibirá la mitad del total de PX acumulados del fallecido, incluyendo la recompensa final por el post narrativo póstumo.

- A estos efectos, la partida en mesa funcionará igual que cuando se desarrolla un roleo por chat. Consultad las normas de la partida, en esos casos también es necesario hacer un post narrativo después, incluso si el personaje muere, o si el jugador decide dejar entonces la partida.

- En el caso de Grito o de quien quiera que maneje a Odio durante la quedada, le pediremos al jugador que sea que mande un MP-resumen, aunque la experiencia en estos casos es que la gente pasa de todo y no muestra la menor consideración por el hecho de que esta es una experiencia que se sigue por web, que no se circunscribe sólo a la quedada, y que los personajes siguen en activo y son importantes. A malas, le pondré un micro-resumen al jugador de Grito (y de Odio, caso de conseguir uno) para que con eso y los posts de los compañeros pueda pergeñar algo.

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02/05/2016, 14:07
Capitán Matagatos.

Cuando el teniente Rompelomos les reunió para los detalles de aquella particular misión, Matagatos se sintió sorprendido. Había una auténtica mezcolanza de soldados de distintos pelotones, y llevaban nada menos que a dos sanadores, contándole a él... Además de la presencia de Khadesa ¿Qué podía merecer tal despliegue de medios?

La respuesta la tuvo muy pronto: la muerte definitiva del Último Inmortal. Sus patrones le habían concedido esa dádiva a Portaestandarte, pero, como la mayoría de las cosas, habría que trabajar para lograrlo. Debían marchar hasta la línea de monolitos, al este, y allí buscar uno concreto. Durante el viaje deberían escoltar a Portaestandarte, que iría vestido con una sencilla túnica blanca, en estricto régimen de pan y agua y al que no podía salpicar ningún fluido, especialmente sangre… Además de mantener un estado tranquilo. Eso quería decir que debían protegerle de todo mal, y Khadesa estaba allí para encargarse de que se mantuviera tranquilo. Finalmente, delante de aquel monolito, debía hacer un ritual durante toda una noche, meditando con la Lanza de la Pasión apoyada en la piedra. De ese modo, podría ser destruido la próxima vez.

Una vez terminó aquella reunión, insistiendo en su naturaleza secreta, todos se dispersaron y ocuparon sus respectivos jergones, listos para partir a la mañana siguiente. Matagatos tenía el presentimiento de que aquel no iba a ser un viaje tranquilo, y como se demostró más adelante, tenía razón.

Su primer obstáculo lo encontraron mientras cruzaban una zona pantanosa, en la forma de una manada de leones de color ceniciento, habitantes de aquellos humedales. Los seis especímenes, cinco hembras y un macho, no dieron muchos problemas, y fueron despachados con relativa facilidad. Una vez terminado el combate, el oscuro reparó en que Desastre no estaba, aunque el k’hlata volvió poco después, cargado con unas crías de león. La madriguera debía estar cerca, y el soldado se había escabullido cuando todo acabó, en busca de cumplir con su “destino”, tal como había solicitado en la ceremonia de jura.

Una vez aquello estuvo solucionado, siguieron su avance. Los catorce días que les separaban del monolito cada vez eran menos, aunque en una de las noches posteriores, la semilla de la duda se implantó en el corazón de Matagatos. Khadesa se acercó a hablar con él de noche, contándole las cosas que había visto en sus visiones. Que todo aquello era un terrible error, que liberarían algo peor en el mundo, y que debían desistir de aquello. La respuesta del oscuro fue clara: aun siendo así, las órdenes eran órdenes. Debían cumplirlas, y lidiar con lo que resultara de aquello. Además, si el Último Inmortal no caía de una vez por todas, la campaña contra el Reino Pastel se complicaría. Y, aunque sus palabras fueron firmes, dentro no se sentía tan convencido.

Todo desde que habían abandonado la Gran Sabana parecía conducirles al desastre. El servicio al Señor del Dolor, aunque lucrativo, prometía causar grandes males. Y, en palabras de su hermanastra, romper el equilibrio del mundo. Por si eso fuera poco, todos los que viajaban con ellos parecían haberse dado cuenta de que se les ocultaba algo, y eso no les hacía gracia.

Ya a pocos días del monolito, volvieron a tener compañía, aunque en esta ocasión se manifestó en la forma de 6 jinetes, que al acercarse resultaron ser Esclavistas de la Linde. Sin embargo, no les atacaron, si no que dialogaron con ellos. Habían sido contratados por los cho’ndelorianos para dar caza a unos desertores de los escorias, liderados por un cabo, pero habían perdido el rastro. Tras una breve charla, quedó claro que lo habían perdido no muy lejos de la ruta que debían seguir, y se empezaron a valorar opciones entre los soldados.

Considerando que era demasiado peligroso dejarlos a su aire, finalmente aceptaron desviarse levemente para que pudieran ayudarles a buscar el rastro, al día siguiente. No fue muy difícil localizar el rastro, y, aunque en un principio el oscuro optó por indicarles la dirección y olvidarse de ellos, al tener noticias de unas cuevas cercanas donde probablemente estaban los desertores, cambió de idea. No faltaba mucho para acampar, y si los esclavistas caían y hablaban (cosa no muy difícil a juzgar por la cantidad de huellas que detectaron) podrían ser emboscados de noche. Así que finalmente marcharon hacia la cueva, con intención de acabar con los desertores.

Los esclavistas optaron cobardemente por ocupar la retarguardia del grupo, a pesar de las palabras de Matagatos, que envió una avanzadilla a explorar, compuesta por Dedos, Pipo y Guepardo, y dejó a Plumilla y Grito ocupándose de los carros. La avanzadilla cumplió con su cometido de manera sobresaliente, acabando con buena parte del grupo enemigo en silencio, aunque el cabo ya se encontraba alerta. Entonces entraron en acción el resto, avanzando para dar el golpe de gracia a aquel grupo. A pesar de algunas heridas de no demasiada consideración, el grupo de la Compañía prevaleció. Y se hizo con un buen botín, realmente todo lo que llevaban con ellos los desertores, pues el cabo oscuro fue claro con los esclavistas: No habían ayudado en nada, así que nada se llevarían. Y más les valía alejarse de aquel lugar y que no volviera a verles.

No hubo más accidentes de camino al monolito, aunque sí hubo más advertencias de su hermanastra sobre el error que iban a cometer, lo que siguió minando la determinación de Matagatos. En el propio monolito, empezaron a preparar la zona para defenderla, mientras algunos soldados exploraban. Fue Desastre, al separarse a explorar, el primero que vio algo raro. En este caso, a un hombre que solo podía ser el Último Inmortal, tal como lo describió Khadesa en sus visiones, del que huyó como alma que lleva el diablo, aunque cuando comentó de qué huía, el oscuro no fue capaz de ver a nadie.

La siguiente sorpresa venía del otro lado de la línea de túmulos, de aquella tierra maldita, que según las leyendas estaba habitada por toda clase de seres horribles que eran mantenidos de ese lado por la magia protectora de los monolitos. En una cueva en la lejanía, hubo varios que aseguraron ver un par de ojos mirándoles, entre ellos Khadesa, que volvió a hablar con él. Según ella, se trataba de un ser antiguo que cambiaba de forma y suplantaba a otros… Unida a la advertencia de que Portaestandarte estaba demasiado tranquilo desde que salieron del Bastión del Dolor, y que podría no ser él.

Aquello fue lo que terminó de hacerle dudar, y estaba empezando a exponer sus dudas al grupo cuando apareció, de repente y atacando, el Último Inmortal. Pipo Y Loor fueron los que estaban empezando a combatir con él cuando se formó una tormenta de arena alrededor de los tres, que Matagatos se esforzó por atravesar, y siguió intentándolo sin éxito… Hasta que, entre ambos, y con la ayuda de Odio que también llegó, tumbaron al héroe del Triplete. Sin embargo, el ritual se había fastidiado. Matagatos no vio cómo, pero Portaestandarte había sido manchado de sangre por uno de los miembros del grupo. El ritual había fallado.

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02/05/2016, 16:13
[RIP] Pipo.

Pipo estaba en el campamento durmiendo cuando le llamaron: pssst, Pipo. Ven.

Así que Pipo fue, y Pipo vio que ahí había muchos compañeros de la Compañía Negra todos con cara de sueño en medio de las sombras de la noche. Y Rompelomos pronunció el Juramento y dijo que había que llevar a Portaestandarte mientras Portaestandarte se quedaba en el carro. Y Portaestandarte se tenía que quedar en el carro sin que le diera el Sol y sin que le alumbrara la Luna. Ni el aire ni el agua, ni la sangre, ni más que un poco de pan y una jícara de agua por cada día que pasara tenía que llegar a él. Y Khadesa tenía que susurrar en su oído palabras tranquilizadoras y Pipo tenía que tocar la flauta para que pudiera dormitar sin sueños que le perturbaran.

Así teníamos que viajar Pipo y todos hasta las Piedras, donde Portaestandarte pondría la Lanza de la Compañía Negra contra las Piedras y pensaría mucho mucho. Pero que mucho.

Cuando despertara de sus sueños, el Inmortal dejaría de ser Inmortal y así dejaría de molestar nuestras líneas de abastecimiento, porque decían que el Inmortal estaba molestando a los que nos hacían llegar agua, y nos hacían llegar lanzas cuando se nos rompían las que teníamos aquí, y no dejaban a los escorias del Dios del Dolor que vinieran a hacernos la comida y a morir frente a nuestros enemigos.

Por lo tanto, como era secreto, secreto, no contamos nada a nadie y nos fuimos esa misma noche a los arenales bañados por la Luna y las Estrellas.

El viaje fue muy entretenido, porque la llanura estaba llena de gente. Por lo menos a Pipo así le parecía: liebres y pájaros y leones (y la Compañía Negra adoptó a dos cachorros de león que ahora son nuestros hermanos) y hienas y serpientes (Pipo encontró una serpiente y se la comió, y sabía como a pollo, pero más dura) y babosas y gusanos y hormigas y algunos cerdos salvajes.

También encontramos a algunos hombres del Dios del Dolor, y buscaban a otros que ya no querían estar con su amo, y que habían escapado de Él para poder ir por la llanura a su aire, molestando a la Compañía Negra.

Pipo tocaba todas las noches una nana para que durmiera Portaestandarte con la flauta que le había dado el Chambelán de las Cuchillas, aunque Pipo ya se estaba preguntando cuándo Ponzoña terminaría de hacerle una flauta nueva, porque Pipo sentía mucha curiosidad por cómo sería su flauta nueva, y pensaba preguntar a Serpiente si podría encantarle a Pipo esa flauta, porque Pipo pensaba que Serpiente era un retoño de Señor Oscuro, tal y como había soñado aquella noche en que a Pipo le regaló su flauta nueva el Chambelán de las Cuchillas.

Y por la magia que a la Compañía Negra acompañaba, aquellos que ya no querían estar con su amo y habían escapado de Él para ir por la llanura a su aire, molestando a la Compañía Negra, murieron en su cueva, aunque Pipo eso no lo pudo ver, porque a Pipo le entra sueño cuando pasan estas cosas, y cuando despierta tiene agujeros, y hay gente que se ha ido para siempre, amigos o enemigos.

Así que salimos de la cueva con muchas lanzas y bastones y armaduras y círculos de plata, y Pipo le entregó a Khadesa los círculos de bronce que tenía, porque Pipo quería que Khadesa le hiciera a Pipo unos tatuajes que fueran como la tierra y como el aire, para que a Pipo no se le viera tan fácilmente y Pipo pudiera gastar bromas a los amigos. O eso ocurrió antes de partir... Pipo no se acuerda bien. Puede que eso ocurriera antes de partir a la llanura, a perseguir los sueños de Portaestandarte.

Pero Khadesa todavía no había hecho tatuajes en la piel de Pipo, y Pipo se preguntaba cuándo se los haría, y si dolería mucho.

¿Por dónde iba? Ah, si. Pipo tenía algunos agujeros, y se los estaban tapando con telas suaves y con cosas húmedas y malolientes, pero Pipo dejaba hacer porque sabía que, de lo contrario, a Pipo le dolería mucho.

Y durante todo el viaje, con nosotros venía un cuervo que parecía que se divertía mucho. Pipo tenía ganas de lanzar al cuervo una jabalina porque Pipo tenía curiosidad por saber cómo sabían los cuervos asados al espetón, pero, todavía Pipo no sabe por qué, Pipo no lanzó una jabalina a ese cuervo.

Por eso Pipo dice que la llanura desierta estaba llena de gente: porque estaba llena de gente.

Y todos llegamos a donde las Piedras.

Portaestandarte quedó soñando junto a la Piedra. La Lanza de la Compañía Negra estaba apoyada contra la Piedra. Pipo montaba guardia. Khadesa, Dedos y Matagatos discutían en su jerigonza. Y Loor montaba guardia al otro lado.

Pipo vió un árbol roto, y una cueva, y dos ojos brillantes que miraban. Pipo vio todo eso más allá de las Piedras. Así que lo dijo, y Khadesa fue a ver y volvió muy asustada a seguir implorando cosas con su jerigonza a todos los Oscuros.

Portaestandarte seguía soñando junto a la Piedra. El Sol iba resbalando por el cielo abajo hasta casi caer en el Mar del Otro Lado del Mundo.

A Pipo le han dicho que el Mar del Otro Lado del Mundo está muy caliente, porque el Sol se baña en él todas las noches.

Y vino un hombre que tenía una tormenta con él. Pipo despertó luego, enterrado en la arena y con un chichón en la frente. A Pipo le costó mucho encontrar su peluca entre la arena. Menos mal que lo hizo, porque a Pipo le gusta mucho su peluca amarilla.

Luego ya Portaestandarte no soñaba, y tenía sangre en el hombro, aunque no estaba herido.

Cuando ya todos volvían muy silenciosos, Pipo tenía extraños sueños en los que Pipo era una pantera. Pipo pensó: ¿porqué Pipo piensa que se parece a Odio, a Uro, al mismo Portaestandarte? Pipo comienza a sentir que le gusta cuando sueña, y cuando luego despierta con agujeros.

Pipo piensa que cuando sueña viene el Otro. Pipo no sabe quién es el Otro.

Cuando volvíamos, los Oscuros discutían mucho hablando con esa jerigonza, y parecían asustados, aliviados y asustados otra vez.

Y el cuervo que venía con nosotros parecía muy contento con todo lo que veía.

Y cuando llegamos al campamento, los Oscuros se pusieron muy serios, y siguieron discutiendo en su jerigonza. Y Pipo no entendía nada.

Ahora Pipo piensa que tiene que hablar con Uro y con Odio, porque Pipo piensa que el Otro quiere que Pipo hable con ellos, porque Pipo soñó que hablaba con una pantera muy muy negra, y la pantera (que Pipo piensa que es el Otro) le pedía a Pipo que lo hiciera. Así que ahora Pipo va a buscar a Odio o a Uro, o a Portaestandarte. Portaestandarte también vale, aunque a Pipo le da un poco de miedo, y habla con esa jerigonza que Pipo no entiende nada.

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02/05/2016, 17:44
[RIP] Loor.

UN MES Y MEDIO TRAS LAS DÁDIVAS EN CHO'N DELOR:

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: MES DE LA NUBE (MES ONCE, MITAD DEL OTOÑO).

DÍA: 16

AL ALBA.


El movimiento del carro, por lo demás atestado de objetos, en el que iba Loor, le hizo gemir de dolor, incapaz de soportarlo en silencio por más tiempo. Se giró, un instante, tratando de encontrar una posición que le impidiera aumentar su sufrimiento, pero no podía. No lo lograba. Por, ¿había sido seis, siete ocasiones?, aquella lanza había mordido su piel, y la debilidad de las terribles heridas estaba presente en todo momento pero, especialmente, en cada ocasión que el carro saltaba sobre alguna piedra. 

Diosa, ayuda a tu indigna sierva a soportar el dolor. Que mi dolor sea similar al que tú sufres, encadenada bajo tierra, entre las cadenas con las que dioses y demonios te aprisionaron, para evitar que cumplas con la Profecía, y destruyas a unos y otros, llevando a los hombres al Paraiso terrenal.

Trató la guerrera de concentrarse en los rezos, repitiendo una a una sus oraciones, e intercalando en ellas sus propias súplicas a la Diosa.

Concede a tu sierva el don de la palabra, Mi Señora, para que pueda hacer ver a mis hermanos, reticentes a todo lo que no sea la locura que a cada uno guía, que Tú nos has elegido, que Tú eres la bondadosa, la clemente, la justa, y que aun cuando traes la muerte, y eres como la muerte, inexorable, también traes el Paraíso para aquellos que te sirven.

Loor tosió, mientras seguía con sus rezos, en aquella soledad del primer día tras la batalla, dejando que la rabia que se había instaurado en su corazón tras aquel viaje fuese mitigándose con el propio convencimiento del poder de la Diosa, de su inevitable victoria, y de como esa victoria era, finalmente, la victoria de la Diosa.

Pues la Compañía Negra es grata a tus ojos, y te liberará de tu prisión, para que puedas eliminar a Dioses y Demonios, y su indigna guerra, que trae la desolación al mundo. Pues la muerte, que traemos, sirve a un propósito, aun cuando lo desconozcamos. Pues vive el hombre mortal para morir, y sólo cuando el mundo se deshaga, y vuelva a formarse, podremos trascender. Y aunque ni yo, ni mis hermanos, ni mi familia, ni mis compañeros de tribu, que tan lejos han quedado, lo veamos, así será, y así podré verlo.

Lentamente, el sucesivo y monótono repetir de los pensamientos, rezos, oraciones, súplicas, fue sirviendo para que el punzante dolor se diluyera en la convicción de la antigua princesa de las Lágrimas de la Diosa. Y con la disminución del dolor, vino el recuerdo, y con el recuerdo, el pensamiento del lugar en donde se encontraban, y de lo que les había conducido a ese lugar.

Por supuesto, todo había sido culpa de la disensión que ahora ocupaba el pecho de la Compañía. Por primera vez, Loor se preguntó si se habría equivocado al elegir a Analista para dirigir a la Compañía, sino hubiera sido Portaestandarte mejor opción. Esperaba y temía, por igual, que Desastre y Khadesa fueran castigados. Debían serlo, y de no hacerse así, grave sería el daño a la moral de la tropa.

Pero por otro lado, eran sus hermanos y, aun equivocados, les apreciaba sinceramente.

Que la Diosa les permita comprender sus errores, y les haga ver la necesidad de respetar las órdenes, y como su mal entendida caridad puede ser la destrucción de todos.- pensó Loor antes de volver a moverse, apoyando su mano en las heridas, aun pendientes de curación profunda, con la que el Último Inmortal le había premiado. Pero no era aún el momento de pensar en Khadesa y en Desastre.

Todo había comenzado con la disensión, y mucho explicaba esta. Pero el concreto capítulo de la historia de la Compañía había empezado con el llamamiento del teniente Rompelomos, y las órdenes. Una misión secreta, de la que no debían hablar, y conforme a la que el cabo Matagatos lideraría un grupo variado, en el que había campamenteros, infantería y, por supuesto, hostigadores. La misión: llevar a Portaestandarte a un lugar concreto, mantener su espíritu calmado, evitar que se enfrentara a enemigos, lograr que nada le alterase y, finalmente, que realizara en ese lugar (una zona de monolitos), un ritual que duraría toda la noche, en una piedra en concreto, sobre la que debería apoyar el estandarte de la Compañía, no siendo ni manchado con sangre, ni alterado de manera alguna. El propósito: eliminar al Último Inmortal, al que ya sucesivas veces se había enfrentado Portaestandarte, matándolo, pero que una y otra vez volvía a la vida. Portaestandarte se había sometido a un régimen estricto y, sin duda, a uno o varios rituales previos. Era evidente que para él, matar definitivamente al Último Inmortal era algo personal.

Plumilla había dado muestras de su buen hacer, ayudando a establecer una ruta que nos condujo por esos terrenos áridos y peligrosos con escasos contratiempos. La moral, a pesar de los últimos acontecimientos, era buena. Catorce días de viaje les esperaban. Durante los mismos, era evidente que Matagatos respetaba la opinión de la guerrera en cuanto a las guardias, y en otros aspectos menores, pero importantes, del mando. Eso honraba a Loor, quien además se sentía orgullosa de la actuación de Odio. Sabía que el guerrero del que había sido mentora había realizado una gran labor en la defensa del campamento, pero ahora, al verlo comportarse como el guerrero hábil y mortífero en que ella sabía que podía convertirse, no podía dejar de sentirse gratamente satisfecha. Incluso la presencia de la normalmente insoportable Dedos era... asumible. Sí, sólo servía para que Matagatos mirase de tanto en tanto en dirección de esa... muchacha con una sonrisa. ¿Pero no era eso algo valioso, después de todo? Por supuesto, Loor pensaba que era mejor que fuera una servidora de campamento, e incluso alguna chanza hizo al respecto, pero ni siquiera ya con rabia. Loor creía en el juramento: defenderé a mis hermanos, aunque no les ame. Y Dedos, a pesar de todo, era una hermana.

El viaje transcurría rápidamente, con pocos contratiempos. Solamente el ataque de unos leones grises (cinco leonas y un macho), rápidamente despachados por los guerreros, entre ellos por la propia Loor que había abatido a dos de las leonas, había roto la rutina de Loor: rezar a la Diosa al levantarse, estar atenta durante todo el día a que las instrucciones de Matagatos se cumplieran y asesorarlo en lo posible, vigilar, y estar preparada. Y luego, a la noche, tras realizar su guardia, rezar nuevamente a la Diosa antes de recuperarse para el siguiente día. Había sido tras la lucha con los leones cuando ocurrió la primera circunstancia errónea desde el punto de vista de la disciplina: la marcha de Desastre, sin permiso, para buscar la guarida de los leones, de la que trajo a dos crías. Matagatos había dejado pasar la temeraria actuación del soldado sin represalias. Esa era la prerrogativa del mando y, aunque Loor pensaba que una sanción menor hubiera sido adecuada, lo dejó pasar. Después de todo las crías de león eran de su agrado, y la lucha no había sido peligrosa, ni el soldado había desobedecido una orden directa. Luego, a solas, tras felicitarle por los leones, le había reprendido con cierta suavidad por haber partido sin avisar, y por lo que parecía, Desastre lo había comprendido.

Pero algo iba mal. Y ese algo era Khadesa. Era evidente que algo perturbaba los sueños de la pitonisa, lo que, hasta cierto punto, era normal entre aquellos en los que se cebaba el mundo espiritual. Pero no lo era tanto que buscara, constantemente, a Matagatos, hablando con él a solas, a veces con virulencia, y sin compartir con la tropa sus preocupaciones. Loor no culpaba de ello a Khadesa, pero se preguntó, por enésima vez, si los Oscuros comprendían que tales actos, tales evidentes desconfianzas, dificultaban la necesaria unión entre k´halatas y Oscuros, y que tal desunión podía suponer el fin de la Compañía. Sí, todos sabíamos que algo le preocupaba a Khadesa respecto a la misión, y ese algo iba en aumento. 

Al poco de llegar a la zona del ritual localizamos a un grupo de esclavistas de la linde que buscaban a unos desertores. Tras hablar con ellos fue pronto evidente que esos seis guerreros eran incapaces de encontrar a sus presas, y de dejarlos por ahí, serían atrapados y probablemente descubrieran donde estábamos. Tras algunas dudas, decidimos ayudarles a encontrar el rastro de los fugitivos, y una vez hecho eso, tras consultarlo con Loor y con el resto de la tropa, Matagatos decidió eliminar a los fugitivos. Para ello envió una avanzadilla a la cueva donde se ocultaban compuesta por Guepardo, Dedos y Pipo. Este último había amenizado nuestro viaje, demostrando su virtuosismo con la flauta. Loor nada dijo, pero la música, magistralmente ejecutada, le llevó al campamento de su padre, hacía años ya, y a los músicos que este tenía. Sí, Pipo tocaba mejor que el mejor de estos. Sin embargo, y para su sorpresa relativa, Pipo demostró ser también mortalmente eficaz en su cometido. Que también lo fuera Guepardo no sorprendió a la antigua princesa de las Lágrimas de la Diosa, puesto que había luchado contra él, y sabía de su velocidad y destreza, y suponía que, como el animal del que había tomado el nombre, era también capaz del sigilo. Lo de Dedos, sin embargo, sí fue una sorpresa. Tanto que en un primer momento no lo creyó. Pero tras comprobar las heridas era evidente: Dedos se había encargado en perfecto silencio de varios guardias. Es verdad que eran una mezcla bastada de escorias de Chon Delor y chacales sin moral ni entrenamiento, enemigos insignificantes para la Compañía. Pero la avanzadilla había hecho bien su trabajo, y Dedos era parte de ese éxito. Gracias al sigilo pudieron entrar en la gruta central donde estos se ocultaban sin que la alarma se hubiera dado, y eliminarlos. Uno de los desertores bandidos chondelorianos y el oficial que los mandaba cayeron, igualmente, abatidos por su bastón, mientras en cada uno de sus golpes, Loor suplicaba por la liberación de la Diosa.

Tras eliminar a los desertores, y expulsar del lugar a los esclavista de la linde, volvieron al camino y, al poco, estuvieron en el sitio elegido. Prepararon las defensas del mismo, siendo nuevamente importante la labor de Plumilla para tal fin, y dando las órdenes oportunas para preparar las defensas, conforme las instrucciones de Matagatos,  la propia Loor. Khadesa, en ocasiones ayudada por la música de Pipo, había logrado mantener a Portaestandarte tranquilo. Ya solo restaba preparar el ritual.

En ese momento, y tras una nueva y subida de tono discusión entre Matagatos y Khadesa, el cabo reunió a la tropa para explicarles sus dudas. Básicamente: que Khadesa temía que algo hubiera ocupado el alma de Portaestandarte y que no respondiera de sí mismo. Y que iban a hacer algo terrible cumpliendo con la misión. Pero Matagatos confirmó las órdenes recibidas, aunque con cierta renuencia. Loor tampoco prestó demasiada atención. Todos estaban demasiado atentos a las palabras de Matagatos y eran vulnerables. Junto a Pipo procedió a vigilar la zona mientras el resto hablaban. Y en ese momento, la guerrera fue atacada. Era el Último Inmortal. El ser le atacó mientras invocaba una tormenta de arena que les separaba de sus aliado. Por sus venas no corría sangre, sino arena, y aun cuando no era especialmente hábil en la defensa, sí era mortífero en sus ataques. Pipo luchó bien, pero cayó pronto, siendo dejado inconsciente tras golpear sólo en una ocasión a su enemigo. Y Loor quedó sola. Golpeaba una y otra vez al Último Inmortal, pero la magia infame le permitía resistir a golpes que hubieran matado a muchos otros. Y Loor era herida una y otra vez.

No desfalleció sin embargo. Si era el deseo de la Diosa de morir allí, moriría. No podía dejar que el enemigo de la compañía se saliera con la suya. Casi ninguno de los presentes (con la única excepción de Matagatos) podía aguantar contra ese enemigo.

Y en ese momento, atravesando la pared de viento y arena, apareció Odio. El guerrero sacando fuerzas de su rabia, lanzó un golpe demoledor contra el Último Inmortal, un golpe que cerca quedaba de igualar los golpes sucesivos que la propia Loor había dado hasta ese momento. El Último Inmortal, sin embargo, sabiendo que era Loor la única que podía vencerle, siguió golpeando exclusivamente a esta, como había hecho desde un principio, dejándola al borde de la muerte.

Loor pensó, entonces, en retirarse. Un golpe más con esa lanza, y estaría muerta. Tuvo miedo. No quería fracasar, no quería morir. Pero sentía cerca la presencia de su Diosa. Debía, no retroceder, sino avanzar. Lanzó nuevamente tres golpes contra ese ser, fuertes, duros, y notó como se quebraba, finalmente, bajo los mismos. La tormenta acabó. Había vencido. Habían vencido.

Y no había servido de nada. Los infundados temores de Khadesa habían, finalmente, llenado de ponzoña, brumo y miedo, las cabezas de varios hermanos y, de entre ellos, uno, Desastre, había aprovechado el sacrificio de Loor luchando contra el Último Inmortal, para manchar de sangre la túnica de Portaestandarte. Más tarde Loor descubrió que Khadesa había evitado que Portaestandarte matara a Desastre. Y la noche anterior, aun convaleciente, había hablado con sinceridad a la pitonisa, y a Desastre, sobre el error que estaba segura habían cometido. Había sido con ellos sincera, y clara. Eran sus hermanos. Incluso le agradaban.

Pero Khadesa les había mentido y traicionado. Y aun ahora, aun cuando no lo supiera, su comportamiento echaba sal sobre las heridas de la guerrera. También Desastre, con sus constantes afirmaciones que haría lo que considerase correcto fueran las que fueran las órdenes, le producía una terrible preocupación.

Habían vencido. Y habían fracasado. Pero la Diosa había mantenido con vida a su indigna sierva.

Madre, perdóname si te he fallado. Perdóname por no lograr enseñar a mis hermanos, perdóname por ser incapaz de limpiar el dolor que atenaza sus corazones. Que el castigo que sobre ellos, y sobre mi misma, caiga, sea soportable. Y si este, mi dolor, es grato a tus ojos, que siga siempre en mi. Haz de mi tu instrumento, mi Señora llena de Gracia.

La guerrera de las lágrimas de la Diosa rezaba en el carro, a solas, sin ya sentir el dolor de sus muchas y terribles heridas, condecoración inútil de una victoria huera por errores que ella no había cometido.

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02/05/2016, 20:11
Desastre.

Cuando el cabo Lemur vino a la infantería a pedir voluntarios para una misión todos se pusieron en pie al unísono. Tuvo que ser el propio Cabo quien eligiese los candidatos que iban a ir a tal misión pues ninguno estaba dispuesto a retirar su candidatura. Al final fueron tres los miembros de su escuadra que fueron elegidos: Grito, Preocupado y él mismo.

Con sus hermanos a su lado no tenía nada que temer así que Desastre caminó tranquilo hacia la hoguera donde Rompelomos iba a ponerles al corriente de la misión a la que se habían apuntado. En principio parecía una misión relativamente sencilla para ellos, debían conducir un par de carromatos hasta la linea de monolitos para que Portaestandarte llevase a cabo algún tipo de ritual que, una vez finalizado, serviría para que la próxima muerte del último inmortal fuese la definitiva. Sin duda la parte más dura del viaje sería la que tendría que hacer el propio Portaestandarte, la rigurosa dieta de pan y agua, la profunda meditación a la que debía someterse durante las horas del día y el estado de calma tan impropio de él harían que su viaje fuese una lucha constante contra su propia naturaleza.

Todos acogieron la noticia del viaje con mejor o peor cara pero Desastre la recibió con un gesto de preocupación y, en silencio, permaneció un tiempo sentado junto al fuego con la mirada perdida mientras su boca se movía musitando algunas palabras. La Primera le había hablado de que su destino se encontraba tras los pasos de Portaestandarte y ahora veía claro que aquel viaje marcaría de una forma u otra su futuro. Dedicó un momento más a ponerse en comunión con los espíritus de la Gran Sabana y luego se retiró a su camastro a descansar.

El viaje comenzó con relativa tranquilidad y en un primer momento Khadesa y Plumilla fueron las elegidas para conducir cada uno de los carros, el que llevaba a Portaestandarte y el de las provisiones respectivamente, pero tras unas pocas horas de marcha Desastre acabó sustituyendo a Khadesa a las riendas del carromato demostrando públicamente que tenía buena mano para los animales. Sin tener que andar, los minutos se transformaron en horas y estas en días. No fue hasta el quinto día cuando encontraron el primer problema en el camino. La ruta que Plumilla había indicado como la más rápida atravesaba un terreno más pantanoso que servía de guarida a una manada de leones de los pantanos. La carcasa de una res devorada en mitad del camino dio la primera pista y la manada no tardó mucho en hacer su aparición. Un macho y cinco hembras dispuestos a defender su territorio. Por su forma de moverse y de actuar, Desastre no tardó en llegar a la conclusión de que estarían protegiendo a sus crías y, aprovechando la ventaja de la altura del carro, pudo ver a groso modo el lugar en que estaba escondida esa guarida. Su participación en el combate fue casi nula pues su deber era asegurarse de que los animales permaneciesen tranquilos y no se descontrolasen intentando huir. Pero esa tranquilidad le permitió ver como su hermano Grito hacía todo lo posible para hacer huir a los animales sagrados de su tribu y evitarles una muerte horrible. Atónito, Desastre pudo comprobar como el soldado era capáz de rugir como el más poderoso de los leones mientras tomaba nota mental para hablar más tarde con él sobre ese tema.

Una vez que las cuatro hembras habían sido eliminadas y el león estaba rodeado por sus compañeros, Desastre se dejó llevar por ese algo le llamaba. Sin pensarlo dos veces y con la mirada fija en un punto del pantano, el soldado abandonó su sitio tras comprobar que los caballos seguían calmados e iban a seguir así. En silencio, con el escudo y la lanza a la espalda Desastre se adentró en la espesura y caminó siguiendo lo que le indicaban sus instintos. Le llevó un momento encontrar lo que buscaba pero dio con una pequeña cueva en la que descansaban los cachorros de los leones que acababan de matar. Sus ojos pudieron ver como allí había media docena de crías pero tan solo dos de ellas estaban vivas. Una de ellas, la más débil se le quedó mirando mientras que la otra intentó huir. Con la maña de alguien que ha vivido en la sabana durante meses y ha observado a los animales y su comportamiento desde que era un niño, Desastre tomo ambos cachorros de la parte de atrás del cuello como cuando su madre los cogía para moverlos y se sentó junto a ellos. Con susurros y caricias, el K'hlata los tranquilizó como si de un par de gatos domésticos se tratasen y pasó un tiempo con ellos esperando a que se acostumbrasen a su olor. Cuando ambos cachorros confiaban en el y habían dejado de intentar alejarse de su lado, Desastre sacó una tela blanca que había mantenido consigo desde la ceremonia de las dádivas y la desenrolló en el suelo. Un cachorro de león a su diestra, otro a su siniestra y ante él en una tela blanca y pura la carne de un Dios. El recuerdo de las palabras de Preocupado llenaron su mente con la advertencia de que nada bueno iba a salir de las dádivas, los espíritus así se lo habían comunicado y el soldado le rogaba que no le diese la carne a su manada. Agitó la cabeza desechando esa idea y con sus manos hizo dos montones más o menos iguales alimentando a cada uno de esos animales con la carne del dios. 

Tras hacer lo que había ido a hacer allí, esperó algo más de tiempo antes de coger de nuevo a ambos animales y emprender su camino de vuelta a los carromatos. El combate había terminado para cuando él volvió y sus hermanos se habían enfrascado en tareas como despellejar a los leones y cortar su carne. El Cabo Matagatos había reparado en su ausencia y Desastre tuvo que dar explicaciones pero la cosa no pasó a mayores. Se dirigió al carromato que contenía los enseres para el viaje e hizo allí una especie de nido con su capa y algunas de las cosas que allí había para dejar a la pareja de leones descansar mientras ellos estaban viajando. Sin embargo durante todo el tiempo que estaban parados, Desastre volvía a buscar a los animales y pasaba todo el tiempo cuidando de ellos, midiéndolos y evaluándolos con ojo experto. Incluso comenzó a hacerles algunos pequeños juegos de obediencia antes de alimentarlos como una pequeña iniciación al entrenamiento. Algunos de sus hermanos como Loor o Grito mostraron interés en los animales y se acercaban a verlos y ver como Desastre trabajaba con ellos otros no mostraban el mínimo interés e incluso alguno como Guepardo se preguntaron si aquello no causaría problemas a la caravana. Los espíritus quisieron que ninguno de esos temores echasen raíces en la mente del Cabo y su pequeña manada se hizo un hueco en la rutina de la compañía.

Las noches pasaban con relativa calma, tan solo las discusiones entre Khadesa y Matagatos parecían romper la tranquilidad y eso era algo que preocupaba sobremanera a Desastre que aprovechó la cercanía que le daba su puesto de conductor para preguntar en privado a Khadesa que era lo que estaba pasando. Las respuestas que le daba la pitonisa eran vagas y cortantes cosa que molestaba sobremanera al soldado. La pitonisa parecía más y más preocupada a cada día que pasaba y los rumores comenzaron a circular entre los soldados. Plumilla les contó la historia de los menhires que iban a ver, su función mágica que alejaba todo tipo de criaturas de aquella tierra en la que ellos vivían encerrándolas para siempre en el Este. Todo tipo de ideas y elucubraciones iban pasando por la mente de Desastre agitándola como el viento que mueve las hojas y haciendo que le costase conciliar el sueño por las noches.

Al día siguiente de encontrar a su manada, unos jinetes dieron el alto a la compañía y les pidieron ayuda para encontrar el rastro de algunos soldados que habían traicionado al señor del dolor. Matagatos accedió a ayudarles y el grupo se vió envuelto en el asalto a una cueva en la que se escondían tales soldados. Desastre no pudo formar parte del asalto pues le habían mandado quedarse en los carros junto con Khadesa y Grito así que aprovechó ese tiempo para seguir trabajando con las crías mientras hablaba con Grito sobre los leones sagrados y las historias de su tribu, era interesante saber algo de todo y así podría comprender mejor los pasos que vendrían en su camino.Y como siempre, todo empezó con los nombres. Tsaro y Msoro fueron sus nombres, le llevó un tiempo encontrarlos pero los encontró. Y ellos fueron felices de que lo hiciese.

El asalto a la cueva terminó sin bajas y con un buen botín así que con los ánimos más calmados los carromatos siguieron su camino. Las discusiones entre los hermanastros seguían cada noche y cada vez estaba más patente que había algo que no les estaban contando. Así que Desastre siguió preguntando hasta que consiguió que la pitonisa le confesase que tenía la sensación de que lo que estaban haciendo estaba mal. Aquello bastó para confirmar todos y cada uno de los temores de Desastre y llevarle a una conversación que tuvo con uno de sus hermanos tiempo atrás. Caratotem le había dicho que para conseguir su manada los espíritus le pondrían a prueba, que tendría que iniciar el viaje y mostrarse digno enfrentándose solo al reto que ellos le pusiesen. Al principio, cuando rescató a los leones pensó que su desafío había sido la manada o el encontrar el camino a la madriguera pero ahora quedaba claro que no, que aquel reto aún no había llegado. Que todavía tenía que demostrar su valor y su confianza en los espíritus.

Y como pasa con todo lo que es, ha sido o será, el final de aquel viaje llegó. Ante ellos se alzaba la línea de dólmenes, el escudo del mundo ante toda la oscuridad que había al otro lado. El lugar en que Portaestandarte debía meditar durante toda una noche. Tras colocar el carromato como el Cabo había ordenado, Desastre comenzó a reconocer la zona alejándose un poco del campamento en busca de buenas posiciones de defensa, comida, agua o enemigos. Y fue esto último lo que encontró. Una sombra llamó su atención por el rabillo del ojo, no había oído ningún sonido y eso le alteró. No había sonido alguno en esa zona, ni animales ni nada. Se giró para encontrarse a escasos metros de un hombre que solo podía ser el último inmortal. ¡Estaba allí! ¡Tenía que avisar a sus compañeros! Se dio la vuelta y emprendió una carrera al lugar donde estaban los demás.

Al llegar todos miraron donde señalaba pero allá no había nadie. Algunos se rieron y dudaron de él y su palabra. Pero Pipo pronto captó la atención de todos, había visto algo al otro lado de la barrera. La Quinta, movida por una curiosidad casi insensata, miró hacia allá y lo que vió la dejó pálida e inició una nueva discusión con su hermanastro. Aquello fue la gota que calmó el vaso que era Desastre. Se dejó de remilgos y, una vez ambos hubieron acabado de conversar, Desastre se acercó a ellos y pidió ser informado. Pidió es una palabra demasiado suave para lo que él hizo.

Y el Cabo comenzó a informar, esa información era la dádiva de Portaestandarte, el alma del último inmortal estaba atada a aquella piedra y con el ritual ese alma se desvincularía así que podrían matarlo. También les contó las sospechas de que Portaestandarte no estaba siendo el mismo, que tal vez algo le hubiese suplantado o que el señor del Dolor le hubiese hecho algo. Pero más importante que todo aquello, sus palabras dejaron ver que aquello que estaban haciendo no estaba bien. Khadesa lo pensaba, Matagatos lo pensaba y aún así le faltaba la valentía para hacer lo que era correcto.

Cuando el último inmortal se lanzó contra ellos, defendiendo el dolmen de lo que ellos pretendían hacerle Desastre dudó. Si al destruir el alma que estaba atada a aquellas piedras destruían el escudo contra las criaturas de las sombras todos morirían. Volvió a recordar lo que le habían dicho los espíritus a Preocupado tiempo atrás, que de las dádivas del señor no iba a salir nada bueno. Algo se rompió dentro de él mostrándole el error que había cometido unos días antes al mismo tiempo que la misión que los espíritus tenían para él quedaba clara. Sin dudar, con la convicción de que estaba haciendo lo correcto y sin importarle las circunstancias, Desastre cruzó la distancia que le separaba de Portaestandarte al tiempo que se cortaba en la palma de la mano con su laza. Caminaba con la seguridad de cien hombres y sin ver nada de lo que pasaba a su alrededor. El gran guerrero, Portaestandarte, le había visto y se levantó mirándole dispuesto a impedir lo que iba a hacer. Pero los espíritus estaban de su lado y no podía fallar. El soldado, un solado novato, reaccionó antes y mejor que Portaestandarte extendiendo su mano y tocando el pecho del legendario guerrero de la compañía. Había arruinado el ritual, había evitado que destruyesen la magia de los dólmenes y había permitido que el último inmortal siguiese con vida. A cambio, las criaturas que había al otro lado seguirían allá encerradas.

La furia de Portaestandarte estaba a punto de caer sobre él cuando la Quinta obró. Sin momento de duda se interpuso entre el soldado y su padrastro calmando una vez más la ira de este que perdonó la vida de Desastre. Con la misión fallida pero con la sensación de haber hecho lo correcto, Desastre inició el viaje para volver al campamento principal que transcurrió sin pena ni gloria. Las conversaciones entre hermanos se sucedieron, entre ellas la que habían mantenido Loor, Khadesa y Desastre. La soldado no podía entender porqué había hecho lo que había hecho. Para ellas las órdenes son órdenes y no había más, no entendía la convicción de Desastre en lo que era correcto pero parecía respetar el valor que mostraba al no ocultar su falta de disciplina tras excusas y estar dispuesto a aceptar el castigo que los mandos tuviesen para él sin temor.

La sorpresa para Desastre fue volver y que su desobediencia quedase sin castigo. No podía explicar porqué pero algo en su interior le decía que aquello estaba mal...