Partida Rol por web

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, FINAL DEL VERANO).

DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

Cuando Tarado se bajó de la muralla, vagamente, se acordó de que Tarado no era explorador. Ni siquiera un hermano de capa, todavía, así que no debía seguir las órdenes de Ridvan. Se encogió de hombros. Esas cosas iban quedando lejos. Se centró en mirar hacia la lejanía.

Canturreaba despacito y susurrante un ritmo monótono. Mataaar, mataaar, mataaar...

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, FINAL DEL VERANO).

DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

Cuando Guepardo escuchó desde la muralla las ordenes de formar, negó con la cabeza. Él sabía que no podría aguantar mucho, no en su condición. Allá abajo no sería útil, si a la primera de cambio se demoronaba, obligando a sus compañeros a tener que cargarlo de vuelta a la tienda de los heridos. No. Sentado en la muralla, reposado, tal vez si podría hacer algo. Y allí decidió quedarse: ser de cierta ayuda en vez de ser un estorbo.

AÑO: 201.

Estación: Verano.

Mes: octavo (segundo del verano). Mes de la cebra.

Día: 22

POR LA MAÑANA.

Me había levantado al amanecer, el calor tan sofocante del pasado mes había remitido, y alumbrada por el primer albor de la madrugada, que trazaba surcos luminosos sobre el horizonte, escuchaba el canto del gallo que indicaba el nuevo día. Mientras una frugal brisa mañanera me alegraba el momento... me quité la paja que se había impregnado en mi piel al dormir sobre ella. Me puse los abalorios que había dejado al lado del escudo, y la correa llena de lanzas y demás enseres con solo el cuchillo al cinto. Ordené las otras armas en la estera depositándola con los demás enseres. Confiando en la vigilancia del campamento y en los valores de mis compañeros los campamenteros. 

Una mujer vino a mi encuentro a esa hora del nuevo día, y tras hablar brevemente nos fuimos alejando de las tiendas que nos rodeaban...

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, FINAL DEL VERANO).

DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

Ocupé mi posición en el pelotón... Manta no estaba, era muy raro que el segundo al mando no estuviese dirigiéndonos. Pero no cabía en una recluta entrometerse en los problemas que no le competían. Seguí mirando al frente con mi lanza apoyada en mi hombro y el escudo que sostenía mi brazo. Muchas veces pensé qué sería sino tuviera que cargar a cada momento con el escudo, ya que era horroroso estar portando tamaña defensa. Odiaba las marchas largas, ya que suponían un esfuerzo y un cansancio agotador debajo del gran disco, que nos hacía proferir insultos en nuestro pensamiento, y maldecir a los cuatro vientos sin ser escuchados por la vida tan dura, y áspera que era la vida militar.

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MES: JIRAFA (MES NUEVE, FINAL DEL VERANO).

DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

Al grito de Ponzoña, Uro tomó posición a la diestra del enorme Hiena. El musculoso cuerpo del antiguo Cazador de Cabezas emanaba agresividad y ansia de sangre. Sostenía un escudo de madera con el emblema de su tribu, surcado de arañazos y marcas de combates pasados. De su cintura pendía un machete de grandes proporciones y, en su diestra, portaba una inmensa hacha de batalla que balanceaba sin cesar, ávido por ensartar su afilada hoja en el cráneo de un enemigo.

El salvaje paseaba su verde mirada entre los Hostigadores, estudiando los rostros de los que habían sido y serían sus compañeros de batalla, con una sonrisa inquietante que parecía fuera de lugar en una cara que solo solía expresar hosquedad y malhumor. Sus ojos se detuvieron en Loor. La Lágrima de la Diosa aún lucía vendajes que señalaban las heridas sufridas en la toma del Fuerte Chuda, sin embargo estaba ahí, de pie junto a su pelotón y preparada para la lucha.

- Hoy ser buen día para matar, mujer -dijo Uro golpeando el hacha contra el escudo-. La Diosa esperar ofrendas. Loor cubrir a Uro en Tres Castores cuando él estar herido. Mantener cerca de Uro para que Guerrero de la Diosa cubrir hoy a Loor.

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MES: JIRAFA (MES NUEVE, FINAL DEL VERANO).

DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

- Pocas heridas siente ya mi cuerpo hermano Uro. Pero tu ofrecimiento se agradece. Mira, sin embargo, hay muchos compañeros malheridos. Campaña, aunque no se de cuenta, está todavía malherido. Y también Matagatos, por mucho que intente aparentar no sufrir dolor. Estemos ambos cerca, sí, pero atentos, porque donde tú y yo golpeemos, no habrá enemigos que pueda soportar los ataques.- responde Loor con una sonrisa, mientras pone su mano, con firmeza, sobre el hombro del guerrero.

- Loor a la Diosa.- mira entonces al resto de los hostigadores y campamenteros- ¡Hermanos!, uno de los nuestros murió hace poco, otro fue gravemente herido, y hay un hermano capturado. ¿Alguien me ayuda a matar a enemigos? 

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MES: JIRAFA (MES NUEVE, FINAL DEL VERANO).

DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

- ¡¡Ahú!! -gritó el Guerrero de la Diosa, enarbolando su enorme hacha por encima de la cabeza.

El salvaje golpeó su escudo con furia con el arma que empuñaba, ansioso por entrar en combate. Las fosas nasales abiertas como las de un jabalí a la carga, las mandíbulas prietas y los músculos de sus hombros dibujando marcadas líneas entre los tatuajes que los cubrían.

La sangre debía ser derramada y la Diosa clamaba por sus ofrendas. 

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, FINAL DEL VERANO).

DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

El negro campamentero Lombriz respondió al grito de

¿Alguien me ayuda a matar a enemigos?

con una amplia, alegre risa. El combate le hacía sentirse vivo y ahora.

-¡HAH! -levantó una lanza- ¡Derramaremos tanta sangre que te lavarás el polvo del camino de los pies, Loor! ¡Trajeron jujus tramposos contra Lombriz, pero nuestra magia es aquí, y más poderosa! ¡Ninguno se arrepentirá, porque MATAREMOS A TODOS! ¡NADIE CONTRA LA COMPAÑÍA!

Lombriz se sentía exultante, casi borracho de emoción. En la guerra no existía la conciencia del pasado, todo era el AHORA, un AHORA tan pletórico, fresco, glorioso y que lo absorbía todo. No necesitaba trucos, ni pensar en otra cosa, ni nada. No había pensar, sólo entusiasmo.

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MES: JIRAFA (MES NUEVE, FINAL DEL VERANO).

DÍA: TERCERO DEL MES.

Escuchó los vanos alaridos que emitían los gusarapos que había bajo la empalizada. Eran familia, manada, lo que fuera, así que no podía matarlos. Se encogió de hombros y siguió oteando el horizonte sin dejar de recitar su cantinela.

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MES: JIRAFA (MES NUEVE, FINAL DEL VERANO).

DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

Con mis armas me coloqué en la formación que había propuesto Lengua Negra. El corazón me latía con fuerza, la hora de la batalla estaba cerca, y los gritos de mis hermanos me lo recordaban cada segundo. Sentí ganas de gritar con ellos, de unirme al fervor del ataque inminente, pero guardé silencio mientras sostenía con fuerza mi lanza corta, recordando cada entrenamiento que había tenido, cada movimiento que debía hacer si quería sobrevivir. 

No recuerdo si delante mía estaba Lombriz o Derviche, o si a mi lado estaba Reyezuelo. 

- Que la Diosa esté con nosotros - dije en voz baja, mientras cerraba mi puño con fuerza deseando que así fuera.

De golpe, me uní a los gritos de mis hermanos

- ¡¡AHHHH!! - mientras todos los pensamientos abandonaban mi cabeza, dejando solo hueco a una sensación de falsa euforia, la única que tenía cabida para defender el Campamento.

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

MES: JIRAFA (MES NUEVE, FINAL DEL VERANO).

DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

¡¡Ahú!! Dije siguiendo el mismo proceder de Uro, chocando mi lanza contra el escudo aunque no de manera fuerte, simplemente para que se escuchase también mi ruidillo sin pretender esforzarme en ello.

Toda la agitación que respiraba a mi alrededor me impedía poder concentrarme en lo que iba a suceder después. El edificio de provisiones y parte del establo había sido incendiado. Todo debía de tener una razón que la simple escasez de suministros... Pero ya era tarde para pensar, saber o decir. Solo tenía que estar alerta sin saber lo que había tras esos muros. Hacia ya tantos meses que no salía de él, y cuando vine en tan pésimas condiciones no me dio tiempo a fijarme en el terreno que se extendía cerca del campamento. Salía a lo inexplorado sin saber qué secretos aguardaban más allá de la puerta. ¿Seríamos ovejas llevadas al matadero? No lo sabría decir sin caer en el error, y respiré hondo mientras mi lanza sujetada con mi mano derecha golpeaba rítmicamente el escudo, y la voz del guerrero salía en voces bisilábicas para ensalzar a la bestia que llevábamos dentro. 

Las murallas eran custodiadas por gran parte del pelotón de exploradores, si hubieran visto algo en el exterior, aunque fuese simplemente un movimiento en la vegetación nos habrían avisado. Miraba alguna vez hacia arriba por si daban la voz de alarma, pero no fue así. Y lo que podía ser un peligro inminente se convirtió en algo que acecharía en el trascurso de nuestra caminata. Tampoco sabía hacia dónde nos dirigíamos ¿Quizás hasta la misma puerta de Galdán? No creo, pero entonces se parecería más a un trayecto de exploración. Todo era confuso y solo debíamos saber que teníamos que seguir al jefe de pelotón esa era nuestra tarea... Pero sabedora de que no dejaría que otra vez me ensartasen saldría vigilante.

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DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

La compañía estaba preparada para el ataque, en su totalidad. Y León Anciano no era la excepción. Había relajado la tensión militar, firme cómo el asta de su lanza, y se preparaba para la batalla. Parecía ansioso, en cierto modo. Una gran sonrisa se había dibujado en su rostro, y se fue acrecentando a la vez que sus compañeros estallaban en gritos, animándose los unos a los otros. La presencia de aquellos soldados le daba confianza. ¿Cómo podía caer, con una vanguardia compuesta por el gran Uro y la imparable Loor?¿Cómo iba alguien a acercarse a él antes de ser abatido por el atento ojo del cabo Ridvan?

Pero él no era inútil, no. León Anciano era un soldado más de la compañía. Uno tan apto cómo cualquier otro. Y ahora, azuzado por los gritos de batalla de sus compañeros, que se preparaban para caer cómo un vendaval sobre los guerreros del triplete, se sintió tan poderoso cómo Loor, tan fiero cómo Uro, tan letal cómo Guepardo y tan fuerte cómo Campaña. Y sin poder evitarlo, lanzó un grito que se unió al coro del resto de la Compañía. Un grito que sonó cómo el rugido del León que llevaba dentro.

-¡Por Peregrino!- Dijo entonces, sin abandonar la formación -¡Por Sicofante!¡Y por todos vosotros, hermanos, hoy haremos llover muerte sobre nuestros enemigos, y regaremos la sabana con su sangre!- Se tomó un segundo para respirar, antes de volver a saltar -¡Por la compañía!

AÑO: 201 DE KHATOVAR.

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DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

Sin proferir gritos ni realizar aspavientos, Chamán Rojo se colocó en formación de a dos como había ordenado Lengua Negra. Sabía que la espera hasta entrar en acción iba a hacérseles eterna y que por eso los soldados bramaban y gritaban como para alejar así el miedo. Era en aquellos momentos en los que un chamán podía guiar a los miembros de la Compañía para que su fe en los Ancestros les hiciera perder el miedo que atenazaba sus corazones. Comenzó golpeando el suelo con el extremo romo de su lanza. Después cambiando el peso del cuerpo de una pierna a otra, de manera rítmica, de forma que el resultado era un bamboleo hipnótico del cuerpo. Los pies comenzaron a tomar altura, pisando la tierra con fuerza, como haría bailando sobre los cuerpos de sus enemigos hasta que sus plantas se tiñeran de rojo. De su boca no salían más que murmullos o palabras ininteligibles, quejidos guturales que hacían vibrar el alma y que se acompasaban al latido frenético del corazón antes del inicio de la batalla.

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DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

Piojillo acababa de recoger a los dos caballos que le había ordenado Lengua Negra. Rápidamente, se dirigió a la zona de los campamenteros para colocarse su armadura, que había dejado allí durante su misión debido al calor sofocante que le producía el llevarla encima tanto tiempo. Esta vez, tendría que aguantar con ella puesta para la lucha que tendría lugar. Tras colocarse su armadura, corrió, sujetando las riendas de las dos monturas, al encuentro de su superior. Conforme se acercaba, el K´hlata empezó a ver a varios compañeros campamenteros formando en fila de a dos, equipados con sus armas y escudos, muchos de ellos. Cuando vio a Lengua Negra, paró frente a él junto con los dos caballos.

- Aquí están los caballos, Lengua Negra. ¿Quieres que espere con Dante o me uno a formar con mis compañeros?

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DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

Poco después, Matagatos salió de la tienda de los heridos, con la armadura puesta y las armas listas. Tras dirigirse a los establos y montar en Hechizado, volvió con el resto de los soldados que se estaban preparando. Le faltaban allí muchos Hostigadores, demasiados. Demasiados heridos, demasiados muertos, y demasiados que aún no se habían personado en aquel lugar. Realmente, el cabo oscuro no sabía qué iba a ser de ellos. Pero el dichoso Fuerte Chuda les había costado mucho, y puede que hubiera sido un punto en el que la trayectoria ascendente de los Hostigadores como unidad se había truncado. Nada había salido bien después de esa carnicería. 

De todos modos, procuró apartar esos pensamientos negativos de su cabeza. Ahora debían esperar ordenes y defender el campamento contra aquello que viniera. Y, con un poco de suerte, rescatar a Sicofante. Aunque mucho se temía que eso no iba a ser posible. 

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DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

-No, permanece a mi lado, Piojillo. Monta en Dante. Yo haré lo propio en Beltza. Encabezaremos nuestro pelotón en cuanto den la voz de alarma y se abran las puertas para el combate.

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DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

Seguía oteando el horizonte, sin dejar que los sonidos dentro del campamento le distrajeran. Cualquier movimiento, cualquier nubecilla de polvo o cualquier brillo de metal atraerían su atención, de aparecer en su campo visual. Estaba atento a si los pájaros piaban o no, o si eran espantados de la cercanía de algún árbol. Se repartió el terreno a vigilar con sus hermanos en la empalizada, de manera que cubrieran más, pero echaba miraditas a otras zonas que la suya de vez en cuando, porque más veían los ojos de la manada que los de un solo individuo. Claro que estos pensamientos no eran articulados en su pequeña mente enfocada a la matanza, creada por el maestro profanador en sus experimentos. Eran sensaciones, actitudes aprendidas por su sangre y por sus tripas.

Por lo demás, seguía con su murmurada cantinela. Matarrrrr, mataaaaar... Sin querer la había acompasado con los rítmicos "ahú" y con los golpes en los escudos, y con la danza de Chamán Rojo. El cuerpo se mantenía entre relajado y tenso.

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DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

Algo no gustaba a Derviche, lo sentía en su interior, pero no podía averiguar con exactitud que era.

Se sentía mal, al saber que solo pensaban en ella para matar y mutilar, cosa muy loable por parte de todos, ya que así lo quería la Diosa, almas para su hambre, y cadáveres para su trono.

Pero por otro lado, sentía las palabras clavadas profundamente en su interior, aquellas que le dijese el ya fallecido Peregrino, y las cuales le estaban haciendo ver que había lago más allá tras la cortina de cadáveres y muertos que dejaba a su paso, algo más, en definitiva, más allá de esgrimir la espada como una oveja valiente y obediente.

Por eso miró a Lengua Negra y Piojillo, habían pasado de Manta de manera obvia, y, aunque Derviche siempre estaba la primera para todo, parecía que la trataban como un mísero acero, o animal en cualquier caso, parecido en parte, según ella, a Portaestandarte.

Tú quietecita, y cuando haya que matar, te soltamos la correa. Pensó con rabia

La trataban como un perro rabioso, y en el fondo tenían razón, le encantaba matar, le encantaba mutilar, pero, algo en su interior comenzaba a susurrarle que eso no era del todo suficiente, que necesitaba algo más. ¿Qué sería? Todavía no lo sabía, y quedaba mucho para averiguarlo.

Se le escapó una mirada ácida a su jefe y a Piojillo, al primero le tenía en gran estima por sus dotes, pero tras su charla inconclusa y sus pocas palabras a su persona, estaba empezando a decaer dicho sentimiento. ¿Piojillo? era bueno, pero por gusto personal, le parecía mejor Manta.

Apretó lo dientes en una mueca de furia, tanto, que al levantar los labios se pudo oír a los perlados huesecillos rechinar, luego, como de costumbre, escupió y pateó el suelo.

Su único consuelo era que pronto tendría la oportunidad de rebanar alguna cabeza, para su Diosa.

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DÍA: TERCERO DEL MES.

POR LA MAÑANA

Tendero se encuentra con un par de sus ayudantes y ya está movilizado cuando Astado llega al lugar.

Asiente y le responde de forma práctica, sin corresponder al saludo militar:

- Toma. Lleva todo lo que puedas. Enseguida tendremos más. - Comprueba que han amontonado junto a la entrada varios carcajs llenos de flechas, unas veinte cada uno. Y varias jabalinas, suficientes para lanzar un par de andanadas antes de que el enemigo alcance la muralla. - Corre. - Dice Tendero mientras se acerca y le tiende un arco. - No enviéis a más hombres aquí a por más, me encargaré de que los míos os sigan llevando munición mientras nos quede. - El rostro serio del hombre indica que no es la primera vez que está en una situación similar. Sabe cómo comportarse y ayudará en lo que pueda.