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SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 202 DE KHATOVAR.

MES: DEL LEÓN (MITAD DE LA PRIMAVERA, MES CINCO).

DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Siguiendo las órdenes de Guepardo lo acompañó en su movimiento hasta que los movimientos que había visto a su alrededor se descubrieron. Eran unos monstruos antaño parecidos a goblins pero ahora nada parecido a su antigua raza. Parecían más muertos y putrefactos, lodos de las sombras que se cernían sobre niños para asustarlos. Ya no le sorprendía ver aquellas criaturas pues esperaba descubrir que escondía la oscuridad de aquella tierra pero no pudo evitar un estremecimiento al verlos. - Que los dioses nos protejan, que nuestras almas sean guardadas antes de alzar el vuelo junto a ellos y que bajo mi lanza caigan tantos enemigos que el resto huya antes de morir. - Tras la plegaria cogió fuerzas y lanzó la lanza corta que en mano tenía hacia uno de aquellos engendros. Esperaba terminar con uno de ellos antes de que llegaran hasta sus compañeros. Casi había salido la lanza de la mano cuando en ellas apareció la lanza larga que llevaba enganchada a la espalda. No esperaba tener tiempo de lanzar ninguna otra así que esperó la carga del resto de bichos y tener la oportunidad de cargarse a unos cuantos con ella. 

SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

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DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Y por fin los vio. Pequeños, putrefactos y carcomidos. Sin duda seres que murieron hace tiempo y un poder oscuro los mantenía animados. Como los resurgidos en Galdan. Solo que pequeñitos, aunque muy fieros. Los rodeaban y huir ya no era una opción. Aferró con fuerza la Lanza del Jaguar y dio las órdenes.

- ¡Formación cerrada y esperemos que se acerquen para recibirlos con jabalinas y lanzas! - exclamó tras observar cómo algunos estaban cerca pero otros estaban alejados. Si eran capaces de abatir a los más próximos tempranamente tal vez lograrían contrarrestar la superioridad numérica de aquellas cosas.

- ¡Lombriz, Caracabra, Frontera! - los llamó - ¡Id acercándoos aquí! ¡Nos apoyaremos unos a otros!- indicó pese a que momentos más tarde observó al inestable campamentero cargar por su cuenta. Le deseó la mayor de las suertes a pesar de romper la coherencia de escuadra.

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DÍA: DIECISÉIS DEL MES.

A MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

La sensación de peligro no me abandona, por lo que interrumpo mi avance un momento para utilizar el poder de mi lanza. Hago un pequeño corte con su filo en mi brazo, manchando su filo con mi sangre, lo que despierta los espíritus en su interior y me brinda más fortaleza para afrontar posibles peligros.

Nuestros pasos se alejan del camino en formación, pero todos estamos preparados pues tenemos la sospecha de que aquello no es más que una emboscada. Nuestros ojos permanecen abiertos y atentos a medida que nuestros pasos se acercan a una suerte de claro.

De pronto, todos los enemigos salen de sus escondites y veo como mis sospechas son correctas. Aquello no era más que la llamada engañosa de un depredador que estaba esperando el momento preciso para atacar. Aquellos enemigos, sin saber realmente lo que son, no parecen muy amenazantes por sí solos, pero su gran número promete un gran peligro para el equipo.

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A MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Aquellas criaturas pútridas armadas con poco más que hierros oxidados salieron de sus escondites, ejecutando la emboscada que Lombriz había predicho con bastante exactitud. Ya no se podía hacer nada, salvo combatir. Los superaban en número, así que era de vital importancia el asestar un primer golpe rápido y eficaz, para reducir su número antes de que pudiesen juntarse todos aquellos seres para rodearlos.

Lombriz vio como uno de esos seres probablemente atacase por la retaguardia al grupo adelantado, así que no dudó.

Ya lo había dicho antes, él únicamente sabía ser soldado. Cargó a través de la hierba contra la criatura.

Entonces en su cabeza resonaron las órdenes de Guepardo. ¿Las había gritado antes o después de la carga?

No las supo ubicar correctamente en el tiempo, pero ya daba igual, tocaba pelear.

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A MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

La presencia de aquel hombre no era lo único que aquella escena deparaba, la ausencia de animales y aquellas runas mágicas añadían oscuridad a tal aterradora figura.  El grupo continuó el camino aumentando las precauciones todavía más, pero si aquel hombre empalado se trataba de una advertencia pronto el peligro se hizo presente.

Grito avanzaba en medio de la columna y quizá eso dificultaba su percepción, pero la realidad es que no se dio cuenta de lo que pasaba hasta que Guepardo se paró frente a él y todo el grupo se preparaba para el combate.  Tras la sorpresa inicial, Grito pudo ver a varios asaltantes saliendo de la espesura en una disposición envolvente que sin duda correspondía a una emboscada. 

Las ordenes de Guepardo eran la de mantener la posición junto a él, Grito era un soldado regular, y a pesar de los impulsos de supervivencia se dispuso a tomar el frente y flanco derecho cuando el líder de la expedición se abrió hacía la izquierda.

Las criaturas todavía estaban lejos de alcance, cargar contra ellos podía conllevar el riesgo de quedar trabados en combate lejos del grupo y Grito compartía el criterio de Guepardo. ¡Vanguardia! Dijo el Guerrero asegurando su lanza mientras se preparaba para afrontar la embestida sin dejar de mirar si sus compañeros cerraban el flanco derecho.

Las pequeñas e inmundas criaturas no muertas, unos seres calvos de orejas puntiagudas, pieles grises y cuerpos demacrados; resultaron ser inconcebiblemente rápidas.

Los miembros de la Compañía Negra habían combatido anteriormente contra muertos caminantes, en Galdan, salvo que entonces eran seres mayormente lentos y torpes. Estos eran tan ágiles que apenas se les percibía como unos borrones chillones de movimiento. Chillaban como condenados, eso sí, ululando mientras avanzaban raudos hacia la partida de exploración.

Más rápido que nadie, incluso que esos movedizos seres, Lombriz cargó lanza en ristre contra uno de ellos, atravesando su pecho de parte a parte con su lanza corta. Al arrancar el arma violentamente, la pequeña criatura demacrada cayó al suelo desmadejada, completamente desprovista de la necromancia que fuera que animaba su enjuto cuerpo gris.

Caracabra gritaba advertencias tardías, al tiempo que preparaba lanza y escudo.

Frontera, agachado entre las piedras y los hierbajos del terreno, retrocedía lentamente, aguardando a que alguno de esos seres le pasara por delante. Cuando finalmente uno lo hizo, de camino hacia Caracabra, su jabalina falló de largo, evidenciando que estos seres no eran en absoluto blancos fáciles de acertar.

En un abrir y cerrar de ojos, los once bichos restantes (después de que Lombriz acabara con uno de ellos) habían avanzado hasta la partida de exploración de la Compañía Negra, varios de ellos llegando al cuerpo a cuerpo. Uno recibió en la cara el puñetazo de Guepardo (pues el Jaguar Asesino había preparado un ataque contra el enemigo, pero no se había molestado en sacar su Lanza del Jaguar), aunque no pareció inmutarse por el impacto. Posiblemente, puñetazos y patadas no fueran eficaces contra los seres de ultratumba.

Uno de los canijos grises de orejas puntiagudas trató de apuñalar a Lombriz con su hierro oxidado, pero el antiguo Esclavo del Profanador parecía sumido en un trance de tiempo, percibiendo los movimientos de incluso una criatura tan rápida como ralentizados en el tiempo.

Frontera había perdido la ventaja de su escondite y de repente se sentía tremendamente expuesto...

Dolor atacó al no muerto más cercano, confiando en acertarle con su lanza mágica, pero no era fácil impactar a una criatura tan rápida y tan pequeña.

Grito aguardaba, parpadeando.

Tarado se tomó un momento y, con un lanzamiento de lanza corta casi perfecto, abatió a uno de los pequeños engendros, quedando su lanza atravesada en la garganta del bicho. Al instante, Tarado tenía entre sus manos una lanza de dos manos. Puede que el antiguo Nubes Dispersas tuviera mala fama entre sus compañeros, pero no era tan mal guerrero como muchos creían.

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Mantengo la posición tal como Guepardo indica pues estamos siendo rodeados por estas pequeñas criaturas, que parecen ser no-muertos no más grandes que un niño, pero con armas y armaduras. Además, una enorme velocidad les hace mucho más peligrosos de lo que uno esperaría de una criatura de su tamaño.

Antes de que me de cuenta, uno de ellos está al lado mío, atacando a Guepardo, por lo que lanzo un ataque con mi lanza. Lamentablemente, la criatura es rápida como un demonio y no consigo atinarle con la punta de mi arma.

Me tomo un momento, mirando a las criaturas para así examinarlas y deducir algo que me ayudase a luchar contra ellas.

"Son rápidas, mucho y eso junto con su armadura, los vuelve un objetivo difícil de atinar. No parecen resistentes pues Tarado ha acabado con uno de ellos de un simple golpe de lanza corta. Lo peor es lo esquivos que son."

Pensando que ya tengo lo que necesito de ellos para darles buena batalla, asiento bien los pies en el suelo, preparado para una lucha que no creo que sea muy corta. No para suerte nuestra, por lo menos.

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Agazapado en la maleza baja, Frontera vio, asombrado, cómo aquellos seres no-muertos que acababan de salir de sus nichos cargaban contra sus compañeros a una velocidad endiablada. No era para nada natural aquella velocidad de movimiento, y mucho menos siendo que aparentaban cargar una armadura pesada. Uno de aquellos seres cruzó por delante de frontera, muy cerca, así que arrojó su jabalina con intención de interceptarlo pero el ser pasó de largo en una fracción de segundo y la jabalina se hincó en el suelo, detrás de donde había estado, un segundo después.

El monstruo que había pasado por delante suyo se trabó con Caracabra, que acababa de preparar sus armas. Frontera masculló para sí mientras extendía el brazo sobre su hombro para extraer una lanza corta del portalanzas de su espalda.

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Tan absorto estaba en dar órdenes y lograr una coherencia que ni recordó que había guardado su arma en una de sus cinchas de la espalda y antes de poder reaccionar, a velocidades desproporcionadamente rápidas, aquellas cosas pequeñas se plantaron a su alcance. Guepardo rugió y lanzó un brutal puñetazo contra la cabeza de uno de los bichos que le entró al cuerpo a cuerpo. El cráneo crujió y se hundió, deformando la cara del monstruo, pero aparte de eso la criatura ni se inmutó.

Por las garras del Jaguar. ¿Qué es esto?, se preguntó el joven echando mano de su lanza de una vez. Observó cómo Grito era rodeado por las criaturas al igual que Lombriz. Eran rápidas y estaban bien pertrechadas. Resultaba muy complicado impactarles, aunque parecía ser que no aguantaban en exceso si había éxito en herirlas.

Viendo la situación y cómo los monstruos se les echaban encima el hostigador inició órdenes.

- ¡Apoyaos unos con otros! ¡Dolor, conmigo! ¡Tarado, con Grito! ¡Frontera, con Caracabra y luego con Lombriz!

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La situación empeoraba por momentos, no solo les habían cogido por sorpresa sino que además aquellas criaturas eran endiabladamente rápidas.  A pesar de las ordenes de Guepardo la improvisada escuadra de exploración no supo mantener la disciplina de mando. 

Lombriz había conseguido acabar con uno de ellos con un gran golpe pero ahora se veía rodeado lejos del a formación principal.  Por otro lado Frontera y Caracabra no avanzaron a la formación con lo que el grupo de vanguardia se veía claramente superado en número.  Grito se preparó para el avance de las criaturas, antes de darse casi cuenta una de ellas se le echo encima por el flanco derecho que tenía expuesto,  siendo el ataque secundado por varias figuras más que pronto se abalanzarían sobre la posición que cubría de vanguardia.

¡Son demasiados, ni un paso atrás AGUANTAD!

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La mente de Lombriz se sumió en un extraño estado donde el tiempo fluctuaba diferente. La carga se le había antojado más rápida que una cebra al galope, muchísimo más, tanto, que ni siquiera se dio cuenta del trayecto recorrido, tan solo sintió el impacto de su lanza contra el cuello de aquel maldito bicho, perforándole la garganta y atravesando su nuca.

Con todo ralentizado en su cabeza, pudo ver como otras dos criaturas se le echaban encima, y como una de ellas le lanzaba un tajo con su hoja herrumbrosa. Eran rápidos, sí, bastante para un ojo normal, pero Lombriz era diferente, él los veía moverse torpes y lentos, y pudo adivinar con facilidad la trayectoria del golpe. Durante un segundo que para Lombriz se antojaron quince, miró aquella espada rota descendiendo hacia su cara, y a escasos dos centímetros de su nariz, Lombriz se apartó ágilmente para contemplar, demasiado tranquilo, como la hoja del ser golpeaba la hierba.

De momento era más rápido que aquellos bichos.

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Tarado maldijo en silencio cuando su objetivo se giró hacia un lado impidiendo su visión correcta. Para evitar herir a su líder que se encontraba a su lado decidió cambiar de objetivo y asestó un lanzazo a otro monstruo. Con mueca de dolor vio como aquella criatura moría bajo su lanza, sentía que tuvieran que matar a aquellos bichos pero no parecían estar más vivos que el cadáver colgado así que debían acabar con su dolor. 

Las lanzas silbaron el aire y las órdenes las sucedieron. Debía ayudar a Grito ya que los bichos habían decidido acercarse a su costado mientras que él quedaba libre. Viendo como su compañero podía quedar expuesto a muchos monstruos, Tarado decidió plantarse entre ellos. Avanzó un paso, lanza en ristre y se preparó para clavarla a cualquiera de ellos que se pusiera a tiro. - Te cubro la izquierda Grito, ¡Cuidado!

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Un par de mis compañeros han conseguido eliminar a algunos de estos engendros mas la mayoría de nosotros no es capaz de atinarle a esos pequeños malditos. Veo que Lombriz está siendo rodeado y, a pesar de que Guepardo me indica que me quede con él, pienso que debo ayudar al campamentero.

"Pero no desobedeceré órdenes mientras este bicho de mierda esté activo y sea un peligro."

Grito a Guepardo lo que pienso pues es la mejor forma de conseguir vencer:

 - "¡Flanqueo!"

Indicándole que voy a buscar la posición para derrotarle con más facilidad. Lanzo un golpe con mi lanza pero no consigo acertarle al enemigo pues su gran velocidad le hace demasiado difícil de darle.

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Tarado había intentado cubrir a Grito, pero le fue imposible. Un maldito bicho se lanzó con un salto prodigioso frente a él distrayendo su visión y haciéndolo errar el golpe. Del mismo movimiento aquel monstruo acertó a clavar su cuchillo en el estómago de Tarado. - ¡AH! Maldición como duele, ¡Joder! - Comenzó a maldecir a aquel bastardo que le había asestado el golpe en el costado. Sin muchas opciones plantó los pies en el suelo y volvió a intentar ensartar al monstruo con su lanza. Debían terminar pronto con alguno de aquellos bichos o el número haría que fueran debilitándose antes de haber podido acabar con ellos. - Grito, defiéndete si es necesario para no dejar huecos en tus defensas, protegernos hasta que llegue el resto de ayuda es primordial. - Sabía que había algunos compañeros que estaban mejor que él por lo que salvo que fuera muy mal aparecerían a ayudar en cuestión de segundos. O eso esperaba.

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La velocidad de esas criaturas pillaron desprevenido a Caracabra quien, tras su grito de aviso, se aprestó a tomar lanza y escudo. Desgraciadamente eso le impidió recuperar la formación y, antes que pudiera recuperarla, tenía a uno de esos pequeños engendros de endiablada velocidad encima.

Trató de golpearle, pero desgraciadamente, al apartarse el bicho no muerto en el último instante, solo logró golpear con la lanza el suelo, arruinándola con esa acción. Sin perder tiempo en lamentarse se apartó de su enemigo un instante desenvainando un nuevo arma, aunque sin poder evitar que el mismo lograra acertarle en la pierna con un feo corte.

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La cosa se ponía complicada, una tercera criatura lo flanqueó, y sus compañeros se echaron encima del K'Hlata por fin. Lombriz estaba dando todo lo que tenía para protegerse, su mente echaba humo, calculando de manera inconsciente para Lombriz. Velocidades, trayectorias de los golpes, movimientos presentes y futuros, comparándolos con los pasados, todo para que el anterior esclavo del Profanador de mentes pudiese contrarrestar los ataques. Un intento de pincharle el estómago falló, viendo Lombriz como el hierro se agitaba delante de él a una velocidad nimia para sus ojos, al tiempo que ya estaba girando su escudo para bloquear el siguiente, mientras retrasaba la pierna para no sufrir una dolorosa patada en la espinilla. El choque entre hierro y madera sonó más largo de lo habitual.

Para todos sería un rápido "Clank", pero para Lombriz fue un grave y largo "Chuuuuuunk".

Quizás desde fuera no vieran las cosas como él, tremendamente despacio todo. Tan solo deseaba dar el tiempo suficiente a sus compañeros para deshacerse en superioridad del resto de enemigos, para que luego le echasen una mano. Si no era demasiado tarde.

No aguantaría mucho tiempo más.

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La maniobra de Grito había dados su frutos, había permanecido a la espera concentrado en los movimientos del oponente.  En un abrir y cerrar de ojos uno de los bichos alcanzó la posición del guerrero quien lo recibió con una estocada de su lanza que se coló por su boca destrozando el rostro del pequeño demonio antes de que se diera cuenta de lo que había pasado.

Sin tiempo para más el resto de fuerzas llegaron a la posición de vanguardia, Grito aguantó el tipo ante los diversos ataques pero no pudo evitar que uno de los golpes se clavará en su cuerpo haciendo brotar la primera sangre ahogando su grito en una mueca de dolor.

¡Malditos!

Grito pudo ver la duda en los ojos de las criaturas, cuando recuperó la lanza del cuerpo acompañando el filo con sus restos.  Aquel era el momento preciso de dar la vuelta a la situación y hacerse con el control de la batalla.

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Frontera intentó alancear al asqueroso bicho no-muerto que tenía delante, pero entre el mal yuyu que le daban y que no paraba de moverse, parecía imposible. El lanzazo únicamente atravesó el aire, y no la carne corrompida como era su intención.

Maldición...

Por el rabillo del ojo, pudo ver al grueso de sus compañeros luchando con varios de aquellos seres al mismo tiempo. ¿Cómo lo hacían? Si el tan apenas podía acertar a uno que ya estaba ocupado con Caracabra. Y entonces vio a Guepardo caer retorciéndose al suelo.

¡No! ¡Concentráos, hermanos! ¡Liberemos los espíritus de estos seres malditos! -gritó lo suficientemente alto. Si Guepardo no se levantaba, el liderazgo recaía en él por orden del Capitán. Y no era algo que esperase con ansia.

Aferró la lanza con más fuerza, y espero, viendo al bicho de delante bailotear, siguiendo sus movimientos, esperando el momento propicio en que atacar y mandarlo de una vez por todas al infierno.

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Tarado falló el ataque de nuevo, no acertaba a aquel maldito canijo. Mientras su líder y compañero que estaba a su lado se desplomó de dolor. - Mierda, ¡necesitamos ayuda! - Había gente más libre mientras que algunos estaban rodeados hasta las cejas. Tarado no aguantaría mucho mientras sintió una punzada en el muslo. - ¡Bastardo! - maldijo de nuevo mientras volvía a intentar acertar con su lanza para errar el tiro de nuevo. Se movían con demasiada velocidad y él parecía estar menos ágil. Se recordó entrenar mucho más si volvía vivo junto a la compañía. Pero no sabía si llegarían de nuevo con vida. Lo único que le dio esperanzas es que su otro compañero Grito seguía luchando como un jaguar él solo y los mantenía a raya. Su problema es que el monstruo que había terminado con Guepardo ahora se lanzaría sobre él y lo acorralarían. Debía terminar con uno de ellos o morirían todos entre terribles sufrimientos. O peor aún, se convertirían en uno de aquellos engendros. 

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A MEDIODÍA. - CIELO GRIS.

Ninguno de los ataques de la Compañía Negra estaba dando en el blanco ni por asomo. Uno de los hediondos seres de orejas puntiagudas, que había quedado previamente desarmado, huyó hacia el túmulo. Eso pareció inquietar bastante al resto, que, sin embargo, persistieron en sus ataques, logrando derramar abundante sangre K'Hlata. Los no muertos se relamían y lanzaban risitas, saboreando anticipadamente el festín que se iban a pegar con la carne y la sangre de sus nuevas víctimas.

Guepardo había caído al suelo, agonizante, y eso pareció motivar más aún a los canijos seres.