Partida Rol por web

TRIGÉSIMO CUARTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CLIMA: CIELO GRIS. TEMPERATURA TEMPLADA

Keropis detuvo el kopesh a escasas pulgadas del estafermo. Sus brillantes ojos empezaron a refulgir con una luz tenebrosa. El brazo que sostenía la espada descendió lentamente hasta quedar colgando a un costado del eremita. El yelmo rotó con un chirriante crujido metálico, hasta que las esquirlas de fuego verde de su mirada se clavaron en los dos Inquisidores y en las criaturas que con torpeza empezaban a alzarse del barro.

Y el Guardián de los Muertos empezó a andar.

Con paso sereno, el ermitaño cruzó el campo de entrenamiento y se dirigió hacia los tambaleantes cadáveres.

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AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CLIMA: CIELO GRIS. TEMPERATURA TEMPLADA.

Su mente, alguna vez vacía por culpa de rituales como el que se estaba llevando a cabo, ahora se encontraba con un solo pensamiento en ella: esto no puede ser bueno. Lombriz no podía apartar la vista de los cadáveres víctimas de aquel ritual, mientras negaba una y otra vez con la cabeza en evidente muestra de preocupación y desaprobación. Tan absorto estaba en lo que estaba ocurriendo que ignoró por completo cualquier otra obligación que tuviese en ese momento. Para él el tiempo se detuvo hasta conocer el resultado de la barbaridad que estaba presenciado.

Pero quién podía culpar al pobre Lombriz, víctima de prácticas sobrenaturales, esclavo del Profanador. Cuando se ha sufrido lo que él ha sufrido su instinto le dice que hay que desconfiar y con este tipo de cosas no suele equivocarse. El día de hoy no sería la excepción. Para horror del K’Hlata al concluir el ritual un par de cuerpos cobraron vida, derivando en una escena grotesca donde incluso uno de ellos se puso de pie con las tripas colgando. —ZOMBUU— Gritó dando la alerta, sin saber cómo más actuar. —Yo sabía, sabía que esto no es bueno, no. Nunca es bueno. —Murmuraba frustrado y especialmente preocupado por lo que estaba sucediendo. Más les valía a esas cosas mantenerse lejos de él, pues no dudaría en zamparles un hachazo si se le acercaban. No quería tener nada que ver con esas abominaciones.

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DÍA: 7, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CLIMA: CIELO GRIS. TEMPERATURA TEMPLADA.

―Tranquilo ahí, Lombriz. ―El K'lata de Ballestero era muy básico, como corresponde a la gente de las ciudades, herederos del antiguo imperio. ―Son la escolta de nuestro nuevo patrón, no hay que atacarles ―para que pensaran que el anterior había sido malo, ja. Como quien no quiere la cosa, añadió: ―maté a muchos de esos en el Llano de Galdan. Lo único que hay que hacer es apuntar a la cabeza.

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Lombriz mira a Ballestero y luego nuevamente a los reanimados.  —¡Zombu!— Recalca una vez más, todavía intranquilo. No podía estar calmado con esas cosas en el campamento. Si ya era terrible que alguien pudiera manipular a los vivos, era aún peor que otro incluso pudiera hacerlo con los muertos. Ni en la muerte ya uno podía asegurarse de encontrar paz, cuando había gente como el Inquisidor dispuesta a no respetar algo tan sagrado como el descanso eterno.  —Eso no está bien, no está bien.—  Añade visiblemente molesto. 

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El par terrible de Inquisidores ordenó a los muertos recién reanimados que recogieran sus cosas y montasen guardia entorno a la Tienda del Inquisidor.

Después, dieron una ronda completa por todo el Campamento de la Compañía, probablemente con la intención de dejarse ver, caso de que hubiera observadores o lugareños que pudieran verlos.

Al parecer la charada consistía en aparentar que todo era normal, que ningún combate había tenido lugar el día anterior, y que el Inquisidor Serpejo gozaba de buena salud.

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Sólo cuando los muertos comenzaron su guardia y los Inquisidores sus paseos, detuvo sus azotes. Momentos después Sabueso dejó la caña en el suelo con cuidado. No debía perderla. Esta no.

Con movimientos comedidos se levantó y vistió el torso. La espalda enrojecida y marcada por los cañazos le ardía y escocía al roce de sus ropas.

Mejor. Mucho mejor.

El estrés mental al que se había visto sometido en las últimas veinticuatro horas se iba diluyendo como sangre en el agua. El equilibrio volvía, aunque notaba que mucho más frágil. Pero nada podía hacer al respecto.

Caminando despacio se dirigió hacia el campo de entrenamiento para continuar. Por el camino buscó cruzarse con Lombriz. Sabueso le puso brevemente una mano en el hombro, quizás para tranquilizarlo de algún modo. O quizás no, porque no le dijo nada y siguió su camino.

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HORA: POCO DESPUÉS DEL MEDIODÍA. - CLIMA: CIELO GRIS. TEMPERATURA TEMPLADA.

Grito escuchó a Preocupado con cara afable mientras meditaba la respuesta, estoy seguro de que Capitán no permitiría que se profane ningún cuerpo de un hermano de la compañía.  Puede que sean nuestros patrones en estos momentos pero un león siempre será un león.

Muchos hermanos han caído, demasiados sin duda... el cuerpo de Desastre será despedido como se merece y una vez su alma abandone su cuerpo en calma, poco debemos preocuparnos por un puñado de huesos y polvo.  La compañía partirá de este lugar y de alguna forma Desastre partirá con nosotros.

La muerte siempre era un tema controvertido ya que cada uno lo veía a su manera y nadie tenía la certeza de nada.  Los muertos vivientes comenzaron a deambular por el campamento haciendo que sin duda más de uno se sintiera incómodo, si debían pasar por aquella situación mejor que pasara cuanto antes.

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La serpiente sin Serpiente acudió deslizándose de forma paciente hacia la tienda del mago que estaba ausente. Estaba vacía, por supuesto, pues el oscuro había salido del campamento debido a la obligada asistencia a una reunión que debía haberse realizado en otro momento.

La víbora sabía que, a pesar de la relevancia de la misma, en aquella ocasión preferiría no haber tenido que asistir. No se lo había dicho, por supuesto, no al menos con palabras, pero era algo que sin ninguna dificultad había percibido a través de su vínculo. La razón no era otra que un ritual que la noche anterior se había prometido y que a la hora de su marcha aún no había sucedido.

En previsión de que durante su ausencia finalmente fuera llevado a cabo, la había dejado a ella para que hiciera lo que normalmente hacía: observar con total atención, de forma inadvertida y en silencio. Y eso era lo que había hecho con el interés y la curiosidad propios de su compañero, y eso mismo es lo que seguiría haciendo...

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Cielo observó con desconfianza el ritual que tenía lugar a unos metros de donde entrenaba, y se sorprendió al ver que los muertos se levantaban, aunque... bueno, ya había pasado con Serpejo... Curioso, pudo ver como los revividos obedecían las órdenes recibidas, pasando a formar guardia alrededor de la tienda del Inquisidor.

Frunció el ceño; las magias que hacían volver a los muertos... eran poderosas, y a su vez, los revividos también eran peligrosos. No eran seres que temiesen a la muerte, e insensibles al dolor.

La lengua asomó por su boca, en una especie de tic que estaba sufriendo frecuentemente; era como si quisiese relamerse, o quizás,... oler con ella.

-Muertos revividos en medio del campamento... Quieran los Espíritus que no tengamos que luchar contra ellos. -Murmuró, antes de centrarse en su entrenamiento de nuevo

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Seguía hablando en K'hlata, esta vez dirigiéndose al otro segundo de la compañía:
―En Idón la costumbre era quemar los cuerpos y cortar sus cabezas como ritual de enterramiento. Eso impedía que las brujas trastearan con ellos, Grito. Creo que la moral de la tropa mejorará si adoptamos esa costumbre a partir de Desastre, ¿no te parece?

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Aquella "resurreción" y el hecho de que esos no muertos fueron a sus anchas por el campamento no hacía ninguna gracia a Romo, y creía que tampoco a la totalidad del campamento. Estaba claro que eran un señuelo para indicar que todo iba bien en el campamento y no mostrar signos de lucha del día anterior. Aún así el guerrero no se acostumbraba a la presencia de aquellos seres. 

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- "¿Hay algún oficial? ¿Dónde están los mandos de la Compañía?" -

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Levantó (otra vez) la vista de su trabajo en la mesa, donde estaba su ballesta desmontada sobre un paño de algodón, todo limpio y engrasado. Desde ese mismo lugar se dirigió al Inquisidor Fradresh.

―Señor. No están. Qué necesita.

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- "Es extraño que no esté ninguno en un momento como este. ¿Es usted alguna clase de mando? ¿Tiene alguna clase de responsabilidad en la Compañía Negra?" -

El hombre observaba con avidez a Ballestero, quien se vio mentalmente trasladado al mercado de esclavos de Idón.

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―Señor. ―¿Era eso una afirmación o una negación? ―Qué necesita, señor.

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El estaferno con el que había estado intercambiando golpes evidenciaba que, definitivamente, no hubo ningún intercambio de golpes, porque estaba hecho mierda, y Gobaldet bastante entero, pero sudando por el esfuerzo de blandir aquél mamotreto de madera. Tendré que repararlo luego, pensó. 

Un escalofrío lo sacó de su rutina de entrenamiento al sentir la vibración del aire tan peculiar. Magia. Por muy habitual que se estuviese haciendo esa palabra en su vida cotidiana, no estaba ni cerca de acostumbrarse. Fuese magia de Zon-Kuthon, de los druidas del bosque, o de las hermanas desdentadas de vete-tú-a-saber, le causaba repulsión. Desconfianza, cuando menos. Supuso que era habitual al no entender los procesos, pues los magos la usaban con relativa seguridad... aunque no es que hubiese estado en muchos despliegues del arte. Igual alguno que otro estallaba con su propio hechizo o alguna locura similar.

Se asomó desde una distancia segura, y vio para su terror que Serpejo estaba vivito y coleando. ¿Qué mierda? Ayer era un fiambre. Recordó las palabras del Capitán sobre Serpejo y su escolta el día anterior. Todo empezó a cobrar sentido mientras el aire se iba haciendo más denso y el ritual nigromántico continuaba. Hizo una seña de protección contra el mal y continuó mirando el macabro espectáculo. Intentó no mirar, pero era tan espectacular que no consiguió apartar la vista. 

Con la boca entreabierta por el asombro, observó cómo reanimaban a los cadáveres. ¿Pretendían hacer ver que nada había sucedido? ¿Y el que Cielo se había comido qué? Ahí estaba, el cabrón, tan vacío de órganos que parecía un traje de humano. Ese hilo de pensamiento lo llevó a buscar con la mirada a su propia víctima... y la consiguió. Ahí estaba, con la cabeza sobre los hombros extrañamente. Pero era definitivamente antinatural la manera en que se la habían pegado al torso, y como temblaba con cada rígido paso del cadáver ambulante que la transportaba. ¿Se caería de sus hombros si pisaba un bache? Le hizo gracia igual que le produjo asco. 

Esperó no tener que mandar al infierno por segunda vez a ese sujeto, pero decidió prepararse para hacerlo si tocaba. Para su agrado, los demás soldados parecían estar tan incómodos con todo eso como él mismo.

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- "Algo de información básica. He oído grandes cosas sobre ustedes: Que derrotaron a unos curtidos bandidos en el Bosque de Usk; que ayudaron a la Agente Umbral Seldocha en un asunto de naturaleza personal e incluso reclutaron a uno de sus hombres de confianza; y que aplastaron con facilidad a un contingente de milicianos severamente entrenados en Ridwan.

Deseo saber más, deseo conocerles. ¿Tienen sangre de demonio? ¿Cuántos son en total? ¿Cuántos Pelotones y qué funciones tienen? ¿Quiénes son sus mejores combatientes? En fin, todas esas cuestiones y muchas otras despiertan mi curiosidad." -

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Desde que el orondo inquisidor se pasara a su bando Pelagatos lo había contemplado con recelo. ¿Hasta qué punto podían fiarse de alguien que había asesinado a sus hombres por venderse a unos desconocidos? ¿Qué podían esperar de un inquisidor de Zon-Khuton? Un paso atrás de Ballestero había escuchado las palabras de Fadresh con atención. Fue entonces cuando el hombre habló de la historia de la Compañía Negra que el oscuro habló.

—Hemos hecho cosas mayores que esas que mentas. Somos la Duodécima de Khatovar y nuestra historia es larga y gloriosa. Vencimos a la Alianza de los Castores en la Gran Sabana, luchamos contra los Reinos Pastel destruyendo a sus tropas de élite, los Fantasmas Irredentos,  y tomamos la fortaleza de Galdan que nunca antes había caído, en sus murallas matamos a la Heroína a la que se creía inmortal y antes de marcharnos de allí demostramos que el Señor del Dolor no era el dios que todos suponían —pronunció aquello del tirón, consciente de que no mencionaba muchas de las hazañas pasadas de la Compañía Negra—. Como decía, hemos hecho cosas mayores que vencer a bandidos con capas rojas y milicianos, inquisidor.

Ignoró de forma deliberada muchas de las preguntas del hombre que podían ser demasiado comprometidas y su respuesta podía de algún modo revelar información que a la larga podía ser contraproducente para ellos.

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―¿Te están hablando a tí, Pelagatos? ―Ballestero restalló como una serpiente. Se enfrentó al oscuro, pequeño como una especie de hormiga negra. ―Vuelve a tu entrenamiento.

Luego se volvió al inquisidor. ―Es una larga historia, señor. Pero sucedió en otro mundo, y los simples soldados solo sabemos partes, y no muy bien. Quizá le confundiría. Es mejor que pregunte a Capitán. Nosotros solamente sabemos matar.

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La conversación sobre el destino del cuerpo de Desastre fue interrumpida por inquisidor y su desatada curiosidad por la compañía, quizá tan solo trataba de evaluar si éran válidos para su siguiente objetivo.

Fuera como fuese aquella valiosa información sobre el funcionamiento de la compañía y de sus hombres más letales sin duda no era información para compartir.

Grito apoyo la inteligente respuesta de Ballestero sin desvelar nada de la información requerida. Señor, el Capitán está reunido y no tardara en volver y responder sus inquietudes, pero si lo desea podemos ir a buscarle.