Partida Rol por web

SELDOCHURA:

NOVENO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 10, DÍA DEL TRABAJO. - LUNA EN CUARTO MENGUANTE.

HORA: MEDIA MAÑANA. - TIEMPO: SOL DE INVIERNO.

Tras despedirse de sus compañeros, el grupo liderado por el Cabo Barril y el Analista comenzó a dirigirse pesadamente hacia el grupo. A algunos les obstaculizaban el peso de las raciones, a otros las armaduras, o la forma física, por lo que presumiblemente la velocidad de avance en los próximos días no iba a ser muy grande.

NOVENO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 10, DÍA DEL TRABAJO. - LUNA EN CUARTO MENGUANTE.

HORA: MEDIA MAÑANA. - TIEMPO: SOL DE INVIERNO.

A pesar de que su cuerpo era contrahecho, y que era difícil siquiera burlonamente imitar su forma de moverse, era innegable que Caracabra se movía con facilidad. Sin armadura pesada, y a pesar de cargar con todas sus posesiones, el hostigador había ocupado el puesto en la derecha frontal de la comitiva y avanzaba atento a cualquier amenaza.

- Cabo Barril, puedo llevar equipo de gente que vaya muy cargada si eso sirve para que todos vayamos más rápidos- se ofreció.

Matador estaba a punto. Se levantó temprano ese día, un poco consternado por un sueño que tuvo la noche anterior, pero fue el primer día en varios que se sintió con ánimos de entrenar y asearse. A la hora de la partida tenía los fardos de su mochila bien sujetos, su uniforme y armadura puestos, con sus armas engrasadas y afiladas.

Miró a todos los que conformaban el grupo y razonó que el Cabo Barril había mejorado mucho en lo que a tácticas se refería: Lagrimita y él en la retaguardia, Dedos y Guepardo en el flanco izquierdo, Caracabra y Lombriz en el derecho, el Cabo y Frontera en la vanguardia, y los peores combatientes en el centro. Le pareció una decisión sensata repartirlos de esa manera, pues aunque no fuese perfecta, era con toda seguridad la configuración más efectiva. Compensaba las debilidades de Dedos y Lombriz con un combatiente bueno -Guepardo y Caracabra-, y el mismo Cabo compensaba a Frontera en la vanguardia.

Decidió que ser puesto en la retaguardia junto a Lagrimita era un gesto de reconocimiento y confianza a los miembros de su propia escuadra. De vez en cuando le da un machetazo preciso a la maleza que se cruza en su camino.

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AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 10, DÍA DEL TRABAJO. - LUNA EN CUARTO MENGUANTE.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SOL DE INVIERNO.

Inmersos entre en una floresta, tan espesa que obligaba a usar machetes a los que en vanguardia se encontraban, el grupo avanzaba a un paso lento pero constante. Por delante tenían varias jornadas de exploración en busca del lugar más apropiado para una emboscada, según se le había explicado. A Lagrimita, poder salir y conocer toda aquella región boscosa, era algo que le apetecía bastante, si bien debía lidiar con el factor de la elevada temperatura.

Vigilaba la retaguardia junto a Matador, aunque durante aquel tiempo no se dijeron nada en absoluto. Ambos estaban concentrados en esa labor de vigilancia, pero el oscuro, con el transcurso de las horas, pronto sostuvo otra preocupación. A cada traspiés o al rebasar algún obstáculo (natural como un enorme tronco de árbol caído o la subida de alguna elevación pronunciada) sentía como la mano diestra que sostenía su maldecida espada veía saboteada su voluntad de alguna manera que no conseguía entender... Finalmente, comprendió la razón de aquella inquietante sensación. Experimentó un breve flash, una imagen familiar en la superficie de un frío lago, apretó los dientes y miró al resto de sus compañeros desde su posición.

Tú no ordenas, no me guías; tú me obedeces. Pensó al mirar a Compañera de la Muerte, centrándose en luchar contra aquella voluntad, obviando en parte su cometido. Nunca antes había empuñado el arma tanto tiempo seguido, había sido obtenida en Galdan, tras el término del asalto. Pese a que la había lucido desde entonces y la llevaba a todos lados, jamás la había empuñado más de para limpiarla, debía ser aquello entonces.

Fue un alivio ver que Barril finamente guardó sus armas, durante una zona poco cargada de vegetación, le copió el gesto sin dudarlo y suspiró aliviado, secándose el sudor de la frente.

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DÍA: 10, DÍA DEL TRABAJO. - LUNA EN CUARTO MENGUANTE.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SOL DE INVIERNO.

El camino a través de la floresta no parecía demasiado difícil, sin embargo si hacían caso a los mapas que les habían presentado, tenían una buena pateada cada día durante los días siguientes. No seguían un ritmo exigente, pero dadas las cargas que acarreaban, aumentar el paso sería contraproducente; si les alcanzaba algún peligro estarían frescos para hacerle frente. Barril escuchó el ofrecimiento de Caracabra y no pudo evitar imaginarse al contrahecho K'Hlata tratando de ir más rápido embutido en una armadura como la suya. Desechó ese pensamiento con una sonrisa interna y echó un vistazo sobre su hombro observando por última vez lo que ya había anotado mentalmente, el estado de las tropas.

— Bueno Caracabra, como dudo que puedas llevarnos en brazos a Lagrimita y a mí y mantener el ritmo, que sería lo único que haría que fuéramos más rápidos, podrías ayudar a Plumilla con su mochila. — Caracabra era un buen tipo y mejor soldado. Le habían encomendado la misión de proteger a Khadesa y no se había separado de ella desde entonces. No dejaría que sus buenas intenciones cayeran en saco roto. — Me quedaría más tranquilo porque si a alguien le arrancaran la cabeza, querría que Plumilla estuviera descansada para volver a ponerla en su sitio. —

Barril se encogió de hombros mentalmente mientras recordaba los andares de Serpiente. — Qué me aspen si sé qué cojones lleva encima para ir arrastrando los pies así... — El único Mago de la compañía no llevaba protecciones o armas que le pesaran de más, así que elucubrar qué era lo que le hacía avanzar arrastrando los pies, era algo que Barril no podía evitar. No es que le quitara el sueño, es que era algo extraño, como el propio Serpiente. El propio Analista iba algo encorvado por el peso de su mochila, pero tanto como lo iba Barril, que también llevaba una pesada mochila.

Estaba ya pensando en el siguiente alto. En el último había recobrado bastante bien el aliento aunque ya no era un muchacho, como los dos Oscuros que ocupaban la parte central de la formación. Las paradas eran necesarias para refrescarse, comer algo y ajustarse el equipo o las botas. Cada cuarenta y cinco minutos, Barril ordenaba un alto de diez a quince minutos, así sería la marcha durante ocho horas, mas la pausa de una hora para comer. El grueso cabo ya iba pensando en los turnos de guardia para la noche, además de la conveniencia o no de encender un buen fuego. Cuando el sol estuviera bajo, esperaba tener una decisión al respecto. Iban a ser unos día interesantes en el bosque. Había pensado reducir ligeramente la marcha para forrajear mientras avanzaban, pero prefirió dejar esa medida en aparcada mientras tuvieran comida, y más contando que era de tipo perecedero. Una vez terminaran la carne, ya se ocuparían de eso.

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HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SOL DE INVIERNO.

En su posición en el centro trasero de la formación podía ver a casi todo el grupo mientras se adentraban en la floresta. Aun así, el peso de su mochila le hacía ir más lenta de lo que ella hubiera preferido para no ser un lastre para los demás. Ya había dejado cosas en la granja y solo había metido en la mochila lo absolutamente necesario pero aun así… cabeceó de forma inconsciente, lo que tenía que hacer era mejorar su fortaleza, ¡no podía ser una carga para los demás!

Sus pensamientos fueron interrumpidos por las palabras de Caracabra y del Cabo Barril, sonrojándose levemente ante el hecho de ralentizar la marcha, - No quiero que mi mochila sea una carga para otro soldado que pueda necesitar moverse más ligero. - dijo con la voz firme, pero las palabras de Barril la hicieron reconsiderar ligeramente. Volvió su cabeza hacia Caracabra, - Si crees que mi mochila no te entorpecerá ni ralentizará, acepto. Pero a la mínima que notes cansancio o mi mochila te entorpezca, por favor devuélvemela y seguiré cargando con ella. - aceptó a regañadientes, consciente que su mejor forma de ayudar era poderse mover rápido hacia los heridos que pudieran haber y la mochila no ayudaría.

Ante la pregunta de Caracabra, negó con la cabeza, - Creo que nada se romperá si se deja caer al suelo la mochila, - sonríe levemente, - Mientras que no la lances con fuerza no creo que le pase nada, como mucho hará ruido.

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MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 10, DÍA DEL TRABAJO. - LUNA EN CUARTO MENGUANTE.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SOL DE INVIERNO.

Lombriz vigilaba su sector como buen soldado, mientras el resto parloteaba sobre las típicas tonterías.

Que si 'Dame cosas porque estoy muy fuerte pero muy feo y no puedo hacer otra cosa que cargar como una mula', el clásico 'Pues coge las cosas de la muchacha, porque es débil y a ver si me mira de otra manera', luego la fingida 'No que yo puedo, pero sí porque soy más floja que la paja de avena, aunque no quiera admitirlo',  y en definitiva, lo típico de escaqueados y bienquedas. 

Volvió a pensar en ello y le hizo gracia, tuvo que hacer fuerza para no reír. 

Después de un rato, volvió a lo suyo, la vigilancia, mientras compartía sus impresiones, aunque a nadie le importasen. Le ayudaba a no aburrirse y vigilar mejor. 

-Asco de bosque y de frío, nos van a salir raíces en los pies y hojas en las orejas después de tanto tiempo andando por los bosques, parecemos ardillitas, si al menos hubiese 'Ñeve' sería más divertido, aunque más frío-

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HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SOL DE INVIERNO.

Guepardo avanzó en silencio, siguiendo el ritmo de marcha impuesto por el cabo Barril que, dada su armadura, no era complicado de seguir. A pesar de que el jaguar resultaba notablemente silencioso al caminar se sintió como si fuera ruidoso como un elefante de la Sabana, probablemente por los ruidos provocados por otros de sus compañeros. Especialmente los que portaban armaduras más pesadas y tintineantes y arruinaban la posibilidad de captar sonidos sutiles, así que trató de aguzar la vista, centrándose en su flanco. Eventualmente lanzaba miradas de soslayo a su derecha, en el centro de formación, para observar qué tal lo llevaban el resto, pero su atención principal se centraba en el exterior.

Aprovechó para mirar los árboles y la tierra, aquí y allá, tratando de percibir cosas evidentes en el húmedo suelo, principalmente setas o frutos secos caídos. En la Gran Sabana no había, pero en la campaña de Chon D'elor sí que conoció los castaños, los nogales y los almendros. Y los frutos que estos dejaban caer en la época fría. Si hiciera falta, lo tenían a mano y no iba a suponer un retraso para la marcha, bien se podía hacer acopio de algunos. Si pasaban por un sitio donde abundaran, claro. De todos modos Barril impuso una marcha llevadera, con descansos frecuentes. Quizás sería viable recolectar algo.

Caracabra decidió realizar un acto de bondad que al jaguar no le pareció mal. Plumilla cumplía una función específica, como todos, y el cargar cosas no debería ser una de ellas. Por ello el desfigurado hostigador podía tomar ese rol y Guepardo, en ese momento, no podía ni debía permitirse semejantes actos.

Escuchó los comentarios de los compañeros y los refunfuños de Lombriz. El joven jaguar enarcó una ceja extrañado, preguntándose si el campamentero estaba dormido. Cúmulos de semilla blanca de nube salpicaban por todas partes, caídos hace días y conservados bastante bien a la sombra de los árboles. No mucha, pero tenía "ñeve" por doquier.

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Analista avanzaba lento pero seguro. Echaba de menos a su montura, que hubiera alviado en gran medida lo penoso de andar con más carga de la debida, pero no se quejaba. Una vida dedicada a la pluma conllevaba mermas a la hora de manejar una espada de forma adecuada. Sin embargo, sentir el peso de la mochila, los músculos arder por el esfuerzo, el sudor caer por su frente en medio de aquel espeso y sombrío bosque, le hacía sentirse bien. Pero ello no era óbice para agradecer las paradas regulares impuestas por Barril.

Miró a Caracabra cuando generosamente se ofreció a llevar el exceso de carga de alguno de los presentes y sonrió ante la respuesta de Barril.

Pero pronto llegaron las quejas.

-Lombriz, si hubiera nieve, nuestro avance sería más penoso. Así que no pidas cosas que los dioses pueden encargarse de darte alegremente. Cuando trataras de andar con nieve hasta la cintura, el frío y la humedad mordiendo tus pies soñarías con el trayecto que ahora estamos haciendo pero ya sería tarde.

Sacó su odre de agua y dio un sorbo largo.

-Estaría bien que diéramos con una fuente para beber libremente y llenar nuestros odres nuevamente -formuló.

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Comenzaron la marcha temprano por la mañana, todos bien atentos y preocupados, hasta que el Cabo Barril dio permiso para guardar las armas, puesto que iba a ser agotador ir con ellas en mano en todo momento.

El Cabo le había puesto al frente, a su lado, por su buena vista, pero Frontera se distrajo un poco, mirando más al suelo por si veía algunas hierbas que tuvieran la más mínima posibilidad de ser narcóticas que al frente o entre la maleza circundante para localizar posibles enemigos y emboscadas.

De vez en cuando el Cabo Barril le lanzaba una mirada inquisitiva con sus diminutos ojillos desde dentro del metálico casco, y Frontera se encogía de hombros, pues no había visto nada relevante. Por detrás, algunos de sus compañeros charlaban bajito y otros cuchicheaban vete tú a saber qué.

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HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SOL DE INVIERNO.

Cargado ya con los bienes de Plumilla, Caracabra siguió avanzando. Caminaba con soltura, y miraba alrededor, por si acaso aparecieran problemas. Era, en todo caso, bueno poder salir y conocer ese nuevo mundo en que ahora estaban. De cuando en cuando, lanzaba miradas a los presentes: Analista, Guepardo, Dedos y el mismo Serpiente, hostigadores igual que él, eran viejos conocidos. Pero al resto (y restando el evento con los enanos rápidos muertos vivientes nada más llegar, que tampoco había involucrado ni mucho menos a todos los presentes) no los conocía en combate.

Lo cierto es que la perspectiva de ganar botín y gloria para la compañía le apetecía, y mucho. Sonrió para sí. Vio como Guepardo empezaba a mirar alrededor, fijándose especialmente en los árboles y arbustos, e hizo lo propio, tanto con el propósito de encontrar plantas que comer, como animales y como fuentes de agua. Si se iban aprovisionando por el camino, mucho mejor, sin duda.

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DÍA: 10, DÍA DEL TRABAJO. - LUNA EN CUARTO MENGUANTE.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SOL DE INVIERNO.

Un paso… Un pasito más... Y otro pasito más… Y ahora otro paso adicional porque el paso anterior y todos los pasos que habían venido antes que el último paso no habían servido para llegar adonde diablos nos dirigíamos. Todo ello en el entretenido y nada desagradable ambiente idílico del bosque lleno de raíces y barro por el que de forma tan entretenida caminábamos arrastrando con nosotros todo lo que necesitaríamos, una categoría bastante amplia teniendo en cuenta que no sabíamos el número de días exacto que necesitaríamos…

Pero bueno, aquella una forma de conocer aquel mundo tan válida, al menos de forma relativa, como cualquier otra. Y nada decía que en el transcurso no pudiera encontrar algo lo suficientemente interesante como para ignorar todo el aburrimiento sufrido. O ya, si no había suerte, en el destino.

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HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SOL DE INVIERNO.

Haciéndose eco de las palabras de Analista, Barril se sirvió de comunicar a los hombres una curso de acción que pudieran manejar de cara a encontrar lugares donde llenar sus odres.

— Si en algún momento veis algún signo de caudales, fuentes, o arroyos cercanos, dad aviso; debemos tener nuestros odres llenos siempre que sea posible. Trataremos de hacerlo a media mañana y cuando esté próxima la hora de hacer alto para descansar. —

El camino no estaba siendo especialmente pesado y la verdad que Barril agradecía el cambio de temperatura con respecto a la Gran Sabana. Lo único que echaba de menos era a Elefanta o a alguna prisionera para calentar sus viejos huesos durante las noches. Eso le hizo preguntarse si aquellos "varisios" tendrían mujeres del oficio entre ellos, justo antes de darse cuenta que en su bolsa de dinero no llevaba más que la yesca y el pedernal. Tendría que confiar en que hubiera alguna "Harapienta" entre los bandidos que amenazaban la caravana. No haría ascos ni a una vieja Bruja de la Cábala en aquellas frías noches, seguramente.

El corpulento berseker estuvo tanto tiempo sin decir palabra alguna mientras atravesaban la espesura que le dio tiempo de fijarse en cómo Lagrimita miraba a la espada chondeloriana que llevaba en su mano. Él mismo sentía algo de aversión por la siniestra hacha que llevaba en su espalda, la cual refulgía de energías impías cuando Matador la blandía. Tomó nota mental de preguntarle en alguna ocasión a su compañero de marcha si algo le pasaba con su espada; y él mismo decidió deshacerse del hacha chondeloriana cuando regresaran de la misión. Seguro que alguien daba una buena pasta por ella.

Rió entre dientes el comentario irónico del Cabo sobre Plumilla poniéndole la cabeza a alguien en su sitio; no porque en sí le resultase gracioso, si no porque era bastante probable que eso sucediera eventualmente, con la suerte que tenían los miembros de la Compañía. Pudo fijarse en los atentos movimientos de cabeza de Guepardo, en el gracioso andar y el gesto de amabilidad de Caracabra, en la respuesta firme de Plumilla, aceptando el gesto de Caracabra, e incluso en el reptiliano Mago Serpiente, al cual le tenía algo de desconfianza por el mero hecho de ser un mago, y por haber tenido que ver en algo con la jodienda durante la batalla de la Puerta de Galdan.

— Pues ahora que lo dicen, es verdad. Este bosque es mucho más húmedo que la porción más fértil del otro mundo donde estábamos antes. Pero vete tú a saber si habrán aguas corrientes como estamos acostumbrados a conocerlas... Pensó.

Reflexionó sobre lo que llegó a ser la Compañía Negra, y en lo que se había convertido. Eran tantos, que apenas si había sabido quién era Plumilla o Lombriz. Ahora, calculó que restaban unos treinta efectivos, más o menos. Los últimos acontecimientos en el Reino Pastel habían sido terribles. Se prometió aprender más de sus compañeros, poner algo de empeño en conocerlos y que dejasen de ser extraños para él, y él para ellos.

NOVENO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 10, DÍA DEL TRABAJO. - LUNA EN CUARTO MENGUANTE.

HORA: MEDIODÍA. - TIEMPO: SOL DE INVIERNO.

¡Por todos los dioses y por todos los demonios! Más por los segundos que por los primeros, aunque en todo mundo parecía haber poca diferencia entre unos y otros. Al final era una cuestión de percepción y gustos en el culto, porque los unos eran buenos para los propios y malignos para el resto. Una muestra más hipocresía, estupidez o egoísmo. En cualquier caso: ¿Cuándo diablos iba a acabar el camino?

Se me estaba haciendo interminable, más aún cuando los conatos de conversación más interesante giraban en torno a las más anodinas de nuestras necesidades. ¿Sería eso lo más interesante? Porque si era así, ya me veía avisando a Barril para informarle del caudal y el charco que formase la próxima vez que mease.

- “Al menos me echaría unas risas”- pensé, esbozando una sonrisa.

DÉCIMO TERCER DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 14, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: POR LA NOCHE, UNA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

DÉCIMO TERCER DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 14, DÍA DE LAS ESTRELLAS.

HORA: POR LA NOCHE, UNA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Lengua Negra sintió un estremecimiento ante la súbita ráfaga de aire. Había estado reflexionando sobre las últimas conversaciones en Verdín, reordenando el cúmulo de información y dejándola posar para cuando llegara el momento de transcribirla a los anales. Alzó la mirada y los vio llegar enmarcados en la oscuridad y el silencio. Su sigilo y su mimetismo para con el entorno le dejó bien a las claras que, de haber querido, les hubieran atacado sin ser siquiera conscientes de ello hasta ser demasiado tarde. No obstante, un escalofrío recorrió su espalda ante el sentimiento de una inevitable amenaza.

-¡COMPAÑÍA! -dijo en voz alta alertándoles, pero sin moverse de su sitio ante la tienda, su rostro iluminado por las llamas-. Buenas noches, señores. ¿Qué os trae a mi fuego?