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DÉCIMO CUARTO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: CALISTRIL (MITAD DEL INVIERNO, MES DOS).

DÍA: 15, DÍA DEL SOL.

HORA: AL ALBA. - CLIMA: NIEBLA MATINAL LIGERA.

La guardia había terminado satisfactoriamente, sin nada más reseñable que aquella perturbante visita a primera hora de la noche. Le había costado conciliar el sueño una vez fue relevado, las teorías, dudas y preocupaciones derivadas de todo aquello le mantuvieron con la mente ocupada, divagando finalmente hasta que el cansancio venció a la creciente paranoia.

Por la mañana, el sonido de un campamento activo le sacó del sueño pesado en el que estaba sumido, culpa de las circunstancias. Asomó la cabeza por la entrada de su tienda y por un momento, creyó que todo había sido un sueño, que no habían sido visitados por nadie que les arrastrase nuevamente a la perdición... Pero allí estaba él, Sabueso. Recordó entonces aquel apretón de manos entre Analista y Seldocha, la mujer-joya, el pacto que podría sellar el principio del fin de la duodécima.

- o -

Lagrimita bebió abundantemente antes de rellenar el pellejo y empezar a asearse, obligándose a no pensar demasiado so pena de perderse entre todas aquellas tribulaciones. Había permanecido en silencio incluso cuando estaba desayunando, mirando en todo momento al nuevo integrante de la expedición con desconfianza, ni siquiera abrió la boca para presentarse voluntario y satisfacer la orden dada por cabo Barril. Cuando acabasen de formar, recogería su equipo y se acercaría a ayudar a cavar, fuesen cuatro o no los voluntarios.

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Tras asearse, comenzó a desayunar mirando al Sabueso, ya lo había visto la noche anterior, pero en cierta medida era bastante raro que hubiese permanecido con ellos toda la noche, y no haber vuelto a donde coño que fuera donde vivía la cosa-mujer, pero así eran las cosas. Se encogió de hombros pensando en sus cosas entre cucharada y cucharada. 

Terminado el desayuno, se preparó para formar, mientras le comentaba a Caracabra.

-Eh, Caracabra, hoy es tu día de suerte- Emitió una pequeña risita -Vas a dejar de ser el más feo de la compañía-

Le dio una palmadita en amistosa en la espalda, para que no se lo tomase a mal, luego recordó que al salir del lago, Caracabra se había transformado durante cinco segundos en un zombu y se alejó de él con cierto disimulo, como si aquello hubiese pasado escasos segundos atrás.

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Y hubo algo que por fin llamó la atención de Guepardo sin tener que irse muy lejos. Algo característico del paraje. De hecho eran dos cosas. Una, el árbol caído que hacía tiempo se había desplomado sobre el arroyo, aunque este pasaba sin dificultad por debajo. No habría muchos de estos en la zona caídos sobre el pequeño río. Pero la segunda característica era que, a pocos metros de las raíces muertas del árbol había una formación rocosa. Una piedra caliza, de metro y medio de altura y tres metros de diámetro, desgastada por el paso de eones y que había formado formas curvas, gallonadas, como pequeñas cúpulas superpuestas entre sí y a la vez picadas por la erosión. Como si fuera un poblado de Hilis, casitas por doquier, con agujeritos que evocaban a puertas y ventanas. Le pareció gracioso y llamativo, al igual que la cama de helechos y musgo que había entre el árbol caído y la ciudad de los duendes. El sitio idóneo para hacer el agujero.

Con gestos indicó el lugar a sus compañeros y con cuidado retiró las plantas y las planchas de musgo, dejándolas a un lado. Cavarían el agujero ahí y tras taparlo lo recubrirían de nuevo con la flora que no habían destruido.

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DÍA: 15, DÍA DEL SOL.

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Parece que entre que se reunían y desayunaban todos escalonadamente, la formación que había pedido el Cabo Barril se iba a demorar. Guepardo les indicó que había encontrado un sitio muy bueno para el hoyo que también había pedido el orondo cabo, así que Frontera, junto a otros compañeros, se acercó hasta donde les indicó el Hostigador y comenzó a cavar.

En un breve lapso de tiempo tenían un agujero escarbado en la tierra de dimensión suficiente para albergar todas las pertenencias que quisieran dejar allí ocultas.

Entre la formación de rocas y el tronco caído la verdad es que es un lugar bastante fácil de volver a localizar. Buen trabajo, Guepardo.

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Enarcó una ceja y se permitió una nueva sonrisa.

-Barril, no soy yo el preocupado en el tamaño de su miembro, si bien lo de saber más que nadie y permitirse el lujo de mantener discusiones en presencia de extraños o hacer preguntas inopinadas parece corresponder a terceros -dijo sin apuntar a nadie pero en clara referencia a lo ocurrido la víspera y que tuvo a varios protagonistas-. Soy el Analista de la Compañía y mis funciones las tengo claras. No te digo cómo hacer tu trabajo aunque muestras cierta querencia a decirme cómo tengo que hacer el mío. Y del mismo modo que me dijiste que tú llevabas el área militar y yo la diplomática, debiendo ambos respetar el área ajena, cosa que acepté, ayer mismo violaste ese acuerdo. Y no pretendo discutir sobre ello ni mantener una bronca charla. Tienes tus formas, pero sabes cuándo el de enfrente tiene razón -dijo seriamente pero sin acidez-. No tendré tu edad y podrás considerarme un tierno infante imberbe, pero usando tus expresiones, hace tiempo que tengo las pelotas bien pobladas y el culo pelado. Sabueso no es un hermano juramentado, pero ahora forma parte de la Compañía aunque solo sea porque ofrece sus servicios a la misma y mientras dure esta situación, gozará de las obligaciones y derechos derivados de ello y si es necesario echar mano del rango, Cabo Barril, lo haré. Ahora es mi guardia personal. Lo será por tres días, que es el máximo que puede durar esta misión, o lo que se tercie. Y antes de que me dijeras lo que debo decirle o no a Sabueso, él ya sabe que te debe respeto y debe obedecer tus órdenes. ¿Y privilegios? ¿Como cuáles? Es un esclavo que ha sido regalado con la misma facilidad que tiras un hueso a un perro. No voy a pisar la cabeza de un hombre que debe sentirse abandonado por quien le compró. Y si puedo hacerle las cosas más fáciles, otorgándole un mínimo de amabilidad y humanidad lo haré. No me cabe duda de que este hombre, porque es un hombre y no un perro como designa su nombre y que no posee las caracterísiticas del mote que se le hubiera otorgado en la Compañía, no está acostumbrado a funcionar en grupo. Así que lo más sencillo ahora mismo era designarlo mi guardia, te guste o no. Y eso no es un privilegio cuando en su mente eso implica sacrificarse hasta la muerte de ser necesario. Y no voy a aceptar discusiones al respecto.

La mirada de Analista se mantenía fija e inquebrantable en la de Barril, siempre parapetado en la máscara de su casco.

-Respecto a esas cosas, como las designas, son pociones curativas de un lado. No muy potentes pero permitirán estabilizar a aquellos que resulten particularmente heridos. Por otro, hay redomas de fuego alquímico. Deben ser arrojadas y al romperse y entrar el líquido de su interior en contacto con el aire entra en combustión. Pueden resultar útiles para provocar incendios, o si se utilizan contra criaturas vulnerables al fuego, como los Trolls y otros seres.  Finalmente tenemos las ramitas yesqueras que son un objeto alquímico. Están hechas de madera, y en un extremo tienen una sustancia que prende llama ante el roce con cualquier material con una superficie irregular. Sirven para encender fuego rápidamente, sin usar yesca ni pedernal y pueden ser usadas por cualquiera, sin necesidad de tener especiales conocimientos sobre supervivencia.

Giró un tanto el cuello, para aliviar la tensión que cada nueva conversación añadía.

-¿Algo más?

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Barril chasquea la lengua una vez, no quería convertir esto en algo largo, pero no estaba de más dejar un par de cosas claras.

— A ver, dije medírnoslas "delante de los hombres", los estirados extraños me dan bastante igual hasta cierto punto. Sí, ya sé que puede que te perjudicara en tu trabajo con la mujer-joya y lo lamento, pero Serpiente debía ser corregido delante de los hombres en ese mismo momento porque su flagrante falta atentaba contra ellos y su disciplina militar, además de producirse delante de esos extraños. Fue algo necesario, que no deseable, si bien si hay una próxima la corregiré de una manera más violenta, y de nuevo sin importar quien esté delante. Quitarle de la cabeza que se puede escudar en la presencia de extraños para no ser castigado era necesario. De ahí que tuviera que molestarte, cosa que repito, no fue adecuada. — El enorme cabo se encoge de hombros reiterando su anterior amago de disculpa.

— En cuanto a decirte qué hacer en tu parcela, no se me ocurriría, pero esperaba que aceptaras alguna idea, sobre todo cuando la presencia de Sabueso afecta a los asuntos militares que es la mía, de ahí mis sugerencias y la palabra clave fue "deberías" si no recuerdo mal.

Y estando de acuerdo en que no es un Hermano Juramentado, ni goza de sus derechos y deberes ya me quedo más tranquilo. Le puedes nombrar guardaespaldas o cocinero del reino, tanto da a efectos prácticos. Aunque cuídate de un hombre que se puede sentir como un perro, podría morder la mano que le da de comer. Ni siquiera sabes si es humano, ya me dirás tú cómo ve sin ojos, porque no se ha tropezado con nada aún. Pero no adelantemos acontecimientos, viene con nosotros, le has dicho que me obedezca y eso es todo lo que necesito saber por el momento. En cuanto a privilegios me refería a la manera que le has comentado a Guepardo que le dé de comer. Lo hiciste con tacto, sí,  pero no quiero que tengan la impresión de que un recién llegado está por encima de ellos, no sé si me entiendes. Por eso te pido precaución en ese tipo de cosas.

En cuanto al equipo está claro que son cosas muy útiles. Veo un desperdicio dejarlo aquí, equipar a los hombres con ello me parecería lo mejor, ¿qué dices tú? —

La mañana transcurrió sin nada reseñable. Matador empezaba a impacientarse, preguntándose con algo de confusión qué demonios había sucedido con su misión. No parecía que estuviesen preparándose para una contra-emboscada, si es que había alguna. Los recién levantados empezaban a hacer contacto con Sabueso. Mierda, sí que era feo. Hacía que Caracabra pareciese... bueno, no tan feo. O quizás un tanto más (pero sólo un poquitín), más fácil de mirar.

Terminó el desayuno justo cuando Guepardo consiguió el sitio perfecto para cavar. Para él habría sido algo vergonzoso no atender a la petición de su Cabo incluso aunque no se la dirigiese a él, y también necesitaba un poco de ejercicio para bajar el desayuno.

En poco tiempo tuvieron un hoyo decente, de acuerdo a las peticiones de Barril. Ya se imaginaba un poco el propósito del agujero, por lo que sonrió con aprobación, por la excitación de la perspectiva de entrar en acción.

— Buen trabajo —dijo a nadie en específico—. Ojalá que podamos ponernos en movimiento pronto.

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Se limitó al final de la conversación. El resto era tan solo remover la mierda y el efecto de aquello siempre era el mismo.

-No tenía intención de dejarlo atrás. Lo suyo sería que cada uno contara con un vial para recuperarse de heridas leves, pero deben de tener en cuenta que no es la solución, sino un parche que evitaría que uno de los nuestros muera a falta de un médico entre nosotros. Las ramitas yesqueras, son un juguete. Podemos repartir algunas y dejar el reto para la Compañía. El fuego alquímico es valioso y a un tiempo peligroso. No es algo que debiera utilizarse tontamente. Me encantaría poder estudiarlo para fabricarlo, pero carezco del instrumental y me temo que mi formación alquímica tiene algunas lagunas a día de hoy. Quizás algún día pueda hacerlo -señaló con un deje soñador-. Tal vez nos enfrentemos a enemigos más que peligrosos y de lo que no cabe duda es que no podemos dejar atrás testigos de nuestro paso. Así que no conviene desdeñar lo que puede ser muy útil. Eso sí, deberán ser usadas con precaución y tampoco se las daría a todos. Confío en nuestros hombres en general, pero alguno de ellos tal vez considerara esto como un juguete y jugar con fuego nunca ha sido bueno. Bueno, Barril, creo que es hora de hacer formar a nuestros hombres y comunicarles las nuevas. 

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El silencio no era signo de completa aceptación más si de continuidad y quizás de cierta tolerancia, y eso tendría que bastar por ahora. Ambos hombres tenían sus razones y un trabajo que hacer, y eso era lo importante.

— Así es, vamos a ello. Me encargaré del reparto y de dar las instrucciones sobre el material en la formación, una vez acabes de explicar la nueva situación a los hombres. —

Barril hace un gesto al oficial para que le preceda en el camino de vuelta al campamento, y se coloca a su izquierda, medio paso retrasado, como corresponde a su rango.

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Tras alcanzar el campamento a la par que Analista, Barril se hace a un lado para examinar el hoyo que los cuatro esforzados soldados habían cavado.

— Buen trabajo muchachos, el sitio parece de lo más adecuado, bien visto Guepardo. Ahora vamos a formar, Analista va a explicar qué ha ocurrido y cómo nos afecta la visita que tuvimos anoche.

¡Eso va por todos! ¡A formar! Sabueso, ponte al lado de los demás hombres, os vamos a dirigir unas palabras e instrucciones. —

Estaba por ver si el hombre de los ojos cosidos le obedecería. Su estado y físico hablaban de un sometimiento absoluto al dogma del Señor del Dolor, si bien a Barril le intrigaba el cómo percibía su entorno. Una vez que los hombres presentaron una formación adecuada, Barril hizo un gesto deferente a Analista. Era su turno de explicar en lo que se metían.

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El otro líder, el descomunalmente gordo y de olor corporal penetrante, le había dado una orden. ¿Formar? No sabía qué era eso. Nunca había sido parte de un grupo de soldados y desconocía sus reglas. Afortunadamente, se lo aclaró al momento. Formar se trataba de algo tan simple como ponerse unos junto a otros.

Al colocarse junto a los demás para escuchar a los líderes vinieron a su mente recuerdos del pasado. Había "formado" de manera parecida desde que era niño, cuando los maestros les hablaban de la belleza y conocimientos verdaderos. Había aprendido muchas cosas, pero nunca a trabajar como hacían los mercenarios.

Los había estado observando. Uno cocinaba, otros cavaban, y otros iban atareados de aquí para allá, cargados de objetos. Parecía que cada uno tenía su función. Él estaba acostumbrado a otro tipo de forma de hacer las cosas. Tendría que prestar mucha atención, pero desde luego obedecer órdenes, por retorcidas que pudieran ser, era algo con lo que Sabueso estaba más que familiarizado.

Se quedó de pie, junto a los demás mercenarios que habían acudido. La niebla matinal pronto se retiraría. Aunque en aquel lugar nunca lucía demasiado el sol, la claridad creciente le empezaba a entorpecer "ver" cuanto le rodeaba. Aún así, no se puso la capucha y se deleitó con la sensación quemante que sentía en sus ojos cosidos, a la espera de que los líderes hablaran.

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Nada como cavar un hoyo con herramientas improvisadas tras el desayuno, no solo era todo un desafío logístico en sí, constituía un verdadero ejercicio matutino que dejaba tu cuerpo sudoroso y sucio. Lagrimita comprendió que había sido un error asearse primero, tendría que hacerlo nuevamente aunque solo fuera de cintura para arriba, lo achacó a sus tribulaciones, que no le dejaban pensar con claridad.

Gracias al buen juicio de Guepardo, Matador, Frontera y él pronto tuvieron un lugar adecuado donde ocultar todo lo que necesitaran. Se preguntaba si, además de las cajas, se guardaría algo más. El infante hizo memoria, juraría que la mujer-joya indicó que no necesitaba a toda la Compañía Negra, tan solo a unos cuantos y que tampoco tendría capacidad para transportar a todos. Sea como fuere, pronto se sabría como iba a acometerse el asunto.

La voz de Barril pronto resonó cerca, contento por el trabajo bien hecho. Era momento de formar, la curiosidad le embargaba.

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DÍA: 15, DÍA DEL SOL.

HORA: POR LA MAÑANA TEMPRANO. - CLIMA: CIELO GRIS CLARO. FRÍO MODERADO.

La niebla terminó de disiparse del todo. Se escuchaban multitud de sonidos en el bosque, fundamentalmente pájaros, pero también roedores. El lugar era oscuro y antinaturalmente siniestro, pero también estaba lleno de vida.

Todos formaron para escuchar lo que sus jefes tuvieran que decir.

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DÍA: 15, DÍA DEL SOL.

HORA: POR LA MAÑANA TEMPRANO. - CLIMA: CIELO GRIS CLARO. FRÍO MODERADO.

Plumilla había ido a dormir en cuando se alejaron los dos extraños y quedaba claro que no era necesario más ojos. La noche había sido normal, con la guardia tranquila, y había podido descansar lo suficiente para un día más de camino.

Se despertó junto a los demás y se entretuvo en vestirse, asegurarse la armadura, recoger, desayunar y asearse y ayudar en lo que pudiera en el movimiento matutino del campamento. En cuando el Cabo Barril pidió formar, dejó lo que estaba haciendo y se acercó con los demás compañeros a esperar ordenes y saber qué les iban a explicar sobre lo acontecido la noche anterior.

Observó con curiosidad de reojo a Sabueso mientras esperaba en formación, ¿Cómo podía moverse con los ojos… cosidos? ¿Quién cosería los ojos a alguien? ¿Lo habían hecho por maldad o por algún motivo práctico que a ella no se le ocurría? Cabeceó con la cabeza y suspiró, no creía que fuera capaz de siquiera preguntarle algo tan personal al extraño, así que volvió a inspirar y esperó a las palabras de los jefes.

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DÍA: 15, DÍA DEL SOL.

HORA: POR LA MAÑANA TEMPRANO. - CLIMA: CIELO GRIS CLARO. FRÍO MODERADO.

Siguiendo las órdenes e instrucciones de Barril, el grupo al completo, incluido Sabueso, formaron en aquella mañana gris y fría. Lengua Negra se despalzó para colocarse frente a ellos, de tal modo que todos pudieran verle y escucharle.

-Buenos días a todos -comenzó saludando-. Como todos sabéis, ayer recibimos una inesperada visita, por parte de una mujer que se presentó como una agente de la Corte Umbral y que dijo llamarse Seldocha. Su objetivo, contratar a la Compañía para llevar a cabo un trabajo consistente en eliminar a una mujer secuestrada por un grupo de druidas alojados en el llamado Corazón de Sombras en el Bosque Sombrío. Su nombre, Adriana de Pangolais. El hombre aquí presente y que responde al nombre de Sabueso será quien nos indique la identidad de la mujer, razón por la cual nos ha sido cedido. Deberemos viajar ligeros, razón por la cual deberemos dejar atrás parte de nuestro equipo y llevar lo imprescindible. Raciones para un par de días, odres, armas y armaduras y poco más. Nos transportaremos al lugar gracias a tres piedras, un artefacto mágico que permitirá que una docena de hombres con una carga ligera lleguen al punto ya predeterminado en las piedras -aclaró a todos los presentes.

Paseó de un lado a otro, mirándoles al rostro. Estaba serio, pero si había preocupación en su mirada, esta no se traslucía.

-Las piedras deben ponerse en el suelo en línea más o menos recta y separadas entre sí un paso. Quien las pise, entra en un sendero, un atajo por el Plano de las Sombras. Las piedras aparecen también en el punto de destino y duran un máximo de tres días. Para regresar, hay que pisarlas en sentido inverso. Al completar el viaje de vuelta por parte de todos los viajeros habilitados las piedras desaparecen. Sé que la magia no es algo que agrade a todos. De hecho, varios de vosotros os sintáis reacios a pisar esas piedras, pero es la única forma de que podamos llegar a donde tenemos que llegar. 

Los K´Hlata serían los menos dispuestos y prefería que supieran a aquello a lo que debían hacer frente y tratar de superar sus ancestrales miedos.

-Y os preguntareis que cómo es posible que hayamos aceptado esta misión cuando ya contábamos con una. El otro hombre que acompañaba a la mujer, poseedor de la visión oracular, afirmó que la caravana varisia que debíamos proteger, había sido destruida a sesenta kilómetros de nuestra posición. No ha sido una decisión fácil, pero si concluimos nuestro trabajo con rapidez y diligencia, todavía tendremos tiempo para regresar y comprobar la veracidad de esas palabras -señaló-. Respecto a la mujer objeto de nuestro contrato, se encuentra sometida a alguna clase de corrupción  física, espiritual, o ambas. No será fácil. Y una cosa más. No deben quedar testigos. Si alguien tiene una duda acerca de cómo proceder en la misión, este es el momento de formularla. Y una última cosa. Hace unos días todos recibimos una charla de nuestro Capitán dejando claros algunos temas. Y ayer, una vez más, algunos incurrieron en idéntico error. Sé que podéis sentir curiosidad, sé que podéis querer hacer preguntas pero ante todo sois soldados -Lengua Negra hablaba con suavidad. No quería empezar el día con recriminaciones pero era necesario insistir en algunos temas-. Cuando intervenís inopinada y libremente en una conversación a la que no estáis llamados o hacéis comentarios que ni siquiera ayudan, ponéis a la Compañía en entredicho. Hay ocasiones en las que el silencio es la mejor de las imágenes que podemos ofrecer, especialmente cuando quien acude a nosotros lo hace para acordar un contrato. Cada uno de nosotros tienen una función y debe ser respetada por los demás. Confío en que no se vuelvan a producir escenas como las de ayer. No son positivas y acaban enfrentándonos. Bien, momento de resolver dudas si las hubiera.

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Barril intervino de manera breve y rápida. Lanzó una mirada significativa a Sabueso, enfatizando que la respuesta también sería escuchada por el hasta ahora un desconocido para la Compañía.

— Una duda que será la de casi todos. ¿Qué es la Corte Umbral y qué tiene que ver con el Señor del Dolor? —

El asunto no tenía mucha relevancia ahora mismo, pero siempre convenía saber estaba remando uno. También eso podría poner al descubierto la razón del aspecto torturado de Sabueso, de ser el caso de tener que ver con la infame religión que se profesaba en estos lares. No dudaba de que Serpiente ya sabría algo del asunto, mas de lo de decía y menos de lo que creía. Aún así no quiso meterle en el saco de la gente normal.

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Frontera formó junto con el resto de la tropa. Se fijó en que aquel pobre desgraciado con los ojos cosidos que le había sorprendido antes de desayunar también se acercaba al grupo y se ponía junto a ellos. Los jefes lo habían llamado Sabueso, pero seguía sin tener muy claro quién se supone que era.

Analista comenzó a hablar y menciono algo de una visita por la noche.

— ¿Cómo todos sabéis? Yo no me había enterado de nada de eso... —pensó para sí rascándose la cabeza.

No obstante, el oficial hizo un resumen que permitió a Frontera no perderse en los entresijos de la misión, que parecía haber cambiado radicalmente. Además, ahora ya sabía que hacía el ojos cosidos rondando por el campamento. Pero, ¿viajar usando unas "piedras mágicas"? Eso sonaba a mal yuyu.

Analista dio algunos detalles e incidió en las palabras del Capitán del otro día. Terminó de hablar y preguntó si había alguna duda. El explorador levantó la mano tímidamente y preguntó.

— ¿Cómo sabemos que esas piedras son realmente seguras? ¿Y si nos llevan a otro sitio distinto del que nos han dicho? — cuestionó, suspicaz.

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Nada de lo que comentó Analista le gustó. Nada. Para empezar el interrumpir una misión para ir a hacer otra. No le pareció leal ni profesional. La magia tampoco era del agrado del k'hlata, aunque llevaba cierto tiempo viendo cómo bien empleada podía llegar a ser útil. Lo sabía pues los chamanes de la tribu jaguar también tenían poderes, bastante más efectivos que los del birrioso Rastrojo aunque últimamente parecía progresar, y podían darse buen uso. No obstante viajar por el Mundo de las Sombras le pareció un craso error. Él lo sabía bien. Soñaba cada noche con ello, pudiendo verlo. Ese mundo era como una réplica oscura del mundo en el que vivían, o al menos así lo percibía Guepardo. Pero era un mundo oscuros y tenebroso, donde la luz apenas llegaba, mortecina y pálida, y la naturaleza crecía mustia y marchita. Y estaba llena de seres oscuros, terribles y hostiles. O así lo veía él cada noche. Era una mala idea y por ello la pregunta de Frontera le pareció muy oportuna.

Sin embargo, a pesar de que la pregunta de Barril podía ser oportuna, en la cabeza del jaguar se formuló una pregunta más elemental y más simple.

- ¿Cómo sabemos que todo lo que han dicho es cierto? - preguntó críticamente sabiendo que, en efecto, no tenían manera de saberlo y que podían estar desviándolos de su auténtica misión en falso, solo porque un individuo decía que así había acontecido, o enviándoles a matar a una mujer inocente y a unos "druidas", fuera lo que fuesen, no culpables de lo que les habían contado. Evidentemente no tenían manera de conocerlo, pero quizás habría que pensar algo al respecto.

El joven tenía claro que la Compañía era un grupo de mercenarios que hacían trabajos por dinero. Pero el jaguar, cuando ingresó por primera vez, escuchó constantemente por parte de Rompelomos el código de conducta y de honor de aquellos hombres que formaban aquel grupo. Y deseó creer en eso. Muchas, muchísimas veces, había sido testigo cómo la Compañía era experta en quebrantar sus propias normas, pero no perdía la esperanza de que, entre los supervivientes del mermado grupo mercenario, hubiera sobrevivido la decencia.

Los acontecimientos acababan de sobrepasar sus expectativas por mucho. 

¿Portales mágicos, asesinar mujeres, druidas locos secuestradores? Maldita sea, si moría en una de aquellas alocadas misiones, al menos Matador podía decir que era el gladiador de la Arena de Dádiz que más lejos llegó en el Círculo del Mundo. O de los mundos, dichas sean las cosas con propiedad, pues ya estaban incluso "extraplanares", sea lo que fuese aquello.

Miró a quienes hacían sus preguntas a Analista, y supuso que las contestaría todas de sopetón. Aprobó con un ligero asentimiento la pregunta de su Cabo. También quería saber qué coño tenía que ver el Señor del Dolor en toda esa mierda, y a pesar de la conversación que tuvo con Barril antes de la misión, le alegró saber que el Cabo lo había tomado en cuenta pese a notarse algo esquivo y en desacuerdo. La pregunta de Frontera también fue buena. ¿Qué les impedía mandarlos a un plano de terrores y torturas como los que les encantaban a esos extraños seres? Matador reprimió un escalofrío que le recorrió desde la coronilla hasta la base de la espalda.

Cuando Guepardo habló, Matador observó de reojo la expresión un poco contrariada de su cara, con el ceño fruncido. Pese a no tener pelotas físicamente, seguían en su mente justo en su lugar. Le agradaba el Jaguar Asesino. Aunque la misión acabara de volverse una completa locura, se sentía agradecido de tener buenos hombres de armas junto a él. Tal vez Analista, Dedos, Frontera y Plumilla no eran combatientes excelentes, pero definitivamente no eran para nada inútiles. Entre todos se cubrirían las espaldas y saldrían con bien de aquello.