Partida Rol por web

Los guardias de la ciudad se remueven inquietos, no saben como reaccionar ante lo que podría ser una falta de respeto hacia su sagrado señor y hacia su ciudad.

Una extraña mujer, parece una bruja, situada junto al misterioso embozado mira con obvio desagrado y sisea hacia él como si fuera a lanzarle una maldición, pero se contiene.

El portador del estandarte de la ciudad se adelanta y alza su estandarte justo en el momento que las enormes puertas que están tras él y que dan al edificio principal de la fortaleza crujen y comienzan a abrirse.

Se hace una oscuridad, espesa y fría, el aire se vuelve doloroso de respirar.

Un monstruoso ser demoníaco empuja con enorme esfuerzo las colosales puertas...

El Chambelán de las Cuchillas hace un gesto solemne para inmediatamente postrarse sobre ambas rodillas. Todos los presentes hacen lo propio, aunque la guerrera del ejército de Cho'n Delor lo hace con torpeza, como si fuera una marioneta.

La reacción de Matagatos fue previsible. Tan perfecto en su comportamiento, tan adecuado en sus formas, tan embriagado estaba por lo que quería demostrar con las apariencias que no podía actuar de otra manera. Ceñudo observé como Rastrojo obedecía por primera vez en su vida con algo de diligencia y como con una decisión nacida del desprecio me agarraba del brazo.

Pero no me dio tiempo a decirle que no me tocara cuando en el patio de armas comenzó el movimiento. Las puertas se abrieron y en las sombras que escaparon empecé a sentir cada vez más asfixiante, cada vez más cercano, el poder que hacía tan solo unos instantes había vislumbrado.

Con un tirón me zafé de la negra mano del mestizo.

- Aparta tus apestosas manos de mí chamán y abre los ojos. Él ha llegado. Está aquí- Sonreí.- El Señor del Dolor- añadí con un siseo.- Póstrate- añadí antes de hacer caso a mi propio consejo.

Para qué permanecer en pie, qué sentido tenía. Arrodillarse ante aquel ser no era sino reconocer lo lejos que estaba en ese momento del poder que él poseía. En ese momento…

- "Los dioses no nacen siendo dioses."- Sonreí.- "Él fue mortal hace tiempo; yo soy mortal ahora..."

- Peregrino aprieta los dientes, resistiendo la opresión sobrenatural que flota en el ambiente, pero un terrible dolor que recorre cada uno de sus nervios le hace desplomarse de rodillas.

- Serpiente se arrodilla y agacha la cabeza en gesto de sumision.

- Uro se siente amedrentado por la sensación de temor en el patio. Siente un hormigueo en los miembros, como si una suave corriente eléctrica los recorriera, y posa las rodillas en el suelo.

¿Qué está sucediendo aquí...?

La duda corroe el alma de la ingenua exploradora. Acaba de ser testigo, con dureza, de la transformación bestial de alguien demasiado conocido. Y esa transformación, sin duda, es obra de la magia. Serpiente se revela aún más loco de lo que ya ha demostrado ser, y, a continuación, se humilla, se postra ante el ser que está entrando, rodeado de un aura de malignidad manifiesta. Un aura mágica también.

El Señor del Dolor, ha dicho el mago. Por tanto, aquel que manda en Cho'n Delor, el que les ha contratado. Incomprensible que alguien así, alguien que se rodea de gente como la que ahora está aquí presente, les necesite a ellos. A la Compañía Negra.

Pero eso es algo que R'Gaa no va a discutir, ni a racionalizar. No importa. Las cosas son como son, y ya está.

Aunque.... ¿arrodillarse...? Su mirada se desvía hacia su líder, Matagatos. ¿Qué va a hacer él...?

Me dirijo hacia Serpiente para cumplir las órdenes de Matagatos. La verdad es que no me gusta tener que usar la fuerza con un personaje tan raro y siniestro, y no quiero perderme el resto de la ceremonia ya que me impresionan la suntuosidad del Bastión y lo poderosos que parecen los personajes que nos reciben. Pero en el momento en el que voy a llegar junto a Rastrojo se abren las puertas y veo que todo el mundo se arrodilla.

Sin embargo yo estoy dispuesto a cumplir mis órdenes y me quedo de pie, pero cuando voy a agarrar del brazo a Serpiente y pedirle que se levante, siento una gran debilidad en mis piernas y un dolor agudo me recorre todo el cuerpo. Asustado, me arrodillo rápidamente con esperanza de que el dolor termine.

Campaña se había visto obligado a continuar avanzando hacia el Bastión del Dolor y no había podido detenerse ni un momento más para hablar con Sierra. La vida en la Compañía Negra era así, el deber lo era todo y Campaña debía continuar en la formación. Apenas hubo tiempo para la despedida, ni siquiera recibió una respuesta a su declaración, pero de lo que estaba seguro es de que ella había entendido perfectamente lo que le había dicho, de modo que, cómo se decía a veces en la Gran Sabana, la piedra estaba ahora en su tejado. A pesar de no haber podido cruzar ni una palabra con la mercenaria, Campaña marchó satisfecho por haber podido verla, sólo con eso se conformaba.

La Compañía atravesó las enormes puertas del Bastión del Dolor para comprobar que aún no habían visto todo en aquella ciudad, la fortaleza era asombrosa y nada tenía que ver con las empalizadas de las tribus de la sabana como los Caimanes Negros o los Tres Castores. Que aquel encargo sería muy distinto a los que habían tenido hasta ahora resultaba evidente incluso para la mermada mente de Campaña.

Aquel despliegue de medios era suficiente como para causar miedo hasta en el corazón más fuerte y valeroso, algunos seguramente se habrían asustado al verse encerrados entre aquellos muros infranqueables o embargados por aquella sensación extraña que flotaba en el aire. Sin embargo, Campaña se veía extrañamente atraído por toda aquella gente, aunque no habría podido explicar la razón.

Siguió el paso hasta que la Compañía dio órdenes de detenerse, momento en el que se paró, miró al frente y se mantuvo firme. Muchos de los presentes centraban sus miradas en ellos, como esperando algo o evaluando si realmente eran lo que habían escuchado de ellos: la Compañía Negra estaba a prueba.

La extraña sensación comenzó a intensificarse cuando algunos de los presentes se arrodillaron. Había pasado de ser como una especie de presentimiento funesto a una especie de fuerza creciente que te oprimía los hombros hacia abajo. Campaña aguardó antes de hacer nada, poniendo atención a lo que hacían los mandos de la Compañía y en especial, el mando de los Hostigadores. Si ellos se arrodillaban es que había que hacerlo, no había otra explicación posible.

Todo aquello había sucedido tan rápido...

Mientras Serpiente parecía haberse vuelto loco, Rastrojo y Vieja Gloria marchan a detenerlo para que no amenace la marcha. Aquel hombre, si es que podía llamarse hombre, necesitaba de alguien que lo pusiera en su lugar: Quizás que su hermano fuese el reemplazo de Lengua negra estaba subiéndose demasiado a su cabeza. Como si pudiera saltarse todas las normas, como si siempre encontrara alguna manera de resaltar, y no precisamente para bien.

Todos lo observaron, como era lógico, aunque sin embargo aquello no interrumpe la ceremonia. La gran puerta se abre ante ellos, y allí se dispone algo o alguien cuyo poder parecía embriagar a todos los que allí lo presenciaban. Muchos se arrodillaron, mientras él aguardaba, dubitativo, la decisión de Matagatos. Si había que mantenerse allí, de pie, entonces ellos tenían que seguir así. Forma parte del respeto a ello, forma parte de su integración en aquel grupo.

Su mirada danzaba entre todos los que allí se encontraban. Sabía que aquello podía ser peligroso, su instinto de supervivencia casi le gritaba que se arrodillara, pero intentó no hacerlo

Siguiendo el principio muy conocido en la Compañía de "allá donde fueres, haz lo que vieres", el Capitán se arrodilla despacio.

Consigue hacerlo con elegancia y dignidad, lo que inspira a la mayoría de los miembros presentes de la Compañía Negrara para hacer lo propio, de forma disciplinada y ordenada, como una maquinaria militar bien cuidada y engrasada.

- Matagatos siente un hormigueo en las articulaciones, apenas un dolor, pero se siente intimidado por la situación y se apresura a caer de rodillas.

- Vieja Gloria hace lo mismo, aunque temblando visiblemente de temor y de dolor.

- Mentiroso logra sobreponerse al temor, por alguna noción de orgullo del desierto, pero un latigazo de dolor lo estremece desde los cabellos a los dedos de los pies y le obliga a postrarse de rodillas.

- Campaña titubea, pues está observando lo que hacen los mandos y Matagatos, pero entonces siente una maravillosa sensación, nueva y desconocida. Una sensación que no había sentido jamás en su vida, la de un intenso y lacerante dolor. Sorprendido, se siente abrumado y sobrecogido, y cae de rodillas.

Así que sí... que hay que arrodillarse.

El Primero de la Compañía, el propio Capitán, ha hincado la rodilla. Y tras él, con una coordinación que es hasta bella, el grueso de la tropa.

R'Gaa ya no duda. No es nadie, menos que un insecto, allí enmedio. Sus rodillas besan el suelo, como tantos. Y no puede dejar de mirar, fascinada, a aquel que provoca tal reacción en cuantos se hallan allí.

El Teniente, el segundo al mando de la Compañía, se arrodilla con la misma elegancia y donosura que su Capitán.

Lo mismo hacen Analista y los Magos.