El hechicero permanece estoico e inmóvil, es como si su mente estuviera muy lejos de ese lugar.
La bruja mira a los integrantes de la Compañía Negra con un desprecio apenas disimulado.
La Coronel del Ejército de Cho'n Delor contempla la Ceremonia con ojos vacuos en su rostro inexpresivo. Algo en ella recuerda a las leyendas acerca de los Zumbu de los tiempos del Profanador de Mentes.
El guerrero mercenario asiente ante los juramentos de los nuevos hermanos de la Compañía, a la que contempla con cierto respeto y algo parecido a la sana envidia en su mirada.
El Señor del Dolor observa desde segunda fila los juramentos. Es obvio que está haciendo un esfuerzo sobrehumano para contener su pavorosa aura de terror y sufrimiento, intentando, sin conseguirlo del todo, ser uno más entre la multitud de asistentes a la ceremonia.
El monstruoso demonio observa con aborrecimiento a los miembros de la Compañía Negra, preguntándose qué los hace tan especial y porqué su amo y señor los necesita tanto.
Golkas mira con furia en dirección a la que debía de ser su esposa, R'Gaa, que acaba de jurar, obteniendo así la protección de la Compañía Negra en pleno.
Sierra contempla a la Compañía con aparente indiferencia. Los mercenarios independientes encarnan todos los estereotipos negativos que rodean al mundillo mercenario. El estereotipo de gente interesada motivada única y exclusivamente por el dinero y la ganancia, sin compañerismo, sin hermandad, sin "esprit de corps".
Las tropas regulares, o más bien sus pocos representantes presentes en el Bastión, contemplan a la Compañía con obvia admiración, casi con adoración. Es tanto lo que se ha dicho en la ciudad sobre estos mercenarios en las últimas semanas. Se espera de ellos que inclinen la balanza de la guerra, que ayuden a derrotar al Reino Pastel, convirtiéndolo una vez más en legítimo vasallo de Cho'n Delor.
La expresión del primer ministro del Dominio del Dolor es como un libro cerrado, pero sus ojos bailan y danzan de un lado para otro, evaluándolo todo, sopesándolo todo.
El Verdugo mira con ojos inquisitivos y escrutadores a todos los mercenarios, preguntándose a cuántos tendrá que ejecutar con su descomunal hacha por traición antes de que esta guerra termine.
Los guardias hereditarios y casi decorativos de la ciudad contemplan en admirado silencio a los miembros de la Compañía Negra.
Son apenas doscientos mercenarios, apenas un cinco por ciento de la fuerza de combate total de Cho'n Delor. Y sin embargo... hay algo especial en ellos. No sólo las profecías de las brujas sobre ellos y el Triplete. Es como un "algo más" que les hace especiales.
Un Jaguar nunca se arrodilla ante nada ni ante nadie...
Juro
No lo olvides, hijo mío...
Juro
Estarías insultando a tu pueblo...
Juro
Estarías escupiendo a la cara a tu familia...
Juro
Me estarías deshonrando...
Juro
Sin embargo Guepardo, miembro de la tribu de los Jaguares asesinos, se había arrodillado ante el terror, ante el más absoluto y primigenio dolor que un ser humano pueda conocer jamás. Le quedaba el consuelo de haber intentado resistirse, pero sus rodillas temblaron y se posaron sobre el cálido suelo. Y después llegó él, llegó al que llaman el Dios del dolor.
Yo sé lo que es el dolor - se había dicho en la seguridad de su celda días antes.
Pero ahora tenía por seguro que no conocía ni de lejos lo que implicaba el verdadero dolor. Y solo lo había sentido por un pequeño instante. Menos de un segundo de bajada al infierno que se le había hecho eterno. ¿Era ese monstruo al que habría de servir en adelante? ¿Se iba a hacer soldado de un ejército dominado por semejante bestia? Tuvo que apretar los puños y hacer un esfuerzo titánico para no comenzar a llorar. ¿Dónde se había metido? ¿Cómo había podido llegar allí? Tenía que escapar, fuera como fuera vio claro en ese momento que debía volver con su pueblo. ¿Por qué se habría marchado? ¿Por qué? No recordaba bien los motivos. Era feliz. ¿Qué hacía allí?
Tienes que recordar -Sacorroto se lo había dicho antes de desmayarse. Pero ¿qué?
Se levantó junto a sus hermanos con las piernas temblando aún. Era hora de jurar fidelidad eterna a la compañía. Era hora de empezar a pensar como huir de aquellos psicópatas que obdecían al diablo. Quizás un caballo, de noche...en una de las guardias. Se acordó de Sacorroto y tragó saliva. Él no era un buen jinete y no sabía moverse rápido y sigilosamente. Guepardo era diferente. Si un Jaguar no quería que lo cogiesen, no lo cogerían. Eso lo sabe todo el mundo.
Recibió la bienvenida del capitán. A su lado estaba Ponzoña...su hermano juramentado. Prácticamente un desconocido. No dudaría en matarlo si se interponía en su huida.
Juro
Guepardo siente la mano del Capitán sobre su hombro izquierdo. El Capitán le está mirando a los ojos.
- "Bienvenido a la Compañía, hermano." -
Cochinillo mira a los Hostigadores que acaban de jurar con orgullo. Con orgullo y también con algo de envidia: todos los Campamenteros siguen siendo todavía solamente Reclutas.
Falce mira hacia los tres Pelotones situados en el lado Sur del rectángulo formado en el gran patio del Bastión por la Compañía Negra.
Los Pelotones de Hostigadores, Campamenteros y Reservas. Los Hostigadores ya son todos Soldados, a excepción de Rastrojo y Vieja Gloria. Pero Campamenteros y Reservas siguen siendo todavía Reclutas, casi ochenta efectivos de un total inferior a los doscientos combatientes con qu cuenta en total la Compañía.
Lagrimita le ciñe la capa sobre los hombros a Pelagatos:
- "La Compañía está orgullosa de ti, hermano." -
Azulado le da una palmadita en la espalda a R'Gaa y le sonríe.
Demencial le ajusta la capa sobre los hombros a Sicofante.
Por fin la Ceremonia llegaba a su final.
¿Que pasaría ahora? Nadie lo sabe. Ignoro el motivo exacto que nos hace estar aquí, en este Bastión, pero una cosa es segura. Nada bueno puede acarrear esta parada salvo el alzamiento de nuevos hermanos de la Compañía.
- Veamos que nos depara el inminente futuro. - pienso sin moverme lo más mínimo de mi posición. Tan sólo un leve asentimiento de cabeza cuando R'Gaa hace el juramento y es nombrada "Hermana" por el Capitán.