Partida Rol por web

Vuelves a ser teletransportado, pero no a la zona en la que estabas anteriormente, esta zona es nueva, hace muchísimo frío, el suelo está cubierto de nieve, el frío te cala por dentro, sientes dolor del mismo frío que hace, hay una lámpara que ilumina la habitación en la que estás. Un conjunto de máscaras de guerra demoníacas cuelga en el muro este, y alguien ha garabateado "El Pacto Blanco ha saqueado este lugar" en el muro sur. Hay un arco en la parte norte y otra en la parte sur. En medio de la estancia se encuentra un no muerto, un esqueleto de troll al que parece no afectarle ese frío.

A tus pies ves una mochila y la lanza de caballería junto a una nota: "Tu recompensa por ganar la arena"

El frío allí era aterrador, un aire gélido que congelaba los músculos. Al menos, habría sido así de no estar acostumbrado, de no haber superado un exhaustivo entrenamiento con el que había llevado a su cuerpo a límites imposibles. El dolor tenía sus recompensas a veces, algunas que uno no descubría hasta momentos como ese, en los que podía significar la diferencia entre la vida y la muerte. Al parecer no era el único inmune a las temperaturas, aunque en el caso de su enemigo hacía tiempo que había cruzado la línea. Podía moverse, pero no había vida en él.

En cuanto tuvo la oportunidad, dio un rápido paso junto al troll y, haciendo uso de una de sus muchas llaves aprendidas, golpeó al esqueleto, colándose entre sus defensas para hacerle la zancadilla y usar el propio peso del rival para tirarle al suelo.

Con una magnifica llave consigues lanzarlo y tirarlo al suelo con tanta facilidad que nadie diría que es un ser superior a ti. El troll se levanta gruñendo, desde su posición lanza un ataque, su largo brazo pasa a escasos milímetros de ti, pero con una buena parada evitas que te de

Una sonrisa se extendió por su rostro, consciente de su gran habilidad. ¿Qué podía hacer una criatura así contra él? Devolvería a su enemigo a la muerte definitiva, eso era seguro.

Mientras el cadáver se levantaba, lanzó una rápida patada, y tras lograr detener el golpetazo del troll esqueleto se lanzó a fondo contra él, convirtiendo sus puños en dos fuegos ardientes con los que golpeó hasta machacar el hueso.

Sin ningún esfuerzo conviertes en polvo a base de golpes los huesos del esqueleto troll. En el momento en que el troll muere, ves como el característico holograma que anuncia la muerte de un tributo aparece, en esta ocasión aparece aquella persona a la que te has enfrentado hace nada en la arena

Casi a la par que cayó el troll, parecía haber muerto otro de los tributos. Con ese, si no había contado mal, iban ya cuatro los caídos. Aunque de éste tal vez sea responsable, pensó al recordar como le debía de haber debilitado en el combate.

—Bueno, tampoco había otro remedio. Era él o yo —dijo en alto, pese a que no había nadie para escuchar.

Volviendo a la realidad en la que se encontraba, se quedó mirando primero el cadáver del troll y, después, la mochila que había en el suelo, junto a la lanza de caballería. Y yo para qué leches quiero eso, se lamentó interiormente, con un suspiro. Daba igual, era su premio, aunque no lo hubiera pedido. Además, tal vez la mochila contuviera algo interesante, algo de más valor para él.

Ignorando la habitación, pues estaba claro lo que significaba el garabato de la pared —allí no habría nada, pues no debía de quedar ni una piedra sin remover—, se acercó a la mochila y miró a ver que encontraba. También levantó la lanza, comprobando su peso. Si iba a acabar sobrecargado, no merecía la pena llevarla.

Coges la mochila, no pesa, al mirar en su interior tus sospechas se confirman, está vacía. La lanza de caballería es pesada, al compararla con los demás objetos que llevas te das cuenta que es la más pesada de todas

Al recuperar la consciencia, te das cuenta de que no estás en el mismo lugar, ese sitio está lleno de nieve y hace muchísimo frío, tus ropas están empapadas, no puedes parar de tiritar. Ves una nota delante tuya, mojada por la nieve

He vendido tus sudarios para curarte, no vuelvas a decepcionarme. Lea

El frío quema tu piel haciéndote daño, miras la habitación en la que te encuentras, un gran horno y un depósito de carbón se encuentran en el centro de la habitación, y un par de botas se encuentra en la esquina sureste de la habitación. La habitación no tiene puertas, pero si arcos en cada una de las paredes

Frotándome con las manos los brazos, intentando sin demasiado éxito entrar en calor, miro a mi alrededor, buscando algo, sin saber bien el qué. Al fin y al cabo, gracias a Fonkin estoy vivo agradezco mentalmente a Lea por esta nueva oportunidad.

Al encontrar las botas me acerco rápidamente para ponérmelas y abrigarme un poco de este frío intenso, aunque el frío ya había penetrado por los pies y comenzaba a subir.

Una vez con las botas puestas, me levanto y me pongo en camino, tanto para intentar entrar en calor, como para intentar encontrar la salida. Había llegado a este nuevo escesario sin pasar por el capitolio, con lo mismo que tenía, o mejor dicho, sin lo que podría necesitar.

Sin pensarlo demasiado, me dirigí por el portal que tenía a mi izquierda.

Se encogió de hombros, un poco decepcionado pero sin darle demasiada importancia. Que no hubiera nada tampoco importaba demasiado, y una mochila podía llegar a ser útil. La dobló lo que pudo, haciendo un pliegue tras otro, y dentro de la suya propia, a buen recaudo y sin que molestara. La lanza, en cuanto vio lo pesada que era, la desechó; al fin y al cabo, tampoco iba a usarla.

Ya listo para seguir, se paró unos minutos para recapacitar. Estaba empezando a aprender con familiaridad por aquellos pasillos, encontrando trampas y sorteando peligros, a la par que avanzaba con sigilo y, llegado el momento, golpeaba de manera mortífera. Poco a poco se iba adaptando, lo que le daba una gran ventaja, o eso esperaba. Además, ahora que había llegado a otro nivel, tocaba empezar a hacer uso de lo que había comprado. Tardó un poco, pero tras unos instantes, ya se sentía preparado para continuar.

Decidido por donde, se acercó al arco sur, con la pértiga por delante, y una vez llegó, sin peligro, la guardó para seguir por su propio pié. Era hora de descubrir hasta dónde había aprendido.

Sabiendo camuflarte con el entorno comienzas a caminar despacio sin dejarte ver ni escuchar, te asomas al arco que comunica las dos habitaciones y no encuentras nada, solo nieve, avanzas con cautela hacia la siguiente habitación para encontrarte lo mismo, nieve y una habitación vacía, aunque en una parte de la habitación parece haberse derretido un poco la nieve y se puede ver un charco gris

Avanzas con cautela hacia la siguiente habitación para encontrarte lo mismo, nieve y una habitación vacía, aunque en una parte de la habitación parece haberse derretido un poco la nieve y se puede ver un charco gris

Ignorando el charco, y pasando alrededor por si de alguna trampa se tratara, siguió avanzando, hasta otro nuevo arco, buscando algún indicio de la salida de aquél nivel.

Cuando llego allí, todavía frotándome el cuerpo con las manos, me llevo las manos a la boca para intentar calentármelas. Con un rápido vistazo, parece que no hay nada en la habitación, o al menos nada de valor, aunque ese charco ¿qué podría ser? quizás fuera una fuente de calor, o quizás un monstruo escondido.

Cogiendo el bastón, me acerco cautelosamente, palpando cada palmo de terreno antes de pisarlo. Una vez cerca del charco, lo miro detenidamente, tocándolo con el bastón.

Un círculo de piedras altas se encuentra en el lado sur de la habitación, y varias piezas de papel rasgado están dispersas por toda la habitación. No parece haber nada más en la habitación, pero de pronto algo llama tu atención, un ruido, como de pelea, viene del norte, más allá de la puerta por la que has venido

En cuanto tocas el charco este lanza ácido hacia el bastón que le ha tocado que empieza a disolverse*

Como me temía, nada bueno podía salir de un sitio como este. Gracias a dios que pude retirar el bastón a tiempo, pues era de las pocas útiles que tenía en estos momentos.

Con fastidio, comienzo a coger nieve y lanzarla sobre el charco, a una distancia prudencial, hasta que me canso.

Echando un ojo por toda la habitación, decido abandonarla, frotándome de nuevo los brazos, decido bajar a la habitación que está hacia el sur.

El ruido de lucha atrajo mi atención hacia el norte, pero en seguida le quité importancia; si alguien había llegado hasta ese nivel, podría fácilmente lidiar con las criaturas que esperaban. Y si no podía, es que el incauto no merecía continuar, pues aquello no era más que el principio.

En su lugar, entro a la nueva habitación con cautela, observando el círculo de piedras. ¿Qué sería? Mirando no lo iba a descubrir, y tampoco podía ignorar cada cosa que veía. Aún podía recordar la moneda que le había sacado de la Cornucopia, y a saber como sería el siguiente transporte.

Con calma, fue acercándose a los papeles rasgados y empezó a recogerlos, viendo a ver si tenían algo escrito o dibujado.