Partida Rol por web

El atlético Nestor se sumergió con facilidad, alejándose de la playa hacia una zona más profunda, donde el menudo ser pudiera verle con facilidad. Emergió del agua a varios metros de las embarcaciones, gritando y chapoteando.

Inmediatamente, el gnomo giró su arco tensado en dirección al héroe. Mascullando primero algo en su extraña lengua, sorprendentemente añadió algo en un bastante claro míthyko: -No te muevas, o te atravesaré con una flecha.- Sin embargo, no disparó su arma aún.

Sin dejar de apuntar a Néstor con su arco, el enano añadió: -... aproxímate a la playa muyyyyyy despacio.-

Mentras tanto, Néstor vió por el rabillo del ojo a Melanctha escurriéndose entre las embarcaciones, y saliendo del agua a la tierra de la playa, agachada. Mientras preparaba una flecha en su arco, la cazadora iba escendiendo por la playa de tierra, despacio, manteniéndose pegada al dique del muelle, hasta llegar a lo alto de la playa, justo al inicio del muelle, tras el gnomo.

Al mismo tiempo, Aetos se había ocultado bajo el agua hasta llegar junto al muelle, y una vez allí, trepó ágilmente por la roca usando las pies y manos desnudos, hasta subir hasta arriba y situarse justo al borde del muelle, muy cerca del gnomo.

Algo más adelante en el túnel, girando un recodo a la derecha, Melanctha y Aetos alcanzaban a ver parte de una escena. Ven varias sillas alrededor de una mesa, muebles los cuales se encuentran bellamente trabajados en una epecie de hermosas rocas cristalinas, cuyo color varía según como les incida la luz. Sobre la mesa hay también bellas jarras trabajadas en el mismo material.

Melanctha y Aetos alcanzan a ver que otros tres individuos pequeños como el que se encuentra en el muelle apuntando a Nestor se hayan sentados alrededor de la mesa. Los "gnomos" serían difíciles de ver, debido a esa curiosa cualidad de su piel que hace que adopte el tono de la roca del fondo, si no se estuvieran moviendo y hablando entre ellos en su extraña lengua.

Sobre la mesa (la cuál es de notable extensión) hay desplegado lo que parece ser un enorme laberinto tallado en roca a escala. Dentro del laberinto hay varias miniaturas muy bien talladas en roca, representando a gnomos y otros seres míticos.

Uno de los gnomos toma una figura en sus manos, representando a un gnomo en miniatura con una lanza en la mano y la mueve dejándola junto a otra figura representando a un minotauro. Entonces toma entre sus manos unas extrañas rocas cristalinas poliédricas de colores, con diversas muescas y símbolos en sus caras, y las arroja con intensidad sobre la mesa.

Todos los gnomos se quedan entonces mirando rodar atentos a esas pequeñas rocas poliédricas. Hasta que estas se detienen sobre la mesa, y al ver el resultado de la "tirada" ... ¡¡Los gnomos se ponen a gritar como energúmenos, saltando de sus asientos!!.

Parecen estar jugando a algún tipo de juego, lo cuál los tiene bastante distraidos. Aunque deberéis daros prisa, porque en algún momento le tocará su turno de juego al gnomo que se ha marchado a echar un vistazo al muelle.

Toda la escena está iluminada por varias varas luminosas como las que ya habéis visto, las cuales iluminan el túnel, de aquí en adelante. Tampoco es que podáis ver mucho de lo que hay más allá del recodo del túnel más adelante a la derecha.

Por cierto, los gnomos tienen sus arcos contra la pared, pero llevan pequeñas dagas de roca al cinto.

Una vez arriba, Aetos desliza fuera de su funda la espada que lleva con él e intenta sorprender al guerrero con una estocada por la espalda. Sin embargo, empapado como está de la zambullida, tropieza en la roca mojada al intentar dirigir el golpe. El hoplita se reprende mentalmente por el error, que probablemente conceda al extraño enano el tiempo suficiente para dar la voz de alarma.

Ahora que ya los habían descubierto, no tenía sentido seguir con el sigilo. Sin embargo, Melanctha no quería atacar a aquellos seres extraños, que de hecho aún no se habían mostrado hostiles con ellos.

Esperando que Aetos y Néstor pudieran encargarse del gnomo vigía ellos solos, la cazadora hizo una señal a los salvajes para que la acompañaran. Entonces apuntó con el arco a los otros gnomos y dijo claramente:

- Quietos donde estáis, no os levantéis. Arrojad vuestras dagas aquí, a mis pies.

El joven Néstor sonrió ante el gnomo, haciéndose el nervioso y, por unos momentos nadó con los pies y levantó los brazos, aunque esto duró poco ya que sino se ahogaría.

- Tranquilo... no he venido a hacer daño a nadie - dijo pausadamente y acercándose al gnomo con mucha calma por dos razones. Primero para que no le disparase y, segundo, para dar todo el tiempo posible a sus compañeros.

El gnomo frunce el ceño ante el avance de Nestor en el agua, y se gira sorprendido ante el ruido provocado por el resbalón de Aetos, sólo para encontrárselo justo a su espalda. Sintiéndose amenazado, con el arco tensado, está a punto de soltar su flecha...

Viendo como el enano apunta a Néstor, Aetos decide que es mejor asegurar su posición que intentar otro ataque. Coloca su espada sobre el cuello del enano, haciendo una ligera presión y le susurra lo más amenazadoramente que puede.

-Dispara esa flecha y eres hombre muerto. Deja el arco en el suelo y no abras la boca.

[PNJTIZADO por el MAZE MASTER]

Nestor, al ver las intenciones del enano, se zambulló bajo el agua...

Apartando su cuello de la hoja de la espada, el gnomo se giró bruscamente para descargar el proyectil sobre Aetos...

El pequeño dardo, más que flecha, se hunde profundamente en el pecho de Aetos. Nada más penetrar en su cuerpo, Aetos empieza a sentir que la herida le arde. Un intenso golpe de calor empieza a ascender por todo su cuerpo desde la planta de los pies. Cuando la ola de calor ardiente alcanza su cabeza, se siente débil, y es como si todo empezara a volverse negro a su alrededor.

Los dos salvajes que os acompañaban, estando como estaban ocultos hasta ahora en la oscuridad, al ver la gravedad de la situación, empiezán a nadar en dirección a la playa para ayudar a los héroes.

Cabreado, al notar como el enano se ha aprovechado de la oportunidad para rendirse que le ha dado para atacarle, Aetos aprieta los dientes y trata de devolver el golpe. Aunque no tiene más suerte esta vez, y su adversario esquiva sin dificultad el ataque.

- Maldito enano...- susurró la cazadora, al ver cómo Aetos recibía el dardo en todo el pecho. Se tomó unos instantes para apuntar con cuidado, no fuera a darle a Aetos. En cuanto éste intentó atacar, el gnomo se separó para esquivar el golpe, y la cazadora aprovechó el momento para soltar la cuerda. La flecha voló directa hasta el pequeño ser. Rápidamente, Melanctha sacó otra flecha del carcaj y comprobó con un vistazo rápido si los otros gnomos se habían percatado de algo.

Al salir del agua Néstor pudo ver lo que había ocurrido y que la disputa se había producido, el gnomo no parecía estar dispuesto a ser amigable o a dar oportunidad al diálogo, algo que pagaría con su vida, así como sus compañeros. Sin más demora el noble se dirigió al lugar donde estaba ocurriendo todo, desenfundando su espada nada más salir del agua y con los sentidos a tope.

Néstor no podía esperar y nado hacía el muelle rápidamente, tratando de escalar la piedra y atacar al gnomo. Una vez subió, lanzó un ataque con su espada al gnomo. Hubiese preferido no hacerle daño y tratar de hablar, pero estaba claro que aquél ser no estaba dispuesto a tal cosa.

La espada de Néstor cruzó el aire de izquierda a derecha y de arriba a abajo, atacando el braz donde el gnomo tenía el arco. Pretendía herirle en el brazo y que tuviese que soltar el arco, quizás así pudieran calmarlo.

El gnomo dió un paso hacia atrás justo para que el filo de Aetos lograra alcanzar al gnomo de refilón. El metal vibró al golpear una piel densa, casi como de roca, pero Aetos no dudó que hubiera logrado atravesarla y herirlo si su golpe hubiera sido algo más certero.

El gnomo mostró una sonrisa de triunfo ante el ataque fallido del Esfurano, justo antes de que una flecha certera atravesara su piel y su pecho, haciéndole sangrar con profusidad. Sangre negra. Como la sangre del mundo.

Sin embargo, el gnomo no cayó aún, y se giró hacia la cazadora con gesto amenazante. Entonces, Nestor surgió del agua y trepó el dique cuál Tritón era. De un salto, se situó junto al gnomo, golpeando una y otra vez hasta que su espada le alcanzó, separando la mano del brazo que cogía el arco, el cuál cayó inerte al suelo.

El gnomo cae de rodillas, entre sollozos, agarrándose el muñón.