Partida Rol por web

-¡¡¡Aldar!!! ¡¡¡Erikand!!! -grito a pleno pulmón en todas direcciones-. ¡¡¡Soy Kenvent!!! ¡¿Podéis oírme?!

Cayo durante unos instantes, tratando de escuchar alguna respuesta... Después, busco por todo el suelo de la sala rastros de círculos mágicos como los que nos han transportado aquí.

Asiento y me muerdo el labio mientras empiezo a trabajar. Rasgo un trozo de tela y agarro un largo hueso del monstruo.

- Él no lo va a necesitar ya -le sonrío a Erikand.

Me incorporo cuando termino y vuelvo a sonreír.

- Creo que ya está. No me ha quedado mal del todo -miro a mi alrededor, observo a esa cosa y me acerco a ella con precaución. Tras asegurarme de que no se mueve, la registro cuidadosamente. Después, la gran sala.

Nervioso, camina por la sala en busca de una salida pero recupera la calma de pronto y observa a los miembros de la vexilla.

-Parece que alguien se ha encargado de despojarles de todo lo que no era estrictamente útil para ellos.

Se agacha y recoge el escudo, todavía con el brazo del cadáver agarrado a él y lo examina.

La resistencia natural de Erikand y los cuidados de Aldar, hacen que el brazo, aún con el hueso roto, se encamine hacia una curación correcta y sin secuelas.

La maza negra del troll es el único objeto de valor aquí y justo cuando comprobais que la sala no posee puerta o ventana alguna, ni ningún tipo de escalera, comenzais a desesperaros.

Pero una vez más, la realidad parece desvanecerse a vuestro alrededor y os veis transportados de nuevo.

Por un momento pensais que jamás saldreis de aqui; Que esta sala será vuestra tumba; Pero de pronto la realidad se desvanece de nuevo a vuestro alrededor y os veis transportados nuevamente a otro lugar.

Lentamente, los muros de piedra se dibujan de nuevo alrededor vuestro y las figuras de vuestros compañeros aparecen cada vez más claras. En unos larguísimos segundos os veis de nuevo transportados a la sala de las runas en el suelo. El conjuro ha finalizado.

Estais todos juntos de nuevo, armas en mano, con cara de haber pasado un mal rato. Kilder tiene las ropas de la pierna desgarradas por lo que parece un mordisco y a pesar de las manchas de sangre, no parece tener ninguna herida importante. Erikand, en cambio, parece tener un brazo aplastado y lleva un vendaje que se lo mantiene inmovilizado.

Exhalo un suspiro de alivio al ver que volvemos a estar en la sala de las runas, y que Aldar y Erikand también están ahí.

-¿Qué os ha pasado? -pregunto a Erikand y Aldar-. ¿También os han transportado mágicamente a una sala cerrada repleta de muertos vivientes? En nuestro caso, los muertos eran la vexilla lunar de la que nos hablaron en el poblado. Ahora están definitivamente muertos.

Entonces recuerdo los círculos mágicos, miro al suelo espantado y, al verme encima de uno de ellos, pego un brinco algo ridículo para salir a toda prisa de su perímetro. ¡Salid de los malditos círculos! -exclamo al ver que nadie más se ha movido.

Erikand sonríe ante el comentario de Aldar.

-Gracias amigo, sí que parece que el torniquete ha quedado bien. Pareces todo un experto... Y decías que no te sabías mucho? Te ha quedado mucho mejor de lo que me hubiese quedado a mi con las dos manos.

Erikand mira la maza del troll desde la pared, preguntándose porqué será negra, pero Aldar se le adleanta y la recoge.

Erikand observa como todo vuelve a su lugar. Sus amigos, la torre, vuelven a estar donde estaban, y parecen sanos y salvos. Erikand expira aliviado.

-Temía por vosotros. No llena de muertos vivientes... Sino de un maldito troll de las nieves de 3 metros. Por poco no lo contamos. Estabais todos juntos? Pensé que a vosotros también os habían separado en grupos de dos y temía lo peor.

Erikand observa entonces la reacción de Kenvent y asiente.

- Tienes razón, hasta que no podamos saber si la magia esta ha concluido y que sucede, mejor será retirarnos y dejar que Swen o quien pueda, descifre los misterios de los círculos. - dice mientras sale caminando del círculo.

Me quedo mirando a Erikand un momento y, al ver que no lleva su escudo, le digo:

-Si quieres, puedes usar este escudo irrompible que hemos encontrado. La vexilla ya no lo va a necesitar... Y yo aún tengo el escudo que me dio mi hermano...

Ver a los demás me alegra y alivia a partes iguales. Escucho su relato con atención y las advertencias de Kenvent me hacen reaccionar. Tras salir presuroso del círculo, le doy la maza a Erikand con una sonrisa. 

- A mi esto no me sirve de nada. Seguro que tú lo puedes utilizar mejor -veo como el orlanthi parece dispuesto a darle el escudo y miro su brazo en cabestrillo- He hecho lo que he podido para sanarle, pero no he conseguido que pueda utilizar de nuevo el brazo. Si nadie puede curarle, creo que será mejor que conserves ese escudo, Kenvent, podrás darle mejor uso, al menos de momento.

Observo la sala con cuidado, intentando adivinar si podemos cruzarla sin pasar por los extraños signos ¿será posible?

Erikand acepta de buen grado la maza.

-Espero que me ayude a acabar rápido los próximos encuentros. -Se gira hacia Kenvent- Me temo que tiene razón. Ha conseguido hacer un buen trabajo, y creo que podré combatir, pero mucho me temo que no voy a poder usar un escudo por ahora.

Swen se aparta con un mal disimulado desagrado del círculo.

 - ¡Me mandó al lugar donde más inútil era! Menos mal que han sobrevivido -piensa para si al ver que con el otro grupo podría haber aportado algo más que su extraña fortuna rematando al zombie-. Si me hubieran mandado con vosotros le habríamos hecho la del pulpo -dice con cierto rencor-.

Se acerca al destrozado Erikand tratando de evaluar el estado de su brazo. Aldar ya ha hecho por el lo que ha podido así que ahora toca sacar la bolsa de medicinas. La extrae de su zurrón y ronronea una súplica al espíritu que la habita para que sane el maltrecho brazo.

- Con esto ya podrás prestarnos tu brazo -un sonrisa esperando una respuesta a su pésimo se dibuja en sus labios-.

De nuevo volvemos a reunirnos con los demas y me siento como si hubiera tenido un mal sueño. Solo el mordisco que tiene Kilder en la pierna y el brazo de Erikand me convencen de que realmente hemos sido victimas de alguna especie de magia que nos ha transportado a otro lugar y del ataque de una vexilla que hace años que desaparecio. Los objetos son una prueba mas de que todo ha sido real. Mientras hablan observo la escalera con preocupacion. 

-Espero tu brazo este mejor, Erikand. Me parece que esto ha sido el principio, ahi arriba- señalo con el dedo la escalera- debe haber mas trampas y mas..., vete a saber que mas...

Me quedo callada sumida en mis pensamientos, ojala fuera realmente un mal sueño. 

Una vez Kenvent da un salto, asustado mas por lo que no comprende que por lo que puede significar aquel lugar, y todos los guerreros han sido curados, escucho a nuestra compañera, como hace alusión a las escaleras.

Salgo tranquilamente del círculo,, y les digo:

-Prosigamos, hace mucho frio aquí, y ahora tengo un agujero en la ropa. Puede ser muy interesante saludar a nuestro anfitrión, y darle las gracias por su cortesía.

Erikand observa a Swen operar con su magia, y con una simples palabras, nota su hueso fundirse, coger consistencia y sellarse.
-Swen, no sé cómo lo consigues, pero creo que sin ti estaríamos completamente perdidos. - sonríe sinceramente Erikand. Siempre se maravillaba de lo que podía llegar a hacer ese pequeño hombre.

Tras esos breves momentos, Erikand escucha a Loranda y a Kilder:
- Muchas gracias Loranda, estoy mucho mejor ahora que Swen ha obrado.

Finalmente coge su escudo y mira a Kenvent negándole con la cabeza. Si alguien debía usar ese escudo era él. Erikand ya le había cogido gusto a ese pequeño redondel de madera y lo había usado durante este viaje hasta ahora, tenía una buena maza, y ahora se ocuparía que su escudo no le volviese a caer.

Sin que sucedan más teleportaciones llegais a la escalera y seguís ascendiendo por la extraña torre. Al igual que en el sótano, las escaleras suben pegadas al muro exterior, pero esta vez sin dejar ingún hueco en medio.

Subís durante más tiempo del esperado y os da la sensación de que estais pasando por plantas sin puerta alguna. Una, dos, tres... y a la cuarta podeis ver, por fin, una entrada que da paso a una sala de menor tamaño; Está iluminada con antorchas y repleta de muebles y utensilios varios que han sido arrinconados en el extremo opuesto al vuestro, donde las escaleras siguen ascendiendo.

El ascenso no será tan senmcillo sin embargo, ya que en el centro de la sala una inmensa figura se mueve, desplega sus inmensas alas y abre sus fauces lanzando un grito sin sonido; Un enorme wyrm del hielo que hace mucho ya que dejó de vivir os amenaza con sus dientes y cola mientras en su lomo, el hombre del bastón os mira y sonrie; La piel del anciano está reseca y pegada a sus huesos por lo que cualquiera podría decir que se trata también de un muerto vivente, pero su voz, aunque cavernosa, delata que por algún motivo, sigue viviendo después de tantos años.

-Sshhh... Jamás nadie había llegado hasta aquí, por lo menos como lo habeis hecho vosotros... Sois fuertes y valientes... Estoy deseando teneros a mi servicio para disuadir a otros estúpidos que quieran venir a molestarme.

El nigromante alza su bastón y los ojos del cráneo en él clavado parecen brillas con un fulgor naranja.

Me muevo maquinalmente. La sucesión de horrores y cadáveres me ha insensibilizado hasta cierto punto. Sospecho que cuando esto acabe no seré capaz de pasar cerca de un enterramiento sin sollozar, pero ahora mismo el ansia de supervivencia prima sobre cualquier otra cosa. Observo la sala buscando cualquier objeto que me pueda dar una pista sobre alguna debilidad de nuestro nuevo enemigo mientras murmuro mi familiar plegaria al Dios Cazador. Después apunto y disparo sin mediar palabra hacia el nigromante. Algo me dice que acabar con él no será sencillo.

Pero Odayla escucha mi ruego y mi flecha toma la dirección del blanco.