Partida Rol por web

Tras las presentaciones, el líder del pueblo nómada se unió a la fiesta en un abrir y cerrar de ojos. Durante varios minutos traté de dar con él sin éxito, sintiendo cada vez un mayor agobio ante el peso de mi mochila y el calor que hacía en ese lugar.

Tuve que hacer una breve pausa, momento en que pude ver a parte de mis compañeros divirtiéndose, lo cual me sacó una sonrisa. Entonces avisté a Alakar, dirigiéndome hacia él de inmediato y pidiéndole que me concediera un par de minutos.

Decidió reunirnos a todos para ello, comenzando por hacer referencia a nuestro cansancio y haciendo una comparación entre el desierto y los muslos de una mujer que no comprendí del todo, pero que me hizo sentir algo de vergüenza por sus claras connotaciones sexuales. Me resultaba curioso cómo aquel hombre hablaba de algo así con tanta naturalidad siendo el líder de aquel pueblo, y es que en el lugar del que yo provenía sería impensable que un hombre respetado dijera algo así.

En cuanto a nuestro ofrecimiento de curación, el jefe nómada rechazó nuestra ayuda, pues contaban ya con una místico que se ocupaba de esos asuntos.

Iba a responder cuando me sentí ligeramente mareada. El cansancio y el calor parecían haberme afectado demasiado. Escuché entonces a Alakar ofrecernos hablar en ese momento o al día siguiente, ofreciéndonos también una tienda en la que poder descansar.

Lobo Blanco y Anna hablaban sobre algo en voz baja mientras Anubis preguntaba sobre hablar con la místico, a lo que Alakar le dijo que podríamos verla al día siguiente.

El Silencioso nos guió entonces hasta la tienda que nos prestaban, lugar al que llegué a duras penas, sufriendo nada más llegar otro pequeño mareo que me llevó a agarrarme al brazo del druida temiendo caerme.

- L-lo siento... No me encuentro muy bien. - le dije a Lobo Blanco, soltando su brazo. - Será mejor que descanse y vosotros os encarguéis de esas preguntas, a menos que prefiráis dejarlas para mañana. - le dije al grupo, dispuesta a dirigirme a la tienda si decidían quedarse a hablar con Alakar.

La respuesta de Anna resultó bastante completa, dadas mis intenciones. Confesar nuestras intenciones acerca de la búsqueda de esas ruinas no nos pondría en problemas con aquellas gentes, que si bien evitaban el lugar no impedían a nadie acudir. Respecto al viaje, dependía completamente de nosotros, sin que mediara alguna necesidad imperiosa de alcanzar cierto punto de la ruta antes de terminar la jornada, o circunstancia similar.

De ese modo, me satisfacía saber que era posible parlamentar con Alakar el Silencioso en aquel momento, antes de retirarnos a descansar, y poder partir a la mañana siguiente. Realmente tenía ganas de terminar cuanto antes con todo aquello, y regresar a mi habitual vida contemplativa en el entorno que consideraba mi hogar: los bosques. No tenía nada en contra de aquellas gentes con las que me había tocado viajar, pero la naturaleza me llamaba.

No obstante, Anubis resultó desear hablar con la mística de la caravana nómada, y ésta se encontraba descansando. Fruncí el ceño, dándome cuenta de que eso nos forzaba a posponer la búsqueda de información hasta la mañana siguiente, si el mago insistía en ello. Y no era descartable, igualmente, que hablar con esa mujer fuera realmente necesario. De modo que asumí la situación con naturalidad y caminé junto al resto hasta la tienda que Alakar nos ofreció para descansar.

Fue al alcanzar sus aledaños que me percaté de que la sacerdotisa se tambaleaba, carente de fuerzas, llegando a buscar mi brazo para sujetarse. Me apresuré a asistirla, preocupado por su estado, ayudándola a caminar.

Eh, ¿te encuentras bien? -Le pregunté en voz baja- Vamos, te acompañaré adentro... -Le indiqué cuando mostró su intención de retirarse a descansar, antes de dirigirme a los demás- Será mejor que dejemos la conversación para el amanecer, descansados y con la posibilidad de incluir a Asmara en la misma, ¿no os parece? -Indiqué, acompañando a Kairi hasta el interior de la tienda, y ayudándola a acomodarse para descansar. Allí, junto a ella, aguardé a que los demás accedieran, asegurándome de que Alkar y cualquiera de los suyos se hubiera retirado lo suficiente antes de hablar- Anna, dijiste que esta gente eran timadores, ¿no? ¿Estarán nuestras cosas a salvo aquí, o deberíamos montar guardia?

Anna desenrolló su petate, a fin de tener otra capa más sobre las telas de la manta mientras miraba a Kairi respondiendo a Lobo Blanco - Vamos a dormir en su campamento, no creo que pueda pasar nada aquí. Además, les gusta el regateo, el hacerte sentir importante cuando te sacan los dineros, o enseñarte el porqué hay que dormir con las ventanas cerradas.

Anna se acomodaba ya, las orejas rojas debido a la bebida, aunque no borracha, suficiente para encender su ánimo el cual tendría que satisfacer por sí misma cuando el resto durmieran - No son la clase de gente que te apuñala en la noche o te invita a dormir para robarte. Además, no teníais dinero, así que... ¿Qué hay que temer? A lo sumo, podría colarse algún niño curioso como el cualquier lugar pero ¿qué iban a coger? 

Enrolló su armadura de cuero sobre la mochila y dejó su cinturón de armas sobre ésta para cubrirse con alguna tela y prepararse a dormir

 Tras despedirme educadamente de nuestro anfitrión y desearle unas felices noches, me acomodé en un rincón de nuestra tienda y procedí a estudiar mi libro de hechizos, con el fin de estar preparado para lo que nos esperase para el día siguiente. Seguramente esas ruinas no estaría exenta de peligros y además todavía quedaba el camino hasta llegar a ellas.

Todos os despertáis con el sonido suave y melodioso de una voz de niña que habla en tono bajo, aunque suficiente alto para que escuchéis sus palabras claramente.

Debéis daros prisa... los vientos transportan las voces de muchos espíritus, y están pidiendo ayuda entre llantos. Debéis mantener la llave a salvo o todos se perderán. La voz de la niña es monótona, casi como si estuviera recitando un poema. En el templo de los traicionados encontraréis el fragmento de luz, que os llevará por el camino que habéis elegido recorrer. La niña se encuentra de pie en mitad de la tienda vestida a la usanza de los Mikku. Los ojos azules de la niña parecen brillar suavemente en la penumbra de la noche.

Antes de que tengáis la oportunidad de responder o de hacer alguna pregunta a la niña, se levanta rápidamente y sale de la tienda. Entonces, de repente, oís un silbido muy agudo mientras la puerta de cuero de la tienda empieza a sacudirse violentamente. Un remolino salvaje entra por la abertura de la puerta y os hace retroceder mientras gira, recogiendo objetos pequeños y lanzándolos en todas direcciones.

Anna ya se lleva un buen susto cuando ve a la niña, que empieza a recitar una especie de salmo mientras Anna se quita una dura legaña y abre y cierra la boca pastosa, con los ojos ya abiertos, se dispone a enviar a la niña a su tienda, cuando se marcha corriendo aparece el terrible monstruo.

¡Eh! ¿¡Qué es eso!? ¡¿Qué ha dicho la niña?! ¿A dónde ha ido? ¿Un espíritu del aire? 

Esto se pasa de lejos cuanto estaba dispuesta a hacer por estos aventureros. Debía ponerlos a salvo. No se creía capaz de frenar un monstruo así, por lo que apresuradamente se coloca su cinturón de armas, recoge su mochila y toma el carcaj y el arco poniéndose en pie, preparándose para esquivar cualquier golpe del monstruo, y para salir corriendo tan pronto sus compañeros pusieran pies en polvorosa

Mis oraciones a Chislev antes de abandonarme al reparador sueño me trajeron imágenes del abrasador desierto que estábamos cruzando, tan alejado de los espesos bosques que estaba acostumbrado a habitar. El pesado sol sobre mi cabeza era abrasador, como el mismo fuego. Quizás por eso, como una lección acerca de hasta dónde alcanzaban los límites del protectorado de mi deidad patrona, sentí al despertar una nueva afinidad con las llamas, de las que siempre había rehuido por su devastador poder destructivo para los grandes árboles de mi hogar.

Sin embargo, el despertar no me dejó tiempo para meditar acerca de la naturaleza divina de la naturaleza a la que servía. En la tienda, ante nosotros, se encontraba una niña que, con la mirada perdida, recitaba palabras cuyo significado me resultó incierto, pero que provocaron una sensación de familiaridad, como si no fuera la primera vez que eso acontecía. No en vano, habían sido ya varias las ocasiones en que algo así había pasado, y empezaba a intuir que alguien trataba de comunicarse con nosotros debido a la misión en la que nos habíamos embarcado. O precisamente para embarcarnos en ella, y asegurarse de que la siguiéramos.

El camino que habíamos elegido recorrer...

Sin embargo, la niña salió corriendo, y mientras me incorporaba frotándome los ojos y echándome el cabello hacia atrás, algo sucedió. La tienda comenzó a agitarse, y una especie de espíritu huracanado irrumpió en el interior, arrojando objetos por doquier.

¡Maldición! -Exclamé al sabernos amenazados, sintiendo que el instinto se apoderaba de mí mientras me incorporaba rápidamente- ¡Cubríos! -Grité a mis compañeros, adelantándome y cambiando súbitamente a la forma de depredador que me era más natural, la de un lobo de pelaje pardo, con algunas manchas más claras, de feroz aspecto y poderosa mandíbula.

Sin detenerme a pensarlo, ni otra idea en la cabeza que el hecho de que mis compañeros estaban en peligro, salté sobre aquel espíritu, dispuesto a comprobar si la esencia de que estaba compuesto poseía una composición lo bastante sólida como para morder y desgarrar.

 Mientras me dispongo a luchar contra el espíritu, junto a mis compañeros, me concentro, tratando de identificar y recordar todo lo que sepa sobre nuestro atacante...

El semiogro estaba tan sorprendido que no fue capaza de levantarse.  

La criatura es un elemental de aire. La encarnación de  uno de los componentes que forman la existencia. Suelen ser tan salvajes y peligrosos como las fuerzas que los han engendrado.  

La criatura se revolvió y arrojo una de las mochilas contra Okodar, el componente más grande del grupo.   El golpe fe la mochila fue fuerte y dejo a Okodar momentáneamente sin respiración.

Por su parte Lobo Blanco se lanzó a morder lo que parecía una parte solida del torbellino, algo que se asemejaba a un brazo, pero en el momento que sus dientes se cernieron sobre el “brazo” este desapareció y solo quedo aire.

Ante mi malestar, el druida se preocupó por mi estado, teniendo que negar al preguntarme si me encontraba bien. Al manifestar mi intención de retirarme, Lobo Blanco quiso acompañarme, sugiriendo a los demás que dejaran la conversación para el día siguiente; pudiendo hablar también con la místico.

Con la ayuda del druida, entré dentro y me acomodé para descansar, quedándose este a mi lado a la espera de que el resto se pronunciara.

- Gracias. – susurré a Lobo Blanco con una cansada sonrisa, sintiendo que me pesaban los párpados.

Lo último que escuché antes de que mis ojos se cerraran fue la pregunta del druida acerca de la necesidad de hacer guardia. Tras varias horas desperté, pensando en si tendría que relevar a alguien en la guardia, dándome cuenta de que finalmente no habían considerado necesario que nadie vigilara. Aproveché para rezar a Mishakal, tras lo que volví a dormirme, despertando no mucho después.

Era la voz de una niña la que me había despertado, a mi y al resto, una voz que nuevamente nos transmitía un misterioso mensaje. Antes de que pudiéramos hacer o decir nada, la niña salió corriendo, tras lo que escuchamos un fuerte silbido y la puerta de la tienda se agitó violentamente, dejando entrar un remolino de aire.

Lobo Blanco y Anna actuaron con rapidez, el primero advirtiéndonos y tomando en seguida su forma de lobo para lanzarse contra la criatura, mientras que la montaraz se preparaba para partir. El resto no fuimos tan rápidos, recibiendo el semiogro el ataque de aquella criatura, la cual no pareció resultar dañada por la dentellada del druida.

Tomé mi escudo y mi maza lo más rápido que pude y me mantuve en guardia, cubriéndome para evitar los objetos que lanzaba aquel torbellino.

Anna vió con miedo como la figura vaporosa se retorcía tomando objetos y arrojándolos. Tomó su mochila y se colocó ambas asas a los hombros, después tomo su arco y lo encajó de nuevo en la hebilla de la mochila - Ya habéis oído a la niña. Este espíritu del desierto ha venido a importunarnos para echarnos de aquí. - Anna se apresuraba, estaba asustada, y miraba el mismo miedo y precaución la criatura mágica en la que Lobo Blanco se había vuelto a convertir. Aquella bestia gruñía y mordía y era difícil pensar que el brujo estuviera dentro de aquella forma lupina.

 Mientras los demás contienen a la criatura, yo me mantengo en segundo plano, preparando uno de mis conjuros para lanzarlo contra la criatura...

Poco a poco, con el susto aun en el cuerpo, Okodar fue levantándose y aferro con fuerza su Kladaz. Adopto una postura defensiva a la espera de un mejor momento para atacar.

El grupo, aun sorprendidos por el inesperado ataque y la advertencia de la niña, trataban de recoger su equipo y coordinarse para realizar un ataque efectivo contra el ser. El único que realizo una acción efectiva fue el mago.

El minúsculo proyectil conjurado por el mago surco el aire, impactando en el centro del ente. La energía mágica recorrió las difusas formas de la criatura que emitió un sonido quejumbroso.  La criatura se revolvió y arrojo una de las mochilas contra el mago, que se había escondido detrás de Lobo Blanco. Afortunadamente para los dos aventureros la mochila impacto contra uno de los mástiles de la tienda si llegar a dar a ninguno. El impacto de la mochila contra el mástil, provocó que este se partiera, y que la estructura de lona empezara a caer sobre el grupo de aventureros.

Anna tomó por último su armadura, enrollada como un fardo, tan solo Kairi había tomado sus armas que iban a resultar tan útiles como las fauces del hechicero animal. Buscó por todos lados una salida y aunque el espíritu parecía del todo intangible, desestimó el arriesgarse atravesándolo. 

¡Salid de ahí!- Se lanzó por debajo de una de las lonas que hacían las veces de pared y rodó bajo ella pasando al otro lado, al ponerse en pie tan solo vio como la tienda se tambaleaba. Buscó a su alrededor a algún Mikku que advirtiera la escena.

Mis fauces se cerraron en torno a la forma ventosa que asemejaba un brazo para aquel extraño espíritu. Sin embargo, cuando debía sentir la sustancia de que estaba compuesto el ser bajo la fuerza de mis fauces, sencillamente se desvaneció como si nunca hubiera estado allí. No sabía si el problema era que carecía de un cuerpo físico sobre el que actuar, o si por el contrario simplemente me había logrado esquivar de aquella peculiar manera.

Sin embargo, el mago en nuestras filas había logrado impactarle, de modo que no era totalmente insustancial. Eso abría la posibilidad a que pudiera, por una vez, dejar de lado mi forma salvaje de enfrentarme a los problemas, y pudiera enfocarlo de otro modo.

No obstante, el crujido del mástil que sujetaba la tienda no me dejó demasiado tiempo para pensar, tan sólo para reaccionar. La tienda se nos venía encima, y no podía dejar que eso sucediera. Sería como estar atrapado en la red de un cazador. Por ello, me aparté de un salto del espíritu, confiando en lograr alejarme antes de que reaccionase, y me arrojé bajo la tela que representaba la pared de aquella tienda, buscando pasar por debajo para llegar al exterior.

Una vez fuera, recuperaría mi forma de hombre e invocados el poder abrasador de la naturaleza. El fuego.