Partida Rol por web

En el aire. Melissa estaba en el aire. La sangre se le heló en las venas mientras manoteaba buscando un agarradero, un gancho, algo que la salvara milagrósamente. A esta velocidad el daño iba a ser considerable, la armadura de mallas poco podrán hacer para amortiguar la caída. Con todo moviéndose a cámara lenta la guerrera ve como sus amigos se alejan. No los culpa de nada, apenas la conocen. Así es la vida de un soldado, querido al ser contratado, honrado en la victoria, olvidado en la derrota.

Un pequeño ejército de Enano bajaba por un lado, dejando tras de sí una columna de polvo y tierra,  y muy posiblemente, con un estrépito y canciones a grito pelado a nivel máximo. Pero sabe que detrás suya vienen los jinetes lobo y ella será un blanco fácil, el suelo se acerca poco a poco. Él último pensamiento es para su amiga Lorantha a la que habrá decepcionado. Pero Melissa es experta en decepcionar a sus amigos.

El tiempo vuelve a su velocidad normal y se estrella de lado contra el suelo. El hombro le estalla de dolor, rueda a mucha velocidad, se da en la cara y empieza a ver puntos blancos, mientras la boca se le llena de sangre. Más vueltas, su pecho se queda sin aire con las anillas clavadas en él, intenta cubrirse la cabeza con los brazos pero un brazo no le responde. Recibe tanto daño que la mente sólo puede hacer una cosa para digerir tanta información. Apagarse.

Esto ya es otra cosa. Gente decidida a ayudar a los suyos. Sigue siendo suicida, pero hay un atisbo de esperanza.

- Carguemos haciendo una cuña, yo seré la punta.

Preparó su lanza de caballería y levantó su escudo. Comprobó que la armadura estaba en condiciones y bien colocada, para luego cargar hacia al último sitio en el que habían visto a su gente.

- ¡POR LOS NUESTROS! ¡MATAD LAS MONTURAS PARA QUE EL CARRO Y LAS BESTIAS APLASTEN A ESOS ENGENDROS!

Con un pequeño toque hizo que el caballo empezara a marchar, para luego trotar, para luego correr en formación. El iba a ser el que golpeara primero con su lanza, era importante que lo hiciera bien, así que se concentró al máximo.

Con la lanza apuntaba a las bestias, siguiendo la trayectoria de las mismas para evitar que atacaran a su caballo. Siendo la lanza de caballería tan larga, y habiéndo entrenado toda su vida para momentos como éste, esperaba marcar una diferencia.

Se habían vuelto todos locos. Maravilloso. El imperial miró al mediano con incredulidad, no sólo le había usado de escalón, si no que ahora decía que volviera con el carro hacia la batalla. Primero miró al curtido vehículo, y después miró al mediano, alzando una ceja, para después pronunciarse.

-No. El carro ya ha aguantado milagrosamente hasta el momento, no voy a destrozarlo con una carga suicida o acercándolo a dos puñeteros ejércitos. Lo que queréis hacer es casi una sentencia de muerte-dijo, lo suficientemente alto para que todos le escucharan-como en el fondo soy un idiota, os apoyaré... Pero no voy a meter al carro en esto, iremos a pie o a caballo los que puedan. 

Algo le debía pasar a mi caballo pues no solía ser tan lento, se habría metido alguna piedrecita u otra cosa entre la herradura y el casco? no lo sabia y a estas alturas daba igual, no podría parar para comprobarlo, así que Nathan siguió hacia adelante como pudo, sin mucha esperanza, pues sus compañeros se alejaban a una velocidad constante, lo mismo que sucedía con la caballería gobling.
Y llego el momento, fueron alcanzados, su caballo recibió una dentellada que lo desgarro y su movimiento brusco hizo caer a Nathan sin remisión alguna, por suerte gracias al movimiento brusco del Wuargo el gobling falla el golpe que pretendía dar e incluso sale volando cayendo inconsciente cerca de Nathan.

La caída había sido dura y aunque era resistente, la armadura le había evitado moverse con la suficiente coordinación y agilidad como para caer bien, lo que había acabado con un golpe en la cabeza que aunque fuera ligero le dejo sin conocimiento al menos de momento.

Trojan dejó el arco y las flechas. Equipado con aquella nueva armadura suya no necesitaba más que su hacha para exterminar a cuantos goblins se pusieran en su camino. Viendo que Jaime tenía la loca intención de cargar con el carro decidió que aquel era el mejor lugar desde el que lanzarse a la batalla.

Subiéndose a la parte de atrás del carro inició un baile ritual guerrero con el que prepararse para la batalla. Sangre. Sangre. !Sangre!

Mientras nuestros compañeros conseguían pasar de largo el ataque de los goblins, Melissa, Nathan, Domochievsky y yo no tenemos esa suerte. Veo desaparecer al kislevita y a la mercenaria en los primeros compases del choque, poco después no puedo ver mucho más. Ya no soy consciente de si los enanos han conseguido contener a los orcos o si hay alguna posibilidad de que yo mismo llegue a ponerme a salvo.

El caballo sobre el que voy montado se encabrita ante la llegada de uno de los goblins jinetes de lobos, dejando el flanco desprotegido hacia las fauces de la montura del piel verde. El choque es brutal, la sangre del jamelgo cubre una buena parte del suelo, es lo último que veo tras recibir un golpe contra el suelo. Supongo que el dolor ha sido demasiado para mi y los se me cierran los ojos antes de poder ponerme en pie.

- JA! ya sabía yo que estaba en un grupo correcto, ha sido un placer luchar a vuestro lado. - Con el casco puesto se acercó a Grunt. Al poco tuvo que echarse atrás la idea pues no iban a llevar el carro parecía ser, así que con el martillo en mano se lanzó tras Sir Hugo en busca de sus compañeros. - Nos veremos en los salones de nuestros dioses junto a los hermanos muertos, AHH!!! - Melissa debía ser la primera en rescatarse pues estaba inconsciente en el suelo y hacia ella se lanzó maza en mano.

-A pie será entonces- bramó Jaime saltando del carromato con suma agilidad. -A ellos!- gritó para luego echarse a correr tras el enemigo intentando tomarlos por el flanco izquierdo de la batalla. Sus compañeros le seguían detrás, algunos no muy contentos con la idea como era el caso de Kurt, otros extremadamente eufóricos como era el caso de Trojan o Grim.

Sir Hugo fue el primero en posicionarse tomando el flanco al ir montado en su fiero corcel entrenado justamente para aquel tipo de situaciones. Tras él, siguiendo el camino marcado por el bretoniano, avanzaba el resto de sus compañeros, la gran mayoría a pie pues Trojan y Alfred habían dejado atrás su corcel mientras que Jaime y Kurt junto con los enanos habían descendido del carromato para seguirles. Solo Jalons y Hans avanzaban también a caballo y ninguno de ellos parecía estar convencido de la idea de cargar contra aquella imparable marea verde que empezaba estrellarse contra la muralla de metal que conformaban los enanos.

Como todos los planes de batalla perfectamente pensados y organizados  el nuestro enseguida se va  al traste en cuanto chocamos con el enemigo .En el amasijo de brazos y  armas apenas consigo encontrar un hueco para golpear enemigos sin peligro de dañar a algún aliado  .Rescatadlos antes de que caben con ellos. Chillo por si alguien prefiere ayudar a los caidos en  vez de luchar en este lío descomunal .

Melissa fue pasada por encima por la acometida de los lobos y arrancada del reino de la inconsciencia por el mismo motivo que fue allí sumergida. Con dolor escupe sangre en el suelo, se limpia la boca con el dorso de la mano y se incorpora. A su alrededor todos son nubes de tierra, gritos, gruñidos y golpes de metal contra metal. Levanta el escudo y a golpe de espada empieza a buscar a los suyos para poder replegarse. Sangra por media docena de sitios y sólo mantener el escudo en alto le cuesta la vida. Sin embargo los lobos están luchando contra algo, y ese "algo" tiene que ser amigo.

Una flecha en la cabeza de goblin la hace sonreir por un momento. No me abandonó. Un enemigo se acerca demasiado y la guerrera lanza un estocazo en esa dirección con renovadas fuerzas. Y así sigue, con escudo en alto y avanzando dando espadazos buscando una salida.

En el paraíso de Trojan no había flores que germinaban bajo los rayos del sol eterno, ni dorados campos de trigo ni humeantes tazas de caldo hirviendo sobre una mesa. Él ansiaba que los dorados campos fueran regados con la sangre de sus enemigos y luego reducidos a cenizas. Que lo que hirviera fuera su propia sangre de la pura emoción de la batalla. El estruendo de la batalla era música de los cielos para él.

Era como un perro al que hubieran liberado de su collar y se lanzara hacia la batalla. Descendía la montaña como si sus dos piernas fueran las firmes patas de una cabra de montaña, avanzando a grandes zancadas mientras profería gritos que presagiaban la muerte ajena. Los pielesverdes aún no lo sabían, pero el nórdico era su mayor enemigo.

¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! -gritaba en la lengua de la gente de las montañas.

Llegó hasta los orcos y se lanzó hacia ellos como una roca que cae de una ladera, ruidosa e imparable. Se deslizó entre las filas orcas como al furiosa agua del mar en una tormenta embravecida. Golpeando a izquierda y derecha con su gran hacha mientras de su boca salía un carcajada cruel.

No tenía la astucia de un zorro pero sí la furia de un león en celo. Su filo cortaba hasta el mismo aire y sus piernas soportaban la mole que ansiaba entregar almas al dios de los muertos. Su carne era cortada por las toscas armas de los orcos pero para Trojan había un placer inmenso en el dolor.

¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! -gritaba en la lengua de la gente de las montañas.

Venía de muy lejos pero las guerras eran igual entre la tierra y el cielo. Allá donde vayas, allí estarás. El norte había acompañado a Trojan en su viaje y los orcos sentían el odio hacia la vida que los berserker profesaban.

Su hacha era su amuleto, el escudo que le habían otorgado sus dioses y la herramienta con la que arrancar las vidas de que se interpusieran en su camino a la gloria. Al alba, los rayos del sol harían brillar la sangre, propia o ajena, que cubriera el cuerpo de Trojan. Inerte o ya anhelando la próxima batalla en la que probarse.

¡Sangre! ¡Sangre! ¡Sangre! -gritaba en la lengua de la gente de las montañas.

No era una batalla a la que nuestro caballero estuviera acostumbrado, él hubiera preferido pelear en una llanura, no en montañas y rodeado por picas. Lo bueno es que las picas estaban de su lado, y que al estar en una posición alta y por su atuendo quedaba claro que no se trataba de un pielverde. Se metió de lleno en la batalla, utilizando su lanza de caballería tras orar unos minutos a la Dama.

 El caballero se metió de lleno en la batalla, pinchando a todo aquel que se metiera en su camino, gritando arengándo a sus compañeros, tratando de ayudarlos si se metían en problemas, y tratando de vislumbrar desde la posición alta a alguno de sus compañeros caídos para guiar al resto hacia ellos.

- ¡Vamos camaradas! ¡A por ellos!

Me acerco por el flanco de retaguardia de los orcos y los goblins. Desenvaino mi espada y me lanzo al ataque. Le combate es frenético y la primera linea de pieles verdes cae fácilmente, pronto vemos cómo algunos se empiezan a girar y a atacarnos y aquello empieza a ralentizarse. En aquél momento recuerdo una vieja historia de mi padre que me contó hace muchos años atrás, en que él y un grupo de guerreros en plena frenesí del combate les parecía que el tiempo se detenía y todo iba a cámara lenta. En su momento no lo entendí, pero ahora sí.  

El combate continúa.

Me duele la cabeza del golpe, pero me despierto, levantándome y mirando a ver si veo a mi caballo y balbuceo:- mi caballo, mi caballo, donde estas?. Entonces es cuando se me echa un gobling encima, le intento rechazar, pero no las tengo todas conmigo...

Kurt cargó junto con el resto para salvar a los idiotas que no habían sido capaces de correr lo suficiente. Habría sido mucho más sensato usar la ballesta y disparar una y otra vez... Pero había un auténtico revoltijo de cuerpos ahí en medio, y además cabía la remota posibilidad de dar a alguno de los que iban a rescatar por error. Y eso si que seria cagarla bien. Así que, tras encomendarse con más miedo que verdadera fe a Sigmar, hizo lo que debía. 

La elfa vio con asombro como el clan lunar se lanzaba a la carga, lo que no le llamó la atención fue la manera de hacerlo, sin organización alguna.

Demasiado alejada del combate como para ser parte activa en la melé que se estaba formando se acercó al galope al menos lo suficiente como para poder apoyar, desde la distancia y seguridad que le proporcionaba su arco largo, a los compañeros que trataban de retirarse del combate.

Desde allí comenzó a soltar sus flechas a los enemigos que podían trabar combate pero que todavía no lo habían hecho para liberar el número de enemigos con los que tendrían que enfrentarse.

Grim no deseaba luchar en aquella batalla, no le gustaba la guerra en general, pero no podía negar ayuda a sus compañeros que habían hecho tanto viaje juntos y su sangre enana pedía matar pieles verdes. Ajustándose el casco, la rodela y el hacha se encaminó tras sus compañeros. Decidió ponerse en segunda línea tras Trojan, cuyo impetu le llevaba a la luchura de la batalla y dejaba en su ansia sus flancos desprotegidos. Siguiendo su rastro y golpeando a todo piel verde que se acercara a su lado intentó llegar hasta sus compañeros heridos donde intentar formar un círculo a su alrededor y sacarlos de allí. - Manteneros juntos, no os separéis, hay que llegar a nuestros compañeros y sacarlos de aquí... Y matar orcos!! - Intentó animar al resto mientras bajaban la colina de vuelta al matadero y agitaba el hacha sobre su cabeza.