Partida Rol por web

La Sociedad Fénix

El Resurgir (Capítulo 1)

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18/11/2010, 02:18
Director

22 de junio de 1897, Londres

La marcha lenta, cadenciosa, del 78º de Highlanders resonaba por las calles, abarrotadas de público venido de todo el Imperio, además de otros extranjeros. Reporteros de prensa acreditados preparaban las placas de gelatino-bromuro, y aún se veían modernas cámaras de carrete de la americana casa Kodak. La escolta oficial de la reina victoria se aproximaba. Saliendo desde la catedral de Saint Paul, donde las campanas seguían tañendo 60 veces, en honor de los 60 años de reinado de la grandiosa y recta monarca, el jefe de estado mayor del ejército, a caballo, era acompañado por miembros del prestigioso y elitista regimiento de los guardias coldstream de su majestad, con sus altos colbacs de piel y sus casacas rojas de botones relucientes.

Un zeppelin autorizado, sobrevolaba la capital filmando el acontecimiento en una moderna cámara cinematográfica, mientras los once presidentes de las diferentes naciones libres invitadas, ocupaban un discreto lugar en las autoridades que esperaban de pie en la fachada de la Mansion House, sede del lord Alcalde de la ciudad de Londres.

Los asistentes en aquel festivo día eran conscientes de lo señalado de la fecha, y de que esta constituía el cúlmen a un fin de semana plagado de actos y homenajes, entre los que se incluyó un desfile de tropas de cada una de las colonias del Imperio, comentándose sobretodo en los palcos la presencia de veteranos de la guerra Matabele, y hombres que habían venido desde el Sudán, tierra en conflicto en esos momentos, para rendir honores a Su Majestad. Regimientos más exóticos atrajeron la atención del vulgo, como los cipayos indios, los gurkhas nepalíes o las tropas coloniales del África negra, hombres de ébano que marchaban con perfecto paso al mando de oficiales de piel bronceada.

Aquellos días, nadie en la capital, salvo los mesoneros, hosteleros y restauradores trabajaba, exceptuando honrosamente a los operarios de servicios esenciales, y a las gentes de baja condición que, poniéndose el traje de los domingos, vendían fish&chips y toda suerte de comida y bebida ambulantes.

Todos callaron en el instante preciso en el que el elegantísimo landó descubierto donde viajaba la reina se detuviera, y que el primer ministro, conde de Rosebery, destocándose ofreciera su mano a la vieja y grave monarca, enlutada como solía desde la ya lejana muerte del príncipe Alberto, se había dado la concesión de vestir con encajes blancos y plateados, que contrastaban con el oro de su pequeña corona. La Reina Victoria, emperatriz de la India, señora de vastos y extensos dominios a uno y otro lado de los anchos océanos, descendió lentamente. El pueblo, tras la barrera infranqueable de guardias y soldados, admiró el talle desmejorado pero altivo de su soberana, que se detuvo a saludar con la mano.

Los vítores ahogaron incluso el sonido de la marcha militar, y acompañaron a la reina al interior del consistorio. Y mucho más allá, hasta el final de aquel histórico día.

"God save the queen"

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18/11/2010, 02:56
Director

23 de junio de 1897, British Museum, Londres

La señorita Candance pospuso su visita, junto a la del embajador turco, unos días más. Y no era por que Londres le resultara especialmente agradable, o acogedor. Más bien, le resultaba una ciudad fría y oscura, casi siempre envuelta por la niebla, con una arquitectura de color plomizo, como el cielo del que solía disfrutar.

Pero el motivo del alargamiento de su estancia era doble. Por una parte, estaba el trabajo. El primer ministro del Reino Unido y varios lores habían pagado una elevadísima suma para que actuara en un conocido cabaret de la ciudad, en un pase privado para ellos solos. "Danzas tribales del Próximo Oriente", se intitulaba su número. Aunque sabía lo que aquellos hombres esperaban como perros en celo: una buena sesión de rakasse.

El otro motivo era menos evidente, pero sin duda para ella, más importante. El cartel de la exposición del British Museum rezaba "Objetos de poder. Colección de artefactos considerados como poderosos de las más dispares culturas y monarquías del planeta". El semanario de arte indicaba que entre las piezas expuestas se encontraba algo imposible, algo por lo que los suyos habrían matado sin pestañear.

Así, se sorprendió a si misma prestando poca atención a la sala egipcia, abarrotada a aquellas horas, y pasó directamente a los objetos de poder del Próximo Oriente, deteniéndose junto a la vitrina. Su ensinismamiento fue tal de que no se percató de la presencia de un caballero junto a él, examinando la pieza con el mismo interés.

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18/11/2010, 03:21
Caballero desconocido

El hombre era moreno, de ojos negros y pelo liso, aunque peinado de forma algo leonada. Ella se fijó inmediatamente en su curioso aspecto, con chaqueta de pana azul oscura, corbatín shelby negro con franjas de diagonales de color azul y dorado y un chaleco negro con estampados esquemáticos en color verde. Lo raro era como lo combinaba con una camisa blanca de cuello recto, y sobretodo por su barba de dos días, que sin embargo le confería un aire socarrón, como de granuja carismático.

Sin embargo, su forma de expresarse fue muy pulcra, con un francés que conservaba pocas resonancias británicas, que denotaba una excelente crianza y buenos estudios. Lo cual se vió reafirmado por sus palabras:

-Un Avesta completo, capturado por el emperador bizantino Heraclio durante las operaciones militares contra Cosroes II en Asia Menor. El texto sagrado de los zoroastristas, encontrado recientemente en unos legajos inéditos de los archivos vaticanos, al parecer llevados desde el archivo catedralicio de Santa Sofía poco antes de la caída del Imperio Bizantino en 1453.

Sonrió un momento, como si no estuviera seguro de que ella estuviera disfrutando de aquellas aclaraciones, o quizá dándole un respiro.

-Pero lo que no sabe todo el mundo es que hay una pieza que no se encuentra expuesta actualmente, por estar en restauración. Se trata de la llamada Lágrima de Zoroastro, una impresionante obra de joyería con montura de oro que engarza un precioso topacio del que, se dice, tiene el poder de canalizar las energías místicas que dimanan de lo psiónico. ¿Fascinante, no le parece?

Aguardó a su respuesta, educado. No dejaban de ser dos desconocidos que se cruzaban en la sala de un museo.

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18/11/2010, 18:19
Director

15 de mayo de 1897, cercanías del valle del Rif

La columna de jinetes marchaba arrastrando una pieza de artillería del 12 en retaguardia, y entre ésta y la compañía de infantería, el carromato que cargaba las provisiones y la munición. El joven capitán Stanhope se detuvo en su montura, extrayendo de su funda los prismáticos y mirando las montañas a las que se acercaban, las Nandi, donde habitaba la belicosa tribu homónima que, al frente del jefe Samoei, se había rebelado contra la autoridad británica. Poco más allá, en un caballo marrón, cabalgaba Archibald* Sowreston, afamado aunque vetusto cazador y explorador colonial, enfudando en su típico atuendo consistente en pantalones de piel, chaleco y camisa arremangada, con un sombrero de fieltro de ala ancha que le tapaba parte del rostro.

Artemis había bajado del caballo en una pausa, y examinado agachada unos extrementos de vaca que había ocultos tras un matorral. Parecían recientes, y eso solo quería decir una cosa: el poblado enemigo estaba cerca. Su padre, que se había visto empujado por el gobernador a participar en aquella empresa, consultaba en su reloj de bolsillo la hora, mientras el oficial seguía mirando el horizonte con los prismáticos.

Notas de juego

*Se escribe así :P

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18/11/2010, 18:52
Archibald Sowreston

Detuvo el corcel a unos metros de su hija, interesándose por su descubrimiento. Entonces, le habló al militar sin girar el rostro.

-No se esfuerce, capitán -dijo- Ellos le están mirando a usted, y nos esperan. Es evidente. Pero lo que ahora tenemos que averiguar es donde nos esperan, y como poder evitarlos.

Bajó del caballo y se acercó a Artemis, quitándose el sombrero.

-¿Cuantas horas calculas? -preguntó, mirando a la plasta del suelo.

Notas de juego

Hazme una tirada de supervivencia y otra de orientación:

  • Modificador de característica+porcentaje habilidad+dotes que ayuden.
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18/11/2010, 18:58
Capitán Stanhope

El capitán guardó los prismáticos en su funda, secándose el sudor que perlaba su frente bajo el salacot blanco. En aquellas llanuras hacía mucho calor, casi demasiado, pero la temperatura solía descender abruptamente al caer la noche. Estaba nervioso, aunque tenía casi 150 hombres bajo su mando, con armas de fuego y un cañón. Pero si el enemigo le superaba ampliamente en número y le emboscaba, aquella superioridad armamentística podría valer menos que un automóvil en una de aquellas polvorientas sendas.

-Ustedes dirán -dijo, buscando la cantimplora- ¿Que dirección tomamos?

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18/11/2010, 19:09
Director

15 de junio de 1897, París

Al caer la noche, la sociedad parisina se recogía en sus domicilios, aunque todavía los casinos y clubes seguían abiertos unas horas más, mientras los bistró y las cafeterías comenzaban a echar a los pocos clientes que todavía seguían cómodamente sentados o se resistían a abandonar la barra. Esta era la hora del día en la que se celebraba una fiesta, la fiesta de la casa del conde de Montmorençy. Una fiesta para la alta y buena sociedad de París, a la que ellos, por supuesto, no estaban invitados.

Pero tras meses de pesquisas, investigando unos extraños asesinatos rituales de niñas en catacumbas y alcantarillas, Adrienne Rosseau había llegado a la conclusión de que la huella de los orleanistas se encontraba detrás de estos macabros sucesos, y comenzaron a investigar una trama que podía poner en peligro el futuro de la República. El principal implicado, sin duda, sería el duque de Orleans, pretendiente orleanista en la sombra, que deseaba la vuelta de los aciagos días de la monarquía. Pero todo eso, empero, estaba todavía por demostrar.

Aquella fiesta era, sin embargo, el acto indicado para indagar en mayor profundidad, dada la elevada representación de nobles y gente poderosa que en ella se deleitaría con copas y música. Al maestro Rosseau solo le había costado una visita a un viejo conocido, el señor Marchand, burgués adinerado al que habían cazado espiando para Prusia, y al que solo su dinero había absuelto, para que "amablemente" le entregara las invitaciones de él y su mujer. Y como había que poner una vela a Dios y otra al diablo, la gendarmería esperó fuera, conduciendo al señor Marchand de nuevo al calabozo para que explicara ciertas malversaciones de fondos reservados del ministerio de hacienda, para el que había trabajado, hábilmente descubiertas por Adrienne.

Por eso, la pareja se había arreglado con sus mejores galas, y la esperanza de que, al no ser Marchand habitual en casa del conde, el mayordomo no recordara su rostro ni el de su esposa. Sea como fuere, pronto comprobarían si la tapadera era o no buena, por que el cochero comenzó a refrenar el carruaje al aproximarse a la puerta del palacete, hasta detenerse. Un solícito criado con librea del conde abrió la portezuela del coche, desplegando la escalerilla. Unos metros más allá, en la puerta, donde no dejaban de llegar los invitados, el hosco y estirado mayormodo recogía con su mano enguantada las invitaciones de los asistentes.

Adrienne no podía olvidar el contenido de la última nota que había conseguido interceptar: "El día de Thym, el círculo se completará". Fuera lo que fuera, se avecinaba algo importante. Y lo importante, en estos casos, solía ser nefasto.

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18/11/2010, 23:44
Artemis Marie Sowreston

Aprovecha cuando baja del camello para sacarse el sombrero y abanicarse con él. Lo hace distraída y sin sentir demasiado ni el aire ni el calor que hace. Llevan ya un rato aguantando las prisas del Capitán, que jugaba a ser humilde pero se daba aires de grandeza como cualquier soldado.

Pfff... ojalá pudiera llevarlos en contra dirección y hacia un despeñadero.

Escucha a su padre bajar del caballo y ponerse a su lado. Ni siquiera se inclina para observar la plasta, espera que ella haga todo el trabajo sucio. Está empezando a sentir que no debe hacer nada que no sea por su propio interés, no le gusta estar a las órdenes de nadie, sea un capitán o su padre. Pero no puede mentir porque él lo sabría, así que frunce el ceño y se concentra en la enorme mierda. Algún día le llegará el momento de no tener a ese hombre eternamente exprimiéndola, hasta entonces simplemente demostrará que en el fondo es mejor que su padre. Porque la alternativa es la abuela...

- Un momento... - dice bajito a su padre - Paciencia, soldadito.

- Tiradas (2)
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19/11/2010, 00:56
Director

23 de junio de 1897, Urquart Mannor, Cramond, Edimburgo

El cielo plomizo de Escocia se convertía afuera en una negrura fría, mezclado con un vendaval. El primer trueno sonó, y se mezcló con el sonido de la lluvia que empapaba la hierba del Fith of Forth.

Desentendiéndose de la meteorología, el doctor Urquart trabajaba en el sótano, ultimando los preparativos para un aparato revolucionario que le habían financiado y encargado. La luz parpadeante de la bombilla inventada por él hizo al pequeño señor Octopuss, ágil, encaramarse hasta el viejo quinqué, y encenderlo para que Urquart no perdiera la concentración en el trabajo.

Era el último día del plazo, según había demandando su mecenas. La máquina debía funcionar, o no recibiría el pago estipulado. Por eso, consciente de que el tiempo se le echaba encima, repasaba metódicamente los cálculos de la pizarra, analizando una y otra vez la máquina en busca del fallo.

El aparato era algo parecido a una bovina tesla, pero no más alta que un niño. Estaba alimentada por un complicado sistema de cables y engranajes de transmisión, y poseía dos enormes pantallas plateadas en las que, cuando funcionaba, se podían ver arcos voltaicos de color azul.

El doctor consultó la hora, preocupado. El hombre que financió su proyecto estaba al llegar. No sabía mucho de él, solo que era alguien importante de una joven república balcánica y que representaba los intereses de este reino recién nacido. Y, en verdad, aquel invento podía revolucionar el campo de la fabricación de energía para siempre: una antena colectora de energía magneto-nuclear, empleando al mismo tiempo el poder del radio con el que el magnetismo en los mismos átomos de la materia que les rodeaba en todo momento. Una máquina segura, eficiente y limpia, que podría generar electricidad suficiente como para alimentar a decenas, si no cientos, de máquinas industriales.

Era la hora del último retoque, la última prueba. Y si seguía sin funcionar, poco después sería, una vez más, la hora de la verguenza.

Notas de juego

Hazme una tirada:

  • 1d20 + modificador de inteligencia + reparación de sistemas de engranaje + 4 (chapuzas)
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19/11/2010, 01:27
Director

Por el calor y la textura*, así como la forma y el olor, jurarías que era de una vaca africana de grandes cuernos, como las que pastan por Kenya. Hace unas cuatro horas que depuso, aproximadamente. Eso te mueve a pensar que esa misma mañana un nativo Nandi recogió a las vacas que tenía pastando. Considerando que es época de pastar los rebaños, eso solo puede significar que intentaba protegerlo de algo, quizá de los británicos.

Más revelador incluso, es lo que ves, o intuyes ver, a unos 50 metros de ti, en el cauce seco de un riachuelo, ahora cubierto de arbustos. Una forma se dibuja en él, una forma que se ha recolocado, y que parece quieta, observando. Jurarías que la piel de esa forma, es negra.

¿Un vigía del enemigo? Es muy posible.

Notas de juego

*Si, tocas una caca

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19/11/2010, 01:36
Doctor Irvin Ness
Sólo para el director

Irvin se quita el sudor, resopla, y coge una herramienta de relojero para urgar en los engranajes de transmisión, utilizando una especie de lupa enorme que va atada con una banda de cuero a la cabeza.

- Tiradas (1)
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19/11/2010, 01:47
Director

La magia del doctor Ness volvió a aparecer, mientras él se afanaba reparando la máquina. Dió unas órdenes al señor Octopuss, y se introdujo en el corazón del aparato, enganchándose con el mosquetón a una pestaña mientras sus instrumentos afinaban y recolocaban.

-¡Tor.. ñibekamp tokelai! -dijo el pequeño robot.

Aquello significaba en su idioma, "doctor, ajuste la potencia del relé". Cosa que Urquart hizo a continuación. Un prometedor zumbido acompañó a la operación, y el pequeño robot salió de las entrañas del aparato, mientras el científico se subía ahora la lupa, se colocaba unas gafas de plástico y se separaba hasta la pared, bajando el interruptor.

La máquina se sacudió un instante, chisporroteó y vibró, comenzando a temblar mientras se energizaba. Los paneles laterales comenzaron a refulgir con los arcos voltaicos, cuyo reflejo era visible en sus gafas de plástico. La máquina solía hacer eso, pero ahora necesitaba dar el siguiente paso. Pero lo que hizo fue apagarse de repente, para el pasmo del doctor.

Este se acercó de nuevo al ingenio, y de repente, sin que lo esperara, se activó nuevamente sin vibración alguna, y los chisporroteos eléctricos se transformaron en un elegante haz de rayos eléctricos que condesaron su energía el en pináculo de la bobina. Aquello generó un estruendo y una pequeña honda de choque, que le tiró al suelo y con él unos 10 matraces de Erlenmeyer que tenía sobre la mesa adyacente.

La máquina funcionaba, y el doctor se disponía a celebrarlo cuando escuchó los pasos de su vieja y hosca ama de llaves en el final de la escalera. Cuando giró el rostro desde el suelo, ella estaba allí, enlutada como siempre. Solo dirigió una mirada ceñuda, algo desaprobatoria, a la maravillosa máquina que continuaba funcionando, como si aquello careciera de importancia, o se hubiera acostumbrado a la visión de aquel tipo de adelantos dignos de una novela de Julio Verne.

-Señor Urquart, un caballero con un acento muy extrañado, acompañado de unos señores, me han dicho que estaban citados con usted. Esperan en el recibidor. ¿Les hago pasar?

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19/11/2010, 02:28
Candance Urquart
Sólo para el director

 “¡Los 21 nask recuperados!

No podían ser otros más que los hermanos cristianos quienes habrían de preservar las palabras del profeta.”

Los sentidos de Candance estaban presos por la emoción de encontrarse ante el “Gran Avesta”, no era el texto original sasánida pero el hecho de ser una copia iluminada no le restaba valor. Ansiaba leerlo, estudiarlo, meditar sobre el, cuantas enseñanzas por descubrir... Las palabras de aquel hombre la extrajeron subitamente de su ensimismamiento. Tan exquisita dicción y expresión no podían ocultar todo un mundo de caos al fondo de esos oscuros ojos, algo que mas o menos ya se adivinaba por el descuidado arreglo.

Candance se hirguió para escuchar lo que tuviera que decir, era obvio que estaba deseando soltar una bomba ¿De que si no se habría dirigido a ella con tanto descaro?

Un intenso sofoco emanó de su interior, ¿Ese extraño hombre sabía acaso quien era ella? Aquel empezaba a parecerle un país endemoniado, cuantos más días pasaban más incómoda se sentía. En un parpadeo canalizó su inquietud transformandola en un tono de voz directo y algo sobervio.

-Es la primera noticia que tengo. Considero que la restauración es una tapadera muy pobre ¿Por que tomarse tantas molestias en traer una pieza que no va a ser expuesta? Algo ha pasado pero supongo que eso usted ya lo sabrá, parece muy bien informado ¿O me equivoco? Señor...

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19/11/2010, 02:46
Sherlock Holmes

El hombre sonrío, ofreciéndole la mano por cortesía. Quedaba claro que su educación era buena, aunque descuidara un poco su aspecto.

-Sherlock Holmes, a su servicio -dijo, besando un momento el dorso de su mano enguantada.

La soltó luego, sorbiendo por la nariz como si quisiera aclarársela. Lo que estaba haciendo, en realidad, era observar el entorno, por encima de su hombro. Luego, volvió a mirarla.

-Y usted, si no me equivoco, es turca, aunque hable francés. Pero vive en Francia, ya que diría que su conjunto corresponde a la línea general del finado Charles Worth, cuya firma tiene sede en París. Algo que en principio no señalara más que su gusto por el diseño de alta costura, de no ser por su pamela, de un claro estilo provenzal, nunca visto en las boutiques londinenses, pero frecuente en París.

Sonrió un momento, haciendo memoria.

-Y dada su procedencia e interés por el zoroatrismo, que le mueve a consultar una discreta copia del Avesta forrada en cuero durante un breve trayecto en tranvía, me movería a pensar que usted profesa esa religión. Además, su fragancia es atrevida, casi provocadora, y está claro que entiende de maquillaje. Posee un andar grácil, y usa unos zapatos cómodos y ajustados, que suelen ser los preferidos de las bailarinas.

Se cruzó de brazos, estableciendo una conclusión.

-Lo que me mueve a pensar que, dado el anuncio del cabaret Brigitte, aparecido en prensa, relativo a un pase privado de la misteriosa y exótica madame Alika, pueda ser usted dicha persona. Aunque, quizá, me haya extralimitado en mis conclusiones.

Sonrió, sacando su reloj de bolsillo, aunque sin abrirlo ni examinarlo. Parecía que entretenía las manos mientras hablaba, procurando no pensar excesivamente.

-En cuanto a su inquietud, le señalaré el hecho de que los conservadores de la pieza han venido directamente desde Italia, aunque los guardias afirman que su acento no es italiano, y que se han encerrado en el almacén desde hace dos horas. Una incongruencia, quizá, si no tenemos en cuenta que hace un mes se produjo un importante robo de un objeto de similares características en el Museo Antiguo de Berlín. En este caso se trataba del llamado "martillo de Thor", del que se dice, quien lo posea podrá dominar el mundo. El modus operandi fue similar: hacerse pasar por conservadores, saltar la alarma del edificio poco antes del cierre y robar la pieza en un tiempo récord.

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19/11/2010, 03:37
Candance Urquart
Sólo para el director

Estaba muy entretenida escuchando la jactancia de aquel personaje. Había leído sus últimos casos publicados en el periódico, se dibujaba como una figura singular, pero resultaba asombroso en sus dotes!. La sorpresa llego con el destape de su otra identidad, no pudo evitar clavar una afilada mirada en él mientras terminaba de desmadejar su disfraz. Candance pensó que debía mostrarse firme ante Sherlock

 -Por un momento creí que también comentaría el color de mi ropa interior Señor Holmes! Es usted tan indiscreto como me habían comentado, un buen profesional pese ha haber errado en alguna de sus observaciones. Lo cual me alegra, quiere decir que yo también se hacer mis deberes.

Saboreó ese breve instante en que la contrariedad hería el ego del detective con la sonrisa de un tiburón. Sabía que no estaba bien pero... adoraba espolear orgullos. Sorprendentemente su instinto le hacía confiar en aquel hombre, sentía la paz interior propia de sentir “el orden” y aquel hombre parecía ser la llave de su destino cercano.

-Y ya que parece estar proponiendome una aventura puede llamarme Candance

Dijo con mirada felina.

Había oído hablar de aquella reliquia a sus ancianos maestros, una joya que durante mucho tiempo ocupó un importante lugar en sus pensamientos ¿Sería la pieza que le ayudaría a comprenderse a si misma? pero eran tantas las leyendas que la rodeaban, y todas tan dispares,  que acabó por pensar que no era más que uno de esos relatos fantásticos surgidos a la orilla de toda religión. Quizás no sea más que una joya nacida en la inspiración del mito ¿Pero y si era cierta? Alguien parecía muy interesado y puesto que Dios todo lo puede y había obrado el milagro del Gran Avesta ¿Que le impedía obrar otro milagro más? No podía negarse a la voluntad divina y a su propia excitación.

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19/11/2010, 15:47
Sherlock Holmes

El señor Holmes sonrió cuando ella se presentó como señorita Candance. Supiera o no su verdadera identidad, estaba claro que quería respetar la tapadera. Luego miró a ambos lados, y la llevó aparte, hablando en confidencia.

-Es necesario penetrar en el depósito y ala de mantenimiento. Confiaba en que usted pudiera distraer al guardia de la puerta, mientras yo me infiltro dentro y...

Y en ese momento, tal y como había preconizado, la conversación se interrumpió cuando saltó la alarma de incendios del museo, y los guardias presentes comenzaron a indicar al público que evacuara el edificio de modo ordenado y por las salidas que se les señalizaba. El señor Holmes se asomó detrás del enorme sarcófago tras el que se ocultaban, en dirección a la puerta más cercana que llevaba al área de mantenimiento. Ésta, sin embargo, estaba al otro lado del ala, y el guardia estaba distraído en ese momento, echando a los últimos rezagados.

-No hay un minuto que perder -susurró- Estarán robando las piezas en este momento. En silencio y rápidamente, sígame.

Dicho lo cual, comenzó a avanzar cubriéndose tras los objetos expuestos, dando cortas carreras.

Notas de juego

Hazme una tirada:

  • 1d20 + mod de destreza + sigilo + 3 (sombra furtiva). Sumas todos los modificadores y los colocas en MOD.
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19/11/2010, 16:28
Candance Urquart
Sólo para el director

 Tal y como pensaba la acción era inminente.

La confusión de la evacuación fue perfecta para ocultarse tras las antigüedades, el vigilante estaba demasiado preocupado de indicar la salida al asustado público. Era por cosas así por lo que en sus escapadas siempre vestía cómoda. Su estilizada figura le permitió ocultarse junto al señor Holmes, había un largo camino hacia la salida de mantenimiento. Escuchó en silencio las palabras del detective y conteniendo el calor que manaba de los latidos de su corazón,  agilmente siguió los pasos del detective como si fuera su sombra tras vitrinas y monumentales esculturas.

- Tiradas (1)
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19/11/2010, 18:09
Durand Rosseau

Durand se movía de aquí para allá, con el traqueteo del coche de caballos, miraba por la ventanilla, contemplativo, callado, con el puño colocado en la barbilla, el cual tapaba sus labios. En frente estaba su mujer, su joven esposa. ¡Había llovido mucho desde la boda, que solo habían pasado unos meses! la siempre suspicaz Adrianne había logrado dar con algo muy gordo que podría poner en peligro a toda la Republica, y eso no era nada nuevo para ninguno de los dos. Moviendo algunos hilos con su viejo "amigo" Marchand habían conseguido colarse en aquella fiesta muy tipica de Francia, con pomposidades, galantería que, aunque lo negaran profundamente, traían ciera influencia inglesa, había estado demasiado tiempo en el pais vecino como para que no se le escapara el detalle. Miró a Adrianne un momento, siempre estaba meditabunda antes de estas cosas, y rara vez se equivocaba, al fin y al cabo, las cosas inteligentes se las dejaba a ella, Durand estaba allí para ofrecerle cierto apoyo si las cosas se ponían feas...lo que también solía pasar, así que, nunca mejor dicho, eran la pareja perfecta.

El coche se detuvo y el maestro apartó el puño de la cara para incorporarse en el asiento.

-¿Nerviosa? ¿Estás lista mon cheri? Ellos tienen más miedo de ti que tu de ellos.

Bromeó, refiriéndose a los nobles de la corte francesa.

Durand cogió el sombrero y el bastón, en el cual escondía una sorpresa. Vestía de forma elegante ¿como olvidar las viejas costumbres? era de color gris negruzco, chaqueta de cola hasta un poco más abajo de los muslos, chaleco elegante negro con los bordes en rojo color sangre, bajo él, una camisa blanca con un pañuelo rojo a juego con el chaleco que le salía de la abertura de la camisa del cuello, pantalones del mismo color que la chaquetilla y también unos zapatos comodos a la par que elegantes, sin ninguna tontería sobrecargada: tenía que poder moverse bien.

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20/11/2010, 00:59
Director

Candance se deslizó como una sombra detrás de Holmes, siendo incluso más sigiloso que él. El guardia apenas miró un momento en su dirección, sin ver nada, y siguió su camino hacia las puertas de entrada, por donde se suponía tenían que llegar los bomberos y la policía.

Holmes abrió la puerta de servicio, mirando un momento a la sala que dejaban atrás mientras Candance entraba, y cerrando tras de él. Luego, como guiado por una especie de mapa mental que había memorizado, recorrió el corredor corriendo, giró a la derecha, bajó unas escaleras y cuando llegó a una puerta cuyo letrero rezaga "storage B", caminó más lentamente, pegándose a la pared. Comprobó de un vistazo que ella le había seguido, y luego empujó suavemente la puerta entreabierta.

Lo que allí había era meramente un depósito o hangar, lleno de obras de arte pendientes de restauración. Observó durante unos momentos el movimiento de personas en el interior, gente con librea del museo o simplemente vestidos como cualquier obrero o gente de baja estofa, que cargaba unas cajas en un montacargas que comunicaba con un callejón, donde sin duda estarían recogiendo el material.

Entre aquellos hombres había uno de porte más distinguido, aunque de mediana edad, con un bigote bien recortado y un bastón en la mano derecha, enguantada de negro. Saltaba a la vista que él no estaba ensuciándose las manos, pero que estaba al mando. Aprovechando que nadie miraba, Holmes se deslizó en el interior del almacén, ocultándose contra la gran pila de cajas que había justo enfrente. Se fijó que uno de los guardias del museo yacía muerto en el suelo, poco más allá, y estiró el brazo hasta coger su porra, despacio y sin ser visto ni oído.

Notas de juego

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