Partida Rol por web

Raymond salta por la ventana sin miramiento alguno. Por fortuna para el Veracruz, el tejado queda a poca distancia del alféizar, algo que a buen seguro ya conocía Calafate. La ágil grumete del Ajenjo no esperaba tanto ansia en la persecución y cae de bruces cuando Ray la agarra por el tobillo. Ambos piratas ruedan por las tejas hasta que terminan deslizándose hacia el borde para finalmente precipitarse a la calle. Por el sonido, el duro golpe les ha debido doler un poco a ambos.

Casi al mismo tiempo, Harper y Feijud salen por la ventana en pos de su valiente compañero. El oficial de artillería se maneja con facilidad gracias a las zapatillas mágicas, pero el capitán del Grindylow Embrujado tiene que andarse como más tiento para no correr la misma suerte que los dos primeros contendientes. Cuando echáis un vistazo abajo, tanto Raymond como Calafate parecen en buen estado. Magullados, pero vivos y... ¡todavía abrazados!

Justo en ese momento, salen por la puerta de atrás de la taberna Sandara, Mamá Tom y Pierce Jerrel. 

-¡Quita tus sucias manos de encima!--exige la mujer al tiempo que trata sin éxito de zafarse del agarre.

Vaya, vaya. ¿A quién tenemos amiga? Una vieja amiga... Seguro que te has alegrado de vernos tanto como nosotros a ti. ¿Qué dices de tus técnicas de reclutamiento? Seguro que las autoridades locales se alegran de conocerte.

¿Sucias? Te aseguro que estas manos se las rifan una cantidad ingente de mujeres en casi todos los puertos de los Grilletes, y por el resto de mí incluso se pelean a muerte. Así que no te quejes tanto que mis compañeros van a hablar contigo.

Raymond se había llevado algunos moratones, pero no se había roto nada. Lo cual era bueno. Se levantó con cuidado de no soltar a la mujer y la empujó contra sus compañeros.

Yo de tí sería comunicativa. No querrás que se pongan creativos para hacerte cantar.

-¿Cantar? ¿Acaso crees que ahora soy una espía o algo similar, engreído?--replica Calafate a Raymond, rendida ya y sin oponer mayor resistencia que su habitual altanería.

Después, volviéndose hacia Feijud, la mujer de Harrigan continua:

-¿Las autoridades locales? Pues, mira, precisamente acaban de llegar--explica mientras hace un gesto con la cabeza para señalar en dirección a la taberna, en la que parece haberse detenido el estruendo súbitamente.

-¿La guardia? ¡Ejem!--interviene el capitán del Jarra Salada--Esto... creo que yo voy a tener que largarme para no meterme en problemas. No se me tiene en alta estima por aquí, me temo.

-Ha sido un placer, caballeros--se despide con una ostentosa reverancia a Sandara para luego darse la vuelta y alejarse con rapidez por un oscuro callejón.

Oís como los soldados ponen orden en la taberna y a los pocos segundos salen con un par de detenidos. Se trata de ocho guardias bien pertrechados que pasan por el otro lado de la calle sin siquiera mirar hacia vosotros. 

Sin embargo, Calafate aprovecha la ocasión para fingir un ataque de tos que enseguida llama la atención de la guardia.

-¡Eh, vosotros! ¿Algún problema ahí detrás?--inquiere con autoridad uno de los hombres mientras os observa de arriba abajo, como sopesando vuestra valía en combate.

-No, no. Nada. Todo bien, todo bien. Debo haberme atragantado--responde la grumete del Ajenjo mientras trata de separarse de vosotros.

Otro bucanero sale de la taberna, echa un vistazo a ambos lados de la callejuela con preocupación y cuando por fin os ve parece aliviarse. El tipo, un hombre pequeño y de avanzada edad, comienza a caminar cojeando hasta el grupo.

-¡Menos mal! Pensé que ya os había perdido.

Harper se acerca a grumete. Te acompaño a tu alojamiento no vaya a pasarte nada malo. ¿Vienes Raimond?. Las calles no son seguras para una mujer sola.

Raymond asiente a Harper, de hecho él ya se había mantenido cerca de la mujer cuanda ésta trataba de escabullirse.

Por supuesto. Nunca se sabe si alguien te ha echado algo en la bebida y acabas dormida en medio de la calle. Nosotros nos aseguraremos que llegue a su barco. Así podremos ponernos al día con el capitán. Hay mucho de lo que hablar.

Feijud agarra del hombre a Harper y lo aparta para susurrarle.

Mejor la sigues a una distancia segura sigilosamente. Así nos puedes decir si regresa al barco o si hace algo extraño.

Un tanto inquieta ante la presencia de la guardia, pero a la vez intrigada por ver qué hacen unos guardias en una ciudad dominada por piratas, me mantengo en un segundo plano, escuchando y viendo los movimientos de la tal Calafate.

Estaba claro que no iban a permitir que se fuera así como así, no sin antes darnos información sobre ese bastardo.

Mientras, el que se acercaba, parecía conocernos. Esto se estaba complicando demasiado y empezaba a haber muchos actores en este acto.

En cuanto la guardia sigue su camino y se pierde por la primera esquina, Calafate se viene abajo:

-¡No, por favor! Sólo trataba de ganarme el favor de Harrigan. No me queda otra. Ya lo conocéis de sobra.

La agobiada mujer se pone de rodillas delante de Feijud y completamente azorada le pide clemencia:

-Sé que tú no eres como los demás. Déjame unirme a tu tripulación y te juro que lo pagaré con creces, por favor. 

El desconocido hombrecillo que viene cojeando contempla la escena con asombro. Sin embargo, el tipo sortea a la ex grumete del Ajenjo para tender una nota sellada al capitán del Grindylow Embrujado:

-Esto es para vosotros. 

El anciano vuelve a mirar a Calafate, niega con la cabeza y luego regresa a la posada farfullando por lo bajini.

La misiva es una invitación de Tessa Vientopropicio, Señora de Quent, en Isla Motaku, para cenar mañana en una de sus propiedades aquí en Puerto Riesgo. Según indica, vuestras hazañas marinas le han impresionado lo suficiente como para confiaros un trabajo "sensible".