Partida Rol por web

El enano miraba con cara de pocos amigos a los dos hombres mientras dialogaban sobre reyes, reinos, riesgos y muerte. La verdad es que Orgon se perdía entre tanta palabrería pomposa y se centró en vaciar tan rápido como pudo su jarra de cerveza para pedir otra al encargado del local.

-El principito habla demasiado, no creéis?

Dijo mientras miraba a aquel tal Predilecto esperando alguna respuesta sobre su apreciación. Seguidamente, miró al otro hombre que parecía seguir la conversación del príncipe y le señaló con un dedo grueso como una morcilla.

-Y no entiendo nada de lo que dices tú.

A continuación dio otro largo trago a su cerveza y limpiándose la espumosa bebida de su barba con la manga, respondió a la pregunta del que parecía ser quién les daría el encargo o misión.

-Mi nombre es Orgon.

- Venga - dice el encargado, - terminemos las charlas cuando antes, que quiero hablaros de la misión. Steligard, me temo que no te voy a contar mucho de nuevo...

No le resulta difícil de imaginar la terminología que mejor entendiera Orgon. Hacha, martillo, cerveza y oro. Las cuestiones existenciales son algo que parecen encajar difícilmente con la filosofía de los enanos. Steligad ya había tratado con otros con esa actitud antes.

.-Son cosas de humanos-.

Dice para zanjar el asunto con facilidad.

Al encargado le contesta.

.-No te preocupes-.

- No, si no me preocupo, sólo que quiero contaros la historia de la misión. Luego tengo que ir a hacer un quehacer en otro lugar.

El enviado de misiones cuenta una historia que sólo Steligad sabía:

- Voy a empezar a explicaros la misión ahora mismo. Vamos allá. Érase una vez que el noble rey Olaf, el rey de nuestro reino, le sufría en su misma ciudad muchos ataques de hordas de ogros. Estos ogros se sospecha que actuaban organizadamente y que seguian órdenes de algun jefe y similar orco; pero apenas se sabe casi nada sobre los orcos o quien los comanda, sea quien sea.

Cuando parecía que ya no íbamos a resistir los ataques de los orcos ni una semana más, el viejo mago de la corte le dijo al rey que cogiese la gran vieja trompeta de encima de su escritirio, que era un poco parecida a un trombón, que reuniese a un grupo de hombres a su alrededor, que hiciese sonar la trompeta y que todos juntos atacasen a los orcos.

Así se hizo. Lo más inesperado fué que los hombres alrededor del cuerno cobraron una valentia inesperada y muy potente. Derrotaron con suma facilidad a los orcos, haciéndolos huir a toda prisa a los que no mataron. Gracias a este y otros usos de la trompeta con el mismo efecto, de momento parecemos invulnerables a los ataques orcos. Pero...

Sucedió que hace cerca de trenta dias, el viejo mago de la corte murió de una herida de flecha que le dió en el corazón. No se le pudo salvar. Cualquier detalle no revelado sobre el uso de la trompeta murió con él.

Y también, hace solamente dos dias, desapareció la trompeta del valor. Parece inexplicable cómo se pudo robar, ya que estaba escondida, salvo en combates, en una habitación subterránea donde sólo el rey, el príncipe y muy pocos más tenían la llave.

Se teme que algun rey orco, por la razón que sea, desea esta trompeta. Pero es raro porque es muy bien sabido que sólo los humanos y alguna raza más, y desde luego no los orcos en absoluto, les afecta el canto de valentia de la trompeta; para el resto de razas, incluidos los orcos, no tiene ningun efecto o, al menos, no más del de una melodia vulgar y corriente.

Vuestra misión es, como sea, recuperar la trompeta y, si es necesario para que no la consiga el misterioso jefe orco, destruirla como mal menor. Encontrad a los ladrones, recuperad la trompeta y devolvedla al rey. Hacedlo como sea.

¿Alguna pregunta?.

Las palabras del enviado llenan la estancia desgranando la triste historia de un pueblo enfrentado a la amenaza de los orcos a quienes solo el valor inspirado por la misteriosa Trompeta del Valor parece poder derrotar.

¿Será acaso este objeto lo que debo buscar?...Este rey Olaf y su gente...¿merecerán los sacrificios que haremos por ellos?...sin duda los orcos son mis enemigos y el filo de la espada gustosamente satisfará su sed implacable con la sangre de esas bestias...mas....¿como haremos para encontrar a los ladrones?. Piensa el príncipe con rostro grave mientras mira de reojo como calibrando la valía de sus compañeros.

Entonces toma la palabra colocándose frente al enviado y mirándole a los ojos:

- Si todo es como decís, mi señor, esta parece una noble empresa y digna de mi espada, que no he de sacar sin motivo ni devolver a su vaina hasta que no esté saciada. Sin duda esos orcos serán enemigos dignos que han de proporcionar gloria a quien les derrote arrancándoles la dulce vida con el hierro terrible.

- Pero no es el combate contra tales criaturas, cuyas acciones impías son una afrenta a la Justicia y su destrucción un servicio a todas las gentes de bien, sino como desentrañar el misterio que ante nosotros se presenta lo que me preocupa....¿quién y por que medios robó la Trompeta?...sin duda hay poderes más grandes que los de los hombres actuando en este asunto y necesitaríamos saber más para poder emprender la búsqueda.

- Pero hay entre nosotros uno que ya ha participado en esta campaña y quizá pueda decirnos algo más de lo que ya sabemos - añade dirigiéndose esta vez al hombre, al mercenario de elevada estatura y mirada resignada - ¿qué sabéis vos mi señor?, ¿qué podéis decirnos que nos sirva de pista para iniciar la búsqueda? pues antes hablasteis de otros compañeros que encontraron la muerte y la Parca en cumplimiento de esta misión (que sus dioses les hayan acogido en el lugar reservado a los valientes) lo que me hace pensar que vuestro conocimiento en este asunto es superior al nuestro, que somos forasteros recién llegados -  finaliza con un gesto que abarca al enano y al otro guerrero que permanece afilando su espada.

- Si tienes algo que contar, Steligad... - dice el encargado mirando al guerrero. - Si no es así, os contaré qué debéis hacer para entrar en el castillo y empezar a investigar la pérdida de la trompeta. Vamos a ver...

.-Apenas salimos de aquí fuimos asaltados por un hombre misterioso encapuchado que era capaz de dominar a los lobos. Quería obligarnos a abandonar la misión, pero la profesionalidad de mis compañeros se impuso, y nos decidimos a presentar batalla. Acosados por el feroz ataque de la manada, uno a uno cada uno de mis compañeros fue muriendo... De forma bastante desagradable. Y cuando me quede solo, me las arregle para escapar y refugiarme en la posada-.

Esperaba que al menos no desconfiaran sobre el por haber sobrevivido.

.-Uno de nuestros compañeros llevaba un mapa con las principales rutas de la región. El plan era encontrar a algún orco al que poder "convencer" de explicarnos como podríamos encontrar a su líder. Tal vez anticiparnos a la entrega del objeto. Y luego esta la cuestión de como haya podido robarse...No es extraño suponer la traición de alguien de la corte. No tuvimos tiempo de investigar nada-.

- Bien - dice el entrevistador. - Supongo que no tienes nada más por contar, Steligad... En todo caso, me tomaré un vaso de agua.

Mientras este hombre se pida el vaso de agua y se lo tome, tenéis unos segundos...

El gesto de Predilecto se tuerce de un modo apenas perceptible cuando Steligad expone las acciones previas, como si lo que oyera le disgustara pero no quisiera darlo a conocer.

- De modo que un hombre que dominaba a los lobos...sin duda hay poderes oscuros actuando en este asunto...se me hace difícil creer que un orco cualquiera tenga algo interesante que decirnos, no acostumbro a cruzar palabra con miembros de esa raza maldita, ni siquiera se tales seres poseen el don de la palabra.

- Pero, señor Enviado, ¿no dijisteis que teníais instrucciones específicas?...hablasteis de entrar en el castillo, quizá fuera aconsejable inspeccionar el lugar donde se guardaba el objeto de nuestra búsqueda.

El enano escuchó atento toda la explicación del enviado y recordó haber oído en alguna ocasión leyendas referentes a aquella trompeta de valor. Sus propiedades para conseguir que la más cobarde de las criaturas sintiera una avalancha interna de valentía, era algo digno de recordar tras una buena batalla. Siempre era agradable saber que la cobardía no tenía lugar en el campo de batalla y que, solo aquel dispuesto a honrar a sus antepasados en el arte del combate, podía enorgullecerse de considerarse un guerrero.

Pero algo rondaba en su limitada mente de combatiente, fuera de cortar, machacar, destrozar y matar. Se había robado una reliquia de un lugar con acceso muy limitado. Solo el rey, el príncipe y personal de mucha confianza con el monarca, poseían la llave para poder entrar a la sala donde se guardaba la trompeta. Para comenzar, aquello abría un abanico de sospechosos demasiado extenso. Quién querría robar aquel objeto mágico si no era para hacerse con el poder?

-No me gustan los humanos. Pero menos me gustan los orcos.- dijo Orgon escupiendo al suelo.

Después de escuchar el relato de Steligad con el encuentro con los lobos, y la consecuente pérdida de compañeros, ofreció otra de sus escuetas frases.

-Y tampoco me gustan los lobos.- y dio un largo trago a su cerveza para acabar con ella y pedir una nueva ronda.

Orgon se rascó la barba con la mano con la intención de motivar a sus ideas y dejarlas fluir de forma argumentada. Y en su caso, era difícil conseguirlo.

-Si domina a los lobos, puede que sea un druida o algo por el estilo. Estoy de acuerdo con el parlanchín, -dijo señalando a Predilecto- podemos ir donde se guardaba la trompeta. Pero ya os digo que no me fío del príncipe... la gente de la nobleza sería capaz de cortar el pescuezo a su propia madre por conseguir más poder.

Un destello de rabia cruza los ojos de Predilecto al oír las despectivas palabras de Orgon, pero no se deja llevar por esta emoción sino que recupera luego el aplomo y, sin siquiera mirar al enano, responde con una frialdad altanera y apenas disimuladamente despectiva:

- Es cierto cuanto dicen vuestras mercedes...y quien diga lo contrario....- hace una pausa teatral mientras mira al soslayo con una mueca torcida en el rostro - miente - finaliza desafiante.

- Cada uno es libre de depositar su confianza en quien quiera, hay quien cree estar a salvo mostrándose desconfiado con ciertas personas, yo por mi parte no entregaría a la ligera mi confianza a cualquier matón que alquila su espada para quitar la vida a quien el mejor postor señala como enemigo. Resulta curioso que a veces los asesinos a sueldo acusan a otros de estar dispuestos a vender las vidas de otros seres a cambio de dinero o prebendas, pero como decía, cada cual es libre de juzgar como estime conveniente. Por mi parte recomiendo mantener la mano cerca del pomo de la espada no sea que algún deslenguado pruebe ser algo más que un fanfarrón y pase a mayores.

- El que corteja a la Muerte encontrará en el filo de mi espada una alcahueta más que eficiente.

El tono de su voz contiene en esta última frase una nota de marcado desafío y mientras habla se permite escorarse ligeramente y flexionar ligeramente las rodillas con una gracia natural adoptando una postura cargada de tensión como para proyectarse al ataque como un rayo o retroceder velozmente, como si entrara en guardia presto al combate.

.-Que los humanos ofendan a los humanos y los enanos a los enanos. Se sabe donde empieza la guerra pero no donde acaba. No quieras conocer príncipe cuantos primos tenga Orgon, ni Orgon poner a prueba cuanto le quieren en su reino al príncipe. Y estoy convencido que esto es, porque sois de distinta raza, y no os entendéis como deben entenderse las personas de bien. De mi cuenta una ronda de cerveza para calmar los ánimos. La mala hostia que tenéis, la agradecen mucho más los cráneos de orco y nadie se ha hecho rico peleando en las tabernas-.

Hace una seña e indica al tabernero para que les ponga unas generosas jarras de cerveza rebosantes de espuma delante de las narices

El enviado de misiones, que ya se ha tomado varios vasos de agua, mira a su alrededor y dice:

- Bueno, chicos, os veo animados para hacer la aventura; esto es muy bueno. Os voy a indicar lo que debéis hacer. Uno de vosotros guardará este pergamino: es un salvoconducto que os permite entrar a casi cualquier zona del castillo, siempre que cumpláis el protocolo de modales y buena educación. También os entrego esta llave: sirve para abrir la puerta de la habitación donde estaba la trompeta del valor. Cuidado!! Yo no conozco lo bastante bien la gente del castillo, y podría haber algun traidor en el castillo mismo. Os recomiendo que os presentéis al rey o al príncipe o a algun noble y tratéis de sacarles información.

El enviado de misiones suspira y sigue:

- Yo no os acompañaré en absoluto a vuestras misiones. Tengo otras tareas y además mi tarea es instruir y no hacer el trabajo sucio. Pero mis bendiciones, aunque sólo son palabras de ánimo, van con vosotros. Ahora definitivamente: ¿tenéis alguna pregunta que hacerme? Cuando haya resuelto todas las preguntas, me iré definitivamente. Vuestra siguiente parada, por supuesto, es el castillo. - Y os dice con todo detalle cómo llegar al castillo; llegar hasta el castillo no os supondrá, sin duda, ningun problema. - Pues... ¿Y bien? ¿Hay preguntas?

Predilecto escucha las palabras de Steligad y sonríe, amaga una leve inclinación de cabeza a modo de cortés reconocimiento y acepta la bebida ofrecida con elegancia.

- Gracias por vuestras nobles palabras mi señor Steligad, sin duda hay sabiduría en ellas y yo sabré seguir el consejo leal de un quien parece trabajar por la paz. ¡Sea!, no tengo prisa por desnudar mi acero que luego no quiere volver hambriento a la vaina y causa consternación y destrucciones allá por donde se muestra. ¡Con razón los dioses lo han maldito y prohíben su presencia en los días sagrados!. Conque olvídense mis palabras si han sonado altaneras para los oídos del pequeño Orgon, que yo olvidaré sus injuriosas insinuaciones.

- Pero mi señor Enviado, creí entender que tendríamos posibilidad de encontrar material de guerra con el que equiparnos antes de partir a esta misión, ¿no es así?.