Partida Rol por web

Steligad forcejea con el lobo intentando soltarse. Son demasiados enemigos para presentar batalla estando solo, así que intenta por todo medio cerrar la puerta tras de si imponiendo una barrera física entre el y la manada de agresores.

Bien por ti, Steligad!! Has logrado esquivar al lobo el tiempo suficiente como para cerrar la puerta. Furiosos y no demasiado inteligentes, los lobos muerden la puerta como si pudieran romperla. Luego, sin lograr apenas arañarla, se quedan a la expectativa, con el trasero en el suelo, como si esperaran que salieras.

¿Qué vas a hacer ahora? No sabes cuanto tiempo van a esperarte los lobos, y no tienes comida infinita...

El guerrero suspira un instante por lo sucedido. Al otro lado de la puerta, yacen muertos todos los que iban a ser sus compañeros de aventura. Tras este pequeño momento en que se permite un mínimo descanso, que piensa que no hubiera que darle mucho drama por la muerte de unos cuantos desconocidos por simpáticos que les pareciesen, rehecho se vuelve hacia el interior de la posada a exponer la situación a su nuevo pagador.

Se encamina hacia el encargado con no poca vergüenza, esperando que le indique si seguirá queriendo que se realice la misión y si contratara a nuevos mercenarios para que le ayuden con un trabajo que una sola persona no puede llevar a cabo. A través de la posada y con gesto sombrío que le caracteriza avanza para sorpresa de muchos empapado en sangre de lobo, propia y de compañero.

.-Disculpe... No hay forma delicada de decir esto. Bueno que cojones... Todos mis compañeros acaban de ser despedazados a las puertas de esta posada-.

Los lobos miran durante unos segundos con odio a Steligad y, luego, viendo que está protegido de su alcance, se marchan por donde vinieron.

El entrevistador, habiendo oido a Steligad, lo mira con expresión sociable y le dice:

- Bueno, qué pena que hayan muerto casi todos los voluntarios de la misión, y lo digo con pena sincera. Ahora deberemos esperar a que lleguen más voluntarios. Mientras tanto, ¿tiene hambre? Le invito a una cena. Y coja estos dos amuletos de lobos muertos. Cada amuleto vale 20 monedas de plata. Puede quedárselos. Relájese, amigo, el futuro llegará - la voz del entrevistador es totalmente sincera.

El encargado pregunta a Steligad:

- ¿Cómo es que te has decidido a hacer la dura y a veces mortal vida de aventurero, amigo?

Steligad, ¿vas a responder a esta pregunta o vas a decirle que prefieres no contestarla? ¿O vas a quedarte en silencio como si nada?

La aventura continua...

El mercenario una vez aseado, con sus heridas tratadas, y también algo más relajado responde a la pregunta.

.-No he conocido otra cosa. Desde mi niñez he vivido en el peligro. Uno se acostumbra a vivir así, y luego ya no se siente bien haciendo otras cosas. Intente llevar una vida normal, y no funcionó. Y bueno. Se me da bien. Soy el único superviviente de tu ultimo reclutamiento. No es la primera vez que puedo decir algo parecido-. Añade con cierto tono resignado.

El enano dio un golpetazo a la puerta para dejar paso libre hacia el interior del local.

Ciertamente, tanto los modales como la apariencia de Orgon no eran del todo agradables. Comenzando por su voz ronca y grave, que a menudo solo sabía pronunciar monosílabos malsonantes, su apariencia no era mejor. Su rostro magullado y repleto de cicatrices, mostrada una mirada fría y tosca. Una barba blanca, poblada y mal cuidada, decoraba aquella cara de pocos amigos. Un cuerpo robusto y achaparrado, con brazos anchos y musculosos, demostraba que aquel enano guerrero estaba preparado para sobrevivir a más de una trifulca y aventuras cercanas a la muerte.

Orgon podía haber saludado con un simple "hola", incluso con un corto "ei", pero no. El enano solo cabeceó ligeramente a modo de saludo y se acercó hasta el encargado.

Al llegar hasta él, miró al otro hombre que acompañaba al propietario del local, y estuvo convencido que aquel desconocido también estaba familiarizado con la vida entre armas. Lo miró fijamente mostrando seguridad y cierto grado de intimidación para, segundos después, dirigirse al encargado.

-Trabajo?

Cierto: Orgon era un auténtico vendaval de comunicación.

El Príncipe Predilecto traspuso la puerta y entró en el recinto para contemplar como una criatura de baja estatura y malos modales interpelaba al dependiente con un todo de voz enérgico y exigente. Los ojos del recién llegado pasearon por la estancia deteniéndose un tiempo a contemplar a quien le había precedido con un destello prácticamente imperceptible que podía indicar desagrado o sorpresa o alguna extraña combinación de ambas.

Vestía una amplia capa con capucha que no se molestó en retirar a pesar de estar cubierto y apoyaba su mano con gracia casual sobre el pomo de una espada que asomaba sobre su costado izquierdo. Sus largas piernas venían enfundadas en unas elegantes y lustrosas botas de algún material suave y elegante que podría ser cuero pero no podía precisarse.

Tras esperar un tiempo prudencial tomó la palabra:

- ¡Saludos! - exclamó mientras se inclinaba graciosamente a modo de reverencia - dícese entre las gentes humildes como entre los ilustres que hay importantes hazañas y empresas dignas de renombre, trabajos para las manos que no dejan de lado el trabajo duro y para los pechos valerosos que no se arredran ante el peligro. Dícise aquí y allá, en todas partes donde se hablan las lenguas de los hombres que aquí pueden encontrarse ocupaciones dignas de hombres valerosos que en el trabajo funesto de la espada encuentran su solaz así como la ocasión propicia de medirse a grandes peligros para probar su valía y obtener a cambio tesoros apropiados a tales peligros.

- Dícese, en fin, que aquí puede un caballero de fortuna encontrar empresa digna a la que ofrecer su espada. ¿Acaso es cierto lo que los sabios y profetas han anunciado? ¿qué la Trompeta del Valor ha de ser encontrada y arrancada de las manos del mal para perdición de los impíos?. Si esto que se dice es cierto yo he de responder a la llamada de la Trompeta que convoca a los guerreros para ocupar mi puesto entre los valientes que den un paso al frente por la causa de la Justicia.

- Decidme, quien lo sepa, de que manera puede un hombre ofrecer su espada a tan noble empresa, pues soy el Príncipe Predilecto y aquí he venido armado del cruel acero que hace temibles las espadas para sumarme a la honrada búsqueda.

El encargado de la misión mira con simpatia a los dos nuevos futuros contratados y les dice:

- Bienvenidos. Precisamente necesitamos ayuda. Sentaos a comer un poco con nosotros. Decidme vuestros nombres, por favor. ¿Como os llamáis? Pronto os hablaré sobre la misión. Camarero, traiga dos sillas!!

El camarero les alarga dos sillas.

La aventura continua...

- Ahora nos quedaremos en la posada cerca de una hora en la posada, charlando. Luego iremos todos los que estemos al almacén a comprar material. Luego iréis a por la misión, y que los hados os protejan (yo no me iré con vosotros en la misión).

El mercenario le sostiene la mirada al enano, el tiempo suficiente para que comprenda que el mismo también tiene un carácter duro y que no se va a dejar avasallar. Mejor así, piensa. Le resulta más difícil ocuparse de los débiles que rivalizar con los fuertes.

Las palabras de unos y otros rompen la tensión ambiental.

.-Debéis de saber, que el equipo que se reunió para esta misión, ha muerto-. Se refiere al recién llegado .-¿Sois un príncipe?-. Solo por verle tan bien vestido y hablar con tanta labia se lo toma en serio .-Cuando uno acepta esta clase de trabajos es porque se sabe prescindible. Quizás no sea yo un noble para decíroslo, o ni tan siquiera sea asunto mío, pero o sobran príncipes en vuestro reino o cometeréis un error viniendo con nosotros-.

El encargado de la misión no dice nada mientras se toma un trago de cerveza. Pero no hace gesto de levantarse. De momento, los héroes pueden charlar.

El príncipe toma asiento a instancias del encargado y observa a este, al enano y al tercer hombre que toma la palabra antes de contestar: - Mi nombre... - toma aliento y mira un momento al suelo mientras suspira- Llamadme Príncipe Predilecto, el que abandono el pequeño principado del que era soberano por derecho de nacimiento. Yo sabía muchas cosas, había recibido una educación propia de un rey, pero me di cuenta de que en realidad no sabía de las auténticas aflicciones de las gentes a quienes debía proteger y cuidar, mis súbditos, por ello partí dejando atrás el trono y la púrpura.

Luego, ante las palabras del tercer hombre, Predilecto ríe de manera extraña con una voz repentinamente ronca e inquietante, ríe con una aparente alegría totalmente fuera de lugar, ligeramente demencial: - Muerte... ¿Que hacéis que no venís, dulce Señora... - másculla entre dientes como para si mismo. - Extraño que me digáis eso mi señor, no he conocido hombre alguno que no sea príncipe soberano, y aún rey, de su propia vida que le es más preciada que cualquier gobierno, potestad o principado...y si los hombres comunes, el vulgo, siendo reyes de sus vidas las arriesgan, ¿no habrá de hacer lo mismo el que sea soberano de un reino y pretenda que hombres valientes que arriesgan su vida le obedezca? Porque en verdad os digo mi señor que hay más príncipes de los necesarios y menos hombres valientes de los que son menester. Pues si yo muero seguro que saldrán luego tres o cuatro parientes a reclamar el trono llorando afligidos mi muerte... Pero alegres por dentro de mi ausencia.

-Más presumo que todo esto, mi señor, ya lo sabéis... - mira al mercenario a los ojos intensamente - pareceme que a vos no os importa si vivís o morís porque ya os sabéis muerto...

El mercenario se sorprende por el interés de un hombre de alta cuna. No es desde luego lo normal ni lo que suele poder esperarse .- No me he puesto yo el titulo de prescindible. Eso es algo que uno aprende desde niño. Hay hombres destinados a la grandeza y otros se arrastran por la vida. Si en combate os salvase la vida, seria el hombre que salvo a un príncipe, y eso es mucho más de lo que soy ahora. Nadie tendrá que fingir tristeza si yo no regreso, ni habrá una casa o ni tan siquiera una herencia que necesite de gobierno-. En cierto modo esquiva la pregunta entendiéndola como referida a su estado emocional.

Después de ver a los 2 hombres que había sentado dijo:¿ Solo somos estos para la misión? . Se sentó y empezó a afilar su espada