Partida Rol por web

Asiento y hago lo que el jefe me pide

-Como le digo, lo siento mucho, Señora Puig. De verdad, no dude en pedirnos cualquier cosa que necesite. Por cierto ¿sabe qué agente la llamó? No sé si se lo dije pero trabajé en la policiía y aún me quedan algunos amigos allí- le comento confiando en que ella no se dé cuenta que los agentes de las distintas comisarías no tienen por qué conocerse unos a otros.

La frágil voz de Amanda tardó algo en responder a la propuesta de Joyce.

– O… No, no… Yo. No será necesario, gracias.

La voz al otro lado del auricular sonaba algo quebradiza, quizás también un punto temerosa. ¿Insegura tal vez? ¿Y quién podía echárselo en cara? Acababa de recibir la noticia de que su marido había muerto y, aunque aquella mujer había sido víctima de malos tratos, su estabilidad económica y la de sus hijos se veía ahora en entredicho. Además, a ninguno de los dos se le pasó por alto el temor que despertaba en ella Tyler. Por lo que el rechazo a la oferta de Joy no terminó de sorprenderles.

Fue entonces que, siguiendo las indicaciones de su jefe, la mapache preguntó acerca del nombre del policía que se había puesto en contacto con ella.

– ¿Qué quién me llamó? –El tono de voz cambió a sorpresa–. Pues… eh… No lo recuerdo. Aunque… ¡Espere un momento! –Se oyó entonces el ruido del teléfono al ser dejado contra una superficie sólida y de papeles siendo movidos. Unos pocos segundos más tarde Amanda volvía a coger el auricular–. El detective Joseph Hound. Lo apunte en esta libreta, sabe.

Dijo esto último con cierto orgullo. Como si haber anotado el nombre del detective hubiera sido ocurrencia única.

Con la oreja pegada, anoto rápidamente el nombre que le da. Miro hacia Joy interrogante, sin saber si ese nombre le dice algo... Anoto en la libreta para que Joy pueda leer:

Antes de irnos, deberíamos tirar de tus contactos para veríficar si ese Detective existe en los ficheros policiales. Pregúntale si le dio alguna forma de contactar con él y dale las gracias.

 Cuando termina todo el trámite, y me aseguro que ha colgado, doy un puñetazo a la mesa.

-¡MALDICIÓN!, necesitamos acabar este trabajo Joy, no es sólo el dinero y el prestigio de la oficina, es también que ese cerdo merece ser sacado a la luz. ¿Dónde me escondiste la petaca? Te juro que de verdad necesito un trago. 

Me levanto malhumorado, me dirijo a por un vaso de agua y lo acabo dejando en la mesa. Así no puedo.

-Sé que estás enfadada conmigo, pero hazme el favor y mira si alguien sabe algo de ese Joseph Hound, si hay indicios que nos permitan visitarle, lo haremos antes de emprender ese viaje... y sino prepara café, porque nos vamos ya mismo. No quiero perder más tiempo del necesario, siento que vamos a contrareloj.

Atiendo a lo que la pobre señora Puig me cuenta por teléfono, limitándome a encogerme de hombros cuando el jefe me pregunta por el nombre del policia

-De acuerdo señora pero, por favor, no dude en avisarme si puedo ayudarla- le digo, centrándome en mí para que el miedo que Tyler le pueda dar no sea la excusa para no recurrir a nosotros.

Luego cuelgo el teléfono y escucho como el jefe levanta la voz.

-No te pienso dar ese maldito artilugio. Por una temporada ya hemos estado en bastantes líos. Si quieres beber aléjate y déjame que investigue sola. Si no, lo harás sobrio, ¡maldita sea!- enfatizo para que vea que yo también sé maldecir.

A continuación descuelgo el teléfono y le paso el nombre del policia a mis ex colegas con la esperanza de que alguien me pueda decir algo. Mientras jugueteo con las llaves del coche que tengo en la mano, dispuesta a salir inmediatamente si nadie sabe darme una pista mejor.

En cuanto Amanda hubo colgado el teléfono y el auricular no devolvía nada más que un mudo silencio, Joy se puso manos a la obra. Tyler la había pedido mover sus contactos y averiguar si ese tal Joseph Hound existía de verdad y cual era su papel en toda esta historia. La mapache tenía también interese en tirar de este hilo y ver hasta donde llegaba, así que no tardó en marcar el número de su amigo Dean Clifford.

El teléfono aún sonó un par de segundos antes de que el viejo zorro, jefe de un departamento de la policía, lo cogiera. Dejó que Joyce le explicara lo que quería saber.

– ¡Uhmmmm! El nombre me suena. Yo diría que ya lo he oído antes en algún sitio. Dame unos minutos y lo confirmo.

Y se despidió dejando a la asistente del detective impaciente por saber algo más acerca de ese supuesto detective de Las Vegas.

Aprovecharon el tiempo para intercambiar opiniones. No habían cogido cariño a ese cerdo, precisamente, pero la noticia de su muerte era algo que no habían supuesto. Algo más de media más tarde el timbre del teléfono interrumpió su conversación. La voz del zorro volvió a sonar al otro lado.

– ¿Joy? A ver. He estado consultando a unos buenos amigos por aquí y me lo han confirmado. Joseph Hound es detective en la comisaria central de policía de Las Vegas. Un tipo astuto que ha logrado algunos éxitos considerables en su larga carrera policial. Le quedan pocos años para jubilarse.

Joyce le dio las gracias al viejo amigo de la familia, asegurándole que había sido de una gran ayuda.

Tenían las maletas ya preparadas de su viaje a San Francisco y decidieron no perder más tiempo. Las Vegas les estaba esperando, y el cadáver de un marrano, un cerdo que había engañado a sus mujeres y gustaba de maltratarlas, descansaba al parecer en las frías estancias de alguna morgue. Y con él, su secreto.