Partida Rol por web

Cuando la extraña bruma te arranca de donde estás, sientes una extraña sensación de vértigo, frío y malestar. Parece que flotes, que no estes sujeto a nada, pero que tampoco caigas a ninguna parte. Todo se vuelve oscuro, con luces y franjas ocasionales de color que pasan deprisa, como si estuvieras en un túnel que va mucho más veloz que cualquier cosa que hayas conocido. Entre la bruma, las luces y las franjas, distingues las siluetas de otros cuatro seres que van rodando sin control como tú hacia... ¿Dónde?

Todo se hace oscuro antes de que logres discernir más de esas tres figuras, y quedas inconsciente.

Cuando despiertas, lo haces en un suelo frío de piedra, liso, duro y sucio. El ambiente es fresco, y el rocío humedece las piedras. Cuando te despiertas, ves a los otros tres seres que te acompañaron en tu... ¿Viaje? ¿Dónde diablos estás?

Parece una especie de mazmorra, aunque están todas vacías y estáis fuera de ellas, tumbados sobre una marca que paree grabada a fuego en el suelo no hace demasiado. Alrededor hay toneles de madera, cadenas, algunos bártulos de tortura, una mesa grande con grilletes, y dentro de algunas celdas, viejos esqueletos resecos. Por las claraboyas y ventanas enrejadas entra una luz blanca intensa que baña toda la sala.

El techo en algunos puntos hace apenas dos metros, y en otros, casi cuatro, pero la única puerta, de madera sólida, hace apenas dos metros diez. Cerca, dos antorchas de madera arden para iluminarla entrada.

Cuando tus sentidos recuperan toda su capacidad, oyes ruido de gritos y pasos encima vuestro, y al otro lado de la puerta y en el exterior también, parece que hay un gran alboroto alrededor.

- ¡Sophie! - grito nada más abrir los ojos.

Ligeramente mareado, miro a mi alrededor. "Estoy delirando..." me digo al ver el lugar más extraño que jamás me he encontrado. Me vuelvo a dejar caer sobre el suelo una vez más, seguro de que pronto despertaré en algún lugar conocido. Sin embargo, el tacto de la piedra se me hace extraño y hay algo en el ambiente que no consigo identificar.

Haciendo acopio de toda mi fuerza de voluntad, me pongo lentamente en pie. Un escalofrío recorre mi espalda, pues ni siquiera en las profundidades de Iowa, en la parte inferior del pozo, la temperatura es tan reducida. Me arropo en mi desgastada túnica, que normalmente me sirve más para protegerme de la arena del desierto que de sus frías noches. Pero no es la temperatura lo más sorprendente, pues mi propia piel, que ha estado en contacto con la piedra del suelo, parece ligeramente mojada. Aguantando la respiración, me llevo con cuidado la mano a los labios y pruebo la gota de rocío que se ha acumulado sobre ella. ¡Agua! Abro los ojos de forma desmedida. "¿Qué es este lugar? ¿La cámara del tesoro de algún asentamiento vecino?", me pregunto tratando de imaginar algún sitio donde pueda haber tanta humedad. Pero no puede ser, porque echo en falta condensadores para no dejar el agua tirada por el suelo. "¡Qué desperdicio! Ni siquiera los Torstein son tan idiotas como para desperdiciar este lugar así."

Una vez más, me concentro en mirar a mi alrededor. El lugar está construido en piedra, pero en ninguna de las estancias de los Rockhome que haya conocido en las montañas la roca tiene una textura similar a esta. Me acerco a uno de los barriles, pensando en el valor que puede tener esa madera como para utilizarla en esos recipientes.

Solo entonces centro mi atención en las figuras que yacen inconscientes a mi lado. Al menos dos de ellos son mutantes, igual que yo, aunque nunca había visto mutaciones similares. El tamaño descomunal de uno seguro que le proporciona una gran fuerza y resistencia físicas, aunque no tengo muy clara la utilidad de las orejas apuntadas de la única mujer del grupo. El otro tipo parece un humano normal, aunque muchos dirían lo mismo de mí en caso de verme con los ojos cerrados, pues sólo mis iris blancos, que parecen fundirse con el resto del ojo, revelan mi verdadera naturaleza.

Pero no son ellos quien más me llaman la atención. Junto a la mujer hay un animal tremendamente grande, similar a un zorro del desierto, pero completamente blanco y de diez veces su tamaño. Sonrío al mirar a la criatura mientras busco mis armas con la mirada. "Al menos no nos va a faltar comida", me digo volviéndome a investigar el lugar.

Sobre mí, escucho un gran alboroto y presto atención tratando de distinguir las voces y reconocer alguna de las palabras para intentar localizar el acento de la zona.

¡Sophie!

Un sonido me despierta de aquel extraño lugar de ensueños, rápidamente busco mi arco y al sentirlo entre mis dedos me incorporo a través de un grácil movimiento junto a Sul, un lobo blanco lo suficientemente grande, portando un halo de hostilidad que podía helar la sangre a cualquiera, puesto que sus afilados colmillos asomaban desde sus fauces mientras que su pelaje se erizaba a medida que mi gesto de fruncía cada vez más. 

Ya con el arco tensado apunto al Edaín que allí se encontraba mientras reviso el lugar un tanto extrañada. -¿Dónde estoy? - me pregunto apretando los dientes al enfocar la mirada de nuevo al humano. Se notaba a simple vista que pese a mi delgada silueta, me encontraba en forma y a través de mis ojos grises, un vestigio de enemistad se apoderaba poco a poco en mi porte, ensombreciendo aquel rostro esculpido por el Dios Iluvatar.

Sólo que Sul me advierte de otros peligros, logrando que desvíe la mirada hacia otro sector de aquel lugar, detectando a un troll y otro Edaín que allí se encontraban en el suelo como adormecidos. - Por Varda... ¿Quienes son? - murmuro entre dientes al tensar el arco un poco más, no bajaba la guardia porque el Edaín despierto lucía muy diferente y en sus ojos había algo extraño. - Tal vez poseído por Melkor... Es magia oscura...

Eran tres contra dos, los números no eran malos, sin embargo con el gigante tardaría un buen tiempo para deshacerme de él sin morir en el intento. Por ello, camino asegurándome la espalda contra las paredes manteniendo la misma actitud inicial mientras analizo en mi mente los sucesos que recuerdo, buscando algún hilo conductor que me lleve hasta aquí. 

Sin esbozar palabra alguna y aún con el arco tensado sigo los movimientos del Edaín, Sul se encontraba delante mío protegiéndome por si acaso. Llevaba unas botas artesanales de cuero muy delicadas, una falda abierta en la parte delantera que dejaba entrever unas largas piernas a pesar de que llevaba un pantalón debajo*. En mi torso, un corset de cuero ocultaba algo brilloso que se escondía debajo de aquella ropa, mientras que una capa verde oscura cubría la mayor parte de mi cuerpo.

El bruto despierta en la oscuridad bajo el abrazo de la humedad, el frio y el tacto de la roca. El silencio inicial actúa de calmante para su ira descontrolada tan solo algunos segundos antes, en cambio sus músculos se tensionan ante lo desconocido. La voz del humano lo sacó de su letargo...

Lo desconocido siempre es malo y más considerando su última batalla. ¿Magia? Es posible, de la peor…

Thosk! se incorpora tanto como puede ya que el techo pronto le recuerda el reducido espacio, al menos no preparado para su raza. ¿La antesala de una arena de batalla?

Como sea no importa ya que no es el único allí que al parecer se encuentran en las mismas condiciones. Solo le llama la atención un enorme perro de guerra junto a una elfa…

Los recuerdos de los elfos asaltadores se plasman en sus chirriantes dientes y en su mirada asesina. La elfa podría no ser de aquella tribu nómade que ataco su caravana pero tal vez algo sabría. ¿Pero porque estaba allí encerrada junto al resto?

El bruto actuaria de otra forma si no fuese por los sonidos del piso superior. Sus captores pronto los visitarían pero Thosk! tendría una sorpresa para ellos aunque primero tenía que lidiar con el arco amenazante de la escuálida elfa…

- ¡Gr…. quita tus agujas o tu tripas regaran el suelo junto a los captores! – Amenaza en susurros a la elfa para que baje su arco mientras el bruto se acerca a la puerta sin apartar la vista de la pequeña amenazadora. 

Por el momento el semigigante no se preocupa del tipo que continua durmiendo ni tampoco del que lo despertó.

Voces. Gritos. Ruidos. Sonidos que empiezan a filtrarse por entre los resquicios de la oscuridad que nublaba mi mente, oscuridad que se iba desvaneciendo para ser sustituida por imágenes de aquel terrible ejército que había visto, listo para quemar, matar y destruir todo lo que se encontrase a su paso… y sobre todo, imágenes de aquel que lo dirigía. Y aun peor, imágenes de mí mismo luchando junto a quien me había capturado, llevando la muerte a mi hogar.

o…- murmuré sin apenas fuerza -n…un…ca…- dije, cada vez con algo más de fuerza -n… soy… Mólor Lóion*- dije, como rebelándome contra algo -¡No!- grité, abriendo de golpe mis ojos. A mi alrededor, las formas se van revelando rápidamente, mostrando el lugar en el que me encontraba. Grilletes, instrumentos de tortura, celdas, algunas con uno o varios esqueletos en su interior, paredes y suelo de fría y húmeda piedra. No hacía falta pensar demasiado para darse cuenta que estaba en una mazmorra, lo cual era lógico después de todo… claro que el hecho de no estar atado, notar que conservaba mis armas y, especialmente, el hecho de ser todavía yo mismo no hacía sino llenar de preguntas mi cabeza.

¿Qué…? ¿Dónde…?- empecé a preguntarme… hasta que vi que no estaba solo, sino que en aquella suerte de mazmorra también se encontraban, un hombre, una elfa, una especie de bruto gigante y un enorme lobo. No reconocía a la elfa, pero eso tampoco era extraño, eran muchas las fortalezas en el bosque que hacían frente a la Sombra, y en muchas, los exploradores se ayudaban de los animales del bosque para frenar a las oscuras huestes, lo cual explicaría la presencia del lobo -Tal vez la han capturado para obtener información antes del ataque- pensé, lo cual significaría que los otros dos debían ser parte de las tropas de Izrador. Apenas si había llegado a aquella conclusión y ya me encontraba desenvainando mi estoque y con el libro de hechizos en la mano, moviéndome lo justo para tener a ambos a la distancia suficiente como para poder lanzarles un hechizo si intentaban algo, pero sin acercarme a la elfa ni a su lobo. Al fin y al cabo, no me conocía y puede que confundiese mis acciones… o tal vez si que supiese quien era yo, lo cual no es que mejorase demasiado la situación.

¡Quietos!- les grité en el burdo idioma de los orcos, suponiendo que entenderían fácilmente dicha lengua al formar parte del ejercito del Rey de la Noche -¿Dónde está Aldazar?- les pregunté, esperando que estuviese en alguna otra parte de las mazmorras… ya que al menos -¿Y el elfo con el que estaba?- pregunté de nuevo en un tono que no admitía evasivas.

He de encontrarlo y salir de aquí cuanto antes- murmuré en élfico para mí mismo.

El grupo parece a punto de discutir, cuando un humanoide peludo y de piel oscura, imponente, de algo más de dos metros de alto y armado con un enorme machete abre la puerta de un empujón ante Thosk, que aún no había llegado. Sus ojos brillan rojos en la oscuridad, y señala con el machete a la pandilla, mientras otro puñado de humanos y humanoides ingresan, o llenan el pasillo de acceso.

¡Más mercenarios! ¡¡Se han colado por un portal en la mazmorra!! Grita hacia el pasillo con voz gruñona en idioma común,y luego señala a la marca del suelo. Mira a Thosk y levanta un labio con agresividad Branx, vamos a necesitar a Gharrok por aqui!!

Un humano grita aceptando la orden y corre, mientras el resto de humanos se pone en guardia y avanzan.

Los enemigos llevan una mezcla de armas cortantes de todo tipo, pero salvo un par de ellos, predominan las armaduras ligeras y la falta de escudos. Todos parecen tensos y muy, muy alterados como si vinieran o fueran ya de un combate. No parecen llevar armas a distancia.

Alrededor siguen llegando ecos de gritos y alarmas.

El sonido del arco al tensarse despierta mis sentidos, ahora desde un rincón oscuro junto a Sul observo a los presentes frunciendo el ceño, denotando una hostilidad tan palpable como la nieve al caer en los bosques. Y a medida que transcurrían los minutos de una forma lenta pero certera, el resto de los que se encontraban en el suelo comenzaban a despertarse. 

El primero, un maldito troll que osa amenazarme con sus aires de hostilidad, logra que mis ojos se envenenen por el odio hacia Melkor y sus criaturas abominables, provocando que cambie la dirección del arco hacia donde se encontraba esa masa de carne, para apuntarlo con férrea decisión de atacarlo. - No me amenaces... Un paso que des en falso y no terminaremos bien. - expreso en un idioma común hasta que un muchacho vestido con una capa oscura rompe el silencio al hablar en una lengua que odio, se coloca en el medio con un libro en su mano. 

Sorprendida por ello y ante el gruñido desafiante de Sul continúo en estado de alerta, hasta que de sus labios surge el lenguaje de mi tierra. Abriendo mis ojos sorprendida, le dedico una mirada y una respuesta. -" No sé de donde vienes, si eres un Edaín, un elfo o un Maia pero comprendo lo que dices. Aún no recuerdo como llegué aquí, sólo sé que él es un enemigo de mi raza, una creación maléfica de Melkor"...  - tras aquel susurro en élfico señalo a Thosk y me preparo para lo peor porque un paso que dé en falso el Troll, era ensartado sin piedad. 

Ya preparada para no dar tregua al gigante, surgen de la nada un grupo de humanos, orcos y otra raza que desconozco. Al parecer eran nuestros captores, así que tras dar un suspiro y mantenerme en aquel minúsculo lugar, disparo la primer flecha al orco que no lleva armadura. La puntería no sólo fue certera sino que terminó con su vida. - Uno menos... Sigamos. Sul no te separes de mi... - le ordeno al lobo mientras cargo el arco rápidamente y voy siguiendo a otro orco con la punta de la flecha. 

Una vez detectado disparo al pecho del mismo, intentando traspasar la armadura de pieles. Alerta a la vorágine que se estaba gestando, cambio de ubicación junto a Sul para mantener una distancia considerable de los enemigos y resguardarme del peligro. El lobo a mi lado gruñía ya con su pelaje encrespado pero no le había dado la señal de que saliera a dar batalla, aún no.

La flecha de Oselle sale por encima de la cabeza del segundo orco cuando éste se agacha un segundo, fallando por poco. El orco le devuelve un gruñido rabioso.

Los dos hobgoblins se lanzan a por Thosk, que blande su arma de un lado a otro intentando aprovecharse de su mayor alcance, pero su víctima frena un momento y la macana del gigante pasa siseando delante de él. 

Ambos alcanzan a Thosk, pero sólo uno consigue herirle con su machete, el otro resbala con el  rocío y termina por el suelo, junto con su gran hacha.

Justo cuando la elfa comadreja estaba a punto de iniciar su muerte (según pensamientos de Thosk!) un grupo de enemigos declarados irrumpe por la pesada puerta y sin demoras inician un ataque a los ocupantes de la mazmorra.

El bruto Athasiano no tuvo que pensarlo mucho para esgrimir su pesada arma en dirección a sus oponentes, en especial a los Hobgoblins que lo atacaban. Ya dejaría el asunto de la elfa para después.

Uno de sus oponentes logra rozar la gruesa piel del semigigante y eso lo enfurece mas allá de toda razón y lógica. De pronto comienza a brotar espuma de la boca de Thosk! y sus ojos se tornan rojos por el ansia de sangre a medida que su cuerpo se tensa como la cuerda de un arco en respuesta al inminente combate.

- ¡Grrraaaahhhhhhrrrr......! - aulla enloquecido el bárbaro semigigante.

Uno de ellos cae al suelo y su error podría costarle la vida. El bruto traza un giro con su Macana sobre el enemigo tumbado. Si el golpe lo mata entonces ira a por el compañero.

¿Edain? ¿Maia?- me pregunté al escuchar a la elfa, pues aquellos términos carecían de sentido para mí… y en cuanto a Melkor, tal vez fuese un nombra dado al Rey de la Noche que comandaba el ejército, aunque no estaba seguro. Claro que tampoco es que hubiese demasiado tiempo para pensar, y menos con aquel bruto ahí, poco dispuesto a rendirse sin luchar. Lo primero era encargarse de él… o al menos eso pensaba hasta que la puerta se abre de golpe dejando pasar a varios orcos y humanos armados hasta los dientes.

Genial, lo que nos faltaba- mascullé, resignado por la desfavorable situación y dispuesto a llevarme al menos a cuantos pudiese conmigo. Pensamiento que debía compartir la elfa, pues no tardó en ensartar con una flecha a uno de los orcos, los cuales, lejos de amedrentarse, se lanzaron hacia delante… hacia el gigante, el cual, por cierto, no dudó en responder a dichos ataques con salvaje y certera furia.

¿Pero qué…?- empecé a pensar, pero rápidamente deseche dichos pensamientos.

Primero, los orcos…- murmuré mientras empezaba a acumular poder para lanzar un hechizo -Y luego… luego, ya veremos- me dije, tras lo cual, dos esferas de negra oscuridad que se habían formado frente a mí, salieron disparadas hacía su objetivo, uno de los humanos que había entrado en la mazmorra el cual esperaba inutilmente que su escudo y armadura le sirviesen de algo.

Thosk incrusta la macana en la espalda del hobgoblin tumbado en el suelo, y se oye un crujido húmedo de huesos. El torpe goblinoide muere sin remedio al aplastarle y cortarle la columna, y aún tiene pegados trozos de vísceras cuando lanza otro ataque contra su compañero. Éste intenta evitarlo, pero termina con un corte en el vientre que le sube a los pulmones, rajado de arriba abajo.

Parecía que los humanos se iban a echar atrás, pero aún quedan los orcos, que entran al combate sin pensarlo dos veces.

¡¡Ni un paso atrás!! Grita un orco que pretende rodear a Thosk y espolear a sus compañeros. Va directo hacia Riley.

En respuesta, los otros dos orcos se lanzan a por el enloquecido semigigante, que está recuperando aún la posición de defensa tras destripar a los dos hobgoblins. Aquél armado con espada que Osellë falló hace otro corte en el vientre del semigigante, pero el realmente doloroso viene de parte de un orco que grita tan o más enloquecido que Thosk, armado con un hacha a dos manos, y que logra hacer un tajo más que serio en un costado al bravo athasiano.

 AHH! Grita el humano al ser herido, pero mitad por la sorpresa y mitad por el dolor. ¡No descuidéis al mago!

En pocos instantes, la sala de extraña construcción se convierte en un auténtico pandemonium. La mujer que estaba tumbada se levanta con el animal que la acompaña y carga un arco primitivo, aunque tremendamente ornamentado. Inicialmente me apunta con él, pero antes de que pueda indicarle por dónde se puede meter sus flechas, el gigantón se levanta y la increpa con odio, lo que hace que ella cambie rápidamente de objetivo.

Empiezo a colocarme mi máscara de gas en la cara, planteándome muy seriamente que algo de este ambiente puede hacer que la gente se vuelva loca cuando el humano empieza a murmurar su extraño nombre. Pero en cuanto se levanta y empieza a hablar, lo hace en una lengua que más parecen sonidos guturales y escupitajos. Seguro que el antiguo alemán era parecido, digo recordando las descripciones de los idiomas que me contó mi abuela.

Pero el caos no había hecho más que empezar. De repente, un grupo de gente entra en la sala. Les observo un momento y veo que la mayoría de ellos son también mutantes, aunque nunca había visto a tantos que compartiesen el mismo tipo de mutación. Sin embargo estos parecen aún más hostiles.

Los tres tipos que estaban inconscientes parecen pensar de la misma manera, porque pronto empiezan a volar las flechas y el gigante carga contra los recién llegados. Dos rayos de energía salen de las manos del humano que habla idiomas raros para impactar contra uno de los nuevos atacantes. "Así que también es un mutante...", me digo al verlo. Pero las palabras del recién llegado me sorprenden aún más. "¿Un mago? Ciertamente esta humedad ha vuelto loca a la gente..."

El gigante parece estarse llevando la peor parte y, finalmente, me decido a actuar. Agarro el hacha que llevo a la espalda, recordando que aún sigue cargada con mi conjuro psiónico y recurro a mi concentración para encadenar dos de los poderes que he desarrollado en Iowa: el primero es una barrera protectora que debería desviar la mayor parte de los ataques que vaya a recibir, mientras que el segundo, si todo va bien, dará con toda esta gente en el suelo en pocos segundos.

- ¡Dejádle en paz! - le digo al orco que pasa junto a mí intentando flanquear al gigante, tratando de llamar su atención. Por su gesto al mirarme, estoy bastante seguro de que no ha visto nunca una máscara de gas. ¿Acaso aquí no hay nubes tóxicas en los Yermos?

La batalla parece ir viento en popa, al menos los recién llegados no han sufrido graves daños, y los atacantes cuentan tres muertos. El poder de Riley se descarga y el orco, que no esperaba tal cosa, termina en el suelo, derribado. Otros tres humanos reciben la onda de choque, pero solo dos caen al suelo, el tercero resiste.

Afuera se oyen más gritos. Alguien, probablemente otro humano que llega por el pasillo, vocea, aisando a sus compañeros:

¡¡Los tempurianos han roto la barricada!! 

¡No descuidéis al mago!

Esas palabras hicieron que un escalofrío recorriese mi espalda, pues era consciente de que si llegaba a oídos del Rey de la Noche que estaba intentando escapar, el mismo bajaría para solucionarlo, en cuyo caso, mis oportunidades de volver a la fortaleza siendo yo mismo se esfumarían. Daba igual que algunas de las cosas que estaban pasando no terminasen de cuadrar y que me pudiesen hacer creer que mi situación no era la que pensaba… la mera imagen del Rey de la Noche viniendo a por mí hizo que cualquier otra cosa desapareciese de mi mente.

Eso nunca- me dije mientras me movía por detrás de la columna (y la elfa), hasta el extremo opuesto de la sala para tener una línea de visión clara hacia el humano que había dicho esas palabras.

¡Nunca!- grité al mismo tiempo que le lanzaba una esfera de ácido corrosivo al rostro… o al menos, esa fue mi intención, ya que seguramente a causa de lo alterado que estaba por sus palabras, el destino del ácido fue ligeramente distinto.

El mutante de color verdoso que trataba de flanquear al gigante me mira sorprendido, justo antes de caer al suelo por el temblor que produce mi psiónica. Tras él, otros dos humanos tampoco consiguen mantener el equilibrio y acaban en el suelo. Al menos en este lugar la arena no les va a quemar al caer, pienso recordando la última vez que tumbé a un enemigo con ese poder.

Al otro lado de la sala, el mutante al que han catalogado como mago lanza una bola de ácido, que no impacta contra ninguno de nuestros asaltantes. Vaya, parece que compartimos algún poder... pienso recordando que mi hacha está también cargada con sustancias abrasivas.

Mirando al enemigo que tengo en el suelo, decido descargarla sobre él, aprovechando su debilidad. Sin embargo, la humedad del suelo a la que no estoy acostumbrado hace que me desequilibre ligeramente al pisar, lo que probablemente sea suficiente como para que el mutante se zafe de mi torpe intento de golpearle.

No era la primer batalla que llevaba conmigo hasta las últimas consecuencias, ni tampoco me asustaría si el suelo de repente era una laguna de sangre. He nacido siendo una Noldor y llevaba conmigo un legado de antaño, cargando sobre mis espaldas cruentas batallas en donde he disfrutado de la victoria aunque también conozco el amargo sabor de la derrota. 

Y allí me encontraba junto a Sul observando el terreno, preparando mi segundo ataque mientras que mis ojos se vislumbraban ante el poder de aquel mago. Era un Maia, algo que jamás en mi vida olvidaría ya que una mujer con el mismo poder fue la que me enseñó todo lo que sé de magia, eternamente agradecida estaré por sus conocimientos y su bondad. 

Por ti Melian...- expreso con la mirada perdida mientras la escena continuaba en su frenético movimiento de golpes, magia y sangre. Ahora dejándome llevar por aquella grata sorpresa, la de encontrar un mago en mi camino, continúo apuntando con el arco hasta ubicar a un orco y tras mantener la concentración durante segundos, una flecha sale directo hacia el objetivo buscando impactar en su abominable cuerpo.

Rápidamente saco otra flecha y apuntando con certeza en el otro Orco, disparo hasta sentir como atravesaba la flecha en su cuello, otorgándole una muerta segura en cuestión de minutos. - Oh diosa Varda, Ilumíname en este lugar...-  expreso para a mi a modo de plegaria mientras preparo el arco por si las cosas empeoran. 

- Ponte a mi lado, puedo cubrirte para que puedas usar tu magia. - me dirijo hacia el mago buscando la forma de trabajar en equipo ya que el Troll y el Edaín se organizaban fácilmente. 

El bruto jamás había sido herido de esa manera, aunque durante su furia berzerker no solía recordar mucho. Aquello solo agravo su ira porque en cuanto pudo Thosk! encauso su arma sobre el cuerpecito del orco enemigo.

En su ira descontrolada golpeo al que tenía más cerca, que resulto ser el compañero del orco del hacha, el cual recibió todo el peso del arma del semigigante. Su suerte fue tal que no llego a sentir nada cuando su torso se separo en varios pedazos sanguinolentos.

Luego la ira del bruto Athasiano cayó sobre el enemigo del hacha…

Una flecha de la elfa hiere a un orco, mientras que la otra liquida a su compañero certeramente. El gigante queda con sólo un orco herido delante, que recibe toda su furia, convirtiéndolo en pulpa sanguinolenta. Un orbe pequeño de potente ácido acaba estrellado en la puerta, siseando. Ha estado muy cerquita de darle al semigigante.

Los humanos entienden que están tremendamente sobrepasados, y los que estaban tumbados se levantan y corren, detrás de los que quedaron de pie.

Al salir, miran hacia la izquierda, y asustados, giran a la derecha para huir de alguien.

El orco que quedaba tumbado se levanta aprisa, pero recibe un golpe con el extraño hacha del tipo de la máscara (más extraña aún), y le salpica un chorro de ácido del arma, quemando la herida, que en principio era leve, corroyendo sus entrañas. El orco grita de dolor mientras se retuerce, y finalmente muere.

Cuando los humanos huyen, caen  en las manos de otros humanos que corrían desde la izquierda.

Dos guerreros (1, 2) fuertemente armados, encabezados por una enérgica guerrera igual de acorazada corren por el pasillo gritando a la carga. 

WOAAAAAAAAAAAAAA!!!!!! La guerrera ensarta al herido con su espada de mano y media, y éste cae al suelo, muerto. Los dos guerreros llevan capas y tabardos marrones, mientras que la guerrera los lleva amarillos, aunque todos están salpicados de sangre, y tienen heridas. En varios sitios de sus capas o armaduras, puede verse el mismo símbolo. Incluso el escudo de la guerrera es el propio símbolo hecho escudo: Una espada en llamas sobre un fondo rojo carmesí.
ninguno de ellos lleva casco que tape la cara.

Al sacar la espada del cadáver, la guerrera mira adentro, dejando marchar al resto (Tampoco les iban a coger a la carrera, van todos con armadura pesada). Al ver la escabechina y al resto -especialmente al gigante- con los orcos muertos alrededor, saluda con un gesto de la cabeza, con camaradería, tomándoles por gente del mismo bando.

Luego ve el símbolo del suelo, que brilla un momento y desaparece.

Rayos, ¿Teníamos un portal? Podíais haberlo dicho, nos hubiérais ahorrado una dura pelea en las almenas. ¿Sois de la compañía C?

Observo un momento a la recién llegada, que parece completamente humana, mientras trato de recuperar la concentración psiónica que me permite encadenar mis poderes. Pero todo en este lugar parece demasiado extraño como para que pueda relajarme lo suficiente. La armadura de la recién llegada está demasiado pulida, sus armas demasiado relucientes... ¡El maldito aire está demasiado húmedo!

- ¿Un portal? ¿Compañía C?... ¿De qué cojones estás hablando? - pregunto, casi ligeramente sorprendido por entender las palabras de la mayoría de la gente. - Soy del clan Iowa, y estaba defendiendo a mi gente cuando aparecí aquí. ¿Qué es este lugar? ¿Quiénes sois vosotros? - pregunto más para los tres que estaban a mi lado cuando he despertado que para la mujer que acaba de llegar.