Partida Rol por web

Las palabras de Dain hicieron que Baron sintiese algo del confort perdido. Aun sentía nostalgia, pero aquellas palabras dichas por su nuevo compañero eran como una nube que lo ayudase a subir el nuevo peldaño. Barón asintió con una sonrisa a modo de agradecimiento.

Vino luego el discurso de la adorable matriarca. Afectuosa y gentil, las palabras dichas por ella emanaban una amabilidad que doblaba por la mitad la cola de cualquier ratón. Una vez explicada la misión de entregar el correo, Barón dijo en voz alta olvidando toda etiqueta

— ¡Entregaremos el correo pase lo que pase!. Entregaremos las saca en... — Dijo con convicción y sin pensar.

Rápidamente observó a sus compañeros...

— Elmoss — mientras miraba a Dain —  Sprucetuck — mientras miraba a Quentin — Dorigift  — mientras miraba a Robin —  y Gilpledge — mirando cabizbajo el suelo. Aquello intuía que significaba que se iban a separar, cada uno con un destino. Y no podía reprochárselo a nadie. Dividirse era lo más sensato. Cada uno con un destino, cada uno con una meta, y cada uno con sus problemas. Se atrevió a preguntar con timidez... — ¿Es aconsejable llevar un escarabajo para llevar la carga, o nos enlentecería?.

- ¿escarabajo? - preguntó el pequeño - yo cargaré con todas señor Barón - dijo con convicción. Sus maestros le habían dicho que a menudo los zarpas tiernas cargaban con todo con la intención de hacerles ganar fuerza, aunque sin duda tirar de un escarabajo rinoceronte sería infinitamente más cómodo. Siempre le habían parecido interesantes esos grandes escarabajos, tan robustos y difíciles de asustar, sin duda sería un honor acariciar el cuerno de uno de ellos como recompensa por su ardua ayuda.

- ¿a que ciudad iremos primero? - Robín sabía que un zarpa tierna nunca debía separarse de su mentor, por lo que disfrutaría de la compañía de tres grandes guardias.

La Matriarca. Tan magnífica y maternal como siempre. A Quentin siempre le había fascinado la capacidad que tenía para mantener una sonrisa pese a aguantar sobre sus hombros el destino de decenas de Guaridas, elegir las misiones adecuadas para cada grupo y saber qué decir en cada momento. Casi agradecía tener la tranquilidad de que nunca tendría que ostentar - y ni siquiera optar a - un puesto como aquel, teniendo la libertad de orientar sus intereses a otros campos.

El Guardia se mantuvo recto como un roble cuando ella habló, escuchando la tarea mientras asentía de cuando en cuando. Una tarea de Reparto de Correo era poca cosa para veteranos como Dain y como él, pero algo adecuado para un zarpatierna y para Baron, que necesitaba recuperar la seguridad en sí mismo después de lo sucedido con su anterior grupo.

- Las llevaremos nosotros - afirmó, respecto a la pregunta sobre el escarabajo - Más ligeros, más fácil escondernos y atajar si fuera necesario.

Puso el peludo dedo sobre la mesa y dibujó una línea imaginaria.

- Hay un camino directo que lleva desde Lockhaven hasta Elmoss - siguió moviendo el dedo - De ahí, a Sprucetuck, a Dorigift y finalmente, Gilpledge. Si nadie más ha sido enviado a limpiar los caminos, seremos los primeros tras el invierno y tendremos doble tarea. Tendremos tiempo de conocernos y de ver qué sorpresas ha dejado la nieve tras de sí.

No era la primera vez que Dain se encontraba cara a cara con la matriarca. Desde que llegó a la ciudad, siendo un pequeño zarpatierna, vio en ella la figura maternal que tanto añoraba de su hogar, y desde entonces la veneraba como sólo un hijo leal quiere a su propia madre.

La misión les fue por fin revelada, y Dain la consideró en silencio: "Esta vez es tan solo entregar correo, pero no es una misión pequeña.. Las familias que durante el invierno han estado aisladas y sin noticias dependen de nosotros para saber las nuevas de sus amigos y familiares.. ¡y eso es importante!"

El pequeño ratón se inclinó, orgulloso, ante la dama ratón:

-¡Cumpliremos nuestra misión sin dudar, Matriarca! ¡Los destinatarios de las cartas las recibirán lo antes posible sin dilación! -mientras lo decía, se inclinó para recoger el documento que les ofreció la dama, guardándolo en su bolsa a buen recaudo.

Antes de abandonar la estancia, se giró para mirar a Gwendolyn una vez más, pareciéndole que les sonreía. Esto infundió más ánimo aún en el roedor.

Escuchó los comentarios de sus amigos, y respondió:

-Estoy de acuerdo con Quentin.. Los escarabajos nos retrasarían. Somos ágiles y fuertes, podremos llevar nosotros mismos las cartas. Además, cuantas más entreguemos, ¡menos peso será en los siguientes destinos y podremos ir más ligeros! -y se dio unos golpecitos en la bolsa -. No olvidéis que tenemos un permiso de la Matriarca para reponer nuestra equipación antes de partir de la ciudad*.. Revisad bien qué podemos necesitar: provisiones, algún objeto útil..

Gwendolyn os despide de su cámara para que podáis empezar a hacer los preparativos para el largo viaje. Sabéis que será largo y lleno de imprevistos. Pese a que podréis abasteceros en las ciudades de paso, siempre es bueno ser precavidos. Nadie sabe las sorpresas que se pueden encontrar en los caminos y la nieve y la escarcha no han desaparecido del todo aún.

Pronto os reunís en la sala de Comandancia para discutir la estrategia a seguir. Al parecer los suministros de alimentos y los remedios medicinales ocupan un lugar predilecto en vuestras conversaciones.

Dain comunicó a sus amigos que iría a buscar algunas provisiones para todos, porque aunque estaban acostumbrados al campo, a estar al raso y a buscarse la comida, el invierno todavía coleaba. Mejor estar prevenidos.

Se dirigió a la tienda de Jacktis, el comerciante a quien Dain solía comprar su propia comida, y volvió con deliciosas galletas fáciles de transportar, delicioso queso y bayas para todos. No les ocuparía mucho, y quizás les sacase de algún aprieto hambriento.

El pequeño Robín escucho sobre ir a por comida y medicina, quedando él sin saber que buscar, y aunque su primera idea fue buscar algunas cosas para sí mismo, creyó más conveniente buscar alfo con lo que calentarse en la misión, como un pedernal, yesca o algunas ramitas secas, pero su búsqueda ya fuera por los nervios o por su falta de práctica, estaba siendo infructuosa. Si así era como mostraba su determinación, decepcionaría a todos, incluso a si mismo, pero sus contactas eran casi todos demasiado jóvenes, y el nuevo zarpa tierna no pensó en que a los más pequeños se les dice que no jueguen con fuego por algo.

Dain encuentra los suministros para imprevistos sin ningún problema. Llega hasta el punto de encuentro el primero.

Quentin y Baron intentan averiguar dónde encontrar medicinas ya preparadas. Es algo difícil de encontrar en tan poco tiempo...

Robin por su parte parece que se ha perdido pues no se le ve por ninguna parte. Quizá, intentado dar buena impresión a sus compañeros se ha tomado demasiado en serio lo de buscar los materiales. Finalmente aparecerá con todo lo que buscaba pero 2 horas más tarde, lo que os hace salir más tarde de lo previsto...

- Baron, acompáñame - dijo el veterano Guardia, tirando de su capa para cubrirse cuando salieron al exterior. Aún hacía algo de frío pese a que las nieves empezaban a retirarse y el viento helado podía llegarles hasta los huesos si no tenían cuidado - Conozco a un buen botánico que nos ayudará con algunos remedios curativos para el camino.

Encabezando la marcha, el explorador se dirigió hacia donde tenía situado el negocio la joven botanista que había heredado el negocio de su difunto padre. Quizás si tenían suerte tendrían emplastos de helecho, o incluso corteza de abedul.

- Baron, acompáñame. Conozco a un buen botánico que nos ayudará con algunos remedios curativos para el camino. - Dijo Quentin.

— Bien, supongo que.... — Y le dejo con la palabra en la boca. Pasado un rato, aquel lugar en Lockhaven no le sonaba. Baron penso que se trataba de otro proveedor, o tal vez otra ruta. Por ello espero, así aprendería algo nuevo. Sin embargo aquel lugar le sonaba... El negocio lo llevaba el hijo, que no parecía muy dispuesto.

— Creo que deberíamos... — Nada. Quentin no le oía, seguia enfrascado en sus negociaciones. Baron se encogió de hombros. No podía hacer nada, salvo llevar lo que Quentin consiguiera.

Música

Tras esperar varias horas a que la patrulla se agrupe de nuevo, finalmente enseñáis al resto de compañeros orgullosos todo aquello que habéis podido obtener. Desgraciadamente el retraso en vuestra búsqueda de víveres y pertrechos hace que el sol caiga desde lo alto...

Con paso firme y decidido emprendéis la marcha por los senderos que os alejan de vuestro hogar. Un hogar más allá del cual estáis prácticamente solos ante las adversidades del camino. Únicamente contáis con vuestros compañeros de armas, vuestros camaradas, vuestros hermanos...

El cielo no tarda en teñirse del color del fuego, arrancando a las nubes del horizonte tonos púrpuras que os avisan del apremiante ocaso.

Un grupo de campesinos se os cruza de regreso a la antigua ciudadela. Los pocos campos de los alrededores parecían haber sido devastados por las tormentas de nieve. Nada había que se pudiera salvar y en las curtidas caras de los ratones podía verse el temor a un largo año de hambruna.

Al poco tiempo llegáis a un cruce de caminos. Tres rutas podían distinguirse claramente sobre la señal en el poste. Hacia el oeste, a dos días de viaje, se encontraba la prospera Shaleburrow, una pequeña ciudad conocida, en épocas de bonanza, por su capacidad de almacenamiento de alimento. En dirección sudoeste podéis ver dos caminos que parecen llevar a la región de Elmoss, vuestro primer destino. La diferencia es que el izquierdo (verde) pasa primero por Ivydale, ciudad famosa por sus grandes silos de grano, ahora mermados tras el largo invierno.

Ivydale parece estar lo bastante cerca como para haber mantenido una comunicación, aunque poco fluida, con Lockhaven durante los últimos meses. Por lo que no parece necesario llevar saca alguna por allí. La distancia la conocéis bien y es de un día de viaje a pie. Si decidierais tomar ese camino, podríais llegar antes del anochecer del día siguiente.  

Ambos caminos os llevan al mismo lugar. Quizá ahorrarais unas pocas horas directos a Elmoss por la derecha (rojo). Es decisión de la patrulla tomar un camino u otro.   

Quentin no estaba de especial buen humor. Su contacto de confianza en el herbolario no se encontraba presente y en su lugar había un pequeño ratón que por poco asomaba las orejas por encima del mostrador. Apenas si había entendido lo que el Guardia buscaba y había terminado comprándole un remedio que no supliría las necesidades de todo el viaje.

Pero dejó que el viaje y la misión ocuparan su mente. Eso era lo que necesitaba. Aire puro, kilómetros por delante, caminos y sendas por descubrir y la compañía de los demás guardias de su grupo. Con el arco a su espalda y su capa roja ondeando junto a su cola, caminó paralelo a Dain mientras mantenía un ojo puesto siempre sobre Robin. Al fin y al cabo, era su protegido y debía responsabilizarse de su formación y entrenamiento.

- Tú decides - le dijo a Dain, pasando los dedos con delicadeza por sus bigotes para retirarse la tenue capa de escarcha que se había formado sobre ellos - Si me preguntas, te diría que fueramos a Elmoss. No nos sobra el tiempo.

Y entre todos los niños que conocía, al fin hayo lo que buscaba, entre algunos de los más pequeños e intrépidos lograron reunir para el futuro guardián algunos hilos de algún antiguo nido de ave como yesca, o por lo menos Robín esperaba que fuera de algún viejo nido, sería un horror pensar que se habían expuesto a tal peligro solo por algo que no le habían pedido. Y tuvo suerte, cuando su amigo y futuro zarpa tierna, el mismo que le contagiaba por las mañanas el vigor y el nerviosismo de un joven recluta, le ofreció un pedernal, lloroso con ligeras lágrimas en sus ojos, humedad que se contagió a los globos oculares del propio zarpa tierna que iniciaba su camino.

Dos amigos y compañeros de litera en las barracas para los más jóvenes aventureros, aspirantes a enfrentarse al peligro y honrar las ciudades ratón con su esfuerzo y pensamiento puro de salvaguardar la seguridad de todos. Con un abrazo se separaron dos jóvenes tan tristes por la distancia que se iba a crear entre ellos, como contentos y orgullosos de que uno ya iniciara el trayecto de un respetable guardián.

Cuando volvió unas horas después del tiempo acordado, no pudo más que disculparse, siendo claramente el último en llegar, sin saber que dos del grupo no hacía tanto que habían llegado por sus propios inconvenientes. Tras mil disculpas que le decían que no hacían falta, mostró los hilos de yesca y el pedernal que había obtenido, él que era el único que no poseía capa, necesitaría el fuego como agua en el gaznate; el frío era intenso y la nieve a duras penas comenzaría a derretirse en esos momentos.

Procuraría mantener pies y zarpas secas para evitar crear inconvenientes a sus compañeros, lo último que necesitaban era a un ratoncito que les hiciera más lenta la marcha.

De camino a la salida de Lockhaven, se despedía con la mano sin mirar atrás, yendo el último en un grupo en el que como nuevo recluta debía demostrar que estaba pendiente de todo. Aun procuraba imitar un poco el caminar de su maestro, pero en esta ocasión su cola bailaba con suavidad de un lado al otro, no prestándole atención a la misma, ésta solo se comportaba como lo que era, una extensión de un cuerpecito que ofrecía estabilidad y equilibrio, y aunque los nervios aun no se habían ido, y pese a que para él entregar ese correo no era una misión precisamente fácil, avanzaba tras sus compañeros convencido de que hacía lo correcto, con un deseo de enorgullecer a la guardia y mostrar a todos, y sobretodo a su mentor, que era un ratón hecho y derecho.

Cuando llegaron a la intersección, solo cayó, escuchando que decían sus superiores, con las orejas bien direccionadas hacia adelante.

Tras el pequeño incidente, todo parecía haberse reducido a una pequeña perdida de tiempo. Pero finalmente se reunieron con los demás y emprendieron el camino. El paisaje hablaba por si mismo, y aun parecía invierno salvo por la temperatura. Al menos para Baron, que aun tenía frio los primeros pasos del camino.

Baron se sentía feliz, e inquieto. Una parte de él sentía miedo de volver a perder a los compañeros y ser el único superviviente. ¿Qué dirían los demás miembros de la patrulla?. Seguro nadie lo querría en otra patrulla por temor a atraer la muerte o la calamidad. Pero sacudió la cabeza de tales malos pensamientos, lo que tuviera que pasar sin duda pasaría.

Al cruzarse con otros ratones, apenas intercambiaron palabras. Las tormentas de nieve habían asolado los campos de los campesinos, e iban Lockhaven por no tener nada que llevarse a los dientes. Barón frunció el cejo, aquello le fastidiaba. Tal sufrimiento en otros ratones... Volvió a sacudir la cabeza pues se estaba preocupando por nada nuevamente.

— Iré unos pasos por delante para explorar posibles peligros buscando un lugar para pernoctar. Estaré a la vista, por si me come algún búho. — Dijo finalmente a modo de broma.

Poco a poco el equipaje estuvo listo. Iban a una misión que aparentaba sencilla, y eran pocas cosas las que necesitaban. Dain cargó también su lira, que aún de pequeño tamaño tenía un ligero y agradable sonido y siempre solía acompañarle en sus patrullas.

Lástima fue el horario, partir de la ciudad casi al anochecer. ¡Pero eso no es algo que amedrente a un buen soldado! Dain observó la meteorología* para saber cómo se daría la noche. LLluvia o frío no sería conveniente teniendo planes de dormir a la luz de la luna.

Pero la emoción de la nueva misión dejaba a un lado por el momento las precauciones más sensatas, y comenzó el viaje.

Tras un prometedor comienzo sin incidentes, un cruce de caminos les hizo tomar la primera decisión.

-Quentin, opino igual. Nuestra misión corre prisa, pues los destinatarios anhelan las cartas que les corresponden -otra vez usaba sus palabras rimbombantes-. Mejor iremos hacia Elmoss, ahorrando algo de tiempo.