Partida Rol por web

Como la noche parecía ponerse más propicia para contar historias que para cánticos y músicas, Dain guardó la lira finalmente. Ya habría mejor ocasión.

La lira de Dain dejó de sonar para dejar paso a los sonidos propios de la noche. El bosque bullía de actividad en los albores de la primavera. Muchas criaturas se desperezaban tras el invierno y al igual que la guardia dejaba Lockhaven atrás, estas salían de sus madrigueras en busca de algo que echarse a la boca.

La primera guardia la hizo el veterano de capa blanca, mientras el resto apenas durmió hasta bien entrada la segunda guardia. Las noches en el exterior no tenían nada que ver con dormir seguros y calentitos en una de las camas de la fortaleza. "En el bosque nocturno: un ojo abierto, los bigotes alerta y el arma siempre a mano" Era un dicho que todos, jóvenes y veteranos habíais oído repetir desde que erais unos zarpatierna, y que vosotros mismos seguiríais repitiendo a futuras generaciones.

Finalmente el sueño os abraza con su aterciopelada capa. Nada acontece fuera de lo normal. El fuego aleja a los animales y os reconforta.

A la mañana siguiente despertáis con la claridad del alba. El sol todavía no os brinda su cálido saludo cuando os ponéis en marcha. Dejáis el refugio sin desmontar como era costumbre hacer. Nunca se sabía cuando un ratón perdido podría necesitarlo, de igual forma que patrullando habíais hecho uso, en más de una ocasión, de caminos o refugios hechos por pioneros.

El sol se alza acompañándoos en vuestro viaje. Las sacas llenas de cartas y pequeños paquetes suponen una carga algo pesada en el devenir de la jornada. 

El pequeño zarpa tierna avanzaba encantado, hubiera llevado de ser necesario un par de aquellas sacas, pero al parecer era suficiente con que llevara la de la última ubicación a visitar.

Estaba alerta, o tal vez era la excitación provocada por haber pasado su primera noche como zarpa tierna. Antes de seguir el camino miró el pequeño campamento que dejaban atrás, había hecho una pequeña marca en una de las básicas paredes del lugar, para dar a saber que el grupo que formaban sus tres maestros y entre ellos su nuevo mentor, habían hecho aquel lugar.

La había hecho lo más precisa que supo, y pensó que una libélula sería una buena marca, 4 alas como 4 ratones, por lo poco que había podido ver, todos tenían algo interesante, las libélulas eran misteriosas, se paraban de golpe y se movían de un lado a otro cambiando de golpe, como Dain y Barón y su comentario sobre la lira, cuando el pequeño zarpa tierna pensó en dormir con el hermoso sonido de un instrumento, y tuvo que hacerlo con el duro ton de la naturaleza. Como un vuelo drtástico y cambiante. No sabía si a sus compañeros les gustaría que les comparara con aquel insecto, ni sabía si acostumbraban a dejar su marca, pero durante su turno de guardia, en el que estuvo cerca de dormirse accidentalmente, vigilar mientras grababa aquel símbolo le pareció una gran idea.

Por otro lado, cargar el saco a veces se volvía complejo, tenía el deber de cuidar de sus manos, sería un insulto para su pueblo y para sus padres que por no ir con cuidado sus zarpas se dañaran, como explicaría a su gente que había osado dejar de lado su herencia de una firmes y precisas zarpas por haber cargado con el peso de un puñado de cartas? Respetarse a si mismo era tan importante como respetar el correo, pues solo mediante el propio cuidado, se podría esforzar por preocuparse de los demás, de modo que ningún ratón quedara por encima o por debajo de nadie, él incluido.

Al despertarse, Barón tenía el recuerdo de sus pesadillas. Había sido él con su ineptitud y pasividad quien había causado indirectamente la muerte de sus antiguos compañeros en el sueño. Esperaba no haber hablado o gritado mientras tenía las pesadillas. Decidió, mientras bebía y se acicalaba con unas gotas de rocío que tenía que mantener la mente ocupada. Y sin pensarlo demasiado dijo;

— Yo llevaré tres sacas. Puedo apañármelas. Y cerca de Lockhaven apenas hay peligros — Lo cual era una verdad a medias.

Esperó a que alguien saliera primero para salir del refugio.

Pasado un rato, se percibió que una saca tenia un dibujo. Supuso que era una marca aunque no adivinaba la forma y sonrió.

— ¡Qué gran idea ésta de marcar la saca del correo!. — Dijo sin comprender él mismo el propósito de la marca. Pero creyó que era positivo para el zarpa tierna unas palabras de aliento, y no hacer mención del descubrimiento lo haría sentir ignorado. Baron sabía muy bien que era estar con gente y sentirse sólo.

— ¡No veo el momento de llegar a nuestro destino!.

(Si alguien trata de disuadirme de llevar yo 3 sacas)

— No te he pedido ayuda y no pienso pedirla hasta llegar a... a... nuestro destino.

Al despertar tras la tranquila noche, el ratón se desperezó, colocándose su capa y frotándose las orejas con las patas para despejarse. Vio un símbolo extraño en la piedra, que había hecho Robin. 

-Vaya, ¡qué dibujo más estupendo! ¡Eres todo un pequeño artista! Seguro que los maestros artesanos canteros estarían orgullosos. ¿Significa algo?*

Llegó la hora de ponerse de nuevo en marcha, y procedieron a repartirse las sacas. Baron solicitó llevar tres a cuestas, y a Dain no le pareció sensato:

-Pero Baron, ¿cómo vas a llevar tú tres de las sacas? ¿Y si hay que correr? Somos cuatro, ¡deja que las repartamos entre todos!

Baron:

(Si alguien trata de disuadirme de llevar yo 3 sacas)

— No te he pedido ayuda y no pienso pedirla hasta llegar a... a... nuestro destino.

Dain suspiró, resignado. Se obligó a contar hasta cinco mentalmente para hablar a su nuevo amigo con la calma necesaria.

-Baron, razona.. Cada uno llevaremos una. Y ahora te hablo como veterano: no necesitamos mártires en la patrulla, sino colaboradores en cumplir las misiones que nos asignen. Sé que lo has pasado muy mal, ya te lo dije. Posiblemente jamás me haga la idea de todo lo que sufres. Pero no nos condenes a los demás por eso. Ahora estás en otra patrulla, con otra misión. No estás solo, no lo olvides. Los cuatro nos ayudaremos entre todos. Llevarás una sola saca, como el resto.

Creía entender las razones y el humor de su compañero, pero no podía compartirlas. La vida de todos podía depender de ello, y parte de la misión era volver sanos y salvos al hogar.

— Esta bien. Por esta vez, te haré caso... Llevaremos cada uno una saca.

La noche había sido tranquila pero tardó en conciliar el sueño pese a saber que Dain haría la primera guardia. Su espalda, acostumbrada durante años a dormir en el frío suelo, sobre piedras o en la alta hierba, pareció tardar en acomodarse pero finalmente le permitió coger una buena postura. ¿Se estaría haciendo viejo para ese tipo de cosas, o había algo más que le rondaba la cabeza? Poniéndose de lado, observó el bulto formado por Baron y se preguntó cuánto tardaría en abrirse al resto, o aún más, si llegaría a hacerlo. 

Las primeras luces del día le recibieron con una caricia y el explorador se incorporó rápido, observó los alrededores, deteniéndose unos segundos para ver el diseño de Robin al que sonrió pero no dijo palabra. Era más que suficiente. Mientras el resto de sus compañeros terminaba de recoger el campamento, tomó uno de los rollos de papel de pergamino que llevaba consigo y empezó a dibujar el mapa de la ruta desde que salieran desde Lockhaven. El lugar que Baron había elegido era bueno para montar una guardia y pasar la noche, y el resto de compañeros debían de saberlo. Después cogió su arco, manteniéndolo bien firme a su espalda, y cargó con una de las sacas, la de Elmoss, así podría liberarse de su peso cuanto antes y tener las manos libres para usar su arma o llevar el mapa.

- Adelante - dijo, encabezando la marcha.

Al día transcurre con calma. El cielo está cada vez más despejado a medida que avanzan las horas. Cuando el sol está en su cenit incluso llegáis a percibir un agradable calor sobre vuestro pelaje. Sin daros cuenta os miráis unos a otros y os sorprendéis veros mutuamente con una sonrisa en la cara. El buen tiempo siempre aleja las penas y eleva los ánimos. 

La nieve del linde de los caminos se esconde tímidamente. Los resbaladizos charcos congelados son sólo barro que se pega a vuestras patas. Las sacas por otra parte no parecen una carga demasiado pesada para vuestros entrenados músculos. Únicamente el actual líder de patrulla parece algo fatigado por el largo viaje. Era normal después de todo el invierno encerrado en la fortaleza, nadie se lo reprocharía...

El día llega a su fin y no os habéis cruzado con nadie. Pensáis que es raro encontrar viajeros en los caminos tan pronto. La primavera apenas está empezando y los caminos han de despejarse, asegurar que son fiables, que no haya cambiado ninguna ruta o que ningún depredador esté cerca. La guardia es la que se encarga de dejar las primeras huellas sobre el fango de los caminos.

La cercanía de Lockhaven posiblemente haga de esta ruta una de las más seguras de los Territorios...

Un tiempo agradable, una carga liviana y los animales seguramente aun no despertaban de su hibernación. Las sonrisas de sus superiores le permitían disfrutar de la suya propia, para él aquella aventura le haría sonreír con sol, lluvia o nieve, pero era bueno poder sonreír sin que le diera la sensación de estar disfrutando solo.

Por la posición del sol, posiblemente era hora de comer, pero muchas localidades pasaban hambre, y seguramente sus padres mismos solo pudieran permitirse una comida al día.

- se que es complicado encontrar comida, pero podríamos ver de reducir cuanto comemos un poco, no sabemos si en la ciudad podrán ofrecernos bastantes provisiones...

El invierno no pasaba en vano para nadie, y no quería que solo por ser guardias (o zarpa tierna) otros no comieran para darle de comer.

Baron caminaba, aun consumido por sus propios demonios. Cada paso que daba, lo convencía de que había sido su pasividad la que había llevado al inevitable encuentro y muerte de sus otros compañeros. Así que en esta ocasión no repetiría ese error. Tenía que hacer algo para ayudar a su nuevo grupo, su nueva patrulla, su nueva familia. Pero con cada sonido de sus pasos la pregunta era la misma y no tenía respuesta. ¿Qué?. Cierto es que ya estaba haciendo algo. Estaba llevando una saca, aunque hubiera estado más contento sudando por el esfuerzo y pensar en solo como avanzar con todo el peso sin enlentecer al grupo. Era obvio que nadie lo entendía. O tal vez no querían entenderlo. O tal vez, lo veían como un problema que ellos mismos ya tenían y no querían sacar a la luz. O tal vez... Empezaban a ser muchos "tal vez". Miró delante del camino y vio el brillante astro en el horizonte. Por un momento pensó en que con aquellos tormentosos pensamientos el tiempo no había pasado en absoluto y el sol aun estaba saliendo, pero al instante se dio cuenta de que el color rojizo no era del amanecer, sino del atardecer. Era el momento de buscar refugio y .... "gruuu", su estómago lo dijo antes que él lo pensará. Necesitaban comida.

Alzo el hocico para.... nada. No olía nada, salvo su propio sudor y el de sus compañeros.

— Voy a adelantarme para buscar comida. — Dijo... y se alejó unos pasos para buscar algún lugar más alto que el camino por el que andaban.