Partida Rol por web

Tras ver el resultado de Robin, Barón dedujo que lo mejor era tratar de hacer la silla. Aunque todo parecía predestinado a que no tuvieran éxito en lo que hicieran. Se dirigió a sus compañeros y les hizo saber su fracaso.

— Lo siento compañeros. Quizás sea mejor que llevemos a la pequeña en brazos y nos la vayamos turnando.

Dain veía los esfuerzos que hacían sus amigos, y lamentaba mucho no poder ser más útil al respecto. Entendió su frustración al no dar fruto todo lo que estaban ideando.

-Tranquilo, Robin. Os habéis esforzado mucho ya... La llevaremos en brazos si es necesario, claro que sí. No se os puede pedir más, sobre todo sin tener más ayuda. Descansad para estar frescos y animados mañana, que proseguiremos el viaje.

La ratoncita parecía responder a la medicación, o quizás fuesen sus ganas de verla a salvo. Los demás ratones dormían profundamente, quizás nerviosos por el viaje, pero no se les notaba. 

El grupo de guardianes se esforzó tanto como pudo para procurarle a Talin los mejores cuidados y transporte de los que disponían. No todo fue en vano, pues la pequeña ratoncilla se había estabilizado gracias al brebaje curativo. El transporte ya era harina de otro costal. Tanto Baron como Robin perseveraron en sacar adelante sus proyectos, pero nada de eso fructificó... Quizá si se hubieran puesto de acuerdo en hacer una sola cosa en equipo hubiera salido mejor. 

La madrugada avanzó pero ninguno de los cuatro pudo dormir bien del todo. Tanto Robin como Baron se fueron a dormir con la frustración de no haber podido sacar adelante sus ideas. Quentin no le quitaba ojo al estado de salud de la niña. Dain, aún siendo el que mejor descansó, no dejó de darle vueltas a lo sucedido desde la salida de Lockhaven. El grupo no estaba cohesionado y eso podría suponer, frente a retos más duros, la diferencia entre la vida y la muerte...

Al dormir bajo techo, pese a ser bastante precario, la patrulla durmió un par de horas más, lo que al final compensó la falta de sueño de la noche temprana. El sol entraba por uno de los agujeros del tejado despertando a los que con su luz bañaba. Pronto todo estuvo recogido y listo para partir. La verdad es que tenían apenas nada que llevarse consigo...

Quentin se dispuso a cargar con la pequeña. Aquella noche junto a ella le había hecho tomarse esto como algo personal. Todos salieron al exterior de la arruinada posada para despedirse del viejo...

- Cuidad de mis pequeñines. Procurad encontrarles un hogar allá en Elmoss. La primavera parece que nos sonríe así que no tardaré en volver a reencontrarme con ellos. Y sobretodo gracias, gracias por todo.

Los chiquillos se abrazaron a el soltando algunas lagrimas y sollozos. Tardaron más de lo deseable en despegarse de aquel adorable ratón cojo. Pero finalmente conseguís convencerlos de que ya es hora del adiós. El viejo Gilbert salió y haciendo un gesto con su zarpa alzada y os siguió con la mirada hasta que quedasteis fuera de su vista...

El tiempo os seguía acompañando. Los restos de nieve cada vez eran más escasos y los pasos sobre la tierra seca os alegraban el camino. Pese a ir cargados hasta arriba, llevar a vuestro cuidado tres ratoncillos desnutridos y una enferma a cuestas, los ánimos no eran del todo bajos. Un frondoso bosque de castaños os daba la bienvenida...    

Baron estaba con malas pulgas. No entendía del todo porque tenían que salir, habiendo material de sobra para hacer tanto la camilla como la silla mochila. Y aunque entendía era de mala educación tener a los destinatarios de las sacas esperando, tampoco había una fecha de entrega especifica. Todo aquello sacaba lo peor de él... y al mirar a la pequeña, todo se desvanecía y salía toda la bondad de él. Pero no podía estar observándola constantemente, y cuando no lo hacía turbios pensamientos se cernían como nubes tormentosas.

Agradecíó que Dain hablase por todos. Era el mejor constructor de palabras, y su optimismo parecía en ocasiones tan contagioso como la risa al escuchar una de las historias exageradas en la taberna de June. ¡Con lo fácil que era!.

— ¡Aun no puedo creer que no pudiera hacer ese trabajo de carpintería!. — Dijo más para sí mismo que para los demás. Miró sus cuchillos. Nunca le habían fallado. ¡Nunca!. Así que la única explicaciones era que había sido la falta de tiempo... o los materiales.... o la falta de ayuda... o el clima.

Robín estaba muy molesto consigo mismo, fallar en la parte de tejer la camilla había sido un golpe durísimo, y más cuando la parte de carpintería no le había salido mal del todo ¡sin saber nada de ella! Si frustrante, molesto, endurecedor.

Tal vez para cubrir su ineptitud y pese a las palabras de ánimo recibidas a pesar de su fracaso, quiso cargar una segunda saca, la rabia de haber fracasado debía sacarse por algún lado, y cargar algo extra para domar su ira en forma de fuerza era una opción magnífica. Forzaba una sonrisa, un guardia debía verse bien en todo momento, y no quería que difamaran a su nuevo mentor por culpa de una mala cara.

A la hora de la verdad, en la academia le habían dicho que no era raro que un zarpa tierna cargara con todo, por lo que llevar esa saca extra, le acercaba un poco más a su objetivo. Atrás quedaban las batallas de nieve, ahora era un adulto que se acercaba a recibir el derecho de portar su propia capa.

A la mañana siguiente los ánimos no eran muy buenos, y el ambiente estaba algo cargado. Dain comprendía la frustración de sus amigos por no haber podido construir lo que tenían en mente, y a su vez el ratón también lamentaba no haber podido ayudarles de algún modo.

-Amigos -les dijo-... Ya sé que hicisteis lo posible, todos lo sabemos. Ahora hay que seguir el camino y la misión. Quentin quiere llevar a la pequeña, y Robin, por lo visto tú cargas dos sacas de correo.. Me parece bien, pero en un rato nos turnaremos. No podéis llevar ese peso todo el rato solos hasta Elmoss. Seguimos juntos en todo. Baron y yo vigilaremos a los demás niños y al camino, y cuando sea el momento, o si sentís el más mínimo dolor, os reemplazaremos en la carga.

Fue un poco descorazonador ver cómo los ratones se despedían de su anciano cuidador, y Dain tuvo que secarse una lágrima al separarlos. Eran unos chiquillos adorables, que no merecían lo que les había pasado. La suerte fue que diesen con el anciano bondadoso, y ahora ellos, los guardianes en misión, debían también cuidarlos y llevarlos a un buen lugar donde pudiesen cuidar bien de ellos.

-Chicos, anoche no tuvimos mucho tiempo para presentaciones, ¿cómo os llamáis? Yo soy Dain, y éstos mis amigos Quentin, Baron y Robin. Sé que es duro dejar el lugar donde habéis vivido, pero entended que no era el mejor sitio para vosotros. En Elmoss cuidarán de vuestra hermana y podréis hacer y aprender muchas cosas... -prefirió no nombrar más al anciano, para no reabrir heridas-. Mientras, nos espera un interesante camino hasta allí... ¡Pongámonos en marcha! No os alejéis nunca del grupo -les recomendó-, y mucho menos sin avisar a dónde vais, o si veis algo novedoso -por "novedoso" también quería decir "extraño", pero prefería no crearles miedo-. Sé que sois unos valientes, y ahora también formáis parte de nuestra guardia.

Las pisadas se hicieron cada vez más firmes, al alejarse de la casa. Pensar que un paso más hacia adelante era un paso menos hacia su destino también ayudaba.

El día pasa bastante tranquilo. El bosque de castaños era señal de que pronto llegaríais a Elmoss. Con un poco de suerte sólo os quedaba una noche más durmiendo a la intemperie. 

Los pequeños ratones eran muy espabilados y no parecía que fueran a daros ningún problema. El mayor de ellos tenía unos 11 o 12 años. Por su forma de actuar y salvando las diferencias, era como una especie de líder de patrulla entre aquellos mocosos malnutridos. 

- Yo me llamo Marvin - recordáis como el viejo había mencionado su nombre la noche anterior, aunque con tantas emociones tanto él mismo como vosotros lo habíais olvidado. Y mi hermana pequeña Talin, es la que vuestro compañero lleva a cuestas - dice señalando a Quentin que parecía estar forzando sus límites estoicamente para llevarla a cuestas.

-  Y este par de gamberros son los gemelos Tompkins: Jacob y Matt. en este sentido si os dais cuenta de que a diferencia de Marvin, este dúo, ambos de unos 8 o 9 años, son mucho más nerviosos y movidos. Ellos todavía tienen familia con vida, pero están lejos, tienen a unos tíos en Barkstone. Talin y yo en cambio, no tenemos a nadie más que al viejo Gilbert.

Veis como la ratoncilla de apenas 6 años parece recobrar la consciencia. Parece estar algo mejor y llama a su hermano.- ¿Marvin? Su hermano mayor deja la conversación con Dain para ir a ver que quiere. - No te preocupes hermanita, estoy aquí contigo, nos acompañan de nuevo a casa... susurra con mimo a su lado.

Entonces la pareja de inquietos gemelos se acercan jugando. Uno de ellos tira a Dain de la capa. - De mayor quiero ser guardián como vosotros. Sois geniales. - afirma uno de ellos, que ni a plena luz del día puede diferenciarse del otro. - Yo sí que seré un guardían valeroso, no como tú que eres un miedica. sentencia el otro. - Miedica tú que cuando oyes "comadreja" te haces pis encima. responde seriamente ofendido el primero.

A todo esto comienzan a pelearse como niños que son, mientras brincan por los caminos...

Cargando las dos sacas con calma, pudo ver a Dain mirando las raciones restantes, estaba claro lo que tocaba, mirar si podíamos comer con calma con los muchachos. Buscar algunos recursos sería clave.

Mientras veía a los gemelos peleando por una tontería como era "presumir" de no tener miedo.

- Decían en mi pueblo, que "es bueno tener miedo, te hace más atento a lo que te rodea, lo malo es dejar que dicho miedo te domine", no creéis que sería mejor pelear con el miedo cuando aparezca, por que no os domine y controlarlo vosotros?

Su sonrisa aun un poco forzada acompañaba su rostro, le duraba la molestia de haber fracasado con su camilla, pero debía mostrar a los pequeños que incluso en las peores condiciones un buen aspirante debía sonreír.

-Tienes razón, Robin. Son muy sabias las palabras que escuchaste. El miedo es algo que si nos domina puede hacernos mucho daño... Pero también nos hace prudentes, no lo olvides. Alguien que dice jamás tener miedo o es un mentiroso, o es un inconsciente. Y ninguna de esas cosas es buena. Por cierto, buscaré algo de comida para ahorrar la nuestra... Si te cansas, Robin, o tú, Quentin, avisad sin demora.

Era una charla agradable con el valiente ratoncillo. Dain se sentía alegre y el día parecía favorable. Ojalá siguiesen así las cosas por mucho tiempo.

Tras avisar, Dain se alejó un poco en los alrededores del camino, sin dejar de escuchar el parloteo alegre de los niños. Eso le ayudaba en la orientación, y a no perderse de sus compañeros.

Pensó en dónde podría encontrar algo de comer, y buscó por zonas secas algo de hierba y plantas comestibles. Tuvo toda la suerte del mundo al hallar una zona sombría que se mantuvo al margen de la nieve. La hierba brotaba lozana allí, y la recogió para compartirla con todos, tanto los guardianes como su nueva mini-patrulla ocasional.

Regresó junto a ellos, mostrándoles el hallazgo orgulloso.

-Gracias por ayudar a que pudiese encontrar comida, así podremos guardar nuestros víveres más tiempo -dijo a todo el grupo.

Baron empezó a buscar usando su alabarda para retirar ramas y matojos. El recuerdo aun presente de la mala fortuna anterior se hizo presente y decidió seguir buscando sin perder de vista a su líder. Se sentía algo dividido en sus pensamientos, y el estar enfadado no ayudaba a la tarea. Por un lado, pensaba qué podría saber un ratón científico de forrajeo. Y por otro, tenía la clara intuición de que su edad avalaba su éxito en la tarea. Trató de imitarlo, y pronto comprendió su anterior error. No pudo por menos que sentir más respeto por el ratón y sus lentes. Su método funcionaba.

Contento por el descubrimiento, trató de memorizarlo para futuras ocasiones. Y de nuevo se sintió contento por pertenecer a la Guardía y tener aquellos compañeros. No se los merecía.

La noche había sido dura.

No el tipo de noche que uno pasa vendando sus heridas y con la mirada fija en la noche, esperando ver a La Muerte aparecer. Tampoco había sido una noche en la que calientas el cuerpo yaciente de un compañero caído con la vana esperanza de volverlo a la vida. No, había sido una noche en la que la frustración flotaba sobre el grupo, consumiendo sus buenas intenciones y sus ganas de sonreír. Quentin apenas pegó ojo, más pendiente de la respiración de la pequeña ratita y la temperatura de su fiebre que de su propio descanso, y eso lo notó cuando los primeros rayos de sol anunciaron la mañana. Normalmente era callado, pero durante las primeras horas se convirtió en una tumba, haciendo ruidos únicamente cuando cambiaba a la pequeña de postura para aliviar el peso.

- Estoy bien - respondió, lacónico, a su amigo. Realmente estaba al límite de sus fuerzas, pero ellos, como Guardias Ratoniles, debían ser un ejemplo ante los demás. Si los niños veían que flaqueaban, podrían perder su confianza en ellos. Y aún no habían llegado a Elmoss.

El camino se hace más llevadero con el estomago lleno pasado el mediodía. Aunque no pudierais forrajear nada durante el siguiente día teníais la tranquilidad de tener suficiente comida para todos. Los pequeños comieron de forma voraz. Se notaba que no comían en condiciones desde hacía días. Incluso la pequeña ratona parecía daros esperanzas por su estado de salud, más próximo a la curación que a la enfermedad.

Al llegar el atardecer las patas comienzan a pesar con cada paso. En especial las de Quentin que cargaba con Talin a sus espaldas. El resto encontraba fuerzas de dentro para poder seguir adelante.

Un riachuelo comienza a escucharse a lo lejos por el lado derecho del camino. No tardáis mucho en toparos con un enclave, un nuevo cruce de caminos. En este caso el riachuelo pasa bajo un puente y al otro lado un refugio que parece estar ocupado...

Llegados a ese punto podéis ver desde distancia como varios carromatos se cierran en un semicírculo abrazando el tronco de un roble. Parece un convoy de mercaderes salidos de Elmoss. Quizá el buen tiempo les hubiera animado a empezar sus largos viajes.

Algunos de ellos se afanan en recoger leña, otros en el forrajeo de la vegetación y un par de ellos intentando atrapar insectos cerca de la orilla.

Al ver que os acercáis con las capas pronto os dan la bienvenida desde lejos. Se notaba como para los mercaderes, la guardia era siempre causa de alegría. No en vano escoltar convoys de mercaderes era una tarea habitual.

Uno de los ratones de aspecto rechoncho os da la bienvenida. - Saludos guardianes. Me llamo Fred Von Grommer y soy del gremio de carpinteros de Elmoss. El olmo es nuestra vida y podemos hacer de él maravillas. Acompañadnos esta tarde para reponer fuerzas. La ciudad todavía está a medio día de camino, no llegaríais hasta el amanecer. 

Al oír la invitación no se os pasa por alto el guiso que se está cociendo en la hoguera. Comida caliente era algo que no podíais menospreciar y como era costumbre, los guardianes en estas situaciones pagaban su plato poniendo sus armas al servicio de aquella buena gente que los acogía.      

Con el sol brillando en lo alto Baron podía afirmar que aquel era un buen día. Bueno, tal vez no para el zarpa tierna que llevaba dos sacas. O para Quentin que llevaba a "la peque". Si, Baron pensó que en el fondo era un ratón con suerte. Sin embargo el camino poco a poco se hizo monótono hasta que se encontraron en un cruce de caminos unos carros aparcados. Por un momento Baron pensó que sería buena idea quitarse la capa y ver qué tipo de gente había en aquel lugar pero, con tanta indecisión,  finalmente no lo hizo.

Pronto sus pasos se detuvieron y se vieron saludando a unos comerciantes. Uno de ellos se presentó como el representante de un gremio de carpinteros. "¿Dónde estabais cuando se os necesitaba en la abandonada posada de Gilbert?", pensó para si. Observando a los comerciantes, o más bien asegurándose de que eran lo que decían ser, Baron (al igual que sus compañeros) se vio seducido, enamorado y encantado del olor de un guisado que degustaría minutos después.

Como era de esperar, aquel guiso no era gratuito y ahora se veían igualmente obligados a reducir más su paso y escoltarlos hasta la siguiente ciudad. "No hay mal que por bien no venga", se dijo.

— Bueno, ahora supongo podremos dejar a los muchachos y la niña en uno de los carros. Seguro que Quentin tenía ganas de llevar su saca de Correo.

Al ver los carros y la cálida bienvenida, el pequeño zarpa tierna sonreír con sinceridad al oler aquel manjar calentito, aun estaba molesto aunque aquel arom le hubiera hecho olvidar el motivo, aun tenía esa sensación de molestia personal que le decía "no cometas más errores".

Cuando Barón dijo de dejar a los niños en un carro, el joven negó con su cabecita - ¿y si van a Lockheaven?

Aun así era bueno estar en grupo, una fogata y una cena caliente permitía relajar un poco el mal humor de origen desconocido. Tal vez incluso pudiera llegar a jugar un poco con la nieve y los niños, para conseguir sacarles una sonrisa.

Se presentó un carpintero y Robín abrió los ojos, pese a que sabía que haber reconstruido aquel lugar ahora algo distante hubiera sido caro, también podrían restaurarlo un poco para transformarlo en un refugio de mejor calidad.

- disculpe si van a Lockheaven, de camino hay una posada bastnt deteriorada, si paráis a descansar allí, sería de agradecer si ayudan al anciano que allí se encuentra, con los carros estoy seguro de que os será sencillo llevarle a un lugar mas seguro, desde donde pueda prepararse para viajar con seguridad hacia Elmoss.

Aquello podría ser una ayuda pronta, que el anciano podría tomar, y si era carpintero, ya dependía del anciano lograr algún acuerdo con el que levantar aquel negocio de nuevo y dar un hogar a los pequeños, o solo recargar pilas y viajar a Elmoss con más facilidad y reunirse así con los ratoncitos.

Si tenía que ser sincero consigo mismo, el Guardia agradeció a la buenaventura que aquellos mercaderes aparecieran en su camino porque necesitaba descansar. Además, una fogata y un guiso caliente servirían a la pequeña mucho más que toda la buena voluntad de Quentin. Si después de todo el esfuerzo, no sobrevivía al viaje, sería devastador.

- Agradecemos vuestra oferta - respondió, arrodillándose junto a la hoguera para que Talin se calentara los huesos. Por puro instinto, echó un vistazo al equipo de los mercaderes, si tenían armas y marcas en sus rostros. No sería la primera vez que un grupo de bandidos se disfrazaba para capturar a viajeros desprevenidos. Tras asegurarse que la pequeña estaba bien, sacó el mapa y comprobó que no se habían desviado del camino - ¿Hay algo que podamos hacer para ayudaros? Llevamos algo de tiempo en el camino y andamos presurosos, pero no podríamos perdonarnos no preguntar.

-Cierto, amigos -apostilló Dain-. Nos gustaría ayuda mútua si es posible. No sabemos hacia dónde os dirigís, nosotros tenemos que llegar a Elmoss. Si no vais hacia allí, ¿os importaría echarnos una mano con la niña enferma que transportamos? Necesita ir lo antes posible a un médico, y por falta de sapiencia, que no de intenciones, la lleva nuestro amigo Quentin así como veis. Intentamos construir varias formas de llevarla pero no fuimos capaces.. ¿Podríais construirnos algún tipo de hamaca o carreta que haga su transporte más fácil? A cambio os pagaremos u os ayudaremos en lo que podáis necesitar, si está en nuestra mano. Si compartimos la dirección, podemos viajar juntos si os viene bien.

Si les ayudaban tal y como alardeaban de su arte carpintero seguro que adelantarían camino y podrían llegar a la ciudad antes. Ojalá pudiesen llegar a algún acuerdo. Parecían buena gente.

Robín miró a todos para hacer una recopilación de fondos, para ver si disponían del dinero para esa carretilla, revisando sus cosas, pronto aparecieron Quentin y Dain a arrimar el hombro, (Barón algo distanciado pronto se sumó a ellos cuando se percató de lo que pretendían), una carretilla ligera sería lo mejor, para que la pequeña fuera más cómoda y Quentin pudiera llevarla mejor. Además los ratoncitos restantes podrían ayudar empujando un poco si querían, lo importante era facilitar el trayecto.

Aquella buena gente, eran comerciantes, y gustosos venderían parte de su mercancía, solo faltaba reunir lo que fuera que les pidieran, y de no alcanzar el precio estipulado procurar lograr un pequeño descuento. Tal vez ser guardia nmo era fácil, pero era satisfactorio.

El convoy del gremio de carpinteros os acogió sin problemas entre sus carromatos. La verdad es que se notaba que ya tenían experiencia en ello. Los guardianes, solían formar parte de comitivas como aquella y enseñaban tácticas básicas para defenderse contra los peligros de los caminos. Colocar los carros de tal forma que formaran una barricada era una de ellas.

Al traspasar la barrera no podéis evitar fijaros en el tamaño de los carromatos, y os dais cuenta de que se necesitaba mucha  fuerza bruta para moverlos. Había bastante trasiego de aquí para allá y la mayoría de ratones del gremio no tenian tiempo para vosotros. Sin embargo la ratona que preparaba el delicioso guiso sí se... da cuenta de vuestra presencia.

- Veo que os ha sorprendido el tamaño de nuestros carromatos. Son nuestra última adquisición y pueden cargar el doble que un carro normal. Eso sí... han de ser transportados por esos amiguitos de ahí. 

Veis como cuatro potentes criaturas oscuras como la noche y de caparazón brillante se agrupan cerca del tronco del árbol. Eran escarabajos que no reconocíais de la zona. Sabíais que su fuerza de carga superaba con creces su peso, pero estos tenían un tamaño descomunal. Era una forma lenta pero segura de transportar mercancías a lo largo y ancho de los territorios.

Fred, que parecía ser el que dirigía al grupo se os acerca tras dar un par de instrucciones a los ratones que trabajaban a su cargo.

- Disculpad la demora. Estamos terminando de prepararnos para acampar.

- Sí, los pequeños pueden dormir con los nuestros, en el carro más cercano a la hoguera.  Nosotros nos dirigimos al norte, primero pasando por Shaleburrow, hasta llegar a Thistledown. Esta primavera se va a celebrar una feria de los mejores gremios de carpinteros de todos los territorios. Será emocionante compartir con ellos y ver que traen de nuevo. Eso os daba a entender que no iban a pasar por la taberna en ruinas de Gilbert.

- Claro. le responde a Quentin. - Nos vendría bien que montarais guardia durante la noche. A cambio os daremos comida y cobijo. Y si necesitáis una carreta para llevar más ligeros a la niña no hay problema. Tenemos suficientes piezas de repuesto y os las podemos vender a buen precio. Con eso os podemos montar una carreta en un abrir y cerrar de ojos.