Partida Rol por web

El arco de Quentin repiqueteaba en los listones del techo al caminar por la buhardilla, pero sin duda era mejor alojamiento que el frío suelo. Dejó con cuidado a la pequeña en el suelo - la había subido en brazos al no disponer de la carretilla, que había acomodado en la parte de atrás de la posada - y se frotó las manos, distraído. Por costumbre tendía a observar bien el sitio donde pasarían la noche, y esa no era una excepción.

- Prefiero que seáis vosotros quienes os lavéis antes: hay que echar un ojo a vuestras heridas - Quentin estaba cansado y hambriento, pero había salido bastante bien parado del enfrentamiento con la monstruosa serpiente - Yo preguntaré mientras tanto si hay un sanador cerca por si hay que coser.

La charla con los obreros fue agradable, no importaba el olor del alcohol cuando el ambiente era agradable, cuando la bebida iba subiendo un poco de más y llevaba rechazadas un par de rondas dada su edad, el joven abrazó a uno de los obreros para agradecer a todos sus historias - creo que el olor de sangre arruinaría vuestra reunión, así que subiré a darme un baño, a las ratonas les gusta el pelaje suave y limpio - dijo guiñándoles el ojo como bromeando.

Subió apresurado y casi pudo saltar al agua ya preparada, de hecho se apresuró a quitarse toda la sangre reseca, dolió un poco puesto que parte de esa sangre seca era de sus propias heridas. Necesitaban encontrar a ese sanador que mencionaba Quentin, y puesto que conocía a poca gente allí, preguntó a los cada vez más borrachos obreros, sólo quedaban 2, los otros ya se habían retirado a descansar, o como dijo uno, "corrió a la bañera a ver si se hacía con una ratona de una vez". Entre risas, anotó lo mejor que pudo a que zona acudir, pero las instrucciones eran bastante imprecisas.

Tras buscar durante un buen rato, os encontráis con que las puertas de los negocios empiezan a cerrarse. Ya está llegando la hora del cese de la actividad económica en la ciudad. Preguntando sólo conseguís las indicaciones necesarias para llegar al mercado.

Al llegar prácticamente todos los puestos están cerrados. Pero para vuestra suerte encontráis uno que todavía está abierto. Es un puesto ambulante que al parecer vende cosas exóticas que jamás habéis visto. El mercader que lo llevaba estaba en la parte de dentro recogiendo al igual que sus compañeros de profesión.

Intentáis llamarle la atención pero parece que no os oye. Cuando por su cuenta sale al exterior para seguir recogiendo, totalmente ajeno a vuestra presencia, os ve y vosotros a él. Os miráis mutuamente al ver es aspecto que tiene. Comparado con sus artículos, el mercader era el doble de estrafalario

- Estaba cerrando por hoy. Pero veo que aún quedan clientes de última hora que atender. Me llaman Radolf el magnífico ¿Venís expresamente de lejos a ver mis mercancías? Os mira de arriba a abajo. Dejad que adivine... ¿Un elixir de amor? ¿Una loción crece-pelo? ¿O acaso venís buscando algo para, ya sabéis, aumentar la virilidad? sugiere, levantando las peludas cejas, en un tono algo incómodo ¡Tengo de todo a buen precio! 

- ¿le ayudamoss a recoger buen señor? Obviamente salta al hocico que tiene la vista cansada tras un arduo día de trabajo, puesto que creo que nuestras heridas se ven lo suficiente - luego miró a su maestro - que es eso de aumentar la virilidad? Me hará más alto y fuerte?

El muchacho aun era demasiado inocente, para entender con indirectas ciertas cosas.

Quentin y Robin se marchan en busca de un sanador. Los pequeños se quedan al cargo de Dain, que al fin y al cabo es el líder de la patrulla y responsable de la suerte de éstos.

El capa blanca ayuda a los gemelos secarse después del baño. En cambio hermano mayor de Talin ya es un adolescente independiente que no precisa de ayuda.

Por otra parte la pequeña regresa aseada y con un vestido dos tallas más grande. Aún y así, no había comparación de como como había salido de la habitación minutos antes... Se la veía hasta con otra cara. Quizá recordando aquella época que parecía tan lejana ahora, dónde sus padres aún la cuidaban.

Pero la guerra, como la muerte que traía consigo no hacía distinción alguna...

Se les había echado el tiempo encima y no tuvieron suerte, pero encima la suerte estaba totalmente en su contra porque el único establecimiento abierto era el de ese tipo. Un charlatán. Un vende-humos, retira-maldiciones, prepara-filtros, destraba-lenguas. Para un ratón científico como Quentin, tutelado por el magnífico Konrad el Científico, tratar con ese tipo de ratones era una absoluta pérdida de tiempo. Pero estaba desesperado y no se perdonaría si las heridas de sus compañeros se infectaran.

- Bienhallado - dijo, posando la mano en el hombro de Robin para que le dejase a él hablar - No queremos robarle mucho tiempo y nosotros tampoco andamos sobrados de él. Buscamos un remedio para heridas lacerantes, un cicatrizante natural y a poder ser, anestésico. ¿Dispone de algo así?

Prefería cortar de raíz la charlatanería del vendedor para evitar que les abrumara con su lengua de plata.

El extravagante y cejudo ratón pone una mueca algo rara, difícil de descifrar, aunque parece algo desilusionado por vuestras palabras. 

- Yo no soy un simple curandero del tres al cuarto, no. ¡Soy Radolf el Excelso! Tengo cosas mucho mejores para vuestras lesiones y tajos. declara mientras empieza a buscar en un baúl enorme que parece contener de todo.

Os miráis mutuamente para luego fijaros en lo que hace. Veis como prácticamente se mete de cabeza en ese cofre en el que podría caber, aunque algo apretujada, una comadreja. - Esto no... esto tampoco... ruido de frascos de cristal, piezas metálicas...

- ¡Aquí está! anuncia triunfal con un frasco de cristal en la zarpa. ¡Esté es el maravilloso, prodigioso, magnifico y extraordinario "Levantamuertos"! El contenido del frasco ni siquiera podría definirse como líquido y a Quentin, que sabía algo del asunto le vino a la mente la palabra "viscoso".

- Con esto recuperaréis todas vuestras fuerza y vitalidad al completo. Que digo ¡Incluso la mejorará! Eso sí... es sólo para los más fuertes. No todos los ratones podrían con esto en sus estómagos. ¿Pero vosotros dos sois guardianes, verdad? 

Robín le miró poco convencido, manteniendo su intención de ayudarle a recoger.

- yo la verdad que demasiado fuerte no soy, solo soy un zarpa tierna -explicó - y eso de oír sobre muertos cuando acabamos de perder a un compañero es de bastante mal gusto...

El ratón se quedó a cargo de los niños y las sacas de correo. Era lo más sensato, no pasearlas antes de poder entregarlas, que ya habían corrido suuficientes riesgos.

Era un grato oficio el de cartero, regalando felicidad a quienes aguardaban las cartas de sus seres queridos desde antes del crudo invierno. Ahora por fin sabrían noticias. No siempre serían buenas, pero el joven roedor esperaba que al menos fuesen esperanzadoras.

Los niños habían demostrado ser duros y valientes, y hasta la pequeña enferma Talin ahora parecía más restablecida, tras en baño y el vestido.

Aseándose él mismo, Dain volvió a recordar lo maravillosas que son las cosas sencillas en las que nadie repara cuando son habituales. Un simple baño caliente, ropa limpia y seca.. Todo contribuía a convertir un descanso en un paraíso.

Deseó lo mejor para las pesquisas y búsquedas de Quentin y Robin, aguardando su vuelta con ganas, y juntó a los pequeños ratones mientras.

-Como antes os ví jugando con mi lira, os voy a enseñar a tocarla.. ¿Os gustaría? Yo lo aprendí de mi abuelo, Regis de Sprucetuck. Le gustaba mucho la música, y tocaba con cualquier cosa que le pusieran delante. Pero a mí la lira fue la que me cautivó. Es un instrumento mágico, ¿a que sí?

Siguió hablándoles, contándoles cosas para hacerles la espera más llevadera. En poco irían a buscarles un mejor acomodo, aunque Dain ya les había tomado gran cariño y seguro que vendría a visitarles y saber de ellos.

Después ayudar a los chiquillos a asearse lo haces tu también. Tardas bastante en quitarte la sangre reseca de la serpiente que todavía cubría tu pelaje. Mientras, los gemelos juegan sobre las camas e incluso puedes ver una mirada de ternura en Marvin.

Parecía que las traumáticas experiencias que le habían llevado a él y a su hermana pequeña, años atrás a madurar a la fuerza, comenzaban a ser parte del pasado. 

La pequeña, que se sienta junto a su hermano, parece que se encuentra mucho mejor. Apenas queda rastro de las fiebres que tenía hace dos días atrás. Eso te hace respirar con alivio, pues pese a las pocas fuerzas que tiene, parece que todo va a salir bien.

Sacas la lira y les enseñas unos acordes. Todos se sientan expectantes para oirte tocar. La música fluye de tus zarpas hacia las cuerdas creando armonías que os transportan a todos. Incluso durante unos momentos cierras los ojos y te dejas llevar por el sonido. Te olvidas de estar en medio de una misión y simplemente disfrutas del momento. Cuando abres de nuevo los ojos ves que todos están muy quietos, atentos a cada nota que rompe el silencio. Incluso los dos pequeños revoltosos están irreconocibles. 

Pero ese momento de paz se fractura en pedazos como un espejo al caer...

En ese instante oyes unos fuertes golpes y gritos que vienen del piso de abajo. Unas voces más altas que otras que suenan claramente amenazantes. El ruido de madera al partirse y luego un silencio. Silencio que apenas dura un segundo para dar lugar a fuertes pasos que suenan como si un grupo de varios individuos estuviera subiendo escaleras arriba...

La lira queda tendida sobre las sabanas mientras tus músculos empiezan a tensarse. Todos, en un artificial silencio, miráis a la puerta como si de un momento a otro fuera a derribarla una riada.   

Si ya de por sí Quentin no estaba nada convencido de tratar con un charlatán, cuando observó la consistencia de ese bebedizo y escuchó el tan inapropiado nombre - como bien había hecho notar Robin - frunció el ceño y estuvo a punto de marcharse dejandole con un palmo de narices. Pero si había algo en esa carreta que pudiera evitar que las heridas de sus compañeros fueran a peor, tendría que seguir jugando al juego de Radolf.

- No necesitamos licores adulterados ni bebedizos, anciano - dijo, evitando responder directamente a su pregunta y mirándole con los ojillos entrecerrados. Quentin era un ratón tranquilo, pero ese hombre ponía a prueba su paciencia - Necesitamos un producto que ayude a cerrar las heridas y las limpie. No necesitamos que aumente nuestro vigor ni resistencia. Ni necesitamos energía adicional ni ser más rápidos o certeros. ¿Quizás algo que lleve corteza de sauce?

Dain no fue consciente en el segundo en que escuchó el ruido, que podían correr peligro. Su mente en ese instante hizo el "click" necesario que puso en marcha el resorte de la defensa.

-¡Rápido, todos! ¡Detrás de mí! Escondéos si podéis. -no dudó en proteger a los niños con su cuerpo y sus armas. Su espada ya brillaba en su mano dispuesta a defender a los niños y el correo.

No entendía qué podían querer los habitantes de ellos, guardias en plena misión y sin dinero, que no buscaban problemas.

Por si acaso se dispuso a vender cara su vida, encomendando a los dioses el deseo de que Quentin y Robin regresasen pronto.

El mercader parece darse cuenta de que no sois como la mayoría de clientes habituales. Sois de los que hacen preguntas y de los que ponen peros. La negociación parecía estar llegando a su fin. Para bien o para mal el asunto empezaba a esclarecerse...   

- Ahora mismo sólo dispongo de este articulo en cuanto a tratamiento de heridas. Pero como veo que sois clientes serios os seré totalmente sincero. El "levantamuertos" es muy potente por lo que puede tener efectos secundarios adversos. Ya sabéis... dolores de estómago, diarrea, vómitos... Pero os aseguro que sus efectos cicatrizantes son algo nunca visto antes. 

Al parecer sus intenciones no eran tanto engañaros con un producto falso, sino evitar hablar claramente de los posibles efectos adversos del mismo. Ahora ya sí estáis seguros de que está diciendo toda la verdad. El efecto cicatrizante parece ser muy efectivo, pero el riesgo a enfermar está ahí. Es decisión vuestra el arriesgaros o no... 

Las pisadas resuenan sobre los listones de madera mientras los pequeños comienzan a buscar un lugar donde esconderse. Todos corren al fondo de la habitación guiados por Marvin, el mayor y el único con la templanza necesaria. Los gemelos se esconden bajo las camas del fondo. Talin y su hermano detrás de la tina...

Un par de empujones bastan para forzar la puerta haciéndola batir con violencia. Tras ella se encuentra un grupo de no más de cuatro ratones de aspecto amenazador. Automáticamente te pones en guardia con tu espada en ristre para al instante siguiente fijarte en uno de ellos, cosa que te deja paralizado durante un segundo.

El cabecilla del grupo se trata de alguien que conoces demasiado bien. Es un bandido llamado Tuk, un enemigo del pasado. Su aspecto, al igual que su forma de actuar no ha variado mucho con los años. Parece seguir siendo capaz de cometer cualquier fechoría con tal de conseguir sus objetivos. Lo que no sabes por ahora es que hace aquí y que busca...

Recobrando la posición de defensa tras la sorpresa, vuestros ojos se entornan mientras las duras miradas se cruzan. Os examináis de arriba abajo sin mover un sólo músculo. Cualquier movimiento en falso podría significar una cruenta lucha. Y los niños... los pequeños están aterrados, escondidos pero muertos de miedo. No puedes permitir que sean conscientes de su presencia en la habitación y menos aún que sufran algún daño.

Al fin se había acabado la palabrería y habían llegado al fondo del asunto, aunque no encontraron nada que convenciera plenamente a Quentin. Ese ratón no se iba a atrever a mentir a dos Guardias Ratoniles - aunque no lo habían confirmado, imaginaba que sus armas, su aspecto fiero y sus capas eran más que elocuentes - así que apartó a un lado a Robin y se llevó la mano al mentón.

- Es una lástima que Dain no esté aquí, porque sois vosotros quienes vais a jugárosla al tomar ese bebedizo. Pero sí es verdad que no podéis arriesgaros a que las heridas se infecten durante el camino al siguiente pueblo - le miró fijamente - Si fuera yo, diría que adelante con el producto, y esperemos que paséis una buena noche. Pero quiero tu opinión. No eres un cachorro y confío en tu criterio.

Robín se la quiso jugar y bebió una dosis de aquel mejunje cerrando con fuerza los ojos, lo hizo antes incluso de pagarlo, cosa que dejó en evidencia a los dos ratones cuando llegó el momento de pagarlo, el pequeño e inocente ratón poco imaginaba que el boticario ambulante fuera a estafarles con el precio, pero ya había bebido, no podían decir que no la querían, y el resultado fue abrumador en sus fondos. El inocente Ratoncito que nunca quería pensar mal de nadie, vio como su amabilidad y buena fe eran insultadas, pero no pudo más que apretar sus labios mientras vaciaba su capital en las manos de aquel hombre.

Pensó que era incomprensible como queriendo siempre ayudar a los demás, esos otros se aprovechaban, y eso reafirmaba su fe de que se necesitaban más guardias que ayudaran a quienes eran dejados de lado o abandonados por la diosa fortuna.

El corazón del valiente ratón dio un vuelco. De todos los problemas que pensaba encontrarse, ver a Tuk allí mismo fue el más inesperado. Levaba años sin cruzarse con él, pero estaba claro que nunca se habían olvidado mutuamente.

Allá en Sprucetuk, que ahora parecía tan lejano, Tuk y él habían sido compañeros antaño. Pero el sentido del honor del ahora guardián y el del bandido fueron por derroteros distintos.

Dain y él compartieron travesuras infantiles inocentes, que sólo merecían tirones de orejas por parte de sus padres y maestros. Pero Tuk sufrió una gran pérdida en su vida que lo descolocó gravemente.

La muerte de su padre, guía y consejero, lo sumió en un vórtice de autodestrucción que acabó por hacer de él un ladrón y forajido, rebelándose contra todo y todos los que se apiadaban de él. Comenzó a ser cortante, a robar pequeñas cosas, a darse cuenta de lo fácil que era la vida saltándose las normas.. Dain, consciente del mal proceder de su amigo, quiso ayudarle en lo posible pero el fracaso fue absoluto. Sus caminos se separaron hasta el punto de dedicarse a combatir lo que su antiguo amigo ahora profesaba.

Tuk se fue de Sprucetuk para unirse a una banda de rateros de fama discutible, donde afinó su talento innato para el robo, y aprendió nuevas formas de afrontar los conflictos con malas artes.

Varias veces el destino volvió a unirlos, pero Dain tenía en él a su debilidad. En el fondo sentía que debía ayudarle, ya que creía todavía en su bondad innata, pero Tuk no quería dejarse ayudar.

Ahora se encontraban de nuevo, pero esta vez había niños de por medio. Dain no pensaba dejar que les hiciesen daño, y decidió hacer frente a su enemigo.

-Tuk.. De nuevo juntos -le dijo, para atraer su atención hacia él en lugar de a los pequeños.

Radolf parece muy contento con el trato y embolsándose una buena cantidad de vuestras reservas, se afana en terminar de recoger su caravana.

- Sabed que mañana todavía estaré en la ciudad. Si tenéis algún problema con el brebaje, tengo algunos antídotos y medicinas para aliviar los dolores de estómago y las diarreas.

Al parecer os considera buenos compradores. De los que pagan lo acordado sin intentar regatear. Eso evita generar tensión pero hace que el bolsillo se resienta...

Miráis a vuestro alrededor y todas las tiendas y puestos ya han cerrado. Eso indica que es la hora idónea para repartir el correo personalmente.

Los trabajadores regresan del campo y las puertas de la ciudad se cierran para no dejar entrar a nadie salvo excepciones.

Con cara de "no debería haber sido tan impulsivo", miró a su mentor agachando las orejas - lo... lo siento, debí haber preguntado el precio antes, pero sentí que si no me envalentonaba en ese instante nunca bebería esa cosa pegajosa...

Mientras caminaban de vuelta a la posada, Robín parecía un poco acelerado, como si tuviera algunas fuerzas renovadas - deberíamos apresurarnos si no queremos que la gente se esconda en sus casas antes de recibir sus cartas...

La repentina maniobra de Robin le había pillado desprevenido, impidiéndole negociar un precio justo por aquel bebedizo. Sin embargo, ya estaba hecho, tenían el producto y la bolsa mucho más ligera. Esperaba que Dain pudiera afrontar los gastos inesperados que restaban del camino.

- Lo hecho, hecho está - dijo, sin revelar si estaba molesto o no con el zarpatierna - De nada sirve ya lamentarse por lo hecho. Sólo recuerda que somos un equipo. Si uno actúa por su cuenta...

Se detuvo a media frase. Su hilo de pensamientos iba a desembocar irremediablemente en el incidente de Baron con la serpiente. Ya habían vertido suficientes lágrimas.

- Vamos a darle esto a Dain - dijo, mirando de reojo a su protegido. Parecía realmente acelerado - Al menos parece que hace efecto.