Partida Rol por web

 Arramus abrió la puerta y acabo con el sorprendido orco. El otro soltando un gruñido despreciable se lanzó al ataque. El golpe podria haber sido letal si no fuera por la maestria del guerrero que herido se retiro un paso. 

 Agamenon, no tuvo muchos problemas a la hora de terminar con el orco que le bloqueaba el camino y el enano fue detras ansioso de encontrar nuevos eenmigos. 

Jandrus y Durgin, tras que este ultimo matara al Fimir, empezaron a registrar la sala. En un descuido Jandrus, tocó algo que no debía y una flecha le atravesó el hombro. Dolorido aulló de por la herida. Se quitó la flecha y se taponó la hemorragia antes de continuar. 

Viendo la estancia limpia de enemigos la examino en busca de algo de utilidad.

Cuando acabo con el orco, registro a fondo la habitación. Busco cualquier cosa de valor que pueda serme de utilidad.

El orco le hirió superando sus defensas pero el contrataque de Arramus casi lo partió en dos pese a usar un arma roma. El orco voló por ha abitacion como un juguete de trapo y el sacerdote entro para examinar sus heridas.

Con el hombro aún dolorido por la herida que me ha hecho la flecha, me acerco a la puerta y me apoyo sobre ella, agudizando mis sentidos para tratar de percibir alguna presencia hostil en el interior de la nueva sala.

Durgin aprovechó para echar unvistazo rápido por si veía algo de valor en la sala antes de salir tras los pasos de Jandrus.

 Jandrus ojeo con cuidado y descubrio una sala, que los orcos usaban para descanasar. Dos de ellos jugaban a algo sin percatarse de la presencia del mago, una ventaja que le permitia preparar el ataque. Mientras el mago miraba por la puerta, Durgin, saqueo el cadaver cargandose con 10 monedas de oro. 

Aenur, no fue tan afortunado, pues se descuido un segundo y piso una trampa, otro de aquellos dardos que parecian adornar toda la planta, salio disparado y le atrevso el hombro.

A Agamenon le sonrio la fortuna, pues uno de los enemigos muertos estaba cargado con una buena bolsa. La sopeso y calculo que tenia unas 50 monedas. Contento las guardo, mientras esperaba a que el enano avanzara. 

- 10 coronas de oro para mi saquito de cuero.

Y sin pensárselo dos veces acudió raudo y veloz a dar apoyo a Jandrus, que acabava de descubrir una pequeña guarida orca.

Mierda, me descuide. digo mientras sigo a Arramus. Y me pongo a inspeccionar la sala.

Entramos como una exhalación, con precisión asesina. Mientras Durgin machaca la cabeza de uno de los orcos, yo atravieso la cota que protege el cuerpo del otro con una feroz estocada de mi vara.

Delante de los cadáveres, sonrío, mirando a mi compañero en un gesto de complicidad. Lo peor de todo, es que parece que hemos llegado a otro callejón sin salida.

- ¿Y ahora, maese Durgin? Parece que tendremos que volver sobre nuestros pasos.

Salgo de la habitación al pasillo y avanzo en busca de más puertas donde podamos investigar mi compañero enano y yo.

Arramus procedio a registrar los cuerpos que yacian en el suelo.

-Ya pasa.

Ungrim siguió a Agamenón al pasillo. Al parecer, esta no era una zona muy transitada, porque no se encontraron con ningun enemigo.

Alcanzó al humano en la interseccion de dos pasillos oscuros que se extendían en ambas direcciones.

- Derecha o izquierda, ¿que elegimos?

Umgrim y Agamenon, tras atravesar toda la planta, se encontraron con el ultimo guardian de los pasillos que aun se mantenia en su puesto. Al verlos, no dudo ni un instante a pesar de estar frente a dos adversarios, uno de ellos ademas, era un matador enano; alguien a quien temer. Se lanzó a la carga.

Arramus, registrando los cadaveres, fue a hallar el orco mas rico de toda la planta, pues contenia 50 monedas de oro. Aenur, siendo dinero tambien, encontro menos cantidad, solo 20 monedas.

Tras mirar hacia los dos lados del pasillo contesto a Ungrim. Parece ser que izquierda. Ese orco tiene ganas de pelea y se la vamos a dar. Digo sonriendo mientras avanzo a por el orco con las armas preparadas para acabar con él.

Le ataco sin perder un segundo. Primero le engaño lanzándole un golpe fácil de esquivar con mi espada larga para despistarlo y acabar con él con una perfecta estocada con mi espada corta que penetra en su pecho atravesando su corazón sin que pueda defenderse. 

Ya está Ungrim puedes pasar a ver que hay en la sala.

Una vez más, las longitud de sus piernas le jugó una mala pasada, consiguiendo que Agamenón llegara a donde el orco antes que él.

Por lo menos el humano aún tenía algo de cortesía, permitiendole entrar a la sala primero.

Muy amable por tu parte

Ungrim, ni corto ni perezoso, lanzó un puntapie a la puerta arrancandola de sus goznes y entró con el hacha dispuesta para enfrentarse a lo que hubiese al otro lado.

- Jandrus, creo que estamos en una ratonera. Esto no nos lleva a ningún sitio. Marchemos a ver qué han encontrado nuestros compañeros.

- De acuerdo, maese Durgin.

Lo dicho, ahora toca desandar lo andado y con esta falta de movimiento que me produce la pesada coraza mágica, el camino de vuelta puede ser un horror.

Me entretengo por unos instantes buscando puertas secretas en la sala que puedan servirme de atajo y, caso de no encontrarlas, me desplazo siguiendo a mi compañero de andanzas.

Arramus realiza unos pases magicos y siente la fuerza de Sigmar bendiciendole y sanando sus heridas.

Ungrim, el explorador cruzo la puerta encontrandose cara a cara con el Jefe Orco de la torre. Este no era un enemigo normal. La magia que habitaba en el, desprendia una ola de pestilencia alrededor suya.  Su grito de guerra fue feroz, temible para cualquier enemigo y asi lo habria sentido Ungrim de no ser por que el mismo causaba ese mismo temor a sus enemigos.

Al otro lado de la sala, mientras Jandrus se aseguraba de no dejarse nada atras, Durgin encontraba un pequeño frasco con agua bendita. Un extraño artilugio en la torre de los muertos. Tal vez, los orcos tampoco se fiaban mucho de los muertos y preferian tener algo contra ellos, pues ese agua, era capaz de destruir a cualquier muerto.