Partida Rol por web

- uhh.... uhh... - abre los ojos lentamente - ¿pero qué? - parece no recordar - ¿quiénes sóis?- entonces se le iluminan los ojos - ¡me cago en ...! - empieza a revolverse como un loco en la silla - ¡soltadme y os perdonaremos la vida!

Ahora que le tenéis más cerca, sóis consciente de que el hombre es un caballero de tomo y lomo, de alta alcurnia y buena familia, seguramente sea una persona bastante influyente en la sociedad neoyorkina.

Toma el fusil y se acerca al hombre en actitud amenazante

- Estáte quietecito. Si haces alguna tontería te vuelo la tapa de los sesos, ahora vas a contarnos quién eres y qué haces aquí. Quiero saber qué es la organización, quién está detrás y lo que hacéis exactamente.

Me encendí otro cigarrillo y le eché el humo en la cara al tipo que habíamos cogido.

- El señor Lostalus Black, supongo - dije asumiendo que se trataba de aquel tipo.- Espero que se lo haya pasado muy bien jodiendo a los gilipoyas que se dejaron engañar para asistir a sus seminarios de mierda... Yog-Sothoth ¿eh? Seguro que te creías que eras el único que había jugado a ser Dios con esos monstruos de otro planeta - recordaba lo que habíamos leído y descubierto en la Logia del Crepúsculo de Plata.- Haremos un trato, si nos cuentas todo lo que sabes y nos dices dónde está Carl Stanford, a lo mejor no te mato.

Con una sonrisa en la boca le apagué el cigarrillo en el pecho haciéndole gritar de dolor, pero como no había parecido suficiente le metí los dedos en la herida de la bala y los retorcí.

- ¿Qué? Te gusta ¿eh? - dije con una sonrisa sádica.- Vamos, habla, joder.

- ARGHHHHHHHHHH ARGHHHHHHHHHHHHHHHHHH ¡HIJO DE LA GRAN PUTA! ¡ NO VOY A CONTAROS UNA MIERDA ! ¡YA PODÉIS MATARME QUE NO TEMO A LA MUERTE. VÁIS A MORIR MUY MUY PRONTO ASÍ QUE IRÉIS AL INFIERNO Y YO SERÉ CORRESPONDIDO POR MIS AMOS!- dice escupiendo saliva en grandes cantidades.

- ¡Oh! Ya lo creo que vas a hablar, amigo, ya lo creo - dije sin levantar la voz mientras el tipo gritaba como un descosido.

Fui un momento a la cocina y seleccioné uno de los cuchillos más grandes que había, ya llevaba pensándolo un rato y me llevaría una gran decepción si se moría antes de que pudiera hacerlo. Volví al salón empuñando el cuchillo, sonriendo mientras el tipo negaba con la cabeza y yo asentía.

- Seguro que ya no necesitas más esto - le agarré la mano derecha apoyándola con fuerza sobre le reposabrazos de la silla.- Habla o ya sabes lo que te espera.

Levanté el cuchillo en alto, esperando a ver si hablaba de una maldita vez, pero si no lo hacía... estaba decidido a cortarle los dedos a ese hijo de puta si no lo hacía.

Empleando la táctica clásica de la policía

- Yo que tú hablaría amigo, no puedo contener a amigo cuando se pone así, te lo juro. Está loco de remate y te irá cortando en pedacitos como no empieces a cantar.

El hombre se asusta pero no lo suficiente, de manera que sólo da su nombre sin entrar en más detalles sobre todo lo que se le había preguntado

- No soy Lostatus Black, no sé quién es. Yo soy Bryan Slim. Ese es mi nombre y ahora empieza a cortar porque no voy a decir nada más.

- Tú lo has querido - dije encogiéndome de hombros.

El cuchillo bajó cortando el aire y arrancando los dedos de la mano de aquel tipo. La sangre saltó por todos lados en una escena bastante asquerosa e innecesaria, la verdad. Sin embargo, reconozco que encontré algo de paz en mi interior al cortarle los dedos a ese hombre.

- Mucho mejor ahora ¿verdad? - dije con una sádica sonrisa.- Bryan Slim ¿eh? no me suena, pero me importa un carajo, seguro que también os habéis cargado a Black como hicisteis con Burrows y los otros, sois unos hijos de puta.

Escupí al suelo y después me coloqué detrás del tipo. Le agarré por los pelos, echándole la cabeza hacia atrás y amenzando con el cuchillo con cortarle el cuello. Un hilillo de sangre comenzaba a asomar...

- Vamos a acabar con esto de una vez, dime qué es toda esa mierda de proteger el atril ¡Vamos! Habla - apreté el cuchillo un poco más contra su garganta.

- ¡QUE OS DEN POR EL MISMÍSIMO CULO! - estaba visto que el hombre no pensaba soltar ni una palabra, tal era su fanatismo que prefería morir antes que hablar, sólo habíais podido sonsacarle su verdadero nombre. Nada más. El loco apretó el cuello contra el cuhillo haciendo más profundo el corte, al ver cómo su sangre resbalaba por su cuello gritó como un loco - ¡¡¡Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah'nagl fhtagn!!

Después de lo acontecido en Boston, Herbert ahora creía en cosas que jamás se podía haber planteado. El mundo tal y como lo conocían, no era tal.

Al escuchar a aquel loco gritar esos gorjeos indescriptibles, negó con la cabeza

- No dirá nada Lew...

Herbert tenía toda la razón, aquel tipo no iba a hablar y desde luego lo mejor era matarle antes de que decidiera hacer algo raro. Así que deslicé la hoja del cuchillo por el cuello del tal Bryan Slim hasta que se desangró como un cerdo un día de matanza.

- Joder, vaya carnicería - dije en voz baja, tomando conciencia de lo que había ocurrido.- Aquí no hay nada, lo que tengan debe estar escondido en el sitio donde hacen las reuniones, en ese atril que decía este malnacido... Tengo una idea, llevemos a Nigel al coche, le taparemos con unas mantas o algo que podamos recoger por aquí y luego iremos a registrar el otro lugar... si hay algo allí lo encontraremos.

No desvió la mirada mientras el hombre moría, se limitó a negar con la cabeza y encender un cigarro. Él se lo había buscado... cuando el hombre se fue al Hades, Herbert se dedicó a recolectar las cuatro llavecitas del cuello de los tres moros y del tal Bryan y tomó varias mantas de la cama de Slim.

Cuando estuvo preparado, hizo un gesto a Lew para que le ayudara a envolver a Nigel y a llevarlo al coche.

Llevásteis a Nigel a vuestro coche y lo tumbásteis en el asiento trasero, mientras Herbert conducía de vuelta frente al edificio de la Organización, Lew se ocupaba de ocupaba de acomodar a Nigel debidamente.

Aparcásteis junto al coche de David, éste dormía profundamente, le llamásteis, intentásteis hablar con él, pero todo fue inútil. David parecía estar hechizado, así que le dejásteis dormir y ambos os internásteis en el edificio de la Organización.

La puerta del edificio resulta estar abierta, así que os deslizáis en el interior. Resulta ser el interior muy parecido a una Iglesia , aunque con un toque especialmente lúgubre.

Dispone de largos bancos de madera a los lados y un pasillo central que llega desde la puerta hasta a un escenario sobre el que hay un atril de madera y una puerta metálica detrás del atril.

Recorrí los bancos de aquella especie de capilla junto a Herbert, hasta llegar a aquel atril que supuse que se trataba del que había hablado el tipo al que le había cortado el cuello.... como se llame, ya no importaba.

- Aquí tiene que haber algo, lo dijo el tipo ese antes de morir - dije señalando el atril.

A simple vista no parecía nada del otro mundo, pero bien sabía yo que a esta gente le gustaba esconder cosas de valor en sus lugares de reunión. Si la cosa seguía así me iba a convertir en un experto en buscar libros escondidos. Examiné el atril, buscando alguna trampilla o accionador secreto, tenía que haber algo, estaba más que seguro.

Tras examinar el altar en su conjunto, en la parte posterior encontráis un grabado desconcertante, parece un disco circular en el que hay una extraña criatura representada en el centro del dibujo.

Además hay una abertura en la cual hay dos libros, uno de ellos de encuadernación reciente en piel oscura que resulta ser el "Catecismo de los Caballeros del Vacío Exterior" que ya encontrárais en el edificio de la Logia de la Hermandad del Crepúsculo de Plata, lo que revela la conexión entre ambas organizaciones, pareciendo aquélla una filial de ésta.

El otro volumen, encuadernado en una tela a medio camino entre el cáñamo y el lino, de aspecto antiguo aunque perfecto estado de conservación, pareciendo un libro moderno que quiere asemejarse a uno antiguo cuyo título es OLD CALIFORNIA.

Tras el escenario y el altar hay una puerta.

Sin saber cómo ni cuándo ni por qué, te despiertas conmocionado en tu coche, miras en el interior del vehículo mientras parpadeas y te frotas las sienes.

Has tenido un sueño espantoso, te quedaste dormido vigilando, eso es seguro, pero en el transcurso del sueño has soñados con una batalla campal, tiros y muerte. Un sueño muy desagradable, crees haber soñado con la Gran Guerra contigo siendo protagonista en una de las inmensas trincheras mientras las bombas caían a tu alrededor y un gas amarillento trepaba imparable por la pared de la trinchera desde la trinchera enemiga ubicada a menos de un centenar de pies.

Tampoco estás seguro de nada, el caso es que te desperezas y sales del coche, para ver que justo delante está aparcado el coche de Herbert. No hay ni rastro de tus compañeros.

Mierda, mierda mierda...-pensó nervioso Lee mientras se levantaba corriendo- ¿Que coño me ha pasado? 

No podía entender que es lo que había ocurrido, como había sido capaz de dormirse en aquel momento. ¿Habías escuchado disparos? No, solo era un sueño... pero ¿donde estaban sus compañeros? Trato de ir hacia la casa, sin duda estarían allí. Seguro que si. Salió corriendo, algo podía haber ido mal y el se había dormido. Allí estaba pasando algo raro...

Al pasar junto al coche de Herbert miraste de reojo, viste en el asiento trasero un buelto ensangrentado tapado con una gabardina. Al acercarte comprobaste que era Nigel.

¿Nigel? ¡NIGEL!-gritó sorprendido y asustado David al ver a su compañero tirado en el coche manchado de sangre. Dio un tirón a la puerta para abrirla. Tenia que estar vivo. ¿Que había ocurrido allí? Dios santo, ¿cómo podía haber ocurrido aquello?

Recogí aquel libro que me confirmó lo que ya sospechaba: La Logia del Crepúsculo de Plata estaba implicada. Era otra vez aquel libro que explicaba los rituales de aquellos rangos secretos de la orden.

- Toma, Herb - le dije tendiéndole el volumen de los Caballeros del Vacío.- Guardalo tú, seguro que a David le interesará leerlo... yo me quedo con este otro "Old California", ya habrá tiempo para leerlo después.

Me guardé el libro y volví a empuñar mi amado revólver, no había nada como un .45, y si no que se lo dijeran a aquellos moros que estaban criando malvas.

- Vamos, Herb, alguna de las llaves que hemos cogido tiene que abrir esa puerta - dije señalando a la puerta que había detrás.- Tú prueba que yo te cubro.