Partida Rol por web

Observo como Rick nos mira sin vernos, acariciando el hacha que debería haber escondido para que nadie la cogiera...

A la pregunta de Mark empiezo a calcular cuando hemos llegado y cuánto tiempo hemos estado por la casa, andando, corriendo, escondiéndonos...

De pronto me siento terriblemente cansada, y mi cuerpo acusa el hecho de no dormir, de tantos sobresaltos, tantas desgracias como la del pobre Marcos..

Diamante y los otros dos no están así que supongo estarán en la biblioteca. Y puede que allí haya luz. Pero continuo diciendo que en la biblioteca estaríamos más seguros y todos - recalco el todos- deberíamos estar juntos. Y allí podremos leer el diario de la monja y comprobarán que no somos unos chiflados. Aunque me extraña que no nos hayamos vuelto todos locos.

Enmudezco al oir mis palabras referentes a la locura cuando me doy cuenta, como si de una bofetada se tratara, que Rick si no se ha vuelto loco del todo poco le falta.

Aunque no haya luz habrá la chimenea, creo recordar. Y prefiero estar allí que aquí dentro. Y a los Sklilton sólo les ha dado un ataque de paranoia, ya se les habrá pasado. Y joder, que quiero no nos volvamos a separar y que cualquier rencilla o malentendido pasado se convierta ahora en una pelea entre nosotros!!

Ya tenemos suficientes problemas!! 

Se fueron a buscar a Rick, no?? Eso significa que le aprecian y no que le dejaron tirado en medio de la nada. Aunque luego no pudieron encontrarlo. Y entonces volvieron a la casa a ver si estábamos nosotros tres. Nada les impedía largarse con viento fresco.

Pero esta casa ataca los nervios de cualquiera. Es normal que nosotros estuviéramos reticentes de que no fueran ellos realmente y al revés pasaría lo mismo.

Lo importante es que salgamos vivos de ésta y juntos. No hace falta que seamos la casa de la pradera pero al menos no nos matemos entre nosotros o el puto demonio que se nos apareció a el piso de arriba se estará descojonando.

Escucho las palabras de Rubi mientras intento ver el exterior por alguna rendija o ventana. - Sí, quizás no deberíamos dudar de ellos, pero esta noche no es momento de confiar demasiado. pienso recordando al pobre Marcos.

Sostengo el rifle en la mano, preparado para usarlo,, aunque se de palo si no acierto ningún disparo.

- Queda poco para el amanecer,, si no llueve, yo voto por ir haciendo camino. Con lo que queda de linterna y el amanecer, ya habremos adelantado camino.

Sí, las palabras de Rubi parecen incluso poder tener sentido. Pero lo que hoy hemos vivido es algo que nunca podría haber imaginado.

Jimmy cogió la pistola con manos temblorosas. Por supuesto que había querido tenerla, pero seguramente sólo por el hecho de llevarla y fastidiar a su hermano. Ahora es posible que tuviera que usarla...

Con una palmada en el hombro se despidió de Steve y luego hizo lo porpio con Greg, arropándolo con la cazadora que tenía puesta a modo de manta. Mientras salía a la noche en la mente resonaban las palabras de su hermano:

Cita:

Y aunque tarde dos horas, no podrás venir a buscarme...

Salgo al exterior enfrentándome de nuevo a la lluvia, con el tacto reconfortante de la pistola en la mano, durante unos instantes se queda quieto mirando tratando de orientarse y pensar.

Vale Jimmy... ¿a donde?... si hay un vehículo, debe ser en un garaje o nave. ¿Habrá cochera en el edificio principal?

Se dirije a rodear el edificio principal, buscando una cochera o garaje.

Se sintió fatal cuando la puerta se cerró. No era para menos. Había dejado ir a su hermano sólo. A pesar de llevar más de media noche en ese lugar, seguían sin saber que acechaba en ese lugar, que podían encontrar, donde estaría el próximo peligro. Estuvo a punto de plantarse de una zancada en la puerta para seguir a su hermano pero tuvo que detenerse porque sabía que no había tenido opción. Tenía que cuidar a Greg. Él, sin duda, lo habría hecho, y si alguien había indefenso ese era él. Al menos Jimmy llevaba la pistola, aunque suplicó al cielo que no tuviera que hacerle falta.

Sin embargo, no podía estar quieto. El nerviosismo que sufría le empujaba a actuar, a correr, a ayudar, a buscar, pero estaba atado de pies y manos en ese sentido. Esperar. Paciente y prudentemente. Esperar...sólo eso.

Por eso cogió su balón. Su amuleto, su tesoro, su compañero. Cada vez que rebotaba en la pared donde estaba la puerta de la biblioteca lo cogía y lo volvía  a lanzar con más fuerza, cada vez con más rabia...pum...pum...pum...se iba moviendo agilmente, lanzando el balón de forma que se obligaba él mismo a moverse, llegando sin darse cuenta al fondo de la biblioteca, donde seguía intercambiando lanzamientos con la pared...pum...pum...pum

Pum, pum, pum...

La pelota rebota una y otra vez. El sonido del balón de rugby se entremezcla con la respiración agitada de Diamante, que se mueve con energía a un lado y a otro haciendo caso omiso a su pie, que se queja ostensiblemente. Su zapatilla de deporte vuelve a estar manchada de un líquido rojo, viscoso y brillante, lo que indica que la herida se ha vuelto a abrir.

Por alguna razón, Steve se refugia en el football como distracción. ¿Qué otra cosa puede hacer?

Pum, pum, pum...

¿Cuánto tiempo hace que se fue Jimmy? Vamos tío, relájate. No puede hacer más de cinco minutos...

Ningún sonido extraño. Ni dentro de la biblioteca ni fuera. La lluvia, el viento, el balón, la respiración de Steve, el crepitar del fuego, el balón, el viento, la lluvia, más viento, el corazón de Steve, la lluvia, los árboles, más lluvia y más viento, el fuego crepitando, pum, pum, pum... aarrrggggg...

Steve no recoge el último rebote del balón, que cae al suelo. La mirada del rubiales se dirige hacia donde ha venido el quejido. Ahogado, letánico, profundo...

Greg... No es un grito lo que emite el menor de los Skilton. No hay pánico en esa llamada. Solo una voz queda.

El mayor de los Skilton aparece con la cabeza echada hacia atrás, los ojos en blanco y una espuma blanquecina que le corre por la barbilla y mancha sus ropas. Sus facciones aparecen hinchadas y desencajadas en un rictus mortal...

Te aferras a la pistola con la certeza de que ese artefacto puede salvarte la vida. O no... dependiendo de a lo que te enfrentes.

Sales de la biblioteca y te quedas paralizado ante lo que ves.

El convento aparece iluminado. Tétricamente iluminado. Te sorprendió ver que había luz en la biblioteca, y era de suponer que la hubiera también en el Edificio Principal del Convento. Pero una cosa es suponerlo y otra bien distinta es asistir a esta nefasta imagen. Un edificio antigüo, maldito y poseídos, cuyas ventanas se iluminan con una luz que parece de todo menos reconfortante.

Cocheras...

Por experiencia sabes que hacia el bosque y hacia el granero no viste nada.

De estar, debe estarlo en el Edificio Principal.

En pocos minutos recorres de parte a parte la fachada del edificio. La tenebrosa luz amarillenta te baña y empapa. Nada. Te asomas a los laterales de la fachada. Nada.

Y detrás del edificio solo puede estar el muro.

No hay cocheras... JODER! ¿Y ahora qué cojones hago?

La frustración comienza a abrirse paso en tu estado de ánimo.

Mark da una nueva alternativa.

Ni quedarse en el Edificio Principal, ni volver a la biblioteca.

Salir del Convento. Tomar la carretera y andar hasta el amanecer. Alguien tiene que pasar, seguro!

Jimmy se ve obligado a luchar contra la idea de quedarse en un rincón e hincharse a porros, no sabe que hacer y empieza a colapsarse.

Buscas un coche, un tractor, camión o furgoneta... eso no esta en el salón de la casa principal...

Respira hondo y gira sobre si mismo, tratando de buscar algo que le haya pasado desapercibido.

Un cobertizo, puede que haya algún cobertizo, como aquel que nos encontramos antes del túnel. Si no hay nada tendré que buscar combustible.

Pues no había pensado en ello, la verdad. Me había obsesionado con intentar entender lo que pasaba aquí que la idea de Mark de largarnos sin más me pareció adecuada. Y me resultaba extraño que no hubiésemos pensado en ella antes.

Al menos pasemos por la biblioteca a ver si están. Luego ya volveremos por la carretera, pero todos juntos. No pienso volver con nadie de menos.

Jimmy se acordó de Randy, un colega de la universidad que no iba apenas a clase y le tiraba mucho el rollo comeflores de los hippies. A veces Jimmy iba a verle por que pasaba una marihuana cojonuda que el mismo cosechaba. Una vez le explicó un rollo tremendo acerca de la mentira que había sobre el petroleo. Se había demostrado, según él, que los motores diesel podían funcionar sólo con aceite vegetal si se adaptaba el motor y era mucho menos contaminante. A esas alturas Jimmy habría puesto tierra de por medio ante ese sermón si no fuese por el colocón que llevaba. Así que tuvo que seguir escuchando la disertación sobre los intereses del petróleo norteamericanos.

El joven casi saltó de alegría. Aquella charla cansina e inmisericorde iba asalvarles el culo, tal vez... Con la pistola apuntando y tratando de hacer el menor ruido posible, el joven se dirigió a la puerta que horas antes cerró con su hermano para entrar en la casa.

Vale, entras en la cocina, buscas una lata de aceite y te largas, sin complicaciones...

Trataba de convencerse de que sería sencillo, pero en realidad ni el mismo se lo creía.

En algún rincón de la mente de Fabiano, lo que hablan Rubí y Mark parece agradarle. Sin mediar palabra, el grandullón abre la puerta de cristal opaco que separa el pasillo principal del hall de entrada. Ahí sigue el viejo Marcos. Rígido y desangrado en el suelo. Muerto. 

Rick pasa sobre él sin siquiera mirarlo. Es imposible saber por qué, pero la demencia que ha alcanzado el jugador de rugby alcanza una profundidad que puede ser irreversible. En dos zancadas llega al pomo. Lo gira y tira con decisión de la pesada puera de madera.

Contra todo pronóstico, el grandullón se gira y emite sus primeras palabras desde hace horas.

Nos han encerrado...

La puerta no se mueve ni un ápice.

Subes con decisión los tres escalones que conducen al porche principal. Te sacudes la lluvia de encima, aunque de poco sirve. Has tenido una idea muy buena, que tal vez os salve la vida. Si es que hay aceite...

Extiendes tu mano hacia el pomo de la puerta pero justo antes de tocarlo te quedas petrificado...

El pomo se ha movido con decisión y la puerta ha sufrido un movimiento brusco, aunque no se ha movido ni un milímetro. El ruido te ha sobresaltado. Contienes la respiración, aún con la mano extendida hacia el pomo. Sujetas con firmaza la pistola.

El dolor del pie le mantenía despierto, alerta, atento, de ésta forma pretendía obligarse a no relajarse, recordándose que pese a todo, aquello era real. Sin embargo, aunque la herida era bastante importante, ese dolor no tenía nada que ver con el que experimentó cuando buscó con la mirada de donde provenía aquel lamento. Un dolor profundo, que en décimas de segundo recorrió su cuerpo, ascendiendo desde sus pies hasta la nuca, erizando el vello que encontraba en el camino y que llegó incluso a atravesar las capas más íntimas de su ser, alojándose en su alma y retorciéndosela como si fuera un muñeco de trapo.

El hermano pequeño corrió en busca del mayor, arrodillándose junto a él mientras unas tristes lagrimas empezaban a brotar de sus ojos, poco acostumbrados a ser surcados por ese liquido. - Greg!- gritó desesperado- Joder, tio! Despierta!- le pedía mientras cogía su cara por la barbilla y la zarandeaba, sin importarle que esa baba espesa que fluía de la boca de Greg le manchara las manos.- No me hagas esto, Greg

Muerto de miedo, intentó vislumbrar el estado de su hermano palpándole en el cuello, en las muñecas, como había visto en las películas, en busca de pulso, de alguna señal que lo tranquilizara- No te vayas, por favor...aguanta, aguanta

No hay sorpresa en su rostro cuando dice esas palabras. Tampoco hay nada de la empatía habitual en una persona que habla a otras; con su mirada vacía, los labios se mueven.

No reacciona, por el momento, ante la información que él mismo transmite.

Greg observa la situación desde el aire.

Al final, todo ocurre tal y como lo contaban...

Puede ver a su hermano llorando. Siente el miedo visceral de la pérdida de alguien al que se está unido por el más sagrado de los lazos, el de sangre. Observa los zarandeos, los torpes intentos para hacerle regresar...

Ya no hay dolor. Ya no hay miedo. Ya no hay furia ni deseos. Solo paz.

El cuerpo del mayor de los Skilton se dobla ante las maniobras de Diamante, como un acordeón inerte que ya nadie más volverá a tocar. Los ojos permanecen abiertos mirando al infinito. Steve grita desesperado llamando a su hermano. Pero la voz ya no es escuchada.

- No me hagas esto, Greg. No te vayas, por favor...aguanta, aguanta.

No hay pulso. No hay aliento. No hay ningún signo de vida.

Una autopsia daría como causa de la defunción, reacción anafiláctica al veneno de insecto. Sin el antídoto y la medicación adecuada, estaba sentenciado.

Greg ha muerto.

Descanse en Paz.