Partida Rol por web

Harta y cansada frente al innecesario devenir de la situación, Julia se retira de allí sin mirar atrás. Lo único seguro era que la pueblerina hablaría, jugaría el papel de víctima y, valiéndose del papel damisela en apuros, le sacaría dinero al portugués y hasta tal vez algo de información.

—¡Maldito capullo! —maldijo, empleando ese tono de marinero ebrio que tanto la divertía.

Ya no había nada que hacer, bah, mejor dicho, ella ya no tenía nada que hacer allí y se retiró a la comodidad del gran hotel.

...

Ya en el hotel fue directo a la recepción y pidió que le facilitaran un teléfono. Necesitaba saber de su propio negocio, el "Red Rose", porque no por más que jugase a la detective, sabía que aquella era su casa.

Así que tras telefonear y asegurarse que todo estaba bien, Julia fue al bar y ordenó un Rickey para —según su vieja madama— calmar los nervios.

Jugueteando con el trago y aún mascullando lo que había hablado por teléfono, se dedicó a recorrer el lugar con la vista. Buscaba algo interesante para hacer, un simplemente un divertimento que la ayudase a pasar el rato.

Asintió con la gravedad que exigía la observación de que el problema, sino era encontrarle, sería hacerle hablar. Pues no se podían permitir el lujo de no obtener respuestas.
Alberto escuchó atento a la Pere lo restante que dijo. Fuera a decir lo que fuera, se quedó en silencio cuando escuchó que el de la mesa de autopsias era su hermano. Tampoco dijo que lo sentía, ni preguntó como estaba, respetó la dureza que exhibía y la admiró un poco por elllo.

- Es un placer Amelia. La seguiré llamando Pere en presencia de los demás.- Dijo con un gesto afirmativo de la cabeza. 
Asintió a lo de volver. Tras unos pasos caminando dijo: 

- Y francamente, me gustó que dijera lo que dijo a la otra dama del grupo, aunque creo que fue algo dañino para el grupo, no por ello le resta razón. - Dijo Alberto calmadamente.

Dieron otros dos pasos antes de que él añadiera.

- Espero poder ayudarla a encontrar a quien le hizo eso a su hermano.- Para Alberto aquellas palabras conformaban era el mejor pésame que le podía ofrecer.

Rodrigo estaba a punto de coger el teléfono para contacta con alguien cuando por la puerta entró Madame Ju apenas unos cinco minutos después de ella. No tuvo tiempo de pronunciarse cuando detrás de ella llegaban otros de sus dos compañeros, Amelia y Alberto, por fin todos os volvíais a reunir en el hotel, todos menos Heitor que no había regresado con Madame Ju

Vuelves a la casa y llamas, pero nadie parece responderte, vuelves a insistir y nadie contesta, aunque sabes que Juana está allí, hace apenas unos minutos que has hablado con ella y no has visto a nadie salir de la casa

Heitor se sintió aliviado de quitarse a Madame de encima, era una mujer muy orgullosa y haber eludido un encuentro más íntimo, le había supuesto una clara irritación además que solo quería ser ella la que guiara en la investigación. Heitor el cantante había visto más cosas... así que le alegró que se separaran.

Cuando pegó en la puerta vio que nadie contestaba y le pareció raro... fue entonces cuando se asomó a las ventanas que estaban a su altura por si veía algo... y dar un rodeo a la casa por si había alguna otra puerta trasera que no había visto y que fuera más fácil de abrir.

-Tengo que hacer una llamada. ¿Podemos vernos en el restaurante o alguno de los reservados en 10 minutos?

Miras por la ventana pero no ves nada, es como si la casa estuviera desierta, das un rodeo y ves una puerta trasera, pero está cerrada, podrías intentar forzarla, pero si alguien te pillase podrías meterte en un problema, al fin y al cabo no tienes una razón de peso para entrar en una casa ajena, y menos aún, en una casa de alguien importante

Heitor observó que no hubiera nadie por el exterior... para a continuación intentar forzar la puerta trasera sacando su cuchillo que llevaba oculto. Utilizó la punta del cuchillo para forzar la endeble cerradura de la puerta trasera. 

—Sí, me parece bien. Yo también tengo cosas que hacer y, además, necesito llamar por teléfono.

Julia, entones, se retira a ocuparse de sus asuntos y en unos 10 o 15 minutos vuelve a unos de los reservados. Está vez, si bien vestía elegante, tenía un vestido corto infinitamente más cómodo y relajado.

Una sonrisa de lado y solo asiento, la verdad es que los misterios que estan rodeando todo esto, solo son uno mas a lo que ya cargo encima. Queria haber podido pasar un poco mas de tiempo hablando con el pero, si habia que volver bueno. En cuanto entramos lo primero que veo es que el perrito faldero no esta a la vista.
Solo me encojo de hombros antes de hacer un gesto para ir, creo que me vendria bien algo fuerte. 

Nada mas llegar encontraron a sus compañeros, salvo a Heitor, uno tras otro se sucedieron en entrar en escena y salir de ella rápidamente, con alguna excusa, una llamada en ambas ocasiones.
Parecían encargarse de sus asuntos con premura desentendiéndose de lo que pudieran haber descubierto o no y desde luego muy desinteresados en compartir hallazgos, si es que los tenían.
Esperaba que por parte de su compañera, ese desinterés no fuera rencor, pero si lo era, ya estaba sembrado, tocaba lidiar con el y poca cosa había que hacerse al respecto.
Mientras Pere y Alberto se fueron a por alguna bebida que inflamara un poco el espíritu, ahuyentara el frío de la noche y se dirigieron a un reservado. En el caso de Alberto se trató de ginebra, con una rodaja de limón y hielo.
- Nuestros amigos parecen ocupados, espero que para bien - Dijo a Pere al sentarse en el reservado. - Me inquieta la ausencia del Heitor. - Observó mirando al local mirando quienes había, desde la seguridad del reservado. - ¿Cree que habrá ahuecado el ala? - Preguntó Alberto mojando los labios de su bebida, sin más.
La desaparición de la gente en mitad de negocios tan serios como los que llevaban entre manos eran sinónimo de la perdida de control de lo que pasaba y cuando eso ocurría la supervivencia se convertía en un juego de azar.

Con un rickey en la mano y una expresión afable, Julia se acercó al reservado donde se encontraban Alberto y Pere; lo hizo lentamente, de tal forma de darles tiempo a resolver cualquier cuestión privada que estuviesen discutiendo.

—Entonces, ¿cómo les ha ido? —pregunta mirando directamente a Alberto, pero extendiendo la pregunta a ambos.

—Espero que lo que hayan ido mejor que a nosotros, que hemos cosechado los frutos de que encantadora personalidad de Pere supo sembrar—suelta con marcada sorna, esperando que la un brote de violencia por parte de la anarquista.