Partida Rol por web

Sheil asintió sumisa ante las palabras de su ya oficial Señor, y se retiró a las sombras, donde parecía estar más cómoda: prefería quedarse en un segundo plano y contemplar la escena que se estaba llevando a cabo desde una privilegiada posición de testigo de primera mano; lo que sus ojos estaban registrando no era un espectáculo reservado a muchos.

Conforme Sheil volvía a la masa de gente, Noderoth se fue girando hacia la cúpula de espinos que demarcaba la triste tumba de Korkasse; el pedazo de tierra teñida de muerte que lo había tenido medio siglo en postración; el lugar en que todos los senderos del Bosque Invernal confluían, desde que el difunto senescal del Bosque de Otoño obrara su poderosa magia:

-Mas no es Sheil una gota de agua aislada en el viento transilvano, pueblo de las Sombras Gélidas. Es la primera y más preciosa perla de humedad que anuncia el aguacero. Algunas serán lluvias nuevas, jamás degustadas por mis largas raíces, que mis progenitores se aprestaron en tratar de cortar. Otras serán torrentes antiguos, que solo se apartaron de mi lado para ser absorbidos por el mar y elevados por las nubes, para ganar fuerza y arrasar a mis enemigos desde mucho más alto.- dijo mirando a la profunda y peligrosa mata de zarzas tejidas por las nieblas.

Sus manos se extendieron al frente, casi como si agarraran dos puertas deslizantes invisibles, pendidas en el aire ante él. Cuando separó los brazos, los zarcillos espinados de la bóveda defensiva se abrieron como una red de cuerda tirante, que hubiera sufrido en rápido corte. Al instante un enorme arco desveló un buen puñado de fatas apiñadas en el interior.

La primera impresión de la muchedumbre fue recogerse y atemorizarse: la historia podría estarse repitiendo... los enemigos del ocaso venían a acabar con todos ellos, como ellos hicieran antes con la corte de Safne Rhiannon. Pero el altivo soberano no había hecho gesto ofensivo ni defensivo alguno. No estaba temeroso; diríase más bien que estaba emocionado y feliz:

-Saludos, amigo Eilion, Umbral de Sombras, el que Susurra Regalos a mis Oídos. Sed bienvenidos a mi corte, tú y los tuyos, pues ahora que por fin volvemos a reunirnos, nada podrá volver a separarnos, compañero. Acércate para que pueda abrazar a quien ha permitido que hoy sigamos siendo un dominio libre del yugo de la corte de la Selva Negra.- recibió afectuoso Noderoth, haciendo un gesto de invitación con la mano hacia la albina figura que estaba en cabeza del grupo de extraños.

La expresión de Sheil mudó su aire tranquilo a uno de fatídica comprensión repentinamente. Ella conocía a esas personas, que creía siervos de Germania. ¿Acaso no la hubieran delatado ellos, o algunos otros, cuando se disponía a llegar? Poco importaba ya; había contemplado por sí misma el poder del Señor de los Témpanos. Con o sin espías, se hubiera subyugado ante él... quizá incluso muerto en un tétrico combate por complacer a quienes la habían enviado al peligro. Ahora, en vez de eso, tenía una creciente familia, el amor y aceptación de su señor y un lugar de innegable prestigio e importancia en la corte. ¿Qué podía haber sido mejor? Sopesando aquellos pensamientos en su mente, puso atención para continuar escuchando a Noderoth:

-Lord Irhacus, Cabeza de Cabra, el querido por el Dios de la Flauta; sed tan bien acogido como vuestro hermano en mi territorio. He sabido lo de vuestro padre, por las voces del viento otoñal, y nada me entristece más que esa amarga pérdida en este día aciago. Juntos lo vengaremos como es lo justo y recuperaremos lo que fuera vuestro y ahora yace en garras de quienes no lo merecen. Acercaos también.- repitió el gesto -Dadles el recibimiento que se merecen, mis Sombras Gélidas, pues ahora son hermanos nuestros, y servirán y beberán nuestros triunfos.- da permiso Noderoth a la corte, para que se saluden con el numeroso grupo de recién llegados.

Eilion observando a traves de los huecos en la cupula de la formidable defensa que protegia el bastion de su amigo sonrió, que el problema con Malgorzata llegara a su fin de esta forma era una jugada maestra, era el devenir ideal de la situacion, no solo se salvaba un peligro sino que se convertía en una ventaja.

Al entender las palabras de su amigo dio un paso atras, pues no queria aparecer ante sus nuevos compañeros como un niño sorprendido mirando por el ojo de la cerradura y retiro la mascara de cuero rojo que tapaba su rostro. Sus ropas de corte viajaban como el resto de sus posesiones en un cofre llevado por dos de los soldados de su hermano. El cansancio del viaje hacia su aparicion pero la emocion de la llegada lo convertia en un sentimiento lejano al que hacer caso mas adelante

En la penumbra en que esperaban su palida piel brillaba donde sus rojos ropajes la dejaban visible, y su fenomenal altura hacia que fuera la figura mas destacada entre los recien llegadas. Tras un latido dio por fin el paso que finalizaba su camino, recorriendo la distancia que lo separaba de su viejo amigo para abrazarle

Noderoth, Señor de los Tempanos, todavia me debato entre la tristeza por tener que abandonar mi puessto y la alegria de estar por fin entre aquellos que han sido siempre los mios

El Señor de los Témpanos desendió parte del camino, al encuentro de su viejo amigo de infancia. Ambos eran de una altura formidable, como si de algún curioso modo fueran hermanos. Tan solo los portentosos cuernos del sobernao de las Sombras Gélidas descollaban sobre la pareja:

-Nunca estuviste lejos de aquí, Eilion; siempre estuviste en mi interior.- dijo el regente abrazando afectuosamente a su compañero.

Irhacus permaneció en el arco que daba paso al salón del Señor de los Témpanos, e instó con un sutil pero firme movimiento de cabeza a sus vástagos a que penetrasen en la sala. Eran ocho, siete varones y una mujer que se podría haber dicho que eran hermanos o pertenecían a una misma especie, separada de forma evidente de los humanos. Todos ellos tenían un perfil longilineo, de rasgos faciales marcados y afilados. Tenían la frente alta y despejada, con dos ligeros abultamientos en los laterales, que evocaban las astas de un cabrito justo antes de romper la piel. Todos tenían el pelo corto y alborotado y los hombres lucían a su vez una salvaje perilla. A pesar de todo no eran humanos faltos de encanto, y sus movimientos eran gráciles y sus rasgos resultaban armoniosos, demostrando que en mayor o menor medida corría por sus venas sangre de hada. Se agruparon en un semicírculo protector alrededor del cofre que dos de ellos portaban y esperaron con leve tensión la siguiente orden, lanzando miradas entre intranquilas y asombradas a su alrededor.

Irhacus sonrió sesgadamente, pues ya preveía este comportamiento en su Rebaño: a pesar de que algunos de ellos habían luchado con él en pequeñas escaramuzas contra otros Fae, entre ellos no había ninguno hubiese pisado una Corte. Irhacus les hizo un leve y tranquilizador gesto, que descargó parte de la tensión inherente en el grupo apartado de su entorno, y atravesó el arco, que se cerró lenta y ominosamente a su espalda.

Se dirigió hacia el estrado de Noderoth, lento pero seguro, dando tiempo al Soberano y a su hermano Eilion para que se reencontrasen. Hubo en este acto gestos y palabras que demostraban afecto, cosa que no extrañaba al coronado de pino, pues viéndolos juntos le resultaban tan similares en aspecto y actitud que se hubiese dicho que eran ellos dos quienes compartían sangre en lugar de él y el Albino gigante.

Así, lentamente pero con seguridad, Irhacus atravesó la concurrencia, levantando comentarios y murmullos a su paso. Era algo, sin embargo, a lo que se había acostumbrado, pues bajo las ropas de cuero de guerrero no había un cuerpo tan humano como el del menor de los Urakbólerdö, sino que de cintura para abajo presentaba unas recias piernas caprinas, cubiertas de un oscuro vellón prácticamente negro, de cascos afilados y firmes como la de los bucardos. Lo que la ropa no cubría del torso se intuía prácticamente humano, a pesar de que la pálida piel estuviese cubierta de un pelo rizoso, abundante y oscuro; pero era su cabeza y rostro lo que más llamaba la atención. Coronado de unos retorcidos y amplios cuernos, entre los que se entrelazaba una corona trenzada de ramas de pino aparecía un rostro que era a medias humano y a medias caprino, con espesas barbas y luenga perilla. Su expresión era seria, solemne, la expresión del que se enfrenta a una situación adversa sin temerla, aunque el ligero pliegue de las comisuras hacia intuir que era más dado a la sonrisa y la risa que a la actitud que ahora portaba. Poseía una especie de encanto salvaje, y a pesar de lo extraño de su rostro y figura, poseía un aura de sensualidad y erotismo, un atractivo exótico e incuestionable.

Llegó hasta donde permanecían su hermano y el regente y elevó la vellosa testa hacia este último, inclinándola en señal de reconocimiento y respeto.

- Saludos Noderoth Sdersath, Señor de los Témpanos. Acudo junto con los míos en esta hora oscura marcada por la perdida y la traición, esperando ser acogido en tus Salas. Poco tiempo he pasado en las cortes de nuestra gente, pero muchos enemigos han pisado mis pezuñas y mi espada ha bebido sangre tanto de Primorato como de humano como para saciar a esta sala enteramente.- Se detuvo unos instantes, mientras se ajustaba al hombro el largo cuerno que sobre su espalda se cruzaba, como un instrumento músico arrancado del cráneo de alguna anciana deidad.- Mi Rebaño… mi hueste, ha sido muy reducida, pero los que permanecen junto a mi son valientes y leales y tanto ellos como mi persona podemos seros de utilidad…y ayudarnos mutuamente.

Cuando por fin se separaron los dos amigos reencontrados, las atenciones de Noderoth se dirigieron para con los numerosos recién llegados que dmiraban recelosos aún sus dominios. Los cambiados que acompañaban a Irhacus serían un refuerzo inestimable para el baluarte del invierno; tal vez todo lo que necesitaba Noderoth para cumplir su misión. Había llegado, por tanto, el momento de clamar venganza; el Bosque del Otoño volvería a ser suyo y de los suyos, o de nadie; y los hijos del Rey Espinado pagarían por lo que habían hecho, con su sangre.

-Bienhallado Coronado de Pino. Es mi deseo que te sientas como en tu casa en este territorio que nos ofrece sus dadivas y su protección. Te concedo el tiempo de decidir si acaso crees que aquí podrías establecer un hogar. Una sola condición pongo a la estancia: en las lindes de este Bosque encontraréis un asentamiento de media centena de griegos. Las Palabras de la Piedra unen a las Sombras Gélidas y a esos humanos en hermandad, a través de su señor y de sus lugartenientes. No deben ser molestados.- sentencia, mientras se gira esta vez hacia el grueso de los reunidos, explicando -Los humanos gozarán siempre de alimento y agua en abundancia, y nada se hará para impedir que lo obtengan, mientras no violen los límites del dominio. Quien este decreto contradiga, sufrirá las máximas consecuencias, ahora y para siempre. Honrremos a aquellos que nos adoran como a los dioses que para ellos somos, pues de su devoción alimentaremos nuestros triunfos futuros, tal y como los alimentaremos a ellos. El terreno que les he asignado es tan suyo como el bosque es nuestro. Los transgresores sufrirán la peor de mis cóleras, y los perseguiré hasta los confines del mundo para hacerles pagar. Aquellos que, en cambio, satisfagan a su señor, quizá reciban el don de compartir la fe que esos hombres nos profesan.- decretó el regente, con una brazada de cal y otra de arena.

Regresó hacia su trono, acercándose a su actual senescal, y llamó su atención con un gesto:

-Shigraat, Juez y Protector de este Dominio, hará que esta Ley se cumpla, como las anteriores. Ya nada tiene que tener esta fronda del exterior; olvidadas atrás quedan las eras por las que un pie invernal la pisara. Ahora comenzaremos a reforzar nuestro interior. No he dejado de ver vagos y pusilánimes campando por las tundras a las que he sometido su demasiado caldeado ánimo. Lo permití mientras mi auoridad se enfocaba en asuntos más apremiantes, pero ya se terminó mi paciencia: así como la estación fría morirá en la primavera, esa actitud morirá con ella. Pronto seremos una nación en guerra: las bocas ufanas no serán bienvenidas.- advirtió como una preocupante primicia el primonato -Shigraat, mi más fiel allegado, cumple mis palabras, purga nuestros claros y setos y extiende la paz y la equidd en este bosque. Confío en que cuando huela los primeros capullos abriéndose en el exterior de esta foresta, haya dejado de sentir, en cambio, el hedor de aquellos que solo buscan aprovecharse de ella. Camina con Irhacus, antiguo guerrero; estoy seguro de que ambos tendréis mucho que compartir el uno con el otro. Dos almas marcadas por la batalla, tan afines y tan distintas... tan complementarias. Muéstrale mis dominios y escucha sus consejos. Acepta la mano que te tienda, pues podría ser tan valiosa como la mía en un futuro.- encargó Noderoth a su senescal, poniéndole en contacto con el fauno.

Entonces se giró de nuevo hacia el populacho, sopesándolos a todos y cada uno de ellos con la mirada, antes de seguir con su exposición:

- De ahora en adelante escucharéis a Shigraat con mi misma voz, pues el Señor de los Témpanos tiene importantes asuntos que tratar dentro de nuestros muros, y me apartaré de la vida social durante los próximos días. La guardia responderá ante Shigraat y los infractores también. Mi confianza deposito en él. Si vosotros traicionáis la suya, traicionaréis la mía. Mi leyenda habla por mí; el resto de perorata sobra.

La clara amenaza de su ominosa presencia cortó la respiración de los presentes como una hoja afilada al extremo. La espada trenzada en zarzas de acero de su cinto expelió un suave vaho gélido, indicativo de la fría muerte que moraba en ella. Aquella que bebió la sangre de la Bruja de Hielo advertía de que bebería la de cualquier otro opositor, grande o pequeño. Las garras supurantes de cáustica sabia otoñal de Shigraat, bendecidas con el mismo toque letal del muro que protegía la Tumba de Korkasse, no eran en absoluto menos temibles. Noderoth ni siquiera necesitaba arropar con su autoridad al troll milenario; su fama y su portento hablaban por sí mismos.

- Señor Noderoth, antes de partir junto a Shigraat me gustaría pediros una merced, no para mí, sino para los que me acompañan, pues ahora mismo hay en mí más preocupación por ellos que cualquier otra inquietud. Mis hombres, mi Rebaño, se encuentran totalmente agotados. Vuestra Corte, aunque magnifica y digna de admiración a los ojos de cualquier Fae, resulta extraña y perturbadora para mis hijos, que a mi pesar, no dejan de ser mortales. Solicito que se me conceda la indulgencia de permitírseme buscarles un lugar para que reposen, un refugio donde se encuentren seguros, a ellos que han vivido más tiempo como hombres. Quizá ese enclave en las lindes del bosque o un lugar cercano supongan un buen sitio para ellos.- dijo con voz estentórea Cabeza de Cabra, cuando el Señor de los Témpanos terminó su arenga. No había en su voz más que humildad, pero sus ojos brillaban con el reto de aquel que tiene poca intención de cambiar de opinión. Las palabras de Noderoth le habían atado y le impedían, de momento, acercarse a los humanos, cuyo contacto comenzaba ya a ansiar. No en balde estaba sobre ellos ya el otoño y la berrea se acercaba a pasos agigantados. Irhacus lo notaba, su sangre ardía de pasiones inflamadas y saber que tenía una población humana cerca y que le estaba vedada no hacia más que excitar y aumentar ansia, que pronto habría de convertirse en padecimiento. Quizá, si los suyos moraban entre los griegos, siempre tan dados a la superstición y los viejos mitos, podría despertar en ellos el viejo recuerdo de Pan y Sileno… y sus Ritos. Y el equinoccio estaba próximo y su consiguiente celebración, cosa que el Coronado de Pino no habría de desaprovechar. Quizá la gigantesca niñera que le habían endilgado pudiese suponer un problema, pero eso podría esperar, estaba convencido de que podría solucionarlo.

Noderoth se giró hacia el hada caprina y le respondió:

-Tus huestes podrán descansar con mis propios siervos humanos, que ya poseen dependencias adecuadas a su naturaleza en el interior del baluarte. Si tus hombres descansaran con los griegos, pronto la magia del Pacto de Piedra los ataría a mi adoración y respeto, y no deseo que deban lealtad a otro que a vos, mi querido invitado.- explicó extendiendo las palmas hacia el primonato, en señal de entrega - Hasta entonces haréis bien en mantenerlos y anteneros fuera del alcance del poblado, por vuestra seguridad y la de los vuestros. Disfrutad de mis dominios y de mi gestión. SI la encontráis placentera, si deseáis cambiar el acento germano por el de estas tierras, arregleremos dicha pequeña inconveniencia temporal.- explicó Noderoth, de quien se decía que no era precisamente ningún idiota.

Luego se giró hacia el resto de los congregados, dispuesto a terminar con su exposición de apertura de la estación. Una nube de fatalidad cruzó entonces la cara del antiguo marqués; un matojo de malos pensamientos arraigaba y se extendía como una asfixiante enrredadera por su expresión. La sensación de tanta belleza manchada era agobiante y opresiva:

-Mas no todo son brisas felices en este nuevo comienzo. Mi alma llora al saber que os recordé, cuando las nieves pasadas nacían ufanas, que la hojarasca cubría el bosque invernal y el otoñal, en el oeste y en el sur de nuestra Marca. Vuestro señor cruzó los abismos que separaban ambos dominios y halló la más desgarradora pena que jamás hubiera imaginado.- dijo el soberano, dejándose caer pesadamente, como derrotado por un instante, en su poltrona.

Gotas de rocío se congelaron en sus lacrimales y cayeron como dos perlas pristinas, rodando por sus piernas y partiéndose en mil pedazos, al besar el suelo:

-Bien sabéis que el invierno me llevó lejos de mi hogar. Regresé a nuestras antiguas moradas, decidido a reunirme con quienes en nuestra ausencia debían guardarla. Bien sabéis lo que allí encontré: nuestra tierra violada y manchada por las sucias pezuñas del Diós Débil, y nadie, ni un solo fiel guardián, para defender su honor. Apenas sí pude extraer a Shigraat de los grilletes de vanalidad que el más absoluto abandono le habían atado a las manos.- señaló Noderoth a su senescal, que parecía sufrir con el recuerdo, y fortalecerse con el amor que le había profesado su señor -Más de medio siglo nos había separado de quienes quedaron atrás; apenas un instante en la eterna vida de uno de los nuestros. Bien, parece que demasiado en la de aquellos traidores medio-humanos... Pero pagarán por ello y sudarán su redención.- dijo refiriéndose, evidentemente, a los cambiados que allí habían quedado.

Al instante todos los mestizos de la sala encontraron cierta dificultad para tragar. Noderoth los... ¿despreciaba? ¿amenazaba? La realidad era demasiado dura para soportarla:

-Mucho tendrían que haber apendido de fieles sirvientes como Taliesin, verdaderos devotos del otoño, que no osarían desafiar el mandato de su señor; que jamás han renegado de él, incluso tras agredirlos, por su propio bien.- hizo una pausa y se giró hacia su pupilo, posando una sedosa caricia sobre su antebrazo -Mi existencia se alegra por tenerte de vuelta entre nosotros, Portador de la Tristeza; mis noches lloraban el recuerdo de tus improvisadas interpretaciones mientras la Ley te tenía en sus garras. Ardo en deseos de que esas notas vuelvan a tañir para mis oídos tu perdido laud. Mas ahora tengo para ti una misión de la máxima importancia, que temo que me privará de tamaño placer.- avanzó a su siervo el regente, antes de regresar su atención a la concurrencia, dejando aquel asunto para más tarde -Con dolor supe, cuando escuché los susurros del bosque, que mis súbditos no solo me habían abandonado a mí, sino al mundo feérico mismo. Se volvieron a sus vidas humanas y se encerraron en cárceles sin color ni maravilla. Ahora morirán como los mortales que decidieron ser, jamás capaces de sentir la sonrisa del crepúsculo de nuevo. Esta es mi maldición por aquellos juramentos que rompieron y que pesaran en sus almas hasta el fin de los tiempos.- decretó el Soberano de las Sombras Gélidas.

La sentencia era una de las más crueles que un hada pudiera imaginar; era la condenación a una vida sin brillo en un cielo estrellado... era el olvido. Era una espada de Damocles que pendería sobre las cabezas de sus súbditos para siempre; para que recordaran y supieran cómo se pagaba la deslealtad:

-Solo uno de tantos ha mantenido su esencia feérica, y aunque no lo encontré, lo sentí como el discípulo que un día fue. Mi estimado Valdis, Portador del Miedo, está perdido. No trataré por igual a la oveja descarriada y a la díscola. Es por ello mi deseo, Taliesin, que acudas a Oradea, último lugar en que sentí la presencia, tal vez fugaz, de mi antiguo siervo y sepas qué fue de él. Necesito que lo traigas a mí, para que rinda explicaciones a su señor y responda por sus pecados, para poder expiarlos, si ello fuera posible. Partirás con el siguiente atardecer; reúnete conmigo por la mañana, y tendrás cuantos detalles necesites para el viaje, y cuanta ayuda puedo prestar a mi querido juglar.- indicó Noderoth a su mensajero.

Luego se giró hacia el resto de los congregados de nuevo e hizo un gesto con su delicada mano, levantando la sesión:

-Id y cumplid mis palabras, hadas de este Dominio. Recordad que esta es la estación del frío, y mi alma es poderosa en ella, tanto como la vida y magia que robé de Safne la Frígida. Vuestras faltas no pasarán desapercibidas a los ojos del invierno.- terminó, mientras sus súbditos iban abandonando el lugar.

Al final, apenas quedaron los más fieles de ellos: sus lugartenientes, su guardia personal, y los recién llegados.

El Troll de roble mistico de pie al lado del Señor de los Tempanos, asintió cada palabra de su Señor cuando este le mencionaba como el guardian del bosque. Sus garras supuraron cuando se mencionó el castigo al que debian ser sometidos los traidores y desobedientes de la corte y en cada uno de esos momentos sus ojos brillaron de un rojo aun mas intenso.
En el momento en que su Señor le indica que debe acompañar a uno de los nuevos miembros de la corte, un tal Irhacus Cabeza de Cabra, este hizo un gesto de solemnidad, una solemnidad a la que no estaba acostumbrado, pero de la que fue investido el dia en que llegó al Bosque de Invierno tras un largo viaje desde la mas absoluta de las leyes. Aun asi, se acostumbraba a su papel y lo aceptaba con orgullo y amor hacia su amo.

Nada más quedaba que decir tras las últimas declaraciones del soberano, por lo que los recién llegados partieron a acomodarse, mientras los que ya eran miembros de pleno derecho de las Sombras Gélidas partían a sus labores tras breves reverencias.

Mlgorzata se reunió con su soberano tiempo después de la audiencia, como éste le había solicitado. Shigraat la había escoltado hasta la linde del claro, y permanecía a su espalda, temeroso de que la mujer intentara algo contra su señor, antes de terminar el rito. Irhacus estaba acomodando a los suyos entre tanto, aunque el gigante pronto patiría a reunirse con él.

Noderoth esperaba sosteniendo entre sus manos al pequeño que Taliesin había traido al Bosque Invernal. Resultaba enternecedor ver a la arrebatadora fata sosteniendo al querubín feérico entre sus brazos. Un reflejo de lo que hacía con todos ellos, a través de las largas sombras con las que abrazaba su dominio. En cuanto sus lugartenientes se aproximaron, les habló con voz clara y profunda:

-Shigraat, mi fiel senescal, agradezco tu tesón, pero Malgorzata ya es uno de nosotros; nada debemos temer de ella, como ahora demostrará, sellando nuestro compromiso con su sangre, que descansará junto a la nuestra en estas rocas milenarias.- comenzó antes de girarse hacia la mujer y explicarle -Has contemplado el poder de este pacto de piedra que yo mismo he Tejido con las ancianas Nieblas de esta fronda; un hecho que hacía décadas que no veía la luz en la Guerra de las Estaciones... uno que solo las hadas más antiguas podemos apreciar en su total explendor. Ahora el sagrado vínculo de hermandad con los humanos protege mi corazón como una malla impenetrable contra el dolor que siento por la estúpida adoración que tantos de ellos profesan a ese dios débil crucificado. Me has abieto tu alma, y has renegado de tu pasado para comenzar un futuro de mi mano. Comparte entonces por igual mis penurias y mis glorias. - dijo Noderoth acariciando las piedras del pacto, antes de tenderle la misma mano a Sheil, mientras sostenía al niño con el otro brazo.

Tras guiarla hacia la proximidad de los dólmenes, señaló un pedazo de tela, que indicó a la fae que desplegara con suavidad. Bajo el que podía descubrirse el afilado puñal de cobre otoñal que el Señor de los Témpanos usara para forjar el Juramento:

-Mi fiel servidora, es mi deseo simbolizar nuestra hermandad con este don que juntos preservaremos. Repite mi Juramento y vierte tu preciosa sangre sobre esta roca central, y mis deberes serán tan míos como tuyos. Tanto lo será la adoración de esos hijos de la tierra, que te hará comprender sus sentimientos hasta tal profundidad, que sus burdos intentos de alejarte con sus burdos ritos supersticiosos te parecerán historias del pasado.- dijo el soberano indicándole el arma a su nueva lugarteniente y haciéndose a un lado para dejarle paso a la roca.

Aerell, luego de dirigirle una socarrona sonrisa desprovista de toda alegría al senescal de su nuevo Señor Tranquilízate; no presumo de tanto poder como para fantasear siquiera con atacar a mi Señor y , con una pálida mano, aparto suavemente, casi con ternura, los pliegues de la tela para descubrir el puñal. Con ojos cautivados, una emoción raramente dejada entrever, acarició precvidamente la afilada hoja mientras intuía el podersoso significado que entrañaba el objeto. Luego, apoyó el filo contra su antebrazo, dando un respingo ante la fría sensacióny maldiciéndose para sus adentros por haber dado esa muestra de debilidad, y dirigió una mirada entre desafiante y asustada a su Señor.

Espero vuestras palabras, que yo habré de convertir en eco, para compartir con vos vuestras penurias, que, estoy segura, serán suficientemente paliadas por vuestra gloria.

Las intrincadas estanterias de la sala de pergaminos del Señor de los Tempanos recibieron a su dueño con la alegria pausada de los escritos que saben que pronto serán desempolvados. Un par de setos de bayas y frutos secos crecian en el interior, en torno a un manantial límpido natural que caia jugueton por los costados de un lecho rocoso. Todo cuanto era necesario para una larga y necesaria introspección. Los súbditos del soberano de las Sombras Gélidas comenzaban a ser muchos y muy poderosos. Era necesario que proveyera a estos de las herramientas necesarias para restablecer su control sobre la zona. Así, se sumergió en los escritos de Korkasse, entre los que confiaba en encontrar las claves que despertarían su comprensión del Tejido de las Nieblas más allá de lo que sus inminentes necesidades indicaban. Necesitaba ojos, oídos y voces donde antes hubiera solo vacío y oscuridad.

Así, su mirada devoró, durante el introspectivo invierno, las palabras que otrora escribiera Korkasse y aprendió los misterios de quienes habitan a ambos lados de los portales entre mundos, aprendiendo a controlar a los espíritus de esta fría estación y a desaparecer en las otras dimensiones para huir de la muerte. Todo ello resultaría vital en un futuro probablemente cercano.

Noderoth indicó la piedra, al tiempo que hablaba a la fae:

-Repite conmigo entonces, primonata, mientras tu sangre besa la cálida roca que abriga este Juramento de Piedra: Yo Malgorzata Sheil Aerenall, Bruja de las Estaciones, daré cobijo, seguridad y buen tiempo en el linde sur del Bosque del Invierno. Faltaré a mi Juramento si tu familia o herederos alguna vez mueren de hambre o frío, y entonces no volveré a sentirme respetado en el dominio de mi Señor, sea quien fuere.- Noderoth esperó a que la sangre de la mujer empapara las runas, tras haber repetido ésta sus palabras, y entonces continuó -Selle esta sangre hermana el pacto que aquí se ha hablado, pues por nuestras venas corre el peso de nuestras palabras, ahora y para siempre.- concluyó, esperando al eco de la mujer.

Los poderosos manuscritos, plagados de sabiduría olvidada, de Korkasse se deslazaban sus misterios ante el sucinto estudio de Noderoth. Aun así, la caótica mentalidad del difunto senescal del Bosque Otoñal empañaba en buena medida los avances del soberano. Por fortuna, la estrecha relación simbiótica mantenida con su compañero le proporcionaba ciertas claves de entendimiento sin las que un profano posiblemente hubiera tenido progresos nulos con los mismos textos.

Finalmente, cuando el invierno moría en aras de la primavera, Noderoth accedió a los conocimientos que tan preciosos le serían para sus planes subsiguientes.