Partida Rol por web

Entre otras cosas alguien del castillo debería ir a atender a los recién llegados....

Al ver que nadie parece haberse ido a ocupar de ese monje recien llegado y pensando que es una grabe falta de hospitalidad por nuestra parte le hago una señal a mi Señor y le susurro al oído.

-Mi Señor... he oído que hoy a llegado un monje ortodoxo al Castillo, y al parecer nadie ha salido aún a recibirlo... sé que falto a mis deberes como vuestro Guardaspaldas al ausentarme de vuestro estudio. Pero teniendo en cuenta el revuelo que se ha armado con la partida de vuestros hijos... ¿Deseais que me ocupe yo del recien llegado?

El joven caballero observaba pensativo el hogar a medida que iba oyendo como tanto el Knezi como su señora exponían sus argumentos y teorías sobre la disposición de lo que les había traído a Prahova.

Por unos momentos, su mente voló algunos años atrás, cuando aún se encontraba a las órdenes del Conde de Bran, en un momento similar en le que el difunto Andru había pedido audiencia a su tío para pedir respaldo económico y de personal para recuperar una aldea tomada por las hordas bárbaras procedentes del este.

"Vamos a ver por donde le entramos a mi tío, Schaar. El dio por perdida esa aldea como mal menor, pero creo que deberíamos aplastar a esos bárbaros para que sepan con quien se la están jugando"

La situación era similar, aunque el enemigo no era ni las enfermedades ni la desolación que sufría Sfantu Gheorghe, pero también hacía falta hombres y manos hábiles para reforzar las defensas del pueblo una vez recuperado.

Aquella vez habían salido con una pequeña fuerza de 20 hombres y 5 peones de albañil junto a un maestro constructor retirado, a los que Andru, con la inestimable ayuda de Schaar, les sacó el ciento diez por ciento de su esfuerzo gracias a la motivación que sabía infundir a las gentes.

"Algún día seré capaz de cosas mayores que las que tú haces", le había dicho Schaar dos noches después de la partida de Kronstadt, junto a un fuego, descansando después de acabar con el último de los invasores.

"Ni muerto", había respondido su señor.

"Ni muerto", retumbaban esas dos palabras en su cabeza mientras volvía a la conversación que aún se mantenía en la sala.

Sintiendo un nudo en la garganta, el caballero pensó cuanta razón había en aquella sentencia..., de momento.

No, mejor sal y manda a un criado que los traiga hasta aquí.

La escueta contestación del Knezi no se hizo esperar demasiado.

Tras esto se rascó una vez más la barbilla y prosiguió a responder a su hija.

Dubieta, apenas hay sin techo en Prahova, pero los pocos que hay irán contigo, al igual que alguna de las familias de aquí.

Haré llamar a un maestro ingeniero para que revise el castillo, pero no dispongo ahora mismo de novicios, pues el único que había era tu hermano Virgil, y como sabes está de viaje.

El conde se quedó callado un instante, como si un relámpago hubiese atravesado su mente.

A lo mejor ese sacerdote que dicen que ha llegado recientemente...

En cuanto a milicianos tampoco te puedo proporcionar, confio en que sabrás controlar a la población, y más en un momento como este.

Por otra parte, no debes preocuparte, todos los gastos del constructor irán de mi bolsillo, así como los del tributo al Voivoda, así podrás utilizar esos recursos en mejorar vuestra economía.

Ahora, si no teneis ningún tema más a tratar, deberíais salir, me gustaría hablar con ese sacerdote...

Salgo al pasillo discretamente para no interrumpir la conversación de Mi Señor. En el pasillo busco con la mirada a alguno de los criados del castillo y le hago un gesto para que se acerque.

-Ve a recibir al monje Ortodoxo que ha llegad hoy a Prahova. Sed amables y cordiales, pero enteraros de que propositos le traen por aquí. Despues traedlo a los aposentos del Conde.

Ah... Y, por cierto, hacedle saber a lo que se atiene... 

Tras dar las ordenes  vuelvo a entrar en los aposentos del Conde

El monje y su compañero esperaban de pie ante la puerta, la puerta de aquel castillo era alta, parecía de madera, y posiblemente estubiese reforzada con hierro por dentro.

El monje se encontraba nervioso, por qué debería haber dejado mi comodo monasterio! pensaba en esos momentos y durante todo el camino.

Señor, este es el castillo al que debo ir?, mis nociones de geografia y mi memoria necesitan tratamiento comenta el moje, cada vez más desagusto y cansado.

- "No, nuestro destino son tierras en manos de los Basarab, y estos son los Szantovich. Cuidado ahora, monje. Estos nobles pueden darnos hospitalidad, pero hay que cuidar de no ofenderlos, y se ofenden fácilmente..." -

Las respuestas de su padre eran más alentadora de lo que esperaba, aunque el asunto de los milicianos la preocupaba algo. Lo que más temía en aquel momento era una revuelta popular o que cualquiera llegara con un puñado de soldados y se hiciera con el control. Se guardó un suspiro de preocupación y asintió ante lo que su padre podía ofrecerle. Por lo menos el castillo y los impuestos del año se salvarían.

Dubieta se acercó a su padre y besó el anillo de la familia tal y como exigía la tradición. Él era el cabeza de familia y debía ser tratado con respeto.

- No tengo palabras para agradecer vuestra generosidad -entonces, antes de dar por concluída la reunión, la joven Condesa pidió una última cosa- Padre... sólo una última petición con respeto a nuestra espera mientras se realizan los preparativos. ¿Sería posible que un maestro en armas practique con el caballero Dvy? Me temo que los entrenamientos diarios pensados para mi protección están muy alejados de su propia mejora.

Un criado se os acerca y tras una leve reverencia os dice:

Buenos días, padre, el señor del castillo me pide que les conduzca hasta sus dependencias.

Esperando apenas unos segundos para dejarles reaccionar tomó camino hacia el despacho.

No habrá problemas, Byor se encargará de esos entrenamientos, además acabo de adquirir dos nuevos estafermos.

Que bien me lo voy a pasar viendo esos combates...

Ahora, salgamos.

El Knezi y su hija Dubieta, seguidos de Byor y el caballero Schaar salian del despacho a la par que el sacerdote y su acompañante llegaban junto a la puerta de las dependencias.

Señor, este es el sacerdote que ha entrado en Prahova recientemente.

El criado se inclinó en una reverencia y el Conde miró de arriba abajo a los recien llegados.

Supongo que tendrá hambre, padre - dijo el Knezi con una sonrisa - ¿Qué le parece si comemos algo y mientras tanto me cuenta que le trae por mis tierras?

Se dirigió al criado sin apenas mover el rostro.

Corre y ordena que preparen algo de comer, y más te vale que esté listo cuando lleguemos al salón.

El monje siguió al criado por los pasillos, sentía miedo, o quizás incertidumbre, pero sabía de que allí, no podía estar muy seguro...

cuando llegan a la estancia del señor, el monje se inclina levemente en señal de respeto.

-pues sepa señor, que mi estomago necesita comida, y mi cuerpo descanso, le agradezco su hospitalidad-responde tras unos segundos- Mi cometido en estas tierras es ser tutor, tutor de un noble.

Me cuesta reprimir una sonrisa cuando escucho que mi señor me encargará a mi el "entrenamiento" del caballero.

"Que se prepare...

Le haré ver lo que le espera si algún día llega a fallar a Mi Señor."

Con una sonrisa en los labios el caballero agradece con una reverencia al knezi la disposición de su propio guardaespaldas para su entrenamiento.

Debido a su posición, se le presupone un rival colosal, aunque el caballero estaba acostumbrado a lidiar con rivales más formidables que aquel hombre.

Con la satisfacción de poder cumplir parte de sus objetivos a corto plazo, y del resto con algo más de tiempo, Schaar salió de los aposentos del knezi detrás de su señora y protegida, Dubieta.

No se le escapa el percibir la sonrisa con la que "Byor", había dicho el knezi que se llamaba, había recibido la noticia. Quien sabe si esperando descubrir a su rival el poder que acompañaba al Conde de Prahova.

Me paseo en silencio por la mazmorra, perdido en mis pensamientos. Reviso las celdas de mis prisioneros, una por una, acompañado por uno de mis carceleros. Al final, regreso a la sala de tortura, y dejo allí mis armas antes de salir al patio del castillo.

Al llegar al salón ya estaba todo preparado y encima de la mesa, decorada con un esquisito mantel rojo con ribetes negros, se podía observar gran variedad de frutas, leche, y una especie de panes, pero más blandos, así como diferentes zumos.

El Knezi fue el primero en sentarse, justo en el centro y ayudado por un lacayo, que se encargó de separarle la silla y volverla a colocar en su lugar correspondiente para después servirle leche y bollos.

¿Tutor?¿Quién es el joven aprendiz que recibirá sus enseñanzas, Hermano?

El hermano sabía desde la primera vez que abrió la boca, que esa pregunta iba a salir a la luz, pero bien es verdad, que no estaba seguro de quien era, pero tambien era cierto, que no sabia si decirlo al hombre, pero no obstante, ni decirlo conllevaría una falta de respeto a alguien que puede degollarte con facilidad.

Al final, el viejo monjo decidió no decir todo lo que sabía, que era bien poco, pero sabía que no podía callar:

Sepa señor, que allí donde me dirijo, son tierras controladas por los Basarab, pero no se, perfectamente quien será mi alumno, señor.

Aun estaba en su cabeza la advertencia del guardaespaldas:

"Cuidado ahora, monje. Estos nobles pueden darnos hospitalidad, pero hay que cuidar de no ofenderlos, y se ofenden fácilmente..."

Tierras de los Basarb...

Verá, hermano, la verdad es que ahora mismo tengo un problema.

El Conde bebió leche y tras tragar continuó.

Las tierras de mi primo y mi hija han sido desoladas debido a un ataque por parte del condado de Bran, lo cual ha dejado a la población deprimida y con una grave crisis de fe.

Por lo cual le propongo que se acerque a la zona, al menos durante un tiempo y les ayude, por el bien de la iglesia ortodoxa, a recuperar la fe y confianza en el Altísimo.